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Tentaculos

en Zoofilia

Prologo:

Deseo fervientemente contar esta historia, mi historia. Lo único que por razones de proteger la intimidad de amigos y parejas he cambiado algunos datos pero todo el contenido es absolutamente veraz.

Quiero dedicar este relato a esas personas que participamos de esta locura, una de las tantas, que me aman y respetan tal como soy y que de seguro disfrutaran al leer esta locura que estoy por contar ya que nos traerá a la memoria algunos recuerdos.

Tentáculos:

Tengo 23 años de edad, estudiante universitaria y curso los últimos años de mi carrera, estudio medicina animal o veterinaria. Soy muy dedicada a la hora de estudiar y actualmente tengo mis energías puestas en mi nuevo trabajo, el cual necesito, para costearse la carrera universitaria.

Soy dueña de un rostro bonito, si bien no soy de reparar mucho en el maquillaje ni en el cuidado de mi pelo. También soy dueña de un cuerpo de infarto. Morena de ojos verdes, boca grande y carnosa, abundante y largo cabello negro. Tengo una delgada figura, con hermosos pechos redondos grandes y de delicados pezones rosados. Mi delgadez deja traslucir mis marcadas abdominales y mi pequeña cintura. Porto un vigoroso culo, de impactante redondez y firmeza; piernas increíblemente largar y bellamente formadas.

No reparo ni estoy muy atenta a mi figura ni tampoco le presto atención a la moda. Siempre visto con mi atuendo favoritos: jean, una remera holgada, camisa sueltas, zapatillas y todo con esa onda.

Solo conoce de mis atributos mi novio Esteban y mi amante Giselle. Y aunque parezca asombroso, es real, soy bisexual. Tengo un novio oficial que presento ante mi familia y conocidos. Por otra parte disfruto del sexo prohibido y tabú de mi amante mujer que se llama Giselle.

Giselle, es la típica rubia Barby de las películas Americanas, perfectamente platinada, ojos celestes, boca sensual, piel blanca y siempre bronceada, enormes senos, pequeña cintura, hermoso culo y perfectas piernas. Giselle tiene hombres a disposición las 24 horas del día, todos los días de la semana, pero solo a mí me ama con locura.

Me quiere tanto, que permite, para disimular y proteger nuestra relación, tenga una pareja de otro sexo.

Disfruto del sexo que me brinda mi novio Esteban, aunque de vez en cuando me resulte monótono, siento que lo necesito. Y por otra parte gozo a morir de las delicadezas de Giselle, que no deja de sorprenderme en variedad y gustos.

No solo comparto con mi amiga y amante de buen sexo, sino que desde jóvenes somos compañeras de colegio, si bien hoy, no estudiamos la misma carrera universitaria, somos carne y uña. Somos amigas y amantes.

Disfrutamos del cine porno del cual sacamos renovadas ideas que aplicamos a nuestros momentos de pasión, también somos amantes de hentai y del manga. Debo confesar que últimamente también nos atrae el género de la zoofilia, que si bien no practicamos, lo sentimos tan oculto y tabú como nuestra relación.

No fascinan las películas de hentai, en que las jóvenes son poseídas por monstros con varios penes en forma de tentáculos los cuales introducen en el cuerpo de la victima por todos los orificios habidos y por haber, provocando oleadas de orgasmos a las jóvenes victimas.

Un dia, en mi trabajo en la universidad me sorprende un nuevo espécimen que trajeron para estudio y por la noche, cuando nos encontramos para cenar, le cuento a Giselle que conocí un animal exótico, similar a una víbora, de la familia de las anguillas que tiene su origen en zona subtropical de América, y que viven en agua dulce, casando y comiendo lo que fueran restos de otros animales y su habitad es el fango. Miden aproximadamente entre 40 a 50 centímetros en su edad reproductiva y que pueden ser un poco más grandes en su adultez. Son de color marrón rojizo o marrón claro según el estado de crecimiento y que eran perfectamente similares a los penes de los monstros que veíamos en el hentai.

Giselle me escucha con atención a todos los detalles que le comento y cuando termino de explayarme en la explicación todo lo que quise, hago un silencio esperando alguna respuesta a mi comentario, entonces Giselle me mira como entre sorprendida y distraída y me dice:

  • Y?

No entendiendo lo que Giselle me pregunta y le contesto:

  • ¿No te comprendo?
  • ¿A que te refieres con el, "Y"?

Giselle me dice:

- Me refiero a cual es el sentido o a que lleva tu comentario.

  • ¿Piensas hacer algo al respecto o es solo un comentario totalmente traído de los pelos?

Estoy atónita, casi molesta y con fastidio le contesto:

  • ¡Si pienso hacer algo! Voy a conseguir dos de esos animales y los voy a adoptar como mascotas!
  • ¡Y más te digo, los pienso poner en una pecera y tenerlos en tu departamento ya que vives sola!

Giselle, con sonrisa sarcástica me contesta:

- ¡Bueno amor mío! Tu trae esos animalitos a mi departamento pero ¡Ni pienses que te voy a dejar entrar con ellos!

- ¡Estas realmente LOCA! - grita

- ¡Si quieres una mascota adopta un perro o un gato, o lo que sea menos unas víboras!

¡Me pone furiosa cuando reacciona así!

Sin contestar, doy media vuelta y me voy, al tiempo que sonrío para mí misma mientras pienso en la impresión que le causarían a mi "amiga" ver semejante ejemplares, que la verdad, si bien son inofensivos, causaban impresión.

Solo pasan dos días, cuando entra Giselle a su casa, me encuentra sentada a la mesa de su cocina y sobre ésta un raro recipiente con forma de pecera con fondo lodoso y el resto de agua turbia que no deja ver con claridad lo que hay dentro.

Giselle por un momento no quiere dar crédito a lo que ve. Duda por un segundo y luego me pregunto:

- ¿Me imagino que en ese recipiente no hay lo que yo pienso que hay?

Sonrío y le respondo:

  • ¡Te imaginas mal!

Y metiendo una mano dentro de la pecera intento asir una anguila, pero al ser tan resbalosa no la pudo sujetar, solo logro que asome su cuerpo. Esto bastó para que Giselle diera un grito de pánico.

Insisto en la tarea de juntar un animal e introduzco mi mano en la turbia agua hasta que encuentro otro de los especímenes y lo pudo retirar, sujetándole por un anillo de metal puesto ex profeso en el cuerpo del anfibio (el cual no le produce ningún daño) colocado sobre el lomo cerca de la cola, que ese mismo día, con colaboración de otro médico veterinario, le pusimos en forma quirúrgica en el laboratorio de la universidad para poder sujetar a los bicho.

Giselle no paraba de dar gritos. ¡Está espantada!

Esos animales son como víboras, con una piel extremadamente resbalosa, de color marrón casi negro por su lomo y amarillentos sobre su vientre. Tienen como 50 centímetros de largo y la cabeza de la bestia es igual al glande de un pene humano, obviamente que más grueso, mucho más gruesos.

Intento tranquilizarla intercambiando comentarios y opiniones, le explico que solo los tendré unos días como objeto de estudio y luego decidiremos qué hacer con esos dos animales.

Giselle no puede discutir conmigo. Si bien suele protestar, ella me amaba y tolera todo lo que le pido y hago, por el solo hecho de que nuestra relación esté bien. Me ama y la amo.

Transcurrió el día, llegó la noche, el clima entre nosotras no es el mejor. Si bien no hay discusiones, no abundan las palabras en la cena.

Luego de esperar algún comentario de mí amiga y sin tener respuesta, me retiro al cuarto, me desvistió y me voy a dar una ducha.

En la bañera cierro los ojos y me relajo al sentir el agua caer por mi cuerpo, tibia y abundante.

Dejo volar la imaginación y mis pensamientos se proyectan en un solo sentido, quería saber cómo sería y como se sentiría si esos animales me intentaran penetrar.

Pienso en el grosor de sus cuerpos y los imagino entrando en mi vagina. La idea me asusta, pienso si pudieran hacerme daño.

Como sin quererlo bajo una de mis manos hasta mi depilada entrepierna, froto mi vulva de arriba hacia abajo, separo los delicados labios, me froto tímidamente el clitoris y me introduzco un dedo. Lo muevo delicadamente, noto como mi humedad y mi calor abrazan mis falanges. Luego dejo deslizar otro dedo más en mi interior. Mi túnel carnoso y caliente abrasan mis dedos y me doy cuenta que estrecho es mi pasadizo. ¡Tal vez los grueso cuerpos de las bestias no entren en mi! ¡Tengo la idea fija!.

Sonrió súbitamente cuando quito los dedos de mi coño e imagino que sucedería si me quisieran penetrar por el culo. Si bien muy de vez en cuando dejo que me lo haga mi novio Esteban. ¡NI PENSARLO! me digo. Son mucho más gruesos que el pene de él. Dejo que uno de mis dedos de mi mano desocupada, acaricie mi ano y también lo hago como tomando una medida y pensando que es imposible que por ahí pudieran entrar.

Igual juego y presiono mi dedo contra mi culito haciendo que se hunda en mi ajustado, caliente y estrecho canal mientras que con mis otros dos dedos atosigo mi vagina y empiezo a masturbarme frenéticamente.

Me imagino poseída por las bestias y esto me enloquece, no pudo más, me tiemblan las piernas.

Me arrodillo en el piso, dejo caer mi cabeza hasta apoyarla en fondo de la bañera, quedando a gatas, levanto la cadera, busco con mi mano mi vagina, acelero mis dedos para hacer enardecido el ritmo de mi masturbación, mientras meto dentro de mi culo un dedo imaginando que es una anguila que me penetra clavándose bien hasta el fondo.

Mis dedos atormentaban el clítoris mientras con la otra mano me penetro con el dedo hasta las profundidades de mi culo.

Solo unos segundos hacen falta para ponerme al borde del orgasmo, cuando de repente escucho que Giselle intenta entrar en el baño al tiempo que me habla.

No logro contestar inmediatamente, no me sale la voz. Tampoco entiendo lo que Giselle me dice, pero esto es suficiente para distraerme y que perder la excitación.

Como Giselle no recibe respuesta de mi, solo se retira y se va a su cuarto.

He quedado hirviendo, me ha interrumpido el orgasmo.

Fastidiosa, terminó de ducharme, se enrosco una toalla en el cabello, salgo desnuda del baño y voy hasta la cocina a beber un vaso de agua fría.

Me siento junto a la mesa, sobre se halla la pecera con las anguilas, las observo en silencio y como sin quererlo meto mi mano en el agua y retiro uno de los animales sujetándolo de la anilla de metal.

La bestia resbalaba por la mesa intentando huir. Luego la levanto por el aire y parece hacerse un nudo. La acaricio y la baba de su resbaloso cuerpo queda impregnada en mi mano. Como poseída, me froto esta baba sobre mis tetas, lo cual me excita muchísimo. Mis senos se ponen firmes y mis pezones duros.

Levanto el animal por el aire, separo la silla de la mesa como haciendo lugar, separo todo lo que puedo mis piernas, y dirijo la cabeza del monstro hasta la entrada misma de mi vagina.

El animal como sabiendo, mueve su resbalosa cabeza de arriba hacia abajo por mis labios vaginales humectándolos y acariciándome el inflamado clítoris.

Con mi otra mano guio la cabeza de la bestia para que ésta intente penetrarme. Me doy cuenta de lo grande y gruesa que es. ¡Mucho, muchísimo más que el pene de Esteban!

Esto no me amedrenta en absoluto, presiono la cabeza del animal contra mi lubricada, mojada e hirviente entrepierna y la bestia sin preámbulos busco refugio en mi cueva.

Es grueso y enorme, pero lo resbaloso de su piel hace muy sencilla la penetración y en un instante tengo la cabezota de la bestia jugando dentro del coño. Mi vagina se dilato para recibirlo, la penetración es grandiosa. La sensación es indescriptible, es perfecta y suave, aunque brutal y veloz. Mi vagina parece estar al máximo de su capacidad, el cuerpo del animal parece rebalsar de mi interior. Mis pareces lo abrazan y lo contienen mientras su cuerpo me inunda intensamente.

Doy un grito breve y poderoso, un poco por el susto, tal vez por la impresión. Pero luego jadeo, me contorsiono, separo aun más las piernas mi me hago hacia el borde de la silla y le permitió a animal entrar un poco más. Si bien el animal cuelga de mi mano, su cuerpo hace un arco y se penetra desde abajo, lo que me permite ver como mi vagina se dilata a cada milímetro que su cuerpo se mete dentro del mío y la brillante baba de su cuerpo parecen iluminar los rosados labios de mi repleta boca de abajo.

El bicho se menea en mi interior y yo me retuerzo placer, siento milímetro por milímetro todo el cuerpo del animal meterse dentro en mí.

Permito al animal entrar un poco más para luego, haciendo una especie de contracción con mi vientre, expulsarlo hacia fuera. Pero el monstruo se quiere seguir metiendo dentro mí, lo que genera un frenético juego, yo intento sacármelo para luego dejar que él se me vuelva a incrustar. La sensación es única, inexplicable, una mescla de placer, dolor, locura, desenfreno y excitación que me tiene al borde del orgasmo.

Sin quererlo mis manos se aflojan y cuando estaba a punto de ahogar a esa bestia en mis hirvientes caldos, suelto la anilla de metal y el animal se escapo de mi cueva y cae al piso.

Respiro profundamente y aprieto mis dientes. En solo unos minutos es la segunda vez que se me interrumpe el orgasmo.

Miro el animal arrastrarse por el piso contorsionando su grueso y resbaloso cuerpo y me cuesta creer que tuviera el valor de dejarme poseer por él.

El animal intentaba huir buscando refugio debajo de los mueble, yo a gatas y desnuda, tratando de sujetarlo.

Luego que atrapo el animal, me quito la toalla que llevo en la cabella la cual cubre mi humedecido cabello, la pongo como de alfombra y me coloco a gatas sobre ella. Apoyo la cara contra el piso buscando otro punto de sostén, ya que necesito mis manos libres. Con una de ellas sujeto al animal y con la otra intento dirigir la cabeza del mismo hacia mi coño, que hierve y late de excitación, para que el grueso animal me logre penetrar nuevamente. Pero no se me hace tarea sencilla.

Giselle grita furiosa cuando ve la escena y me increpa diciendo:

  • ¿Qué haces loca?

Yo me sobresalto, no me he percatado que ella estaba mirando. Un poco nerviosa otro poco impaciente pero por sobre todo muy excitada le digo:

  • ¡Cállate y ven a echarme una mano!

Obviamente que Giselle impactada por la situación, sin entender o sin querer entender lo que pasa camina hasta donde estoy, se arrodilla a mi lado y me pregunta con entrecortada vos:

  • ¡Que necesitas que haga!

Le pido, le ordeno, que sujete el animal por la anilla metálica y que lo guie para que me penetre.

Tal lo pido, hace Giselle; y sin más, toma a la bestia y con sus delicadas manos la direcciona hacia mi vagina. El animal que solo quería huir, vio nuevamente mi cueva y clavo su cabeza en mi coño y cual si fuera un barreno me empieza a penetrar con rudeza.

Sintió el animal clavarse en mi interior sin poder contralar la velocidad ni la profundidad, esto me hace gritar. Clavo mis uñas en la alfombra y dejo mi sexo a disposición del Tentáculo y de Giselle. En esa posición me siento más sensible, tal vez más desprotegida, y la penetración me parece más intensa.

La bestia se contorsionaba más y más dentro de mí, casi con brutalidad. Grito de placer, del más intenso y salvaje placer hasta ahora por mi desconocido.

Giselle está más animada, entiende y comienza el juego permitiendo que el animal penetre profundamente en mí para luego lo quitarlo de interior hasta casi hacerlo salir por completo, para continuar repitiendo la maniobra una y otra vez hasta llevarme al límite de la locura.

Estoy por perder la cordura, no demoro en mojarme intensamente. El grueso y suave cuerpo de la bestia en mi interior me llena con generosidad. Sus bestiales movimientos me conmueven de placer, sentirlo entrar al máximo en mi interior para luego dejar que se escape me lleva al límite, al clímax.

Grito, grito y estoy a punto de desmayarme cuando llega y me invade uno de los más profundos, intensos y agobiantes orgasmos de mi vida.

La bestia parece reaccionar ante mis jugos moviéndose y contorsionándose con más fuerza. Le ruego a Giselle que me quite el animal, estoy temblando como una hoja y tengo miedo de desmayarme. Uno dos y tres, los orgasmos se suceden en mí en oleadas que me dejan casi inconsciente y caigo rendida en el suelo.

Casi en coma profundo y sin parar de temblar quedo echada sobre la toalla mojada intentando recuperar el aliento y las fuerzas. Giselle me observaba sin poder salir de su asombro, no puede dar crédito a lo que sus ojos ven y su razón no entiende.

Transcurre unos minutos, me incorporo y me abrazo tiernamente a Giselle.

Con ternura y lentitud empiezo a desnudar a mi amiga, le quito el camisolín y el corpiño, y gentilmente la obligo a ponerse a gatas sobre la húmeda toalla.

Le abro las piernas, y queda ante mis ojos su culo perfecto, bronceado y solo cubierto con la pequeña tanga celeste que lleva puesta. Mi amiga no se resiste, entiende la situación y lo que vio le gusta. Ella sabe que no haría nada que la dañara.

Tomo el animal y lo coloco en la pecera para darle un merecido descanso, retiro el otro bicho, que parece más grande y grueso. Está mojado y bien resbaloso, este parece más dócil, lo que me permite dominarlo con precisión.

Arrodillándome detrás de mi amiga, acerco la enorme cabeza de la bestia sobre la vagina de Giselle y lo hago resbalar de abajo hacia arriba, por sobre su diminuta tanguita. Estoy un instante haciendo esto, necesito estimularla, hasta que noto, que Giselle mueve un poquito sus caderas haciendo que el animal la frotase justo sobre el clítoris.

Entiendo el mensaje.

Le quito la micro tanga y asiento la cabeza del animal sobre su coño y entonces presionó para que ésta se clave en la depilada cuevita de Giselle. Cuando el animal intenta meterse Giselle tiembla. Decido retirarlo, es muy grueso y no quiero lastimarla. Pero decido repetir la rutina una y otra vez estimulando a Giselle, hasta que desesperada me pide que dejara que el animal la penetre pero despacio y con cuidado.

Hago los movimientos correctos y la bestia lentamente se le va clavando en el coño arrancándole gritos y gemidos. Grita que le duele, pero también jadeaba ahogadamente diciéndome:

  • ¡Me encanta adentro de mi cueva!
  • ¡La quería más adentro!

La rosada y húmeda vagina se va dilatando lentamente al tiempo que la bestia la penetra con lentitud, firmeza y profundidad.

Giselle gime y se contorsiona, menea su culo y separa al máximo las piernas como buscando hacerle lugar a la bestia en su interior. Luego se convulsiona; parece electrizada, tiembla se transpira y grita ahogadamente anunciando su orgasmo.

Luego se deja caer sobre el piso mientras el animal todavía danzaba en su interior.

La bronceada piel de Giselle contrasta con el cuero brillante y resbaladizo del grueso animal que se abre camino penetrando en la rosada vagina.

Así tal cual está, de costado como en posición fetal, parece que tiene cola como una gatita, tal cual se mueve la cola de un gato cuando está enojado, tal cual se sigue moviendo la anguilla dentro de la vagina de Giselle.

Los jugos de Giselle también estimulan al animal y éste se contorsiona aceleradamente dentro de ella.

Los eléctricos movimientos de la bestia penetrando a mi amiga, los gemidos y los sensuales movimientos de la cadera de Giselle, que mientras sigue tirada en el suelo juguetea con el animal, me ponen en estado de alerta roja por máximo nivel de excitación.

Necesito sentir nuevamente a la bestia dentro de mí, quiero sentir como su grueso cuerpo, se resbala en el interior de mi hirviente coño y cual manguera de bomberos, logra apagar ésta excitación que me quema por dentro.

Le ruego a Giselle:

  • ¡Muévete, que necesito otra dosis de sexo!
  • ¡Verte me ha puesto como loca!

Giselle se niega rotundamente y me contesta:

  • ¡Si quieres que me quite y te deje el lugar, hazme llegar nuevamente¡
  • ¡Colabora para que la bestia me haga nuevamente feliz!
  • NOOOOOOO! - Respondo enojada
  • ¡Hay que compartir, es una vez cada una! – la increpo
  • Por favor necesito otra vez más! ¡Es que fue muy intenso, pero muy breve! – me dice tiernamente.

Accedo de mala gana.

Esperó que Giselle, se coloque nuevamente a gatas, esta vez lo hace sin miedo. Levanta bien alto su culo, separa bien las piernas, y ante su gesto de abrirse las nalgas con sus manos, entiendo la orden y respondo a la brevedad.

Tomó el animal y tal como la primera vez, dejo que éste se deslice de arriba hacia abajo, empapando el coño de mi amiga. Pero esta vez, al tener Giselle, el culo tan al aire, el animal trepa desde el coño hasta el esfínter anal, lubricando que su resbalosa mucosidad todo su pequeño culito humedeciéndola también entre sus nalgas. Cada vez que el animal le rosa el culo, Giselle se estremece, pero también noto que juguetea moviendo su culo haciendo que el animal se detenga un instante sobre su estrecho orificio.

Observo sorprendida con que desparpajo Giselle contrae sus nalgas cada vez que la bestia rosa con la cabezota su zona anal, para incitarlo a que la penetre.

¡Giselle no imagina lo que me excita verla hacer esto!

Mientras con sus nalgas intenta atrapar la bestia, yo deliro de calentura, y comienzo a masturbarme tímidamente.

Fantaseo con la idea de ver a mi amiga con la anguila clavada en su culo.

¿Pero cómo lograrlo? ¡Giselle jamás lo aceptaría! Debe ser rápido, casi una violación.

Me reacomodo detrás de ella, dejo que el animal se deslizara por el su coño y empiece a penetrarle la vagina.

Giselle enloquece de placer y alegría. Aprovecho la humedad y deslizo un dedo de mi mano libre hasta su apretado culito y se lo meto sin miramientos bien hasta el fondo.

Giselle no se queja, solo gime y mueve las caderas en señal de aceptación.

En un loco frenesí castigo con mi dedo su culo mientras la bestia se encarga de hacerle el coño.

Giselle parece estar a punto del orgasmo, entonces de golpe le retiro el animal del coño.

Giselle me clama piedad:

  • ¡Por favor déjame la bestia dentro, necesito tener otro orgasmo!

La distraigo por un segundo mientras logro tomar de la pecera el otro animal.

Ya con ambos en mi poder dejo que uno de ellos la vuelva a penetrar por su vagina mientras le aviso:

  • ¡Amor mío, tengo la otra anguila en mi poder y te la voy a clavar en el culo!

Giselle que está desvariando por el éxtasis, no me cree ya que no se percato que efectivamente tomé el otro animal y entonces con ironía me responde

  • ¡Hace de mi lo que quieras!

Y sin dudas ni pormenores, guio la cabeza del animal hasta el anillito de Giselle y para cuando sintió la sensación de que tenia pegado algo a su esfínter se abrió las nalgas con sus manos, todo lo posible e ingenuamente me dice:

  • ¡Méteme el dedo en mi culito, yo se que te gusta, juega con él!

¡Tonta pensé entre mi!

Apreté la cabezota del animal contra el ano de mi amiga y para cuando reacciono ya tenía la cabeza y un buen pedazo del cuerpo de la bestia surcándole las profundidades de su culo.

La velocidad con que la anguila se clava en el culo de Giselle me sorprende. El animal la penetra y se entierra a velocidad luz. El culito de Giselle no tiene más que estirarse al máximo dejando que el resbaloso y dejar que el animal empiece a menearse en su interior.

Giselle dio un alarido e intenta con unas de sus manos, sin éxito, quitarse el animal que le perfora el culo.

Así tal cual esta, arrodillada, se contorsiona como un víbora, arqueaba su espalda y se retuerce, intentado asir el animal mientras me grita:

  • ¡Quítamelo!.

Desesperada, apoya su cara contra el suelo, quedando nuevamente a gatas y pasando una mano por entre sus piernas intenta sacarse el animal que hasta el momento esta como veinte centímetro clavado en su culo.

Sujetó a Giselle por la cintura inmovilizándola como puedo y le grito:

  • ¡Quédate quieta! ¡Yo te estoy cuidando, trata de disfrutar!

Giselle insiste gritando como loca que le saque el animal del culo, que la estaba partiendo en dos.

Supongo que no es tan así, Giselle cuando algo no le gusta es lo mas exagerada que se puede encontrar.

Le digo:

  • Cálmate y tranquilízate, te la quitare de apoco.

Y en el máximo de mi calentura me animo a pedirle:

_ Por favor solo quédate un poco mas así que me excita mucho verte doblemente penetrada!

  • ¡Me excita y estoy por llegar. – agrego

Entonces Giselle se deja penetrar por las dos bestias, y viéndome completamente en éxtasis, me presta ayuda acariciando mi sexo con su delicada mano, (ya que tengo las mías ocupadas sosteniendo las anguilas), y cuando sus dedos rozaron tímidamente mi clítoris estallo al orgasmo.

Giselle me acompaño teniendo su propio orgasmo mientras en la habitación se confundían mis jadeos y mis gemidos con los suyos.

Retiro los animales y poco a poco van abandonando las dilatadas cavidades de Giselle. Los deposito en la pecera, ellos también merecen un instante de relajación.

Me recuesto junto a ella por un rato en la alfombra mientras nos observamos y acariciamos sin hablar.

Estoy sorprendida de mi misma, recordar la escena de recién me excita enormemente, siento nuevamente mi entrepierna mojarse, mientras que Giselle está rendida.

Espero unos minutos y le ruego a me ayude, necesito nuevamente otra dosis de sexo bestial, necesito otra dosis de anguilas.

Mi amiga accede de mala gana.

Me pongo a gatas, levanto el culo, separo las piernas, tal lo hace Giselle, con mis manos abro mis nalgas todo lo que puedo, y luego le pido que ponga manos a la obra.

Toma uno de los animales y lo dirige a mi entrepierna, cierro los ojos para dejarme llevar por las sensaciones pero de golpe y sin ningún tipo de cuidados la bestia me roza el ano y siento que la cabeza del monstro, con la colaboración de Giselle se incrusta contra mi esfínter y me empieza a penetrar perforándome el culo. Terrible, enorme y veloz como un barreno, se incrusta en mi ano, abriéndose camino a mi interior.

Doy un grito ahogado, clavo las uñas sobre la alfombra, sacudo mis caderas como intentando librarse de eso que se me clava por detrás, pero es en vano. Cada vez lo tengo más adentro, me perfora y me penetra sin piedad. Siento explotar mi culo. Mi esfínter está al máximo de su estiramiento, las paredes de mi culo se ciñen a la bestia con tanta presión que puedo sentir milímetro a milímetro los detalles de su cuerpo. La anguila rebalsa en mi culo, la sensación no es tanto dolor sino de ahogo. Mi caliente caverna aloja ese enorme pedazote de carne que me llena exageradamente, para colmo la bestia se mueve y contorsionaba dentro de mí.

Tal la velocidad como se mete en mi interior, tal cual Giselle me lo saca de adentro, permitiendo que desde atrás el animal accione como si fuese un barreno.

Giselle ve como de alguna manera estoy padeciendo. Siento no soportar tan brutal culiada por mi estrecho pasadizo.

Pero esta situación vuelve loca de calentura a Giselle, su morbo y su libido estaban por el cielo con palabras y gestos firme intenta contenerme.

Desde lo más profundo de mi ser la entiendo, ahora tiene el poder y controla la situación, hace un instante lo viví cuando la tenía en mi control, Yo gocé igual que ella hace unos instante cuando la veía siendo penetrada salvajemente.

Giselle no se contiene, quiere ver más. Siento que necesitaba ver más. Quiere verme tener más sexo, ella necesita seguir escuchándome gritar y gemir.

Giselle me arenga con sucias palabras de sexo, aunque igual estoy al borde de desfallecer.

Giselle me incita a gozar.

Intento respirar profundo y separar las piernas para ver si esto aliviaba mi sensación anal.

En un movimiento ágil Giselle estira su brazo y saca de la pecera el otro espécimen, lo sujeta con firmeza, y lo dirigió hacia mi mojado coño.

Sin imaginarlo por no saber lo que Giselle planea, siento que el otro animal se incrusta en mi vagina; muy fuerte, muy de golpe y muy profundo.

Vuelvo a gritar, estoy aterrada pero terriblemente excitada. Tengo esas dos bestias clavadas una en el culo la otra en el coño.

El movimiento de los animales es salvaje y esto me pone al límite de mi tolerancia. El ritmo de las penetraciones que imponen los animales bajo la dirección de Giselle hace que sienta no poder soportarlo. No me dan tregua.

Giselle sujeta y mueve los animales con maestría, me tiene taponada por ambas vías metiendo y sacando una y otra de las bestias de mis muy dilatados orificios.

La sensación de excitación y de placer me embriaga.

En el rostro de Giselle puedo ver una mirada demoníaca. De sus manos parecen salir esos dos animales como si fueran tentáculos, que me poseen frenéticamente, tal lo sueño cuando miro los dibujos de hentai,

Escucho como Giselle con ronca voz me dice:

  • ¡Al fin estas gozando putita!

No puedo contestar, solo gimo y jadeo lo más fuerte que puedo para que Giselle entienda lo mucho que estoy gozando.

De repente siento que la bestia que me posee por el culo empieza a escaparse de mi interior abandonándome por completo. Pensé que era un erro, que se había salido sin querer, pero luego de un rato ciento que Giselle me lo quitó a propósito entonces la miro y con ahogado tono le pregunto:

  • ¿Por qué quitaste la bestia de mi culo?
  • ¡Ya has tenido suficiente! - me dice
  • ¡Solo relájate y goza hasta el orgasmo! - agrega

Con gravedad y fastidio le digo:

  • ¡No mi amor!
  • ¡Ponlo de nuevo en mi culo que te quiero regalar un orgasmo mientras vez como me violan las dos bestias!

Giselle solo hace lo que pido y la bestia se clavó y se deslizó bien dentro de mi ano. Cuando la bestia se empezó a clavar dentro de mi esfínter se dilato de golpe hasta casi romperse. Doy un grito mitad, dolor, mitad placer.

Abro más mis piernas levanto bien alto el culo y con meneos de mi cintura acompaño cada penetración, hasta que inconscientemente grito como loca anunciando un incontenible, potente y prolongado orgasmo gritando:

  • ¡Me corro!, me corro!
  • ¡Deja que se meta todo dentro de mí que me estoy corriendo!

Varios segundos estoy así hasta que rendida caigo de costado quedando en posición fetal. Giselle me quito los animales de mis dilatados y satisfechos orificios mientras me susurra al oído:

  • Me parece que es tiempo de ir a dormir.
  • Si mi amor – le respondo
  • ¡Pero prométeme que mañana la seguimos! – agrego.