miprimita.com

Aprendiendo a complacer (1)

en Hetero: Primera vez

No se me da bien el sexo. Por más que lo intento soy un desastre, y sin embargo, puedo asegurar que lo intento… porque para ser bueno en algo hay que aplicarse, ¿no?

Realmente no sé si tengo un problema, si todos los tíos que me he follado hasta ahora son unos inútiles o si espero de un orgasmo mucho más de lo que es.

Cuando acabo de echar un polvo siempre pienso que ya está bien, que la siguiente vez que me folle a un tío será porque siento algo por él, no porque ha estado en el momento justo en el sitio preciso. Y es que, cuando a mi alrededor todas mis amigas tienen novio, relaciones maravillosas, de uno, dos o los años que sean, pienso que la siguiente en caer seré yo, y que el estar con alguien significará más tiempo para conocer a esa persona, para que él aprenda lo que me gusta y que yo aprenda a satisfacerlo. Alguien con quien me atreva a jugar a cualquier cosa, porque eso es lo malo de sólo follar con desconocidos: que no son de fiar.

Pero de momento, sigo sin tener novio, y sigo demasiado caliente como para aguantar sin follar, así que sigo con mis lecciones prácticas sobre "cómo echar un buen polvo y que sea lo suficientemente bueno para contarlo".

Nunca he tenido problemas para pillar un tío: no es que sea un pibón, ni mucho menos, y siento si a algún hombre le molesta mi comentario, pero es que a la hora de follar es muy fácil encontrar un tío si una tiene ganas. Y normalmente yo suelo tener bastantes.

Como siempre he vivido en un sitio muy pequeño lo de encontrar gente que luego no vaya a volver a encontrarme es complicado, y así fue como empecé a mirar por Internet, a descubrir páginas, entre ellas esta, y a conocer gente.

Todorelatos me dio unas cuantas oportunidades: basta con hacer algún comentario cuando algo te gusta para que la gente se fije en ti, y como siempre he sido una lectora ávida, pronto tuve una larga lista de personas agregadas en mi cuenta del msn. Gracias a estas conversaciones empecé a soltarme más, a imaginar más allá de lo que he visto en películas porno (bastante lights, por cierto, visto lo que se puede llegar a hacer) y a conocer a gente muy interesante.

Así llegó mi primer encuentro real. Fue en la ciudad donde estudio, con un chico algo mayor que yo que vivía en Madrid, y aprovechó venir a ver a su familia para quedar conmigo para una tarde de sexo.

Lo habíamos hablado muchas, pero muchas veces por msn. Qué haríamos, cómo iría vestida para excitarle, hasta dónde estaba dispuesta a llegar y cómo se iba a desenvolver la cosa. A él le iba mucho el rollito dominador, y a mí me atrae bastante esa fantasía, que me manden, y dejarme hacer, pero realmente me da bastante miedo quedarme sometida a alguien que no conozco y sin posibilidad de escapar o negarme. Así que aquel día todo iba bastante orquestadito: él me recogería en coche para ir al chalet familiar, que por ser otoño estaría vacío; yo tenía que ir vestida provocativamente, tal y como a él le gusta, y quedamos en una zona alejada del centro de la ciudad, cerca de un descampado.

El rato que estuve esperando a que llegara me sentí bastante expuesta, porque a pesar de no ser el centro, había bastantes personas rondando aquella zona, entre ellas varios hombres, ya mayores, paseando el perro, que no se cortaban lo más mínimo en mirar como iba vestida, añadiendo alguna mueca de desaprobación ante mi vestuario. Llevaba unas botas altas color granate, con unas medias de rejilla negras que me llegaban un poco por encima de las rodillas. Para conjuntar llevaba puesta una minifalda granate que hacía años que no me ponía porque me quedaba pequeña, y una camiseta también granate de tirantes y escote en uve. Además llevaba puesto un sujetador sin tirantes y un tanga que me había comprado unos días antes por si Fran quería rompérmelo.

El plan era sencillo: él me recogía, nos íbamos al chalet, yo le hacía una mamada (más concretamente, él me follaba la boca), él me comía el coño y me echaba un polvo. Aquella vez quedamos en que la cosa no iría más allá de eso, que el culo era negociable si todo salía bien, y que todo tenía que ir aderezado de bocados, mordiscos, bofetadas y muchas palabras sucias.