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Conversación entre dos amigas

en Lésbicos

Conversación entre dos amigas

¿Dices que ambos estaban desnudos? ¿Y qué hiciste cuando les descubriste en el despacho?

Cecilia apenas podía dar crédito a lo que le contaba su amiga, pero como Lara le juraba y le perjuraba que todo aquello era cierto, no debía dudar de ella.

¿Dices que ambos estaban desnudos? ¿Y qué hiciste cuando les descubriste en el despacho?

Cecilia apenas podía dar crédito a lo que le contaba su amiga, pero como Lara le juraba y le perjuraba que todo aquello era cierto, no debía dudar de ella.

Bueno, ¿qué querías que hiciera? ¿qué podía hacer ante semejante espectáculo? –preguntó sin poder evitar una sonrisa aviesa. Me uní a ellos evidentemente, me quité la falda y la blusa, eché a un lado al tonto de Simón y empecé a besar a nuestra querida directora. Esa mujer no es tan dura como puede parecer. Entre mis brazos se entregó como una gatita, te lo puedo asegurar. Sólo hay que saber tratarla….

La joven cajera aprovechó una breve pausa para coger la copa de vino que le ofrecía su compañera y dio un largo sorbo. Necesitaba refrescarse los resecos labios para poder continuar con su relato.

Simón es un maldito estúpido; tan solo supo dejarnos solas, se escondió en un rincón del despacho, se sentó sobre el frío suelo y se quedó mirándonos mientras se acariciaba su flácida polla. Realmente resultaba patético verle allí tirado en el suelo. ¡Qué asco me dio! Si hubiera sido Ricardo estoy segura que se hubiera unido a la fiesta pero en cambio ese tonto….

Cecilia ingirió de un solo trago el contenido restante de su copa, agarró la botella de aquel caro vino francés y volvió a llenar las dos copas. Ya debía irse a casa, su marido y su hijo estarían esperándola. Lara había ido a su mesa a chismorrear un rato tal como solía hacer a menudo, siempre se quedaban solas preparando las últimas cosas para el día siguiente o disfrutando de la compañía de un buen cigarrillo. A la muchacha le gustaba relajarse una vez acabado el agotador día de aquella oficina bancaria. Aquella tarde el tema de conversación era muy diferente al de aquellos otros diálogos que acostumbraban a mantener, debía de reconocer que le resultaba mucho más interesante…..y pensó que valía la pena quedarse unos minutos más en compañía de su compañera Lara para enterarse de la aventura entre la taimada y retorcida directora del banco y su querida amiga.

La guapa muchacha intuía que Lara era bisexual o, al menos, que se sentía atraída por las mujeres. En más de una ocasión la había cazado inspeccionando la figura de alguna atractiva clienta o incluso mirándola a ella misma de forma seductora. Jamás había hecho caso a las miradas que le lanzaba la bella cajera.

Aquella era la primera vez que Lara le confesaba sin ambages que podía excitarse con una mujer. Cecilia pensó que no tenía que incomodarse ante aquella revelación, pero realmente aquella era una situación un tanto incómoda incluso para ella. Más que las palabras de Lara eran sus particulares pensamientos los que la tenían confundida.

Se sentía nerviosa hablando con su amiga de aquellas cosas. No quería o más bien no podía reconocerlo de forma abierta pero aquella chica le gustaba enormemente. Pensaba en su matrimonio, en su hijo y en el escándalo que supondría si se supiera que estaba liada con otra mujer, con una compañera de trabajo. Sin embargo se sentía terriblemente atraída por el fresco perfume que envolvía a su compañera, por aquella rubia cabellera rizada, por aquellos grandes y risueños ojos azules que la hipnotizaban cada vez que la miraba, por aquellos húmedos labios con los que imaginaba que la besaba de un modo sensual…..

Lara, ¿puedo hacerte una pregunta? –balbuceó con voz temblorosa.

Pues claro mujer, dime ¿de qué se trata? –respondió como si estuviera muy segura de sí misma.

Verás, es que es algo que quizá te pueda molestar….¿Eres lesbiana verdad? –preguntó sin pensarlo dos veces, asombrada de lo fácil que le había resultado preguntárselo.

¡Al fin te diste cuenta! ¡La verdad es que no pensé que te costara tanto! Sus ojos brillaban de un modo especial, jamás le había visto ese brillo en sus bellos ojos. La muchacha la miraba divertida. Querida Cecilia, pese a ser la chica más lista de la oficina has tardado mucho tiempo en descubrir mi secreto.

Lo imaginaba hace tiempo pero pensaba que no querías que se supiera….

Tras sus palabras Lara lanzó una sonora carcajada riendo con ganas. Sus labios, perfectamente delineados gracias al pintalabios de tono rojizo con el que acababa de perfilarlos, se mostraban más provocativos que nunca. Cecilia sintió un pequeño escalofrío recorriéndole todo el cuerpo.

Querida, no creo que sea algo que deba ocultar. Sería una solemne tontería. ¿No lo crees así?

No, no, por supuesto –replicó Cecilia un tanto turbada.

Para ser completamente sincera contigo te diré que realmente no soy lesbiana sino más bien bisexual –se sinceró mientras encendía un cigarrillo y recostaba la espalda sobre el sillón de piel echándose totalmente hacia atrás. Aprovecho todo lo bueno que puede ofrecerme cada sexo. Si no dispongo de ningún atractivo hombre, puedo disfrutar del cuerpo de una mujer si se presenta la ocasión…..

Cecilia tembló de emoción ante las palabras de su compañera, el dardo lanzado era demasiado evidente como para no darse cuenta de los lujuriosos propósitos que poblaban la mente de Lara. Pese al deseo que la embargaba se sentía aturdida y confundida. Su compañera Lara era preciosa y poseía un cuerpo estupendo pero una extraña inquietud la cohibía. Imaginaba que el contacto con aquel cuerpo la haría estremecer, se dejaría perder entre sus brazos y sus labios pero el recuerdo de su esposo y su hijo la retenían. Anhelar a una chica, apetecer el contacto con su húmeda boca, el contacto de sus manos sobre su cuerpo, de su sexo completamente empapado de líquidos…..aquello era más de lo que nunca hubiese podido imaginar, como traspasar una barrera infranqueable en busca de placeres desconocidos.

Sin embargo, Cecilia era muy cotilla cuando algo le interesaba. Podía indagar e indagar hasta satisfacer por completo su malsana curiosidad. Y sabía que la historia entre su compañera Lara y la astuta directora podía resultarle altamente interesante.

Me gustaría que me contaras qué tal lo pasaste con la bruja de Aurora. No puedo aguantar la impaciencia, debo admitir que realmente me pica la curiosidad por saber todo lo que ocurrió entre vosotras dos –dijo después de acabar con el contenido de la copa.

Pues verás…..la verdad es que detrás de esa fachada de mujer sin escrúpulos y que sólo piensa en los negocios, se esconde un alma apasionada y llena de sexualidad. Cualquiera que la vea en su rutina diaria no podrá imaginar ni por asomo todo lo que esa madura mujer guarda en su interior….puedo asegurártelo Cecilia. Es como una bomba de relojería que en cualquier momento puede explotar.

Los pezones de la muchacha se marcaban como si quisieran traspasar la sutil tela del diáfano vestido marrón que se había puesto ese día y que tan bien remarcaba su bonita figura. Evidentemente no llevaba sujetador pues Cecilia sabía que su compañera raramente solía llevarlo. Lara era muy coqueta y le gustaba provocar con su cuerpo y con su vestimenta; varios de los clientes podían dar buena fe de ello. Cecilia supo reprimir las ganas de abalanzarse sobre su amiga y empezar a mordisquearle con dulzura aquel par de duros pezones.

Lara explicó paso a paso el agitado encuentro que tuvo con Aurora, la madura directora de la oficina bancaria. Parecía restarle importancia a su lésbica aventura pese a su animada narración. Descubrir el bello cuerpo de otra mujer y degustar cada poro de su anatomía le resultaba lo más común del mundo. Besar su tentadora boca, su cuello, masajearle y chuparle los senos, masturbarla con furia frotando el clítoris y de ahí pasar a su agujero posterior y que luego su acompañante hiciera lo mismo con ella era el mejor de los placeres para la dulce cajera.

Cecilia no quería perderse el más mínimo detalle de la traviesa aventura de su amiga. Lara le explicó con pelos y señales cómo le había chupado el cuello a la distante Aurora haciéndola gemir de emoción, cómo se había hecho con sus firmes pechos devorándolos con verdadero frenesí y cómo se había montado a caballo sobre su boca ofreciéndole su apetitosa vulva para que se la comiera. La hermosa muchacha suspiraba mientras iba contando su erótico relato. Cecilia fantaseaba con la idea de haber sido ella la agraciada, haber sido ella quien hubiese seducido a la fría mujer que tan malos ratos les hacía pasar.

Sin embargo, quien centraba su máximo interés en esos momentos era su querida amiga Lara. Quizá más adelante hubiese ocasión de retozar con la directora…¿quién sabe? –pensó para sí misma. Pero en aquellos instantes a quien tenía más a mano era a la deliciosa Lara. Cecilia dejó la copa encima de la amplia mesa de roble llena de papeles de hipotecas, supervisiones de inversiones de clientes, asesoramiento sobre seguros de vida, etc. La cabeza le dolía, seguramente había bebido demasiado. Sacó una pastilla del bolso y la engulló con rapidez deseando que aquel horrible dolor que le golpeaba la cabeza desapareciese lo antes posible.

Imaginó que su amiga Lara abría sus labios y le ofrecía su sabrosa boca uniéndola a la suya. Sus labios ardían en deseo por recibir la juguetona lengua de la cajera. Aquella boca la seducía a más no poder, la calentaba hasta límites insospechados. Era ella quien lamía su cuerpo con descaro sin dejar un solo centímetro de su joven cuerpo por recorrer. El desnudo cuerpo de Cecilia vibraba gracias a la caricia de los habilidosos y expertos dedos de su amable compañera.

Los pensamientos que recorrían la cabeza de Cecilia la martirizaban sin descanso. Por un lado deseaba continuar con aquel juego que tanto le gustaba pero, al mismo tiempo, tenía miedo pensando en adónde podría llevarla todo aquello. Entreabrió los ojos tratando de decir algo pero rápidamente volvió a cerrarlos para seguir escuchándola. Se notaba excitada por el relato de Lara, su erótico tono de voz atormentaba sus sentidos.

Aurora iba sin sostén –susurró apenas Lara siguiendo con su aventura, sólo la blusa blanca de raso, sólo eso…Tuve unas ganas tremendas de retorcerle los pezones hasta hacer que chillara de dolor, devolverle todos y cada uno de los improperios, de los desaires que me había hecho sufrir. Sin embargo, cuando empecé a hacérselo la zorra de Aurora empezó a volverse loca, a delirar de placer. ¿Puedes imaginarlo? Se retorcía como una guarra y sólo hacía que pedir más y más mientras me ayudaba a meterle mi mano en su empapada vulva. Yo creía que era muy ardiente y fogosa pero puedo asegurarte que esa tía es una máquina sexual, nunca tiene bastante. Debió correrse al menos unas cinco veces entre mis labios encadenando un orgasmo detrás de otro y aún así todavía quería que siguiera. ¡Realmente portentoso! ¿No lo crees así? –preguntó profundamente emocionada.

Cecilia no pudo contestar, la pasión la embargaba y necesitó morderse el labio inferior para sofocar su creciente deseo. La cabeza le daba vueltas, su amiga la estaba poniendo a cien con su relato y ahora sí necesitaba urgentemente que la hiciera suya, entregarse entre sus brazos…Observó con detenimiento a su hermosa compañera, se fijó en su dorada cabellera rizada que aquel día llevaba recogida en una graciosa coleta que la hacía parecer mucho más joven, centró su atención en aquel rubio mechón que le caía sobre los ojos y que tanto encanto le daba…..ya no oía lo que le decía su amiga, tan solo la miraba tratando de que se percatase de la lujuria que la consumía. Deseaba entregarse a aquel cuerpo tan próximo, a aquellas curvas femeninas tan deseables…recibir aquella lengua tan grande, sinuosa y húmeda….

Lara cariño, por favor no sigas –simplemente pudo balbucear sin saber como expresar lo que sentía en esos momentos.

La experimentada cajera la miró divertida desde el otro extremo de la mesa. Tiró con exquisita suavidad del coletero que le sujetaba el cabello aprovechando para ahuecarselo entre sus dedos y se quitó las gafas dejándolas sobre la mesa de manera descuidada. Sus ojos centelleaban como dos diamantes azules bajo la luz de la lámpara. Lara comprendía perfectamente lo que su compañera solicitaba de forma muda. La tenía completamente entregada, estaba segura que aquella encantadora mujer casada se iba a rendir a ella sin pensarlo más, rompiendo con todos los tontos convencionalismos sociales que la refrenaban desde hacía tanto tiempo.

Sabía que Cecilia la deseaba desde hacía mucho tiempo y al fin había llegado el momento de amarse sin cortapisas. Se levantó de la butaca mostrándose altiva y adoptó una actitud un tanto autoritaria. Parecía saberse vencedora de aquel duelo entre ambas. Debía ser la que llevara las riendas de aquella relación pues temía que Cecilia pudiese echarse atrás en cualquier instante.

Se acercó con paso lento a su amiga soltando el nudo que sujetaba por detrás del cuello su vestido marrón que tan bien hacía resaltar su larga melena rubia y lo dejó caer al suelo como sin prestar atención. Cecilia escuchó el dulce taconeo de su compañera mientras se acercaba a ella. El tiempo parecía haberse detenido en la oficina. Lara se dobló sobre ella mirándola fijamente como si quisiera traspasarla con la mirada. Aquella guapa muchacha la tenía totalmente dominada.

Mi niña, mi dulce niña –dijo Lara soltando uno a uno los botones de la blusa de su compañera mientras la miraba a los ojos profundamente como la serpiente que trata de hipnotizar a su presa. Eres realmente deliciosa, debo admitirlo. Siempre me gustaste….desde el primer día que te vi entrar a la oficina.

Su boca de dentadura perfectamente cuidada se fusionó con la de Cecilia consiguiendo hacerle abrir mínimamente los labios para así poder introducir su lasciva lengua en el interior de la cavidad bucal de su amiga. Sus manos se dirigieron hacia los redondeados pechos de la muchacha haciéndola emitir un leve gemido.

Aquel beso enérgico pero tan comedido al mismo tiempo le encantó a Cecilia. Lara se comportaba como el elemento masculino y dominante de la pareja. La trataba con infinita sutileza, no con la tan conocida brusquedad de su marido. Al notar como Lara se hacía con su anhelante boca besándola con pasión contenida, imaginó por un segundo que era Nacho, su querido esposo, quien la besaba, que era él quien cubría su cuerpo de aquel modo tan perturbador.

Sin embargo, su esposo no lograba encandilarla con aquel par de tersos y apetitosos senos con los que su amiga podía obsequiarla. Su cuerpo no olía a aquella fragancia femenina tan terriblemente subyugante. Igualmente carecía de aquella larga melena cuyos bucles rozándole la espalda la hacían estremecer de un modo desconocido. El cuerpo de su esposo era fuerte y varonil mientras que el de Lara era delicado como correspondía a una bella mujer. Ahora Cecilia era plenamente consciente de que le sería imposible decantarse por uno de ellos. Sin embargo en un breve momento de lucidez percibió con total claridad que era su amiga Lara la que la abrazaba y la besaba.

Cecilia cariño, te deseo, te deseo desde hace tanto tiempo….. –le susurró al oído haciéndola notar su caliente aliento. Tanto tiempo deseándote en silencio por miedo a que me rechazaras…deseando tu cuerpo, tus espléndidos pechos. Si supieras cuánto te he deseado….tanto tiempo observándote a escondidas.

Tras quitarle el sujetador agarró entre sus manos los sugerentes senos de la muchacha masajeándolos con dulzura.

¡Tienes un cuerpo tan bonito! –murmuró tímidamente. Le oprimió con fuerza aquel par de refinadas tetas y después le pellizcó los pezones entre sus dedos. Cecilia se agitó de emoción con aquella caricia.

Le gustaba que le acariciaran los pechos, era una de las zonas más sensibles de su curvilíneo cuerpo. A Nacho le volvían loco y disfrutaba manoseándolos una y otra vez. Ahora era ella la que se volvía loca con las caricias que le prodigaba su experimentada amiga. Era un placer tan diferente, mucho más plácido y reposado, un placer desconocido para ella.

A punto de pedirle que siguiera con aquel dulce tormento sintió como la rubia cabeza de su amiga descendía buscando su oscuro pezón empezando a sorberlo con gran deleite. Chupaba con ganas brindándole un tratamiento tan exquisito que no pudo menos que agarrarle la cabeza con sus manos mientras lanzaba su cuerpo hacia atrás sollozando de felicidad. Jamás había sentido esa sensación con su marido, ni en el mejor de sus sueños.

Lara la trataba de un modo bronco pero encantador al mismo tiempo; ella también hacía mucho tiempo que deseaba aquello, sentirse amada por aquella magnífica mujer, que la hiciera retorcerse entre sus brazos. Cecilia se mostró un tanto dubitativa pero finalmente se decidió a rozar levemente la espalda de su amiga. El cuerpo de Lara estaba sudoroso y desprendía sexo por los cuatro costados de su anatomía. El olor penetrante de aquella hembra joven y caliente la embriagaba por completo haciéndole imaginar las escenas más tórridas junto a ella. Notaba como la respiración de Lara iba aumentando de ritmo haciéndose cada vez más y más dificultosa.

Por favor cariño, desnúdate rápido. No me hagas esperar más –le suplicó Lara observando con detenimiento sus redondas formas. Tienes un cuerpo exquisito querida, eres una mujer muy hermosa y atractiva. ¡No sabes cómo envidio a tu marido! Poderse acostar cada noche contigo, abrazarte, amarte hasta la desesperación. Me gustaría besarte la boca, mordisquearte el cuello y las orejas, seducirte con mi voz, meterme entre tus piernas y comerte tu delicioso coñito, emborracharme con tus jugos. Hacerte correr como una perra.

Rieron y se besaron apasionadamente mientras se iban desnudando con urgencia. La joven cajera ronroneó como una dulce gatita al ver como la falda de Cecilia caía pesadamente a sus pies. Se agachó a por la prenda y la lanzó lejos al tiempo que tumbaba a su amiga de espaldas sobre la mesa. Retiró a un lado la tela de la braguita y empezó a juguetear con la encharcada vulva de Cecilia. Le encantaba verla entregada a ella de aquel modo tan sumiso.

Cecilia gimoteó débilmente al notar como las uñas de su amante rozaban sus labios vaginales. Los débiles gemidos dieron paso a auténticos gritos de placer cuando sintió el dedo hurgando sobre su diminuto botón el cual ardía de deseo. El pequeño clítoris aumentó de tamaño en segundos gracias a las caricias con las que le obsequiaba la guapa muchacha. Lo frotaba y lo apretaba con decisión consiguiendo arrancarle verdaderos aullidos de satisfacción. Lara sabía qué puntos debía tocar para ofrecerle el mayor placer, ningún hombre la había acariciado de aquel modo tan placentero.

Lara se arrodilló a sus pies acomodándose lo mejor posible para dar el máximo placer posible a su amante. Le abrió bien las piernas apoyándolas sobre sus hombros y se sumergió en ese frondoso bosque humedeciéndolo con su lengua. Cecilia se estremeció con dicho contacto. Tiró al suelo unas carpetas y unos libros que había sobre la mesa. Temas importantes seguramente pero en esos momentos tan solo sentía la lengua de Lara indagando en su vagina. La rubia muchacha se chupó el dedo llenándolo de saliva y lo introdujo meticulosamente en el hambriento coño de Cecilia.

El cerebro de Cecilia explotó en mil demoledoras sensaciones. Se corrió con el dedo de su amiga en su ardiente agujero. Empezó a llorar de emoción agradeciendo todo el placer que le daba su compañera. Aquel dedo se movía en su interior de manera infatigable como si fuera una pequeña polla que le hiciera el amor sin descanso. Un segundo orgasmo todavía más devastador acompañó al primero dejándola desfallecida. La caricia combinada entre aquel diabólico dedo y la lengua de Lara tenía la ventaja sobre un miembro masculino de que nunca se cansaba, podía estar largo tiempo acariciándola sin apenas fatigarse con lo cual el placer recibido se multiplicaba hasta límites insospechados.

Sus músculos internos estrecharon con fuerza al encantador forastero. Sus gritos resonaban en la oficina bancaria, testigo mudo de la unión sexual entre las dos mujeres. Agarró el cabello de su amiga como si no quisiera dejarla escapar y jadeaba con energía tratando de recuperar el aliento. Lara sacó el dedo de su coñito y lo sustituyó por su lengua la cual presionó sobre aquellos dilatados labios intentando abrirse paso dentro de ella.

Lo que su amiga le hacía no era simplemente el amor sino que la estaba follando de un modo salvaje. Se sentía entregada a ella por entero. Aquel placer era muy superior al que sentía con Nacho, un placer que nada tenía que ver con aquellas primitivas y toscas posesiones masculinas. Su amiga era amable y considerada con ella. Su boca se mostraba voraz e incansable y su dedo parecía encontrar sus más recónditos rincones, aquellos que ninguna polla llegaría jamás a degustar.

Cecilia se sentía abatida, exhausta, hechizada por su amiga pero aquella sensación le encantaba. Se sentía frágil estando en su poder pero también poderosa y radiante gracias al increíble placer que le daba.

Vaya, vaya…..¿así que te gusta que te folle una mujer, eh? –preguntó con su voz seductora. Has gozado como una perra. ¿Te gusta que te haga esto? –preguntó mientras la penetraba con el dedo hasta el fondo.

Cecilia no pudo menos que confirmar sus palabras antes de encogerse sobre sí misma y volver a correrse nuevamente. Mientras su cuerpo se convulsionaba mojando los dedos de Lara con sus últimos jugos notó cómo ella actuaba de un modo mucho más rudo y grosero, como si necesitara comportarse con ella de una manera mucho más despiadada y cruel. La muchacha supuso entusiasmada que el sexo entre dos mujeres tenía el mismo empuje y agilidad que entre un hombre y una mujer. Pensó que su amante representaba en esos momentos el papel masculino de la pareja mientras que ella era su codiciado trofeo. Aquella sexualidad tan fresca y natural la enloquecía por momentos. Un nuevo orgasmo la arrastró entre aquellos pensamientos que atormentaban su linda cabecita.

Consiguió recobrar la noción del tiempo bajo una catarata de besos. Una catarata de insignificantes y sutiles besos sobre la cara y el cuello que la hicieron volver a la realidad. Meneó con dificultad sus rotundos muslos y se percató que su tesoro vaginal había sido abandonado durante unos interminables segundos por su amiga. Extrañó enormemente la brusca caricia del dedo que la estuvo torturando durante tan largo período de tiempo. Con sus ojos llorosos y todavía cerrados, alargó la mano a ciegas tratando de encontrar la sedosa cabellera de su amante.

Lara se levantó con cierta dificultad del suelo y ayudó a la otra muchacha a sentarse sobre la mesa. Ambas sudaban copiosamente debido al calor asfixiante de la oficina. Ambas rieron con ganas y Lara la dejó sola durante unos breves instantes para ir a encender el necesario aire acondicionado.

Así está mucho mejor, me estaba asando –dijo sonriéndole mientras volvía a acercarse a ella. Ahora cariño, prepárate para una sorpresita que sin duda te va a encantar.

Cecilia la miró con gesto interrogante intentando adivinar lo que su compañera se proponía. No tardó mucho en descubrirlo…..Bajo la débil luz de la lámpara del escritorio vio como su traviesa amiga extraía del bolso un brillante consolador de tamaño nada despreciable el cual estaba cogido por los lados a un par de correas. Aquel temible instrumento representaba perfectamente una polla masculina. El glande con la piel del prepucio echada hacia atrás, las venas marcándose igual que en un verdadero pene, las dos bolsas de los testículos.

¿Qué pretendes hacer con eso? –preguntó temerosa imaginando lo que la cajera deseaba.

¿Acaso no te lo imaginas? –le respondió mirándola de manera perversa.

Cogió el arnés y se lo ajustó a la cintura con extrema tranquilidad. Una vez lo tuvo bien amarrado la obligó a agacharse entre sus piernas.

¿Qué te parece cariño? ¿Alguna vez imaginaste una mujer con una polla entre las piernas? Vamos, empieza a chupármela, humedécela con tus labios y tu boca. Luego te follaré hasta que revientes.

Cecilia al principio sintió algo de repulsa hacia aquel miembro de látex pero Lara la animó acercándoselo a la boca. Le pidió que se la chupara y ante la inicial negativa de su compañera le cogió la cabeza con una mano y le obligó a introducirsela en la boca mientras Lara empezaba a acariciarse un pezón. Cuando el consolador estuvo bien lubricado la levantó con decisión del suelo y la puso apoyada en las mesa de espaldas a ella.

Ahora ábrete bien de piernas. Vas a gozar como una loca, ya lo verás.

Cecilia no pudo hacer otra cosa que apoyar el pecho sobre la fría mesa mientras esperaba el momento en que la muchacha entrase en ella. Realmente deseaba que Lara la penetrase, que no demorase más tiempo aquel horrible suplicio. La joven cajera apoyó la cabeza del consolador sobre sus lubricados labios y empezó a metérsela con sumo cuidado. Poco a poco fue entrando todo el aquel colosal aparato hasta golpear con los falsos testículos sobre sus nalgas. Cuando su amante dilató levemente su conducto empezó a empujar con más fuerza, se la metía y se la sacaba como si fuera un hombre. Por un momento imaginó que estaba con su marido y no con su compañera del banco, que era él quien le hacía el amor. Cecilia gemía con cada embestida que la muchacha le propinaba. La cogió con fuerza de las caderas y comenzó a percutir una y otra vez con aquel falso pene. Lara se movía en su interior cada vez más rápido, el ritmo se hacía desesperante pues no había la posibilidad de explosión como en un hombre. Evidentemente no existía la posibilidad de que se corriese y la llenase de semen.

¿Te gusta cariño? Dime que te gusta, me encanta oírlo –le dijo mientras dirigía sus dedos hacia el empapado coñito de Cecilia.

Sí, así….sigue follándome. ¡No te pares, fóllame, fóllame fuerte! Voy a correrme otra vez. ¡Sí, me corro! Dios, qué bien me lo haces mi amor –apenas pudo decir corriéndose nuevamente.

Lara no la dejó recuperarse de este último orgasmo y aprovechando la indefensión de su pareja le sacó el consolador y lo llevó hacia la entrada de su oscuro ano sin avisarla.

No….por ahí no. Es demasiado grande, me lastimarás –le suplicó con voz quejumbrosa.

¿Acaso tu marido no te folla por ahí? –indagó imperiosamente Lara al oído de la muchacha.

Por favor, házmelo despacio. No me hagas daño, es demasiado grande…….

Tranquila querida, seré lo más delicada que pueda. Ya verás que te gustará, sólo disfruta….yo me encargo de todo.

Cecilia trató de relajarse y se agarró al borde de la mesa esperando la entrada del consolador en su estrecho agujero. Su amiga presionó con fuerza intentando superar la resistencia del anillo anal el cual fue dilatándose sin dificultad recibiendo gustoso la presencia de aquel terrible invasor. Paso a paso fue entrando todo el consolador hasta llenarla por completo. La muchacha respiraba con dificultad buscando el aire que le faltaba. Notaba cómo los huevos de Lara se aplastaban contra sus nalgas al tiempo que apoyaba sus manos sobre sus caderas. Inició un lento movimiento de caderas el cual fue adquiriendo mayor velocidad a cada segundo que pasaba. La hizo incorporarse haciéndola volver la cabeza hacia ella hasta que ambas mujeres se fundieron en un salvaje beso, mezclando sus lenguas con pasión.

¿Te gusta como te follo? –preguntó Lara segura del placer que estaba experimentando su compañera en aquellos momentos.

¡Fóllame más deprisa! ¡Dame más fuerte! ¡Dios, qué placer siento! –gritaba loca de satisfacción.

Lara siguió sodomizándola una y otra vez haciéndola correr nuevamente gracias al balanceo que le ofrecía. Se la clavó de un solo golpe, haciendo que Cecilia gritara de nuevo. La martilleaba sin cesar, fuerte, duro y profundo agarrada a sus pechos los cuales estrujaba brutalmente. La agarró del cabello haciéndola echarse hacia atrás y se la fue metiendo y sacando de golpe. Ahora le resultaba mucho más fácil pues el ano de la joven estaba completamente dilatado.

Me matas, me matas. No aguanto más. Vas a hacer que me corra otra vez. Me corro cabrona –chillaba mientras caía rendida sobre la mesa.

Lara sacó el consolador del dolorido ano y con una sonrisa de satisfacción le dijo:

¿Qué te ha parecido? ¿Lo has pasado bien, eh bribona? –exclamó mientras empezaba a soltarse las correas del arnés.

Con voz entrecortada únicamente pudo emitir estas palabras:

Ha sido fantástico. Nunca imaginé que pudiera sentir tanto placer.

La guapa cajera buscó su boca y la besó con infinita ternura. Cecilia se estremeció entre sus brazos. Miró hacia la ventana y vio que empezaba a oscurecer.

¡Dios mío! ¿Qué hora es? –gritó buscando el reloj con impaciencia. ¡Debo irme, ya son las siete! Mi marido y mi hijo me estarán esperando en casa. Además el vigilante de seguridad no tardará en llegar –hablaba con rapidez mientras se iba abrochando los botones de la blusa. Al mismo tiempo, Lara se ponía el vestido atándolo por detrás del cuello y luego se puso los zapatos de tacón con exquisita delicadeza.

¿Volveremos a repetirlo? –le preguntó con voz acuciante. Recuerda que me debes una.

Seguro que sí –confirmó muy segura de si misma. Tú no te has corrido y te lo debo. Pero deberemos ser discretas. Si mi marido se enterara……

Descuida por eso, preciosa. Podemos vernos en mi apartamento siempre que quieras. Lo último que pretendo es que tengas problemas con él –le aseguró mientras la agarraba por detrás del cuello y la volvía a besar en un último beso delicioso.

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El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo