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Una particular fijación

en Fetichismo

UNA PARTICULAR FIJACIÓN

Desde que soy adolescente tengo una particular fijación, no puedo evitar observar el culo de las mujeres para ver el relieve que, bajo sus faldas, pantalones o mayas, dejan marcadas sus braguitas o sus tangas. Me resulta muy morboso y excitante apreciar como ese relieve me indica (nos indican) como están colocadas y dispuestas sus ropas interiores. Veo pasar a una atractiva chica con vaqueros ceñidos y me percato de que lleva unas braguitas que en ese momento están siendo absorbidas por su carnoso culo… una delicia. ¿Y esa sensual compañera de trabajo felizmente casada a la que bajo la ajustada falda podemos adivinar lleva un tanga que en ese momento estará presionando sus partes más intimas? Solo de pensar que ese tanga pudiera caer en mis manos y estar bajo mi nariz con toda la información de su bouquet tengo erecciones generales. Si queridos amigos, es fascínate fijarse en la marca que traza la ropa interior femenina, por eso cuando estuvimos en casa de la pecosa y morena Elena para celebrar su cumpleaños, no pude evitar fijarme en que bajo sus vaqueros se marcaba un pequeño triangulo sobre el final de su espalda y el principio de su trasero. Llevaba un tanga. Me vuelven locos. En ellos se recoge con más intensidad, debido a la presión, el aroma más intimo de la mujer. Así que no tarde en ir en busca del baño en el que se encontraba mi preciado tesoro. Nunca había estado en la casa de esa compañera de trabajo, pero era una fiesta de cumpleaños concurrida, con lo cual uno tenía relativa libertad para moverse. Tuve suerte, en su casa había dos baños, y el cesto de la ropa estaba en el pequeño, el primero al que entre. Cerré la puerta con llave en cuanto vislumbre el cesto de plástico y con el pulso acelerado abrí la tapa en busca del mejor olor del mundo. Es curioso, llevo décadas siendo fetichista, pero siempre que me enfrento al cesto de la ropa se me acelera el corazón, una mezcla de excitación ante la sensación de estar a punto de lograr mi objetivo y de si en el encontrare lo que busco, pues muchas veces es la única ocasión que vas a tener de hurgar en el cesto de la ropa de esa casa, y si no hay nada, o lo que hay no es lo suficientemente atractivo, casi mejor era no haber tenido esa oportunidad. Volví a tener suerte, había un montón de ropa pendiente para lavar, no tardaron en aparecer un par de bragas, pero tengo por costumbre no examinarlas hasta que tengo todas en mi mano. Seguí mirando, encontré tres mas; dos tangas y tres bragas en total. Por otra parte, he de decir que siempre me ha sorprendido la facilidad con las que suelo encontrar mi ansiado fetiche en todas las casas. Ellas ni se imaginan lo sencillo que nos lo ponen para que nosotros los fetichistas podamos acceder a su aroma intimo… ¿o si lo saben, pero no las importa? En fin, por fin comencé a desenrollarlas. Lo demás podéis imaginarlo.

Dos días después salía del trabajo y me encontré con la pareja de Elena, ella misma me le había presentado en la fiesta. Era un tipo alto y atractivo, físicamente digno de ella. Era argentino, como ella. Me saludo, le salude.

-Tengo que hablar con vos-Me dijo.

Sinceramente, no sabía de qué.

-Tú dirás- Le dije.

-¿Te ha gustado el olor de la concha de mi mujer?-Me pregunto.

Os juro que pensé que lo siguiente seria recibir una hostia. Pero como sabéis, la primera regla es negarlo todo.

-¿Perdona?-Le pregunte pálido como un chavalin pillado con una chuleta en un examen.

-Sabes de lo que te estoy hablando… tenía una micro cámara escondida en el baño. Lo he visto todo.

No había escapatoria. No podía negar la evidencia, el sabia la verdad y tenia las pruebas. Este tipo solo podía haber venido a dos cosas, a agredirme o a chantajearme.

-Vamos a tomar algo boludo-Me dijo.

-Aquí al lado hay un bareto- Respondí intuitivamente aliviado pero muy nervioso.

-Pues vamos.

Os aseguro que ni en mis sueños más perversos me hubiera imaginado aquella situación. El marido de mi compañera tomando un vino conmigo sabiendo lo que había hecho yo con la ropa interior de su mujer.

-No te agobies, soy de los tuyos -Me dijo rompiendo el silencio- Si puse esa micro cámara en donde estaba la ropa usada de mi mujer fue porque sé que en todas las fiestas hay siempre un huele bragas como yo. Simplemente tenía curiosidad por saber quien se la iba a pelar con el olor del sexo de mi zorrita.

En ese momento no solo me sentí liberado, sino que tuve una erección.

-Te juro que creía que ibas a pegarme.

Sonrió. Me sentí tremendamente aliviado.

-¿Que es lo que más te excito?-Me pregunto.

Permanecí unos instantes callados.

-No te cortes, eres un puto depravado como yo, y ya que te has masturbado oliendo y chupando las bragas de mi mujer agusto, al menos cuéntame con sinceridad que es lo que más cachondo te puso - Susurro.

-La visión y el olor de una marca de zurraspa que encontré en un tanga blanco- Respondí con toda sinceridad.

-Sí, su culo huele delicioso. Es un aroma dulzón y penetrante, como una mezcla de sudor, almizcle y chocolate.

Asenti.

-Además en ese mismo tanga había aun restos cremosos de flujo, muy denso-Continúe- Estaba completo.

-Creo que comprar aquella micro cámara ha sido la mejor inversión que he podido hacer.- Me dijo.

Como casi decían al final de aquella mítica película; aquel fue el principio de una "morbosa" amistad, pues desde entonces, Llamémosle "Luis" y yo, realizamos constantes quedadas en su casa. Él me avisa para que me pase por allí cuando tiene bragas bien sucias de Elena, para que yo las huela y me masturbe delante de él, mientras él me enseña fotos privadas de su mujer. A veces incluso le dejo que me envuelva el pene en alguna de sus bragas y me masturba mientras que con su otra mano me hace oler o chupar otras. Y ella no sabe nada. Ese es el trato al que llegamos aquella extraña y morbosa tarde, aquella tarde en la que otro descubrió que yo tenía una particular fijación…

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