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El juego de Marta

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El juego de Marta

Había conocido a Marta hacia un par de años atrás. Era una de mis tantas amigas intimas. Nos habíamos conocido en nuestro puesto de trabajo. Trabajábamos en una multinacional de gran envergadura. Ella era una joven ejecutiva con muchísimo talento y una gran persona. La admiraba muchísimo y nunca se me pasaba un día de no mostrarle mi gran afecto hacia ella.

Un día de fin de semana de tantos, decidí invitarla a cenar a mi casa. Le había invitado desde que vi que mi agenda me dejaba hacerlo. Ella había aceptado encantada y yo me sentí muy feliz.

Aquella noche ella fui muy puntual. Tengo que decir que estaba estupenda, espléndida. Su cabello rubio largo rizado, sus bonitos ojos verdes, su piel morena y su cuerpo de infarto me ponían a más de cien diría yo. Llevaba puesto un vestido de noche negro impresionante que conjugaba perfectamente con su belleza, y que le realzaba su cuerpo.

La invite a entrar y a ponerse cómoda en el salón mientras la invitaba a un par de copas de buen vino nacional. Marta encantada aceptó mi invitación y brindamos por nuestra amistad y por nuestros éxitos en nuestra empresa. Tras ello, accedimos juntos a la cocina. Tomó asiento y tras servirle la cena para ella y para mí, pudo comprobar la genialidad de mi cocinar.

Acabábamos de cenar. Ella me sugirió ir de nuevo al salón y charlar. Volvimos a tomar otra vez dos copas, esta vez de champán. Encendimos la televisión y entre uno de tantos canales, estaban emitiendo un largometraje pornográfico. Tal fue mi sorpresa que Marta se interesó mucho por la película. Yo, claro está, tampoco me quedé atrás y accedí a verla con ella. También me sorprendió como Marta era capaz de comentarme cada escena, cada detalle del film x, de tal modo que no podía evitar el ponerme cachondo.

Marta comentaba qué manera le gustaba más que le comieran el coño, qué posturas le gustaban más si la de aquellos actores ya actrices o de los otros, qué polla le gustaba más si la de un actor o del otro, etc. Así terminamos de ver la película. Entonces apagué la televisión. Los dos estábamos muy cachondos, ella me confesaba que tenía el coño muy húmedo y yo no podía disimular lo tiesa que tenía la polla en aquel instante.

Entonces viendo el panorama ella me dijo: anda, vamos a tu cama y juguemos un poquito…fuimos a mi dormitorio y tras entrar nos besamos con mucha pasión. Nuestras lenguas jugaban sin cesar. Yo no dejaba de acariciar su pelo. Sin dejarla de besar me propone un juego: ¿qué tal si me vendas los ojos y haces conmigo lo que quieras?

No lo pensamos ni dos veces. Ella se tumbó sobre mi cama y se tapo los ojos con un pañuelo que llevaba en el bolso de color celeste. Me puse sobre ella. Besé su cuello y su torso. Ella suspiraba y jadeaba mientras yo comenzaba a retirarle su vestido que ceñía perfectamente sus dulces tetas. Con mi húmeda lengua le lamí su pezón izquierdo mientras que con mi mano derecha magreaba la otra teta. Ella se dejaba llevar por el placer que le estaba dando.

Me encantaban sus tetas. Eran firmes, turgentes y bonitas. Marta me suplicaba que no le dejara de trabajar las tetas, que le encantaba. Tras un buen rato masajeando y besando sus tetas, seguí con mi labor y bajé recorriendo todo su cuerpo a base de besos. Llegué a sus braguitas de punto blanco. Llegado a este punto marta me suplicaba que le comiera el coño.

Lo primero que hice fue subir hacia su cara y según la besaba decirle: te voy a trabajar tu coño muy a conciencia. Veo que bajo esas braguitas hay un chocho que seguro, me va a gustar. Dicho y hecho. Comencé a frotar su coño suavemente por encima de las braguitas. Ya empecé a notar su humedad por los jugos tan cálidos que le brotaban, así que no perdí el tiempo y froté con mas fuerzas en círculos. Ella no paraba de gemir, de retorcerse y me suplicaba que no parase. A continuación tomé parte de la tela de la braguita y la rocé contra su clítoris. Esta vez pegó un grito de puro placer.

Se me ocurrió la genial idea de preguntarle a Marta cómo seguía su juego. Entonces me contestó: tú sigue con mi coño, hijo de puta, que me estás dando mucho gusto. Ya te daré instrucciones. Como buen amante, la obedecí. Lamí de arriba a bajo su coñete por encima de su ropa interior, algo que ella agradecía debido a que en su coño abundaba el néctar que a mi me encanta.

Retiré su braguita y me vino a la cabeza utilizar un pequeño vibrador que tenia en la habitación. Ella encantada lo aceptó y bajo sus ojos tapados solo podía imaginar como sería el artilugio. No tenia forma fálica pero si que era suficiente para que tuviera un buen par de orgasmos.

No lo dudé ni un segundo y bajo su sorpresa se lo introduje en su chocho. Comenzó a vibrar y lo introducía y sacaba sin parar y muy fuerte, simulando una penetración con una polla brutal. Su coño ordeñado hacia que siguiera babeando. Ella gritaba, gemía y finalmente se corría. Se estremeció por completo imaginando lo que yo hacía con su sexo. No paraba de decir: ¡me corro cabrón! y desde luego que no era para menos.

Yo no quería acabar aun con ella así que pasé a chuparle todo el coño con toda mi boca y con toda mi pasión. No paraba de penetrarle con mi lengua, trabajándole el clítoris con mi jugosa lengua. Ella no paraba de disfrutar y de correrse una y otra vez. Tanto es así que me confesó que ya tenía suficiente.

Tras eso, nos besamos se quitó el pañuelo de los ojos y me dijo: ahora me toca a mi cielo. Ahora te voy a castigar yo a ti.

Esta vez era yo quien se tapaba los ojos con el pañuelo. Empezó besándome, desnudándome, lamiendo mis pezones y bajando hacia mis pantalones. Comenzó metiéndome mano por el paquete y me dijo: siempre me he preguntado cómo sería tu polla… eso hizo que se me pusiera aun más dura. Me masajeo mi paquete y me bajo el tejano. Me lamió la polla por encima del slip y yo me estremecía. Retiró el slip y puso contemplar mi gruesa polla. ¡Qué polla!, no paraba de decirme.

Así, empezó a lamerme los huevos mirándome con cara de mala. Subió por el tronco y me lamió el frenillo con lo que yo me estremecí por completo. Se metió mi polla entera en la boca y chupó de arriba abajo. Se detuvo pues en el capullo que me lo chupó a conciencia con lo que hizo que me tuviera que correr. Tras percatarse ella de que le iba a dar toda mi leche me dijo: córrete cabrón y dame toda tu leche. Me pajeó y yo gemí sin cesar de gusto y ella saboreó mi leche y mi polla de nuevo.

Tras haberme comido la polla, estábamos muy cansados y extasiados. Así que la invité a dormir conmigo aquella noche abrazados el uno al otro. A lo tonto, a lo tonto, terminamos enamorándonos definitivamente y hoy tenemos una bonita historia juntos.