miprimita.com

Viaje caliente a París

en Trios

Viaje caliente a París

El viaje a París de aquel par de muchachas iba a servir, no sólo para que se lo pasaran en grande en el compartimento del vagón del tren sino también para añadir un nuevo e interesante complemento a sus juegos amorosos y de placer lésbico…… (Fotos)

El viaje a París de aquel par de muchachas iba a servir, no sólo para que se lo pasaran en grande en el compartimento del vagón del tren sino también para añadir un nuevo e interesante complemento a sus juegos amorosos y de placer lésbico……

Tras unos meses de intenso trabajo en la editorial donde trabajo conseguí organizarme una semana de vacaciones, libres de obligaciones, sin prisa alguna, olvidándome del estrés diario, en definitiva con todo el tiempo del mundo para poder disfrutar de mí misma. Le propuse a Laia , mi pareja desde hace ya tres años, que nos escapáramos unos días e hiciéramos un viaje a París, la ciudad del amor, del glamour y de la luz. Por supuesto, mi compañera no lo dudó un solo instante aceptando entusiasmada dándonos un beso sensual y con lengua que me hizo temblar de placer. Como no soy muy amiga de los aviones decidí comprar dos billetes de tren en primera clase para el tren nocturno que nos llevaría desde Barcelona a París.

Laia es un encanto y me tiene enamorada desde el primer día en que la conocí. Establecimos relación en casa de un amigo común en una de esas locas fiestas en las que el alcohol y las drogas corren de forma descontrolada. Llegué al grandioso ático de Jordi, en pleno barrio gótico, cuando la cena ya había empezado hacía un buen rato. Siento tener que reconocer que la puntualidad no es una de mis principales virtudes así que Jordi, buen conocedor de mi falta de puntualidad, tuvo la amabilidad de no echármelo en cara invitándome a tomar una copa y empezando a presentarme a alguno de los nuevos invitados.

Cuando Jordi me presentó a Laia, aquella joven y hermosa muñequita, una sensación bien conocida invadió todo mi cuerpo. Mis ojos recorrieron la figura de aquella diosa de arriba abajo recreándome en su carita de niña y en aquellos labios húmedos y carnosos que insinuaban multitud de besos apasionados. Hacía tres meses que había acabado mi relación con Leticia y desde entonces no me había comido una rosca, así que pueden imaginar cuán necesitada andaba de caricias y de alguien que me amase y me hiciese sentir nuevamente mujer. Laia era tan tierna, tan tímida y femenina que nada más verla me propuse hacerla mía. Para una cuarentona como yo la perspectiva de comerme a una veinteañera como aquella hizo que mis hormonas se pusieran rápidamente en marcha tratando de conseguir un mayor acercamiento hacia ella.

La noche en que nos conocimos Laia se había vestido con un grueso jersey granate de lana, unos tejanos azul marino y unas botas clásicas de hípica que debían haberle costado un riñón. Me uní a su grupo y estuvimos charlando y riendo toda la noche. No paraba de fijar mi vista en ella observando cada uno de los pasos que daba, observando con quien hablaba, observando aquella sonrisa encantadora que me hacía imaginar miles de locas aventuras junto a aquella muchacha.

De tanto en tanto veía cómo ella también centraba su atención en mi persona mientras reía a carcajadas por cualquier comentario gracioso que se dijera. Bailamos con diferentes acompañantes pero en realidad con quien deseaba estar era con ella. Desde que me separé de mi marido había dejado a un lado las compañías masculinas centrándome exclusivamente en los placeres que Lesbos podía proporcionarme.

Al acabar la fiesta, avanzándome a cualquier posible rival, y tras oírle comentar que cogería un taxi para volver a casa, la invité a llevarla en mi pequeño y coqueto Mini de color amarillo chillón. Con gran sorpresa la escuché aceptar mi invitación y tras despedirnos del anfitrión y de los últimos invitados ambas nos dirigimos al coche. Encendí el motor y poniendo primera marcha arranqué con rapidez pasando a segunda, tercera hasta sumergirnos en la oscuridad de la noche.

Siempre me ha gustado conducir de noche por Barcelona. Las luces de neón de los escaparates junto a las farolas de las calles me hacían sentir una sensación de plena libertad que me envolvía por completo haciéndome sentir relajada. Pregunté a Laia dónde vivía contestándome que en la parte alta de la ciudad, cerca del Paseo de la Bonanova. Así pues, abandoné el barrio de nuestro amigo Jordi enfilando Vía Layetana arriba hasta llegar a Plaza Urquinaona donde giré a la izquierda cogiendo Ronda Sant Pere para, cruzando rauda y veloz la Plaza Catalunya y la Plaza Universitat, coger calle Aribau arriba.

Tragábamos semáforos sin descanso debiendo parar en otros donde aprovechábamos para encender algún pitillo y conversar sobre lo que nos había parecido la fiesta de Jordi. Laia reía divertida contándome cómo había tenido que quitarse de encima a varios moscones que habían tratado de llevarla a la cama sin el más mínimo recato. Al llegar a la Vía Augusta me vi obligada a girar nuevamente a la izquierda apretando fuertemente el acelerador aprovechando el poco tráfico de aquella noche. Subí por la calle Ganduxer hasta llegar al Paseo de la Bonanova, aparcando finalmente frente a una lujosa torre con enorme jardín donde Laia me dijo que vivía.

Dejé unos segundos mi querido Mini al ralentí y ambas encendimos el último cigarrillo poniéndonos a hablar de nosotras una vez hube apagado el motor del coche. Laia me contó que estudiaba tercero de Arquitectura en el campus de Diagonal, diciéndole yo que trabajaba en una importante editorial de la ciudad. Mi nueva amistad se interesó vivamente por mi trabajo pidiéndome que le explicara cosas del mismo. De ese modo estuvimos una hora charlando hasta que vimos que ya eran las cuatro de la mañana.

No quería despedirme de ella sin concertar antes una nueva cita con el fin último de poder volver a verla. Laia solucionó el problema invitándome a dormir en su casa pues dijo que era muy tarde para que volviese sola a casa.

¿Estás segura de que quieres que duerma contigo? –pregunté con la voz trémula y deseando que aceptara mi sugerencia.

Xènia, no deseo en estos momentos otra cosa más que dormir contigo. No hay nadie en casa pues mis padres y mis hermanos se han ido de fin de semana al apartamento que tenemos en Llavaneres. Por favor, pasa la noche conmigo.....-me pidió con la voz igualmente trémula y temblando de absoluta emoción.

¿Desde cuándo eres lesbiana? –la interrogué mirándola fijamente a los ojos donde pude ver el intenso deseo que la embargaba.

Bien, lo cierto es que me considero más bien bisexual –confesó sin la menor vergüenza. La primera aventura con una chica la tuve con una amiga del colegio en una excursión que hicimos con las monjas a Olot. Una noche nos escondimos en los lavabos cuando todo el mundo estaba ya dormido y aquella fue la primera vez que conocí los placeres que dos mujeres pueden ofrecerse entre ellas. De todos modos debo decirte que tampoco le hago ascos a una buena polla y a los gestos un tanto toscos y rudos de un hombre.

Tras su feliz respuesta entramos al amplio jardín apagando el motor del coche frente a su casa. No aguantaba más el deseo que me dominaba así que acercándome a ella le eché el gracioso mechón que le caía sobre la frente a un lado y agarrándola por la nuca nos dimos nuestro primer beso, un beso cálido y jugoso que nos hizo estremecer de intenso placer. Laia me entregó su lengua mezclándola con la mía, traspasándonos nuestras salivas hasta que separándonos con un enorme esfuerzo abandonamos el coche para dirigirnos hasta el dormitorio de mi amiga donde en vez de pasar sólo la noche pasamos finalmente todo aquel largo fin de semana.

Volviendo al relato de nuestro viaje a París diré que bien alegres y risueñas ante la perspectiva por lo que el viaje podía depararnos, nos instalamos en nuestro compartimento, que era una pequeña habitación de lujo, con una cama en la que dos personas podían dar rienda suelta a todas sus fantasías, un baño minúsculo pero con todo lo necesario, incluida una pequeña ducha, hilo musical, mini-bar, teléfono, televisión….en fin al ver todas aquellas comodidades ambas deseamos no llegar nunca a nuestro destino.

Una vez estuvimos bien instaladas decidimos ir a cenar al vagón restaurante, así que después de un buen polvo en la ducha y tras refrescarnos bien nuestros cuerpos nos cambiamos de ropa poniéndonos en consonancia con el lujo del tren. Laia se puso un bonito vestido color marrón oscuro, de punto, que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel, por lo cual evidentemente no tuvo necesidad de ponerse ropa interior. Nada más verla se me hizo la boca agua y a punto estuve de lanzarme nuevamente sobre ella. Por suerte pude aguantar mis más oscuros deseos dejándolos para la hora en que ambas nos acostáramos en la cama.

Yo, por mi parte, elegí una camisa blanca de corte masculino y una falda negra que me llegaba hasta medio muslo. Yo sí me puse ropa interior optando por un sujetador sin tirantes el cual podía vislumbrarse perfectamente a través de la fina tela de la camisa y un mini-tanga de color morado.

Antes de salir de la cabina agarré a mi joven acompañante de la cintura y pasándole la mano por detrás del cuello le hice ladear ligeramente la cabeza obsequiándonos con un profundo y húmedo beso. Laia sacó tímidamente la lengua de su pequeña boquita ofreciéndomela para unirla con la mía. Sabía lo que eso le gustaba a mi amiga así que sin hacerla esperar más extraje mi lengua empezando a juguetear con la suya. Llevé mi mano hacia su pecho notándolo bien duro y firme entre mis dedos. Sus pezones no tardaron en erizarse y con gran satisfacción pude oír cómo gemía levemente al tiempo que su cuerpo vibraba de emoción completamente entregado a mis caricias.

Laia fuera de sí me cogió fuertemente de las nalgas acariciándomelas de forma circular con sus manos mientras me llevaba contra ella tratando de hacer más y más profundo aquel beso. Ronroneó como una gatita cuando apartándome de ella le di la espalda recogiendo mi bolso. La conocía bien y sabía que si la abandonaba en ese momento más tarde la tendría en un estado tal de calentura que se me entregaría por completo sin el más mínimo género de duda.

Así pues me volví hacia ella tras recoger el bolso, la miré fijamente a los ojos y guiñándole un ojo le dije con toda la intención del mundo:

Tranquila cariño que después de la cena te espera el mejor postre que hayas probado nunca….

No tengo la más mínima duda de ello. Estoy deseando ansiosa que llegue el momento –me respondió pasándose sensualmente la lengua por sus deliciosos labios.

¡Venga vamos! –dije dándole un pequeño azote en su trasero mientras le sonreía maliciosamente. ¿O es que no quieres que salgamos de aquí? ¡La verdad es que estoy hambrienta!

¿Hambrienta de mí quieres decir? –ahora fue ella quien me provocó.

¡Vamos ya, pequeña locuela! –reí complacida viendo el estado de excitación en que se encontraba Laia.

Mirando a través de la ventanilla del pasillo, ibamos charlando animadamente de nuestras cosas camino del coche restaurante al que llegamos tomando asiento en una de las mesas del extremo del vagón. Uno de los camareros, guapísimo por cierto, se acercó a nuestra mesa y con la mejor de sus sonrisas nos tomó nota de nuestro pedido al tiempo que nos decía:

Mientras esperan la cena, ¿qué les parecer tomar una copa fresquita de vino blanco? Invita la casa.

¿Y cómo es eso? –preguntamos ambas al unísono riendo divertidas.

Bueno debo decir que son, sin duda alguna, las dos viajeras más guapas de todo el tren –respondió el muchacho resuelto.

Nos hizo gracia su desparpajo y aceptamos encantadas la invitación. Así que apenas un minuto más tarde Juan, que así era como se llamaba el simpático camarero, nos trajo las copas y se retiró discretamente dejándonos a solas esperando la cena.

Continuamos con nuestra conversación y en un momento dado noté como el pie descalzo de Laia subía lentamente a través de mi pantorrilla hasta alcanzar mi muslo. Me atraganté ante su atrevida caricia y abrí los ojos sorprendida pero al mismo tiempo gratamente encantada ayudándola en su avance entreabriendo ligeramente mis piernas para de ese modo facilitarle el acceso al que, sin duda, era su objetivo. Sin poder evitarlo lancé un leve suspiro mostrando a mi amiga lo mucho que me gustaba aquello que me estaba haciendo. Cerré de golpe mis piernas atrapando su pie entre ellas. Laia me sonrió pícaramente y luego hizo algo que juro que no me podía esperar: mirando a ambos lados se limpió los labios con la servilleta y arrodillándose con celeridad se metió debajo de la mesa quedando entre mis piernas completamente oculta por el mantel.

Traté de disimular lo mejor que pude pero cuando empecé a sentir sus manos subiendo por mis muslos y levantándome la falda tuve que cerrar los ojos de puro placer. Aquella situación tan llena de morbo me puso nerviosa imaginando que pudiéramos ser descubiertas por alguien. Puse mi cuerpo lo más pegado posible a la mesa. Laia, mientras tanto, se hizo con mis piernas abriéndomelas bien para, llevando a continuación a un lado el tanga, empezar a lamerme toda. Mientras tanto yo intentaba no gemir para que nadie se diera cuenta del combate que estábamos manteniendo.

La tensión y el peligro me calentaban y me excitaban más que cualquier otra cosa, podía sentir sus senos duros y calientes rozando mis piernas y cómo su lengua abría mis labios vaginales pasándola por todo mi chocho haciéndome retorcer de placer. Sin poder hacer nada, apretaba mis brazos sobre mis tetas tratando de calmar el deseo que me consumía. Me encontraba tan caliente que tuve que morderme los labios para evitar que alguien pudiera escuchar mis gemidos.

Mi amiga, completamente lanzada, tomó mi pequeño clítoris entre sus dedos empezando a lamerlo como si fuera un pirulí. Sentí cómo sus dedos echaban mis pliegues a los lados insertándome dos dedos en mi coñito que se deslizaron rápidamente dentro de mi sexo el cual se hallaba húmedo a más no poder. Frotándome de esta manera tan sublime monté mis piernas sobre sus hombros echándome hacia atrás para disfrutar de un profundo orgasmo quedando exhausta y derrotada sobre la silla.

Cuando la vi aparecer volviendo a sentarse en la silla como si nada hubiese ocurrido, tan solo pude balbucear todavía tensa por el orgasmo sufrido:

Ha sido completamente increíble. ¿Cómo has sido capaz de atreverte a hacerlo? –le pregunté con una mezcla de admiración y horror.

Sólo se trataba de una fantasía que llevaba mucho tiempo queriendo compartir contigo –me contestó con una amplia sonrisa satisfecha mientras volvía a secarse los labios con la servilleta.

Eres una brujilla incorregible. Te debo una –le amenacé.

La espero ansiosa –respondió Laia provocándome al humedecerse los labios pasando lentamente la lengua sobre ellos.

En esos momentos tuvimos que abandonar nuestra cálida charla al aparecer Juan con la cena la cual ya no tenía ninguna gana de probar. Continuaba terriblemente excitada, en cambio Laia siguió como si tal cosa e incluso decidió darle conversación al amable camarero. Éste, tras unos instantes, volvió a dejarnos para ir a servir a otros pasajeros. En ese momento me percaté de que el vagón estaba ocupado por, al menos, unas diez personas. Me tranquilicé al observar que parecía que nadie había reparado en nuestra particular fiesta.

Acabamos de cenar despidiéndonos de nuestro guapo camarero y entre miraditas y caricias discretas nos dirigimos a nuestra cabina. Yo no podía aguantar más y a mi compañera, aunque trataba de disimular, la notaba tan excitada como yo. Nada más entrar al compartimento y tras cerrar bien la puerta la empujé contra la pared y con un fuerte tirón le bajé el vestido dejando sus redondos pechos al aire. Me dispuse a lamerlos y chuparlos dándoles pequeños mordiscos en los pezones de tanto en tanto. Apreté bien fuerte sus pechos entre mis manos estirándole los pezones con los dedos disfrutando enormemente al notar cómo Laia lanzaba pequeños lamentos mezcla de la excitación y el dolor que soportaba en esos momentos.

¡Ohhh sí, Xènia mi vida…que gusto me haces sentir! Continúa así, vamos –susurraba de forma apenas perceptible.

Mientras mi juguetona lengua se ocupaba de aquellas dos abultadas montañas que tenía por pechos, mis manos se encargaron de irla desnudando poco a poco haciendo desaparecer sus ropas una tras otra. Una vez logrado mi objetivo, me quedé mirándola observando aquel apetitoso cuerpo en todo su esplendor. Aquella era la visión más hermosa de la que podía gozar en ese momento. Sin darle tregua abrí sus piernas sumergiéndome entre ellas empezando a hacerle el mejor sexo oral de su vida.

¡Oh sí….sí…..no te pares….sigue, sigue así mi amor –me apremiaba animándome a continuar enloqueciéndola de aquel modo tan magnífico.

Mordisqueaba suavemente los labios de su empapado coñito al mismo tiempo que la follaba metiéndole hasta el fondo un par de dedos. Mis dedos no paraban de entrar una y otra vez sin darle el menor descanso. Sus gemidos iniciales se fueron haciendo cada vez más y más fuertes hasta convertirse en auténticos berridos los cuales resonaban contra las paredes del pequeño compartimento que nos había correspondido aquella noche. A esas alturas de nuestra locura ya no nos importaba quién pudiera escucharnos. Estábamos tan desatadas que ya todo nos daba igual, tan solo deseábamos gozar de nuestros cuerpos.

Me detuve un breve momento y le pedí cariñosamente a Laia que se diera la vuelta y que apoyara las manos en la pared. Ella aceptó mi sugerencia al instante volviendo a abrir bien las piernas y tirando su suave y redondo trasero hacia atrás como si quisiera provocarme con aquella sutil insinuación. Volví a atacarla penetrándola con mis dedos por detrás al tiempo que con mi otra mano masajeaba suavemente sus pechos y con mi lengua iba recorriendo su espalda desde la nuca hasta llegar a sus preciosas nalgas. Podía sentir cómo aquella muchachita se encontraba a punto de correrse gracias al tratamiento que le estaba dando.

La obligué a hacerle girar hacia mí su congestionado rostro y tapándole su boca con la mía logré ahogar sus gritos, mientras ella, en señal completa de rendición, separaba mínimamente los labios dejando entrar mi lengua la cual se enroscó con la suya en un ardiente y profundo beso que nos hizo estremecer a ambas de emoción.

Le besé con enorme ternura su entregado cuello, el pequeño lóbulo de la oreja para acabar besando y mordiendo el sudoroso hombro en el que dejé reposar mis labios permitiéndole unos pequeños momentos de tregua. La llevé hasta la cama haciéndola tumbar sobre la misma y empecé a besar y lamer aquella piel que tanto deseo me producía.

Me entretuve chupándole los pezones volviendo a ponérselos bien duros y fui deslizándome lentamente hasta toparme con los pocos pelillos que cubrían su bien cuidado pubis. Le lamí los muslos subiendo hasta las ingles y me dediqué a hacer pequeños círculos alrededor de su exquisito coñito el cual pude ver cómo palpitaba suplicando una caricia que acabara con aquel dulce tormento que sentía en esos momentos.

Me puse de rodillas frente a ella y tomándola por los tobillos le hice separar las piernas a medida que se las iba levantando. Este hecho la obligó a recostarse sobre la cama completamente estirada mostrándome su chochito bien abierto. Aquello provocó que de su garganta escapase un nuevo gemido de satisfacción. Yo viéndola así de cachonda me encontraba nuevamente mojada, muy mojada. Incliné mi cuerpo sobre ella dándole un lametón tan largo que le empapé con mi saliva todo su coño, incluso su endurecido clítoris el cual vibraba complacido con aquellas caricias que recibía. Hundí mi lengua varias veces seguidas en su coño como si la estuviera follando con una pequeña polla que entrase y saliese en su interior golpeándola una y otra vez.

¡Ahhh, me gusta…..ohhhhhhhhh Dios, es estupendo……….sí!

¿Cómo dices cariño? –pregunté abandonándola brevemente para volver a hundirme nuevamente en aquella vagina que tanto me hacía enloquecer.

¡Ohhhhhh….ahhhhhhhhhhhh……..!

¿Te gusta verdad, amor?

¡Ohhhhh, sí cielo…..no te pares….continúa….me estás volviendo loca!

De ese modo tan placentero, al tiempo que la penetraba con la lengua, fui dejando resbalar mis dedos por los bordes de su chochito, acariciando su excitado sexo, deslizando mi dedo con suma paciencia recorriendo delicadamente su rosada rajita de arriba abajo hasta llegar a las proximidades del clítoris. Y, de pronto, me decidí a meterle mi dedo corazón hasta el fondo de su coño muy lentamente.

¡Oooh….sí Xènia….! No te pares, dame más, más –jadeaba enloquecida.

Mi querida Laia se retorcía de gusto completamente entregada al tratamiento que le daba. Me acariciaba el cabello hundiendo mi cabeza contra su coño, mientras movía sus caderas circularmente y adelante y atrás en un movimiento pélvico que me hizo incrementar mis acometidas sobre su empapada vagina. Ella se hundía cada vez más profundamente mi dedo y restregaba intensamente su clítoris sobre mi hambrienta lengua.

De pronto, y en medio de aquella vorágine de gemidos y sollozos, escuchamos golpear fuertemente la puerta del compartimento. Habíamos perdido por completo la noción de dónde nos encontrábamos, olvidándonos que le habíamos pedido una botella fría de cava al camarero. Me levanté al instante y, como era yo quien estaba vestida, me dirigí a abrir la puerta. El muchacho, tratando de cumplir su trabajo con la mayor profesionalidad posible, me sorprendió entrando con el carrito hasta mitad del compartimento donde se encontró con la sorpresa del cuerpo desnudo de Laia la cual se hallaba totalmente estirada encima de la cama. Ante semejante espectáculo carraspeó ligeramente tratando de disculparse pero sin apartar sus desorbitados ojos de los pechos de mi joven amiga.

Y fue en ese mismo momento cuando pasó por mi cabeza la feliz idea de incorporar a aquel guapo camarero a nuestra sesión de sexo. Le pregunté directamente y sin tapujos a Samuel, que así dijo llamarse, si le apetecía montárselo con dos bombones como nosotras. Casi se le cae la bandeja al oír aquella invitación que estoy segura que debió sonarle a música celestial. No se lo pensó ni un solo segundo, dejó las cosas encima de la mesa y se lanzó a por Laia empezando a comerle el coño con extremo placer.

Tal como podéis imaginar ella se puso como loca recibiendo al muchacho entre sus piernas iniciando un lento movimiento para acercar su pubis a los labios de Samuel el cual lamió, chupó y mordisqueó los labios vaginales de mi agradecida compañera haciéndola retorcer entre sus brazos. No quería quedarme fuera de esa fiesta así que me tumbé al lado de mi amiga y mirando a Samuel le dije que podía ir alternando de un coño al otro, que los dos eran para él.

Samuel nos miraba embobado, con la mano en el pantalón sobando su pene al descubierto. Sin embargo, más embobada quedó Laia observando aquella larga y gruesa polla que el muchacho nos mostraba. Le hizo poner de pie ante ella y, sacándole por completo su miembro del pantalón, comenzó a sobarlo lentamente agasajando aquel delicioso pedazo de carne. Mientras Laia se dedicaba al muchacho de aquel modo, yo le ofrecí mis labios besándonos apasionadamente al tiempo que le pasaba mis dedos por encima de su blanca camisa empezando a desabotonarle los botones buscando descubrir el varonil torso de aquel guapo camarero.

Junté mis redondos pechos al suyo y ese simple contacto provocó en Samuel un notable aumento en el tamaño de aquel inflamado instrumento. De pronto y sin previo aviso, me giró y levantándome despacio la falda echó mis braguitas a un lado y presionando con fuerza ensartó su pene en el interior de mi coñito obligándome a lanzar un pequeño gemido de placer. Nos quedamos de ese modo unos segundos, completamente inmóviles como si aquel apuesto muchacho quisiera hacer que no olvidara el grosor de su miembro dentro de mi dilatada vagina.

Samuel no dejaba de sobarme y estrujarme los senos, retorciendo mis pezones con su miembro metido por completo dentro de mi vagina, sin moverse y disfrutando de la presión que ejercían mis paredes vaginales sobre aquel enorme monolito. Me notaba completamente llena y podía sentir sus cargados huevos apretándose contra las redondeces de mi bonito trasero.

Me tiré hacia delante echando para atrás mis caderas hasta conseguir poner mis nalgas en pompa provocando que aquella polla entrara aún más si eso era posible. Apoyé las manos sobre una pequeña mesa que había junto a mí y, volviéndome hacia él y mirándole a los ojos, le dije:

Ahora sí muchacho, venga hazme el amor. Vamos fóllame y hazme correr de gusto….

Samuel, sin decir palabra, aceptó encantado mi invitación y empezó a golpear sobre mí moviendo sus caderas hacia delante y logrando que mis nalgas se juntaran con su pubis de forma acompasada. Laia se situó entre nuestras piernas lamiéndole al guapo camarero los colgantes cada vez que salía de mi interior. Mis redondos pechos se bamboleaban, subiendo y bajando con el metesaca al que me veía sometida.

Samuel sacó su pene de mi vagina haciéndome lanzar un breve gruñido de queja ante el abandono al que me exponía. Agarramos a Laia haciendo que se uniera a nosotros y empezamos a tocarle cada poro de su curvilínea figura acariciándola y deseándola hasta que la hicimos aullar de emoción logrando que alcanzara un nuevo orgasmo si cabe aún más salvaje que los anteriores.

Laia se puso a cuatro patas en el suelo y yo me coloqué sobre ella empezando a moverme como el semental que monta a su yegua. Unía mi pubis a sus nalgas de forma rápida agarrando con fuerza sus pezones los cuales se pusieron bien duros y juntando mis caderas con las suyas en cada arremetida que le prodigaba. Fue entonces cuando sentí el pene del muchacho atravesando el umbral de mi sexo obligando a que mis paredes vaginales se dilataran permitiendo el paso a tan brutal convidado.

Tanto de mi vagina como de la de mi amiga no paraban de rezumar jugos. Samuel extrajo su dardo de mi empapado coñito y llevándolo hasta la boca de Laia se lo ofreció diciéndole:

Ahí tienes muchachita. Disfruta con los jugos de tu amiga. ¿Te excita eso, verdad? –le preguntó viéndola saborear con gran placer su polla llena de mis flujos vaginales.

Enloquecí viendo a mi amiga relamiéndose de gusto mientras degustaba la dura y gruesa herramienta de aquel muchacho que tantas satisfacciones nos estaba proporcionando. Samuel empezó a martillear con fuerza sobre la boca de Laia la cual tragaba a duras penas aquel enorme músculo que le llegaba hasta la garganta haciéndola sentir arcadas con cada embestida que le propinaba. El compartimento se llenó con los suspiros y lamentos de los tres, pude observar como el cuerpo de Samuel se tensaba anunciando la cercanía de la tan esperada eyaculación.

El chico expulsó toda su espesa leche sobre el rostro de mi amiga obligándola a cerrar los ojos. Pude ver cómo fuertes latigazos de semen iban a parar sobre el cabello, la nariz y la barbilla de mi amiga la cual recogía el néctar masculino llevándolo hasta su boca para saborearlo mirándonos con cara de viciosa.

Nuestro amigo cayó en la cama totalmente derrotado permaneciendo inmóvil tratando de recuperarse del orgasmo alcanzado. El pobre necesitaba unos minutos para reponerse y estar dispuesto para un nuevo combate. Se quedó en la cama viéndonos desarrollar nuestros juegos amorosos mientras se acariciaba su flácido miembro entre los dedos.

Hice estirar a Laia sobre el suelo montándome sobre ella uniendo ambas vaginas en una sola. Me entretuve lamiendo y chupándole sus rosadas aureolas y haciendo que sus pezones se erizaran al contacto con mis húmedos labios. Comencé a moverme sobre ella cada vez a mayor velocidad simulando que me la estuviera follando con mi gruesa virilidad entrando una y otra vez sin el peligro de poder eyacular sobre mi bella compañera.

Ella, mientras tanto, se apoderó de mis senos apretándolos y retorciéndolos hasta que lancé la cabeza hacia atrás arqueando mi cuerpo para explotar en un impresionante orgasmo que me hizo derramar jugos por doquier. Nos abrazamos exhaustas hasta que Laia separándose de mí clavó sus bonitos ojos en los míos hasta caer nuevamente sobre mí mezclando su lengua con la mía en un beso lleno de sensualidad y pasión.

Estando nuevamente próximas a alcanzar el clímax, Samuel volvió a incorporarse clavándole la polla a Laia sin contemplaciones. Mi amiga emitió un lamento ahogado al sentirse traspasada por aquel pene de considerables dimensiones. Me sentí un tanto frustrada, hubiera querido que me follase a mí en esos momentos, tenía necesidad de notarme empalada por esa polla joven que tanto placer me había dado minutos antes.

El muchacho empezó a embestirla de forma brutal de manera que pude escuchar cómo sus nuevamente bien cargados testículos rebotaban una y otra vez contra las paredes de mi satisfecha amiga. Laia se retorcía, se estremecía gracias a las tremendas embestidas que le propinaba su joven aunque experto amante.

   

Mi amiga sollozaba cayéndole lágrimas por su bello rostro a consecuencia de la tensión acumulada en ese polvo salvaje del que éramos protagonistas principales frente al guapo muchacho que nos había tocado en suerte aquella noche. Samuel follaba sin descanso a su compañera penetrándola hasta el fondo en busca de sus más ocultos secretos. Laia, con los ojos completamente en blanco, encadenó un nuevo orgasmo con un segundo hasta caer derrengada sobre el suelo recogiendo su agotado cuerpo en posición fetal.

Viendo a su víctima en el suelo, el joven muchacho centró su lujuriosa mirada en mi persona y agarrándome de la cintura me llevó contra la pared haciendo que apoyara las manos sobre la misma echando el cuerpo hacia delante y el redondo trasero hacia atrás en espera de recibir su merecido. Samuel acarició mi mojado coñito con sus dedos y dando un respingo noté cómo los llevaba hasta la entrada de mi estrecho agujero posterior. Sonreí forzadamente con el rostro congestionado y sabedora de lo que aquel apuesto camarero buscaba.

Debió estar tres largos minutos pasando y repasando sus dedos de mi vagina a la entrada de mi esfínter para volver nuevamente hasta mis irritados labios vaginales. Una vez consideró que me tenía convenientemente preparada acercó su polla hacia la entrada de mi culito empezando a hacer presión paso a paso.

Pude notar cómo mis paredes se desgarraban ante la acometida de tan tremendo visitante. Creí perder el sentido sintiendo cómo aquella redonda cabezota violaba mi estrecho anillo anal logrando acomodarse en el interior de mi excitado agujero. ¡Hacía tanto tiempo que ningún hombre me lo follaba! En nuestros numerosos escarceos amorosos mi querida Laia solía follármelo habitualmente con el conjunto de bolas chinas que habíamos comprado en aquel sex-shop del centro de la ciudad, o bien con alguno de los muchos consoladores que nos hacían compañía en nuestras interminables noches de amor.

Sin embargo, debo reconocer que la sensación no tiene nada que ver con la de un pene masculino desgarrándote las estrechas paredes del recto. Una vez hubo entrado la cabeza en mi estrecho y dolorido culito, Samuel me agarró con fuerza de las caderas y empujando contra mí entró de una sola vez haciéndome estrellar contra la pared.

¡Eres un animal pero me encanta! –grité animándole a que siguiera con ese brutal tratamiento que me daba.

¿Le gusta señora? –me preguntó quedándose quieto como queriendo hacerme disfrutar de tan terrible músculo dentro de mí.

¡Me encanta muchacho! Vamos, no te pares y sigue follándome hasta reventar de placer. Sigue…..sigue así….¡Oooooh sí, es absolutamente fantástico!

Ahora era yo quien lloraba de dolor y placer ante el increíble cúmulo de sensaciones que mi cuerpo soportaba. Sentía un profundo dolor en el interior de mi ano pero al mismo tiempo esa sensación dolorosa se mezclaba con un placer desconocido que sólo las mujeres que lo han probado pueden contar. El incansable camarero no hacía más que clavarse y desclavarse arrancándome alaridos de placer y de dolor cada vez que entraba y salía de mi estrecho y dilatado agujero.

Con los ojos llorosos y girando la cabeza hacia la cama pude ver a Laia haciéndose un dedo mientras me veía enculada por aquel joven adonis. Aquella imagen me puso mucho más cachonda si cabe por lo que empecé a mover mis nalgas haciéndolas rebotar contra el pubis de mi compañero tratando de hacerle llegar a su segundo orgasmo de la noche.

¡Vamos muchacho, córrete de una vez! ¡Dame toda tu leche y lléname el culo con tu semen caliente! ¡Me matas de dolor pero me encanta! ¡Hacía tanto tiempo que no sentía algo así!

Finalmente pude notar cómo cálidos ríos de placer invadían mis entrañas rebotando contra las doloridas paredes de mi ano. Cuatro fuertes latigazos golpearon mi recto llenándolo de exquisito semen masculino. Samuel siguió moviéndose lentamente como si buscara obsequiarme con las últimas gotas de aquel agotador encuentro del que los tres habíamos disfrutado camino de París. Pasándome la lengua por los resecos labios noté cómo el, hasta hace pocos instantes, orgulloso pene perdía paso a paso su inflamado aspecto poniéndose flácido tras el fenomenal trio desarrollado.

Caí derrengada sobre el suelo notando agradecida cómo el muchacho me envolvía con su musculosa humanidad mientras mi amiga Laia me ofrecía su lengua dándonos un último beso antes de caer en un profundo y reparador sueño……..

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo