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Me debes una mamada (1)

en Sexo Oral

Me debes una mamada (I)

La noche había sido especialmente calurosa. Apenas pudimos dormir, por lo que escuchar el despertador no me hizo especialmente feliz. Para colmo, debía ir a trabajar mientras mi querida Elsa aún estaba de vacaciones y, por tanto, disfrutaría de una mañana remoloneando en la cama mientras yo aporrearía el teclado del ordenador en la oficina.

Así que con pocas ganas, me levanté de la cama como un zombi. Tras un aseo rápido y un desayuno frugal, entré de nuevo al dormitorio para coger la muda del día. Y entonces tuve una visión que me despertó en una milésima de segundo. Elsa dormía profundamente, y había adquirido una postura turbadora: el lazo de su camisilla se había deshecho, dejando entrever su pecho redondo y su rosada ureola, y tenía las piernas ligeramente abiertas, con la tela de la braguita apretada y marcando rotundamente su vulva.

Verla así era toda una invitación a gozarla, y por ello olvidé las prisas, el horario y los relojes y seguí el impulso que me dictaban mis instintos. Lentamente, repté por la cama hasta estar a escasos centímetros de ese bello sexo, y con el dedo separé la tela que lo cubría sin que ella se despertara, y acerqué mi nariz para embriagarme con su aroma.

Elsa tiene un coño precioso. Los labios mayores son un poco más grandes de lo habitual, por lo que enmarcan perfectamente a los menores, deliciosamente plegados. Tiene el vello primorosamente cuidado. No se afeita completamente, y deja una fina línea de pelo en su pubis, aunque deja su sexo totalmente descubierto. Cada vez que lo veo, no puedo reprimir las ganas de saborearlo, y en aquella ocasión no era diferente, por lo que saqué la lengua y lentamente lamo esa morbosa línea de piel desde abajo hasta arriba.

Ella resopló, señal inequívoca de que sintió algo, incapaz de discernir si se trataba de un sueño o de algo real. Continué dándole lentos lametones, y poco a poco fui variando su frecuencia y recorrido, cada vez más veloces y centrados en la parte superior de su vagina.

Mis caricias orales surtieron efecto, pues su respiración se aceleró. Con los dedos separe con cuidado sus labios menores, y mi lengua pudo por fin degustar la sal de su coño, un sabor que me vuelve loco. Poco a poco bordeé los aledaños de su clítoris, que ya había comenzado a inflamarse, y pude escuchar que Elsa murmuraba algo, aún entre sueños.

Entre mi saliva y sus propios jugos, Elsa estaba lo suficientemente lubricada como para introducir un dedo en su hermosa conchita. Esto, junto a mis lametones cada vez más intensos en su pequeño botón del placer, hicieron que por fin, tras varios minutos, se despertara dulcemente. Casi no articuló palabra, sólo un sensual quejido:

-Ooooh, sí….

Detuve mi lengua, aunque no mi dedo, para saludarla.

-A partir de hoy te voy a dar así los buenos días. ¿Qué te parece?

-Buena idea. Pero ahora cállate y no pares… Qué rico…

Sus palabras son órdenes para mí, así que continué devorándola. Introduje un segundo dedo en su vagina y lo curvé ligeramente para estimular su pared interior, mientras que aprisionaba su clítoris con los labios mientras con la punta de la lengua le daba repetidos golpecitos.

Ella se derretía de puro gozo. Con una mano me apretó la cabeza por la coronilla, y aunque sólo jadeaba, yo sabía que me estaba pidiendo que no parara, que siguiera, que le diera más fuerte.

-Joder, cabrón… cómeme el coño…cómeme el coño…

Elsa es muy recatada y rara vez dice un taco. Pero cuando está muy excitada y está a punto de venirse, pierde la compostura y no puede evitar convertirse en una deslenguada. Y eso me encanta, ver como el sexo la transforma en una zorrita de boca sucia, como yo la suelo llamar cuando la follo.

-Sigue hijo de puta, que me corro… ¡No pares, joder!

Moví mi mano, mis labios y mi lengua tan rápido como pude. El brazo y la mandíbula empezaban a estar cansados, pero no debía parar en ese momento bajo ningún concepto, sino todo lo contrario. Su coño rezumaba cada vez más flujo, que invadía mi paladar y mi olfato, lo cual me estimuló a seguir todavía más fuerte.

Hace tiempo que ya había introducido un tercer dedo en ese coño, que estaba ya a punto de explotar, y sentí cómo chapoteaba su interior. Elsa me apretó la cabeza contra su entrepierna y yo casi no podía respirar. Pero eso, lejos de molestarme, me dió fuerzas porque sabía que era señal de que ella estaba loca de placer. Y por fin:

-¡Jo-der, jo-der, joo-deer… Me co…rroooo…

Su sexo se convulsionó y se cerró en torno a mis dedos mientras el flujo me empapó el rostro. Ella profirió un grave quejido que poco a poco se tornó risa y, por fin, relajó todos los músculos de su cuerpo, dejando que el orgasmo recorriera todo su ser.

La dejé disfrutar unos instantes de su gozo, y luego me incorporé para darle un profundo beso en la boca.

-Buenos días, cariño.

-Qué raro sabes

-Sabe a ti. Sabe a tu coño.

Y ella rió, pues tras la excitación, volvía a ser la chica recatada a la que le producen risa las palabras feas.

-Me ha gustado mucho despertar así… -me dijo mientras con su mano me acariciaba el pecho hasta llegar a mi entrepierna - .y creo que debería compensarte- completó la frase a la vez que posaba los dedos sobre el evidente bulto que había en mi boxer.

-¿Y qué se te ocurre para compensarme?

Ella se sonrió, y comenzó a lamer mi pecho hasta llegar de nuevo a mi paquete. Con los dientes separó el elástico y mi verga salió como un resorte, pues ya estaba bastante excitado. Con las manos terminó de bajarme la ropa interior, dejando todo mi sexo al descubierto. Me lamió rápidamente a lo largo de toda su longitud, miró hacia arriba y pícaramente me dijo:

-Creo que una mamadita antes del trabajo servirá para igualar las cosas…

Y en ese momento, al escuchar la palabra "trabajo", sonó la señal de alarma: había olvidado totalmente que me estaba preparando para ir a la oficina. Miré la hora y comprobé con pánico que, según el reloj, en esos instantes debería estar ya en mi despacho, y no aún en mi dormitorio. Para colmo, a primera hora tenía una reunión importante, por lo que debía ir sí o sí para allá…

Me levanté de un brinco y mientras me vestía, le explicaba la situación a Elsa.

-¡Si llego tarde le jefe me mata, sería la tercera vez este mes!

-Entonces… ¿no te apetece lo que te acabo de ofrecer?- dijo poniendo su mejor voz de gatita en celo juguetona.

-Joder- Durante unos segundos pensé en dejarlo todo y abalanzarme sobre ella- Claro que sí, niña mala. Pero tendrá que ser en otro momento. Te aseguro que yo lo lamento mucho más que tu, y que estaré todo el día pensando en tu boquita viciosa llena de mi polla. Pero en serio, me tengo que marchar.

-Pues vale –dijo algo enfurruñada- Yo seguiré durmiendo un rato.

-Duerme lo que quieres. Pero que sepas que no se me va a olvidar que me debes una mamada.

Y salí corriendo para el despacho.

(Continuará)