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Perdiendo el miedo

en Hetero: Primera vez

Tu rostro estaba tan cerca del mío, tu respiración agitaba mi cabello mientras tus manos se entrelazaban con las mías. Tu boca se acercó lentamente a la mía, me besabas despacio, separabas mis labios y poco a poco introdujiste tu lengua en mi boca, rozaba la mía, la acariciaba, jugaba con ella, de pronto aceleraste el ritmo de ese beso y tu lengua parecía querer descubrirme, mi cuerpo respondía a tu delicioso beso y mis manos intentaban deshojar toda tu piel.

Nunca habíamos estado tan cerca, nunca nos habíamos permitido llegar más allá, tú sabías que era virgen e intentabas respetarme hasta que te pidiera hacerme tuya, ese era el momento, lo sabía, me lo decía mi cuerpo, me lo gritaban tus caricias. Te abracé por la cadera y con un movimiento violento te acerqué a mi cuerpo, sentí tu miembro duro por encima de tu pantalón, lamí tu oreja y susurré en tu oído: "Hazme el amor, como tú quieras, pero hazlo ya, quiero sentirte dentro de mí"

Me miraste a los ojos, me empujaste contra la pared y comenzaste a besarme desesperadamente, mordiendo mi cuello, lamiendo mi pecho, mordiendo mis labios y tocándome de una forma salvaje que jamás esperé pero definitivamente me encantaba. Metiste una de tus manos por debajo de mi vestido y descubriste la humedad entre mis piernas, un gemido se escapó de mis labios y lo callaste con otro beso profundo mientras tus dedos jugaban en mi vagina. Mis manos se aferraban a tu cabello, bajaste lentamente y de un tirón me quitaste la ropa interior. Me tomaste de la mano y me llevaste hasta el sillón de tu sala, me recostaste sobre él, separaste mis piernas y bajaste tu rostro lentamente hasta meterlo bajo mi vestido. Yo estaba asustada, nerviosa pero deseaba sentir lo que harías debajo, lamiste mis muslos, mis ingles y mis labios vaginales, me desesperabas, quería sentir tu lengua en mi clítoris ¡ya! Y me hacías desearlo, sé que querías que te lo pidiera, pero no lo hice con palabras, empujé mi cadera hasta tu cara, tomé tu cabello y dirigí tu rostro hasta mi vagina para que comenzaras a hacerlo. Pasaste tu lengua por toda mi rajita, yo sentía escurrir un líquido caliente hasta mi ano, tu limpiabas todo aquello que escurría con tu lengua, una de tus manos tocaba mis senos, yo no podía verte, estabas bajo mi vestido y mis vista se nublaba de placer, succionaste mi clítoris, hiciste círculos alrededor de él, metiste tu lengua dentro de mi, mi cadera se movía, por instinto y no podía evitar gemir, pedirte más. De pronto sentí una deliciosa explosión que hizo que todos mis músculos se tensaran repetidamente, un grito ahogado se escapó y saliste debajo de la tela y sonreíste de forma traviesa.

  • Eres deliciosa Mariana -dijiste con una voz casi inaudible y agitada

Yo sabía que tenía que corresponder a aquello que hiciste por mí, me levanté y besé tus labios, mi mano traviesa bajó hasta tu pene para acariciarlo por encima de tu pantalón y entonces descubrí que moría por verlo, por sentirlo, por probarlo, sin pensar te quité el pantalón y el bóxer al mismo tiempo y por primera vez vi tu pene, erguido y delicioso para mí. Lo toqué, lo acaricié, jugué con él entre mis manos y me agaché para comerlo, te advertí que era nueva en esto y dijiste que me guiarías, así que confiada saqué mi lengua y lamí la puntita, te vi cerrar los ojos, pasé mi lengua desde el tronco hasta la punta varias veces, besé tus testículos, los lamí, metí la puntita de tu pene en mi boca, lo besaba, no sabía si estaba haciéndolo bien, hasta que me tomaste por el cabello y comenzaste a empujar mi cara más adentro, yo succionaba, de pronto movías tu cadera hacía mi boca, lento pero profundo, sentía que me asfixiabas pero estaba tan excitada y veía que lo disfrutabas así que decidí continuar. Después de un par de minutos sentí que se contraía tu pene dentro de mi boca y me separaste inmediatamente.

  • Lo hiciste muy bien, preciosa
  • Aún tengo mucho que aprender ¿verdad?
  • Te enseñaré todo lo que desees, mi amor –Respondiste pícaramente
  • Eres mi maestro favorito –Te dije guiñando un ojo y sentándome sobre ti

Nos besamos nuevamente y esta vez me quitaste completamente el vestido, me sentí desprotegida, sentí pena de sentirme desnuda frente a alguien, pero mi pena se desvaneció cuando sentí la humedad de tu saliva en mis pezones, comencé a mover mi cadera sentada sobre tus piernas, deslizando mi vagina por tu pene sin introducirlo aún, tus labios jugaban con mis senos, los besabas, los mordías, los lamías. No soporté más tu juego y decidí ser yo quien metiera tu pene dentro de mi, lo tomé con una de mis manos, me levanté un poco y lo acomodé para dejarme caer lentamente sobre él, me viste a los ojos con sorpresa y sonreíste, besaste mis labios y me dejé caer despacio sobre ti. Sentí un dolor agudo recorrer mi vientre, en ese momento no supe que hacer, pero decidí continuar, realmente deseaba sentirte, me moví con inseguridad, lo hice lento un par de veces, hasta que tomaste el control y empujaste fuerte, el dolor aumentó pero comenzaste a moverte más rápido, entrabas y salías de mi interior, así que me fui olvidando del dolor y al ritmo de tu respiración comencé a gemir, casi a gritar, el más delicioso dolor que había sentido.

  • Te amo Rodrigo, te amo –Te dije desesperadamente
  • Eres mía Mariana, toda mía –Respondiste mientras me embestías

Mi cuerpo se tensó, de pronto sentí esa explosión de nuevo, orgasmos de los que tanto había escuchado y sentí gracias a ti, mi espalda se arqueó y en ese momento mordiste uno de mis pezones, solté un grito de placer y tú seguiste moviéndote dentro de mi, unos minutos después enterraste tus dedos en mi espalda y hundiste tu cara en mi pecho mientras gemías y yo sentía un golpe caliente dentro de mi vientre, nos vimos a los ojos y nos dimos un beso profundo.

Nos recostamos rendidos en el sillón, yo sobre ti, abrazados y acariciándonos tiernamente. En ese momento fui completamente tuya y tu cuerpo se entregó de lleno al mío.