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La boda de mi prima (1)

en Amor filial

La boda de mi prima

La boda de su prima supuso la excusa perfecta para que todos ellos expresasen sus deseos disfrutando de grandes momentos de placer en la oscuridad del baile junto a su esposa y en el baño de mujeres en compañía de su querida tía y de la joven y hermosa hija de la misma…

 

Lost and found, a wallet from a man, careless man, careless man

Too bad, too bad, too bad, too bad

Lost and found, a wallet from a man, careless man, careless man

And all the streets are paved tonight, and we won’t be their slaves tonight

And I ain’t gonna feel bad at all, feel bad at all

Lost and found, a wallet from a man, careless man, careless man

Too bad, too bad, too bad, too bad

Lost and found, a wallet from a man, careless man, careless man

He’s Robin Hood by accident

I need it more than he does and

I surely will not feel bad at all, feel bad at all, feel bad at all,

feel bad at all, , feel bad at all, , feel bad at all.

Lost and found, a wallet from a man, careless man, careless man

Oh is there anybody out there by the name of Mister Jones?

No? No? Well, I tried

Lost and found, lost and found, lost and found, lost and found.

Lost and found, a wallet from a man, careless man, careless man

Too bad, too bad, too bad, too bad…

Lost and found, SPARKS

 

CAPÍTULO I

 

Aquel soleado pero frío sábado del mes de abril celebrábamos el matrimonio de mi prima María, una bella muchacha de largos cabellos morenos que llevaba recogidos para tan solemne ocasión en un bonito moño bajo el velo del vestido. El enlace tuvo lugar a media tarde en una conocida iglesia de nuestra ciudad y, como es habitual en estos casos, los invitados íbamos todos muy elegantes con bonitos vestidos y algún que otro sombrero o pamela las mujeres y trajes de corte impecable los hombres. Aquella tarde, se hacía necesario el uso de un buen abrigo pues al día soleado y de clima seco que hacía le acompañaba un molesto vientecillo fresco, más bien frío.

La ceremonia dio comienzo hacia las cinco de la tarde entre las risas y gestos nerviosos con que los novios trataban de ocultar la enorme turbación que todo aquello les producía. Graciela, mi mujer, se mostraba espléndida bajo su abrigo de ante azul marino con cuellos y puños de piel, con aquel vestido color mora que le cubría hasta la rodilla, dejándole uno de los hombros al descubierto y que tan bien moldeaba su bella silueta. Su media melena castaña caía graciosamente abandonada por encima de aquellos hombros que tanto me gustaba morder cada vez que se me presentaba la ocasión de poder hacerlo. Yo, por mi parte, diré que soy moreno y que a mis treinta y cuatro años me conservo bien resultando atractivo para las mujeres y disfrutando de más de un flirteo como pronto veréis.

La iglesia estaba llena de gente y durante la boda estuvimos acompañados por mi prima Eloísa y su marido Pablo al que había puesto los cuernos en más de una ocasión con su querida esposa. Sólo ver el pícaro guiño que me lanzó Eloísa y la cara que puso al saludarnos supe las ganas que tenía de que la hiciera mía cosa que, evidentemente, no pensaba desaprovechar si la ocasión se presentaba propicia. Sólo rozar mis dedos la delicada piel de su brazo noté cómo la misma se erizaba irremediablemente demostrándome así las miles de sensaciones que aquel contacto provocaba en ella.

Daniel, estás muy guapo con ese traje gris que llevas –me dijo de forma discreta al oído tras ofrecerme sus mejillas las cuales besé con extrema suavidad.

Gracias por el cumplido. Tú también estás para comerte, querida prima –le respondí con igual discreción viendo sus ojos brillar de aquel modo especial que tanto me gustaba.

Ciertamente mis palabras no la engañaban lo más mínimo pues realmente aquella tarde mi prima Eloísa estaba para comérsela con aquel precioso y fino vestido largo de lentejuelas y plumas en color beige que acompañaba con un abrigo de paño color camel y de un chal en color vino tinto para echarse por encima de los hombros durante la cena. Un original y pequeño bolso en tonos metálicos y unas sandalias de altísimo tacón complementaban el conjunto que escondía los muchos encantos de aquella hermosa rubia treintañera a la que yo tan bien conocía.

Apenas dos años más joven que yo, Eloísa resultaba una hembra hermosa y apetecible con su cuerpo delgado y bien formado en el que destacaban aquel par de pechos redonditos y de buen tamaño y aquel culito respingón que más de una vez había tenido el gusto de poder tener entre mis manos. Además debo confesar que su carita de niña buena me daba un morbazo de la ostia sintiendo mi pene excitarse irremediablemente bajo el pantalón cada vez que la veía.

Al salir de la iglesia y mientras el fotógrafo se dedicaba a hacer fotos a los novios junto a los invitados, los niños aprovechaban para corretear felices y alegres alrededor de sus padres y de la gente que allí nos hallábamos reunidos. Estuvimos saludando a diferentes familiares y gentes a las que no conocíamos de nada y por allí también aparecieron la hermana de mi madre, mi tía Mari Luz y mi tío Antonio a los que saludamos efusivamente poniéndonos a charlar al momento con ellos.

Mi tía Mari Luz, la madre de Eloísa y hermana de mi madre como dije, era otra de mis conquistas de la que había disfrutado en la soledad de su casa cuando mi tío la dejaba sola en sus muchos viajes por Europa, pues trabajaba en una empresa de transportes como camionero. No es de extrañar que una cincuentona como Mari Luz, sola y todavía de buen ver, cayese con facilidad en brazos de un casanova como yo lo era así que con ella recorrí todos y cada uno de los rincones de su casa gozando de su cuerpo voluptuoso y bien entrado en carnes y de aquel par de enormes pechos que tanto me gustaba masajear y acariciar en la soledad de nuestros encuentros clandestinos y adúlteros.

Con Mari Luz follábamos sobre la lavadora, en la mesa o en el sofá del salón, en la ducha del baño, sentada sobre el mármol de la cocina y por supuesto en la cama matrimonial lo cual supuso para ella una inyección extra de morbo al tratarse de aquel lugar tan especial que solo había compartido con su esposo. Según mi tía, mi cuerpo joven y vigoroso hizo arder en ella aquella pasión desbordante que durante tanto y tanto tiempo había permanecido escondida en la monotonía de su matrimonio. Una pasión ya un tanto olvidada por su parte pero que floreció de forma entusiasta y vehemente tan pronto supe qué tecla tocar para conseguir que aquel torrente desbocado se diera a conocer.

Aquella veterana de rotundas formas se mostraba tímida y vergonzosa al principio pero cuando uno sabía cómo excitarla, se convertía en una especie de pantera mimosa capaz de llevar a cabo las mayores perversiones. No tardé mucho en descubrir sus tendencias masoquistas de clara tendencia sumisa al ver cómo era capaz de llegar al orgasmo tan sólo con recibir unos buenos azotes en sus nalgas. Mari Luz chillaba y gritaba gozosa cada vez que, teniéndola montada y cabalgando sobre mí como una posesa, mi mano golpeaba con fuerza sus nalgas hasta dejárselas completamente enrojecidas.

Enseguida empezamos a desarrollar diferentes fantasías con las que mi hermosa tía se estremecía dejándose llevar por sus más primitivos instintos. Le gustaba imaginar diversas escenas escenificando castigos imprevistos:

¿Has roto un vaso, maldita? ¡Pues ya sabes lo que te espera después de la cena! –le decía sabiendo que aquellas palabras tenían la virtud de conseguir ponerla fuera de sí.

También se aficionó al tema de los disfraces; bueno, debo reconocer que yo también me aficioné a ello evidentemente. Me aficioné a verla vestida de aquellas formas tan sensuales y sugestivas. Era como un juego agradable en el que las falditas de colegiala, los pantalones cortos, los ligueros, los zapatos de tacón de vértigo y la ropa interior sugerente jugaban un papel fundamental aumentando así mucho más el placer del juego y de su conclusión final. El ingenio de Mari Luz me tenía gratamente sorprendido fantaseando ella con el papel de ejecutiva elegantemente arreglada con traje azul marino y corriendo por la acera de cualquier ciudad pegada a su teléfono móvil y que, al llegar a casa, le gustaba convertirse en una colegiala traviesa vistiéndose con blusita blanca, corbata negra, minifalda a cuadros y calcetines largos hasta la rodilla dispuesta a recibir de mano de su marido toda una enérgica serie de azotes en el trasero. Otras muchas de sus fantasías eran la del profesor maduro y estricto y de la alumna rebelde y desobediente, del padre déspota en compañía de la hija perversa, del jefe desmesurado en su tratamiento junto a su secretaria dócil y sumisa…

El espectáculo de ver a mi querida tía medio desnuda y retorciéndose de placer al recibir una buena azotaina sobre aquel par de montañas resultaba también para mí altamente estimulante consiguiendo de ese modo alguno de mis mejores orgasmos en compañía de aquella mujer tan sensible y tan necesitada de amor y cariño. Según me confesó Mari Luz, con mi tío Antonio hacía tiempo que no se acostaba aprovechando él para ponerle los cuernos con diferentes mujeres cada vez que marchaba fuera.

Nuestros tumultuosos encuentros se iniciaban habitualmente con el anuncio del azote cuando hablábamos por teléfono antes de pasar por su casa o bien dándole a conocer que pasaría a recogerla por el aeropuerto para después obsequiarla con un buen azote al encontrarnos solos en casa. Todo aquello lograba en Mari Luz un efecto explosivo recibiéndome con sus mejores galas y con un brillo desesperado en sus ojos con el que me demostraba el enorme deseo que la embargaba. Luego el juego continuaba con las caricias y la lenta e inevitable bajada de la falda y la ropa interior antes de recibir el primer cachete que la hacía emitir un profundo sollozo lastimero con el que lograba hacer que mi miembro respondiese parándose al instante bajo mis pantalones. Era entonces cuando finalmente aprovechaba allí donde estuviéramos o bien cuando la llevaba a su dormitorio en donde acababa despojándome de la ropa y bajándome finalmente los pantalones para terminar sobre ella follándola de manera salvaje entre fuertes lamentos y gritos por parte de ambos. Era la puta de mi tía la que me pedía que golpease con dulzura y delicadeza su redondo trasero haciéndola de ese modo chillar de emoción con cada uno de mis golpes.

Aquel día mi tía Mari Luz deslumbró a todos escogiendo un espectacular y muy escotado vestido hasta los pies en color gris perla bajo el que se dibujaba la redondez de sus caderas y el tentador contorno de su pelvis hacia el que se dirigieron mis ojos nada más verla. El provocativo escote del vestido mostraba buena parte de sus enormes pechos resultando aún mucho más interesante pues aquel día Mari Luz no llevaba sujetador por lo que los pezones se marcaban picudos y desafiantes bajo la tela del vestido llamando la atención sobre ellos de más de un hombre. En uno de los laterales destacaba una sugerente abertura mostrando la pierna hasta bien arriba y sus bonitos zapatos bicolor gris y negro de tacón alto de aguja que tan sensual la hacían ver.

Llevaba su largo y rojizo cabello recogido en un favorecedor moño desenfadado, salvaje y con volumen que le aportaba algo de exotismo dándole al mismo tiempo un aspecto mucho más juvenil y divertido. Al besarnos observé tras sus gafas de pasta azul el mismo brillo especial de ojos que había descubierto minutos antes en el rostro de Eloísa. Ambas mujeres resultaban altamente apetecibles para mí obligándome a sentir la imperiosa necesidad de tragar saliva ante la presencia turbadora de aquel par de hembras de movimientos tan insinuantes y de formas tan generosas y femeninas.

Así estuvimos todo el rato lanzándonos encendidas aunque disimuladas miradas de complicidad demostrándonos así el mucho deseo que los tres teníamos por poder encontrarnos a solas en un lugar mucho más íntimo y escondido. Al fin acabaron las fotos despidiéndose la gente y dirigiéndonos todos a los coches para vernos en pocos minutos en el cercano restaurante donde se celebraría la merienda-cena y el posterior baile en honor a los recién casados.

El salón donde íbamos a cenar consistía en un montón de mesas redondas y una gran mesa rectangular alargada reservada a los novios y a los padres de los mismos. Tras dejar los abrigos en el guardarropa que el restaurante tenía, en nuestra mesa coincidimos Eloísa y su marido, Mari Luz y mi tío Antonio junto a unos primos lejanos de la novia a los que apenas conocíamos. A mi derecha dio la feliz coincidencia de encontrarme con mi prima Eloísa mientras que Mari Luz tomó asiento justo frente a mí una vez los novios hicieron acto de presencia en el abarrotado salón. Pronto la gente empezó a picar de aquí y de allá al tiempo que cada cual hablaba con sus compañeros de mesa en un murmullo incesante y ensordecedor debido a la más que deficiente acústica del local. Yo sabía y era plenamente consciente del deseo que Graciela provocaba en gran parte del personal masculino e incluso en alguna que otra jovencita de reconocida tendencia lésbica. Para provocar aún más aquel deseo, aprovechaba siempre que podía para unir mis labios a los suyos de forma delicada e incluso de forma mucho más salvaje y desvergonzada pues sabía lo mucho que aquello le gustaba a mi esposa.

Nada más empezar con el primer plato y mientras hablaba con Pablo y con mi tío de cosas sin el más mínimo interés, sentí bajo el mantel la presencia de una mano aproximándose de forma peligrosa hacia mi entrepierna. Una vez la alcanzó se posó sobre ella apretándola con decisión y empezando a manosearla por encima de la tela del pantalón que la cubría. Sin poner remedio a todo aquello y dejándome hacer por aquellos inquietos dedos, imaginé que sería Graciela la culpable de aquellas encantadoras caricias. Disimulando lo mejor que pude la imaginé cachonda y excitada por todos aquellos besos con los que la había obsequiado momentos antes.

Pronto mi sexo respondió a la presión de aquellos dedos comenzando a aumentar de tamaño hasta hacerse insoportable el encierro al que se veía sometido. La experta mano pronto incrementó el ritmo de su avance agarrando la cremallera y bajándola con determinación para, al momento, tantear buscando bajo el calzoncillo el pene excitado hasta lograr atraparlo sacándolo al fin al exterior para empezar a palparlo con exquisita delicadeza. Tragando saliva mantuve la compostura disfrutando del roce de aquellos dedillos sobre mi miembro el cual notaba grueso e inflamado bajo el mantel que lo ocultaba convenientemente fuera del alcance de posibles miradas indiscretas.

Mi polla buscaba inquieta y nerviosa el roce de aquella mano que tanto placer le daba. Estaba realmente empalmada y dura como si de auténtico granito se tratara, deseosa de caricias que tranquilizaran aquel fiero desasosiego que la envolvía. Sin poder verla estaba bien seguro de imaginarla cubierta por las primeras gotas de la secreción viscosa propia del líquido pre-seminal. Enseguida la mano vivaracha atrapó mi miembro empezando a masturbarlo arriba y abajo de forma lenta pero continua. Abandonando la conversación que mantenía giré la cara hacia mi esposa para darle a conocer el intenso placer que sentía gracias al dulce masajeo que me ofrecía.

Al volver la cabeza hacia Graciela pude verla hablando animadamente con el par de desconocidos que habían coincidido a su lado. Tenía las manos cruzadas sobre la mesa mientras comía de su plato y respondía de tanto en tanto a la charla que se le ofrecía. Resultaba más que evidente que no era mi esposa la causante de las agradables caricias que mi pene recibía. Así pues aquella mano sólo podía pertenecer a otra persona con lo que girándome a mi derecha descubrí la sonrisa traviesa de mi prima la cual en ese momento masajeaba mi grueso músculo moviendo sus dedillos sin descanso bajo la mesa.

¿A que no te esperabas esto, primito? ¿No te resulta morboso el peligro de poder ser sorprendidos por alguien? –me preguntó Eloísa en voz baja acercándose a mi oído para no ser escuchada por su marido ni por mi mujer.

¡Joder cómo me estás poniendo! Pues claro que me resulta morboso… vamos continúa… -le respondí devolviéndole la sonrisa, tratando de que nada de aquello se notara y evitando como pude gemir de emoción ante el ataque furibundo al que me tenía sometido.

Sin dejar de acariciarme, Eloísa empezó a hablar conmigo de la manera más natural como si allí nada pasara. Debo reconocer que todo aquello resultaba altamente morboso para mí. Estar junto a mi esposa sin que ella se diera cuenta de nada y el estar en medio de aquella boda siendo masturbado por mi querida primita, la cual sabía perfectamente cuándo mover su mano y sus dedos más y más deprisa y cuándo parar para así alargar el placer que me producía, debo decir que era demasiado para mí. El temor a poder ser vistos por alguien acentuaba mi morbo, dejándome hacer por aquella mano aguantándome como podía y sin poder dar rienda suelta a las millones de sensaciones que mi cuerpo sentía.

La situación se complicó aún más para mí al ponerse a hablar con nosotros el marido de Eloísa. Ella pareció no preocuparse por ello disimulando ante él a la perfección mientras ahora su mano empezó a moverse con mayor rapidez imagino que movida por el tremendo morbo que debía producirle aquella situación, allí hablando con su esposo con total tranquilidad mientras su mano masturbaba mi pene a buen ritmo. Como pude bebí un sorbo de mi copa de vino sintiendo como mi polla se endurecía a marchas forzadas bajo el rápido masaje de los dedos de Eloísa. Sabía que no iba a tardar mucho en correrme si aquello continuaba así, de manera que dejándome llevar por aquella situación casi surrealista sentí de pronto el roce de una pierna empezando a moverse de forma insistente sobre la mía y cómo luego un pie juguetón alcanzaba mi entrepierna poniéndose a jugar con ella con el mayor descaro.

Nada había cambiado en la mesa pues mi esposa seguía charlando con sus compañeros mientras el resto de comensales seguían a lo suyo sin percatarse de lo que mi hermosa prima me hacía bajo el mantel. Pero evidentemente allí podía sentir una nueva caricia acompañando a la que Eloísa me hacía. Pronto comprendí a quien pertenecía la culpabilidad de todo aquello. Los pequeños ojos brillantes color avellana, ocultos bajo el cristal de las gafas de mi tía Mari Luz, se cruzaron con los míos mostrándome la tremenda pasión que la consumía. Casi me atraganto al sentir aquel roce por encima de mi polla la cual botó entre mis piernas enderezándose aún más. Imaginé que se había descalzado y que había estirado el pie hasta alcanzar mi entrepierna la cual ya se hallaba acompañada por la mano de su hija.

Juro que no sabía qué hacer ni dónde meterme en esos momentos, allí atacado de aquel modo por aquel par de arpías buscando alcanzar los límites de mis fuerzas. Era la paja más estupenda que me habían hecho en toda mi vida y no iba a tardar mucho en acabar explotando bajo el roce continuo de aquella mano y aquel pie. Mientras la mano se deslizaba más y más rápido por encima de mi tronco, el pie de mi tía frotaba ansioso mis muslos entrando en contacto de vez en cuando con la mano de Eloísa.

Vamos Daniel córrete… vamos primito córrete… -me pidió Eloísa en voz baja volviendo a acercar su boca a mi oído mientras su mano se movía ahora de manera increíble buscando acabar con mis últimas resistencias.

Tanta caricia acabó por llevarme al borde del orgasmo. Finalmente y sin pronunciar palabra me corrí explotando entre los dedos de mi prima una gran cantidad de semen que fue a caer al suelo, llenando parte del mismo la mano de Eloísa la cual se limpió con rapidez con el mantel sin ser vista por nadie.

Joder tío, estabas bien cargado… así me gusta. ¡Menuda corrida te has pegado!... Bueno muchacho, vete preparando que más tarde te pediré que me des aún más –me dijo tras unos pocos segundos mi prima mientras arreglaba ella misma aquel desaguisado volviendo a esconder mi pene dentro del pantalón cerrando a continuación la cremallera con exquisita delicadeza.

Eres mala… muy mala y perversa… -exclamé sonriéndole con la mejor de mis sonrisas.

¿Qué yo soy mala? ¿Y tú qué? Además no me negarás que te encanta que sea así de mala y perversa contigo –exclamó acercándose una vez más a mi oído.

Todo aquello no había durado más de cinco minutos pero debo reconocer que me hallaba terriblemente satisfecho al tiempo que un poco cansado de tanta tensión acumulada. Levantándome de la mesa me excusé ante mi mujer y el resto de compañeros de la mesa diciendo que necesitaba ir al baño al tiempo que veía la sonrisa aviesa que tanto mi prima como mi tía Mari Luz me lanzaban, únicas personas de la mesa sabedoras de lo que apenas unos segundos antes allí había sucedido…

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