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El Vaho

en Zoofilia

El vaho

Cuentan los viejos que el vaho puede vencer á cualquiera, hombre o mujer, niño o viejo y quien cae ante él, será devorado por el coyote.

Pero lo que no saben, es que el convertirse en el alimento del depredador no es la única manera de ser victimado.

Nadie imagina lo que sucedió entre los cerros de un poblado que prefiero no nombrar, rodeado de bosques tupidos y fríos en los alrededores de la ciudad de Toluca en México. Rosalía era una joven adolecente, 16 años para ser precisos. Morena, no muy alta, como la gente de esos rumbos, a pesar de lo que parecía su cuerpo era delgado, sin ser esbelta, pero sus curvas no se podían adivinar entre aquellas largas faldas, su blusa blanca holgada y la mañanita de lana que escondían a la perfección dos hermosos senos redondos y juveniles. Las hormonas ya habían hecho estragos en ella, que moría de ganas de tratarse con un joven alto de una cercana comunidad, de tan solo imaginarlo su mejillas se tornabas rojas y su entrepierna comenzaba a sentir esa necesidad de ser acariciada. Su rostro si era fuera de lo común, puesto que su tez presumía el tono moreno de su gente, pero sus ojos eran grandes y destellaban con un hermoso color verde que los días claros de sol, casi podían distinguirse de un miel hipnotizarte, su facciones eran fuertes pero a la vez irradiaban esa ternura de niña, la calidez de las personas de campo y al mismo tiempo el temperamento de una hembra anhelante todo ello enmarcada por una larga cabellera negra que en ocasiones y a disgusto de su madre gustaba dejar suelta.

Fue una mañana fría, más fría de lo habitual, en octubre, y Rosalía, que como todos los días, salía desde las 5 de la mañana para pastorear sus borregas, en los llanos rodeados de grandes cerros boscosos de su comunidad y que como muchas otras estaba apartada de la urbanidad, incluso de otras comunidades. Tan solo para llegar al paraje para pastorear sus ovejas había caminado más de 2 horas entre del arboles, ríos, y montes.

La niebla cubría todo, no de una manera tenebrosa, sino como in pantalla que espacia la luz del sol oculto entre las nubes, solo se podía ver unos 10 o 12 metros la frente justo detrás de su borregas, que al igual que ella conocían a la perfección aquellos parajes, aun cubiertos de niebla.

Al caminar recordó las historias de sus abuelos y sus padres sobre días como ese cuando eran más jóvenes de la edad de ella, y de cómo el coyote se robaba el ganado en las narices de los pastores. Se decían muchas cosas, que en una ocasión un pastor salió con casi 50 animales y que entre la niebla solo oía el balar de la víctima y que al llegar no encontraba ningún rastro y que solo un segundo después se escuchaba en otro punto otro quejido y se repetía nuevamente la carrera y el resultado. Que cuando por fin levanto la niebla su vista se horrorizo puesto que regados en la pequeña llanura se encontraba más de 40 cadáveres semidevorados. En una historia de su abuelo Matías, decía que estando en el monte oyó el balar del uno de los borrego justo detrás de unas rocas, cuando llego al lugar pudo ver a un coyote sosteniendo por la garganta a la oveja de un jalón la hecho hacia atrás como si tratara de hachársela la hombro y que con increíble agilidad se perdió entre rocas y troncos como si no llevara carga alguna.

Algunos decían que eran manadas completas que atacaban por distintos lados , otros decían que era uno solo y que era muy inteligente, otros más decían que eran criaturas del diablo, una vieja había dicho apenas una noches atrás- como cuando tenía tu edad- señalando a la bella Rosalía- cuando cuidaba mis borregas allá en el cerrote del viejo, junto con mi hermano Juan recuerdo que corrí en dirección donde había estado un borreguito de días, cuando vi al coyote que lo tenía sobre la yerba y lo mire levantando un piedra, pero de pronto clavos sus ojos amarillos en mis ojos y no pude moverme vi como comenzó a acercarse, y vi que el borreguito se levanto y se hecho a correr, y es cabrón coyote seguía sin apartar la mirada, y se acercaba y cuando estaba bien cerquita ya no sé de donde salió Juan empujándome, por allá fui a dar, y él con la onda le tiro un rocon al coyote que salió hecho la madre para el otro lado, de pronto justo antes de bajar por el otro lado del cerro se detuvo y volvió a calvarme la mira solo un segundo y después se largo. Dijo la vieja era el vaho a veces cuando el coyote está muy muerto de hambre se acerca a los carneros grandes y los mira, abre el hocico y con su vaho los jala, los atonta y se los lleva caminado, y cuando está lejos del pastor le muerden la garganta y el carnero nunca se opone, hay veces que se llevan a los pastores igual y nunca se les encuentra con vida.

Todas esas historias eran viejas, se decía que casi no había coyotes, que estaba en la sierra y que no bajan casi muy raro era verlos ya y sobretodo ahí en el cerrote del viejo donde Rosalía iba tan seguido. Y ella sabia usar muy bien la onda asique no había de que preocuparse. Eso creía.

Pasaban de las 7 de la mañana cuando entre la niebla pudo distinguir las siluetas de varias rocas grandes que surgían del suelo tan altas que en días claros sobre cualquiera de ellas podía distinguir la totalidad del pequeño valle que ella prefería para su ganado, el pasto era mediano y cubierto por el rocío, de inmediato las ovejas se separaron un poco y comenzaron a comer, Rosalía aprovecho para acercarse a ellas y revisarlas, lleva 6 medianos de algunos meses, 8 borregas con sus crías de las cuales 5 habían nacido el día anterior, en total 19 animales.

Busco el lugar más seco y cubierto del aire que calaba, se saco la mañanita que tendió en el suelo para sentarse y el morral donde llevaba una tortillas frías, un frasco con café de olla, su pocillo viejo y uno trozo de carne seca para desayunar, prendió su lumbre y calentó su café.

justo cuando se preparaba a comer oyó ruidos, balidos y tomando su onda se levanto y corrió hacia el escándalo, casi a obscuras a unos 100 metros vio como varias de las borregas correrían mientras que otra de ellas miraba a su cría que estaba entre ella y un gran coyote, sin pensarlo dos veces Rosalía se agacho tomando varias pierdas que puso en la onda y con un giro sobre su cabeza soltó pegando a los pies del coyote que salto un poco hacia atrás, ella siguió corriendo y gritando y lanzando otra pedrada, entonces los vio, los grandes ojos amarillos clavados en ojos verdes. Se detuvo en seco.

Un calosfrió le corrió por la espalda no se podía mover, vio que como empezó a caminar hacia ella como pasaba de largo al cordero que había tenido acorralado, tranquilo sin enseñar los dientes, sin atacar, sin temerle, como si la conociera.

Ella sin pensarlo, más bien sin contralarlo, comenzó a relajase, bajo la mano de onda y soltó las piedras, su respiración se fue haciendo agitada, no sabía si por el frio, por el miedo o por algo que su mente no comprendía.

La bestia siguió su acercamiento cada vez más familiar, hasta que a unos pocos metros levanto el hocico y cavo la mira en aquella chica, en ese momento ella dejo de pensar, lo último que recuerda con claridad era la respiración del animal que salía de sus narinas y que como si tuviera mente propia faltaba hasta el rostro de la chica, que solo se dejo llevar por algo que aun ahora no comprende. La miro unos segundos y como cualquier perro de casa se sentó, y casi por imitación Rosalía se fue sentando en e l piso sin poder apartar ya la mirada de aquel misteriosa criatura. Parecido a un lobo pero más pequeño, generalmente, este era grande, su pelambre amarillo con pelos pardos y negros en el lomo desde la nuca hasta la punta de la cola, el hocico era alargado con un juego de dientes blancos como nunca había vistos

Lo único que cruzaba su mente era un sensación que empezó justo en su cintura , un calor que apartaba el frio que la abochornaba, comenzó quitando la cinta de su blusa y que sin más se saco, su pecho se balancearon al aire, redondos, grandes la corriente de frio aire de inmediato acaricio las carnes de la joven y sus pezones se eructaron duros, ella paso su manso sobre sus pecho como tratando de controlarlos pero solo acertó acarícialos como para calentarlos, después su cuerpo como si tratara de cubrir su desnudes. Sus propias manos la rozaban y creaban en ella excitación,

Sin darse cuenta sus dedos acariciaban su pechos y su cuellos lentamente sin prisa, gozando aquellas sensaciones, de súbito sintió una caricia húmeda y tibia en una de sus mano entre abrió los ojos vio al coyote que lamia su mano como un perro faldero mientras que ellas seguía sus caricias con la otra .El animal comenzó a subir su lengua atreves del bazo de ellas, después se fijo en su vientre entre en el ombligo, eso le dio cosquillas a ella que sonrió, lamia como si recogiere algún líquido de la piel de ella, sin prisa casi con ternura, las lamidas fueron subiendo poco a poco como si de un experto amante se tratara a hasta su pecho, después uno de los senos que recorrió con su áspera lengua con cuidado mientras que Rosalía cerraba los ojos mientras que el coyote lo recorría en su totalidad, y hasta el ultimo el duro pezón, que robo un gemido de placer a aquella niña.

Una de sus manos se apoyaba en suelo para no caer de espaldas mientras que con la acariciaba sus piernas sus muslos y su pecho ya que el coyote ahora lamia el otro pecho, de pronto los dientes del el animal comenzó a dar mordisqueos suaves en el níveo pecho y el pezón esto ocasiono que Rosalía se recogiera la falda y comenzara a frotar su pubis, no encontró obstáculo alguno, no era costumbre llevar ropa interior. Aquel animal apoyo una de sus patas el regazo de la joven y comenzó a lamer el cuello y rostro. Su lamidas y mordidas encendían la extraña pasión de ella que gemía a ojos cerrados, en un momento su atención se fijo en la mano de la chica que ahora tímidamente introducía la yema de su dedo entre los virginales pliegues, la miro y con calma acerco su hocico y hundiendo la nariz entre el vello olisque un par de veces y comenzó a lamer, Rosalía no podía ya sofocar los gemidos que ahora eran más fueres aparto su mano y la apoyo también en el piso, abrió mas las piernas para que aquel depredador se alimentara e ella a su placer, podía sentir una extraña humedad que salía de ella, y que aquel depredador bebía con voracidad, cada instante su respiración era más violenta y rápida sentía como el aire frio entraba y como el calor de sus entrañas lo temperaba al momento. Con cada lamida su cadera se levanta del suelo, y en ocasiones la lengua de aquel animal rozaba su ano, lo que hacía en ella una explosión en su cerebro haciendo anhelar a cada instante y con más desesperación sentir algo en sus entrañas. Cuando sintió que aquella desesperación no podía mas, e coyote se aparto, ella abrió los ojos y lo vio a unos centímetro s de ella a su lado los recorrió con su mirada como buscando algo en su vientre hasta que lo encontró, era el miembro del coyote era similar a las los perros que había visto aparearse en su casa pero este era más grande, su color iba del rojo intenso al morado surcado por grandes venas que palpitaban, su mano se acerco desde abajo sintiendo el peso de la aquella verga sintió su viscosidad y su calor , se acerco tímidamente, mientras que su boca se saboreaba como si se trata de al más deliciosa vianda, y como tal la olio con cuidado sintiendo un olor penetrante pero atrayente, con un suave beso toco la punta , y ahí mismo su lengua se asomo para probarla, una y otra vez así lo hizo , después entre abrió su carnosos labios y acaricio con ellos la babeante punta, una vez z mas y otras, abrió la boca e introdujo aquel falo tan solo un poco, la deleitaba despacio poco a poco y cada vez introducía mas de aquel pene animal hasta que después de 15 minutos ya tenía toda aquella verga en su boca que entraba y salía pero siempre sin reparo, con la mayor calma posible.

Nuevamente sus dedos trataban de eliminar su virginidad pero algo muy adentro de ella la detenía, justo cuando de nuevo aquella necesidad de penetración al atormentaba , el coyote se aparto y la miro de nuevo a aquellos ojos esmeralda pero ahora no era tan invasivos como al inicio más bien como anhelantes, ella como pudo se saco la húmeda falda la coloco sobre un roca que estaba ahí y se recostó boca arriba con las rodillas al aire y os pies apoyado en la yerba, el animal sin dudarlo entro por sus piernas se apoyo con sus patas delanteras a los costados de la cabeza de ella que con sus manos guían aquel cuerpo peludo, solo las aparto un instante para con una tomar la verga del coyote y guíalo a la entrada y la otra abrir la puertas a la bestia que se acercaba, apoyo su espalda y sus pierna y elevo al cadera, loco la unta en su vulva y con una inexplicable ternura ambos se balancearon para logra aquella primera penetración.

Ella sintió todo, el dolor de la entrada, como su himen se rasgaba lentamente ante la entrada del falo supurante, como un hilillo cálido corría por sus nalgas, sintió su propio estremecimiento de excitación, ella tomo el pelambre de los costado del animal apretándolo, pero sin apartarlo, cuando un fuerte orgasmo la invadió desde la punta de los pies hasta los vellos de la nuca, haciendo la temblar nuevamente. Ambos se quedaron quietos un segundo, de nuevo comenzaron a moverse, Rosalía sentía como aquel animal la penetraba más adentro a cada momento y como y peen iba crecieron a la par, cada sensación cada roce era una nuevo gemido y una explosión de placer, de vez en veces el canino amante pasaba su lengua por la labios de ella que entreabría su boca para que el apéndice del animal jugara con su propia lengua, que en momentos se alargaba en un salvaje beso de lenguas y saliva. Ella sentía el dolor que ocasionaba aquel miembro que crecía cada instante hasta que el coyote se aparto, ella abrió los ojos y lo siguió con la mirada que en un momento pareció tener la oportunidad de alejarse, ella ya poseída por el instinto animal se apoyo en sus manos y piernas como otro canino e hizo el gesto de seguirlo con una mirada deseosa casi nostálgica. El se detuvo al instante y volteo a mírala regreso sobre sus paso y lamio nuevamente su boca que se vio respondido por la boca y lengua de ellas que anhelaban seguir la copula, sin más la rodeo, lamiendo por atrás su ano, nalgas, vulva como si se tratara de un congénere, y como tal se monto sobre la chica que al instante sintió el peso del coyote y el de su miembro que como péndulo se movía buscando una guarida para entrar, ella abrió un poco mas l las peinas, bajo la cadera y arque la espalda, era todo lo que faltaba las patas delanteras del coyote se afianzaron la cadera de ella, acerco su verga a las nalga que ya los esperaba y en un movimiento relajado pero firme entro en ella.

Estaba dilatada y muy húmeda la penetración fue profunda aquel empujón hizo ver estrellas a Rosalía, e igual que la vez anterior la copula comenzó lentamente, despacio, y fue aumentado el ritmo, desde esta posición ella se dio cuenta que el pene del coyote había crecido pero estaba mas cómoda y su placer aumentaba a cada embestida. Llego el momento en que nueva mente sintió algo que intentaba entrar en ella bajo su cabeza para mira hacia atrás y vio una bola más gruesa que el mismo que pene y no había nota antes, un segundo sintió miedo, al siguiente dolo puesto que el coyote estaba empujando ya la bola hacia adentro, pero eso solo acrecentó la lujuria que nunca imagino tener en su interior con un fuerte empujón hacia atrás la penetración fue completa la bola entro y ella exploto en otro orgasmo casi se desvanece pero sintió como la verga del animal se movía dentro suyo como trataba de penetrar por los rincones más escondidos, podía sentir la unas de las pata del animal ahora apoyadas en su espalda como se clavaban con cada empujón, la naturaleza salvaje de seductor la había invadido cada rasguños, la yerba y piedras clavando se en su palmas y rodillada exaltaba aun mas, se balanceaba con en un momento jala arquea su espalda hacia atrás jalando su cabeza en un rictus de orgasmo y el coyote muerde su larga melena negra jalando hacia atrás con cada embestida aumentado el placer y el deseo de Rosalía de pronto el animal al suelta y con un gruñido y mostrando los dientes la penetra con mayor fuerza y se estremece lo que hace explotar una vez más a la jovencita que ha perdido completamente ya la razón. Ella por fin se desvanece unos instantes, pero en seguida se ve jalada por el coyote que trata de zafarse de su hembra, ella siente aquella inmensa bola que se encuentra dentro que trata de salir sin mucho éxito, el animal sigue en su afán lo que hace que ella se vuelva a excitar. Así siguieron un rato en el forcejeo, cuando por fin lo logran se escucha un sonido, pero ella no depara en ello, mira su cuerpo y ve como salen del dos líquidos, la de ella y el semen de él, es cuando se da cuenta que está sola, mira así alrededor y solo distingue a las ovejas que se acercan a ella, como si se tratara de un sueño ve momo un ligero vapor azuloso sale de su boca y nariz y se diluye entre la niebla y siente por fin una sensación de abandono y tristeza y se desvanece.

Varias horas después despierta aun desnuda y casi congelada rodeada de sus borregas que no comen parecen montar guardia alrededor de ella, no sabe que hace ahí, no recuerda nada solo que oía a sus ganado corriendo u balando, pero nada más, se descubre desnuda, hambrienta y adolorida, siente un fuerte dolor de cabeza y una sensación extraña en su corazón pero nada más, recoge su ropa y la pone a secar cerca de su fogata, come, y se viste, todo son pensarlo, su mente está llena de sentimientos, miedo , asco, culpa, tantas cosas y conforme se acerca a su pueblo va recordando sin saber cómo lo explicara o si lo hará , sin saber si alguien más lo ha vivido y quien podría ayudarla, no lo sabe, solo sabe que tiene que regresar y encontrar algo que ella perdió y que ahora necesita. Allá en el cerrote del viejo.

Este relato se lo dedico a un amiga que me ha hecho regresar de mi retiro, Lucy, te eh extrañado y aun sigo anhelando tenerte en mi lecho.