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Mi vecino, su cabra y yo.

en Zoofilia

MI VECINO, SU CABRA, Y YO

Hace años que vivo en el mismo lugar, una urbanización muy tranquila de chalets. Todas las parcelas tienen los mismos metros, y todas las casas son iguales, lo único distinto es la gente que los habita, hay quien se ha hecho su cancha de tenis, otros han instalado una piscina, los hay que se dedican a criar animales, y otros muchos han sembrado su propia huerta. Nosotros optamos por una piscina a salvo de miradas indiscretas porque para mi es una delicia poder nadar desnuda bajo los rayos del sol, o a la pálida luz de la luna.

Mi vecino tiene un montón de animales, perros, cabras, ovejas, gallinas y hasta un cerdo enorme. Como es lógico todos estos animales, lo mismo que mi piscina, están ocultos a los ojos de cualquiera gracias a las altas tapias de la casa, pero por la parte trasera justo donde terminan nuestras parcelas hay una pequeña puerta de hierro que separa mi jardín del suyo, porque antes esa casa era de mi suegra, la vendimos cuando ella murió y decidimos tapiar la puerta. Han pasado varios meses y a pesar de mi insistencia aún no la hemos tapiado.

El mes pasado descubrí sin querer que la puerta seguía teniendo sus ventajas. Una tarde de mucho calor vi a través de la verja algo que me dejó perpleja, mi vecino estaba masturbándose sentado en una hamaca, yo me escondí detrás del brezo que cubre la puerta sin poder apartar la vista de aquel enorme pene, era el más gordo que he visto en mi vida, no era demasiado largo, pero era extraordinariamente grueso, y mi vecino no paraba de meneárselo, pensé que se correría de un momento a otro y seguí observando pero lo que pasó a continuación me dejó paralizada, él se puso de pie, se acercó a su corral sin dejar de acariciarse, se inclinó sobre una cabra blanca la sujetó por el cuello y la metió la polla hasta el fondo. La pobre cabra no paraba de balar, no se si de dolor o de placer. Mi vecino empezó a moverse cada vez más deprisa y a embestirla cada vez con más rabia, y después de unos segundos que me parecieron eternos, se corrió dentro de ella. Después saco su verga que ya estaba flácida y se marchó hacia su casa.

Este hecho no habría dejado de ser una simple anécdota de no ser por lo que me ocurrió a la semana siguiente.

Una noche mientras estaba sola en casa decidí darme un baño en la piscina, me metí dentro y durante un buen rato me dejé acariciar por la frescura del agua. Cuando salí me tumbé a oscuras en el césped, sintiendo la hierba húmeda bajo mi cuerpo desnudo, me quedé allí otro rato, hasta que un ruido extraño me hizo sentir miedo y pensé que era hora de entrar en casa. Con las prisas al levantarme me torcí un pie y quedé muerta de dolor a cuatro patas y sin nadie a quien pedir ayuda. Al minuto sentí un gran golpe sobre mi espalda, pensé que me estaban atacando y así era, al girarme para ver quien era descubrí a una de las cabras del vecino, bueno, a juzgar por el enorme rabo que intentaba meterme era una cabra macho. Sentí alivio y casi me dio la risa pensando que podía levantarme y asustar al cabrito, pero mi mente me engañaba y me di cuenta cuando sentí su enorme rabo dentro de mí, sentí rabia, furia, asco y por último debo admitir que sentí placer, mucho placer. El cabrito me tenía completamente inmovilizada, mientras me partía por dentro con cada embestida, su rabo era gigantesco y el se afanaba por metérmelo entero, cada vez más dentro y cada vez más fuerte, mi coño palpitaba porque con cada empujón su rabo se ponía más gordo y más caliente, mi excitación crecía y tuve que abrirme para que me la metiera entera. Me coloqué para facilitar que me cabalgara, y en uno de los empujones resbaló y me la metió por el culo, el placer que sentía se triplicó y tuve un orgasmo alucinante, húmedo y largo, sin dejar de moverme al compás del cabrito que se corrió llenándome de semen por dentro y por fuera. Después me lamió como recreándose y luego se marchó por el agujero que había abierto en el brezo de la puerta. Yo me quedé tumbada de lado sobre la hierba, agotada y un poco avergonzada, pero extrañamente satisfecha y feliz.

Días después mi marido sin saber nada de lo ocurrido llamó a un albañil, cuando yo llegué a casa la puerta estaba tapiada.

Y mi aventura animal y mi orgasmo bestial nunca se repetirán. ¿O si?