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Caballo loco (17)

en Grandes Relatos

CABALLO LOCO XVII

Ramón mostraba el enorme establecimiento a su criado moreno. El muchacho miraba encantado los diferentes paisajes que se iban apareciendo ante sus ojos. Los caballos trotaban tranquilamente por esos paraje inmenso de que era dueño precisamente el hijo de ese hombre que ahora mostraba orgullosamente

Una arboleda se aparecía aquí, una laguna allá, enormidad de especies de aves del lugar de coloridos diferentes, vizcachas, perdices revolteando y liebres que corrían por los campos libres del señor.

Unos metros delante de donde estaban ellos a Ramón le pareció ver una figura y hacia allá encaminó a los animales, a medida que se fue acercando, distinguió la silueta de un hombre de cara aindiada, de fuertes músculos y piel morena, curtida por el sol. Se acercaron minuciosamente. Ese hombre estaba cavando unas pequeñas zanjas para colocar allí postes para alambrado de hacienda.

Caballo loco sudaba pero se notaba feliz por el trabajo. Ramón lo saludo desde su cabalgadura.

__ ¡Buenas paisano!

__ ¡Buenas patrón!

__ ¡Está duro el sol!

__ Sí, pero por suerte ya está cayendo.

__ ¿Eres el domador de caballos?

__ Sí patrón, mi nombre es Caballo Loco.

__ ¡Mi hijo me hablo de ti! Dice que eres un buen trabajador

__ Se agradece patrón.

Ramón bajo del caballo y tirando de las riendas se acercó más al hombre y lo observó de cerca. Este aún seguía con su trabajo. El criado moreno imitó al patrón y también se bajo del animal.

__¡Que tal si nos cobijamos bajo aquel monte, el sol aún pega fuerte!

__ Como diga patrón. Allí tengo un poco de agua.

__ Esta bien vamos.

Se encaminaron hasta el monte que estaba a unos metros de allí. El indio con sus herramientas de trabajo y los otros con sus caballos tirando de las riendas. Caballo Loco tomó el jarrón con agua y se volcó un poco en la cabeza, y con un trapo limpio se paso por todo el torso desnudo secándose el sudor. Luego bebió unos sorbos grandes y se refresco sintiéndose muy a gusto.

Ramón observaba al hombre y se sintió atraído al verlo tan viril y desenfadado. Ató el animal en unas ramas que estaban tiradas sobre el pasto, tal vez caídas en las últimas tormentas. El criado moreno actuó de la misma forma. Ramón se sentó en un tronco ancho que se parecía bastante a un asiento, el criado moreno se acomodó a su lado rozándole las piernas.

__ Debes pasarla bien con mi hijo en la estancia.

__ Sí el patrón me trata muy bien.

__ Sí me ha contado.

__ Le ha contado muchas cosas a usted.

__ Sí, sí la verdad es que sí

__¿Y qué más le ha contado?

__ Me ha contado que eres un macho formidable y me gustaría probarlo.

__ No le cree usted a su hijo.

__ No he dicho eso. Lo que he dicho es que quiero probarte. Acércate.

Caballo Loco se acercó al hombre sabiendo lo que buscaba. Ramón permaneció sentado en el tronco. Cuando tuvo al indio frente a el, buscó inmediatamente el cinturón del pantalón y aflojándolo cayo al pasto verde. Entonces apareció una verga de la cual se sintió apresado, la observó y dijo a su criado que la mirara. Al criado moreno le brillaron los ojos saliéndole chispas que iluminaron su cara.

Ramón sediento de una buena pija tomo con su mano la verga y la fue acariciado suavemente y las caricias respondieron con una vergota que se fue levantando paulatinamente. Se fue hinchando, creciendo en aquella mano que la sacudía y la apretaba con ansía y dulzura. Ramón miro al criado moreno y lo instó a que la tocara. El muchacho agarró la poronga y la acarició tiernamente con un placer exquisito, mientras Ramón se despojaba de sus ropas.

Ramón se colocó de rodillas y se hincó la verga en la boca, con los labios la rozaba y le daba tiernos toques alrededor de la cabeza morada y brillante. El animal erguido del indio mostraba su plenitud y todas sus venas se marcaban azuladas y fluía la sangre dentro de ellas y se ponía como roca. Ramón la jalaba hacia arriba y hacia abajo y le daba grandes chupadas intentando meter el bocado entero en la boca. El criado moreno también se despojó de las ropas.

El muchacho hincándose detrás de Caballo Loco comenzó a besar las nalgas del indio, lamiendo la zona dura y mordiendo con pequeña desesperación esos bloques suaves y maravillosos. Con sus dedos buscó el anillo oscuro del indio y salivándolo comenzó a hurgarlo para placer de este que emitía gemidos y movía su culo para facilitar mas la penetración que le daba el criado moreno que tenía su verga en constante crecimiento.

Ramón buscó los testículos del aborigen y dándole suaves chupadas atrapaba uno y luego el otro siguiendo con sus manos aferradas a la verga de Caballo Loco que deseaba más y más. Aquellos hombres lo gozaban intensamente atacando los puntos vitales que le proporcionaban mas placer.

El criado moreno entró con su lengua en el ano del indio, separando las masas con las dos manos y abriendo el canal cuanto podía, con los labios besaba aquel orto dilatado y chupaba con gusto el sudado lugar del hombre al que se le doblaban las rodillas.

Ramón hizo que Caballo Loco se acostara de espaldas en el pasto. El indio así lo hizo, don Ramón comenzó a rozarle con su pija y los huevos la espalda, las nalgas mientras lo besaba en el cuello y mordía las orejas del indio que se sentía divagar en algún extraño lugar.

El moreno metía la lengua en el culo de Ramón, en un momento y en otro besaba la espalda del patrón y volvía hacia abajo envolviendo el anillo en salivazos profundos, húmedos, volcánicos. Luego enterraba los dedos en aquel culo que se le ofrecía dilatado y en constante erupción. Un fuego incontrolable recorría el interior de aquel maduro hombre que disfrutaba tanto de mujeres como de varones sin ningún planteo, sin ningún complejo.

La punta de la verga de Ramón encontró el agujero de Caballo Loco y comenzó a ejercer presión en la entrada. No le fue difícil penetrar aquel sitio por la misma calentura de su compañero y el falo entró profundamente hasta los huevos. El criado moreno ahora le comía los huevos a su patrón y seguía chupando el anillo de quien se removía nervioso, casi desesperado.

__ ¡Entra de una buena vez muchacho, penétrame, hazlo rico, vamos lléname de carne las entrañas! __ fue el ruego de Ramón a su criado. Éste se montó sobre el patrón e iniciando un empuje suave fue ganando terreno dentro del canal deseoso de Ramón que suspiraba y cogía con más fuerza al indio, tomándole la gran verga por asalto y masturbándolo con frenesí.

Bombeando sin descanso Ramón se fue vaciando dentro del culo en llamas de Caballo Loco que gemía exaltado al máximo y sentía correr dentro ese líquido sabroso que le rebalsaba el interior y su cuerpo estallaba en orgasmos inquietantes y daba espasmos mientras Ramón lo aferraba por la tranca, a la vez que el criado moreno lo sacudía sin descanso.

Ramón había salido de la clavadura de su criado y acostado entre las piernas de Caballo Loco se había tragado nuevamente la poronga de éste, mientras el criado moreno le convidada con su vara y el lo chupaba desesperado y salvaje.

__ ¡Ven muchacho siéntate sobre este pedazo, ven!__ llamó Ramón al criado negro que bajó unos momentos a prodigarle caricias con sus labios gruesos a la pija del indio que lo esperaba a punto de reventar.

El criado moreno fue encajando lentamente en la vara de Caballo Loco. El indio permanecía acostado y su tremenda pija se asemejaba a un mástil en el mar. El rostro del criado se transfiguraba a medida que su culo se iba comiendo los centímetros del indio, así se la encajó hasta los testículos. Ramón fuera de si ponía su culo a la altura de la cara de Caballo Loco para que éste lo chupara y gozara de su ano con cada lamida de su lengua salvaje.

El criado moreno subía y bajaba de la torre del indio y su patrón pellizcaba sus tetillas bien marcadas y gordas, a la vez que su boca y la del criado se unían en besos pasionales y enloquecidos. Los gemidos de los tres adornaban el monte y las aves eran espectadores de lujo de aquella cogida al aire libre.

__ ¡Déjame un poco para mi, dame esa vergota exquisita!__ pidió al criado Ramón. Entonces el moreno salió de la tranca maravillosa. El indio se colocó de rodillas en la gramilla y fue don Ramón quien se acostó ahora, levantando las piernas las calzó en los hombros de Caballo Loco, para facilitar la penetración. La dura verga acometió y tuvo vía libre para entrar dentro de Ramón y el bombeo natural comenzó aceleradamente.

El moreno chupó unos instantes el culo del indio y de un empellón estuvo dentro del hombre y comenzó a cogerlo con su nada despreciable pija gruesa. Ramón decía improperios y alentaba a los hombres a seguir en estos menesteres tan placenteros para todos, quería que esa tarde no se terminará.

El criado dio unas sacudidas violentas y llenó de esperma el ano de Caballo Loco que soltó un bramido caliente que se esparció por todo el campo. El moreno salió del culo y fue a besar en la boca al indio, a morderlo, a chupar sus tetillas mientras seguía apretando las nalgas de éste y recibía en sus dedos la leche que emanaba del ano y la lamía y la compartía con Caballo Loco que bufaba con más intensidad en cada acometida de su herramienta en el orto de Ramón que daba alaridos ensordecedores y el criado se abalanzaba sobre él para cubrirlo de besos y volverlo aún más loco.

Caballo Loco aceleró más y más el ritmo, entonces sus músculos se tensaron, la verga se tensó, pero sacándola la puso en medio de los hombres y ellos bebieron y bebieron hasta la última gota espesa de la abundante acabada que les regaló Caballo Loco, tomaron hasta dejar la verga completamente limpia y se quedaron así abrazados durante un buen rato.

El sol iba cayendo en el horizonte pampeano y el calor del verano comenzaba a aflojar, pero ellos seguían allí y cuando cayó la noche continuaron y prendieron un fuego y se siguieron amando hasta muy entrada la noche.

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