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Trío con mi mujer en un restaurante

en Trios

Trío con mi mujer en un restaurante

La presente historia que me propongo contaros tuvo lugar una noche de sábado en que mi mujer y yo decidimos salir a cenar pues hacía tiempo que no nos dábamos un capricho como ese. Pensamos que debíamos poner remedio a dicha situación y disfrutar de aquella noche del caluroso verano que estábamos sufriendo.

La presente historia que me propongo contaros tuvo lugar una noche de sábado en que mi mujer y yo decidimos salir a cenar pues hacía tiempo que no nos dábamos un capricho como ese. Pensamos que debíamos poner remedio a dicha situación y disfrutar de aquella noche del caluroso verano que estábamos sufriendo.

Para empezar os diré que somos un matrimonio de 44 años yo y 41 mi mujer, que llevamos casados 12 años y que vivimos en una urbanización muy próxima a Málaga. Debo contar que yo soy muy activo sexualmente, muy morboso y que me encantan las fantasías de todo tipo. Siempre estoy imaginando situaciones para que nuestra vida sexual no caiga en la monotonía. Por su parte, mi querida esposa la verdad es que necesita más tiempo para ponerse a tono. De todos modos sé que cuando logro excitarla convenientemente puede convertirse en una auténtica pantera capaz de aceptar cualquier cosa que se le proponga.

Mi mujer se llama Candela y como dije tiene 41 años. Mide 1,62 de altura y tiene el pelo rubio y rizado y lo lleva cortito a la altura del cuello. En cuanto al pecho posee una talla 95 y pese a su edad aún lo conserva duro y levantado. Los pezones son oscuros y fácilmente excitables, a mí me encanta chupárselos pues sé que enseguida se le ponen bien erectos con mis caricias. Lo que más me gusta de ella son sus poderosos muslos y sus redondas nalgas las cuales masajeo siempre que puedo. Candela es muy coqueta y le gusta destacar su espléndida figura con vestidos ceñidos o bien con camisetas o blusas que destaquen sus senos y tejanos donde se marque bien su trasero. Muchos hombres se vuelven a contemplarla cuando se cruzan con ella por la calle. Sé que eso a mi mujer le gusta sobremanera, sentirse observada y deseada por los hombres. Por mi parte diré que soy más alto que ella pues mido 1,79 y me mantengo en forma pues estoy delgado y sin la tan molesta curva de felicidad que suele acompañar a la mayoría de los hombres de mi edad.

Siguiendo con el relato referiré que el sábado de la semana pasada le comenté que me apetecía que saliéramos a cenar y a bailar un rato a alguna discoteca. Había tenido una semana bastante ajetreada en el trabajo y tenía ganas de relajarme y olvidarme de todo.

Candela aceptó mi propuesta con gran alborozo y se levantó rauda del sofá diciéndome que iba a ducharse. Le dije que luego me ducharía yo. Entre burlas e indisimulados roces, le guiñé el ojo mientras le rogaba que se pusiera bien guapa que esa noche lo ibamos a pasar bien. Ella me sonrió con mirada pícara imaginando las ideas que rondaban por mi cabeza.

Cruzó el salón con paso firme hasta llegar junto a mí apretándose de forma insinuante. Metió una de sus piernas entre las mías sobándome la entrepierna con su rotundo muslo. Mi verga respondió al momento a tan delicioso castigo apretando con fuerza contra la tela de su corta falda que apenas cubría lo indispensable.

 

Fermín cariño, ¿dónde vas a llevarme? –me preguntó ronroneando como una gatita.

No me preguntes. Es una sorpresa, ya lo verás –le contesté de forma evasiva.

Mi mujer me agarró de la nuca con una mano y me ofreció sus cálidos labios uniéndolos a los míos en un beso apasionado. Apoyó la otra mano sobre mi camiseta y me ayudó a quitármela apareciendo mi desnudo torso el cual acarició con delicadeza. Jugueteó unos segundos con mis pezones haciéndome gemir de placer. Yo aproveché para manosearle sus redondas nalgas por encima de los ceñidos tejanos que llevaba aquella tarde. Me hice con su cuello y empecé a chupárselo con ganas. Candela suspiraba completamente entregada a aquella caricia.

Mi amor….sí, cómeme el cuello, cómetelo así, sí….¡Me gusta tanto lo que me haces! –me dijo mientras continuaba mordisqueándole su apetitoso cuello.

Candela se retorcía sintiendo el roce de mis labios sobre su cuello. Subí hacia su oreja explorándola con mi lengua al tiempo que le manoseaba los senos de manera un tanto descarada y grosera. Ella bajó su mano lentamente por mi liso vientre hasta llegar a mi muslo el cual apretó con fuerza por encima de la tela del desgastado tejano.

Te deseo, te deseo tanto cariño….-exclamó con voz entrecortada

Noté como apoyó como por descuido su mano sobre el notorio bulto que se iba formando bajo el pantalón. Presionó entre sus dedos mi entrepierna ofreciéndome nuevamente sus sabrosos labios. Empujé con mi lengua tratando de que sus labios se abriesen. Una vez que sentí como su boca permitía el paso de mi inquieta lengua pude comprobar como Candela trataba con ansia de desabrochar el botón del tejano.

Ella se separó de mí y mirándome a los ojos con mirada perversa escuché que me decía:

A ver que guardas aquí….veo que tienes un amiguito que necesita que le dejen salir de su encierro.

Al fin logró soltar el molesto botón bajando la cremallera a continuación. Introdujo la mano buscando el tan deseado trofeo que esperaba el contacto de aquellos dedos que tanto placer le iban a dar. Candela dejó resbalar con dificultad la tela de los estrechos tejanos hasta la altura de mis muslos. Se humedeció los labios con la lengua como si imaginara el festín que iba a darse a mi costa y realmente así era. Siempre que veía esa cara de vicio en mi mujer sabía hasta donde pretendía llegar. Ella se entretuvo unos segundos masajeando mi abultado miembro por encima de la tela del slip la cual a duras penas conseguía mantenerlo dentro de su encierro. No pude menos que cerrar los ojos disfrutando de la dulce caricia que me prodigaba.

Joder Fermín, ¡cómo se te ha puesto! Me encanta cuando te pones así de burro.

Por favor, no me hagas esperar más. Chupámela, chupámela vamos.

Mi mujer me hizo caer sobre el sofá y me quitó el pantalón con gran empeño. Ella se deshizo de la camiseta de tirantes y echando la cabeza hacia atrás respiró con fuerza mostrando orgullosa sus magníficos senos. Sin retirar todavía el slip se dedicó a lamer por encima de la tela el oculto pene el cual respondió a aquel contacto palpitando de deseo. Finalmente dejó que acabara aquel suplicio agarrando la prenda por ambos lados y bajándola hacia abajo con lo cual mi excitada verga saltó hacia arriba de forma impetuosa.

Vaya, vaya…..¿qué es esto que tenías escondido? ¿por qué no me habías dicho nada? –dijo mientras observaba mi espantosa erección sin apartar la vista de ella.

Candela se arrodilló a mis pies y fue bajando lentamente por mi vientre haciendo pequeños círculos con su juguetona lengua. Dejó a un lado mi pubis y llegó a mi muslo el cual recorrió con sus cuidadas uñas. Parecía evitar deliberadamente el tan deseado contacto con mi verga. Yo vibraba de emoción esperando que acabara aquella infame tortura.

Fue subiendo con exasperante lentitud entre mis piernas mientras me miraba fijamente a los ojos. Se apoderó de mis cargados testículos chupándolos con exquisita maestría. Mordisqueó levemente una de mis bolsas succionándola a continuación entre los labios. Candela atrapó mi virilidad entre sus dedos y fue ascendiendo con tranquilidad con la punta de su lengua a lo largo de mi polla humedeciéndola con su saliva. Finalmente alcanzó el oscuro glande y lo golpeó varias veces con la punta de la lengua hasta que acabó metiéndoselo en el interior de su boca.

Empezó a comerse mi sexo con rapidez acariciándolo entre sus labios mientras lo iba masturbando con la mano. Su lengua lo acogía dentro de su boca tratándolo de tal modo que mi miembro crecía y crecía sin parar. Estuvo unos dos minutos chupándolo sin tomarse un solo segundo de respiro. Finalmente lo extrajo de su hambrienta boca mostrándose altivo y desafiante entre sus dedos.

Mi miembro apuntaba orgulloso hacia el techo curvándose hacia arriba. Candela lo examinaba con la mirada extraviada, el deseo la consumía por dentro. Conocía aquella mirada sensual y llena de lujuria.

Mi mujer me hizo levantar del sofá y se sumergió nuevamente entre mis piernas. Como si adorase una especie de tótem, engulló la totalidad de la polla hasta que ésta golpeó contra el fondo de su cavidad bucal produciéndole una leve arcada. Su lengua mojada recorría toda la extensión fálica, desde los huevos hasta el capullo, ensalivándolo con gran apetito mientras yo le mesaba los cabellos con las manos ayudándola en tan deliciosa tarea.

Conocedora de sus atributos mi esposa encajó mi caliente músculo entre sus espléndidos pechos y gracias a un desplazamiento preciso empezó un delicado y agradable sube y baja con el que conseguía que durante breves instantes se ocultara entre ellos. Tan solo el amoratado capullo brotaba entre sus senos de vez en cuando, lo cual era aprovechado por ella para obsequiarle con un goloso lametón.

Ella introdujo su mano derecha bajo su corta falda iniciando unas ligeras caricias sobre su clítoris. Gimió débilmente gracias al dulce tormento que ella misma se prodigaba. La mano y los labios de Candela fueron adquiriendo a cada paso un ritmo verdaderamente endiablado haciéndome gemir y gritar con aquel tratamiento que me tenía en la gloria. Agarré la cabeza de mi mujer con ambas manos para que no abandonase lo que hacía y siguiera comiéndome aquel tesoro que le ofrecía.

Estuvimos reprimiendo la necesaria llegada del éxtasis durante un buen rato. Ella me ayudaba deteniéndose de repente y volviendo a continuar con su estupenda mamada. No entendía como podía aguantar de aquel modo sin correrme. Apenas podía dominar la catarata de semen que se aproximaba. Intenté separarla de mi entrepierna pero ella no me hizo caso siguiendo con aquel juego que tanto le gustaba.

Cariño, para o me harás correr. ¡Qué gusto me estás dando, cabrona!

Candela apretó mis nalgas con sus manos mientras tragaba mi hinchado pene sin darse un segundo de descanso. No cesó en su empeño, no hacía caso de mis requerimientos ni atendía a razones, sabía que le complacía enormemente succionarla, degustarla hasta hacerme reventar entre sus labios. La velocidad que imprimía mi mujer con su boca y su lengua se hicieron absolutamente insoportables para mí.

Así pues le avisé que iba a correrme. Ella, al oír mis palabras, incrementó aún más sus movimientos y administró una buena cantidad de saliva sobre mi inflamado miembro favoreciendo que el impregnado capullo se deslizara con facilidad dentro de su boca.

Finalmente exploté en el interior de su boca entregándole mi primera descarga de líquido seminal. Candela trató de resistir aquella tremenda sacudida que me había provocado. Descubrí con gran placer como parte de aquella andanada le escurría por la comisura de los labios yendo a caer sobre sus tersos senos. Intentó recogerla con la lengua cuando una segunda avalancha la sorprendió yendo a parar sobre su paladar.

Tras aquella imponente corrida notaba los músculos de las piernas completamente tensos. Parecía que las piernas me flaquearan, como si se negaran a mantener en pie al resto del cuerpo. Mi mujer, sin despegar todavía la cabeza de mi entrepierna, recogía las últimas señales de mi reciente corrida.

Cuando se irguió del suelo se deshizo de un último resto de semen que había quedado sobre su nariz. Ahora parecía no quedar atisbo alguno del combate que acabábamos de mantener hacia apenas unos segundos. Candela acercó su boca a la mía y pude notar el amargo sabor de mi leche cuando me besó mientras le recorría su desnuda figura con mis manos.

Ahora cariño es tu turno. Túmbate en el sofá que quiero hacerte gozar como has hecho conmigo –le dije con un tono de voz apremiante tras separarme levemente de ella.

Sssssh, cállate por favor. Guarda fuerzas para esta noche pues te aseguro que las vas a necesitar. Aún puedo aguantar las ganas de que me folles. No quiero dejarte agotado tan pronto. Así será más satisfactorio para los dos cuando lo hagamos –contestó con cara de viciosa.

Anda, vete a duchar y ponte bien guapa. Luego me ducharé yo. Resistiré mis deseos por follarte pero esta noche no te escaparás –exclamé mientras le daba un cachete en su rosada nalga.

¡Menos lobos, Caperucita, menos lobos! No vayas a perder la fuerza por la boca –sonrió mientras abandonaba el salón camino del baño.

Candela sabe mi afición por verla vestida con ropa ceñida que le remarque la estilizada figura que posee. Los vestidos de una sola pieza la verdad es que le sientan de maravilla. Cuando entré en el dormitorio la encontré revolviendo entre su abundante lencería buscando el conjunto adecuado. Finalmente se decidió por un conjunto negro transparente de tres piezas formado por el top de encaje de la parte superior, el pequeño tanga que mostraba su formidable trasero en todo su esplendor y por último el liguero enganchado a las transparentes medias negras que tan bien realzaban sus piernas. Encima se puso aquel precioso vestido plateado de tirantes que tanto le gustaba y que apenas le llegaba a medio muslo. Tenía una abertura lateral en el lado izquierdo la cual acentuaba aún más su poderoso muslo. La espalda quedaba totalmente desnuda gracias al escandaloso escote que tan solo le cubría mínimamente por encima del trasero. Todo este conjunto lo complementó con unos zapatos negros de salón de estilo italiano y de alto tacón de aguja.

¡Guau! Cariño, estás para comerte entera. Esta noche vas a ser la sensación. Todas las miradas se clavarán en ti.

Quiero que seas el hombre más envidiado del mundo. Fermín, arréglate rápido que se nos va a hacer tarde. ¡Ya estoy empezando a tener apetito!

¿A qué clase de apetito te refieres? –pregunté guiñándole un ojo en actitud cómplice.

No seas malvado –respondió riendo con ganas. Anda métete al baño de una buena vez y no me tires de la lengua.

Una vez me hube arreglado, mi esposa se tapó con una fina chaqueta negra de lino por si refrescaba por la noche y tomó el bolso del estante de la chimenea. Cogimos el coche y nos encaminamos hacia un pequeño restaurante que habíamos visitado en alguna otra ocasión. Es un restaurante discreto, de apenas cinco mesas y con una atmósfera encantadora gracias a la música de jazz que tan bien ayudaba a disfrutar de la cena. Además de ofrecer una carta variada a un buen precio se está tranquilo y se puede mantener una conversación agradable.

Nos recibió un camarero que aparentaba unos treinta y pocos años. Era un hombre delgado y moreno, de estatura media y vestido con el traje típico de cualquier camarero, esto es, camisa blanca inmaculada y pantalón negro. Tenía la tez cetrina, olivácea y un rostro realmente agradable, de sonrisa contagiosa. Su cabello negro lo llevaba cortado de forma impecable y el peinado pulcramente echado hacia atrás dejándole la frente libre y despejada. La barba la tenía perfectamente afeitada y usaba gafas sin montura, con aros de acero.

Desde el primer momento me percaté del efecto que produjo Candela en el guapo camarero. No le quitaba ojo de encima y la verdad es que no podía reprochársele nada. Cualquier hombre en su sano juicio se comería a mi mujer con los ojos viéndola tan apetecible y vestida de aquel modo tan sensual. Por supuesto aquel hombre no podía ser menos. La ayudó solícito a despojarse de la chaqueta clavando sus desorbitados ojos en la desnuda espalda de Candela.

Nos acomodó en una mesa resguardada en uno de los rincones del salón. Tan solo estábamos acompañados por una pareja de enamorados los cuales se encontraban en el extremo opuesto del salón con lo cual disfrutamos de una apacible velada.

Nos trajo un pequeño aperitivo para que fuéramos abriendo boca mientras repasábamos la carta.

Candela, debo decirte que estás espléndida. Esta noche te has superado con ese conjunto tan sensual que has elegido.

¡Oh, cállate zalamero! Me vas a hacer ruborizar con tus palabras –me dijo sonriéndome con mirada traviesa.

Estaba seguro que aquella noche acabaríamos follando como animales, la mirada de Candela me lo demostraba con claridad. Había un brillo especial en su mirada que la delataba.

Dirás lo que quieras pero sólo hay que ver las miradas que te echa el camarero. Y la verdad es que no me extraña. Estás para tumbarte aquí mismo y follarte hasta reventar.

¡Cállate, estás loco! ¿Cómo puedes pensar esas cosas? Creo que estás exagerando, no es para tanto. Siempre estás pensando en lo mismo –dijo siguiendo con el juego de seducción que habíamos entablado.

Sí, sí, loco. Tú sólo fíjate en la manera como te mira. ¡Si parece que te va a desnudar con la mirada!

Al poco rato volvió el camarero para tomarnos nota de lo que queríamos cenar. Se entretuvo más tiempo del conveniente con Candela sugiriéndole alguno de los platos por los que ella preguntó. Ella empezó a coquetear con él de forma disimulada. Estaba seguro que mi esposa trataba de conquistar al joven camarero con sus evidentes encantos. El muchacho no quitaba ojo del escote de ella como si quisiera traspasar la tela del vestido. Se empezaba a advertir un considerable abultamiento entre sus piernas. Una vez pedimos lo que habíamos decidido nuevamente nos dejó solos.

¿Qué me dices ahora? No me dirás que no te has fijado en el bulto de su entrepierna…

Bien parece que tienes razón. De todos modos, déjale que vuelva y me fijaré mejor en él.

La noté terriblemente excitada y con ganas de guerra. Candela no podía engañarme, la conocía muy bien como para no saber que estaba cachonda perdida y que con un poco de suerte se liaría con el camarero. El hombre volvió con los primeros platos y, tras abrir la botella de vino tinto que habíamos pedido, llenó con exasperante lentitud la copa de mi esposa. Una vez llena se marchó no sin antes echar una última mirada a las piernas de Candela.

Mi amor, ¿te apetece jugar un ratito? Tengo ganas de provocarte –le dije mientras alargaba un pie por debajo de la mesa hasta alcanzar uno de sus pies el cual empecé a rozar con el mío.

¿Pero qué dices? ¿Aquí? ¿Ahora? ¡Pero si estamos en un local público! ¿Y si nos pillan?

¿No crees que sería aún mucho mejor? ¿Mucho más morboso…? –dejé caer con voz susurrante. Sólo es un juego, además estamos completamente solos. La pareja de la mesa del fondo no pueden vernos.

Fuimos acabando con los primeros platos y con las copas de vino. Ya teníamos la botella medio vacía. Volví a tentarla diciéndole que me siguiera en aquel juego mientras le acariciaba las piernas por debajo de la mesa notando como gemía levemente sin poderlo evitar.

¡Te odio, maldito bastardo! ¿Qué vas a hacerme? ¿Qué quieres que haga?

Candela, el camarero no te quita la vista de encima cada vez que viene. Dime, ¿no te gustaría jugar un rato con él?

¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que lo ponga bien cachondo?

Nena, enseguida vendrá a recoger los platos y a traer el segundo plato. Podrías aprovechar para ir al baño y quitarte el top y el tanga……..

Pensé que se negaría a lo que le estaba pidiendo pero inesperadamente vi que me miraba fijamente a los ojos y levantándose de la mesa se dirigió a los aseos desapareciendo en ellos. El camarero vino a recoger los platos vacíos y viendo que mi esposa no estaba en la mesa me preguntó amablemente si ella se encontraba bien a lo que respondí agradeciéndole su interés y diciéndole que sólo había ido al baño unos instantes.

Dos minutos más tarde volvió mi mujer sentándose a la mesa para continuar con la cena.

¿Hiciste lo que te pedí? –la interrogué esperando con deseo su respuesta afirmativa.

Enseguida comprendí que mi pregunta resultaba innecesaria pues observé con agrado cómo se remarcaba la forma redonda de sus erectos pezones sobre la tela del vestido.

Compruébalo tú mismo –me contestó sacando ligeramente la lengua y humedeciéndose el labio inferior con deseo contenido.

A la vez que hablaba abrió la cremallera del bolso y extrajo levemente el top y el tanga que había guardado dentro del bolso.

Me agaché por debajo de la mesa y pude ver cómo Candela había abierto las piernas y me mostraba el triángulo oscuro y perfectamente recortado de su vello púbico.

Supongo que estarás orgulloso de verme con el coñito al aire. Estoy calentísima y quiero follaros a los dos. La verdad es que ese tío me está poniendo a cien.

Así me gusta, me gusta verte con esa cara de putita. Tengo la polla tiesa como un palo. Tócala y verás….

Candela se deshizo de uno de los zapatos de manera disimulada y aproximó su pie por debajo de la mesa empezando a acariciarme la pierna y luego fue subiendo lentamente por la pantorrilla hasta llegar a mi hinchada entrepierna la cual masajeó con suavidad con el pie por encima de los pantalones mientras degustaba uno de los trozos del plato de rape que había pedido. Se limpió los labios con la servilleta con extrema lentitud y en voz baja me dijo:

Vaya, vaya. ¡Qué pronto te recuperaste de lo de esta tarde! Veo que no me engañaste. Esto me está empezando a gustar.

No hacía más que mirar como un atontado los senos de mi mujer y cada vez me animaba más pensando en el momento en que volviese el camarero y en cómo podría responder ante el espectáculo que ofrecía mi esposa.

A lo lejos vimos a la joven pareja de la otra mesa pedirle la cuenta al camarero el cual sin mayor dilacción fue a buscarla. Les despidió agradeciéndoles la visita y deseando que volvieran pronto. Al fin nos habíamos quedado solos tal como deseábamos hace rato. Cuando acabó con unas cosas que estaba haciendo vino a la mesa a recoger el segundo plato para que le pidiéramos el postre y el café.

Al instante y tal como imaginaba reparó en el cambio experimentado por Candela pues aunque ella trataba de disimular mínimamente, los erectos pezones apuntaban por debajo del vestido supongo que debido a la extrema calentura que debía tener. Pude ver la tienda de campaña que se apreciaba debajo del pantalón del hombre. Por lo que podía vislumbrarse aquel fornido camarero guardaba una más que apreciable herramienta bajo los pantalones. El hombre no quitaba la vista de mi mujer como si quisiera desnudarla con la mirada. Supongo que se dio cuenta del descaro con el que la observaba y volvió la vista hacia mí como pidiéndome permiso para seguir admirando las curvas de Candela. Desde su posición tenía una imagen perfecta del cuerpo y de los pechos de mi mujer la cual empezó a coquetear ahora sí abiertamente con él.

El hombre estaba totalmente azorado con el atrevimiento que demostraba mi esposa. Pidió permiso para despedir al resto del personal y cerrar el restaurante pues a esas horas ya no vendría nadie más a cenar y de ese modo estaríamos más cómodos y podríamos marcharnos cuando quisiéramos. La cosa ya estaba más que clara, el hombre estaba dispuesto a lo que fuera con tal de estar con mi mujer y nosotros empezamos a olvidar la idea de ir a bailar.

¿Qué opinas? Parece que lo pusiste cachondo perdido. ¿Prefieres estar con los dos o sólo con él? –le pregunté directamente.

La verdad es que ambas ideas me seducían. Estaba seguro que no me importaría hacer de voyeur observando como aquel hombre le hacía el amor a Candela. Si ella disfrutaba con ese hombre yo gozaría enormemente viéndoles retozar juntos.

Mejor con los dos a la vez, ¿no crees? –me contestó alargando la mano sobre mi muslo y ascendiendo por él hasta llegar a la altura de mi verga. ¡Fermín, cómo te has puesto! La tienes dura como un palo y yo estoy como una moto. ¡Qué ganas tengo de que me folléis los dos al mismo tiempo! Uno por delante y el otro por detrás….¿Qué te parece la idea?

Pero que zorrita estás hecha –advertí sonriéndole plenamente convencido del deseo que la embargaba.

Me acerqué a ella e introduje la mano bajo el vestido ya sin ningún disimulo buscando su oculta vagina. Ella echó la silla hacia atrás poniéndose cómoda y facilitándome el camino. Estaba acariciándole el coño cuando me dí cuenta que se acercaba el camarero para tomarnos nota del postre. Dejé quietos los dedos pero no retiré la mano de donde estaba con lo cual el hombre se percató de lo que le hacía a Candela. Trató de mirar entre el vestido de mi esposa pero la posición que tenía no le permitía una buena imagen de ella.

¿Resultó todo de su gusto? –preguntó de forma muy profesional. ¿Desean algo de postre?

Ambos respondimos que la cena había resultado exquisita. Le dije que no me apetecía postre, que un café solo estaría bien. Me quedé de piedra cuando Candela le preguntó, sonriéndole con mirada lujuriosa, si tenía plátanos, que le apetecía tomarse uno bien maduro. El hombre tosió con fuerza demostrando el nerviosismo que le dominaba mientras mi esposa le decía que también deseaba un café solo y que cuando volviera podía sentarse con nosotros a la mesa.

Cuando el muchacho desapareció camino de la cocina miré fijamente a Candela y le pregunté con un tono de voz susurrante:

Lo tienes loquito. No creo que tarde mucho en volver. ¿Cómo te sientes cariño?

¿Tú qué crees? Estoy cachondísima, ¡no sabes las ganas que tengo de follármelo!

El camarero volvió raudo y veloz con una bandeja donde llevaba los cafés y un plato con el plátano que había pedido Candela. Mi mujer le invitó a sentarse a su lado y cogió el cuchillo para pelar su deseado postre. Una vez lo hubo pelado agarró el plátano entre sus dedos y, mientras preguntaba al hombre cómo se llamaba, empezó a lamer aquel fruto de manera sensual chupándolo levemente con los labios.

Me llamo Ricardo, señora –sólo pudo articular carraspeando con fuerza.

Ricardo…..bonito nombre, me gusta –dijo ella como si pensara en otra cosa. Yo me llamo…

Cállese señora, no me diga como se llama. Prefiero que no me lo diga –le pidió él con tono autoritario.

La entrepierna del hombre comenzó a crecer de forma escandalosa por debajo del pantalón. Ella lo miraba con cara de zorra disfrutando del efecto que estaba causando en el hombre. Yo estaba igualmente cachondo perdido observando cómo mi mujer jugaba con aquel apuesto muchacho. Mi mujer pegó un fuerte mordisco al curvado plátano sin despegar la mirada del hombre.

Está muy rico este plátano pero….¿no tienes otro mejor para ofrecerme? –le dijo humedeciéndose los labios con la lengua.

El hombre me miró como si me pidiera permiso para lanzarse sobre Candela. Yo hice un leve gesto como animándole a disfrutar de ella.

Ricardo tranquilo, no te pongas nervioso. Mi marido no dirá nada. Hace rato que tengo ganas de que juegues conmigo –dijo mientras abría las piernas y metía su mano entre sus empapados labios vaginales.

El hombre no aguantó más y se aproximó a Candela dándole a probar sus carnosos labios. Mi mujer no perdió tiempo y lanzó su mano hacia el bulto que marcaba nuestro nuevo compañero y comenzó a masajearle por encima de la tela del pantalón.

Vaya, vaya, a ver qué guardas aquí…..Veamos el plátano que vas a ofrecerme –le dijo mirándole fijamente a los ojos.

Soltó la hebilla del cinturón, luego el botón del pantalón y tras bajar la cremallera extrajo un miembro de notable tamaño. Lo estuvo observando unos segundos con ojos brillantes y finalmente comentó:

Parece que la cosa se pone interesante. Menuda polla tienes, muchacho. Me apetece mucho más este plátano el otro. ¿Me dejas que me lo coma?

El hombre sólo pudo asentir levemente con la cabeza ante la petición de mi mujer. Candela apretó con fuerza las nalgas del guapo camarero y empezó a lamer con la lengua el capullo de Ricardo el cual gimió gracias a la caricia que le prodigaba ella. Por mi parte no aguanté por más tiempo ante el espectáculo que me daban así que me bajé los pantalones y el slip y comencé a masturbarme viendo a mi esposa jugando con aquel hombre. Candela buscó ansiosamente aquel músculo chupándolo con gran placer. La polla de Ricardo creció aún más con la mamada que le dio mi esposa y cuando ella la sacó de su boca mostraba un aspecto verdaderamente aterrador.

¡Dios, qué grande la tienes! ¡Me encanta! ¿Y tú qué haces ahí mirando? –me dijo volviéndose hacia mí y viendo cómo me masturbaba frente a ellos. Anda, ven con nosotros.

Me uní a ellos y Candela agarró mi verga empezando a masturbarnos a los dos a la vez.

Cariño, ¿me permites que juegue con la polla de Ricardo? La tuya la tengo muy vista. ¿no te enfadas, verdad?.....Tú cómeme el coñito mientras tanto.

Candela se tumbó en el suelo y volvió a hacerse con el enhiesto miembro del camarero hasta introducirlo nuevamente en su boca. Lo chupaba con gran placer como recreándose en aquella dulce tarea que tanto le gustaba. Ricardo cogió con fuerza la cabeza de mi esposa y la ayudó moviéndola adelante y atrás. La verga del hombre entraba y salía de la húmeda boca una y otra vez sin darle un instante de descanso. Mientras ellos estaban enfrascados en aquel combate, yo aproveché para humedecer la vagina de mi esposa. Lamí sus labios con ganas notando cómo ella jadeaba con dificultad al tener el miembro de Ricardo en su boca. Estuvimos un buen rato acariciándonos de aquel modo logrando que mi mujer alcanzara el clímax hasta en dos ocasiones. Ella, tras conseguir tener el miembro del hombre bien ensalivado, se lo quedó mirando y le dijo:

Ahora quiero que me folléis. Ricardo, ten cuidado conmigo que la tienes muy grande. No quiero que me hagas daño con eso.

Tranquila señora que seré cuidadoso. La follaré con sumo cuidado, ya lo verá….

Cariño, no me hables de usted. Tutéame, que ya hay confianza.

De acuerdo entonces….si te resulta más cómodo, me parece perfecto.

Mi esposa me ayudó a tumbarme boca arriba sobre una de las grandes mesas alargadas que había en el salón y se tragó mi verga con irrefrenable voracidad. Ricardo se arrodilló detrás de mi mujer, le abrió bien las piernas y empezó a comerle el coñito arrancándole suspiros entrecortados. Ella devoraba mi miembro con la fuerza de un huracán al tiempo que se ayudaba con la mano masturbándome arriba y abajo. Puso una mano sobre mi agitado pecho para impedir que me levantara. Candela gemía ahogadamente gracias a las caricias que le prodigaba su amante sobre su inflamado clítoris.

Así, Ricardo, así…..¡Dios, qué bien lo haces!. Me estás volviendo loca, muchacho –le dijo abandonando por un instante mi endurecido miembro.

La ayudé a colocarse sobre mí acomodando bien las piernas. Agarró mi miembro y fue dejándose caer hasta sentir cómo mi polla iba entrando dentro de ella centímetro a centímetro. Candela cerró con fuerza los ojos degustando con gran placer mi rígida virilidad.

Dios, te siento….¡cómo te siento! –exclamó empezando a cabalgar lentamente sobre mí.

Poco a poco fuimos acelerando el ritmo. Mi esposa apoyaba sus manos sobre mis brazos al tiempo que lanzaba su curvilíneo cuerpo hacia atrás. La agarré de las caderas con fuerza ayudándola a botar sobre mi polla la cual entraba y salía de ella como un afilado aguijón. Me quedé quieto y miré a Ricardo animándole a ponerse detrás de Candela y llevé dos dedos hacia el estrecho ano de ella.

¿Qué estás haciendo, cariño? ¿qué pretendes hacerme? –gritó gozando del contacto de mis dedos sobre su esfínter.

Ricardo se subió a la mesa y arrodillándose detrás de Candela aproximó su dura herramienta al conducto anal de ella. La empujó levemente hacia delante hasta que cayó rendida sobre mí. Empezó a empujar con decisión entrando poco a poco dentro de ella la cual lanzó un fuerte berrido al sentirse empalada de aquel modo.

Con cuidado, amor….con cuidado. Tu polla es demasiado grande para mi estrecho culito. ¿Acaso quieres lastimarme? –le suplicó mirándole con ojos llorosos.

De pronto noté a través de la estrecha tela que une ambos conductos como nuestro compañero entró por completo dentro de mi mujer. Candela lanzó un grito desgarrador que resonó en el amplio salón.

Sácala, cabrón, vamos sácala. ¡Te dije que tuvieras cuidado, maldito bastardo! Dios mío, me quema por dentro –dijo mientras se corría estando ensartada como un pollo a l’ast.

Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo ambos empezamos a movernos golpeando con fuerza sobre ella. No tardaron los aullidos de Candela en convertirse en lamentos de placer. Candela arañó mis brazos con sus afiladas uñas tratando de agarrarse en cualquier lugar que pudiera.

¡Seguid, vamos seguid cabrones! Me estáis matando pero me encanta. Dios, qué bueno es esto.

Candela se movía como una loca, completamente desatada gracias a lo que le hacíamos. Volvió a correrse retorciéndose como un animal salvaje. Seguí follándola aguantando a duras penas la inminente eyaculación.

Venga muchachos, no paréis por favor. Quiero vuestras leches llenando mis agujeros. Vamos muchacho, lléname el culo con tu leche –le dijo a Ricardo con los ojos completamente en blanco.

Al fin nos vacíamos dentro de ella. Primero yo y segundos más tarde el joven camarero el cual cayó derrengado sobre la espalda de ella llenando las entrañas de mi esposa con su abundante eyaculación. Salimos de ella con dificultad y Candela aprovechó para limpiarnos el semen sobrante que había quedado sobre nuestras pollas.

¿Cómo te encuentras, cariño? Dime, ¿te ha gustado? –le pregunté sonriéndole tímidamente.

Candela no pudo articular palabra. Necesitaba más tiempo para recuperar las fuerzas perdidas. Me ofreció su boca y nos besamos con gran placer. Una vez recuperó mínimamente la respiración se volvió hacia Ricardo y en voz apenas audible nos dijo:

Ha sido fantástico. Me habéis vuelto loca, chicos. No sé las veces que me he corrido. Ricardo, eres un amante incansable. Me gustaría repetirlo. ¿Y a ti? –le preguntó.

Por supuesto. Me encantará volver a follarte. Podéis volver siempre que querais –contestó él con mirada maliciosa.

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La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo