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Mi chica bailarinas

en Fetichismo

Aunque es evidente que el que tiene novia la quiere mucho y siempre habla maravillas de ella, yo puedo decir sin miedo a equivocarme que mi chica es un auténtico bomboncito. Tiene 28 años, es delgada (50 Kg), bajita (155 cm), morena y con el pelo largo. Es inocente y encantadora. Tiene unos pechos preciosos, ni muy grandes ni muy pequeños, muy acordes con su físico, y un culo de escándalo.

Este verano nos fuimos una semana a la costa murciana. Mi chica disfruta del verano sobre todo por la ropa que se puede poner, cosas frescas para ir cómoda y a la vez sexy, aunque esto último no lo pretenda mucho. En el viaje de ida, se puso una camiseta rosada con un bonito escote redondo de los que se ven el canalillo, unos pantalones piratas vaqueros y unas bonitas bailarinas negras sin calcetines. Sus amigas la llaman la "chica bailarinas", le encantan las bailarinas, tiene varios pares y las luce casi siempre con piratas ajustaditos para que destaquen más sus preciosos pies. Siempre dice que tiene ganas de que llegue el verano precisamente por lucirlas, y ni qué decir tiene que, al ponerse piratas, le marcan también un culito ideal para cachetearlo.

Al llegar al hotel, bajamos las maletas y me di cuenta de que, en el primer piso, habían dos chavales muy jovencitos que nos miraban, pero más bien miraban a mi chica y se sonreían, seguramente porque la camiseta que llevaba enseñaba bastante los pechos si se miraba desde arriba. Cuando subíamos por el ascensor le dije:

  • ¿Te has fijado en los dos chavales que nos miraban?
  • ¿Qué chavales?
  • Los del primero. Estaban asomados al balcón y no te quitaban la vista de encima. Creo que se estaban fijando en tus tetas.
  • ¿Pero qué dices? ¿Mis tetas? ¿Estás seguro?

Esto último lo dijo mirándose el escote y sonrojándose. Lo negó porque le daba vergüenza, y ya no hablamos más del tema. Abrimos la puerta de nuestra habitación, dejamos las maletas y, de repente, se acercó a mi y me dio un buen morreo. Yo pensé que se había excitado con lo que le había dicho, pues metí la mano dentro de su escote y noté sus pezones bien duros.

  • Mmmmm, estás buenísima con eso que llevas, eres un bombón –le dije mientras la besaba-. ¿Te has puesto cachonda con lo que te he contado?
  • No, ¿cómo me voy a poner cachonda con eso? Me da vergüenza, madre mía… pero, ¿eran muy pequeños?
  • Yo les echaría entre 14 y 17 años, pero no más.

Así se quedó la cosa. Decidimos ir a dar una vuelta por el paseo marítimo hasta la hora de comer. Ella no se cambió y fuimos a disfrutar de la brisa marina y del sol. Cuando regresamos para comer en el hotel, nos cruzamos con los dos chavales y con sus padres que salían por la puerta. Me di perfecta cuenta de cómo los críos miraban a mi chica de reojo, parándose en su escote y en sus bonitos pies con bailarinas, pero como iban con sus padres no era un buen momento para decirles nada. Mi chica no se dio cuenta tampoco esta vez, y se lo volví a contar cuando estábamos en el restaurante.

  • ¿Has visto a la familia que salía cuando entrábamos nosotros?
  • Sí. ¿Por?
  • Los chavales que iban con ellos son los que te estaban mirando desde el balcón.
  • Pero… ¿estás seguro de que me miraban?
  • Y tanto… además, ahora también te miraban al escote y los pies.
  • ¿A los pies?
  • Si… es que tus bailarinas negras destacan mucho tus pies. Te hacen más bonita todavía.
  • Anda, que cosas tienes…

Volvió a sonrojarse y se miró los pies, sonriéndose y negando en todo momento que aquellos chicos se hubieran fijado en ella. - ¿Cómo se van a fijar en mí, si por lo menos les doblo la edad?- me dijo.

El resto del día lo pasamos en la playa. En el hotel, ella se puso un precioso bikini rojo que le resaltaba el morenito de su piel. Era verdaderamente fascinante y excitante verla tan semidesnuda, tan sexy. Me pidió que le echara crema antes de salir, y cumpliendo sus deseos empecé a untarle la espalda, dándole suaves masajes a la vez. Luego, seguí por los hombros y le bajé los dos tirantes del bikini, besando su desnudo cuello despacito mientras desde esa perspectiva disfrutaba del espectáculo de su escote. Seguidamente, empecé a echarle un poco de crema también por delante desde mi aventajada posición trasera, desde los hombros hasta el comienzo de sus pechos y, mientras seguía besándole el cuello, metí mis dos manos a la vez dentro del bikini, pringando de crema sus duros pezones y sobándole las tetas mientras seguía besándola. Con el movimiento, se cayó el bikini y sus tetas salieron al aire, manchadas de crema, mientras ella inclinaba la cabeza hacia atrás en señal de placer. Mi polla ya estaba erecta desde el momento que le besaba el cuello, y ella la palpó por encima del bañador con una sonrisa de gusto, pero me dijo:

  • Guárdatela para esta noche. Te tengo una sorpresa preparada.
  • ¿En serio? ¿Y no me la podrías dar ahora?
  • No. Será mejor por la noche. Confía en mi y ahora vamos a disfrutar de la playa.

Con el estado de excitación en el que me encontraba no me pareció buena idea, pero acepté y nos fuimos a la playa.

Pasamos todo el día tostándonos al sol, jugando a las palas y bañándonos varias veces, en las que aprovechábamos para meternos mano bajo el agua. Ella metía la mano dentro del bañador y cogía mi polla dura, susurrándome al oído cosas como "quiero que disfrutes" o "me encantaría metérmela ahora mismo", pero nos tuvimos que aguantar porque había mucha gente alrededor.

A media tarde, vi que la familia de los niñatos mirones instalaba su camping playero muy cerca de nosotros. Creo que los mismos chavales se sorprendieron de vernos tan cerca, pues sus miradas delataban sorpresa al ver que éramos nosotros. Se lo dije a mi chica, pero no le dio mayor importancia. "Son muy críos", me dijo convencida. Yo estaba algo mosqueado porque no me hacía ni gracia que unos mocosos fueran tan descarados con mi novia, pero imaginaba que estando sus padres con ellos no serían un peligro. Decidí entonces ir a buscar un par de helados al chiringuito.

Desde allí podía ver a mi novia con las gafas de sol puestas y dormitando boca arriba, y a los chavales que cogieron unas palas y se fueron a jugar muy cerca de donde estaba ella. Se notaba que lo hacían aposta, y más viendo que seguían sin quitarle los ojos de encima a mi novia y reírse entre ellos. Entonces, me di cuenta de que simulaban fallar los golpes para que la pelota cayera cerca de donde estaba ella. Una de las pelotas cayó justo al lado de su hamaca, y uno de los chavales se acercó y le miró el escote de forma descarada desde atrás. Cogí mis helados y, cabreado, me dirigí hacia donde estaba mi chica. En el camino, vi que otra de las pelotas llegó más lejos que la última: le cayó a mi chica en el canalillo. Ella se levantó sorprendida y les devolvió la pelota a los críos, pero noté que le cambió la cara por algo que le dijo uno de ellos. Antes de que pudiera reaccionar, se fueron corriendo a su sombrilla con sus padres en el momento en el que yo llegaba.

  • ¿Has visto lo que han hecho esos dos?- dijo algo alterada, señalando su escote.
  • Me he dado cuenta conforme venía hacia aquí. Te han dado con la pelota entre las tetas y te han llenado de arena.
  • Pero eso no es lo peor. Cuando les he dado la pelota, uno de ellos me ha dicho que le gustaban mis tetas… ¡y mirándomelas con descaro!
  • Esos dos se están pasando un poco. Sólo son chiquillerías, no creo que lleguen a más.
  • Pero menudos sinvergüenzas salen ahora, tan pequeños ya.

El resto del tiempo no sucedió nada más digno de mención, salvo alguna que otra mirada furtiva hacia mi chica.

Por la noche, nos arreglamos para salir a cenar y a dar una vuelta por el tranquilo paseo marítimo a la luz de la luna, pues estábamos cansados del viaje y no nos apetecía meternos en ningún pub. Ella se puso un vestido japonés cortito muy ceñido, sin escote pero marcando sus pechos y, sobre todo, su culito. Estaba muy sexy, además con unas preciosas bailarinas plateadas que remarcaban su piernas y sus preciosos tobillos.

Cenamos y salimos al paseo. La noche era espléndida, con una luna brillante reflejándose sobre el mar, y estábamos muy acaramelados. Decidimos sentarnos en un banco frente al mar y disfrutar de la noche, besándonos y deseándonos. Ella cruzó una pierna encima de la otra y comencé a acariciarle las piernas y el empeine desnudo de sus pies, cosa que le encanta cuando se pone bailarinas, que es casi la mayor parte del tiempo. Pero empezó a sonarle el móvil, se zafó de mis caricias y vio que era una amiga suya. Me dijo que esperara y se levantó del banco para alejarse unos pocos metros y hablar con ella, mientras yo me quedé en el banco sentado admirando su figura y su culito sexy que marcaba el vestido.

No sé si fue casualidad, pero los dos chavales mirones aparecieron por una esquina con un helado de cucurucho cada uno. No se dieron cuenta de que yo estaba mirándoles, pero sí se dieron cuenta de que mi chica parecía estar sola hablando por el móvil. Se acercaron a ella con sigilo por detrás, y vi cómo uno de ellos le palmeó el culo y el otro le tiró el helado a los pies, manchándole las bailarinas de crema de vainilla y oyendo que le decían "¡ponte calcetines, no nos gustan tus pies!". Apretaron a correr y mi chica les gritaba "¡sinvergüenzas, se lo voy a decir a vuestros padres!", pero los críos no la hacían caso y se reían entre los dos.

Mi chica vino a mi angustiada, se sentó y, cogiendo varios pañuelos, empezó a limpiarse las bailarinas manchadas por el helado que aquel chaval le tiró aposta. Le había manchado además parte de las piernas y todo su desnudo empeine estaba cubierto de vainilla. -¡Mira cómo me han puesto, me han manchado los pies y encima uno me ha tocado el culo!

  • Qué cabrones- me atreví a decir, aunque lo cierto es que me gustaba ver sus bonitas bailarinas manchadas de vainilla, y me imaginaba dándole lametones para limpiársela, pero no quería tentar a la suerte viendo lo enfadada que estaba.
  • Encima me han dicho que no les gustan mis pies. No sé qué es lo que les he hecho a esos críos, ¿por qué se tienen que meter con mis pies? Con lo que me gusta ir con bailarinas sin calcetines…
  • Lo sé cariño, esos chavales están empezando a pasarse un poco. Será mejor olvidarlo.
  • Entonces cuando mañana bajemos a comer otra vez, ¿tendré que ponerme unas deportivas y calcetines? De eso ni hablar, me da igual que estén esos dos capullos rondando, me pondré unas bailarinas rojas que me he traído y, por supuesto, sin calcetines, y a ver si se atreven a acercarse.
  • Es lo que tiene el verano, cariño. Vas enseñando los pies para ir más fresca y algunos niñatos como ésos se aprovechan. Tú ponte como más te guste y no te preocupes por esos, que no dejan de ser unos criajos.

Pareció que la convencí un poco, y ya nos fuimos al hotel.

Cuando subimos a la habitación, y a raíz de los hechos ocurridos durante el día, empezó a subirme un agradable cosquilleo de placer incontrolable. Sólo de pensar que esos chavales le querían ver las tetas y de que, con toda la cara del mundo, le dijeron que le gustaban sus tetas, provocó en mi una reacción de la que me sorprendí. Todo aquello empezó a excitarme en vez de a irritarme, y la cogí por la cintura comiéndole los morros con fruición. Ella se quedó sorprendida y emitió unos pequeños gemidos de placer, pero me apartó y me dijo:

  • Ahora voy a ducharme y preparar mi sorpresa, no te duermas ¿eh?

No veía el momento de que saliera del baño. Más de una vez me dieron ganas de meterme dentro y ducharnos juntos, pero soy como un niño y quería mi sorpresa. Al rato, se abrió la puerta del baño y allí estaba ella: llevaba un picardías tremendamente sexy y transparente. Era tan transparente, que no escondía nada. Se mostraban sus tetas y su coñito con todo su esplendor, tanto, que se podía decir que estaba totalmente desnuda. Además, se puso unos zapatos de tacón muy sexys que le daban al conjunto un aire follable increíble. No vi la hora de cogerla y echarla a la cama, pero cuando fui a preparar los preservativos me di cuenta de que estaban caducados.

  • Que sepas que te voy a follar mucho, estás demasiado buena, pero me temo que voy a tener que ir a una farmacia a por condones. Sólo será un momento.

Lo que ocurrió mientras yo estaba fuera es difícilmente imaginable, pues yo estaba convencido de que dejé la puerta de la habitación cerrada. Pero no era así. Sólo sé que aquella noche no hicimos nada, notaba a mi novia muy tensa, con dolor de cabeza y avergonzada, pero no quiso decirme nada hasta que volvimos a nuestra casa días después. Esto fue, resumidamente, lo que según ella pasó mientras yo estaba en la farmacia:

Mi chica me esperaba con el picardías puesto y los zapatos sexys, dispuesta a cualquier cosa. No se dio cuenta de que, cuando yo salí, con las prisas había dejado la puerta abierta, y por el pasillo regresaban los dos chavales de vuelta de su paseo nocturno, después de haber manchado los pies a mi chica. Por lo visto se sorprendieron de ver la puerta entreabierta y se colaron para fisgar. No se podían imaginar lo que se iban a encontrar dentro. Allí estaba mi chica, con el picardías puesto, enseñando las tetas y el coño a los dos chavales, con los zapatos de tacón mostrando sus preciosos tobillos y empeine. Según ella, así fue la conversación:

  • Dios mío… ¿cómo habéis entrado? (tapándose las tetas y el coñito como podía).
  • Estaba la puerta abierta. Buah, qué buena está tío…
  • Por favor, salid de aquí o se lo diré a vuestros padres..
  • Vale, pero primero, enséñanos las tetas.
  • No, ya os he dicho que os vayáis, por favor…
  • No nos vamos hasta que nos enseñes las tetas, o si no te vamos a pisar esos pies tan feos que siempre estás enseñando.
  • No, por favor, mis pies no que no llevo medias ni nada, iros o llamaré…
  • … a nuestros padres, si, si. Vamos, ¿para qué te pones eso? Se te ve todo, guarra.
  • Oye nene, como me insultes te…
  • … ¿qué vas a hacernos? Eres una guarra y te vamos a tocar todo.

El más pequeño se acercó a ella riéndose y la cogió de los brazos para separárselos de las tetas, pero ella tenía más fuerza.

  • ¡No, déjame! Por favor, no quiero que me veáis nada, déjame…

Al no poder apartarle los brazos, optó por pisarle los delicados pies aprovechándose de que los tenía tan descubiertos por los zapatos de tacón.

  • ¡Ay, ay! ¡Qué dolor, mis pies!

Gracias a los pisotones, mi chica dejó de protegerse las tetas y el chaval aprovechó para cogerle los brazos por detrás. Sus tetas estaban totalmente a la vista , así como su coñito, dentro del camisón transparente.

  • Vaya tetas, tía. Te las voy a estrujar.
  • Y yo después le quiero coger el coño.
  • ¡No por favor, no me toquéis!

El chaval que estaba enfrente de ella empezó a sobarle las tetas por encima del picardías, pero en seguida metió la mano dentro del escote. El de atrás la estiró del pelo, echándole la cabeza hacia atrás y haciendo así más fácil el acceso a sus tetas por parte del otro chaval. Éste se las sacó fuera, rompiéndole el escote del picardías, y comenzó a chuparlas y morderlas con ganas.

  • Me encantan tus tetas guarra, ya te queríamos desatar el bikini esta tarde en la playa y comértelas allí.

El otro chaval intentaba tocarle el coñito pero no llegaba, y si le soltaba los brazos ya no podría volver a agarrárselos. Lo único que podía hacer era tocarle las tetas desde atrás, y así lo hizo mientras decía "Dios, tío, qué suerte que la hayamos encontrado desnuda. Es como si se hubiera vestido así para nosotros".

  • Eso es que quiere que nos la follemos- dijo el otro. Ante esto, mi chica se asustó de veras por la posibilidad de ser violada por aquellos chavales.
  • Por favor… os lo suplico… no me toquéis mas mis tetas…
  • Vale, pues ahora el coño.
  • ¡No!

El chaval empezó a acariciar el coñito de mi chica por encima de la braguita transparente, para después meterle la mano y tocarle el clítoris.

  • Joder tío, le estoy tocando el coño a esta tía.
  • Cómeselo.
  • No, le voy a meter los dedos.
  • Por favor, dejadme… ooohhh… mmmm….
  • Mira, parece que le gusta a la guarra.
  • Claro, si en el fondo quiere follar con nosotros. Mira, le hemos dejado las tetas mojadas, ¡jaja!
  • Dios tío, se está meando o algo porque el coño lo tiene húmedo.
  • Dios mío… dejadme…mmmmmm…. Oooohhhh…. Mmmmm….
  • Le está gustando a la zorra.
  • ¡Yo también quiero! (Le suelta los brazos pero ella no opone resistencia)
  • Venga, vamos a tocarla los dos.
  • Ooooohhhh…. Ufff….mmmmm.. seguid…. Ooohhh mi coñito… mmmm…. Que cosas me hacéis…mmmm….
  • ¿Te gusta? Pues toma más. (Los dos chavales le están metiendo varios dedos a la vez. Ella empieza a tocarse las tetas).
  • Boh, tío, mira lo que hace.
  • Hay que follársela. Me tengo que follar a la madurita ésta.
  • Qué buena estás, zorra.
  • Oohhh si… mmm… me gustaría que me comierais mi coñito…mmmm… por favor, comédmelo…
  • Vamos tío, yo se lo voy a comer.
  • Yo le chupo los pezones mientras.
  • Dios mío... mmmm… así, así… (se oye ruido de chupadas, tanto en sus tetas como en su coñito. Se están aprovechando mucho de ella).
  • ¿Te ha gustado lo que te hemos hecho en los pies esta noche? Es que no nos gusta que te pongas bailarinas, ponte al menos calcetines porque nos dan muchas ganas de pisarte los pies (se lo dice mientras le soba las tetas con ganas).
  • … mmm… las bailarinas son sin calcetines, no me hagáis nada en mis pies porque me las seguiré poniendo… ooohhh….
  • ¡Que no quiero verte más los pies tan descubiertos! (al decir esto, le apretó las tetas tanto que le hizo mucho daño. Ella se asustó ante esa reacción).
  • ¡No!... no me hagas daño… mis tetas…. Mis pies… os aprovecháis.. ooooohhhhhhh….
  • ¡Creo que se ha corrido tío, le está saliendo líquido por el coño!
  • Joder, vámonos porque creo que he oído el ascensor. A lo mejor es su novio.
  • ¡Vámonos! Adiós, zorra, nos ha faltado follarte, pero eso otro día.
  • Y si mañana te vemos con bailarinas, te pisaremos tus pies (mientras le decía esto, le pisó los pies aún metidos en sus zapatos de tacón).

Dejaron a mi chica exhausta en la cama, con el picardías destrozado y con la cama manchada de los jugos de su corrida. Sus tetas y su coño estaban mojados de su saliva, y sus pies escocidos por los pisotones pero no magullados. Después de todo, no era yo el que subía por el ascensor en ese momento, pero si lo hubieran sabido ellos quién sabe cómo hubiera podido terminar aquél episodio. Antes de llegar yo, mi chica pudo recuperarse un poco y, avergonzada, se puso un camisón normal de verano y guardó lo que quedaba del picardías en su maleta. Intentó disimular que se había dormido, pero cuando yo llegué la noté extraña. No me valió la escusa de que le había dado un repentino dolor de cabeza y por eso se había cambiado y le apetecía dormir, había algo más y lo presentía en el aire. Además del sospechoso olor a sexo…

Al llegar de nuestras vacaciones me lo contó todo. Me dijo que, incluso al día siguiente de aquello, en el desayuno, los dos críos aprovecharon que yo había salido un momento al lavabo para acercarse a ella y tocarle sutilmente las tetas por encima de su camiseta de tirantes y un poco por el canalillo, mientras el otro crío le pisaba sus pies con bailarinas azules sin calcetines mientras le decían "te lo dijimos anoche, no nos gusta que vayas sin calcetines". Y en otra ocasión, el día que nos íbamos a ir, aprovecharon para acercarse al coche donde me esperaba ella mientras yo pagaba en recepción para volver a pisarle los pies con sus bailarinas plateadas atadas al tobillo y tocarle las tetas, esta vez por dentro de la ropa, aprovechando que ella se había puesto una camisa blanca sin mangas con tres botones desabrochados. Le dijeron "si no viniera tu novio ahora te íbamos a desatar esas feas bailarinas de los tobillos a pisotones, y te íbamos a reventar el coño, guarra". Incluso al decir esto el chaval, le sobó el coño aprovechando de que llevaba una minifalda vaquera con tanguita. Se despidieron de ella abriéndole la camisa y escupiendo en sus tetas.

Una vez que me lo contó todo, su tensión pareció aliviarse y, lejos de hacer de aquellos hechos un trauma, los utilizamos para desfogarnos todavía más en la cama.

Si os ha gustado el relato, próximamente os contaré más vivencias de mi chica.

Saludos.