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Mi problema anal (Mi ano y yo 2)

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Aquella noche estuve con un plato de verdura entre las piernas comiendo frente el televisor, aburrido adolorido y con un dolor terrible casi insoportable.

Lo recogí todo cogí las llaves de mi descapotable rojo y me fui a Urgencias, no estaba muy convencido que mi plan fuese a funcionar, pues me podría tocar otro doctor o Mónica podría estar durmiendo y no la vería, pero tenía que intentarlo, pues antes que otro doctor, prefería a mi mujer.

Sin pensármelo mucho, arranqué el coche y en quince minutos llegué al Hospital, mientras aparcaba, vi nuestro vehículo, el Mercedes azul y lo dejé estacionado al lado, a continuación subí las escaleras y hablé con la administrativa, le dí mis datos y me fui a sentar con el resto de enfermos.

Entre los pacientes de la sala de espera había una mujer embarazada de unos treinta años y me imaginé como se vería Mónica embarazada de nuestros hijos, después entró un padre con una niña rubia en brazos y un niño mayor, la niña estaba llorando por el corte que llevaba en la cabeza y el niño protestaba y se peleaba con su hermana menor a quién le echaba la culpa por haberse subido a un árbol y caerse después.

Le tocó el turno a la embaraza que tardó unos veinte minutos en salir de la consulta, mientras tanto yo comía patatas fritas y golosinas de la máquina de aperitivos.

Entonces escuché la voz de Mónica llamándome a la consulta a través de los altavoces de la salita de espera y me alegré de oír su voz, la puerta estaba abierta y entré, ella estaba sentada en un sillón de oficina, con las piernas cruzadas tapadas por el traje de guardia, y la bata lucía colgada de un perchero en la esquina izquierda lo que imaginé era por el calor.

A pesar de la incomodidad que los dos sentíamos por lo ridículo y extraño de la situación ella actuó con mucha naturalidad.

- Hola amor, menuda sorpresa, ¿cómo lo llevas? - dijo Mónica sonriendo, se levantó, cerró la puerta, y me dio un beso en la boca sujetando mi cara con sus manos con cariño.

- Ir al baño sigue siendo una pesadilla, y no mejoro nada, las frutas y verduras sólo me hacen sufrir en el lavabo y la herida no cicatriza. - dije mirando a mi mujer a los ojos -

- hmm..ya - contestó ella como si intentara hallar una solución a mi grave problema.

- las fisuras anales agudas no cicatrizan por sí solas. - dijo con un tono de voz suave -

¿ Eso quiere decir que mi problema es crónico? ¿Qué necesito una operación? - dije empezando a preocuparme.

Mi mujer me miró como la madre que regaña a su hijo por no haber echo sus deberes antes de ir a jugar.

- No, quiere decir que tenías que ir a la farmacia y ponerte una pomada que te recetaron en Urgencias cuando yo estaba delante, y que no has hecho.

- Ah si, no me he acordado, amor, ya sabes, las novelas.. que hasta que no termino un capítulo no paro y se me olvida todo lo demás, te prometo que mañana la compraré.

- Esta bien pero mañana ves a la farmacia - miró al armario de las medicinas a sus espaldas, y sonrió -

- genial hay dos tubos de pomada y uno a punto de acabarse que te daré para que te lo lleves, y mañana cuando abran ves a comprar más con la receta que te dieron ¿ vale ?

Asentí con resignación mientras mi mujer cogía la pomada sin estrenar dispuesta a abrirla.

- Túmbate bocabajo en la camilla, que te pondré la que hay aquí para que te alivies y puedas dormir mejor esta noche, cielo -

Ella me ayudó a quitarme la camiseta, y mientras mi mujer buscaba guantes y ponía instrumentos y material sobre la mesa de exploraciones me quité los pantalones y las chanclas, todo menos los boxers de Calvin Klein, mis favoritos, y lo dejé todo en la silla para el paciente. La sala era muy amplia y todo estaba limpísimo, había mucha luz, y la consulta olía suavemente a lavanda.

Entró una enfermera morena con el pelo largo liso sobre sus hombros sujeto por una mini pinza de pelo.

¿ Me necesita, Dra. Mora? - preguntó la chica con una voz muy dulce -

Sentí un poco de vergüenza, la enfermera no paraba de estudiarme la tripa y mi cuerpo pero no dijo nada y sonreía, como si lo aprobara, ya he comentado que no soy un chico muy deportista pero soy joven tengo 30 años y para mi edad no soy David Beckham pero podría ser su hermano, además he decidido cambiar, comer más sano y hacer yoga 3 veces por semana.

La chica me miraba como con agrado, yo no le di demasiada importancia y miré a mi mujer, ella le dio instrucciones sobre el procedimiento y lo que tenía que hacer mientras yo permanecía sentado en la camilla mirando la habitación y oyéndoles hablar.

La chica me miró muy raro, como si me conociera de algo, y me di cuenta que la enfermera se había fijado en el tatuaje en letra cursiva de mi espalda, con las iniciales MMR, - bonito tatuaje, ¿ qué significa ? ¿ un nombre, tal vez ? - preguntó la joven inocentemente -

Miré a mi mujer, ella me estaba mirando también, y los dos nos sonreímos.

Es el nombre de mi mujer, Mónica Mora Ramos - dije sonriendo -

La chica se avergonzó un poco al darse cuenta que había metido la pata, y pidió disculpas, se sonrojó y se quedó en silencio. Inesperadamente mi cartera se cayó por el peso, de mis pantalones y la chica la recogió, estaba abierta por el carné de identidad, su rostro cambió y me preguntó:

¿ Es usted David Salinas, el escritor ? - preguntó con mucha simpatía -

Asentí con la cabeza - Sí, soy yo -

Sus novelas de policías y detectives son fantásticas, mi favorita es “Sospechas en la oscuridad” - comentó y sonrió - gracias, lamento que nos hayamos conocido así - le dije -

Si, no se preocupe, me alegro de conocerlo de todas formas - dijo ella cortésmente -

Mónica abrió un armario con lencería, un cojín y una almohada, cogió este último objeto y me lo acercó.

Sonó el teléfono y yo me sobresalté, “ Qué otra cosa más inesperada puede ocurrir esta noche en el Hospital? “, “No, que no llamen a Mónica por una emergencia” - pensé y me puse triste cuando Mónica descolgaba el auricular.

- Si, está aquí, ahora viene enseguida, adiós Manello - dijo mi mujer y colgó -

La enfermera se despidió, - perdone, señor Salinas - dijo educadamente -

¿ Tiene usted un blog en Internet sobre sus novelas y sus obras de teatro ? - preguntó la chica, con mucho interés -

Mónica la miró molesta mientras me indicaba que me incorporara en la camilla.

Cariño, espera un momento que le voy a apuntar la dirección de la página web - me senté y salté de la camilla, estaba escribiendo la dirección web en boxers cuando alguien llamó a la puerta, y entró el Dr. Manello.

- Hola Dr. Manello - saludé mientras continuaba escribiendo -

Buenas noches David ¿ no has notado nada de alivio con la pomada que te receté ?

- dijo el doctor preocupado y me miró a los ojos -

- hmm.. No, no pude usarla, se me olvidó comentarte que yo soy alérgico a uno de los excipientes de ese medicamento -

- emm.. Si es verdad no nos acordamos, a la glicerina - respondió Mónica -

Vaya, qué raro, Mónica no olvides comprobar que esté en la historia, no me acuerdo que estuviera escrito y es importante. - le dijo a mi mujer y ella asintió -

Sí, sí claro no te preocupes yo me ocupo de eso - respondió Mónica -

Espero que te mejores David cuídate - dijo acercándose hacia la puerta -

Y no olvides decirlo, es un despiste considerable, menos mal que no la has usado, y adviérteselo a tu médico la próxima vez, cuídate David - Manello le pidió a Mónica su linterna médica, que encontró rebuscando en uno de los cajones del escritorio, la cogió, metió prisa a la enfermera que me hablaba de que se registraría en mi blog tan pronto como le fuera posible y que hablaba hasta los codos, se despidieron amablemente y salieron del despacho.

Amor gracias por mentir por mí - contesté agradecido -

No tienes que darme las gracias - respondió ella -

¿Tengo que moverme? - Mónica se acercó al escritorio, dejó la pomada encima de la mesa, colocó el biombo delante para preservar mi intimidad, después de lo concurrida que estaba siendo la noche, se lavó las manos, se puso guantes, me tendió una bata de paciente para que me la pusiera y me quitara los bóxers para revisarme -

No, así está bien, apoya las manos en la mesa, las rodillas así flexionadas pero más separadas - me indicó Mónica -

Voy a revisar la fisura, si te hago daño durante la palpación me lo dices, inhala y exhala despacio y relájate todo lo que puedas. - me explicó y comenzó a revisarme -

Inhalé y Exhalé mientras ella me estuvo revisando y aunque yo no sentía dolor tenía la zona muy irritada y me escocía mucho, lo cual era bastante molesto.

- La fisura no ha empeorado pero para que cicatrice pondremos pomada por vía rectal durante una semana, y ahora túmbate para ponértela en la camilla y así estarás más cómodo - dijo, me sorprendió pellizcándome una nalga y me besó en la boca, a lo que yo le devolví el beso cuando la enfermera morena volvió a entrar, entonces paré de besarla y me tumbé en la camilla.

Mónica desechó los guantes, enguantándose las manos con un par nuevo, miró a la recién llegada y la saludó, y yo hice lo mismo.

La chica me colocó con las rodillas flexionadas hacia el lado izquierdo mientras mi mujer se colocaba a la derecha enfrente de mi ano, cuando me tocó las piernas para situarme en la posición correcta, la enfermera sonrió y se sonrojó lo que supuse que era por el suave tacto de mis piernas depiladas, y ella me facilitó la almohada que se había quedado en la silla de oficina que usaba mi mujer y apoyé la cabeza sobre el cómodo y suave objeto.

- David no te duermas - bromeó Mónica, la chica se rió y yo sonreí -

- Me estaba durmiendo, esta camilla es muy cómoda - bromeé y las dos se rieron -

La pomada entró en el canal anal con mucha delicadeza, cuando acabó, me senté en la camilla, ellas dos salieron para que me vistiera, la enfermera me alcanzó mi ropa y mi cartera que yacía apoyada sobre los tejanos encima de la silla, y me vestí, mientras mi mujer había cogido la tarjeta sanitaria y estaba firmando las recetas de analgésicos.

Mónica miró el reloj, eran las 2 y cuarto de la mañana, ya era Viernes.

- ¿Puedo acompañarte a casa? No quiero que conduzcas en tu estado - argumentó Mónica - Si te pasara algo, me sentiría culpable - sentenció con voz preocupada -

Te dejo que me acompañes si tu jefe o jefa te lo permite pero puedo conducir a casa, no pasa nada - Mentí, me dolía el culo, pero conducir me gustaba a rabiar, y ella lo sabía -

Llamó por teléfono habló y le pedió permiso a su jefe.

- Manello soy Mónica voy a acompañar a mi marido a casa, no tardo vuelvo enseguida, no está para conducir diez kilómetros, a las 3 estoy aquí.

Me sonrojé pensando que el jefe de mi mujer me había visto y tocado el culo, consentida y médicamente pero manoseado el trasero al fin y al cabo, tragué saliva y me puse del color del tomate.

- Mónica le dio las gracias a lo que supuse que le había dado permiso, colgó y me miró con rostro de preocupación, seguramente por mi cara de susto.

- ¿El doctor ese es tu jefe? - pregunté y tosí por los nervios involuntariamente -

- ¿Mannello? - preguntó Mónica para asegurarse -

- Emm.. Sí sí ese, el Dr. Manello - repetí yo -

- Sí, es el jefe del Hospital - me enrojecí todavía más -

- Me ha dado permiso y en tres cuartos de hora he de volver, vámonos enseguida antes que él se arrepienta y me quede sin vacaciones - me guiñó un ojo, se puso la bata imaginé que sería por el frío de la calle, nos despedimos de la enfermera, Mónica y la chica lo recogieron todo, mi mujer cerró la luz y salimos afuera hacia el parking.

- Te amo Mónica - le susurré al oído -

- y yo también te amo David - me contestó y nos dimos un pico en los labios.

Entonces mi mujer arrancó el motor y salimos a toda velocidad hacia la autopista hacia casa, no había casi tráfico, y era un placer viajar a esa hora por las calles de la ciudad, no se podía correr, había radares por todas las carreteras y también por el centro, pero a pesar de eso, llegamos en poco más de cuarenta y cinco minutos a nuestra casa.

Yo le di las gracias a ella por haberme traído, y se marchó de vuelta al trabajo en su Mercedes azul. Mónica era una médico excelente indudablemente, sin embargo, desde aquella noche no me dejaba ni respirar, gracias a ella terminé mi tratamiento satisfactoriamente, y como todos los descansos, volvimos a tener más sexo y mejor.

A los dos años de eso, Mónica se quedó embarazada de gemelos, David y Manuel.

Jamás volví a tener problemas de ese tipo, y mi mujer me guardó el secreto profesional con nuestros hijos y familiares, para siempre.

FIN