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Nines, mi dulce sobrinita

en Amor filial

Nines, mi dulce sobrinita

Relato en quince escenas del tórrido encuentro que mantuve una espléndida y calurosa mañana con mi bella sobrinita, gozando de su hermoso cuerpo. Espero que lo disfruten…

 

J’ai la peau douce

dans mon bain de mousse.

Je m’éclabousse

J’en ris!

Mon poisson rouge

dans mon bain de mousse.

Je l’emmitoufle

je lui dis:

J’ai pas de problèmes

je fainéante

Pas de malaises, je fainéante

dans l’eau je baigne

c’est l’important

bien à mon aise,

dans l’air du temps.

J’ai la peau douce

dans mon bain de mousse.

Je brûle à l’ombre

des bombes.

Tout est délice (voici…)

délit docile (oh oui…)

Je fais la liste des choses

qui m’indisposent…

J’en ai marre, ALIZÈE JACOTEY

 

Es preciosa, una auténtica preciosidad de mujer. Tiene un cuerpecito duro y delicado. A veces me siento mal cuando la miro porque tiene aproximadamente la edad de mi hija, pero es que no lo puedo evitar. Las mañanas de los domingos suele ponerse a lavar el coche con unos modelitos minúsculos con los que lo enseña todo.

Con la manguera remoja el coche haciéndolo brillar bajo el radiante sol de la mañana. Luego, con la esponja escurre la espuma dejándola caer por encima del capó. Por último la esparce con decisión y de forma circular buscando la mayor limpieza. En serio, resulta imposible no mirarla imaginando los más turbios encuentros junto a ella… Si no fuera porque se trata de mi sobrina, la hija de mi hermano, una de las tantas fantasías que ocupan mi loca cabecita.

Una vez más coge la manguera aclarando todos los restos de espuma que se encuentran adheridos al vehículo. Graciosamente dirige la manguera hacia el cristal para luego volver a apuntar al capó haciendo saltar las gotas de agua por encima del mismo. Angelines, Nines para toda la familia, tiene algo del cuerpo de mi cuñada. Como Verónica es algo ancha de caderas, de sensuales y redondas formas.

Debo reconocer que más de una vez me he masturbado pensando en mi cuñada mientras me duchaba por las mañanas antes de ir a trabajar… incluso he imaginado que era con ella con quien follaba cuando me encontraba con mi esposa en el fragor del combate. ¡Qué morboso resulta eso de fantasear con la idea de que te estás beneficiando a la mujer de tu hermano mientras lo haces con tu esposa sin que ésta imagine, ni por lo más remoto, todos aquellos impuros pensamientos que inundan la cabeza de uno…!

 

 

Hoy incluso me he parado a contemplarla…

Hola tiíto, ¿qué haces por aquí?

He venido a ver a tu padre…

Juro que no lo he podido evitar, no he podido evitar fijar la mirada en aquellas piernas de muslos firmes y tan bien desarrollados.

Papá y mamá han marchado todo el día fuera. Volverán a la noche. Yo me quedé a estudiar para los exámenes, pero antes aproveché para lavar el coche como hago todos los domingos… Dime, ¿es algo importante? ¿quieres que le diga algo cuando le vea? –preguntó sonriéndome de aquel modo que tanto me hacía vibrar.

No, en realidad nada importante. Ya hablaré con tu padre por teléfono, no te preocupes –dije antes de abrir la puerta del coche en el que tomé asiento sin apartar la mirada de aquella hermosa lolita.

Bueno, pues nada. Ya nos vemos otro día. Que tengas una buena mañana… No te olvides de darle un beso a mi tía de mi parte –me dijo divertida lanzándome un beso al aire mientras continuaba esparciendo la espuma jabonosa por encima del blanco capó brillante de su Mini.

Es tan terriblemente sexy… en fin, ¿cómo puedo decir esto? Podría ser mi hija…

 

 

¿No estás casado? –me preguntó Luciano, el barman del club al que suelo ir a tomar alguna que otra copa una vez acabo mi jornada laboral.

Sí, muy casado me temo –dije mirándome el anillo indicativo de mi más que evidente estado civil.

Pegué un trago más a mi bourbon con soda y volví a incorporarme hacia atrás lanzando un profundo suspiro.

Mi matrimonio es un caos… toda mi vida, de hecho. Sé que no debería quejarme, lo sé. Estoy sano, mi economía es buena. Tengo una casa fantástica, no tengo ningún tipo de deudas… una familia que me quiere, mi vida es perfecta y… ¿por qué me quejo? Siento que me estoy hundiendo poco a poco…

 

 

Debería ser feliz. No sé qué me pasa, es como si me faltara algo. No hago el amor con mi esposo desde hace tres semanas.

Tampoco te he visto por la iglesia, mujer –me recriminó el sacerdote a través de la enrejada ventanilla que nos separaba al uno del otro.

Ya lo sé, he estado ocupada.

¿Pero Dios tiene tiempo para ti, verdad?

Sí.

Deberías visitar su morada todos los domingos. Recuerda que la oración reconforta.

No sé qué me pasa pero no me siento bien. No sé qué es… ¡es como si me faltara algo! Siento que si no hago algo para solucionar las cosas acabaremos mal. Mi marido es muy cariñoso y muy trabajador. Yo le quiero pero… no sé, ya no es como antes. Nos falta la chispa del principio, ¿no sé si me entiende, padre?...

 

 

Tenemos dos niños… bueno dos adolescentes mejor dicho. Son bastante majos teniendo en cuenta que están en la edad del pavo.

Alicia es la mayor, a veces es un poco snob. De hecho cuando está en ese plan la llamamos princesa. Que es muy a menudo. Las cosas son como son, ¿para qué engañarnos? Realmente creo que lo que necesita es un buen polvo. ¡Ya lo sé, soy su padre y no voy a ser yo quien la anime a que se pegue un buen revolcón con el primero que pase!

En cuanto a mi hijo se llama Luis. Es muy buen estudiante aunque es un poco lerdo. Es un buen niño pero un poco parado con las chicas. Se pasa horas encerrado en su habitación… machacándosela supongo…

 

 

Escucha, ya estoy harto de las batallitas sobre tu familia. ¿Por qué no me hablas sobre el chochito de tu sobrina, eh? –me animó Luciano lanzando la bayeta sobre el mostrador que había estado limpiando mientras le contaba mis penas familiares.

¿Quieres que te hable de ella? –le interrogué al mismo tiempo que una sonrisa sarcástica invadía mi rostro.

Sí.

Está bien, pero te va a costar un lingotazo.

Eso está hecho –aceptó volviendo a llenarme la copa con otros dos dedos de bourbon con soda acompañados por un cubito de hielo.

Vale… bueno –empecé mi relato tras tragar un nuevo sorbo que rápidamente noté quemarme la garganta camino de mi estómago. Todos los lunes tengo una reunión a eso de las once, sí alrededor de las once. Y, desde hace varias semanas sé que le ha dado por lavar el coche todos los lunes. Y bueno, sus modelitos son cada vez más pequeños y más indecentes. Ella llevaba unos pantaloncillos negros… minúsculos, un top blanco ceñidísimo al cuerpo y unas bonitas zapatillas negras de deporte… un escándalo vaya. ¡Joder, sólo de imaginármela me pongo enfermo! Se estaba echando toda el agua por encima. Llevaba el top pegado al cuerpo y no llevaba sujetador…

 

 

Aquel lunes tenía libre en el trabajo y sabía que mi hermano Jesús y mi cuñada Verónica estarían fuera de casa, como igualmente sabía positivamente que aquel pecado de muchacha se encontraría solita limpiando su coqueto Mini de color blanco tal como solía hacer. Una vez mi esposa marchó a trabajar y tras haberme duchado y vestido con una camiseta de tirantes y unos tejanos desteñidos, cogí el coche y me dirigí a la casa de mi hermano en espera de poder alegrarme la vista con la imagen de aquella diosa de gráciles cabellos…

El tiempo aparecía espléndido y alegre aquella mañana: grandes nubes blancas, como vedijas, destacaban sobre el intenso cielo azulado. Encendí un cigarrillo tratando de calmar un tanto la ansiedad que me envolvía. Bajo el pantalón, mi hermano pequeño respondió ligeramente como si buscara encontrar un mejor acomodo.

Nines era verdaderamente una muchacha muy bonita y atractiva. Un encanto de muchacha que no tardaría mucho en que unos jóvenes ojos masculinos se fijaran en ella haciéndola su compañera. Delgada y esbelta, no aparentaba para nada la edad que en realidad tenía: diecinueve años cumplidos… diecinueve años llenos de frescura y lozanía. De baja estatura y de formas armoniosas, tenía un rostro redondo y de rasgos aniñados y suaves en el que resaltaban aquella graciosa naricilla, casi insolentemente respingona, aquellos labios bastante carnosos que invitaban permanentemente a pecar y aquellos grandes ojos castaños, algo maliciosos que miraban casi con excesiva decisión por debajo de sus bien cuidadas cejas. Una espesa media melena lisa y castaña presidía su pequeña cabeza.

La expresión de su rostro, y en especial de sus ojos, grandes, brillantes y un poco oblicuos, como los de los chinos, revelaba una extraña mezcla de audacia y timidez, que de ningún modo podía calificarse de natural. Tan pronto entornaba los párpados como los abría; y a sus labios asomaba a cada momento una sonrisa que trataba de aparentar indiferencia. Todos sus ademanes eran muy desenvueltos, casi bruscos.

Sus rasgos en ocasiones severos y bien definidos, en especial sus labios apretados, expresaban firmeza y fuerza de voluntad. Lo cierto es que en la familia todos la teníamos por una muchacha de carácter. En cualquier caso, su aspecto me parecía del todo punto encantador. Había en ella, un encanto particular; el encanto de la franqueza, de la sinceridad irreprochable y de la pureza de espíritu. Tenía la impresión de que yo tampoco le era para nada indiferente y que le gustaba. Había algo en sus actitudes, en sus miradas huidizas que así me lo hacían pensar. Hemos de reconocer que no sería la primera vez que saltaba aquella chispa irrefrenable entre sobrina y tío, entre una bella muchacha de aspecto frágil y juvenil y su maduro tío, pudiendo encontrar innumerables ejemplos de ello…

Mi querida sobrina no mostraba aquel punto de locura tan presente en otras muchachitas de su edad, sino que tenía una especie de sello propio. Sorprendía en ella la asombrosa serenidad con la que hablaba y se movía. Mostraba un gran sentido independiente y parecía no inquietarse ni preocuparse por nada, respondía con sencillez e inteligencia, escuchaba con gran atención todo aquello que se le decía. La expresión de su rostro era sincera y franca…

 

 

¿Está fría?

¡Oh… jeje. Está buenísima!

Sus cabellos lacios y alborotados flotaban suavemente en el aire. Nines sujetaba con firmeza el timón de la manguera con su mano pequeña y atezada y sonreía alegre cuando alguna gota descontrolada le salpicaba el rostro. El pequeño top blanco que llevaba contrastaba con el broncíneo de su piel, haciéndola parecer aún mucho más fascinante y sugestiva a mis ojos.

Acercándome a ella por detrás traté de apoderarme de la manguera, luchando los dos entre los grititos que mi sobrina profería, riendo divertida y sin permitir en ningún momento que me hiciera con el control del tan deseado artilugio.

No Sebas, no… no seas tonto… jeje… deja, por favor o nos mojaremos los dos…

Déjamela, no seas mala –reí acercándome más a ella hasta conseguir que el roce entre ambos se hiciera totalmente inevitable.

Allí me mantuve jugando de manera aparentemente inocente con mi joven sobrina… no tenía la más mínima intención de separarme de ella, supongo que me entenderás perfectamente. Ella se retorcía como una culebra, ajena por completo a las sucias ideas que empezaban ya, y de manera irremediable, a llenar mi cerebro. ¡Uff, resultaba tan tremendamente irresistible el tenerla allí entre mis brazos estando tan juntos los dos!

La agradable sensación del agua caía de vez en cuando por encima de nuestros cuerpos, empapando y resbalando sobre las ropas y los brazos desnudos de ambos. Teniéndola bien cogida desde atrás, la remojé empapándole por completo la estrecha prenda y haciendo con ello que aquel par de gruesos pezones se marcaran tentadores bajo la fina tela. Quejándose pero sin dejar de jugar con la manguera del agua, ella también me mojó a mí los pantalones al mismo tiempo que hacía desaparecer parte de la espuma que cubría la carrocería del coche.

¡Uff, qué fría que está… está muy fría! ¡Para… para, por favor! –gritó con fuerza mientras temblaba intentando zafarse de mí.

Sin embargo, la cercanía de aquel cuerpo tan húmedo y sensual provocó que mi miembro despertara, enderezándose sin remedio bajo mis tejanos…

 

 

Acuclillada a mis pies y teniéndome apoyado en el capó del coche con las piernas bien abiertas, empezó a comerme la polla haciéndome gemir como un bellaco. La comía realmente bien, manoseando la totalidad del tallo mientras chupaba sin descanso. Abriendo los ojillos miró hacia arriba viéndome disfrutar y, sacándola de la boca, aprovechó para lamerla de abajo arriba para después empezar a acariciarme los huevos lo cual me hizo volver a gemir entregado por entero a lo que aquella vivaracha muchachita me hacía. Mientras lamía mis huevos, continuaba masturbándome con lentitud sin darme un momento de respiro.

¡Dios, qué bien lo hacía! –no pude menos que echar la cabeza hacía atrás notando cómo volvía a envolverla con sus labios, tragándosela por completo.

Con la otra mano me acariciaba el muslo para enseguida hacerse con mis testículos los cuales manoseó con sus dedillos con amabilidad y delicadeza.

Así siguió chupando y chupando mi rabo, devorándolo y metiéndolo y sacándolo de su boquita de manera frenética. Devoraba mi miembro de gruesas venas de manera experta, como si realmente hubiera hecho aquello toda la vida… y seguramente así era.

¡Mi querida sobrinita me estaba sorprendiendo gratamente… tan espléndido era el ritmo que demostraba! Sacándolo de su boca pero sin abandonarlo un instante, se dedicó a juguetear con la punta de la lengua dándome pequeños lametones que me hicieron sentir en la gloria.

¡Joder, qué culo más rico… me vuelve loca! –exclamó masajeándolo con fuerza con ambas manos mientras una vez más volvía a enterrarse la totalidad de mi esponjoso músculo, notando cómo en una de esas lograba metérselo sin dificultades hasta la garganta.

¡Menuda zorrita estaba hecha mi joven acompañante… aquella muchachita que apenas unos años atrás jugaba conmigo como si de un par de hermanos se tratase! Y, sin embargo, allí estaba disfrutando del noble arte de la felatio acariciando mi pene de manera suave y cuidadosa. Chupaba con maestría como si de un helado se tratara, con la lengua y los labios alrededor del glande y arriba y abajo en el tronco. ¡Aquella brujilla me estaba volviendo realmente loco! Era tan morboso verla allí a mis pies comiéndose mi rabo y metiéndolo y sacándolo de su boquita sin el menor reparo…

Sin parar un momento, Nines continuó tragando y tragando polla como si en ello le fuera la vida. Pasaba la lengua por encima del tronco sin sacarla de la boca, ensalivándolo de forma generosa produciendo así una fricción más agradable… Mientras tanto, yo aprovechaba para tocarle los pezones descaradamente, acariciándole sus pequeños y redonditos pechos que se mostraban al aire sin la menor vergüenza.

Moviendo su mano adelante y atrás, mi sobrina observaba mi pene con la mirada entrecerrada. Resultaba terriblemente estimulante ver la imagen de aquella muchachita, allí entre mis piernas con sus cabellos húmedos y sin dejar de adorar mi miembro que se mostraba completamente enhiesto y elevado al cielo, una vez sus manos abandonaron por unos segundos su total posesión.

Así… -murmuré en voz baja agarrándole la cabeza con mis manos para luego agacharme sobre ella besándole con agradecimiento sus oscuros cabellos para demostrarle lo mucho que me estaba gustando la mamada que me estaba haciendo.

¡Qué polla tienes, tiíto! Larga y gorda como a mí me gustan… ¿Te gusta lo que te hago? –susurró sonriendo maliciosamente antes de volver a lamer la totalidad de mi miembro el cual se veía húmedo y tremendamente grueso.

¡Me encanta mi niña… me estás volviendo completamente loco! –exclamé moviéndole con las manos la cabeza para de ese modo ayudarla en la dura tarea que se traía entre manos…

 

 

¡Para, para cariño o me harás correr! –casi grité enganchándola del pelo y obligándola a separarse entre sus evidentes quejas de desaprobación. Al parecer la perversa arpía en que se había convertido mi dulce sobrinita pretendía acabar con aquel festín antes de tiempo. Por supuesto que aquello no entraba en mis planes, así que logré hacerla entrar en razón consiguiendo finalmente que se pusiera en pie.

De manera autoritaria me empujó haciéndome estirar boca arriba, colocándose a continuación en posición inversa a la mía formando los dos un fantástico 69, tumbados ambos sobre el reluciente capó del coche. Un montón de ideas recorrieron mi cabeza en esos momentos.

Clavar mis labios en sus poderosos muslos y mis dedos en sus rollizas nalgas, dejar descansar mi oreja en su liso vientre, pasear mi mirada por su rostro y luego hacer resbalar mi lengua por su sexo entre sus profundos gritos de emoción. Satisfacer toda mi garganta degustando la humedad de sus descargas y acabar mezclando el cálido aliento de nuestras salivas…

Vamos Sebas, vamos… cómetelo entero, es todo para ti, vamos… -musitó entre los entrecortados gemidos que su boca emitía.

Tenía el vello bien recortado y el coñito empapado. Ver la imagen de aquel pequeño trisquel tatuado en la parte derecha de su vientre, de aquel toque de personalidad tan bellamente decorativo me fascinó enormemente. Pronto hundí mi cabeza iniciando un lento lengüeteo en el momento en que conseguí separar aquel par de labios con mis dedos. Observando con detenimiento pude ver el rosado de su flor carnosa la cual vibró al notar mi respiración rozándola.

Me gusta… me gusta, muy bien… lo haces muy bien, mi amor –confesó sin parar de remover sus caderas al ritmo que ella misma se imponía.

Ahora fui yo el que gemí al sentir sus labios envolviendo mi miembro por entero. Mi bella sobrina se dedicó a chuparme la polla primero de manera lenta para, enseguida, empezar a hacerlo de forma mucho más decidida. ¡Y qué bien la chupaba! Respondí a sus caricias introduciendo mi lengua en el interior de su vagina. De ahí pasé al mágico botoncillo de su clítoris que pronto replicó hinchándose y enderezándose bajo el preciso masajeo que mis labios y mi lengua le procuraban.

Nines tembló al igual que yo lo hice. Los cálidos designios del amor nos iban envolviendo poco a poco… Mis caricias lograron hacerla enloquecer lo cual noté al sentir cómo sus lamidas se hacían mucho más rápidas e intensas. Creí asfixiarme pues, en su locura, apretó mi cabeza entre sus muslos sólo permitiéndome respirar en el momento en que me soltó prorrumpiendo en un fuerte y lastimero jadeo de placer.

Empecé a besar el interior de sus muslos llenándolos de suaves besitos y de ahí pasé a devorar su sexo lamiéndolo como un desesperado. El ritmo de ambos fue ganando en velocidad según la excitación se iba intensificando gracias a las caricias que nos prodigábamos.

Sigue… sigue tiíto que no tardaré en correrme –me animó a seguir, notando yo aumentar paso a paso la humedad de su sexo. Estaba tan, tan mojada…

Cubrí su palpitante clítoris con mis labios y enganchándolo con mis dientes lo mordisqueé ligeramente provocando en ella un fuerte escalofrío. Sabía que no tardaríamos en disfrutar de nuestro placer así que me dispuse a recibir los copiosos efluvios que estaba seguro que no demoraría en ofrecerme. Cada vez que separaba sus nalgas con mis manos, aparecía ante mis ojos ese misterioso y estrecho agujerito que tanto placer sabía que podía depararle a mi encantadora conquista.

Me corro, tío Sebas, me voy a correr, sí… vamos córrete conmigo… dame toda tu leche, la deseo tanto –gritó enganchando un primer orgasmo con otro seguido y mucho más intenso que el anterior. Lamí y bebí sus abundantes jugos, pasando mi lengua por encima de sus rosados labios mientras el cuerpo de aquella muchachita de tiernas y prietas carnes se convulsionaba entre mis manos.

Ahora sí no quise detener por más tiempo mi placer y eyaculé sobre ella llenándole la cara y la boca con mi semen el cual saboreó con el mayor agrado, agradeciéndome mi corrida acabando con un profundo lametón sobre mi hinchado glande.

Umm, está tan rica… llevaba tanto tiempo deseando probar tu lechita, querido tiíto –confesó entre los gemidos de satisfacción por parte de ambos…

 

 

Ah… ah… ah… oh…

Oh, sí…

Así, sí despacito… -reclamó provocándome con el movimiento circular que daba a sus caderas.

Sí, ¿te gusta así? –le pregunté.

Sí.

Bien, muy bien… muévete cariño.

Oh sí… cómo me pones.

Tú también a mí, mi niña.

Ambos musitábamos en voz baja aquellas tiernas palabras. Teniéndola apoyada de espaldas a mí sobre el capó del coche, empecé a moverme deprisa entrando y saliendo de su coñito, disfrutando de aquel joven cuerpo y follándola a buen ritmo entre los gemidos y lamentos que ambos proferíamos. Levantándole una de las piernas y haciéndosela descansar sobre el limpio capó, mi polla se movía dentro y fuera traspasándola hasta el fondo hasta conseguir hacerle sentir mis huevos pegados a su piel.

Esto la hacía sentirse aún más llena. La sensación de notar la totalidad de mi miembro dentro de ella, provocaba en mi querida sobrinita un placer mucho más profundo e intenso. Yo percutía cada vez más y más rápido, resbalando con facilidad pasmosa dentro de aquella vagina tanto tiempo deseada y que con tanto placer recibía mis embates. Según pude comprobar, aquella brujilla había perdido la inocencia hacía ya mucho, mucho tiempo…

Ella gemía con las manos apoyadas sobre el capó, girando levemente la cabeza, con la mirada perdida y los ojos completamente en blanco. En una de mis acometidas volvió a gemir, mordiéndose ligeramente el dedo como si buscara algo que lamer. Viendo lo hambrienta que se encontraba, fui yo quien le ofreció dos de mis dedos los cuales empezó a chupar de manera voraz, como momentos antes había hecho con mi miembro viril.

Joder tiíto, menuda polla tienes… es fantástica –sollozó mirándome a los ojos con aquella mirada de putita que tanto me gustaba.

Toma… tómala toda… estás hecha toda una putita, toda una zorrita encantadora –pronuncié con dificultad, tanto era el placer que sentía.

Mientras tanto, mis embestidas fueron ganando en intensidad haciéndose más y más rudas a cada instante que pasaba. Mi hermosa sobrina sollozaba prorrumpiendo en ahogados lamentos que pronto se tornaron en un grito furioso que tuve que acallar tapándole la boca para que no fuéramos oídos por algún vecino indiscreto. De todos modos, supongo que aquella posibilidad poco le importaba a aquella cachonda muchacha.

Echando la cabeza hacia atrás, la vi morderse el hombro mientras mi polla no paraba de martillear sin descanso su dilatado coñito.

Más… así… así… umm… ¡Qué bien, sigue…! Qué bien, fóllame… vamos –exclamó pasándose la lengua por encima de los resecos labios.

Los movimientos cada vez eran más precisos y profundos, haciéndose casi incansables…

 

 

Tumbada boca arriba podía observar cómo aquella polla maravillosa se introducía una y otra vez en mi interior resbalando hasta alcanzar mis más íntimos rincones. Estirada por completo, permití que aquella enorme barra de carne entrara y saliera ahora de manera más lenta, como si el pedazo de cabrón en el que se había convertido mi querido tío buscara una necesaria tregua para ambos. Realmente era maravilloso, parecía no cansarse nunca y eso a mí me encantaba claro. Por unos segundos envidié la suerte que tenía mi tía de poder disfrutar cada noche de aquel macho tan poderoso y viril. Debía tener el coño más abierto que el túnel del metro –pensé sonriendo para mí misma mientras mi tío se movía con rapidez, ajeno por entero a mis perversos pensamientos.

Sacándola unos segundos, golpeó mi irritada rajilla para nuevamente volver a insertarla empezando un lento balanceo que me hizo sentir en la gloria. Levemente incorporada sobre mis brazos, con la cabeza echada hacia atrás y una de mis piernas apoyada sobre su hombro, Sebas continuó moviéndose alargando así el dulce tormento al que me sometía.

Dios, qué bueno es esto… sigue, sigue follándome…

Oh sí… qué coñito más rico que tienes.

Ah… ah… sí, sí… qué bueno, me vas a matar…

 

 

Dejándola que tomara asiento sobre mí y con los pies bien apoyados en el suelo, llevé el grueso miembro hasta la entrada volviendo a disfrutar del calor de aquel sexo tan húmedo y entregado a las más furiosas pasiones.

Enseguida ella empezó a moverse arriba y abajo clavándose la totalidad de mi polla.

Yo adopté una actitud falsamente pasiva dejando que fuera ella la que se moviera disfrutando de tan maravilloso acoplamiento.

Su hermosa flor se abría permitiendo el paso de mi pene el cual se deslizaba favorecido por los abundantes jugos que la vulva producía.

Ella continuaba gimiendo con cada uno de los golpes que le propinaba, rozando las paredes de su bien abierto agujero.

Oh, oh… así… oh, oh… Umm… aghh… Sí, qué maravilla de polla… me quema por dentro pero me encanta…

Mi excitada sobrina se movía arriba y abajo botando como si de una auténtica amazona se tratase. Dios, qué bien follaba la condenada… Me tenía agradablemente sorprendido la mucha experiencia que aquella criatura demostraba, cabalgando de aquel modo y procurándose el placer que tanto ansiaba. Realmente tenía poco que envidiarle a la ninfómana de su madre…

Así, ay qué bien… sigue, sigue, ohh…

Me apoderé de sus pechitos acariciándoselos con delicadeza mientras ella no cejaba en su empeño de proporcionarse un mayor placer, si es que aquello era posible.

Los gemidos fueron haciéndose a cada paso más y más escandalosos, importándome ahora poco el que alguien pudiera sorprendernos en tan turbios menesteres. Tan solo deseaba gozar de aquel cuerpo sudoroso que no hacía otra cosa que removerse y estremecerse con cada golpe que mi eje le ofrecía.

Pronto empecé a ser yo el que tomara las riendas de la follada haciéndola retorcer entre gritos y lamentos de puro y desconsolado placer.

Sí, sí, sigue… sigue cabronazo… oh… sigue vamos… Agh, es brutal… es absolutamente brutal… -gritaba echándose hacia atrás los alborotados cabellos.

Qué gusto… oh sí… oh, oh me corro. Sí… agh, agh… sí –chillaba aullando como una loca mientras el orgasmo se le presentaba de manera fulminante y feroz.

Dios, qué gusto… qué gusto me has dado tiíto. Me has vuelto loca de placer –exclamó con evidente dificultad mientras trataba de recuperarse del tremendo placer obtenido…

 

 

Cogiéndola por las piernas logré que se incorporara, poniéndome yo también en pie. Nines se arrodilló ante mí esperando mi nueva eyaculación la cual no tardó en producirse empezando a expulsar leche sin descanso y obligándola a cerrar los ojos con rapidez. El primer latigazo fue a parar a su barbilla, yendo a caer el resto de mi abundante corrida desperdigada por encima de su bello rostro, sus cabellos y sus pechos.

Tan pronto notó que mi corrida perdía en intensidad, abrió ahora sí sus ojillos cruzándolos con los míos mientras gozaba del sabor del semen caído sobre su boca.

Entregándole mi miembro satisfecho, lo agarró con la mano para llevarlo al momento hasta su boca chupándolo como si del mejor regalo se tratara.

Qué bueno… sí, qué buena corrida te has pegado… ¿estabas bien cargado, eh? –sonrió al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás, apartándose a un lado el mechón que caía sobre su descompuesto rostro.

Uff, menudo polvo más salvaje… debo reconocer que me ha encantado, muchachita –exclamé respirando con dificultad tras el esfuerzo realizado.

Sin decir palabra, masturbó arriba y abajo entre sus dedos el grueso y brillante tallo. Cerrando de nuevo los ojos, Nines agachó levemente la cabeza guardando silencio y emitiendo un fuerte suspiro…

 

 

Enseguida nos encontramos el uno en brazos del otro. Una fuerza invisible me había arrastrado hasta ella y a ella hasta mí. Con el calor del día en su máximo apogeo, su cara, con los cabellos echados hacia atrás de forma descuidada, se iluminó por un instante con una sonrisa de abandono y voluptuosidad. Y nuestros labios se unieron en un beso largo y profundo…

No alcanzo a describir lo que sentí en esos momentos. Sólo recuerdo que cerré los ojos disfrutando de aquel beso, saboreando aquellos labios jugosos e incestuosos que tanto me atraían y me provocaban. Abriendo los ojos, sonreí notando nuevamente el roce de aquellos labios sobre los míos.

Tenía tantas ganas de estar contigo, muchachita. La verdad es que me moría de ganas…

¿Sabes?, yo también lo deseaba desde hacía tiempo. Eres un gran amante –respondió a mis palabras mientras sus dedos acariciaban mi muslo haciéndome temblar de deseo.

No todo acabó ahí pues más tarde volvimos a reunirnos en la intimidad de su dormitorio, pudiendo sodomizarle el estrecho agujerito de su culo el cual me entregó sin grandes dificultades, gritando y berreando continuamente al tiempo que arañaba con sus uñas las bonitas sábanas marrones de algodón de la cama, aquella cama que por fin había conseguido profanar en espera de que aquel tormentoso encuentro no tardara en repetirse…

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La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo