Un día de playa
Hola amigos y amigas de Todorelatos, retomo el relato iniciado por mi esposo David y que creo que ha resultado bastante interesante.
CAPÍTULO II
(RELATO DE LOLA)
Hola amigos y amigas de Todorelatos, retomo el relato iniciado por mi esposo David y que creo que ha resultado bastante interesante.
Tal como os comentó mi marido me había hecho correr en tres ocasiones gracias a aquel masaje tan fenomenal que me había prodigado por todo mi cuerpo. Me puso a mil con aquellas enloquecedoras caricias logrando hacerme relajar por completo. Olvidé por completo el resto del mundo, no me acordé en ningún instante que nos encontrábamos en medio de aquella playa y que podíamos ser observados por las personas que se hallaban allí. Tan solo sentí el dulce contacto de sus manos y sus labios sobre mi cuerpo sudoroso.
Tras aquel masaje tan estupendo ambos aprovechamos para dormir un rato y reponer fuerzas. Sobre todo yo, jajajaja!!. Me encontraba totalmente agotada gracias al terrible tratamiento al que me había sometido. De todos modos, mi mente calenturienta ya estaba imaginando diferentes situaciones con las que hacer sufrir a David. No se iba a escapar tan fácilmente de entre mis dedos. Merecía un buen castigo como recompensa a aquellos explosivos orgasmos que me había hecho padecer.
Era ya mediodía y el sol se encontraba en su máximo esplendor quemando realmente con fuerza. Recogimos las cosas para ir a comer, nos vestimos mínimamente cubriendo nuestros cuerpos con su pequeño tanga mi marido y yo me puse el bikini negro que había elegido aquel día y encima la blanca camiseta de tirantes y nos dirigimos al primer restaurante que habíamos visto al llegar por la mañana y que nos había gustado.
Se trataba de un pequeño local de estilo marinero compuesto por apenas diez mesas. Resultaba realmente agradable y acogedor. Degustamos una ensalada y después una paella de marisco que estaba ciertamente sabrosa. Todo esto acompañado con una exquisita botella de vino rosado bien fresco que, a la segunda copa, noté cómo se me empezaba a subir a la cabeza comenzando a reír sin el menor motivo. Una vez acabamos de comer nos fumamos unos cigarrillos y marchamos de nuevo a la playa a reposar la comida.
Tal como dije el vino de la comida me desinhibió totalmente con lo que aprovechaba cualquier oportunidad para pegar mi cuerpo al de David. El roce de los cuerpos volvió a calentarnos con lo cual nada más llegar a la playa nos deshicimos de las ropas y riendo me metí corriendo al agua animando a mi esposo a que me siguiera. David vino detrás de mí con lo cual observé cómo su aparato se bamboleaba a un lado y a otro. Por lo visto David se encontraba bastante excitado pues así lo evidenciaba su entrepierna. Aquello empezaba a mostrar un aspecto más que prometedor.
Al llegar a mi lado David me agarró por la espalda pegándose a mi como una lapa al tiempo que acogía mis desnudos senos entre sus manos las cuales empezaron a masajearlos con gran descaro De ese modo pude notar la creciente hinchazón que se estaba instalando entre sus piernas. Conocía muy bien aquel instrumento y sabía que aún le faltaba crecer un poco más para presentar su máximo esplendor. El leve oleaje ayudaba a mi esposo a presionar con mayor decisión sobre mis descuidadas nalgas. Empujé con ellas hacia atrás y aproveché para rotar mi trasero sobre aquella barra de acero que tan cachonda me estaba poniendo.
Miré a mi esposo con una sonrisa maliciosa y le dije con voz apenas perceptible:
David, veo que te estás poniendo muy, muy nervioso y eso me gusta.
Tu tienes toda la culpa. Tu cuerpo me excita sin remedio y me hace imaginar los mayores pensamientos pecaminosos.
Mi amor, ¿Qué quieres hacerme? ¿No pretenderás hacerlo aquí mismo?
¿Acaso no te apetece? ¿No te da morbo hacerlo en plena naturaleza e imaginando que alguien pueda vernos y calentarse con la escena?
Sí, realmente sería muy excitante, -musité entre jadeos.
Esta mañana me pusiste muy cachondo con el masaje que te dí y creo que me merezco mi recompensa. ¿No estás de acuerdo?
Alargué mi mano hacia atrás buscando aquel dardo y al alcanzarlo entre mis dedos empecé a masturbarlo con extrema lentitud.
Joder mi amor, ¡cómo te estas poniendo! ¡Qué ganas tengo de sentirte dentro de mí!
Tranquila que todo llegará Tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros No hay prisa alguna. Sólo goza con lo que te hago.
Volví a sonreír con malicia ante aquella propuesta y dejé descansar mi cabeza sobre su hombro ofreciéndole mi cuello el cual empezó a chupar con plena dedicación arrancándome escalofríos de placer. Me lamió la nuca y de ahí pasó a comerme la oreja haciéndome sentir cómo iba aumentando el ritmo de su respiración gracias al manoseo que con tanta profusión le prodigaba. Me encontraba totalmente entregada a los deseos de mi esposo. Ciertamente en esos momentos sería completamente incapaz de negarle cualquier cosa que me pidiera. Me sentía absolutamente suya.
Me hizo volver hacia él y se adueñó de mis labios fundiéndolos con los suyos dándome un beso de gran carga erótica. Crucé mis brazos por detrás de su cuello sintiéndome la mujer más dichosa del mundo. Entrelazamos nuestras lenguas mezclando nuestras salivas en un beso interminable. Con una de sus manos acarició mi cadera pasando de ahí a mis nalgas y nuevamente al muslo mientras con la otra se recreaba con mis abultados pechos. El cabrón de mi marido me estaba llevando por el mismo camino que por la mañana. Me estaba calentando de tal modo que la totalidad de mi cuerpo ardía y sin ningún género de dudas percibía la lenta pero inexorable cercanía de la primera de mis explosiones de aquella tarde.
Así mi amor, sigue así. Me estás poniendo a mil. ¡Qué estupendo es esto, qué bien lo haces!
Lola, esta mañana te dije que te ibas a volver loca y eso es lo que pretendo hacer, así que disfruta.
David introdujo una de sus manos por debajo del agua llegando hasta mi húmeda vagina la cual se hallaba deseosa de ser acariciada. Una de sus manos se arriesgó a adentrarse en el interior de mi cueva, cubierta por mi dorada mata de escaso vello y que apenas cubría mis labios mayores, y pude notar cómo David insertaba dos de sus dedos en mi candente cavidad que, a estas alturas, se hallaba completamente llena de líquido vaginal. Emití un profundo suspiro lanzando mi cabeza hacia atrás al sentir los primeros restregones de sus dedos sobre mi lubricada vulva la cual destilaba jugos sin descanso. Rozó con la punta de su dedo el vello de mi pubis lo cual produjo una serie de corrientes eléctricas en mi interior.
Al fin abandoné mi actitud pasiva y me apoderé de aquel aterrador músculo que colgaba entre sus piernas iniciando un paulatino pero gradual masajeo abriendo de manera desmesurada mis ojos al apreciar el lento pero progresivo crecimiento que se iba operando sobre aquella atroz culebra. Llevé la piel que cubría su glande hacia atrás consiguiendo que notara el contacto de mis dedos sobre su terrible cabezota.
Lola cariño, sigue así. Me haces sentir un glan placer con lo que me estás haciendo.
¿Sabes que tienes un amiguito muy malo y que merece un castigo por lo mal que se está portando?, -le dije sonriéndole con cara de viciosa.
Me entretuve durante un largo minuto descapullando y cubriendo con la piel su enfurecido miembro. David se quejaba débilmente animándome a seguir con aquel dulce tormento. Escuché complacida cómo me decía:
Lola, no pares de mover tu mano. ¡Dios, qué bueno es esto! Me vuelves loco. Si sigues así conseguiras que me corra entre tus dedos.
Pese a las protestas proferidas por mi esposo dejé a un lado aquel exquisito suplicio con el que le estaba obsequiando pues no quería que se corriera tan pronto. Por mi mente pasaban otras mil ideas mucho más placenteras e interesantes para ambos, al menos de momento.
Le toqué cada uno de sus músculos regocijándome con el poderío de aquel cuerpo que tenía entre mis manos. Apoyé éstas en aquellos brazos y fui bajando lentamente hasta llegar a sus manos que me tenían firmemente agarrada por las caderas. De ahí pasé a su torso desnudo masajeándolo placenteramente al tiempo que lamía con auténtico frenesí aquel par de pezones que logré excitar nada más rozarlos. Bajé hacia abajo buscando aquellos poderosos muslos los cuales maltraté sin darles respiro. Abrí mis labios ofreciéndole la lengua a mi marido el cual la aceptó en un profundo beso. Evité el contacto con el triángulo de su entrepierna aunque comprobé bajando mi mirada el descarado bulto que se adivinaba por debajo del agua.
Me hice con sus nalgas acariciándolas suavemente con un movimiento rotatorio de mis manos. Las sopesé entre ellas disfrutando de aquel contacto. Desde jovencita me he fijado siempre en el trasero de los hombres, una de las zonas que más nos excitan de ellos. Dirigí dos de mis dedos hacia el esfínter de mi marido con lo cual David gimió con fuerza al notar cómo mis depravados dedos trataban de violar la resistencia que presentaba su anillo anal.
Tras la primera impresión mi esposo se fue entregando poco a poco relajando su cuerpo para de este modo ayudarme en mi grato sobeo. David se agitó de felicidad, y no sólo no me disuadió de perseverar en mi licenciosa empresa, sino que me animó a que continuara hundiéndome en su interior, con el fin de hacer más accesible su ano para la penetración. Gracias a la humedad del agua comprobé cómo su entrada posterior iba acogiendo sin aparente dificultad la leve penetración que le estaba propinando. Con cada uno de aquellos estímulos que con tanto deleite le aplicaba mi marido gozaba como nunca antes le había visto. Sus gemidos iban aumentando de volumen en proporción a la desvergüenza con que se los iba infligiendo.
Apretó con fuerza los ojos cerrándolos al notar cómo mi dedo corazón se introducía sin preguntar en el interior de aquel estrecho conducto. Se quedó sin respiración recreándose con aquella sensación que tanto le hacía gozar. Fui introduciendo con extrema lentitud, milímetro a milímetro, centímetro a centímetro, mi diabólico dedo arrasando con todo aquello que se encontraba por delante. David, al fin, pudo abrir los ojos con evidente dificultad. Parecía que volviese de un mundo muy lejano. Me miró con la mirada perdida como si se encontrara desorientado y me dijo:
Lola cariño sigue así. Me encanta lo que me estás haciendo. Eres terriblemente perversa pero me encanta.
¿Perversa dices? ¿Tu crees que soy perversa? Pues tu mirada parece indicar todo lo contrario. Realmente estás disfrutando como nunca te he visto hacer.
Quiero follarte amor. No me hagas sufrir más. Deseo poseerte sin esperar más.
Me tienes completamente loco.
¿De veras quieres follarme? ¿Ya no aguantas más lo que te hago? le dije mientras me dirigía a él con mirada burlona al tiempo que me invadía el deseo por que me hiciera suya al fin.
Me apreté con fuerza a David uniendo nuestros alterados cuerpos sin dejar un milímetro de separación entre ambos. Rocé mi excitado pubis contra el suyo notando la dureza extrema de aquel animal que reposaba entre sus piernas. Parecía un animal enjaulado deseoso de escapar de su cautiverio. Crucé mis brazos por detrás de su cuello y nos fundimos en un beso pleno de pasión. Mi esposo me agarró firmemente por las piernas y me levantó hacia arriba sin grandes dificultades manteniéndome en vilo sujeta por las nalgas.
Trepé sobre él por los hombros y abracé su cuerpo con las piernas para quedar bien agarrada a mi esposo. David me tomó por los glúteos atrayéndome hacia él buscando penetrarme. Me hice con su erecto miembro y lo conduje a la entrada de mi vagina anhelando la llegada de la tan ansiada cópula. Una vez noté el contacto con la cabeza de su polla me dejé caer lentamente sintiendo cómo iba insertándose en el interior de mi mojada cavidad. Me convulsioné como poseída corriéndome y sollozando disfrutando del tesoro que mi marido me ofrecía. Tras reponerme con dificultad de aquel orgasmo, crucé con fuerza mis piernas por detrás de sus nalgas apretando contra mí para sentir aún más aquel abrasador dardo que me taladraba.
Ummm, qué bien lo haces. Me matas. Fóllame así, sigue, sigue así. Metémela hasta el fondo cariño.
Eché la cabeza hacia atrás ayudando a mi marido en el dulce balanceo que tan amablemente me prodigaba. Aquella barra me ofrecía un fenomenal placer martilleando sin descanso una y otra vez.
¡Ay qué polla mi amor! ¡Qué polla tan rica que tienes! Tienes una pija divina no pude menos que decir mientras gozaba de aquella follada que me daba mi esposo.
Muévete así , cabalga despacio. No quiero correrme aún. Quiero que lo disfrutemos aún más me decía David con los ojos entrecerrados.
Me quedé quieta unos segundos disfrutando de aquella verga que tan bien me trataba y de pronto inicié un suave vaivén arriba y abajo, subiendo y bajando sobre aquella lanza que me perforaba, clavándome y desclavándome, adelante y atrás, cada vez con mayor velocidad. Gozaba de cada segundo de aquel coito en plena naturaleza. Respirábamos cada vez con mayor dificultad. David empezó a golpear cada vez con más fuerza bufando como un toro. Puse los ojos en blanco volviendo a correrme al notar como aquella daga me desgarraba por dentro.
¡Dios qué bueno es esto! Mi vida, me vuelves loca. Sigue follándome así, es delicioso.
Más deprisa Lola, cabalga más deprisa. ¡Joder, qué polvo tan fantástico!
David llevó uno de sus dedos hacia mi ano jugando con él con movimientos circulares haciendo que gritara como una desesperada. Me quedé sin respiración al sentir cómo presionaba tratando de incrustarse en mi estrecho agujerito. Al propio tiempo seguía follándome sin descanso consiguiendo llevarme a un estado de locura con ese doble tratamiento sobre mis dos cavidades. Aullaba gozando como una perra. ¡Menudo espectáculo debíamos estar dando! La verdad es que llegados a ese punto ya no me importaba lo más mínimo poder ser vista, sólo disfrutar de aquel estupendo polvo.
Córrete David, córrete. ¡No lo soporto más! Vas a hacer que me corra otra vez. ¡Dios, me matas cabrón!.
Me corro, me corro sí. ¡Menudo polvo, joder! Tómalo todo, toda mi leche para ti.
David explotó llenando mis entrañas con aquella abundante catarata de leche. Al sentir la incontenible invasión de aquel cálido líquido volví a reventar agarrándome con fuerza de sus brazos disfrutando del momento culminante de aquella unión. Caí desfallecida sobre su hombro y protesté al observar cómo David extraía su virilidad de mi distendida vulva. Volvimos a besarnos al recuperar la conciencia y estuvimos nadando un rato hasta que nos dirigimos a la playa cogidos de la mano dispuestos a descansar tras aquel tórrido suceso.
De todos modos no se habían acabado las sorpresas que el destino deseaba depararnos tal como vereis si leeis la tercera parte de esta inquietante historia.