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Yendo de compras

en Lésbicos

Yendo de compras

Era el segundo día de rebajas y tras salir de la facultad al acabar la última clase de aquella mañana cogió su moto y se dirigió a la tienda de su amiga Marta. Allí se encontró con Sonia, la dueña de la tienda, la cual la atendió de maravilla terminando las dos tumbadas y cansadas en el interior de aquel pequeño probador…

 

It’s a God awful small affair

to the girl with the mousey hair,

but her mummy is yelling, "No!"

and her daddy has told her to go,

but her friend is no where to be seen.

Now she walks through her sunken dream

to the seats with the clearest view

and she’s hooked to the silver screen,

but the film is sadd’ning bore

for she’s lived it ten times or more.

She could spit in the eyes of fools

as they ask her to focus on

Sailors fighting in the dance hall.

Oh man! Look at those cavemen go.

It’s the freakiest show.

Take a look at the lawman

beating up the wrong guy.

Oh man! Wonder if he’ll ever know

he’s in the best selling show.

Is there life on Mars?

Life on Mars?, DAVID BOWIE

 

Aquel día salí de la facultad sobre las doce una vez hube acabado mis clases de la mañana. Se acababa mi primer curso en la universidad y empezaban las rebajas que suelen ser uno de mis pasatiempos favoritos comprando montones de bisutería y de ropa lo cual para una muchacha de casi dieciocho años y en edad de empezar a merecer no resulta nada extraño. Como decía, al terminar la última clase de la mañana y tras despedirme de mis amigas llegué a la calle en busca de mi moto. Una vez me encasqueté el casco, monté en mi scooter roja como el fuego y poniéndola en marcha me zambullí de pleno en el tráfico de la ciudad.

Aquel miércoles era el segundo día de rebajas y coqueta como soy quería mirarme unos trapitos para el verano que, de forma inevitable, se nos echaba encima. Los últimos tres meses había reunido una buena cantidad de dinero gracias a mi trabajo en el pub y a lo que me habían dado por mi cumpleaños mis padres y mis tíos así que sin pensármelo dos veces me lancé de cabeza en la vorágine del consumismo yendo a mi tienda favorita donde siempre me compro la ropa.

Al llegar frente a la tienda aparqué mi moto en un pequeño hueco que había en la acera y entré como una exhalación en busca de mi amiga Marta la cual me atendía siempre que iba. Sin embargo aquel día no estaba pues Sonia, la dueña de la tienda, me dijo que me atendería ella ya que Marta había tenido un pequeño accidente y debería estar unos días de baja. Conocía a Sonia de hace tiempo pues como dije era clienta habitual de la tienda comprándome todas las prendas bonitas que solía traer, que la verdad es que eran muchas.

Hola Berta preciosa, ¿cómo te va la vida? –me preguntó Sonia con una gran sonrisa.

Muy bien. Acabo de salir de la facultad y he venido a mirar algo de ropa para el verano. ¿Tienes algo nuevo? –le pregunté ahora yo dejando reposar el brazo en el pequeño mostrador.

Pues precisamente tengo unas cosillas de primavera-verano que te irán perfectas para tu estilo casual. Si te parece date una vuelta por la tienda que termino con unas cosas y enseguida te atiendo.

Oh gracias Sonia. No te preocupes que yo ya voy mirando –dije sonriéndole antes de darme la vuelta en busca del pecado que para mí resultaba todo aquello.

Así pues me puse a husmear entre la ropa que tenía colgada en las paredes mirando primero los vestidos de verano que había por los estantes y colgados en los colgadores de las paredes. Siempre iba cerca de la hora de cerrar pues a aquella hora sabía que prácticamente no había nadie y me podían atender mejor. Al parecer ya habían recibido toda la ropa de verano pero lo mejor es que aparecía a precio de rebajas con lo cual me volví loca mirando y remirando todo lo que allí tenía. En especial me gustaron unos vestidos de estilo ibicenco que eran una auténtica monada y con los que imaginé que mi piel oscura destacaría de forma fenomenal.

Ya a esa hora, apenas diez minutos antes de la hora de cerrar, vi a Sonia hablando con otra chica en el mostrador mientras le cobraba lo que se acababa de probar. Entre faldas y camisetas de vez en cuando echaba un vistazo a Sonia viéndola reír con la otra clienta al tiempo que le pasaba la tarjeta de crédito por el datáfono. Sonia era una chica realmente hermosa y siempre parecía muy sexy con aquellos conjuntos de tipo informal con los que solía vestir. De cerca de treinta años tenía un tipito de aquellos que a mí tanto me gustaban, era de aquellas tías casadas y con hijos que en apariencia parecían unas mojigatas pero que seguro que en la intimidad resultaban ser unas perras de mucho cuidado.

Sonreí para mí misma pensando aquellas ideas que tanto solían ponerme. Pensé fugazmente en hacérmelo con ella allí mismo y la verdad es que la idea no me desagradó lo más mínimo. Ya me lo había hecho alguna vez con Marta así que porqué no intentarlo con ella. Sonia era una chica de mediana estatura, con buen cuerpo y algo rellenita aunque no demasiado. De largos cabellos de un bonito tono castaño oscuro que le caían a media espalda y grandes ojos color gris azulado, lo que más destacaba en ella eran sus tetas de buen tamaño que solía hacer destacar bajo pequeños tops o finas camisetas y un culo redondito y bien parado que me ponía a cien siempre que se lo veía bajo unos ceñidos vaqueros o algún vestido veraniego. Hablando alguna vez con Marta me había dicho que su jefa parecía tener ciertas tendencias bisexuales pues en ocasiones parecía fijarse más de la cuenta en ciertas clientas. Sin embargo jamás había habido nada entre ellas más que lo puramente profesional.

Berta, ¿has visto alguna cosa que te guste? –me preguntó Sonia casi gritando. Si te parece cierro la puerta y así te atiendo más tranquila, ¿qué te parece?

Vale sí, como quieras –contesté mientras seguía mirando más y más prendas a cual más bonita y femenina.

Al fin escuché a Sonia echando la persiana de la tienda y como venía hacia donde yo me encontraba toquiteando un collar africano y unos pendientes a juego.

Y dime Berta, ¿has visto algo? La semana pasada me trajeron unas cuantas cosas que son una verdadera cucada para chicas jovencitas como tú.

Pues sí que tienes cosas realmente chulas, Sonia. Mira necesito algo para ir a la playa y algo que me valga para todos los días. He estado mirando los vestidos ibicencos que tienes y la verdad es que me encantan, me parecen una chulada.

Ummm, tú siempre con tu buen gusto. Esos vestidos son de lo más bonito que me han traído este año. Son cien por cien de lino y vienen de Formentera. ¿quieres probarte alguno? ¿Tu talla es la L si no me equivoco, verdad?

Sí, sí, esa es –contesté alegre viendo ir la cosa por tan buen camino. Luego he visto unos shorts tejanos cortísimos y unas faldas que también me han gustado mucho.

Perfecto, vayamos a por todo y te lo pruebas a ver qué tal te queda –exclamó ella ya con dos de los vestidos en la mano.

Al fin escogí varias prendas y me dirigí al probador para disfrutar de todo aquello. Tal como dije me encanta ir de compras y probarme un montón de cosas hasta cansarme.

Bueno, ve probándote cosas y cuando eso me llamas –me dijo Sonia dejándome a la puerta del probador.

Sí, enseguida te aviso y vemos cómo me queda la ropa. Esos vestidos ibicencos me tienen enamorada desde que los vi –comenté ya dentro del probador.

Son de lo más bonito que he tenido en la tienda. Son ideales tanto para la tarde como para la noche.

Empecé quitándome la falda y me probé los pequeños pantaloncillos blancos que me quedaban como un guante. Eran cortos, cortísimos y dejaban ver mis muslos casi adolescentes en su totalidad. Salí del probador llamando a Sonia la cual vino junto a mí al momento.

Te quedan preciosos, cariño. Perfectos de cintura y te marcan un culete espléndido –comentó apoyando su mano en mi culo de forma descuidada.

¿Me quedan bien, verdad? –pregunté mirándome una y otra vez en el gran espejo del probador y viéndome realmente explosiva con aquellos pequeños tejanos con los que me imaginaba yendo a la playa con mis amigas.

¿Que si te quedan bien, pequeña? Cuando te vea tu novio con ellos no podrá dejar de mirarte. Esos pantalones combinados con un top o una camiseta celeste o fucsia te sentarán fenomenal.

Ambas reímos su comentario y de nuevo cerré la puerta del probador pasando ahora a probarme aquellas dos faldas estampadas. Repetimos la operación y a cada momento que pasaba Sonia parecía fijarse más y más en mis juveniles curvas y yo me iba excitando con aquellas mudas miradas que me lanzaba aquella mujer tantas veces deseada por mí. Aprovechándose de la situación, ella no hacía más que acariciarme la cintura apoyando sus manos las cuales notaba cálidas y suaves sobre mi piel.

Al fin me probé los dos vestidos que había cogido los cuales uno era blanco de finos tirantes y que me llegaba hasta media pierna y el otro era en tono tostado sin mangas y con alegres motivos tribales y largo hasta los pies. Abrí la puerta del probador sin dejar de observarme en el espejo y viéndome muy sexy y elegante con aquel par de vestidos. Sonia se acercó a mí y sin dejar de mirarme de arriba abajo lanzó un sonoro silbido que nos hizo reír a carcajadas.

Chica, estás hecha un bombón. Como ligarías con eso en Ibiza, -aseguró en voz alta y con tono convincente y seguro.

¿Tú crees? ¿No crees que me marca mucho los pechos? –dije sopesándolos entre mis manos al tiempo que los elevaba mínimamente hacia arriba.

A ver, déjame ver –se acercó a mí y sin más cogió mis pequeños pechitos entre sus manos viendo el reflejo de mi figura a través del amplio espejo.

Teniéndola casi pegada a mi espalda, podía notar perfectamente junto a mi desnudo cuello la fragancia de aquella extraña esencia mitad floral mitad masculina y en la que se reconocían fácilmente los aromas a tabaco y a cuero.

Muchachita, si mezclas este vestido con tu bronceado y con las sandalias que llevas o con unas menorquinas marrones o azul marino estarás espectacular y guapísima –apenas pudo decir en voz baja y sin dejar de sopesar ahora ella mis pechitos entre las palmas de sus manos.

Aquel dulce masajeo sobre mis tetas me hizo estremecer de pura emoción dejándome hacer por ella y emitiendo un leve suspiro que la hizo saber lo mucho que me gustaba aquello. Sonia empezaba también a respirar con fuerza apretando cada vez con más interés mis redondas manzanas las cuales quedaban totalmente recogidas entre sus dedos. Ella, haciendo aquella caricia mucho más profunda, se pegó totalmente a mí ofreciéndome el roce de sus pechos sobre mi espalda. Había deseado tanto tiempo aquello, el sentir el cuerpo tan femenino de aquella mujer contra el mío, el calor de su aliento contra mi piel…

Cerré los ojos unos segundos dejándome llevar por aquella sensación tan placentera junto a aquella mujer mucho más mayor que yo pero a la que tanto deseaba en esos momentos.

Tienes unos senos realmente bonitos, ¿sabes? –me susurró en voz baja junto a mi oído. Son pequeños pero duritos… me encantan…

Girando mi cabeza hacia Sonia la miré fijamente a los ojos deseándola profundamente y sabiéndome al mismo tiempo deseada por ella. Sin dejar de mirarla esbocé una sonrisa forzada a través de los cristales de mis gafas mientras sentía la caricia de sus manos cada vez más y más intensa sobre mis senos. Quitándome las gafas con suma delicadeza se agachó dejándolas sobre el taburete que reposaba en el rincón del probador junto al espejo en el que nuestros cuerpos femeninos y deseosos de grandes locuras se reflejaban en la soledad de aquel mediodía.

Una vez volvió a levantarse sobre sus pies, le ofrecí mis labios trémulos y sedientos de una boca que los saboreara. Sonia no se hizo de rogar y juntó sus labios levemente entreabiertos a los míos en un beso dulce y tierno que me hizo vibrar pasándole mi brazo por detrás de su cuello y llevándola hacia mí sintiéndome amada y apetecida. Ella también vibraba dándome a sentir sus labios tiernos y calientes al tiempo que volvía a apoderarse de mis pechos apretándolos tan fuerte que me hizo gritar de dolor. Poco a poco y casi de forma inconsciente, aquel beso se fue haciendo más intenso y húmedo notando los labios de aquella mujer chupando los míos y cómo su cuerpo desprendía un calor intenso que me hizo enloquecer. Fui yo la que avanzando mucho más allá me aparté unos segundos de ella sonriéndole de forma cómplice y con un cierto punto de maldad para, a continuación, ofrecerle la punta de mi lengua la cual fue recogida por mi nueva amiga con un pequeño gemido satisfecho.

¿Así que te gusta jugar, eh pequeña putita? –me preguntó para luego sacar ella su lengua empezando a jugar con la mía dándonos pequeños golpecillos.

Te deseo… te deseo Sonia… desde la primera vez que te vi. Ya desde la primera vez que hice el amor con Marta a escondidas –susurré apenas.

Lo sabía –me confesó abiertamente al tiempo que me apartaba los cabellos de mi flequillo a un lado. Pero no quería poder echarlo todo a perder y que me pudieras rechazar así que esperé pacientemente mi momento. Y ese momento al fin ha llegado –comentó en voz baja antes de volver a juntar la punta de su lengua con la mía.

El siguiente paso fue unir nuestros labios besándonos ya como locas mientras notaba sus manos bajando por mis muslos y acariciándomelos por encima de la fina tela de aquel vestido. Sentía sus manos recorrerme arriba y abajo mis muslos para después ir subiendo por mis costados hasta hacerse nuevamente con mis pechos los cuales se mostraban ya bien duros y con los pezones muy tiesos. Nos besamos dándonos besos cortos como auténticas desesperadas mientras rozaba con suavidad la espalda, los brazos y los hombros de mi nueva amante. Mezclábamos nuestras lenguas y nos mordíamos y succionábamos suavemente los labios ardientes de pasión para, paso a paso, ir aumentando el entusiasmo de aquella caricia hasta casi acabar perdiendo la razón por completo.

Separándome de Sonia me volví cara a cara notando el fuerte respirar de ambas, deseosas de llevar todo aquello mucho más allá. Arrinconándome contra el espejo apenas juntó sus labios a los míos haciéndome de esa manera desearlo mucho más. Abriendo su boca sacó su lengua lamiéndome una y otra vez respondiéndole yo dándole pequeños mordisquillos que la hicieron estremecer. Me encantaba el sabor fresco y natural de aquella boca que tan bien sabía besar. Ladeando ligeramente mi cabeza le ofrecí mi orejilla de la cual se adueñó mi nueva amiga chupándola y comiéndosela con fuerzas renovadas. Yo, para demostrarle lo mucho que aquello me gustaba, la cogí por la cintura y meneé con fuerza mis caderas mientras unía mi pubis al suyo notándolo liso y duro bajo el algodón de sus pantalones de vestir. La piel se me puso de gallina al sentir millones de sensaciones nuevas gracias al roce continuo de mi cuerpo contra el de Sonia.

¡Qué cachonda me estás poniendo! –exclamé sin parar un solo segundo de rozarme contra ella.

¡Tú también me has puesto como una moto, pillina! –respondió ella entrecortadamente y sin dejar de devorarme la oreja al tiempo que me apretaba contra ella más y más.

Te deseo… no sabes cómo te deseo… hazme el amor, hazme el amor –no pude más que reconocer mi profundo deseo temblándome el cuerpo de pies a cabeza.

Alargué mis manos hacia ella agarrándole ahora yo sus espléndidas tetas de un buen tamaño y que parecían querer romper la tela de la blusa roja de raso con la que cubría sus encantos. Lanzándome sobre ella fui yo quien tomé parte activa besándola el cuello mientras trataba de irla desnudando soltando los botones de su blusa. Sonia me ayudó apartándome las manos y empezando ella misma a desnudarse echándose la blusa hacia atrás y dejándola al fin caer sobre el suelo. Con urgencia malsana llevó sus manos a la espalda soltando el sujetador el cual cayó igualmente al suelo. Frente a mí quedaron dos tetas de impresión, dos de las mejores tetas que nunca había visto. Su pecho subía y bajaba alborotado bajo el rápido latir de su corazón, respirando Sonia cada vez más y más fuerte.

Chúpame las tetas, chúpamelas Berta… me encanta que me lo hagan –aseguró antes de ahogar un leve suspiro de satisfacción.

Yo así lo hice, agachando la cabeza y empezando a lamer y darle pequeños besitos en aquel par de grandes pezones que respondieron al instante a mis tiernas caricias elevándose hacia arriba y poniéndose bien duros buscando el cariño de mis labios. Los estuve acariciando con la yema de los dedos unos breves momentos para luego lamerlos y saborearlos sin descanso, jugando con la rosada aureola que envolvía aquellos oscuros pezones una y otra vez mientras aquella mujer agarraba con furia mis cabellos llevándome contra sus pechos y reclamando que se lo hiciera mucho más fuerte.

Más fuerte, cariño... házmelo mucho más fuerte… estoy a punto de correrme –anunció casi gritando y sin parar de jadear completamente entregada a lo que yo quisiera hacer con ella.

Vi su bonita cara contraerse en una mueca de placer y cómo sus ojos brillaban bajo las luces de aquel pequeño probador en el que casi no cabíamos las dos. Sabiendo que aquello casi nunca solía fallarme, agarré entre mis dientes el pezón con el que jugaba y lo mordí con fuerza oyéndola ahora sí gritar al tiempo que llegaba a su placer aullando de emoción mientras dejaba caer su cabeza sobre mi hombro. Teniéndola tan cerca de mí podía notar el calor de su aliento sobre mi piel desnuda y cómo intentaba reponerse del orgasmo que la había hecho sentir.

Me ha encantado… eres una chiquilla realmente perversa –me dijo con el rostro desencajado y recuperando poco a poco su estado natural.

Volvimos a besarnos juntando nuestras bocas de aquel modo tan sutil y apenas perceptible que tanto me gustaba. Ahora me tocaba el turno de recibir las femeninas caricias de ella y así se lo hice saber apoyando la espalda contra el espejo, abriéndome bien de piernas y haciéndola arrodillarse entre ellas con un leve movimiento de mis manos sobre sus hombros.

Cómeme el coñito… anda cómemelo –le supliqué notando mis pequeñas braguitas blancas totalmente empapadas y poniendo mi carita de niña mala para así animarla a que lo hiciera.

Ella se agachó entre mis piernas mirándome sin apartar los ojos de los míos mientras me subía la larga falda de aquel vestido hasta la cintura. Recorriendo mi torso con ambas manos desaté el lazo que mantenía el escote cerrado y poco a poco lo fui aflojando hasta que mis pechos asomaron casi por completo. Deseaba fervientemente poder acariciármelos con la lengua aprovechando que mi amiga se encontraba tan ocupada buscando entre mis rollizas piernas.

Muchachita, tienes un cuerpo realmente precioso –me dijo Sonia relamiéndose los labios con la lengua y sin dejar de jugar con sus manos por encima de mis muslos.

De ese modo los estuvo acariciando arriba y abajo como había hecho antes hasta que finalmente se metió entre mis piernas y me fue bajando las braguitas con la boca casi sin rozarme, tanta era la experiencia que atesoraba en esos menesteres. Luego las tomó entre sus dedos y arrancándomelas de un solo tirón las fue dejando caer por mis piernas apareciendo así mi coño totalmente expuesto frente a ella.

¡Qué bonito lo tienes… peludito y bien recortado como a mi me gustan! –exclamó mirándolo con atención y volviendo a relamerse de nuevo los labios hasta dejarlos húmedos y brillantes.

Um, qué bueno es esto… despacio, no tengas prisa… házmelo despacio, ya habrá tiempo más tarde de que lo hagas mucho más deprisa.

Bien, lo haré como tú quieras pequeña locuela –aseguró sonriéndome con ojos malvados antes de dirigir sus ojos a mi húmeda entrepierna.

Sonia, bien situada entre mis piernas, deslizó suavemente sus manos por ellas para lentamente ir subiéndolas despacio, muy despacio… recorriendo mis nalgas, acariciándome una y otra vez los muslos, las ingles. Retiró mi ensortijado vello púbico a un lado y me abrió los labios mayores para poder disfrutar la imagen de unos hermosos y sonrosados labios menores. Yo no hacía más que apretar los muslos tratando de apresar su mano entre ellos. Se metió dos de sus dedos en la boca y empezó a chuparlos y ensalivarlos como si de un pene se tratara, para llevarlos finalmente a los alrededores de mi clítoris que empezaba ya a pedir guerra.

Levanté una de mis piernas dejándola doblada sobre ella y empecé a sentir la suave sensación de aquellos labios posados en las proximidades de mi almeja. Ella cogió mis nalgas apretándolas entre sus dedos y la noté aspirar profundamente el olor de mis jugos. Así estuvo durante un buen rato jugando con mi entrepierna lamiéndola y chupándola hasta que un placer indescriptible comenzó a invadirme haciendo que mi piel se erizara de la cabeza a los pies. De mi boca no paraban de salir gemidos y más gemidos que a cada momento iban ganando en volumen.

¿Te gusta lo que te hago, cariño? –preguntó apartando un breve instante sus labios de mi empapada vulva.

¡Oh, cómemelo y cállate de una vez, cacho puta! –chillé abriendo aún más las piernas y agarrándola con fuerza de sus cabellos hasta llevarla contra mi sexo.

Su mano resbaló a través de la suave curvatura de mi liso vientre. Se detuvo al rozar mis pelillos y siguió acariciándome por encima de los suaves rizos. Sacando su lengua la puso sobre mi sexo rezumante y comenzó un lento martirio sobre la maravillosa herida de mis labios vaginales jugando a continuación con mi clítoris mientras llevaba dos de sus dedos a mi coño curvándolos en busca de mis más recónditos tesoros. Aquella dulce caricia me hizo estremecer cada vez que pasaba su lengua sobre mi excitado botoncito. Sonia sorbió mi coñito con los labios, rodeándolo amablemente con la lengua. Yo, nada más sentir aquella caricia en mi interior, me estremecí sin remedio haciéndome con sus cabellos y apretándola de forma desesperada contra mi entrepierna alcancé mi primer orgasmo entre sonoros gemidos que retumbaron contra las paredes de aquel probador.

Abriendo los ojos, que mantenía fuertemente cerrados habiendo gozado de aquel intenso clímax que mi compañera me había hecho sentir, la miré con gesto de profundo agradecimiento. Me notaba cansada pero muy, muy satisfecha. Mientras ella seguía tocándome notaba mi entrepierna mojada como si me hubiera meado de gusto, tanto era el placer que había sentido.

Qué gusto me has dado… ha sido delicioso –reí como una tonta notándome bien cogida entre sus manos.

Volviéndome de espaldas a ella me incliné hacia delante enseñándole mis rosadas nalgas en todo su esplendor.

¡Menudo culo que tienes! –exclamó ella acariciándolo delicadamente con ambas manos.

Pégame, anda dame unos fuertes azotes –la invité a hacerlo clavando mi mirada vidriosa en la de ella.

¿Cómo dices? –me preguntó mostrándose un tanto descolocada ante mi inesperada petición.

¡Que me pegues con fuerza, joder! –vociferé loca por que me lo hiciera.

De pronto y casi sin esperarlo dejó caer su mano golpeando con fuerza una de mis nalgas y haciéndome quejarme pero, al mismo tiempo, sin dejar de remover mis nalgas incitándola a que continuara del mismo modo. Sonia, aprendiendo con rapidez y con un gesto de evidente perversidad, volvió a golpearme las nalgas con fuertes cachetadas hasta conseguir que mis redondas posaderas adquirieran un escandaloso tono rojizo. Mordí mis labios gozando mi enorme placer gracias a lo que mi amante me hacía. Ciertamente aquello me dolía mucho y, una vez lanzada dentro de aquella espiral que yo misma había provocado, ya no hubo quien la parara golpeándome cada vez más y más duro.

Acabando su sensacional tratamiento me introdujo dos de sus dedos en cada uno de mis agujeros, el corazón en mi vagina y el índice en mi estrecho culito haciéndome dar un fuerte respingo de satisfacción. Con aquellos dos maravillosos dedos dentro de mí noté pellizcarme el clítoris aprovechando mi falta de atención sobre tan delicado órgano. En ese momento creí morir de gusto con aquella extraña mezcla de lujuria y depravación que me hacía sacudirme una y otra vez reclamando que llevara aquel pellizco al límite de mis fuerzas.

¿Te gusta lo que te hago, perra? –chilló Sonia sin cejar en su salvaje ataque.

Sí, sí… me duele pero me gusta –aseguré entre fuertes lamentos y sollozos que me hacían temblar cada vez que notaba aquel retorcer en mi duro botoncito.

Mis senos colgaban en el aire y ella los golpeó una y otra vez como había hecho antes con mis nalgas hasta dejármelos ligeramente cárdenos y doloridos. Como me dolía, le supliqué falsamente que no siguiera mientras las lágrimas brotaban de mis ojos sin cesar. Sin embargo, continuó y continuó redoblando sus golpes como si no me oyera. Los dos fresones de mis pechos fueron tan salvajemente maltratados que no pude evitar lanzar un desgarrador grito de dolor y agonía. De pronto escuché el repiqueteo insistente de mi móvil sonando una y otra vez en el interior de mi bolso. Sonia, aturdida por aquel sonido tan pertinaz y obstinado, se separó de mi lado dejando de maltratar mi joven piel para invitarme a coger el molesto aparato:

Cógelo muchachita, quizá sea algo importante –dijo acariciando cariñosamente mis nalgas que segundos antes habían recibido sus brutales cachetadas.

Oh, cállate hija de puta y continúa con lo que estás haciendo. Te juro que si me dejas ahora soy capaz de cualquier cosa –grité totalmente fuera de mí.

Sabía sin duda que debía ser mi madre llamándome a aquella hora pero era tanto el placer que estaba sintiendo que me resultaba imposible parar ahora y más en aquel estado en que me encontraba a punto ya de correrme de nuevo.

Um, qué gusto que siento… guau, no puedo más. No pares… no te pares, por favor –reclamé casi muriéndome de gusto con lo que aquella mujer me hacía.

El éxtasis me sobrevino como una catarata descontrolada y lloré paradójicamente disfrutando de todo aquello al sentir la llegada de un fabuloso orgasmo. Noté cómo una especie de calor desbocado llenaba todo mi cuerpo, cómo el ritmo de mi respirar me fallaba y cómo mi pobre corazón palpitaba de forma acelerada bajo mi pecho. Fueron sólo unos segundos pero fue todo tan maravilloso y hermoso, que no pude menos que dejar deslizar mi espalda a través del espejo, cayendo con las piernas estiradas en brazos de Sonia la cual me recibió dándome un beso tierno y delicado mientras me apartaba con sus dedos los revueltos cabellos que se desmoronaban sobre mi descompuesto rostro.

Dios mío, ha sido sensacional –aseguré con voz débil tratando de recuperarme de aquel placer tan bestial que había disfrutado en brazos de aquella magnífica mujer.

Jamás creí poder enloquecer a alguien de este modo –reconoció al estrecharme entre sus brazos mostrándose cansada y fatigada por la mucha tensión acumulada.

Bésame… anda bésame… necesito tanto que lo hagas –le pedí acurrucándome entre sus brazos sentadas las dos en el frío suelo de aquel estrecho probador.

Acogiéndome entre sus brazos y sin poder dejar de temblar un solo segundo mi enorme placer, Sonia me ofreció el beso más dulce y cálido que nunca había recibido. Me encontraba verdaderamente exhausta tras aquel formidable polvo. Al fin nos levantamos recogiendo yo mi bolso playero al tiempo que recomponía mis ropas vistiéndome a todo correr viendo en la esfera de mi reloj Swatch lo tarde que se me había hecho.

Cariño, me llevo los dos vestidos. Mañana sin falta vengo a por más cosas. Me has dejado con ganas de mucho más –sonreí caminando las dos hacia el mostrador donde Sonia dobló cuidadosamente los vestidos para después meterlos en una gran bolsa.

¿Cómo lo pagas? ¿Efectivo o tarjeta?

Mejor tarjeta –dije sacándola del monedero y enseñándole luego el carnet.

De nuevo el sonido de mi móvil se hizo escuchar en el interior de mi bolso. Ahora sí lo cogí viendo que era mi madre quien llamaba. Con una estúpida excusa le dije que se me había hecho tarde mirando unos trapos y que enseguida iba para casa. Nada más colgar vi a Sonia sonriéndome de forma maliciosa como recordando lo que allí había sucedido instantes antes.

Aquí tienes Berta. Espero verte mañana por aquí. Ha sido un auténtico placer atenderte –exclamó brillándole sus ojos gris azulado de un modo especial. Ven, sal mejor por la puerta de atrás.

Así lo hice acompañada por ella y, por último y como despedida antes de abrir la puerta, nos dimos un pequeño pico que me hizo estremecer pensando si quedarme allí junto a ella o salir corriendo como alma que lleva el diablo.

Finalmente opté por esta segunda opción buscando mi motocicleta y saliendo disparada hacia mi casa donde tras comer a la carrera me tumbé un buen rato a dormir. Aquellas rebajas gasté mucho más de la cuenta pero debo reconocer que realmente valió la pena. ¿No lo creen así, queridos amigos?

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Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (1)

Seduciendo a una mujer madura (2)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo