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Las Olas (2)

en Zoofilia

Llegue a la cala una semana después del encuentro con Andrés. Me encontraba con una mezcla de nerviosismo y excitación al recordar tanto placer desatado la semana anterior. Al llegar, le busqué, pero no lo encontré.

Me relajé entonces, y pensé que posiblemente hoy no tendría la misma suerte. Extendí mi toalla, me desnudé con toda tranquilidad y me tumbé al sol. Saqué una pequeña radio con auriculares y me aislé del mundo.

Desconozco cuantas horas pasaron allí tumbada, caliente por el sol. Sola, sin nadie a mi alrededor. Así fue como sucedió.

Nadie apareció en aquella cala en horas. Fue entonces cuando aprecié un suave pero intenso sonido de un perro ladrando lejos. Pero no veía a su dueño, o dueña. Me incorporé un poco, apoyando las manos en la arena con los brazos extendidos. Mis piernas se juntaron y las rodillas se movieron haciendo juntarse los muslos con mis gemelos.

El perro se paró muy cerca y dejó de ladrar. Yo miré a todo alrededor para buscar con quien venía el animal, pero allí no aparecían nadie.

Entonces, para intentar que me dejara tranquila aquel chucho volví a tumbarme, como si no pasara nada ni él estuviera allí.

El perro no se despegaba. Permanecía casi inmóvil a medio metro de distancia. Yo intentaba disimular mi tranquilidad, pero la verdad es que me estaba poniendo cada vez más nerviosa. Me entraba una sensación como si estuviera mirándome el coño, y eso me ponía muy nerviosa.

De súbito, recordé que yo estaba en plena ovulación, y el perro con ese olfato tan agudo que tiene seguro lo habría apreciado.

En ese instante me tumbé y estiré las piernas. Me relajé y volví a escuchar música, aumentando el volumen.

Unos instantes después, un escalofrió me recorrió todo el cuerpo. Una sensación de asco me sacudió al notar como algo mojado - que pensé en su lengua- lamió todo mi coño de abajo hacia arriba.

Lo recorrió varias veces, y me aparté. Le di una patada, pero el animal no se apartó. Al estirar la pierna aprovechó para meter su hocico y lamer de continuo el coño de nuevo. Parecía excitarle al perro el olor de mi coño.

Esta vez no me dio tanto asco, ya que el placer del lametón superaba el asco inicial, al fin y al cabo era una lengua mojada la que me estaba comiendo el coño.

Miré a todo mí alrededor. Nadie nos veía. Dejé que el perro siguiera acercándose a mí. Abrí las piernas, y el chucho entró con suavidad y premura a lamerme todo. Entonces me dejé llevar. Me tumbé y deje que el chucho me comiera el coño. Me estaba excitando, mmmmm...

Uffff, este chucho me está poniendo demasiado cachonda. Ahhhh, me está metiendo la lengua dentro de mí.

Yo abrí más las piernas, me recliné un poco y ahí seguía el cariñoso perrito lamiendo y lamiendo…

Era increíble, me estaba poniendo a cien. Me senté un poco más y con mis dos manitas sujeté los labios de mi coño para abrirlos lo más posible. Wouuuu, sigue chucho, sigue… como me está comiendo el coñito… mmmmmmm…, espera chucho, saca bien la lengua, aquí, mételo aquí, mmmmmm

En ese momento veía el pene del perrito bien empalmado. Esto había que aprovecharlo…

Seguirá