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Mi vida de perro primera parte

en Zoofilia

Con el dinero heredado compre una pequeña chacra, en medio del campo, en un alejado pueblito del interior de la provincia.

La casa está en malas condiciones, aunque es muy bonita.

Su techo de tejas a cuatro aguas, rodeadas de galerías y amplios ventanales me permiten ver todo el parque y el campo. Disfrutar del amanecer con su fresco aire y gozar de los increíbles colores del cielo durante el ocaso.

Por dentro hay una enorme sala con un bonito hogar para encender el fuego en invierno. Una cocina amplia y bien ubicada. Los dormitorios son enormes, con antiguos muebles de oscura madera que perfuman con añejo aroma. También hay un espacioso comedor con una barra de madera para llenar con bebidas y muchos y enormes espejos por toda la casa que me hacen sentir acompañado por mi propia presencia.

La casa esta en medio de un bello parque de grandes y añejos árboles, pero hoy parece la selva amazónica.

Al norte de la casa está el galpón, donde se guardaban antiguamente la viejas maquinas de uso agrícola, y los caballos. De estilo arquitectónico similar a la casa principal, hoy también en muy mal estado.

En el sur-este a unos cien metros de la casa está el molino con su tanque tipo australiano, lo único en buenas condiciones, aunque le falta limpieza.

La adquisición de esta propiedad la realizo sin mucho pensar, necesito escapar un poco de la rutina del trabajo, del quehacer diario y de mi frustrada relación amorosa que involucró muchos años de mi vida. Hoy, pisando los cuarenta, necesito tiempo para mí mismo y para replantearme la vida.

Me escapo todas las veces que puedo durante la semana para controlar las obras de refacción de la propiedad que por suerte pronto deberían finalizar. Los fines de semana me instalo del viernes al domingo acompañado de mi fiel amigo Godínez (así se llama mi perro). Y de vez en cuando vienen a visitarme mis padres.

A unos dos kilómetros de mi chacra, está el pequeño pueblo, no viven más de doscientas personas, los hombres en gral. se dedican a las actividades rurales y están conchabados o afectados a la actividad de la estancia (una de las más grandes de la zona) cuyos dueños son ingleses, por lo que tengo entendido. Las mujeres están ocupadas en sus quehaceres domésticos, aunque algunas de ellas trabajan para la estancia haciendo limpiezas periódicas, o el lavado de la ropa, u otro tipo de actividad por el estilo.

También hay un almacén, tipo los viejos almacenes de ramos generales, una capilla, la comisaria y aunque parezca mentira de vez en cuando, en la comisaria, atiende un doctor que viene de la ciudad más cercana.

Recorriendo las cercanías del pueblo se puede ver, aun más alejadas, pequeñas casitas y algunas otras chacras más diminutas, muchas de ellas abandonadas por el éxodo que se da de la gente del campo a la ciudad, sumado a que el trabajo agropecuario no es nada liviano y no siempre está bien pago.

La compañía de Godínez va a ser más que necesaria para no sentirme tan solo en éste alejado lugar y ésta enorme casa.

La historia con Godínez, mi perro, comienza hace dos años aproximadamente.

…Anda un perro que se ha aquerenciado en la puerta de la casa de mis padres y los sigue por todos lados cuando salen por alguna razón. Si van caminando, el perro los acompaña, ya fuera al supermercado, a la farmacia, al banco, etc, Sumado a esto el perro no deja que nadie se acerque a mis padres y gruñe a quien los quiera saludar o se arrime a charlar con ellos, también ataca a cualquier perro que se les acerque. Mis pobres padres andan como locos, a los gritos en la calle, espantando el perro, interviniendo en las peleas y encima teniendo que dar explicaciones que el animal no es de ellos, ante los damnificados por las actitudes de éste can.

La situación se sucede con tanta frecuencia, que mis padres ya artos, me cuentan sobre el tema para que los asista en qué decisión tomar y qué hacer con este animal.

Yo solo conozco al perro por lo que me cuentan ellos. Así que he decidido ir a ver de qué se trata este problema.

Cuando vi a Godínez fue amor a primera vista.

El perro es un desastre, completamente desarrapado. Tiene el pelo medio largo y sucio, lo que hace que se le formen especies de rastas.

De pelaje gris oscuro cuyo color parece formado por la combinación de pelos negros y blancos. Tiene las oreja bien paradas, a una le falta un pedacito tal vez de alguna pelea. Los ojos negros y vividos, con una mirada muy expresiva que puede pasar de feroz a tierna como la de un cachorro. De andar inquieto y eléctrico, alto y corpulento, muy guardián y de fiel conducta.

Sin dudarlo, soluciono el problema de mis padres y llevo a Godínez a vivir a mi casa. Previo paso por la veterinaria para que lo bañen y le corten el pelo y le pongan todas las vacunas correspondientes.

No tengo nombre para el perro aún.

Sábado por la tarde, llueve a cantaros, mi amigo N.N. está echado a mis pies. Mientras ambos miramos la tele, yo pienso que nombre ponerle.

En eso escucho que la mujer del departamento vecino al mío (hace poco se mudaron) se pelea con el marido y cuando esto sucede tiene la costumbre de llamarlo por el apellido "Godínez". Cada vez que la mujer increpa a su marido y le dice Godínez, mi perro levanta la cabeza y mira en dirección a los gritos, entonces se me ocurre llamarlo así, Godínez.

Automáticamente el perro empieza a responder a ese nombre. El problema lo tengo cuando lo llamo delante de la gente, estando los vecinos Godínez cerca, ya que me miran con mucho fastidio.

Hoy 30 de noviembre, es un gran día en mi vida, después de varios meses se han terminado por fin, los trabajos en mi casa, en el parque, el galpón y el molino. Ahora ya puedo disfrutar de la tranquilidad sin escuchar martillazos, ruidos, gritos, y todo lo que acarrea tener una tropa de albañiles y arquitectos, jardineros, plomero, gasistas, electricistas etc, metidos en la casa.

¡La chacrita (la casa del campo) esta bellísima!

Con Godínez recorro todos los rincones disfrutando de cada detalle; me siento un rato en el jardín para escuchar los pájaros, respiro profundo y me quedo entre dormido, mientras acaricio la cabeza del perro y vienen a mi memoria los recuerdos del comienzo de nuestra amistad.

A pasado un rato ya, me incorporo pesadamente y entro en la casa. En la cocina preparo algo de cenar; enciendo el televisor, dejo mi cabeza dispararse en pensamientos que llegan al infinito. Y termino de comer casi sin darme cuenta. Me voy a dormir dejando todo desordenado en la cocina prometiéndome a mí mismo acomodarlo mañana.

Ya es de día, estoy despierto, es temprano en la mañana, Godínez aún duerme.

Me levanto para ir al baño, luego me preparo el desayuno. Me fastidio al ver desorden que deje en la cocina. Es tiempo de pensar en contratar a alguien de por aquí, que se encargue de mantener la casa limpia y en orden. ¡A mí los quehaceres domésticos no me gustan en absoluto!

Ya desayunado subo a Godínez a la camioneta y voy rumbo al pueblo para hacer algunas compras y de paso para preguntar por alguna persona que me ayude con la limpieza y otros menesteres de la casa.

Charlando del tema con los dueños del almacén me recomiendan una señora que vive a unos cinco quilómetros del pueblo, vive solo con una hija, ya que enviudo hace algunos años.

La idea no me entusiasma mucho, ya que los cinco kilómetros son exactamente para el lado opuesto de mi chacra y tal vez esto sea un problema para que se movilice hasta mi casa. Pero igual decido ir a preguntarle a esta bendita mujer.

Siguiendo las indicaciones llego a la casa. Es más bien pequeña pero muy arreglada, bien pintada y con un bonito jardín. Golpeo las manos y sale a atenderme una mujer que mientras se secaba las manos en un repasador me pregunta:

  • ¿Que desea señor?
  • ¿Ud. es la señora Vilma?
  • Si caballero, ¿que necesita? - me responde

Se trata de una mujer entre 45 y 50 años, de una belleza sorprendente, si bien parece algo descuidada.

De cabello castaño corto y ondulado, ojos verdes y mirada penetrante; muy elocuente al hablar y simpática. No es alta, más bien bajita, delgada, de movimientos agiles casi eléctricos.

Mientras charlamos le manifiesto mis intenciones y necesidades, al tiempo que le cuento cual es la chacra que compré y donde está ubicada.

Nos logramos poner de acuerdo sobre los detalles laborales, el pago, los días, el tiempo etc. Y coordinamos encontrarnos mañana mismo, así ya comienza con su tarea y yo puedo seguir disfrutando de mi tiempo sin preocupaciones.

Vuelvo a la chacrita.

Aprovechando el día de intenso calor ni bien llego me voy desvistiendo y me dirijo rumbo al molino, más precisamente al tanque de agua y me doy un muy refrescante chapuzón, muy refrescante, ¡El agua esta helada!

Godínez me ladra como preocupado desde el borde. Le tiene fobia al agua. ¡Lo que tengo que renegar cada vez que lo quiero bañar!

Transcurre el día, se va haciendo la tarde.

Entre mate y mate, llega la noche, miro algo de televisión. Para la cena pico algo frio que sobró del día anterior y está en la heladera. Luego, sin encontrar una buena propuesta en la televisión decido irme a dormir mientras escucho los sonidos del silencio.

Despierto temprano.

Esta mañana se cumplen dos días que estoy en la casa y el desorden que hay en la cocina, el dormitorio y el baño es increíble.

En eso escucho que golpean las manos, voy presuroso hacia la puerta principal; es mi primera visita oficial, Vilma:

  • ¡Pase Señora! – le digo
  • ¿Buen día caballero como amaneció hoy? – me responde
  • ¡Ahora que vino y cuento con su asistencia, esta todo más que bien! - Sonrío al decirle.
  • ¡Gracias es Ud. muy gentil! Me contesta también con una bella y natural sonrisa.

Le muestro un poco mi hogar, los dormitorios, la cocina, el comedor, la sala, el cuarto de servicio, en fin, toda la casa. Luego le muestro el parque, el galpón y el molino. Mientras me escucha en silencio y con atención todo lo que le digo.

Caminamos y charlamos un rato hasta que comienza a relatarme que ella, cuando niña, acompañaba a su madre a trabajar aquí. Luego ella trabajó con su difunto marido Vicente también aquí, en esta chacra, mientras vivían sus antiguos dueños. Me cuenta que este lugar quedo abandonado por una disputa familiar con la gente de la estancia y me cuenta algunos otros datos más que no logro hilvanar ya que no conozco ni los personaje ni los pormenores de la historia, aunque ante tan vehemente elocución, trato de poner por lo menos cara de interés por más que mi cerebro se esté reseteando.

Ya en la casa, Vilma está intentando ordenar todo mientras yo miro como trabaja, al tiempo que sirvo unos mates y le explico en que lugares pretendo guarde las cosas.

Mi mirara casi indiscretamente se posa en la figura de Vilma. Me sorprende ver como sus pechos grandes, naturales, bien firmes y redonditos, parecen desbordar de su pequeña figura. Bajo mi mirada buscando algo más donde posarla y me quedo en su pequeña cintura. Un poco más abajo y aprovechando que ella gira para lavar los platos quedando de espalda, aprecio su buen culo, que de perfecto tamaño se muestra levantando la tela de su falda. ¡Está muy bien conservada la señora pienso para mí!

Godínez le tiene un singular aprecio a Vilma, la acompaña en sus quehaceres cuando sale al parque o se pasea por la casa. Ella le habla en voz baja, casi murmurando y el perro que parece entenderle le mueve la cola y a veces le ladra como intentando responderle, cosa que a Vilma le hace reír.

Hoy viernes dejo mi trabajo en la ciudad, busco a Godínez, y nos vamos al campo, a la chacrita. ¡Espero que Vilma tenga toda la casa limpia y la cena preparada!

Llegamos a destino, son casi las seis de la tarde.

Hace un calor terrible, bajo corriendo de la camioneta, voy para la casa, saludo rápido a Vilma y con el mismo ritmo me dirijo al molino.

Tan rápido como puedo me quito la ropa, llevo el short de baño debajo del pantalón, y me tiro al tanque. El agua esta increíblemente fresca, la sombra de los arboles me protegen del sol y una brisa de aire tibio me abrasa de a ratos.

Perdí la cuenta del tiempo que hace que estoy en el agua. Empezó a anochecer.

Salgo del tanque, camino rumbo a la casa y cuando entro, para mi sorpresa, encuentro a Vilma acompañada de una joven mujer, muy bella y simpática, que me saluda cordialmente al verme.

  • ¡Es mi hija! - Se apura para aclararme Vilma
  • ¡Hola, buenas tardes! - saludo entrecortadamente

Vilma me dice algo más pero no logro entenderla.

La belleza de la joven es abrumadora, alta, muy delgada, de cabello oscuro y largo, tez trigueña, ojos verdes, labios carnosos, grandes y rojos.

Una ajustada remera de algodón negro que se aprieta a su torso, marcan el contorno de sus firmes, exuberantes y parados senos.

La delgadez de su figura, lo plano de su vientre y la pequeñez de su cintura, fortalecen la imagen de su hermoso culo. Muy redondo y firme, se muestra en todo su esplendor gracias al ajustadísimo pantalón, de liviana y elastizada tela de algodón que lleva puesto; es tan ajustado que se le incrusta entre las nalgas.

Estoy boquiabierto, sin poder decir nada más, me retiro hacia mi cuarto para cambiarme la ropa mojada. Casi inconscientemente me acaricio el pene mientras la figura de la joven sigue fija en mi retina.

Vuelvo a la cocina. Sigo mudo.

Ella se llama Raquel, me cuenta Vilma.

La trajo para que la ayudara y aprenda el trabajo de su madre, casi cumpliendo con un rito familiar. Así hizo su madre con Vilma y su abuela con su madre etc.

Mientras Raquel tímidamente intenta responder a mi interrogatorio, la miro y pienso que está más para modelo de playboy que para mucama o cualquier función semejante.

A medida que transcurre el tiempo, los días, las semanas, y algunos meses, la madre y la hija van logrando algunas conquistas, primero, lograron quedarse en la habitación de servicio los fines de semana o cuando estoy yo en la casa. Posteriormente, Raquel, en gran medida, se ocupa de quehaceres, que le corresponden a su madre Vilma. Ambas son realmente capaces y han tomado para sí tareas que no le corresponden pero las hacen de buena voluntad por ej. El cuidado de algunas gallinas, cerdos y un caballo que he comprado. También se aseguran en brindarle un excelente trato y cuidado a Godínez.

Este es un punto que de alguna manera me produce sentimientos encontrados, por una parte el perro, mi perro, ha decidido voluntariamente, quedarse semanas enteras en el campo, sin volver conmigo a la ciudad. Tal vez prefiere el amor de las mujeres al mío. Pero por otro parte, que Godínez esté bien cuidado y en la chacrita, me permite realizar mi vida laboral con más soltura de horarios e independencia en mi tiempo.

Desde el lunes que he vuelto del campo sin Godínez hasta hoy jueves, tengo una rara sensación de intranquilidad. Si bien ya hablé dos veces con Raquel, vía telefónica, preguntando cómo anda todo y me cuenta que de maravillas; el hecho que Vilma se fuera por unos días, para visitar un familiar que está convaleciente, me pone intranquilo.

Hoy el clima aparece tormentoso. Hace un calor terrible. El cielo tiene un color violáceo oscuro, unas nubes grises rápidamente van llegando desde el sur, intentando apagar el sol.

Hablo con mi socio, le explico que necesito tomarme el día y parto, sin muchos pormenores, rumbo al campo.

Sigo con esa extraña sensación que me tiene intranquilo.

Durante las dos horas que demoro en llegar, pienso porque me cuesta tanto el trato con Raquel. No logro tener una relación un poco más "amistosa" que solo la de patrón y empleada. La joven está realmente buena, cada vez que la veo me gusta más, pero no quiero volver a cometer otro error de enamorarme de la persona equivocada y pagar con tiempo, dolor y dinero una ruptura de pareja.

Me saca de mis pensamientos el estampido de un rayo y una terrible lluvia torrencial que de golpe inunda la ruta a pocos kilómetros de alcanzar mi destino.

Llueve tanto que casi no veo la entrada al campo.

Ingreso a la chacrita, lo hago por el camino de atrás de la casa para dejar la camioneta en el galpón, hay unas nubes que no me gustan, ¡Tal vez traigan granizo! Mejor no arriesgar.

Corro del galpón hasta la galería de la casa y llego empapado en solo unos metros, me quito la camisa y los zapatos, los dejo en la galería para no ensuciar. Abro la puerta, todo está bastante silencioso, las luces apagadas.

El panorama no me agrada demasiado.

Sigilosamente intento escuchar algo, oigo unos ruidos en la sala principal y una voz que parece la de Raquel. ¡Es muy raro todo! Godínez no salió a recibirme y tampoco me escucho llegar.

Decido tomar por el pasillo que va de la sala a los dormitorios, hay una puerta que tiene los vidrios espejados, que no permite ver desde la sala al pasillo. Si pasa algo en la sala no me verán y tendré el factor sorpresa de mi lado.

Tomo al pasar un cuchillo de la cocina y casi en puntas de pie me dirijo hasta la puerta de vidrios espejados escabulléndome por las sombras. La puerta está arrimada, casi cerrada, me aproximo sin hacer ruido y entonces:

¡No quiero dar crédito a lo que mis ojos ven!

¿Por favor que es esto? ¿Qué está pasando?

Godínez esta tendido de espalda sobre el suelo, parece muerto, le cuelga la lengua a un lado de la boca. Arrodillada junto a él, Raquel. Ella está completamente desnuda, le está comiendo la verga como si fuese el cono de helado más sabroso del mundo.

Ver el tremendo miembro de Godínez (yo no me imaginaba que mi perro pudiera tener semejante pedazo de carne) de forma cónica, fino en la punta muy grueso en el medio y más delgado donde se junta con ese tremendo nudo o botón casi tan grande como una pelotita de tenis, de color intensamente rojo; con la venas inflamadas y violetas, penetrando en la boca de Raquel hasta casi ahogarla, me producen una extrañísima sensación de asco y excitación.

Ver a Raquel arrodillada en el piso, completamente desnuda, con esa figura casi escultural, con su sensual boca la cual yo más de una vez me imagino besando, con su renegrido pelo enredado en los de Godínez, con sus perfectas tetas que colgando como péndulos de antiguo reloj, rosan sus erectos pezones contra el pecho de mi fiel amigo, me da envidia y no de la sana.

¡Quiero entra en esa habitación y pedirle explicaciones! ¡Quiero que me diga, que mierda tiene ese perro que yo no tenga!,( Amen del tremendo tronco que porta como miembro viril).

La escena supera mis pensamientos y me detengo en cada detalle de lo que veo.

Raquel lame y relame el miembro de Godínez. Lo pasa por sus labios, lo humecta con su tibia saliva, usando su lengua de eficaz instrumento. Luego ahueca los labios y deja entrar en su boca centímetro a centímetro el enorme pene del perro, que a duras penas se hace lugar en la cavidad.

Raquel se lo traga hasta la garganta y luego lo deja escapar dejándolo brillante y lubricado. Godínez yace en el suelo casi en nirvana, mientras Raquel acompasadamente devora su miembro.

La joven se reacomoda poniéndose sobre Godínez a modo de intentar un 69. El perro responde como entrenado.

Raquel, al recibir los primeros lengüetazos del perro, arquea su espalda y tira la cabeza hacia atrás al tiempo que deja escapar un intenso y profundo gemido. Luego vuelve a su posición y sigue devorando la tranca del animal.

Desde aquí puedo ver a Raquel por detrás, el color de su piel bronceada parece satinado por la fina transpiración que recubre su cuerpo, su hermoso y redondo culo se muestra abierto para mí en todo su esplendor, sus separadas nalga me dejan ver su pequeña y carnosa vagina que se abre y separa ante las embestidas que le da la lengua de Godínez.

Las lamidas de la bestia terminan su recorrido en su pequeño orificio anal, de perfecta redondez. Poco a poco el pequeño anillo se va cubriendo con los residuos de saliva y flujo que va arrastrando hasta allí la lengua ancha, áspera y veloz de su amante canino,

De repente, Raquel guía a uno de sus dedos hasta su pequeño esfínter anal, parece buscar la lubricación de saliva y flujo que hay en la zona. Humedece su delgado dedo mayor en ese espeso jugo, luego empieza a insertárselo en el culo con mucha delicadeza. El dedo de su mano entra y sale de su delicado ano como un pistón, que de a poco va tomando velocidad, hasta lograr incrustárselo íntegramente dentro de sí.

Las continuas lamidas del perro en la zona erógena de la bella joven la empiezan a conmover y a desatarle consecutivos y pequeños espasmos que acompaña con dulces gemidos, anunciando un intenso orgasmo, que convulsiona todo su ser. Tensando sus muslos, contorsionando su espalda, sacudiendo su cabeza y apretando su vagina contra la lengua de Godínez que sigue lamiendo sin cesar, explota en un incontenible oleada de placer.

No me sorprende tener el pene duro como un trozo de madera. A duras penas lo contengo en mis calzoncillos. La escena es muy erótica, o más bien muy porno ¡Sin dudas la estrella es Raquel!

Después del tremendo orgasmo, la joven se incorpora pesadamente y se sienta sobre un sofá junto al hogar buscando un respiro. Godínez la sigue, pero ella, agotada intenta con buenos modos sacárselo de encima.

El perro tiene el tronco erecto, duro, inflamado, parece otra pierna, y le cuelga casi hasta rosar el suelo.

Godínez insiste y presiona a Raquel para que lo atienda, clavándole el hocico entre las piernas y con un par de lengüetazos le llega a rozar la vagina. Raquel se estremece, abre las piernas y deja que el perro la masturbe con la lengua.

Escucho sus palabras que rompen el silencio diciéndole a Godínez:

  • ¡Yo sé lo que quieres!
  • Cómo eres un buen machito ahora te lo voy a dar. ¡Pero luego me toca a mí!

No entendí a que se refería hasta que vi la escena.

Raquel, en la posición tal como está, sentada con la espalda apoyada en el sillón, corre su cuerpo un poco hacia adelante liberando su culo del asiento, sube a Godínez sobre ella, dejándolo entre sus piernas, de modo tal que el perro alcance a lamerle las tetas. Toma fuertemente la verga del animal por donde se afina, bien pegado a sus testículos. Eleva la cadera haciendo hacia atrás sus piernas y al mismo tiempo que las separa todo lo que puede, dirige con su mano el miembro de Godínez, cual si fuera una espada, haciendo que el tronco del perro quede pegado a su delicado culito.

¡Si a su culito! ¡Estaba dejando que el perro le haga la cola!

El perro instintivamente empujó, Raquel grito. Luego otro bombazo del perro y otro grito de Raquel, luego una tercera embestida y Raquel separando sus nalgas con sus manos le empieza a gritar al perro diciéndole como loca:

  • ¡Ya te tengo adentro!
  • ¡Ya la tengo adentro!

Como sabiendo, el perro acentúa sus embestidas, Raquel grita y gime. El perro le lame las tetas y la boca, mientras ella sigue separando sus nalgas para darle cabida, en su ajustado pasadizo, al inflamado tronco de Godínez.

Cada golpe de la pelvis del perro, se clava dentro de Raquel, un poquito más de ese tremendo miembro.

La joven casi ahogadamente intenta calmar al perro para que pare de moverse.

Ahora le grita insistentemente al perro:

  • ¡Basta por favor! Quédate quieto, me lastimas!
  • ¿Qué es lo que te sucede Godínez? ¿Has enloquecido?
  • ¡Por favor detente me haces daño!

Juro que tengo ganas y pienso en entrar y salvarla. La posición en la que está no le permite defenderse. El pesado perro sobre su delicado cuerpo no le permite moverse y para peor, tiene clavado en el culo, casi la mitad del tronco de Godínez.

  • ¿Qué hago? - Me pregunto
  • ¡Que se joda! - Me respondo

Y me dedico a ver el espectáculo.

De repente Godínez empieza a cesar sus movimientos y apoya su cabeza entre las tetas de la joven.

Raquel lanza un Woooow! Y le dice al perro:

  • ¡Me estas llenando!
  • ¡Ahora entiendo porque estabas tan desesperado!

Me detengo por un segundo en la escena y veo como el miembro aun muy parado del perro empieza a escapar del ano de la joven.

Al terminar de salir del interior del esfínter de Raquel, una cascada de líquido cremoso y amarillento escapa a borbotones.

La perra de Raquel lleva sus dedos hasta su muy dilatado y enrojecido ano, acaricia el semen que Godínez le dejo y se lo refriega por sus nalgas y por su vagina. Lo hace con delicadeza y dedicación.

Con movimientos muy lentos, Raquel, baja un almohadón del sillón y lo pone sobre el suelo, se arrodilla sobre él y hace que su pecho se apoye en el asiento del sofá, queda en cuatro patas con el culo bien elevado.

Con suave vos le habla a Godínez diciéndole:

  • ¡Ven perrito, se bueno, tu ya tuviste tu cuota de placer ahora me toca a mí!
  • ¡Ven Godínez, ven con tu hembra!
  • ¡Ven para aquí y hazme tuya!
  • ¡Hazme gozar como perra!

¡Juro que el perro la entiende!

Sin dudar un segundo el perro la monta colocándose por detrás de Raquel y aferrándola con sus patas delanteras por la cintura intenta, en un par de embestidas, clavarle su miembro nuevamente erecto.

Raquel con sapiencia, desliza por debajo de su cuerpo una de sus manos y entre sus piernas captura el miembro de Godínez, dirigiéndolo hasta la entrada de su vagina.

Entonces tiernamente le dice al perro:

  • ¡Ahora mi amor! ¡Empuja ahora que ya estoy lista!

El perro de un golpe le incrusta más de media tranca en el interior y con dos embestidas más de Godínez, Raquel ya la tiene todita adentro.

Grita, jadea, se sacude y goza como perra, la joven Raquel. Mientras estimula al perro mirándolo y diciéndole con vos sensual:

  • ¡Mátame hijo de puta!
  • ¡Clávame! ¡Dale clámame todo tu aparato!
  • ¡Rómpeme! ¡Quiero que me rompas!

Le grita desesperada en éxtasis al perro y Godínez parece responder a la arenga moviéndose frenéticamente y poseyéndola desde atrás.

Solo unos minutos demora Raquel, ante tan intensas penetraciones, en gritar anunciando su orgasmo.

Para recibir esa oleada de placer, arquea su espalda y levanta el culo, haciendo que la penetración de ese tremendo pedazo de carne, sea lo más profunda posible al tiempo que grita como loca.

Raquel da tres alaridos, para anunciar la llegada de su orgasmo quedando tendida y rendida sobre el sofá, mientras Godínez seguía bombeando desde atrás.

El perro por un instante se queda quieto; luego empieza a moverse en forma rara, confusa. Parece querer salirse, pero luego intenta volver a su posición.

Ahora intenta caer sobre un lado de Raquel y entonces me doy cuenta y no puedo o no quiero dar crédito a lo que ven mis ojos. ¡La intenta abotonar!

Raquel entiende las intenciones de Godínez e intenta moverse para escapar. Le grita para que el perro se quede quieto, o salga de adentro de ella pero no lo logra.

En un ágil movimiento, tal vez apurado por la situación, Godínez gira sobre la espalda de Raquel cruzando una pierna, quedando culo con culo y ¡ ZAZ!, la deja abotonada a la nena.

Raquel grita ahogadamente. Tiene los ojos tan abiertos que parecen saltárseles de la cara, la boca parece estar por dar un alarido, pero queda muda. Solo suelta pequeños chillidos.

Con una mano sujeta el aparato del perro por detrás del botón para que no se mueva es que tiene el miembro de Godínez clavado hasta el botón dentro de ella! y con la otra clava las uñas en el sofá intentando sujetarse para no caer.

Me doy cuenta de lo desafortunada que es la situación para Raquel. Está atrapada, por un lado contra el sofá, por el otro con Godínez que la tiene encerrada y ensartada contra el sillón. Entonces decido que es el momento de irrumpir en la escena.

Empujo la puerta y me introduzco en la sala casi de un salto.

Cuando Raquel me ve, creo que casi se desmaya. Godínez ni se inmuto.

Sin decir ni una palabra y con cara de conflicto me acerco hasta Raquel. Ella estira su brazo hacia mí y me dice entrecortadamente:

  • ¡Me tiene abotonada!

Yo sin hablar le sujeto la mano. Casi en un gesto de cariño. Ella me aferra fuertemente.

Raquel parece tranquilizarse. Aprovecho para decirle:

  • ¿Quieres que te quite el perro de encima? - Le pregunto
  • ¡No! – responde con fastidio
  • ¡Me duele mucho, pero me gusta horrores! - Me contesta.
  • Solo has que no se mueva por favor, si lo hace me puede lastimar. – agrega
  • Ya se va a quitar de mí. ¡Ahora siento como me está llenando con sus líquido!. –me cuenta, mientras me mira con una mueca.

Su rostro resplandece y su mirada destella la más pura lujuria.

Me quedo estático, tomando la mano de Raquel y sujetando por el collar a Godínez mientras pienso que estoy ansioso por ver el desenlace.

El perro intenta empujar hacia adelante como pretendiendo sacar el pedazo que le incrusto a la Raquel, ella da dos pequeños quejidos, y de golpe, con un sonido sordo y acuoso el miembro se empieza a escapar de adentro de la joven hasta salir por completo, dejándole la vagina rebalsando de semen que chorrea por el interior de los muslos y cae en generosas gotas al suelo.

Raquel me suelta la mano. Casi instintivamente, se toca la entrepierna, luego se incorpora pesadamente y me dice sin mirarme:

  • Voy a tomar un baño
  • .

Quedo solo, parado en medio de la sala, en medio de la escena, como un boludo. Con Godínez lamiéndose la verga, Raquel se fue a la "mierda" (a ducharse) y yo sin poder decir ni una palabra.

Pasan algunos minutos, me siento en una silla al costado de la mesa, esperando y pensando que decir.

En eso vuelve Raquel. Esta completamente desnuda, con la piel brillante por el baño, y del cabello todavía le caen algunas gotitas de agua, que se escurren por su espalda y en su camino reposan por un instante en el hermoso y parado culo de Raquel.

Me mira intensamente, con ese brillo que tienen sus ojos que a veces ciento que quema y me dice:

  • ¿Que tiene ganas de comer esta noche?

Si antes no sabía que decir, con la pregunta que me hace me deja completamente descolocado. En realidad esperaba una aclaración un comentario, tal vez una disculpa. ¡Pero, también tengo hambre! Y si bien tengo ganas de comérmela a ella, pienso en el perro, en el sexo, en lo que vi y de alguna manera siento los limites que me ponen mis prejuicios.

Solo atino a contestarle:

  • ¡Sorpréndeme!
  • Bueno, como guste. - Me responde
  • .

Tal como está, completamente desnuda, sigue rumbo a la cocina.

Miro la hora en mi reloj y son la 21,45 se hizo tarde y no me di cuenta.

Me incorporo y también voy hacia la cocina.

Raquel está frente a la mesada preparando la cena, solo lleva puesto un delantal, que cuelga por su cuello y se ciñe a su cintura con unas tiritas de tela color rojo. Sus pechos alternativamente escapan por los lados del delantal, y entre sus nalgas se refugia una de las tiritas de telas que sobra del nudo.

Su desnudes es perfecta, deslumbrante y exuberante pero a su vez tan equilibrada que no parece estar sin ropas.

Me incorporo para dirigirme hacia ella, hago unos pasos y me paro por detrás. Tímidamente la tomo por la cintura y acerco mi cara para besar su cuello. Ella acepta con gentileza, corriendo su cabello. Luego intento subir una de mis manos para alcanzar sus pechos y la otra para acariciar su sexo. ¡Ella me deja hacerlo solo por un instante!

Luego, me quita suavemente de su retaguardia, gira, me mira fijamente y me dice:

  • ¡Este es el postre, señor!
  • ¡Y el postre se come luego de la cena!

A buen entendedor pocas palabras. Me retiro lentamente y me vuelvo a sentar a la mesa para esperar la comida.

Mientras cenamos pienso en mil preguntas para hacerle, pero no sé ni por cual, ni por dónde empezar.

Solo atino a decirle a modo de sacar conversación:

  • ¡La comida está muy rica!
  • He cometido un error y me he olvidado de darle a probar el aperitivo. – me responde con un gesto serio y preocupado.
  • ¡No hay problema Raquel! - insisto
  • ¡Pero estoy segura que le va a gustar, es muy bueno también! - agrega
  • ¿Lo quiere probar señor? – me exhorta
  • Si tú lo dices ¡Que venga ese aperitivo! – le contesto para no discutir

En un santiamén Raquel desaparece debajo de la mesa y empiezo a sentir como sus manos bajan el cierre de mi pantalón, libera de mis calzoncillos a mi miembro y una delicada tibieza y humedad atrapan mi pene.

Me inclino hacia atrás un poco para poder mirar, y noto como sus hermosos y vividos ojos verdes se clavan en los míos, mientras su boca jugosa y hábil, besa, lame y acaricia mi verga, la que no demora ni un instante en llegar a su máximo esplendor.

Me tiene poseído, estoy atrapado por la lujuria y la dulzura de de esa diestra boca que me hipnotiza.

Dejo que mis dedos se enreden en sus negros cabellos. No me permito quitarle la mirada de encima, para no perder detalle, de cómo lleva adelante su voraz labor.

Me succiona el miembro hasta las profundidades más oscuras de su garganta; luego lo deja escapar suavemente, mientras contiene la huida con sus labios. Me lubrica con su saliva y me humecta con su lengua, sin quitar ni por un segundo, su mirada de la mía.

Me hace temblar, me hace estremecer. Estoy a su merced.

¡Solo necesito un instante más de placer!

Pero de repente se detiene. La miro aterrorizado.

Hace tiempo que necesito tener sexo, y esto es de lo mejor.

  • ¿Porque te detienes ahora? – pregunto con fastidio mientras ella sale de abajo de la mesa.
  • ¡No se enoje señor, ahora viene el postre! – me responde con sádica sonrisa.

Si quita el delantal y me hace seña con su mano para que la siga, me lleva hacia la sala. Me indica que me siente en un sillón. Frente a mí, en el suelo, yace Godínez que parece dormido.

Raquel se arrodilla junto a al perro dándome la espalada, pone su cabeza entre las piernas de Godínez y le empieza a acariciarle la verga, luego acerca su boca y comienza a lamer y a succionarle el miembro.

El animal ni se inmuta, pero casi instintivamente el pene le empieza a crecer. Raquel lo lame y relame con delicadeza y pasión.

El trozo de Godínez crece sin prisa pero sin pausas, en unos instantes su sable ya está listo para la guerra.

  • Godínez ya está desnudo y yo también. ¡Solo falta Ud. Señor! – me dice con tierna vos
  • Y después ¿Qué? – pregunto con vos inquisitiva
  • ¡Espere a que le diga que hacer! – me responde con tono firme
  • .

Me quito la ropa bajo la atenta mirada de Raquel. Luego me siento en el sillón y solo observo y espero.

El perro sigue echado de lomo al suelo y con las patas abiertas como un pollo que están por cocinar a la parrilla.

Raquel se trepa sobre el cuerpo de Godínez y queda dándome la espalda. Ahora baja su pelvis hasta que su vagina entra en contacto con la punta del hinchado, enrojecido, venoso y enorme miembro del perro.

Al sentir que los labios de su vagina rosan contra el pene del perro, Raquel hace unos movimientos con su cadera hasta que su vulva se abre ante la tímida presión del miembro del perro. Entonces ella empuja su cadera hacia abajo asiendo incrustarse dentro de sí, centímetro a centímetro la enorme polla de la bestia, que sin demoras, empieza a desaparecer en su interior.

Raquel festeja su excelente puntería dando gemidos y grititos mescla de placer y alegría.

La "perra" y el perro quedan haciendo la posición del misionero pero al revés (Perpignan). Ella, que está sobre el animal, maneja los tiempos de la penetración moviendo hacia arriba y hacia abajo su cintura, acelerando o deteniendo los embates de su pelvis.

Con diestros movimientos Raquel eleva su cintura al punto tal, que parece escaparse de su caverna, la lustrosa tranca del perro; pero luego se deja caer pesadamente, hasta que el último centímetro de verga se clava en su estrecho canal. Aun cuando está bien clavada la estaca de carne en su interior no parece conformarse y sigue empujando su pelvis contra el cuerpo del perro casi tanto que su escaso y renegrido vello púbico se enreda en los pelos del vientre del animal.

Ahí se queda un instante batiendo su cintura contra el tronco de Godínez, comiéndose hasta el último milímetro de carne.

De repente, se eleva hasta casi hacerlo salir de su vagina, dejando solo la punta del mástil rosando su vulva. Entonces se deja caer nuevamente y permite que se entierre hasta lo más profundo de su lubricado túnel, el barreno del perro que la deja como empalada.

¡La "perra" grita gime y aúlla pareciendo poseída!

Danza sobre el perro un instante más. Luego gira, me mira fijamente y me dice:

  • ¡Venga señor, es su turno!

Sin necesitar muchas explicaciones, solo observando a Raquel, me doy cuenta que es lo que quiere.

Ella inclina su pecho hacia abajo, eleva su culo tanta como puedes, sin que ni un centímetro del pene del perro se escape de su interior.

Con la humedad de su vagina, lubrica su delicado orificio anal. Con las manos separa al máximo sus nalgas y, mientras su ano, como perfecto anillo de tersa piel, se abre en tímido gesto ante mis ojos; Raquel con sensual vos me dice:

  • ¡Arrodíllese detrás de mí!
  • Si le gusta lo que mira ¡Lo invito a entrar! – agrega, mientras se muerde el labio inferior y con su mano corre todo su cabello hacia su hombro derecho.

Me arrodillo por detrás tal cual me lo pidió, su culito esta justo frente a mi pene. Solo me inclino un poco y ya tengo el glande junto a su delicado anillo. Ejerciendo suave presión dejo que mi miembro se vaya deslizando en su hirviente pasadizo, hasta que en el máximo de la penetración mis testículos golpean contra su ocupada vagina.

Raquel gime al sentir que mi pene se desliza dentro de ella y jadea intensamente cuando lo siente tocar fondo.

Disfruto de la abrasadora sensación de tener mi miembro íntegramente en su culo. Pero solo por un segundo, porque ella ha comenzado a moverse nuevamente incitándome a seguirle el traqueteo.

Comienzo a jugar metiendo y sacando tímidamente mi miembro dentro de ajustado esfínter, para luego hacerlo con velocidad y profundidad. Por momentos también permito que Raquel tome la iniciativa y acompaño sus movimientos de cadera.

¡El culo de Raquel me enloquece!

La tomo por la cintura y la atraigo contra mí haciendo que todo mi pene se le clave hasta el fondo de su culo.

¡Ella gime con cada embestida!

Raquel empieza a cabalgar sobre Godínez, sin perder de su culo mi verga, aprovecho para sujetarla de su largo cabello cual si fueran riendas; se lo tiro un poco como haciendo frenar a la yegua, entonces ella arquea la espalda, hace su cabeza hacia atrás, levanta su culo y aprovechándome de su posición, le clavo la verga hasta el fondo de un solo empujón.

¡Ella clama y jadea como loca! Y un minuto más tarde me anuncia su próximo orgasmo pidiéndome desesperadamente:

  • ¡Lléneme ahora por favor!
  • ¡Lléneme con su leche y apague mi fuego!

Solo me dejo llevar por la excitación y vuelco dentro de Raquel en gran cantidad, una espesa, caliente y cremosa oleada de semen que representa, meses de abstinencia, deseo y lujuria por tanto tiempo postergada y que esta "perra" me ha sabido quitar junto con mis prejuicios.

Sigo llenándola con generosa cantidad al tiempo que la escucho gritar de placer:

  • ¡Me está llenando señor!
  • ¡Quiero hasta su última gotita dentro de mí!
  • ¡Ahora, ahora, ahora!

Empujo con mi pelvis contra ella. Mi pene está incrustado en su interior como un grueso clavo de carne, no quiero que se me escape ni una gota, no quiero que me quede ni una gota de semen sin dársela ¡Se la merece!

Y con un ahogado gemido me dice:

  • ¡Llego, llego, llego!
  • ¡Este es mi orgasmo!

Movimientos espasmódicos sacuden su cuerpo, siento como las pareces de su interior se contraen contra mi pene, sus nalgas tiemblan y sus muslos se tensan. Empieza a sacudirse tal si estuviera bailando una danza diabólica, mientras grita y revuelve sus cabellos por los aires de la sala, sin soltar de su interior, ni mi pene ni el de Godínez.

Cuando Raquel se tranquiliza queda tendida sobre el cuerpo de Godínez el que se empieza a incomodar porque lo está aplastando.

Aprovecho la posición y empiezo a retirar lentamente mi pene del culo de Raquel, al sentir esto, ella estira su mano y me va sujetando el miembro en una tierna caricia. Cuando lo termino de retirar, noto que su culo está muy dilatado y le cuesta volver a su posición natural, Raquel se toca el esfínter y me dice:

  • ¡Me lo dejo bien rotito señor!
  • ¡Mire ahora lo que me puso dentro!

Entonces, de apoco, empieza a surgir del interior de su ano mi esperma, que en cremosas y pesadas gotas, va abandonando su hirviente culo para alcanzar tristemente el frio suelo.

Ella se acaricia el esfínter y desparrama mi esperma como lubricando su perímetro y mirándome por sobre su hombro me pregunta.

  • ¿Le gustó el postre?
  • Si Raquel ¡Es de lo mejor que he comido en mi vida! – le respondo
  • ¡Me alegro mucho! ¡Yo lo disfrute también! - me dice
  • ¡Ud. tiene la verga ideal para mí, señor! ¿Si me permite se la voy a seguir usando? – agrega mientras sonrie
  • ¡Las veces que quieras Raquel! Las veces que quieras. – contesto gozoso y satisfecho.

Me quedo tirado un segundo sobre el suelo para reponer energías. Ella haciendo un esfuerzo se libera de la tranca de Godínez que todavía estaba lista para la acción.

La invito a ducharse conmigo. En silencio y con tiernas caricias nos enjabonamos nos secamos y nos vamos a dormir a mi cuarto.

¡La perra ya se había metido en mi cama!

Ya es de día. Despierto y Raquel no está en la cama. Aprovecho para remolonear un rato, luego me levanto.

Estando entre dormido escucho que se abre la puerta de la habitación. Es Raquel quien entra cargando una bandeja con un suculento desayuno.

¡Sigue estando perfectamente desnuda!

Me saluda con un beso en la mejilla mientras me pregunta:

  • ¿Durmió bien señor?
  • ¡De maravillas! – contesto
  • .
  • ¡Me alegra mucho! – agrega

Deja la bandeja sobre la mesa de luz a mi lado, y como veo una sola taza le pregunto:

  • ¿No desayunas conmigo?
  • ¡Si, luego! – me responde

Tengo un apetito voraz y sin muchos prolegómenos ataco la bandeja que se encuentra repleta de cosas ricas.

A dos manos voy tomando café y comiendo las delicias dulces que hay en la bandeja. ¡Está todo exquisito! Hace mucho que no disfruto de un desayuno semejante.

Miro a Raquel y le hago un gesto con la mano ofreciéndole que se sirva algo de comer y ella mirándome fijamente me dice:

  • ¿Señor, Ud. Quiere que coma algo?

Con la boca llena solo puedo asentir con mi cabeza.

Raquel, que estaba sentada en la cama junto a mí, se incorpora abruptamente, de un tirón me quita de encima las sabanas y se zambulle clavando su cara entre mis piernas. Con su mano recoge mi dormido miembro y empieza a chupar y lamer con exquisita delicadeza y devoción.

  • ¡Está muy rico mi desayuno! – dice sonriendo

No puedo contestar estoy casi ahogado por la comida y la sorpresa.

Trago a duras penas la comida que tengo en la boca y con mis manos me dedico a acariciar la perfecta espalda de Raquel. Recorro el recto canido que va desde sus hombros hasta su cintura, me detengo un instante en los pequeños raspones que le dejaron las uñas de Godínez en la refriega de ayer, para luego seguir las peligrosas curvas de sus nalgas, volviendo por el mismo camino para dejar que delicadamente mis dedos se enreden en su pesado y renegrido cabello.

Las chupadas, lamidas, succiones y besos que me da Raquel casi me hacen perder la conciencia. Ya tengo mi miembro en su máxima expresión. Raquel entiende del placer que me produce su capacitado servicio y parece inspirarse más en la labor.

Sabe cuando mi semen está con ganas de empezar a abandonar mis testículos y entonces se pone en cuatro patas sobre la cama, y mientras me mira por sobre su hombro me dice sensualmente:

  • ¡Ahora señor es el momento en que debe descubrirme como su perra
  • !

Me muestra el culo, luego lo menea incitándome a penetrarla. Y yo, que soy fácil de convencer, me ubico detrás de ella con mi miembro rígido como una barra de acero.

Con una de sus manos separa los labios de su vagina y me insiste diciendo:

  • ¡Ahora señor, entre por aquí que ya está bien mojadita para recibirlo!

Efectivamente el interior de su vagina brilla por el efecto que produce la delicada humedad que la invade.

Sin más, acerco mi miembro a su abierta vulva, que me espera como una boca lista a comerse mi pene. Cuando siento la delicadeza de su humedad, empiezo a insertar mi falo muy lentamente en su interior.

Me muevo en un eléctrico vaivén que me lleva a las puertas mismas del cielo.

Me prendo con mis manos a su cintura y mientras ella se mueve y sacude su cabello, me mira y gesticula exageradamente con cada gemido incitándome a que la posea con bravura. Yo la observo y no dejo de sorprenderme de la belleza de esa mujer.

Le paso mis manos por la espalda, me inclino un poco y alcanzo sus hermosas tetas que cuelgan como badajos de campanas. Delicadamente le pellizco los pezones y la sigo montando como se monta a una hembra, como se monta a una perra.

Después de estar un rato así le pido que se suba sobre mí. Quiero verla de frente mientras la poseo.

Ella ágilmente gira, toma mi pene con su mano y lo guía hasta su vagina; cuando esta justo donde debe estar, se deja caer, sentándose sobre mi rábano y metiéndoselo todo, hasta el último milímetro, dentro de ella.

Juega con su cuerpo sobre el mío, menea su pelvis contra la mía. Los oscuros pelitos de su pubis se anudan contras los míos. Sus tetas se sacuden ante mi cara y no puedo más que atraparlas y meterme sus parados pezones en la boca para chuparlos tanto como puedo.

Sus manos atrapan las mías, sus delgados dedos se entrelazan a los míos, lleva mis brazos hacia atrás y acelera los meneos de su cadera. Me susurra tímidamente al oído.

  • ¡Estoy a punto de llegar!
  • ¡Estoy a punto de tener otro orgasmo!
  • ¡Por favor lleguemos juntos!

No me puedo negar, no me quiero negar.

Cuando la escucho intensificar sus jadeos solo dejo escapar mi esperma hasta que ni una gota quede ya dentro de mí y todo dentro de su tan delicado, húmedo y tibio refugio.

Se recuesta rendida sobre mí, sus senos se aplastan contra mi pecho y por diez minutos me vuelvo a quedar dormido.

Pasado un rato nos levantamos, nos vestimos y Raquel se despide para ir a poner un poco de orden en su casa ya que hace uno días que no está ni ella ni su madre.

No puedo menos que llevarla en la camioneta hasta su hogar.

De camino hasta su casa le pregunto:

  • ¿Si vengo de nuevo el miércoles me puedes esperar en la chacrita?
  • No entiendo lo que me pregunta señor – responde
  • ¡Quiero verte de nuevo el miércoles próximo! – le confieso
  • No creo que sea posible, mi madre vuelve esta noche y ya no tiene que volver a salir –me responde tiernamente.
  • Pero es que quiero volver a verte, ¿Cómo puedo hacer? – le pregunto preocupado.
  • Veremos más adelante que se nos ocurre, por ahora no sé cómo podemos hacer – agrega con un tono frio de vos
  • .

Llegamos a destino, se despide de mí con un beso en la mejilla.

Mientras baja sus bolsos le digo:

  • Avísale a tu madre que esta noche regreso a la ciudad, mañana viernes voy a estar con mis padres
  • . Dejo a Godínez con agua y comida para que luego ella se encargue de atenderlo.
  • No hay problema - me responde.

Arranco la camioneta y vuelvo a la casa de campo.

Me pone tan mal no poder animarme a preguntarle a Raquel todo lo que tengo pendiente, necesito una conversación privada con ella en otro lugar y en otra situación.

Es apenas el mediodía, acomodo un poco mi ropa, hago el bolso y emprendo la retirada rumbo a mi casa de la ciudad.