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Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

en Amor filial

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Tras desear largo tiempo en silencio a su joven sobrina y queriendo seducirla, las cosas sin embargo fueron muy diferentes pasando de seductor a seducido por aquella muchachita que le hizo disfrutar de una de sus mejores noches…

 

Tiene un plan para poder escapar,

tiene un plan ella no aguanta más.

Sabe que aunque grite nadie la escuchará,

se escapará, tiene su plan.

Él la espera cerca de la estación,

cogerán el tren que va a Gijón.

Creen que al escaparse todo se arreglará,

se escaparán según su plan.

Ahora saben que nada va a cambiar,

para ellos todo sigue igual.

Creen que lo mejor será volverlo a intentar,

se escaparán, tienen su plan…

El plan, ALASKA Y LOS PEGAMOIDES

 

La presente historia gira en torno a la relación que disfruté con Flavia, mi querida sobrinita, la hija de mi hermano mayor. Ciertamente nunca había imaginado nada con ella, quizá por su juventud, quizá por ser quien era, la hija de mi hermano y haberla considerado siempre como una fruta prohibida para mí.

Sin embargo, debo reconocer al mismo tiempo que Flavia no pasaba desapercibida para mí al igual que no podía pasar desapercibida para ningún hombre que estuviera en su sano juicio. Por aquel entonces se encontraba en la plenitud de la juventud, contaba con diecinueve espléndidos años y acababa de iniciar el segundo curso de la licenciatura de Biología en Oviedo.

Flavia, a sus diecinueve años, resultaba una especie de muñequita de rasgos y formas juveniles y, por otro lado, todo un comienzo de hembra apetecible y en la plenitud de la vida con aquel cuerpo tan sensual y menudito en el que destacaban aquellas formas curvas que, no tardando mucho, harían las delicias de cualquier hombre que se cruzara con ella.

De largos cabellos rubios y lacios que caían libres sobre su espalda, mi querida sobrinita era una explosiva combinación entre ternura adolescente e incipiente lujuria. Con su rostro angelical, su carita de no haber roto un plato en su vida pero, al tiempo, con aquella mirada de niña mala y traviesa, debo decir que me ponía malo sin remedio cada vez que la veía. Con su rostro de cándida gatita y sus ojos color avellana recogidos bajo el flequillo que le cubría la totalidad de la frente, lo que más me gustaba de ella eran sus prominentes pechitos bien redondeados y diminutos y que ya empezaban a vislumbrarse bajo sus ropas y su culillo de nalgas rollizas y de cuya visión había podido gozar en contadas ocasiones.

Por aquel entonces, Flavia se encontraba en aquella época de rebeldía continua que muchos jóvenes suelen vivir en algún momento de su juventud. Solía vestirse con ropas desteñidas, camisetas floreadas de clara estética psicodélica y largas faldas cubriéndole hasta los pies con lo que sus muchos encantos femeninos quedaban casi siempre ocultos a mi vista. Se hizo fan acérrima de la psicodelia y de la canción protesta, de grupos como Pink Floyd y de cantautores como Bob Dylan y Joan Baez. Empezó a coquetear con el tema de las drogas y a abrazar la revolución sexual junto a sus amigos e incluso alguna amiga de la facultad aunque de todo eso todos nosotros nos enteramos mucho más tarde. Resumiendo, cabría decir que mi hermosa sobrina se había convertido por aquellos días en toda una hippie.

Por mi parte me presentaré diciendo que, a mis cerca de cuarenta años, todavía me mantenía soltero disfrutando de los revolcones que la vida me ofrecía de vez en cuando en compañía de alguna de mis muchas amigas o de alguna que otra madurita casada a la que el marido dejaba abandonada en la soledad del domicilio conyugal.

Toda la historia que voy a referir se desarrolló a consecuencia de una de esas fiestas familiares, tan anodinas, banales y carentes del más mínimo interés en las que solemos participar llevados muchas veces por las obligaciones sociales que nos persiguen y de las que difícilmente podemos escapar.

Aquella noche se celebraba el aniversario de boda de mis tíos los cuales cumplían sus cincuenta años de casados. Fuimos invitados a la fiesta los amigos del negocio de mi tío así como toda la tropa de hermanos, hijos, nietos, sobrinos y demás familiares con lo que en la reunión nos juntamos cerca de cuarenta personas. Realmente no me apetecía mucho la idea de asistir pero finalmente mi hermano pasó por casa a recogerme y en apenas media hora nos encontrábamos ya en la fiesta de aniversario de mis tíos y sin posibilidad alguna de escape. Cenamos en el jardín de la casa disfrutando de la agradable brisa de la noche y a cada copa que bebíamos todo el mundo se iba animando, caldeándose el ambiente más y más. Estuve charlando toda la cena con mi hermano y mi cuñada y con aquel par de primas a las que hacía tiempo que no veía. Las botellas de vino fueron desapareciendo una a una y con ello todos nos fuimos animando en mayor medida empezando entonces con las típicas bromas y los chistes algo subidos de tono.

Al finalizar la cena, y tras acabar con las fotos de rigor, empezamos con las copas pidiéndome yo dos dedos de whisky acompañados con dos cubitos de hielo. La música comenzó a sonar en el equipo del salón y de ese modo las parejas se fueron formando siguiendo así la fiesta al tiempo que yo tomaba asiento mientras degustaba los primeros sorbos de mi vaso de whisky.

Apenas habían pasado diez minutos cuando observé la presencia de Flavia mezclándose entre el tumulto de la gente. Se la veía realmente bella y diferente con sus largos cabellos rubios y que aquel día llevaba recogidos en dos coletas muy sexys y graciosas al estilo colegiala, haciéndole aparentar unos cuantos años de menos y dándole un toque juvenil y aniñado a su cara. Algunos de aquellos graciosos bucles rizados caían por encima de aquella camiseta en tono amarillo mostaza sobre la que llevaba un chaleco color chocolate del mismo tono que la larga falda estampada de volantes y que las botas vaqueras que calzaba.

Mis ojos quedaron prendados sobre su hermosa figura mientras la veía felicitar alegremente a mis tíos y luego hablar con mi cuñada al otro lado del jardín. Sin poder evitarlo sentí entre mis piernas una ligera excitación y cómo mi pene empezaba a endurecerse imaginando a Flavia entre mis brazos e imaginando mis manos recorriendo sus muslos y sus piernas bajo la falda que llevaba. ¡Sí, lo siento. Podrán llamarme sátiro o cosas peores pero es que aquella muchachita me volvía loco con su sonrisa picarona y sus ojillos levemente rasgados que parecían traspasarte cada vez que te miraba!

En el momento en que la vi separarse de mi cuñada en busca de algo qué beber, me levanté de mi asiento acercándome a ella sin prisa alguna. Mientras picoteaba de allí y de allá, parecía mostrarse algo dubitativa mirando sin saber qué bebida escoger entre todas las que allí se ofrecían.

Buenas noches sobrinita, no pensaba que vinieras a una de estas fiestas aburridas pudiendo disfrutar de la compañía de tus amigos y amigas –le dije colocándome junto a ella de forma discreta.

¡Qué susto me has dado! –exclamó volviéndose hacia mí con rapidez y cambiando pronto de semblante, recuperando su habitual gesto malicioso que tanto me gustaba.

Perdona por haberte asustado pero no pude dejar de saludar a mi sobrina favorita –respondí amablemente mientras le sonreía mirándole directamente a los ojos.

Oh, gracias por el piropo. ¿Tampoco pudiste evitar el asistir a esta fiesta aburrida como tú la llamaste? –dijo ella devolviéndome la sonrisa.

Pues la verdad es que no pensaba venir pero toda la culpa fue de tu padre que vino a recogerme a casa. Pero ahora debo decir que valió mucho la pena el venir. ¿Me permites que un viejo como yo sea tu acompañante durante el resto de la noche? –le pregunté con la mejor de mis sonrisas.

Aceptando de inmediato mi invitación y tras coger yo otra copa de whisky y ella un gin tonic, Flavia se pegó a mí dándome el brazo y ambos nos dirigimos a bailar mezclándonos al momento entre la gente. Así estuvimos bailando un buen rato cambiando de pareja de tanto en tanto pero volviendo finalmente a juntarnos disfrutando de aquellos bailes tan movidos. Mis manos, siempre que podían, disfrutaban del roce de aquellas ropas y de aquel cuerpo que tanto me hacía emocionar cada vez que se unía al mío. Ella, mientras tanto, parecía feliz y divertida moviéndose sin parar con aquella felicidad que da la juventud y los años mozos.

Finalmente la música cambió de manera radical iniciando los acordes de una conocidísima balada la cual hizo que nuestros cuerpos se aproximaran enlazándola yo por la cintura mientras Flavia dejaba caer sus manos por encima de mis hombros. Durante el baile aproveché la cercanía con ella para piropearla diciéndole lo guapa que estaba aquella noche con aquellas coletas que tan joven la hacían. Por su parte, ella agradeció mis zalamerías con una sonrisa de complicidad y acercando aún más su cuerpo al mío lo cual me animó a ir más allá. Teniéndola ahora cogida por las caderas noté cómo mi joven sobrina apoyaba su vientre sobre el mío empezando a rozarse de forma disimulada contra mí.

¿Acaso eran imaginaciones mías o realmente aquella muchachita estaba tratando de insinuarse frente a su querido tío, y de presunto seductor había pasado a convertirme en seducido? Fuese como fuese, no me eché atrás ayudando yo también en aquel sensual roce que ahora los dos llevábamos a cabo entre toda aquella gente que nos rodeaba.

Cuidado tiíto o ¿tal vez quieres que mis padres o alguien nos vea? –murmuró apenas junto a mi oído mientras se removía haciéndome sentir el ligero rozamiento de su pelvis y el calor de sus pechos pegados a mí.

Aquel roce tan escasamente perceptible sobre mi pantalón hizo que mi pene respondiese al momento empezando a crecer bajo la tela de la prenda que lo cubría. Flavia sintió aquella respuesta inequívoca y separándose mínimamente de mi lado me sonrió, de aquella forma tan picaruela que tenía, sin quitarme los ojos de encima. La música suave y cadenciosa invitaba a bailes pegados y mucho roce entre los cuerpos así que, apretándola contra mí, fui yo ahora quien empecé a moverme de forma lenta pero al mismo tiempo bien evidente para mi hermosa acompañante. El movimiento pausado pero continuo sobre su pubis provocó que me empalmase sin remedio haciéndole sentir mi enorme dureza pegada a ella.

¿Todo eso que te pasa es por mi culpa? –preguntó con falsa sorpresa al tiempo que me hacía sentir el calor de su aliento pegado a mi cuello.

Sobrina querida, hace tiempo que me tienes loco por tus huesos –aseguré ya totalmente lanzado y sin poder evitar caer en aquella espiral de vicio y perversión.

Tras mi sincera confesión, Flavia volvió a sonreír dejándose llevar por mí y separándose mínimamente iba juntándose de tanto en tanto para hacer aquel momento aún más delicioso. De ese modo aquella gatita no hacía más que provocarme haciéndome desear la cercanía con aquel cuerpo tan ligero pero al mismo tiempo de formas tan rotundas. Aprovechándose del bullicio, su mano vivaracha se introdujo entre los cuerpos buscando la entrepierna la cual encontró encabritada y corajuda bajo la fina tela del pantalón de vestir que me había puesto aquella noche.

Joder tiíto, qué dura la tienes –exclamó jugueteando con ella y palpándola con apetencia entre los dedos tratando de hacerse al tamaño de aquel desconocido amigo.

Pronto extrajo la mano provocativa tratando de evitar el poder ser vistos por alguna mirada cercana. Pese a ello el mal ya estaba hecho y ya no había posible marcha atrás a tratar de desarrollar el tremendo deseo que a los dos nos embargaba. Ambos actuábamos con extrema lentitud, apretando en profundidad nuestras carnes cada vez que podíamos para así reconocer el cuerpo y las actitudes del otro. Yo sabía que una actitud lenta pero decidida haría crecer el deseo en ambos, acrecentando de ese modo las ganas por alcanzar la etapa siguiente. Sabía positivamente que para cualquier mujer resulta muy excitante y un bocado muy apetecible la sensación de un pene erecto bajo la ropa del hombre. Y por supuesto en mi querida sobrina no iba a ser menos, empezando a sentir golpear su respiración acelerada por encima de mi cara.

Estoy muy caliente… quiero estar contigo… -la escuché decir con la voz ligeramente entrecortada. ¿Vamos a tu casa?

Recuerda que vine sin coche –respondí a su pregunta sintiéndome agradablemente satisfecho por haber conseguido aquella respuesta en mi bella sobrina.

No te preocupes por eso. Yo traje mi coche –dijo con gran seguridad mientras sus ojos brillaban de profundo deseo. Voy a despedirme de mis padres y nos reunimos fuera en diez minutos…

Sin decir más, aquella dulce muñequita se separó de mí nada más acabar la canción y cruzó el jardín en busca de sus padres. Mientras daba un último sorbo a mi vaso, centré mi atención en el sinuoso meneo de sus caderas al caminar. Ciertamente aquella falda acentuaba el contoneo sensual de sus nalgas cada vez que éstas se movían adelante y atrás con cada uno de sus pasos. Ese movimiento pélvico me volvía loco cada vez que la veía y no pude más que imaginar cómo sería moverse dentro de aquel hermoso animal salvaje y de movimientos tan femeninos y felinos.

Estuvo hablando con su madre unos cinco minutos mirando de vez en cuando hacia donde yo me encontraba, esperando su próximo movimiento para seguirla y unirme a ella. Viéndola charlar con su madre, no tardó mucho en abandonar su presencia dirigiéndose camino del coche. Siguiendo sus pasos encaminé los míos tras ella sin despedirme de nadie. Ya encontraría al día siguiente alguna buena excusa, aunque lo cierto es que aquello era lo que menos me importaba en aquellos momentos.

Al fin la alcancé tirándome ella las llaves invitándome a conducir su bonito y coqueto Ford Fiesta de tres puertas. Recogí el reto que me lanzaba y montando los dos en el coche encendí el motor poniéndonos en marcha camino de mi casa. Sin embargo, una inesperada sorpresa me tenía reservada mi atractiva sobrinita pues al poco rato sentí su mano apoyada en mi muslo el cual recorrió de forma lenta subiendo arriba y abajo pero todavía sin querer avanzar más en su ataque. Ninguno decíamos nada aunque los dos sabíamos lo que queríamos. En uno de los cambios de marcha, Flavia apoyó su mano en la mía dejándola allí quieta haciéndome con ello disfrutar del roce sutil de sus dedos.

Sin poder aguantar por más tiempo la terrible necesidad que la embargaba, su mano izquierda se internó, con cierta dificultad, en el bolsillo del ligero pantalón de tela en busca de la virilidad que había masajeado minutos antes durante el baile. Pronto encontró mi miembro gracias a que éste poseía la nada desdeñable propiedad en esos momentos de girar hacia la derecha. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de la cabeza a los pies al contactar aquellos dedillos con mi herramienta la cual dio un brinco de placer bajo la prenda que lo cubría. Sin apartar un segundo mis ojos de la carretera temiendo poder estrellarme con lo que me hacía, noté cómo los dedos de aquella brujilla masajeaban el órgano a través del forro y de los calzoncillos, abrazándolo y rodeándolo en la medida de lo posible.

¡Dios, qué grande la tienes! –volvió a ponderar el tamaño de mi pene al tiempo que humedecía sus labios pasando la lengua por encima de los mismos.

Sacando la mano del bolsillo la llevó ahora hacia el prometedor bulto acariciándolo arriba y abajo con la palma de la mano. Un gemido ronco escapó de mis labios demostrándole con ello lo mucho que aquello me gustaba. Aquella jovencita me estaba dando un curso acelerado de seducción cuando yo pensaba que todo iba a ser al revés. Volvió a sobar mi miembro por encima de la tela del pantalón mientras acercaba peligrosamente su cara a mi oreja dándole un suave lametón que me hizo enloquecer por entero.

Avanzando en su ofensiva llevó la mano a la bragueta bajándola tranquilamente en busca de la túrgida presencia que tanto deseaba sentir entre sus dedos. Finalmente alcanzó su objetivo sacándola al exterior y empuñándola con fuerza hizo algo que, ni en el mejor de mis sueños, podía imaginar que hiciera. Agachando su cabeza lamió mi polla de arriba abajo para, al instante, metérsela en la boca empezando a chuparla a buen ritmo mientras yo me agarraba con fuerza al volante tratando de no perder el control de mis actos. Moderando el ritmo de la velocidad del coche salí de la carretera encontrando un pequeño reducto formado por diversos arbustos y que tenía la virtud de ocultar a la vista de los coches que pasasen por la carretera lo que allí estaba ocurriendo. Pese a todo consideré oportuno apagar las luces del coche para asegurar el no ser vistos por miradas indiscretas y así poder disfrutar con tranquilidad de aquellos deliciosos instantes que Flavia, mi querida sobrina me iba a hacer sentir.

Separándola de mi entrepierna con grandes dificultades, tomé su mentón y acercándola a mis labios nos besamos de forma apasionada y con ansia voraz, mordisqueándonos las respectivas bocas como desesperados. Su mano siguió masturbándome lentamente la polla mientras con la otra abrazaba mi nuca llevándome hacia ella para hacer aquel momento mucho más intenso. Mis manos, por otro lado, acariciaban el rotundo muslo y uno de sus pechos por encima de la camiseta que lo cubría. Flavia no hacía otra cosa que jadear sonoramente pidiéndome que siguiera más y más.

Empujando con mi lengua la obligué a abrir sus labios, encontrándome con su húmeda lengua la cual me recibió enredándose y mezclándose con la mía de un modo salvaje y feroz. Aquella preciosa muchachita mordía mis labios con ganas haciéndome temer que con ello pudiera lastimarme así que, aprovechando que ella echaba la cabeza hacia atrás, me dirigí a su blanquecino cuello el cual empecé a lamer de forma un tanto obscena logrando con aquella sensual caricia que temblara de emoción estremeciéndose entre mis manos.

¡Estoy muy cachonda, tiíto… me tienes tan cachonda… me encanta lo que me haces! –confesó con voz temblorosa al tiempo que dejaba caer la cabeza sobre el reposacabezas del asiento.

Continué lamiendo y chupando su hermoso cuello pasando luego a su pequeña orejilla, la cual envolví entre mis labios, chupándola y llenándola con mi saliva hasta conseguir arrancarle profundos gemidos de placer. Jamás hubiese soñado tener a mi joven sobrina tan entregada a mis caricias y gozando de aquel modo de todo aquello que le hacía. Se la veía tan excitada que no pensaba en otra cosa que en disfrutar de aquel cuerpo tanto tiempo deseado y que, estaba bien seguro, no tardaría mucho en ser mío.

Cogiéndose ella misma un lado del chaleco se deshizo del mismo para, a continuación, hacer lo mismo con la camiseta dejándola desaparecer por encima de la cabeza. Así me apoderé del cierre del sujetador soltándolo con urgencia y permitiendo que sus dos pequeños pechitos apareciesen frente a mí en todo su esplendor. Se veían duritos y elevados y sobre ellos me lancé empezando a lamerlos y chuparlos mientras escuchaba cómo de los labios de mi sobrina surgían débiles gruñidos de inmenso placer. Flavia agarró mi cabeza con sus manos y me apretó con fuerza contra ella reclamando mayor intensidad por mi parte. Así lo hice poniéndome a juguetear con sus oscuros pezoncillos los cuales pronto respondieron a mis caricias endureciéndose y ganando tamaño bajo mi lengua y mis labios.

¡Sigue tío, sigue… cómo me estás poniendo! –exclamó tras lanzar un fuerte gemido de satisfacción gozando del contacto de mi lengua la cual iba de un pecho al otro sin darle el más mínimo descanso.

Los pezones se notaban duros y la piel de sus pechos tersa y firme bajo el efecto que mis caricias le provocaban. Mirándola a los ojos vi que los tenía cerrados disfrutando y retorciéndose con cada uno de los ataques que con tanto cariño le prodigaba. Aquella gatita era toda una bomba de relojería y pensaba gozar de ella todo lo que pudiese recorriendo cada una de las partes de su cuerpo para así volverla aún más loca.

Tomándome con fuerza de la cabeza me obligó a separarla, buscando el dulce contacto con sus labios los cuales se posaron sobre los míos ahora de un modo mucho más sutil y delicado. Los noté húmedos y trémulos e igualmente sentí su respiración desbocada por encima de mis labios. Nos dimos un beso suave y tierno, de aquellos que pueden parecer inofensivos e inocentes a simple vista pero que, en ese momento, nos hizo sentir a ambos millones de sensaciones placenteras tan solo con el simple contacto entre nuestros labios.

Enredando sus dedos en mis cabellos, mordisqueó mi labio inferior y luego lo abandonó subiendo a mi nariz la cual lamió con exquisita delicadeza haciéndome sentir en la gloria con aquella encantadora caricia. Flavia, sin apartar su mirada de la mía y con una media sonrisa altamente insinuante fue bajando muy lentamente besándome los pezones y luego el vientre para acabar juntándose aún más hundiendo la cabeza entre mis piernas. Soltando la hebilla con sus dedillos y después el molesto botón, se apoderó de mi polla y empezó a besar deliciosamente con sus labios la redonda cabeza. Mi sensible aparato respondió al momento elevándose en busca de las caricias que aquella perversa lolita pudiera ofrecerle. Ella retiró con sus labios la piel que cubría el glande y de ahí ascendió con extrema lentitud hacia la punta, embadurnándola por completo con su saliva.

De ese modo estuvo humedeciendo mi gruesa herramienta sin parar de subir y bajar por todo el tronco, desde la base hasta el rosado glande, para enseguida bajar hasta mis huevos los cuales empezó a chupar con su boquita. Mi polla se enderezó hasta el límite y cada vez que ella la abandonaba podía ver cómo brillaba bajo sus manos marcándose las venas a punto de reventar. Jugando con su lengua, Flavia lamía toda la superficie de mi músculo devorándolo frenéticamente y tragándoselo hasta la garganta para así poder disfrutarlo en su totalidad. Mientras continuaba con su juego la sacó unos segundos de su boca y pude ver cómo escupía con fuerza sobre mi polla volviendo a metérsela de nuevo en la boca cubriéndola con sus babas. Apoyando mi mano en su cabecita la ayudé a moverla arriba y abajo adquiriendo a cada paso mayor velocidad con lo que mi placer aumentaba hasta límites insospechados gozando de tan exquisita caricia. La putita de mi sobrina sabía evidentemente lo que se hacía y me lo estaba haciendo saber con cada lametón que su lengua me daba.

Haciéndome gozar aún más, ayudaba su mamada con el rápido movimiento de su mano agitándose sin descanso por encima del tallo. Abriendo los labios, Flavia empezó a chuparme el glande dándole pequeños besitos y golpeándolo una y otra vez con la punta de la lengua mientras me sonreía con cara de viciosa volviendo a metérsela entera en la boca. Gemí y aullé de emoción viendo cómo su mejilla se llenaba con mi grueso mástil al tiempo que con mis dedos acariciaba su barbilla y sus labios buscando que los chupara. Ella así lo hizo lamiéndolos con fruición por entero como si de mi polla se tratara.

Agarrándolos entre sus dedos, comenzó a apretar ligeramente mis testículos masajeándolos para, al momento, empezar a chuparme nuevamente todo mi sexo metiéndolo en su boca hasta el final. Luego lo sacó lentamente, chupándome el glande y volviendo a introducirlo en la boca mientras seguía masajeando mis testículos. Entregándome por completo a aquella vivaracha boquita, comencé a gemir y a suspirar mientras ella continuaba con su dulce tarea succionando mi pene y mordiéndolo con suavidad haciéndome sentir totalmente en la gloria.

¡Vamos sigue así… me estás poniendo malo con lo que me haces! ¡Vamos sigue chupándomela así, zorrita! –exclamé cerrando los ojos con fuerza y sin dejar de acompañar el movimiento de su cabeza arriba y abajo.

Ella nada dijo continuando sumida en su agradable labor de chuparme mi dura herramienta la cual sentí a punto de reventar cuando, sacándola de su boca, la vi mirarme con sus brillantes ojos los cuales destilaban una pasión desbordante y un puro descontrol y desenfreno masturbándome de forma furiosa sin darme un segundo de respiro.

Me voy a correr, putita, no aguanto más –anuncié notándome temblar y sintiendo la cercanía del orgasmo que me corría por el cuerpo a pasos agigantados.

Sí córrete… venga tiíto, dame toda tu leche… dámela entera –casi gritó masturbándome cada vez más y más rápido hasta que acabé explotando sobre su juvenil rostro escupiendo varias descargas de semen el cual fue a caer encima de mi sobrina la cual, una vez terminé de correrme, lo llevó a su boca saboreándolo con gran placer.

Abriendo más mis ojos me encantó ver la imagen maravillosa de mi semen saliendo a chorros y pringándole toda la cara a aquella muñequita tanto tiempo deseada. El líquido blanquecino llenó la mejilla, la viciosa boca, la barbilla y el cabello de mi querida Flavia viéndola sonreírme de forma perversa mientras degustaba mi corrida recogiéndola y chupándose los dedos con los labios. Así quedé derrotado sobre el asiento recuperándome poco a poco de mi orgasmo y entonces escuché a Flavia ronroneando como una gatita en busca de nuevos placeres.

Acercando su boca a la mía me besó dándome a probar el sabor amargo de mi propia leche para enseguida meter su lengua besándonos de manera apasionada mientras se dejaba caer entre mis brazos. Estuvimos besándonos un largo rato al tiempo que reconocíamos nuestros cuerpos con las manos, introduciéndolas ella bajo mi jersey mientras yo apoyaba una de las mías sobre su muslo.

Eres una putita viciosa, querida sobrina –aseguré sonriéndole mientras mis pulmones iban llenándose del aire que les faltaba.

¿Acaso no te ha gustado? –preguntó con un gesto de contrariedad y sin dejar de mirarme con su carita de niña buena.

Me ha encantado, ya lo sabes… Cariño, vamos fuera. Ahora te toca a ti disfrutar de mis caricias –susurré apenas haciéndole sentir todo mi deseo y golpeándole el rostro con mi cálido aliento.

Saliendo los dos del coche la observé bajándose con parsimonia la cremallera lateral de la falda y cómo ésta caía suavemente quedando recogida en el suelo. Ella extrajo los pies con exquisita coquetería y dándome la espalda se dirigió al capó del coche recostándose boca arriba, cuán larga era, bajo el cielo estrellado de la noche.

Cómemelo tiíto… quiero que me lo comas entero, por favor –me pidió abriéndose bien de piernas y mostrándose completamente entregada a mí.

No era plan de desaprovechar semejante manjar así que colocándome entre sus piernas empecé a lamerle el interior de los muslos dándoles pequeños besitos con los que logré que la piel de aquella jovencita se erizara por completo. Fui subiendo y bajando lentamente por su pierna pasando luego a la otra y con aquello ella no hacía más que gemir y suspirar disfrutando del roce de mis labios y mi lengua por encima de su deliciosa piel. Mordisqueé sus muslos, sus caderas y su barriguilla para de ahí subir a su boca uniendo mis labios a los suyos gozando de la humedad de su lengua que a cada segundo me enloquecía más.

Sin dejarla descansar fui bajando por su cuello y con gran placer pude escuchar el corto gemido que escapó de los labios de aquella joven muchacha. Empecé a besar la piel desnuda de su cuello dejando a mi paso pequeñas marcas rosáceas. La pasión y el deseo que nacían de mi interior, me quemaban buscando a cada paso disfrutar de las juveniles formas de aquella niñata tanto tiempo deseada. Quería besarla, tocarla, acariciarla, amarla por entero hasta saciarme con su cuerpo hasta el final. Nuevamente volví a sus dulces y adictivos labios para disfrutar más de los jadeos y suspiros que huían de su boca mezclándose con el idílico escenario que nos rodeaba. Sus manos recorrían mi espalda, en un intento por alcanzar mi piel bajo el jersey que llevaba. No sé cuándo me despojó del mismo pero no tardé mucho en ver mi pecho desnudo y acariciado por las uñas de aquella hermosa brujilla.

Agarrándome del cabello con las manos me llevó entre sus piernas pudiendo respirar a través de sus encantadoras braguillas rojas de encaje aquel olorcillo fuerte, concentrado y tan inconfundible que todas las mujeres poseen. El calor de su intimidad resultó para mí todo un afrodisíaco que logró ponerme a cien nada más sentirlo bajo el roce continuo que mi nariz ejercía sobre la misma.

Cómemelo… vamos cómemelo, no puedo más –exclamó como enloquecida mientras ella misma apartaba a un lado la fina tela de su prenda íntima dejándome ver los pocos pelillos que recubrían su pubis y la rajilla que aparecía frente a mí bien mojada y ávida por recibir mis mayores atenciones.

Acercando mi boca a su sexo soplé con fuerza haciéndole sentir el calor de mi aliento y ello hizo que mi joven conquista experimentara un gran placer temblando una y otra vez sin remedio. Con los dientes comencé a morderle delicadamente los labios vaginales mientras mis manos se apoyaban sobre sus muslos acariciándoselos con las yemas de los dedos. Sacando mi lengua presioné con decisión lamiendo la rajilla en su totalidad arriba y abajo para luego hacer mi caricia más profunda separando los labios vaginales y haciendo que quedara su rosado botoncillo indefenso y vibrante ante mí. Aproximando mis labios a su clítoris empecé a besarlo suavemente tratando de envolverlo con mis labios. Flavia, mi querida Flavia, alcanzó su primer orgasmo con aquel simple roce que mis labios le prodigaban en tan íntima zona de su anatomía. Al fin mi paciencia había tenido su recompensa en forma de orgasmo, un orgasmo intenso y agudo con el que llenó mis labios de sus abundantes jugos que bebí y degusté como si del mejor de los elixires se tratara.

Cogiéndola de las caderas la coloqué en el borde del capó y poniéndome de puntillas para que mi pene quedase a la altura de su vientre me metí de un solo empujón dentro de ella haciéndola emitir un profundo lamento de dolor. Entré con enorme facilidad, de una certera estocada, tan mojada estaba con su reciente orgasmo que no me costó lo más mínimo entrar en el interior de su estrecho coñito. Una certera estocada que la hizo clavar contra la fría superficie de aquel brillante capó de un bonito color rojo pasión, ardiente y agresivo…

Fóllame –sólo pudo decir con una cara de placer infinito, con el deseo cubriéndole cada rasgo de su rostro perfecto.

Quedé parado unos instantes dentro de aquel dulce fruto viéndola con los ojos completamente en blanco disfrutando de aquella presencia que la llenaba por entero. Los dos callamos sintiendo aquel fuego y aquel entusiasmo que nos envolvían fruto de nuestros cuerpos unidos en la soledad de la noche. Flavia llevó dos de sus dedos a la entrada de su coñito masturbándose ligeramente al tiempo que yo me mantenía quieto dentro de aquella juvenil vagina de paredes tan tiernas y húmedas. Saliendo de ella, le dije que separara las piernas para así poder entrar con mayor facilidad una vez más dentro de su hermosa flor.

Métemela hasta el fondo… vamos métemela de una vez, cabronazo… no puedo soportarlo más –gritó animándome a continuar al notar mi certera estocada al entrar en su encharcado y casi virginal coñito mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa viciosa y depravada que me hizo enloquecer teniéndola así de entregada.

Eres una putita muy, muy mala. ¿Lo sabías cariño? –dije viéndola removerse entre mis manos con total complicidad.

Sí, soy tu putita querida que sólo desea que la folles hasta morir…

De ese modo, apoyando ella misma la cabeza de mi glande sobre la entrada de su vagina empujé nuevamente para introducir lentamente mi pene disfrutando, ahora sí, de tan mágico momento. Su vulva y su vagina se hallaban tan bañadas en sus jugos que entró con extrema suavidad, como cuando el cuchillo acaricia la superficie blanda de la mantequilla. Resultó agradable y placentero el sentir las paredes de su vagina rodeando mi polla, succionándola y haciéndola suya por entero. Nos habíamos convertido en uno solo, disfrutando del cuerpo desnudo del otro y de todas aquellas sensaciones que nuestros cuerpos pudiesen procurarnos.

Cogiéndole una pierna por el tobillo, coloqué la otra por encima de mi hombro obligándola de esa manera a mostrarse aún más abierta. Empecé a moverme entrando y saliendo de forma lenta para ir acelerando mi ritmo según ella me lo pidiera, reclamando mayor velocidad en mis movimientos. Flavia acariciaba mis nalgas apretándome con fuerza contra ella como si de esa manera buscara que no la abandonase, cosa que evidentemente no pasaba por mi cabeza hacer. Los dos gemíamos y suspirábamos con cada golpe que yo daba sobre su cálido coñito. De todos modos y pese a sus lamentos pidiéndome que fuera más deprisa, yo paraba de tanto en tanto pues pese a mi anterior corrida quería retardar lo máximo posible mi placer para así poder saborear más aquel rico tesoro que mi sobrina me ofrecía.

Tras unos segundos contemplé la excitante imagen de mi sobrina tomando sus senos entre las manos y cómo los comenzaba a acariciar llevándoselos a la boca para lamerlos sin dejar de mirarme. Incorporándose hacia delante se apoyó sobre los codos y echándome sobre ella nos besamos de forma lasciva chupando nuestras lenguas y labios. Comenzamos a gemir con fuerza dejando de besarnos, y ella empezó a masturbarse pasando los dedos por encima del clítoris de forma despiadada mientras mi miembro erecto entraba y salía de su vagina haciendo mis embestidas sobre ella cada vez más fuertes. Al fin cayó agotada dejando descansar la espalda sobre el frío capó mientras un nuevo orgasmo la visitaba entre enérgicos y escandalosos berridos de placer.

Paré una vez más en mi brusco y desenfrenado ataque y tumbándome sobre ella la dejé descansar, notando la pesada respiración de la muchacha en busca del aire que sus cansados pulmones requerían. Mi bella sobrinita acercó su boca a mi oído y pasando su lengua por encima de mi oreja escuché aquellas ardientes palabras que me hicieron estremecer de emoción:

Ha sido estupendo, tiíto… me has hecho correr como una loca… gracias, muchas gracias.

Eres una putita encantadora… tranquila muchachita que aún no hemos acabado… aún queda mucho más, ya lo verás –prometí recuperándome yo también brevemente del cansancio que me llenaba todos los músculos del cuerpo.

Una sonrisa maliciosa inundó el hermoso rostro de mi joven amante mientras sentía sus caderas moverse haciendo pequeños circulillos tratando de excitarme con aquella mínima actividad. Observé con agrado cómo Flavia pasaba la lengua por encima de sus labios relamiéndose de placer al tiempo que agarraba con decisión mis caderas apretándolas hasta hacerme caer nuevamente sobre ella.

Abrazándome a su cuerpo la besé profundamente enredando mi lengua con la suya notando correr por mis miembros nuevas vitalidades apenas sospechadas por mí. Con una mano le acariciaba los cabellos mientras la otra se posaba en el costado bajando poco a poco por sus caderas hasta llegar al muslo. Tomando impulso con mis manos me separé apreciando aquella tentadora lozanía, aquella voluptuosidad turbadora en forma de cuerpo femenino y aquella picante mirada que tanto me hacía desearla. Levantándose me cogió de las manos invitándome a tumbarme encima de aquel capó que antes nos había servido como improvisado lecho para llevar a cabo nuestras más íntimas pasiones.

Vamos échate ahora tú, que pienso follarte como nunca te hayan follado –la escuché decirme mientras me hacía acostar sobre el capó esperando el próximo paso de mi traviesa sobrina.

Aquellas palabras en boca de aquella preciosidad hicieron que me estirara por completo acomodándome convenientemente con las piernas mínimamente abiertas. Con mi polla completamente erecta y su sexo aún excitado tras el último orgasmo disfrutado, se montó sobre mí poniéndose a horcajadas y apoyando mi pene en su vulva se dejó caer clavándose parte del mismo al tiempo que ahogaba el profundo lamento de satisfacción que buscaba salir de su boca. Sentándose un poco más mi glande fue entrando en su vagina haciéndome gemir sonoramente. Ella, completamente lanzada ya, se sentó aún más hasta quedar totalmente apoyada sobre mi pelvis y con mi pene dentro de ella golpeando mis cargados testículos contra sus blandas carnes.

¡Dios, qué grande que es… me llena entera… Dios, qué bueno! –aseguró haciéndose al tamaño de mi herramienta mientras se removía encima de mi cuerpo acomodándose con las manos apoyadas sobre mi velludo pecho.

Teniéndola bien pegada a mí, llevé mis manos al culo de la muchacha apretándoselo con fuerza hasta que la escuché emitir un gruñido bajo, sin mover apenas la boca y sonriendo feliz al notar aquella agradable sensación en su vagina. Abriendo mis manos seguí tocándole el culo con un buen apretón pero ahora algo más suave que el anterior. Se lo masajeé con las palmas de las manos, pellizcándolo, palpándolo bien, ni demasiado suave ni demasiado brusco, cosa que a Flavia ciertamente le encantó. Abandonando una de sus nalgas rocé con delicadeza el arco de su espalda, caricia que la hizo estremecer cayendo sobre mí para entregarme sus cálidos y jugosos labios los cuales recogí besándolos de manera desesperada.

Elevándose con la fuerza de sus manos se inclinó hacia delante y empezó a mover sus caderas adelante y atrás y de forma circular para así notar mejor la presión de mi polla entre las paredes de su sexo. Respiraba agitadamente moviendo sus caderas y cabalgando con mayor rapidez y de pronto se paró un instante respirando profundamente mientras arqueaba el cuerpo echando la cabeza hacia atrás. Se la veía hermosa y alargando mis manos cogí sus senos entre ellas acariciándole los pezones con los dedos. En esa postura volvió a subir y bajar su pelvis permitiéndome observar claramente la forma cómo su sexo absorbía y expulsaba mi pene una y otra vez. Lo bueno de todo aquello es que ahí era ella la que mandaba, sintiéndose dominante y marcando el ritmo que más le convenía en cada momento.

Ambos jadeábamos y gemíamos sin cesar y Flavia entrecerró sus ojos empezando a moverse mucho más rápido al tiempo que yo también empecé a golpearla ayudando en la follada para que la sensación fuese más satisfactoria para los dos. Cada vez que botaba encima de mí sus pechitos se movían arriba y abajo, oscilando sin control alguno al ritmo que la copula nos iba marcando. Los suspiros y gemidos de aquella zorrita se fueron transformando en gritos desesperados con cada clavada que le propinaba, perdida ya totalmente la razón de mis actos. Quería abrirla por completo, destrozarla hasta que reventara de gusto… Tomó mis manos y las llevó a sus senos pidiéndome con sus gestos que se los acariciase mientras ella no hacía más que botar y botar buscando su propio placer, buscando aquel orgasmo que no tardaría mucho en apoderarse de su entrepierna. Sabía que no iba a aguantar mucho más aquel ritmo demoledor y si no me corrí aún fue porque ella se inclinó, cayendo derrengada para acabar apoyando su boca en mi hombro ahogando un aullido angustiado al alcanzar un nuevo orgasmo mucho más intenso que los anteriores.

Tras unos minutos y con el aliento acelerado y nuestros ánimos aún alterados, mi polla salió unos momentos de su vagina recogiéndola ella al momento con sus dedos, llevándola ahora hacia el agujero de su culito donde la introdujo sin grandes dificultades. Al parecer el agujero de mi sobrinita estaba ya más que visitado así que no resultó complicado hacer que se dilatara permitiendo la entrada de mi fiel compañero. Pronto empezamos ambos a movernos clavándose ella misma mi dardo al tiempo que yo daba fuertes golpes de riñones sodomizando aquel estrecho agujero mientras la veía retorcerse moviendo su cuerpo sin darle el más mínimo descanso.

Mi polla resbalaba con facilidad dentro de aquel culito y Flavia no hacía más que pedir que le diera mucho más. Aquella putita parecía no tener nunca bastante. Era igual de zorra que su madre, mi querida cuñada con la que por cierto ya había tenido mis más y mis menos en una ocasión en que la pillé sola y desamparada en su casa y sin la compañía de su marido, al que hice cornudo sin la menor compasión. Pero de eso ya hacía mucho, mucho tiempo… Ahora todo mi interés se centraba en aquella putita a la que oía berrear con cada golpe que le daba.

Realmente gritaba como una posesa gozando como una loca de aquel tremendo polvo. Desde luego aquella jovencita no se podía mantener quieta, buscando a cada momento nuevas formas de placer que la hicieran vibrar aún más. Era una auténtica fiera y mientras yo la sodomizaba por detrás ella se buscaba el clítoris, escondido bajo los pliegues que lo cubrían, y empezaba a atormentárselo con los dedos de manera salvaje.

Voy a correrme… creo que voy a correrme otra vez –dijo entre gemidos y de forma entrecortada.

Y en ese momento lo tuvo, anunciándomelo entre escandalosos gritos y lamentos, con el rostro desencajado y sin parar de moverse entre fuertes convulsiones de placer. Pude sentir como su esfínter se contraía atrapando mi polla y fue entonces cuando yo también tuve mi orgasmo descargando varias andanadas de líquido seminal que fueron a parar contra las paredes de mi hermosa sobrina la cual las recibió moviendo sus caderas hasta conseguir sacarme todo el jugo guardado en mis cansados testículos.

Joder tiíto, menudo polvo me has echado. Debo reconocer que me has dejado completamente agotada –exclamó respirando de forma entrecortada sobre mi mejilla mientras yo podía notar su pecho palpitar cansado encima del mío.

¿Te ha gustado, muchachita? –pregunté atrayéndola hacia mí para obsequiarla con suaves bocaditos en el cuello que la hicieron gemir una vez más.

Ha sido estupendo, estoy realmente cansadísima pero ha valido la pena –dijo recuperando poco a poco aquella sonrisa morbosa que tanto me gustaba.

Abrazándonos con fuerza nuestras bocas sedientas volvieron a juntarse fundiéndonos en un largo beso, húmedo y prometedor de nuevos encuentros que estaba seguro no iban a tardar en producirse.

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