Encuentro casual con mi cuñada
Volvía a Madrid de un viaje de trabajo y debido a la larga duración de aquella reunión de negocios perdió el vuelo que debía llevarle de vuelta a casa. La solución fue pasar una noche en un hotel donde se encontró con una agradable sorpresa. Su cuñada también debía volver en el mismo vuelo y no encontraba habitación para dormir. De ese modo acabaron compartiendo cama y algunas cosas más
Daniel is travelling tonight on a plane,
I can see the red tail lights heading for Spain,
oh and I can see Daniel waving goodbye,
God It looks like Daniel, must be the clouds in my eyes.
They say Spain is pretty, though Ive never been,
well, Daniel says Its the best place hes ever seen,
oh and he should know hes been there enough,
Lord I miss Daniel, oh I miss him so much.
Oh Daniel my brother,
you are older than me,
do you still feel the pain
of the scars that wont heal?
Your eyes have died, but you see more than I,
Daniel youre a star in the face of the sky
Daniel, ELTON JOHN
Eran las nueve y media de la noche cuando abandoné el taxi después de pagarle religiosamente la carrera al conductor que me había llevado de la oficina al hotel. Con cajas destempladas y bastante contrariado por la pérdida del avión que debía devolverme a casa junto a mi querida mujercita llegué finalmente a la recepción de aquel hotel céntrico de Barcelona donde iba a pasar la noche, pues la reunión con los alemanes se había alargado más de la cuenta obligándome a quedarme en tierra aquella noche sin posibilidad de salir hasta por la mañana.
El bueno de mi jefe, el señor Salvatierra, me había jodido bien como solía hacer habitualmente. Lo tenía ya todo bien planeado para poder coger el avión de las ocho, echar una pequeña cabezada o leer un rato en el avión y llegar a Madrid sin mayores problemas. Pero no fue así Aquel negocio, aquel contrato de gran importancia e interés para la empresa hizo que el señor Salvatierra se mostrara especialmente amable y cordial con los clientes alemanes de nuestro proveedor de productos farmacéuticos.
De manera particular se mostró más que amable y cordial con la guapa Erika, aquella especie de amazona de unos treinta y tantos años y de larga cabellera rubio platino como correspondía al esquema típico que teníamos los españoles respecto a la mujer teutona. Aquello era algo que solía producirse de forma corriente. Todos pensábamos que entre ellos había algo más que simples negocios aprovechando los viajes a Alemania o a España para pasar agradables ratos en la intimidad de cualquier hotel y fuera del control de la esposa del señor Salvatierra la cual aguantaba estoicamente las continuas infidelidades de su marido.
Erika, la directora comercial de la firma alemana, resultaba realmente una mujer elegante, discreta y de bellas facciones y cuerpo explosivo así que no resultaba difícil imaginar que ella y mi jefe estuvieran liados pues cada uno podía ofrecer todo lo que el otro necesitaba. El señor Salvatierra, cercano a los sesenta pero todavía de buen ver, podía ofrecerle a ella la seguridad de un hombre maduro y de buena posición económica además de los muchos regalos con los que la obsequiaba sin molestarse ni tan siquiera por el qué dirán entre la gente de la oficina. Ella, por su parte, tenía mucho que ofrecer. Era inteligente, bella y con un don especial para los negocios. Siempre vestía de forma elegante con aquellos trajes chaqueta o vestidos de noche bajo los que se escondía aquel cuerpo de formas bien marcadas y que resultaba el sueño para todos nosotros.
Así pues, aquella tarde viendo que la hora de mi marcha se acercaba peligrosamente y que aquella reunión no parecía tener fin, mil demonios me corrían por el cuerpo viendo a mi jefe halagándola y ofreciéndole un café tras otro lo cual ella rechazaba con la mejor de sus sonrisas y con un brillo en sus ojos más que evidente de lo que más tarde podía ocurrir. Al acabar la reunión, comenté que me resultaría imposible coger el último avión de vuelta a casa diciéndome él que tomara una habitación para la noche y que avisara a mi mujer para informarla de mi retraso. Con ligera ironía dijo que ella sabría comprender la situación y mi retraso más que justificado.
De ese modo, allí me encontraba en la tesitura de tener que reservar una habitación deprisa y corriendo en el hotel al que suelo ir habitualmente. Al entrar al hall del hotel me encontré con la sorpresa de ver sentada en uno de aquellos amplios sillones negros de piel a mi querida cuñada, la cual se alegró enormemente de verme.
Hola Laura, ¿qué haces en Barcelona? le pregunté mientras unía mi boca a su mejilla para besarla de manera cariñosa.
¡Qué suerte que te encuentro, Salva! Pues verás, mi avión llegó tarde y no pude conectar con el vuelo de Madrid y encima para acabarlo de rematar no hay habitaciones en ningún hotel. Estoy desesperada, ya llamé a todos los del listín de teléfonos y no encontré ni una habitación libre. ¿Tienes habitación reservada? me preguntó preocupada.
Sí, espero que me la hayan reservado le dije tratando de tranquilizarla.
No sabes el favor que me harías, cuñado. Tendrás que darme albergue por esta noche, la verdad es que no me haría mucha gracia tener que pasarla en una butaca del aeropuerto comentó ella con cara de resignación.
No te preocupes Laura, espérame y deja que nos registremos. Pediré una habitación para dos.
Lo cierto es que aquello me iba a suponer un inesperado gasto extra pero por hacer un favor a mi querida cuñada el desembolso bien valía la pena. La joven recepcionista confirmó mi reserva y me preguntó, sonriéndome mientras miraba a Laura por encima de mi hombro, si deseaba una habitación con dos camas o bien una con cama doble.
Con cama doble está bien le respondí sin hacer caso de la sonrisa cómplice de la guapa recepcionista.
Regresé con el botones junto a Laura y con nuestro equipaje llegamos a nuestra habitación dándole una pequeña propina al muchacho el cual se retiró dejándonos solos.
¿No había con dos camas? me interrogó al ver que el cuarto sólo disponía de una cama.
No, no había posibilidad de encontrar ninguna disponible mentí como un bellaco. Como mi reserva estaba hecha para una sola persona, tuvieron que arreglarlo con una habitación con una sola cama ya que no había de dos. Ya lo tenían todo asignado y no podían solucionarlo de otra manera le contesté.
¿Y qué le voy a decir a Mario? Si ya es difícil decirle que vamos a compartir habitación, mucho más lo va a ser que vamos a dormir juntos me dijo.
Pero no tienes que decirle nada a tu marido. Tan sólo llámale y dile que afortunadamente conseguiste una habitación para pasar la noche y que mañana vuelves a Madrid. Ahora voy a llamar a casa y diré lo que acabo de decirte así que tú deberías hacer lo mismo para no preocupar a tu esposo. Yo no me registré, de hecho te registré a ti así que la habitación está a tu nombre. A mí ni me has visto.
Quizás tengas razón dijo no muy convencida. Bueno, le voy a llamar exclamó sacando su móvil del bolso y a los pocos instantes la oí empezar a decir una vez estableció comunicación con su esposo: Sí, soy yo otra vez cariño. Al fin encontré una habitación libre para poder pasar la noche. Por suerte hubo una cancelación en una reserva y el recepcionista se compadeció de mí y me la dio así que ya no tengo que pasar la noche en el aeropuerto.
De esa manera escuché a mi cuñada hablar con su marido dándole las explicaciones oportunas antes de despedirse de él:
No, no estoy cansada. Voy a bajar a cenar algo y luego miraré la tele un rato sí el avión sale de aquí a las nueve y cuarto así que estaré en Barajas sobre las diez. Ya cogeré un taxi para que no tengas que ir a por mí. Te llamo cuando llegue. Bueno, adiós. Un beso, cariño.
Una vez colgó, Laura guardó su móvil nuevamente en el bolso y me miró divertida.
Al fin, ya está hecho. Espero que nunca se entere de esta pequeña infidelidad -añadió sonriendo.
Laura es realmente guapísima con su hermoso rostro de finas líneas . Es alta, de muy buen porte, curvilínea, con grandes pechos, redondas y rotundas nalgas y con aquella larga melena castaña y ondulada que le caía sobre los hombros de manera graciosa y descuidada. Lo cierto es que mi cuñadita era una auténtica belleza de mujer con la que, debo reconocerlo, alguna vez había tenido algún turbio sueño. Se había casado tres años antes con el hermano de mi mujer y aún no habían tenido descendencia.
Hagamos una cosa. Para no aburrirnos en el hotel y como todavía es pronto vamos a un restaurante que hay aquí cerca. ¿Qué te parece? le pregunté aceptando ella al instante mi sugerencia.
Durante la cena y ya esperando el segundo plato, ella se abrió a mí y me contó que su marido le había puesto los cuernos con una amiga suya. Mientras me lo contaba entre sollozos, sus bonitos ojos se llenaron de lágrimas y yo le cogí la mano para tratar de calmarla. Esa simple caricia fue el principio de todo lo demás. Una vez se tranquilizó, la saqué a bailar para que se animara. Yo sentía como toda una corriente eléctrica me recorría todo el cuerpo. El olor de su suave perfume me llenaba la cabeza de sensaciones agradables, mi mano apoyada en su cintura, mi mejilla junto a la suya sintiendo su respiración y el simple roce de su cabello sobre mi rostro, sus senos descansando sobre mi pecho Sin poder evitarlo, mi erección llegó en segundos haciéndose sentir debajo de la tela del pantalón del traje. Ella la sintió pues resultaba más que evidente allí bailando tan juntos y apretados aquella lenta balada. Por mi cabeza pasó su reacción separándose de mí o dándome directamente una bofetada. Sin embargo, Laura me miró sonriendo al parecer nada molesta por la presión que ejercía entre sus piernas mi encabritado dardo el cual luchaba ferozmente por salir al exterior. Mi cuñada acomodó su pubis contra mi entrepierna haciendo así el roce mucho más profundo e intenso. Ella suspiró ligeramente con un suspiro que quería significar muchas cosas. Viéndola así de excitada la acompañé en aquel suspiro tan tentador y sensual.
Salva, esto me parece una verdadera locura pero estando tan lejos de casa no lo parece tanto. Además seguro que mi marido está con su nueva amiguita aprovechando mi ausencia así que no voy a perder la oportunidad de echar una cana al aire contigo finalizó entre susurros mientras notaba como se apretaba contra mí aún más.
Con dicha aceptación ambos nos miramos fijamente a los ojos, antes de cogerla yo del cuello y obligarla a ladear levemente la cabeza para juntar nuestras bocas en un beso suave y delicado pero que prometía una noche apasionada. Presionando contra sus labios se los hice entreabrir permitiendo el paso de mi lengua la cual se unió a la suya mezclándose en el interior de su boca. Mientras tanto, mis manos no permanecieron quietas ni un solo segundo recorriendo la parte trasera de sus muslos por encima de la falda que llevaba. Al fin logramos separar nuestros cuerpos pudiendo ver sus brillantes ojos los cuales mostraban el deseo que la envolvía.
Cuando regresamos a nuestra mesa, el camarero nos llenó nuestras copas lo cual aproveché para coger una mano de Laura y hacer un brindis:
Porque esta noche resulte inolvidable para ambos
Laura no dijo nada, tan sólo volvió a sonreír antes de llevarse a la boca la copa de vino bebiendo un largo trago. Nada más dejar reposar la copa sobre el tapete, me acerqué a ella dándole un nuevo beso que ella recibió abriendo los labios para así permitir que nuestras lenguas se fueran conociendo mucho más. Durante el resto de la velada estuvimos bebiendo y riendo como si de un par de novios se tratara, alegres por nuestra precaria libertad, por nuestra audacia de hacer algo que sabíamos estaba lleno de fuego, de pecado y que seguramente nunca más iba a volverse a repetir. Yo quería tenerla de nuevo en mis brazos, disfrutar de aquel cuerpo tan femenino y cálido así que la llevé a la pista reanudando el baile que me había llevado cerquita del cielo. Con las manos le acaricié la espalda por encima de su blusa blanca, a través de ella notaba el calor de su cuerpo y, teniendo su cabeza apoyada en mi hombro, junté mi boca a su oído y en voz baja apenas pude musitarle:
¿Sientes en estos momentos lo mismo que yo?
Si lo que sientes es mucho calor por todo el cuerpo, debo reconocer que sí confesó sin dudarlo un instante.
También siento una gran alegría que no sé explicar le dije clavando mi mirada en la suya.
Cuñado, sácame de aquí. Vámonos Salva, vayamos al hotel me imploró cogiéndome con fuerza de los hombros.
Tras pagar la cena y camino del hotel Laura me dijo, riéndose con cara de niña buena, que se sentía un poco borrachita por el vino y el champán y que ojalá no hiciera ninguna tontería.
A mí sí me gustaría hacer todas las tonterías del mundo contigo reconocí ya totalmente lanzado y sin acordarme para nada de mi mujer.
Dicha confesión por mi parte hizo que mi joven cuñada se volviera aún más loca, mirándome de un modo que ahora sí sabía que era de total aceptación por parte de ella. Aquella noche iba a poder disfrutar del cuerpo sensual y de redondas formas de mi querida cuñadita y pensaba aprovecharme de aquella ocasión todo lo que pudiese.
Haciéndole comentarios ardientes al oído mientras subíamos en el ascensor y, luego en el pasillo camino de nuestra habitación, llegamos al fin a la misma. La besé apenas entramos, sólo que ya no fue un beso dulce y tierno sino que fue un beso cargado de lujuria y malos propósitos por parte de ambos. Nos restregamos el uno al otro mientras mis manos recorrían su cuerpo, mi boca mordía sus labios húmedos y ávidos de besos, chupaba su cuello al tiempo que mis manos acariciaban su espalda y sus pechos por encima de la blusa.
No Salva, no por favor, vamos a comportarnos me dijo separándose de mí. No quiero hacer algo de lo cual después me arrepienta exclamó en un corto momento de lucidez.
Lo que tú digas Laura. No quiero obligarte a hacer algo que no quieras pero nadie debe enterarse de nada le dije tratando de convencerla de seguir.
Voy a darme una ducha y a ponerme mi pijama en el baño y después me iré a dormir. Tú deberías hacer lo mismo. Vamos a portarnos bien, ¿eh Salva? me dijo metiéndose al baño con su ropa de noche en las manos.
Me desvestí quedando sólo con los calzoncillos pues no suelo usar pijama ya que así me siento mucho más libre. Me tumbé en la cama y encendí un pitillo mientras esperaba que saliese del baño. Estuve escuchando diez largos minutos correr el agua de la ducha imaginándola desnuda y aguantándome las ganas de ducharme con ella. Yo no estaba preocupado, simplemente me dediqué a darle tiempo al tiempo, esperando acontecimientos y que la naturaleza actuase por sí sola. Al fin pude oír cerrarse el grifo de la ducha y después los ruidos que mi guapa cuñada hacía en el baño vistiéndose para dormir. Laura salió del baño y la verdad es que estaba preciosa con los cabellos húmedos de la ducha y aquella bata blanca semitransparente que dejaba ver debajo de ella su pijama de dormir, igualmente blanco y de fina seda.
Estás guapísima, Laurita le dije mientras yo me dirigía al baño. Como un verdadero ángel, un auténtico y hermoso ángel.
Ella sonrió ligeramente dibujándose en su bello rostro una leve nota de rubor y sin dejar de ver mi más que evidente erección, mi polla que luchaba denodadamente por escapar de mis calzoncillos. Estaba bien seguro que Laura, mi querida cuñadita, no podría resistir la tentación de que pasáramos la noche juntos estando tan cercanos el uno al otro. Así pues me metí en el baño con mi neceser y allí me lavé los dientes y la cara, me puse un poco de loción en el cuello y regresé finalmente a la habitación. El cuarto se encontraba en penumbra y con la lámpara de la mesilla ya apagada. Sólo la luz de la tele medio iluminaba la estancia y entonces echando un rápido vistazo observé la bata blanca, que hacía unos instantes cubría el cuerpo de mi cuñada, descansando sobre el respaldo de la silla. Caminé hacia el gran ventanal centrando mi atención, entre la soledad de la noche, en los coches parados en espera de que el semáforo se pusiera en rojo dando rienda suelta a aquellos motores tan necesitados de ponerse en marcha hasta el próximo semáforo donde deberían detenerse irremediablemente. Abandonando aquella imagen urbana, levanté la mirada al cielo topándome a lo lejos con una luna inmensa, entre los huecos de nubes negras y grises corriendo lentamente por el cielo. Me volví hacia la cama donde aparecía la silueta de Laura, la hermosa forma de su cuerpo cubierta apenas por la sábana. Me deshice de mis calzoncillos, dejé caer mi cuerpo sentándome en la cama, y me metí en la cama cubriéndome con la sábana.
Buenas noches Laura dije girándome levemente hacia ella.
Buenas noches Salva, que descanses me respondió. Si quieres puedes ver la tele, a mi no me molesta.
Al fin había llegado el momento, no había tiempo que perder, era ahora o nunca pensé dentro de mi cabeza. Yo lo que quería ver eran otras cosas y sin poderlo resistir, me volví hacia ella y alargué la mano acariciándole suavemente la espalda. Ella no dijo nada dándome pie a seguir con mis caricias hasta que la vi girarse viéndola respirar con cierta dificultad.
Salva, te deseo te deseo. Sé que luego me arrepentiré pero ahora mismo quiero que me hagas tuya y me hagas feliz la escuché decir con voz apenas audible.
Me ofreció su boca, aquella boca jugosa y de labios húmedos que había probado minutos antes. Acogí entre mis brazos su femenino cuerpo besándonos nuevamente, primero reconociendo los labios del otro para luego hacer aquel beso mucho más profundo abriendo ella su boca y metiendo en ella mi lengua enredándola con la suya en una lucha furiosa que nos hizo estremecer a los dos.
Eres tan bonita le dije acariciándole la mejilla con mis dedos para después echar a un lado aquel gracioso mechón de pelo que le cubría el ojo.
Ámame ámame y hazme feliz entre tus varoniles brazos y tu cuerpo tan masculino -respondió ella entrecortadamente y cerrando los ojos en actitud de clara entrega.
Aparté la sábana a un lado regalándome con la imagen de su curvilínea silueta cubierta por el pijama que muy pronto haría desaparecer entre mis dedos. Aquel pijama blanco inmaculado escondía parte de su belleza haciéndola aún más deseable para mí. Fui desabrochando uno a uno los botones hasta que finalmente le quité la chaqueta del pijama quedando el torso de Laura ante mí tapado únicamente con aquel encantador sujetador de color amarillo pálido que ocultaba a mi vista aquel buen par de razones.
Quitámelo vamos no me hagas esperar más me invitó incorporándose sobre sus codos para ayudarme a que se lo hiciera.
Sin esperar más deslicé los tirantes por sus hombros desabrochando a continuación el cierre de su espalda para hacer que el sujetador desapareciera finalmente. Así estuve unos segundos contemplando tanta belleza antes de lanzarme sobre aquellas montañas las cuales besé con dulzura y suavidad notando como ella vibraba de emoción. Tras embriagarme con aquel par de pechos me dirigí a sus oscuros pezones para lamerlos y chuparlos, mordisqueándolos después con mis dientes hasta escucharla gemir y pedirme que siguiera con aquella caricia tan turbadora. Noté como ella pasaba su mano por detrás de mi cuello cogiéndome la nuca y apretándome contra ella demostrándome el inmenso placer que estaba sintiendo en esos momentos. Dejando a un lado tan dulce manjar, descendí por su vientre hasta llegar al pantalón del que la despojé con presteza y rapidez.
Me hinqué entre sus piernas y se las hice doblar tomando después sus muñecas y extendiendo nuestros brazos en cruz. Ella me miraba anhelante, en silencio, dejándose hacer y esperando que yo llevara toda la iniciativa. Sin hablar palabra, sólo con nuestras miradas ambos nos decíamos todo el deseo y la lujuria que invadía nuestros cuerpos. Sus ojos se clavaban en los míos bajándolos después hacia mi polla que, completamente erecta, deseaba ser cobijada por la suavidad del cuerpo de mi joven cuñada. Deshaciéndome de la última prenda que cubría su desnudo cuerpo fui dejando resbalar sus diminutas braguitas a través de sus muslos, sus rodillas y sus pantorrillas hasta que finalmente, y con un gracioso movimiento de sus pies, me ayudó a quitárselas.
Allí tenía a aquella diosa completamente desnuda y entregada para mi total disfrute. ¡Qué maravillosa vista la de aquella mujer entregada con sus rodillas bien separadas y su pubis coronado con rizados vellos rodeando aquella raja tan anhelada! Me tumbé sobre ella y froté mi pene con los labios de su coño sintiendo como nuestros líquidos se mezclaban entre sí.
Qué hermosa eres cuñadita igual que un ángel le dije amorosamente antes de volver a unir mis labios con los suyos.
Renuncié a sus labios dirigiéndome a su cuello para comérselo con verdadero deleite chupándoselo y lamiéndoselo hasta que la noté bien preparada para pasar a follarla. Entonces me incorporé soltando sus brazos, ensalivé mi polla y la llevé a su agujero el cual ya estaba suficientemente lubricado y empapado como para acoger mi duro miembro. Ayudándome ella al separar sus labios vaginales con sus dedos, busqué la entrada y cuando sentí que mi polla estaba en posición, empujé mi cuerpo dejándome caer y sintiendo como empezaba a penetrarla. La cara de Laura cambió de ansiedad a una enorme alegría al notarme tan dentro de ella. Todo lo que vendría a continuación iba a ser un profundo placer disfrutando por completo de nuestros cuerpos y ambos lo sabíamos. Su bello rostro congestionado y con los ojos fuertemente cerrados reflejaba su deseo, pero al abrirlos y ver mi sonrisa ella también me sonrió de puro agradecimiento.
Te voy a hacer sonreír mucho esta noche, preciosa le dije envolviendo su orejilla con mis labios y chupándosela con fruición.
¿Mucho, mucho? me preguntó jadeando de placer y estremeciéndose entre las revueltas sábanas.
Mucho, mucho afirmé con completa seguridad.
Como un pistón, mi polla se deslizaba en el interior de su coñito con sumo placer y facilidad como hace el cuchillo en la mantequilla. Laura gemía y sus gemidos cambiaban de tono constantemente, tan pronto gemía y sollozaba débilmente como al instante lanzaba lamentos de mayor volumen. Entonces enlazándola por la cintura la levanté haciéndome con sus pechos, hermosamente erguidos y se los besé para darle a mis labios y mi lengua el placer de saborear la piel tersa de mi cuñada. Ella tenía cruzadas sus piernas por detrás de mis nalgas apretándome contra ella y marcándome el ritmo de la follada mientras sus manos en mi espalda hacían que me estremeciera de placer.
¡No pares Salva, me voy a correr ya, estoy a punto de correrme!
Córrete mi amor, córrete. Quiero tu orgasmo, quiero vivirlo le contesté.
Incrementé mi velocidad para que Laura alcanzase su orgasmo. Definitivamente no hay nada más bello que una mujer disfrutando del sexo, yo disfrutaba de su belleza salvaje, de su cuerpo sudoroso, de sus cabellos revueltos cayéndole por su rostro, de cada choque de mi cuerpo contra el suyo, de las mil sensaciones en mi cerebro y en mi polla que gozaba del calor de su coño, de su presión, de su suavidad.
Me estás follando de maravilla casi gritó ella entre la sinfonía de gemidos y jadeos en que se había convertido aquella habitación de hotel.
Córrete mujer, dame tu orgasmo, vamos regálamelo.
¡Sí, sí, lo siento llegar ya viene oooh ! ahora sí chillaba como una loca moviéndose bajo mi cuerpo entre espasmos involuntarios.
Sentí las contracciones de todos sus miembros. Mi bella cuñadita se había entregado a mí por entero y debo decir que había sido una experiencia realmente maravillosa. Laura era una hembra en la plenitud de sus condiciones sexuales y me lo había demostrado con aquella unión tan plena.
¡Más despacio, ya me viene otro muévete más despacio Salva, por favor!
Te quiero hacer sonreír le dije orgulloso.
Ella me miró regalándome una media sonrisa forzada debido al intenso placer que sentía.
Soy tan feliz me haces sentir tan feliz -me dijo entregándome sus labios y mordiendo mi labio inferior hasta hacerme gritar débilmente.
Tú también me haces sentir bien le contesté memorizando su rostro de facciones cansadas pero relajadas al mismo tiempo.
Vas a hacer que me vuelva a correr, tu pene me vuelve loca quiero que te corras tú también conmigo.
Claro preciosa, te voy a llenar el coño con mi leche.
Tú también eres precioso. ¡Dios, qué placer me haces sentir!
Acercándome más a ella, cogí sus cabellos tirándolos hacia atrás. Ella gimió nuevamente, sabía que quería ser dominada y así fui aumentando el ritmo de mis movimientos para que nos corriéramos, sabiendo que no tardaríamos en alcanzar nuestros orgasmos.
¡Te siento hasta en la garganta, me voy a correr, hazlo conmigo vamos, te quiero sentir entero, Salva!
Me moví como todo mi cuerpo me lo pedía y llegué al fin a mi orgasmo explotando en una sensación total de placer. Gimiendo los dos, suspirando, descansando en su piel sudorosa como también estaba la mía, sintiendo la suavidad de su piel, su respiración entrecortada, sus contracciones junto a mis espasmos.
¿Lo has pasado bien? ¿Te hice sonreír cuñada? le pregunté una vez nos fuimos recuperando levemente del orgasmo obtenido.
Mucho me respondió tumbada a mi lado y besándome la cara y el pecho.
Que bello resulta que una mujer haga lo que hace, es tan bello su agradecimiento, resulta tan espontáneo, tan femenino que casi me resulta molesto no ser así. Le acaricié su cabello con mis dedos y sus pechos con la otra mano mientras en silencio me recuperaba lentamente. Yo quería darle algo que no sabía qué era, algo que nos mantuviese juntos e hiciese el momento mucho más hermoso.
¿En qué piensas ahora? me preguntó ella jugando con el vello de mi pecho.
Pienso que esta noche no la voy a olvidar nunca. Que me encontré a una maravillosa mujer que no quiero perder
¡Qué fácil respuesta, cabrón! ¡Todos los hombres sois iguales! Después de follarme es lo único que se te ocurre decirme después de seducirme como a una colegiala me recriminó Laura, medio triste, medio enojada.
Yo asombrado por aquel comentario, no sabía qué responder. Yo creía que mi respuesta había sido la correcta, así lo sentía y en esos momentos lo que más deseaba era tomar de nuevo fuerzas para follármela otra vez.
¿Es eso todo lo que tienes que decir? me preguntó.
Traté de acercarme a ella para besarla y acariciarla para así acallar sus pensamientos con cariño, pero ella tan sólo quería escuchar algo que yo no sabía qué era.
Laura, ¿qué quieres que te diga? le pregunté fijando mi vista en sus bonitos ojos.
Ella se me quedó mirando como viendo una cosa muy desagradable. Estaba a punto de contestarme cuando su móvil sonó rompiendo la tensión de aquel momento.
Contesta, es tu marido le dije viendo reflejado en la pantalla del móvil el nombre de mi cuñado.
Hola escuché decir a mi cuñada. Ya estaba medio dormida, Mario. ¿Qué pasa? ¿Qué hora es? Estoy bien mi amor, no te preocupes que me encuentro bien. Sólo necesito dormir un rato el día ha sido muy duro. Yo también te quiero, buenas noches mi amor dijo ella antes de cortar definitivamente la comunicación.
Laura, tras dejar reposar el móvil sobre la mesilla, se tumbó en su lado de la cama sin apartar los ojos del frío techo de la habitación. Sólo se me ocurrió abrazarla tratando de rebajar la tensión anterior. Apretado junto a ella, con una semierección entre mis piernas, intenté dormirme pensando en lo que me había equivocado. Mi cabeza corría a mil por hora cuando sentí la delicada mano de ella acariciándome el pecho.
¿Estás dormido, Salva? me preguntó en voz baja como si temiera que realmente estuviera ya entre los brazos de Morfeo.
No Laura, todavía estoy despierto respondí dejando caer mi brazo sobre su cintura y apretándome contra ella haciéndola sentir mi manifiesto nerviosismo.
¿Tu polla está aún dura? ¿Te gustaría metérmela otra vez?
Sí cuñada, está dura y claro que me gustaría metértela otra vez y disfrutar de tus voluptuosas curvas.
Si realmente lo deseas házmelo de una buena vez Métemela, quiero tenerla de nuevo dentro de mí dijo moviendo sus sensuales nalgas para así animarme para un nuevo asalto.
Espero que no estés arrepentida que haya sido yo el instrumento de tu venganza le dije mientras empujaba buscando entrar mi pene en su agujero.
No es tan bueno hace tiempo que no sentía tanto placer y la verdad es que me gusta tu instrumento y cómo lo sabes manejar.
Para eso están los cuñados, para ayudar a las cuñadas tristes y en desgracia.
Tú de veras me haces sonreír y no tan sólo con tus chistes y comentarios graciosos oooh pero no le vamos a decir nada por el momento, lo primero que debo hacer es pensar en mis hijos ¿lo entiendes, verdad?
Asentí a sus últimas palabras sin decir palabra, sólo montándola sobre mí y haciéndola sentir mi excelsa erección presionando contra su pubis, los pelillos del cual se notaban húmedos de excitación. Sólo deseaba volver a follarme a tan espléndida hembra como tenía entre mis brazos y estaba completamente seguro que ella lo deseaba igualmente, cosa que me dejó bien clara cogiéndome la polla entre sus dedos e intentando introducirla en su estrecha rajita.
Quiero ser tu amante, Salva. Pero en secreto y de forma muy discreta. Debo pensar qué hacer con mi vida y la de mis hijos ohhh, así cabrón métemela hasta el fondo ¡qué bien me lo haces! lanzó un fuerte gemido arqueando el cuerpo por completo y sintiéndose llena con mi gruesa virilidad que empezaba a golpear una y otra vez haciéndola gozar nuevamente de mi persona.
Muévete vamos muévete así le dije junto al oído después que cayera sobre mí moviendo sus caderas a buen ritmo.
Fóllame cuñadito fóllame me haces tan feliz dijo Laura entre sonoros jadeos de satisfacción.
Eso quiero, hacerte muy feliz y que disfrutes de mi cuerpo como yo lo hago con el tuyo declaré mientras le cogía las tetas con mis manos e incrementaba la velocidad de mis movimientos.
Sigue así Salva, no te detengas vamos oooh estoy otra vez a punto -me manifestó ella de forma entrecortada elevándose de nuevo sobre mí y poniendo los ojos en blanco del profundo goce que sufría.
Tuvimos nuestro orgasmo, un orgasmo tremendo sobre todo el de ella que cayó encima mío totalmente agotada y recibiendo los postreros embates por mi parte antes de acabar igualmente eyaculando dentro de ella como culminación a aquella sesión de sexo tan satisfactoria y salvaje para ambos. Nos besamos y acariciamos un buen rato sin pronunciar palabra, disfrutando de nuestra nueva relación de amantes. No sabía cuánto tiempo podríamos gozar de aquella relación entre cuñados y tampoco quería pensar en ello, pero fuera el tiempo que fuera lo que tenía bien claro era que pensaba hacer que se prolongara el mayor tiempo posible.
¿En qué piensas ahora? le pregunté teniéndola con la cabeza sobre mi pecho y jugando con sus todavía húmedos cabellos entre mis dedos.
Lo cierto es que aún no lo sé, pero qué buena es la infidelidad contestó sonriéndome y rodándole por su bello rostro una lágrima de agradecimiento al tiempo que bajaba nuevamente hasta mi sexo el cual se metió en su boca saboreándolo y devorándolo hasta dejarlo bien limpio de restos de semen.
El viaje de vuelta a Madrid lo hicimos en asientos separados. Yo me esperé en mi butaca para abandonar el avión de los últimos, viéndola a ella desaparecer del mismo no sin antes volverse hacía mí y echarme una definitiva mirada de aprobación de aquella nueva relación que acabábamos de iniciar. Cuando llegué al aparcamiento ella ya se había ido. Yo, muy satisfecho de haber ayudado a mi cuñada en sus más turbios deseos, me encaminé donde estaba mi coche montando en el mismo y encendiendo el motor camino de mi casa donde me estaría esperando mi mujer. Finalmente, pensé que debía estar enormemente agradecido a mi jefe por haberme hecho pasar aquella noche en Barcelona. Como diría nuestro querido refranero, no hay mal que por bien no venga, ¿no creen amigos lectores?