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Tres semanas en casa de mi prima (1)

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Tres semanas en casa de mi prima

Había llegado a Barcelona aquella tarde de miércoles con el fin de realizar un seminario como complemento al doctorado que estaba preparando. Aquel viaje resultó mucho más que provechoso para él, disfrutando no sólo de los estudios sino también de toda una serie de interesantes peripecias……

 

Penélope,

Con su bolso de piel marrón,

Sus zapatos de tacón

Y su vestido de domingo.

Penélope,

Se sienta en un banco en el andén

Y espera a que llegue el primer tren

Meneando el abanico……

Penélope, JOAN MANUEL SERRAT

 

CAPÍTULO I

 

En ciertas ocasiones, nuestras vidas monótonas y sin un poco de peripecia y aventura se ven envueltas en acontecimientos agradables, imprevistos y un tanto insólitos que hacen que nuestra percepción sobre nuestros seres más cercanos cambie por completo. Pese a creer que podemos conocer a alguien perfectamente, siempre pueden haber ciertos aspectos desconocidos en la otra persona que nos hagan plantearnos totalmente las relaciones con los demás.

La historia que vengo a contaros tuvo lugar hará no más de diez meses. Por aquel entonces estaríamos sobre el mes de febrero, acaeció en la encantadora ciudad de Barcelona y me tuvo a mí como protagonista principal de la misma. Me llamo Carlos y, con apenas veinte y tantos años, era un prometedor estudiante de Literatura Románica Medieval que había finalizado la carrera con unos magníficos resultados. Había pasado un año en la encantadora ciudad de Trento mejorando mi nivel de italiano y madurando como persona gracias al programa Erasmus así que, tras acabar la carrera, el siguiente paso lógico fue preparar el doctorado en la Universidad de Barcelona.

Ya había estado en alguna que otra ocasión en Barcelona, ciudad que me encantaba debido a su cosmopolitismo y al alto nivel que ofrecía su facultad. Pasear por las noches por el pabellón y los pasillos de la Facultad Central yendo de camino a alguna clase resultaba un auténtico placer para mí. Así pues aquel miércoles cuando mi tren llegó por la tarde a la estación de Sants me faltó tiempo para llamar a mi querida prima Violeta con la que siempre me había unido una gran amistad.

Durante tres semanas enteras, tenía que cursar un seminario sobre Chrétien de Troyes y su obra, como complemento al doctorado que estaba preparando sobre El mito artúrico y la novela de caballerías. Mi idea, en esa ocasión, era aprovechar la posibilidad de poder alojarme en el piso que mi prima Violeta compartía con dos amigas. Ellas estudiaban Derecho en el campus de Diagonal y como siempre nos habíamos llevado bien, no me resultó ningún problema el coger el móvil y pedirle aquel favor al cual no se opuso lo más mínimo. Al contrario, nada más contarle mi situación, fue ella misma quien con gran alborozo me dijo que tenían una habitación libre y que podía contar con ella durante las tres semanas que pasara en Barcelona.

El hecho de poder pasar unos días en Barcelona sin tener que buscarme un cuchitril en cualquier pensión de las Ramblas o en algún albergue, la verdad es que era una suerte para mí y me suponía un ahorro importante de tiempo y de dinero. Tal como dijo Violeta, para qué estamos los primos sino además de que la presencia de un hombre no les vendría nada mal ante cualquier problema que pudiera presentarse.

De ese modo y una vez acabada la conversación por el móvil, cogí las dos grandes bolsas repletas de ropa y de libros y monté en el masificado metro de la línea azul camino del barrio de Horta donde vivía mi prima Violeta. Con algo de suerte pude encontrar un asiento libre donde no tardé mucho en echar una cabezada pues estaba cansado tras el largo viaje de unas cinco horas.

Tras consumir las muchas paradas que conformaban el prolongado trayecto hasta su casa, serían ya las siete y media cuando llegué al piso de Violeta donde me recibió ella abrazándome loca de alegría. Una vez me hubo llenado de besos, se hizo a un lado dejándome pasar por el largo pasillo hasta llegar al salón donde dejé caer las bolsas sobre el amplio sofá. Allí estuvimos hablando durante una media hora, comentando anécdotas de la familia, charlando de nuestras cosas en la facultad y recordando los viejos tiempos en el pueblo cuando apenas éramos unos renacuajos e íbamos a pasar el verano a casa de los abuelos.

Perdona que no te haya avisado antes de mi llegada pero con los preparativos del viaje se me pasó por completo.

¡Oh Carlos, no te preocupes por eso! Sabes que tenemos la suficiente confianza como para que me pidas ese tipo de favores, así que no hablemos más de ello –dijo mi prima zanjando el tema.

Pese a sus palabras volví a disculparme por no haberla llamado antes a lo que Violeta me contestó que siempre hubiera habido alguna solución al problema en caso de no haber tenido la habitación libre. Con la cantidad de gente que conocía en la Facultad, siempre hubiera encontrado a alguien que le dejara una habitación para su primo –afirmó dejándome mucho más tranquilo.

¿Y qué tal andas de novios? –le pregunté riendo para provocarle en su respuesta.

¡No me hables de novios! Con el trabajo y los estudios no tengo tiempo para nada. Estuve saliendo una temporada con un chico de la facultad pero al final acabamos dejándolo pues me di cuenta que no estaba hecho para mí. Tal vez lo conozcas algún día de estos pues nos seguimos viendo en el bar de la facultad de vez en cuando –dijo como rememorando viejos recuerdos.

La verdad es que Violeta estaba muy cambiada…… todos habíamos cambiado mucho en aquellos dos largos y ya casi olvidados años que hacía desde la última vez que nos habíamos visto. Se había convertido ya en toda una mujer con sus espléndidos veintidós años y ya no era la niña tonta y consentida que había conocido. Nos llevábamos casi tres años y siempre habíamos tenido una relación más de hermanos que de primos, contándonos todo aquello que pudiera preocuparnos y confiando en todo momento de manera ciega en el otro.

Violeta sonreía como siempre había sonreído, con aquella sonrisa fresca y limpia, mi prima siempre había sido la chica más guapa del pueblo y todos los muchachos iban detrás de ella. Tras acabar el café que ella había preparado amablemente para los dos, me enseñó la habitación donde pasaría las próximas tres semanas. Se trataba de un pequeño cuarto de tamaño no muy grande, pero con un enorme ventanal que daba al patio de atrás y que, según comentó Violeta, me iba a resultar ideal para estudiar pues en aquella habitación no se oía ni un solo ruido.

Con cierta timidez le agradecí el gesto que había tenido de ofrecerme aquel cuarto a lo que respondió ella riendo y diciéndome que era lo menos que podía hacer por mí. Me dijo que fuera colocando mis cosas y que me diera una buena ducha mientras ella iba preparando la cena pues las chicas llegarían sobre las nueve y media.

Nada más cerrarse la puerta me quité la sudadera abriendo a continuación la bolsa donde llevaba la ropa. Busqué algo cómodo decidiéndome por una camiseta de manga larga y un pantalón de chándal. Solucionado el tema de la ropa me dirigí al baño haciendo caso al consejo de mi prima pues realmente estaba cansado tras el viaje de casi cinco horas en tren y necesitaba relajarme pues notaba los músculos de la espalda un poco tensos. Al entrar al baño observé con satisfacción como Violeta me había dejado dos toallas sobre un pequeño taburete. La verdad es que aquella encantadora primita que me había tocado en suerte valía todo un potosí….el hombre que tuviera la oportunidad de llevársela la verdad es que podría sentirse afortunado con ella.

Ya desnudo por completo, inicié el ritual de la ducha abriendo el grifo y dejando caer el agua caliente para que el vapor inundase el cuarto de baño. Cogí el bote de gel que reposaba en el suelo y llenando la esponja la pasé después bajo el agua hasta que conseguí hacer abundante espuma. Fui enjabonando mi pecho, el abdomen, las piernas y los muslos hasta que fui notando el efecto reparador que el agua producía sobre mis cansados músculos. Luego agarré el frasco de champú anticaspa que solía utilizar y dediqué un fuerte masaje a mis cabellos para acabar aclarándome primero con agua templada cambiando después a agua bien fría.

Una vez vestido y bien seco, salí al pasillo dirigiendo mis pasos a la cocina donde estaba Violeta preparando unos champiñones y unos filetes de lomo para cenar. Con su amplia sonrisa me preguntó si me encontraba mejor y tras decirle que sí, abrió la nevera y cogiendo una bolsa de ensalada y de tomates me las dio diciéndome que cogiese lo que necesitase del armario y de la nevera y que preparase yo la ensalada.

¡No pensarás estar de brazos cruzados mientras yo cocino! ¡Aquí arrimamos el hombro todos, así que a pencar! –me dijo con la mejor de sus sonrisas mientras me daba la espalda siguiendo con la sartén donde se iban friendo los filetes de lomo.

Poniéndome manos a la obra agarré un delantal que vi colgado de la pared, me hice con un bol que encontré en el segundo aparador de uno de aquellos armarios y, tras lavar los tomates bajo el grifo del fregadero, me dispuse a cortarlos como cualquier buen cocinero haría. Al acabar con los tomates me puse con la ensalada lavándola y cortándola para después mezclarla con los tomates, aliñándolo todo para finalizar con un buen chorreón de aceite de oliva, vinagre de Módena y una pizca de sal.

¡Vaya, vaya, veo que te das maña para la cocina! –exclamó Violeta mientras apagaba el gas.

Bueno querida prima, no creas que tanto. Sólo me defiendo lo suficiente como para poder hacerme mi propia comida sin tener que depender de nadie.

Eso está muy bien…Me gustan los hombres que saben hacerse las cosas. ¡Nada de esos machistas tan pasados de moda! –dijo echando los champiñones, que previamente había escurrido tras lavarlos en el fregadero, en la sartén.

Me apoyé en la pared de la cocina mirándola fijamente mientras ella se peleaba con la sartén, el vino rosado, el ajo, la pimienta y el perejil. De pronto mi prima se volvió pillándome en falta antes de que pudiera retirar mi vista de ella.

¿Qué miras tan fijamente? –preguntó sonriéndome de aquel modo tan encantador que tenía.

¡Oh nada, tan solo pensaba! –respondí sin querer entrar en más detalles.

¿Y puede saberse qué pensabas, primo? –volvió a preguntar esta vez de forma más incisiva.

Nada importante. Tan sólo pensaba en lo mucho que has cambiado desde la última vez que nos vimos en el pueblo. ¡Ya estás hecha toda una mujer!

La verdad es que sí. Todos hemos cambiado mucho en dos años. Tú ya eres todo un hombre, el abuelo ya no está con nosotros…. –recordó en voz baja y adoptando un tono claramente apenado.

Acabamos la conversación al oír abrirse la puerta de la calle. Hablando, hablando, me había olvidado por completo de las compañeras de piso de mi prima. Escuché ruidos procedentes del recibidor y entonces Violeta llamó a sus amigas diciéndoles que tenían visita y que se reunieran con nosotros en la cocina.

No tardé en conocer a las amigas de Violeta. Dos chicas jóvenes y de la edad de mi prima y a cual más bonita de las dos. La primera y a la que me presentó como Heike era una alemana de cabellos rubios rizados, que cubría con una graciosa boina de color teja, y de grandes ojos azules que me enamoraron al instante. Algo bajita y rechoncha, lo que más destacaba en ella era su culito respingón y aquel tremendo par de melones de los que resultaba difícil apartar la vista ya que parecían querer romper la tela del jersey de cuello cisne que se dejaba entrever por debajo de la gabardina que con prisas se había desabotonado. Procedente de Berlín, Heike hablaba perfectamente castellano, llevaba en Barcelona seis meses a través del programa Erasmus y estudiaba tercero de Derecho igual que mi prima y su otra amiga a la que me presentaron como Pilar. Ésta era una chica de Huesca, tremendamente extrovertida y dicharachera y en tercer curso de Derecho lo cual compaginaba lo mejor que podía con segundo de Inef y algunas asignaturas de primero. ¡Vamos, toda una bomba de muchacha! Pilar era alta y de complexión fuerte como bien puede imaginarse en una estudiante de Educación Física. De larga melena castaña y recogida en una coleta, debo reconocer que me impactó nada más ver la sombra de su pequeña peca junto a los labios y que tan interesante la hacía.

Una vez hechas las pertinentes presentaciones, y diciéndoles que trataría de crear los menos problemas posibles, Heike y Pilar se fueron a sus cuartos a cambiarse de ropa mientras mi prima y yo íbamos preparando la mesa y poniendo las cosas. Tras unos minutos al fin salieron las chicas sentándonos todos a cenar. Estaba realmente hambriento pues el viaje en tren me había abierto bien el apetito así que más que comer fui engullendo la espléndida cena que Violeta había preparado. Con ojos atónitos Heike no despegaba sus ojos de mí viéndome comer de aquel modo tan brusco y descortés.

Perdonad, pero estaba realmente hambriento después del viaje y todo eso –me disculpé ante ellas limpiándome los labios con la servilleta.

No te preocupes Carlos, no pasa nada. Es sólo que Heike no está todavía acostumbrada a nuestra forma de ser –comentó Pilar saliendo al paso con rapidez.

Tranquilo primo –dijo Violeta poniendo su mano sobre la mía tratando de tranquilizarme. Estamos más que acostumbradas a tratar con chicos y ya sabemos como sois. ¿Verdad chicas? –preguntó a sus amigas con sonrisa cómplice.

Imagino que sí pero no acabo de acostumbrarme del todo –respondió Heike sin mostrarse muy convencida.

De ese modo fue transcurriendo la cena charlando de forma amistosa y riendo una y otra vez con los comentarios que íbamos haciendo de vez en cuando. Bebiendo un trago de vino rosado y dejando reposar la comida, me dediqué a fijarme en cada una de las tres bellezas que me acompañaban. Dejando de lado a mi prima por razones obvias, centré mis atenciones en Heike y Pilar las cuales no hacían más que echar pestes del profesor de Economía Política el cual les había puesto un examen para dos semanas más tarde. Fui recreando la mirada en una y en otra sin darse cuenta ellas debido a la conversación que mantenían y la cual iba subiendo de tono poco a poco.

Olvidándome de ellas me fijé entonces en mi prima la cual daba la sensación de estarse aburriendo soberanamente con la disputa que mantenían sus compañeras de piso. Tal como dije anteriormente hacía largo tiempo que no tenía el gusto de coincidir con Violeta así que, observándola de forma mucho más detenida, reparé en lo mucho que mi querida prima había cambiado en esos dos años. De manera disimulada y evitando que se diese cuenta, fui contemplando a placer sus muchos encantos, los cuales por descontado que resultaban totalmente desconocidos para mí.

Recuerdo que la última vez que la había visto en bikini fue el verano de hacía tres años en que fui a pasar unos días al pueblo. Mis padres habían ido una semana antes uniéndome yo al resto de la familia una vez hube acabado con el examen final de aquel curso. Aquel año mi prima todavía era una niña malcriada y respondona ante todo aquello que le decía mi tía Julia. Violeta aquel verano aún no estaba formada completamente como mujer así que no había reparado en su mucha belleza. Por aquel entonces era una chica guapa y bonita pero nada más.

Violeta me sonreía tratando de condescender con la escena entre sus dos amigas sin imaginar, ni por asomo, los turbios pensamientos que me corrían por la cabeza. Mi prima cubría su femenina figura con un amplio, holgado y estampado pijama en suaves tonos pasteles en azul, verde, rosa y lila. Pese a la época en la que estábamos aquel pijama de algodón, de camiseta de tirantes y pantalón largo hasta los tobillos, me daba la oportunidad de poder adivinar el tenue contorno de sus pequeños y redonditos pechos pero que a mí la verdad es que, en esos momentos, me parecieron ciertamente fascinantes y muy, muy sugerentes.

Evidentemente ella había elegido un atuendo para poder estar cómoda por casa, estaba en su piso y, por la forma como se le marcaban los pezones por debajo de la tela de la camiseta, me dio la sensación que no llevaba sujetador. Estaba sentada con las piernas cruzadas en posición de yoga y entre sus dedos mantenía su vaso de vino medio vacío.

Volviéndome a la pared y viendo que ya eran las doce, me disculpé comentando que estaba cansado y que me iba a dormir.

Anda vete a dormir hombretón, que ya se te cierran los ojillos –comentó divertida Pilar.

Tienes un despertador en la mesilla de noche y cualquier cosa que necesites me tienes en la habitación de al lado. ¿Vale? Nosotras nos quedamos un rato más pues somos tan pendonas que nos gusta trasnochar –dijo mi prima vaciando el contenido de su vaso de un solo trago.

Bien, no os preocupéis por mí que yo me lavo los dientes y en cinco minutos ya estoy en la cama durmiendo como un angelito.

¡Uy, mírale que buen chico! –espetó Heike con su innegable tono de voz alemán.

Me fui despidiendo de ellas dándoles dos besos en las mejillas a cada una y al dirigirme a Pilar noté como ella apoyaba la mano en mi muslo al tiempo que acercaba de forma peligrosa sus labios a los míos. Sin darle la menor importancia me separé de ella y me encaminé al baño para lavarme los dientes y acostarme a continuación. Ya en la cama estuve no más de cinco minutos pensando en ellas y en las posibilidades que podía tener con alguna de ellas. Pese a que, a primera vista, la que más me había atraído había sido Heike por razones más que evidentes, luego con el transcurso de la cena y la charla mantenida me percaté que había mucho más feeling con Pilar. Parecía una muchacha muy centrada y segura de sí misma……No quise pensar más en ese tema dejando que fueran los propios sucesos futuros los que marcaran el camino a seguir. Apagando la luz y abrazándome con fuerza a la manta no me costó mucho caer en brazos de Morfeo gracias a lo cansado que estaba.

Al día siguiente, jueves, me levanté temprano y totalmente recuperado del cansancio del día anterior. A aquellas horas, no más de las siete, las puertas del resto de dormitorios estaban cerradas a cal y canto y no se oía ni un solo ruido. Respetando el sueño de aquel trío de marmotas, me fui al baño pegándome una buena ducha para luego desayunar un reconfortante café con leche y unas tostadas con mermelada al mismo tiempo que leía la nota que me había dejado Violeta junto a una copia de las llaves del piso para que pudiera salir y entrar cuando quisiera.

El primer día del seminario empezó con un cierto retraso tal como suele suceder en estos casos. Gente que se pierde, que no encuentra el aula y cosas así. Ya el primer día resultó muy interesante, satisfaciendo por completo las esperanzas depositadas en el mismo. Por fortuna ya había coincidido con alguno de los otros compañeros del seminario así que el contacto fue mucho más fácil y directo. Aquel primer día teníamos clase por la mañana y por la tarde de manera que todos nos quedamos a comer y a cenar en un bar cercano a la facultad.

Llegué tarde a casa pues tuve que coger el último metro de la noche. Abrí la puerta sin hacer ruido y vi la luz del salón encendida al final del pasillo donde me encontré con Pilar la cual estaba viendo la televisión tumbada en el sofá.

Hola Pilar, buenas noches –dije acercándome a ella y dándole dos besos. ¿Dónde están las chicas?

Hola Carlos. Pues están las dos en la cama que mañana tienen que madrugar así que aquí estaba aburrida y cambiando de canales sin parar ¿me acompañas un rato y charlamos? –dijo golpeando con la mano el sofá invitándome así a que tomara asiento junto a ella. Hoy he tenido un día verdaderamente horrible….

Estuvimos hablando durante tres cuartos de hora, conociéndonos más y más. Pilar cada vez me resultaba mucho más interesante pues me fue confirmando en mi idea de la noche anterior de ser una chica muy segura de sí misma y con un carácter un tanto independiente. Su padre había muerto siendo ella muy joven y ese hecho había curtido el carácter de Pilar haciéndola aún más fuerte. Mientras ella no paraba de hablar, yo fui perdiendo el hilo de su conversación reparando más en todos los encantos de aquella muchacha. Llevaba su bonito cabello rizado recogido en una coleta como la noche de antes. Delgadita, pero con todo en su sitio, lo que más llamó mi atención de ella fueron sus pequeños ojos achinados de color miel los cuales me parecieron realmente preciosos. No podía apartar la mirada de ellos sintiéndome cada vez más hipnotizado por la amiga de mi prima.

Con gran disgusto por su parte pero siguiendo el motivo que me había llevado a Barcelona me despedí de ella pues al día siguiente debía volver a la universidad para mi segundo día. Pensé, no sin razón, que ya habría tiempo para todo pues el fin de semana estaba a la vuelta de la esquina…..

Mi segundo día de seminario, viernes ya, resultó mucho más productivo que el primero si es que eso era posible. Aquella mañana tenía clase con Bibiana Sanz, una de las mayores eminencias en la materia artúrica y la razón principal que me había impulsado a preparar el doctorado. Aquella mujer era la mayor figura en España dentro del campo en el que me había propuesto investigar así que sentí una enorme satisfacción al saber que era ella quien dirigía el seminario. Había estudiado con ella en Trento de manera que vi dibujarse una amplia sonrisa en su rostro al comprobar que iba a ser uno de los alumnos en aquel seminario en el que iba a ser una de las profesoras.

Al acabar la clase que como digo me resultó enormemente provechosa me acerqué a ella saludándola de manera efusiva. Les dije a mis compañeros que me esperasen en el bar que no tardaría en unirme a ellos. De ese modo iniciamos una breve pero cordial conversación:

¡Madre mía! Carlos Gárate, ¿qué es de tu vida, muchacho? No sabes cómo me alegro de volver a verte –dijo antes de darnos dos cariñosos besos.

El gusto es mío, señora Sanz –respondí amablemente a sus palabras.

¡Oh no, nada de señora! Llámame Bibiana, por favor. Veo que sigues manteniendo tus buenos modales sin hacer caso a mi invitación a que me tuteases.

De acuerdo Bibiana. Haré caso a tus recomendaciones –contesté mirándola fijamente a los ojos.

Pásate por el despacho siempre que quieras y charlamos un rato. Ya sabes que está en el tercer piso –comentó mientras recogía los libros de la mesa. Y cuéntame Carlos, ¿qué haces en Barcelona aparte del seminario? Podríamos quedar algún día si te apetece y no tienes otros compromisos……Mira, toma mi tarjeta y llámame algún día, ¿de acuerdo? –dijo cogiendo una tarjeta del maletín y dándomela.

¿Mis oídos me estaban engañando o era cierto que la famosa Bibiana Sanz me estaba invitando para quedar?

En medio del pasillo y todavía con la tarjeta entre mis dedos, escapé lo mejor que pude a tan directa petición diciéndole que como nos íbamos a ver todos los días ya estaríamos en contacto. Dicha respuesta un poco forzada por mi parte pareció dejarla convencida tan sólo a medias. Me acerqué a ella a darle dos besos de despedida y pude sentir el aroma del fresco perfume que se había puesto aquella mañana…… Bajando las escaleras camino de la primera planta miré la tarjeta que me había entregado dándole vueltas al motivo verdadero de todo aquello. No volví a verla durante la tarde pues tras comer con mis compañeros teníamos otra conferencia en la que Bibiana no participaba.

Hacia las siete de la tarde recibí la llamada de mi prima Violeta diciéndome que iba a ir con sus amigas a una fiesta universitaria a la que las habían invitado y que si me apetecía ir con ellas. Excusándome ante ella le dije que había quedado con los compañeros de seminario y que ya tenía plan.

Muy bien primito, en ese caso pásatelo muy bien con tus compis y ya mañana nos vemos. Nosotras llegaremos tarde así que cuando llegues no eches el cerrojo de la puerta.

De acuerdo Violeta. Así lo haré y espero que lo paséis también muy bien vosotras.

¡No te preocupes que ya nos encargamos nosotras de eso! –respondió ella. Bueno Carlos, ya hablamos mañana. Venga chao –escuché decirle antes de colgar.

En realidad no me apetecía salir así que me quedé en casa viendo una película y luego me fui a dormir. Aquella noche dormí de un tirón levantándome el sábado a media mañana pues no tenía que ir a la facultad hasta el lunes. Al fin había llegado el fin de semana y tenía muchas ganas de disfrutarlo al máximo.

Me levanté aquel sábado viendo entrar los rayos de sol por la ventana. Me dirigí al baño con la toalla al hombro y en calzoncillos tal como había hecho las otras mañanas. Al tratar de abrir la puerta del baño vi que estaba ocupado pues el pestillo estaba echado. Al momento se abrió la puerta saliendo hacia el pasillo el vapor de agua condensado. Allí estaba frente a mí la guapa de Pilar que salía de la ducha cubierta simplemente con un albornoz verde que todavía no se había atado a la cintura con lo que mis ojos quedaron fijos en aquellos pechos tersos y turgentes en los que ya me había fijado. Quedé un poco cortado ante tanta belleza. Hasta aquella mañana no la había visto con la melena suelta y la verdad es que estaba preciosa con el cabello mojado. Pilar no se mostró molesta lo más mínimo porque pudiera verle sus pechos desnudos. Muy al contrario, sin darle la menor importancia se acercó a mí poniéndose de puntillas y me estampó dos sonoros besos dándome los buenos días mientras se anudaba el albornoz camino de su cuarto.

Juro que me quedé pasmado en medio del pasillo mientras la veía entrar en su habitación. Sacudiendo la cabeza me metí al baño. Tenía una erección de caballo entre mis piernas, producto de la escena inesperada que había tenido con aquella guapa muchacha. Abriendo el grifo del agua fría entré con rapidez a la ducha intentando hacer bajar aquella inflamación la cual logré hacer disminuir mínimamente con gran dificultad.

Finalmente salí de la ducha secándome bien el cuerpo y el pelo y peinándome luego frente al espejo. Cuál no sería mi sorpresa al observar, a través del espejo y colgada en la percha de la pared, una pequeña pieza de lencería arrugada que había quedado allí abandonada. La cogí entre mis dedos con gran curiosidad; evidentemente debía ser la que había utilizado Pilar el día anterior y que había tenido el olvido de dejársela en sitio tan comprometido. Se trataba de una más que diminuta braguita de color rosa pálido con la que apenas podría cubrir mínimamente sus partes más escondidas. No pude resistir la tentación de llevarla a mi nariz aspirando el aroma embriagador que desprendía. Mi entrepierna volvió a encabritarse sin remedio. Volví a embriagarme con el profundo olor a sexo que soltaba aquella delicada prenda femenina antes de volver a dejarla colgada en la percha.

Muchacho, al parecer vas a pasarlo muy bien estos días con estas locuelas –pensé mirando al espejo y sonriéndome a través del mismo.

Abriendo la puerta abandoné el baño con la toalla atada a la cintura, procurando ocultar mi más que evidente erección con una mano y llevando cogido mi slip en la otra. Al salir, allí estaba la adorable Pilar esperando junto al quicio de la puerta.

No estoy segura pero creo que me he dejado algo mío en el baño antes de que entraras –dijo ella.

Pues la verdad es que no he visto nada –repliqué de forma no muy convincente y como si no quisiera hacer caso pues lo único que deseaba en esos momentos era escapar de allí lo antes posible con la toalla bien cogida a mi cintura.

No te preocupes que ya lo miro –comentó mirándome de forma extraña como si no creyera en mi respuesta.

Sin apartar sus preciosos ojos de mí, repasó todo mi cuerpo y al pasar a mi lado se elevó sobre sus pies acercándose a mí nuevamente. Pensé que su intención era volver a besarme pero me quedé totalmente petrificado al notar cómo llevaba su mano hasta mi entrepierna mientras se apretaba contra mí y me besaba suavemente el cuello antes de decirme en voz baja junto al oído:

Veo que te han gustado mucho mis pechos. ¡Menudo empalme llevas! Dime, ¿quieres ver más y que pasemos un buen rato?

Pero Pilar, ¿te has vuelto loca? Mi prima o Heike pueden salir en cualquier momento de sus cuartos –dije intentando separarme de ella pero sin conseguirlo.

Tranquilo, no te preocupes por ellas que estarán durmiendo. No irás a decirme que no te gusto…..-preguntó sacando provocativamente la lengua y lamiéndome el cuello con ella.

No pude aguantar por más tiempo el inmenso morbo que me producía y, cogiéndola con fuerza del brazo, la hice entrar en el cuarto de baño echando el pestillo a continuación. Unimos nuestras bocas de manera furiosa, abriendo Pilar sus labios para que mi lengua pudiera entrar sin dificultades en su boca. Nuestras lenguas se mezclaron en un beso apasionado mientras Pilar apoyaba su mano sobre mi muslo tratando de quitarme la toalla. La agarré de la cintura aplastándola contra la pared y seguí besándola mordiendo sus labios y notando la respiración acelerada de ella. Ahora fui yo quien, abandonando sus labios y haciéndola ladear ligeramente la cabeza, empecé a lamerle y chuparle el cuello y el lóbulo de la oreja, caricia que la hizo vibrar de emoción.

Así….así…..cómeme la oreja, eso me vuelve loca……-pronunció con voz trémula y con los dedos enredados en mi cabello.

Seguí dándole caña de manera tan salvaje viéndola gozar de modo indecible agarrada a la percha, donde había encontrado antes su minúscula braguita colgada, y totalmente entregada a mis caricias. Intenté desatarle el cinturón que le sujetaba el albornoz pero, apartándome de ella de manera autoritaria, me llevó a la taza del váter obligándome a sentarme en la misma para arrodillarse a mis pies antes de pronunciar aquellas palabras que me supieron a música celestial:

No cariño, tú déjame hacer a mí y sólo disfruta…..Ya tendremos tiempo de gozar de nuestros cuerpos más tarde….. -la escuché decir mirándome con sus ojos brillantes de lujuria.

Me dejé llevar por ella relajándome por completo a la espera de sentir todo aquello que pudiera ofrecerme aquella pequeña brujilla. Pilar inició sus caricias de la misma forma que yo había hecho con ella, arrancándome mis primeros suspiros al sentir el roce de sus labios sobre mi cuello y mi oreja. Chupó con avidez el interior de mi oreja metiendo la punta de su lengua en la misma, en un roce lento pero continuo que me hacía estremecer. Lentamente fue bajando por mi velludo pecho jugando con sus uñas con mis pelillos hasta que, por fin, alcanzó mis tetillas dedicándose a humedecer mis pezones los cuales respondieron con rapidez poniéndose bien duros.

¿Eso te gusta, eh? –preguntó separándose mínimamente y relamiéndose los labios antes de continuar con tan exquisita tarea.

No pude hacer más que gemir débilmente agarrándome a su rizado cabello y apretando con fuerza para que siguiera chupándome de aquel modo tan agradable. La caricia de Pilar se hizo más profunda al empezar a mordisquear con sumo cariño mis pezones, consiguiendo de ese modo hacerme enloquecer sin remedio. Continuó con su descenso llegando a mi abdomen en el cual se entretuvo unos instantes antes de toparse con la toalla que me cubría. Mirándome a los ojos, sonrió de forma maliciosa antes de pasarme las uñas por mis muslos para subir y bajar por los mismos una y otra vez. Una inolvidable corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza disfrutando del roce de sus uñas a lo largo de mis muslos.

No aguantaba más tanto placer. Deseaba que me despojara de la toalla y que me quitara después el bóxer bajo el que mantenía guardado el tesoro que estaba seguro que tanto codiciaba. Sin embargo, Pilar parecía no tener prisa alguna entreteniéndose en otros menesteres, en otros preliminares con los cuales me hacía perder la razón. Intercambió sus uñas pintadas de color marrón por su lengua con la cual repitió el ritual anterior empezando a bajar y subir humedeciéndome mis muslos con la misma sin tomarse un solo segundo de respiro. Mientras seguía con esta caricia no apartaba sus ojos color miel de los míos.

De ese modo estuvo un rato que me pareció eterno jugando con mis muslos hasta que, levantando su cabeza, agarró la toalla entre sus dedos empezando a desatarla para dejar aparecer el bulto que se adivinaba bajo la tela del bóxer. Sonrió nuevamente ante lo que sus ojos veían y sin pensárselo más se hundió entre mis piernas acariciando mi herramienta por encima de la tela del bóxer. No tardó mi verga en responder a las caricias que me propinaba Pilar poniéndose bien dura y mostrando una erección más que interesante.

¡Sabía que no me ibas a decepcionar! –dijo con voz temblorosa al tiempo que agarraba la tela del bóxer de cada lado y, haciéndome levantar levemente las nalgas, fue bajando aquella prenda hasta dejar aparecer mi polla en todo su esplendor.

Se quedó observándola unos segundos con la boca abierta para, una vez recobrado el control, empezar a pajearme con sus dedos de forma lenta pero precisa. Lancé un gemido ahogado echando la cabeza hacia atrás demostrándole de esa manera el profundo gusto que sentía.

Ahora Carlos, prepárate a disfrutar con lo que voy a hacerte. Te voy a hacer sentir la mejor mamada que hayas gozado en tu vida…..

Sin más demora llevó hacia atrás la piel del prepucio que cubría mi glande y abriendo la boca se la introdujo de una sola vez tragándose la mitad de mi polla. Volví a gemir de forma ahogada mientras me agarraba a su cabello con los ojos completamente cerrados sintiendo el fantástico roce de su lengua a lo largo de todo mi tallo. Pilar fue lamiendo mi polla arriba y abajo ensalivándola por completo y apoderándose de mis huevos los cuales se hallaban bien cargados y dispuestos a llenarla con toda mi corrida. Mientras ella se masturbaba con sus dedos pasándolos y repasándolos sobre su clítoris, me hizo levantar ligeramente las nalgas para colocar un dedo en mi entrada posterior lo cual me produjo un placer inigualable y desconocido.

Pilar fue acelerando el ritmo hasta hacerme llegar a un punto en que tuve que separar su cabeza de mi verga pues veía cercana mi eyaculación si seguía mamándome de aquel modo. Agarrándola por los brazos la hice levantar y poner sobre mí apuntando con mi excitado miembro contra la entrada de su empapada vagina. Se sentó sobre mí clavándosela de un solo golpe y mordiendo con fuerza su labio inferior para no dar a conocer a los cuatro vientos el tremendo placer que sentía en esos momentos. Alargué mis manos hacia sus nalgas apoderándome de ellas y, una vez estuvo bien acomodada, empecé a golpear contra sus entrañas cada vez a mayor velocidad.

Ella, apoyada en mis hombros, parecía enloquecer con los ojos en blanco y la mirada completamente perdida. Botaba y botaba al tiempo que se agarraba a mí gozando de tan horrible follada. Apoyé uno de mis dedos en su agujero posterior y aquel fue el detonante que hizo que alcanzara su primer orgasmo cayendo derrotada sobre mí.

Con gran alegría por mi parte había destapado la afición de Pilar por la sodomía. ¡Había descubierto uno de los puntos más sensibles de aquella espectacular muchacha y estaba dispuesto a aprovecharme de ello al máximo!

Ella no tardó en recuperarse, colocándose bien sentada nuevamente encima de mí con las manos apoyadas en mis brazos y echando la cabeza hacia atrás al volver a sentirse traspasada por mi inflamado miembro. Empecé a moverme a gran velocidad golpeando sin descanso con mis pelotas contra sus nalgas las cuales recibían aquellas acometidas abriéndose a cada golpe que le daba. Noté la cercanía del orgasmo y se lo hice saber, levantándose ella con rapidez para, arrodillándose, empezar a masturbarme con su mano al tiempo que abría la boca esperando recibir el néctar de mi amor.

¡Vamos muchacho, córrete…..vamos Carlos, dame toda tu leche y córrete en mis labios y mi cara! –dijo moviendo la mano arriba y abajo hasta que sujetándome a ella reventé muerto de placer.

Exploté corriéndome de manera abundante debido al mucho tiempo que había logrado aguantar mi tan deseada corrida. Mis goterones de semen fueron a dar sobre su bello rostro y sus labios donde vi con los ojos entrecerrados cómo ella los recogía con cara de gatita relamiéndose de placer y reuniendo con sus dedos el semen pringoso y de color blanquecino, caído sobre sus redondos senos, para llevarlo a su boca donde lo degustó con un gesto de enorme satisfacción.

Poniéndose en pie, Pilar montó nuevamente y se abrazó a mí con fuerza palpitándole el corazón de forma desbocada debido a la mucha tensión acumulada y a las muchas sensaciones vividas. Fijamos nuestros ojos de forma profunda en los del otro sonriéndonos con complicidad y picardía y acercando nuestros labios para acabar fundidos en un último beso con el que pretendíamos darnos a conocer todas las emociones experimentadas en aquel primer encuentro entre nuestro par de almas jóvenes y deseosas de conocer todos los rincones ocultos del otro.

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