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Dos lenguas en el italiano

en Textos de risa

Estaba cenando con una amiga en un restaurante italiano; la amiga era además, compañera de trabajo. Durante unos minutos, estuve pensando qué sería de ella si no tuviera aquel cuerpo tan escultural, entre tiburones financieros. Propuse un brindis para calmar los pensamientos obscenos.

-¿Deseas brindar, mi cher ami?

-Es un restaurante italiano. Deberías decir, caro amico.

Mi corrección lingüística me puso en cierta evidencia.

-Sí, cher ami. Mi especialidad es el francés. Y la pasta.

-Oh, sí.-dije, no sin cierta sorna.

-¿No me tomas en serio?

Me estaba sacando la lengua lascivamente. Supuse que quería sexo.

-No, sólo quiero tomarte.

-¿Me tomas por una de ésas?

-No, faltaría más.

-Que yo te la chupe, ¿te gustaría?- me dijo, sin pensarlo dos veces, mientras debajo de la mesa me hacía cosquillas con el pie en la entrepierna.

Yo suelo excitarme con facilidad. No llego a la eyaculación precoz, pero suelo hacer caras raras. Y ese tipo de cosas. Temblores y sudor frío por otra parte.

-Te pones cachondo con facilidad.

-Sí.

Añadí que era muy hermosa y que con esos ojos, además, era capaz de muchas cosas.

-¿Quién, tú o yo?

-El español es lo que tiene.

-¿Y el 69?

-Qu...é pasa con el 69?-pregunté.

-Quiero que me digas eso que pone tan cachondo a la puta que soy y que llevo dentro.

-No sé qué tengo que decirte.

-Dime que tengo ojos para comerme el coño. Dime que tienes que rociarme de esperma el clítoris. Dime que quieres follarme hasta que tu polla se reviente en mi útero.

-Puedo decirte eso, pero no me gusta ver mi polla reventar.

-A mí me pondría cachonda.

-Ya, pero a mí no me gusta.

-Ven a mi casa.

Estaba tan cachondo. Era una broma del destino. Hacía unos instantes era una amiga y ahora tras unos instantes era una golfa.

-Está bien, pero no me...atrevo a permitirme esos lujos.

-Mira mi nene, quiero follarte, si eres idiota...

Era idiota.

Tenía los ojos verdes más cristalinos del mundo. Y yo estaba intentando hacerme el estrecho.

Subíamos por la escalera cuando volvió a decirme que me estaba poniendo demasiado excitado. Dijo que quería follarme en la escalera.

-No puedo, vendrá tu hermana.

Antes me dijo que vendría. Tuve miedo de que fuera una de esas chicas que escudriñan la vida sexual de los demás.

-Sí, viene, que se joda. A ver quién es más puta.

-Si viene, que se joda, querrás decir.

-No, quiero decir que te bajes los pantalones. Y sí, afirmativa, viene.

Se desabrochó la camiseta y comenzó a refregar sus grandes y redondeados pechos por mi miembro.

-Si sigues así, me correré.

-Eso es lo que pretendo, dijo, mientras se venía encima todo mi semen sobre ella.

-¿Por qué has hecho eso?

Le preguntaba yo. Era extraño, nunca había corrido tanto esperma sobre los pechos de una mujer y tan rápido.

-¿Por qué hice qué? Ponerte a cien? Hijo puta, qué te has creído? Qué soy la más fulana? Pues sí. Ahora quiero que me folles.

-Pero ahora estoy cansado.

-Quiero que veas algo.

Se desnudaba como una diosa del inframundo. Mi verga aún seguía descendiendo, hasta que su vulva se mostró a mí, aceitosa, como si mi amiga se hubiera estado tocando durante cierto tiempo.

Entonces mi verga comenzó a querer entrar.

-Fóllame aquí antes de que venga mi hermana.

-Está bien, Virginia.

-Qué rectitud, mi nene.

-¿En el pene?

-No mi poeta. No precisamente.

Comencé a tocarla. Los pechos me daban un poco de asco. Estaban llenos de mi semen. Por poner muecas de espanto, me soltó una bofetada. Le gustaba que la tocara, no que asqueara de ella.

-Quiero que jodas, que me jodas no.

Me cabrée tanto que cualquiera que nos hubiera visto hubiera pensado otra cosa, entre los peldaños de la escalera.

La desvirgué allí, delante de su hermana. Sí, allí estaba, mirando desde la puerta de entrada a su casa.

La hermana quería llorar. Según me decía Virginia, la chica, siempre que ve llorar a alguien –Virginia lloraba ahora- y sobre todo si es su hermana, se ponía a llorar.

Poco convincente me parecía cuando su claraoscura figura se me desfiguraba en la mirada obtusa hacia las profundidades del segundo piso. Nosotros estábamos en el primero, yo tenía que mirar hacia arriba para verla.

Tanto lloriqueo me ponía de los nervios.

Iba a preguntarle a Virginia cuando iba a dejar de llorar su hermana. Iba a despertar a todo el bloque.

Pero no me dejó. Me arañó la cara y me dijo que estaba jodiendo demasiado bien. Las babas debían estar cayendo por su vagina. El olor me puso tan cachondo que eyaculé dentro.

-Cabrón, qué has hecho.

Sabía que la había puesto perdida.

-Me has dejado embarazada.

-¿Cómo lo sabes?

-Tú no sabes nada. Bastardo.

-He usado condón. Mira...

Pero no había condón.

Sólo una masa fofa de carne que volvía a engrandecerse.

-Así que te pones cachondo.

-Mi amor, yo te prometo que...

-Deja que mi hermana te ponga las pilas.

-Pero yo...-usaba condón siempre, pero mi relato lo había escrito tan cachondo y tan rápido que ni condón usé.

Así que subí con ella a follar con su hermana.

Con cuentos de calleja y amigas pendejas, condones que no llevas, condones que te dejas.