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Recuerdos compartidos

en Hetero: Primera vez

Capítulo uno

Miraba a la pared y notaba como su cuerpo se acercaba al mío. Notaba como sus brazos acariciaban mis caderas, le notaba detrás de mía. Su bulto acariciaba mi culito… Estaba excitada, todo era nuevo para mí. Le imaginaba desnudándome, bajándome las braguitas lentamente, notarlas por las rodillas y sentir su aliento cerca mía… Sin tener necesidad de verle… Mirando a la pared…

Era imposible no manchar las braguitas en una situación así… Y él lo notó. Con sus manos me iba recorriendo, se iba abrazando a mí, se iba acercando a mi coñito, húmedo, deseoso de él. Y no pude evitar gemir al notar el roce de sus dedos en mis pantalones.

Sujetó una de mis manos y la apoyó sobre la pared, fuertemente, casi no me podía mover pero no me importaba. De espaldas, apoyada sobre la pared y con una mano inmovilizada, me dejé hacer... Noté como su otra mano exploraba entre mis pantalones y braguitas… como el roce de sus dedos hacía que la piel se me erizara. Me gustaba sentirme manoseada, me gustaba sentir que me tocaran sin yo tener el control… Me excitaba la sensación de sentirme ligeramente sumisa, fuertemente suya.

Me fue bajando lentamente los pantalones y yo, inconscientemente, separé las piernas levemente para darle un mejor acceso… Quería que explorase mi cuerpo, quería que acariciase cada parte de mí que nunca ninguna otra persona había conseguido ver. Sus manos, por debajo de las braguitas, acariciaban fuertemente mi culo, lo pellizcaban, y me gustaba…

Sin pensármelo, sin ser consciente de que ese instante de ese primer beso lo recordaría toda mi vida, sin atender a tantos miedos e inseguridades que tenía, sin darme cuenta de nada, me di la vuelta y le besé.

Nuestros cuerpos, semidesnudos, uno junto al otro, experimentaron mi primer beso: Inocente, deseoso, impaciente… Caricias entrelazadas con susurros, besos intercambiados, roces… Pude notar como sus manos exploraban más allá, como sus dedos se metían entre mis braguitas, como acariciaba mi coñito al mismo tiempo que me besaba… Le deseaba…

Nunca nos habíamos visto en persona, largas noches de excitación por escrito, largas sesiones de webcam masturbándonos. Largas conversaciones hablando de sexo, de fantasías, de secretos inconfesables… Hacía varios meses que le conocía y desde el primer día la sinceridad fue la base de nuestra relación. Sin secretos, ¿para qué? No nos conocíamos, no nos íbamos a conocer, y no se perdía absolutamente nada. Podíamos hablar de todo, podíamos no hablar de nada, podíamos simplemente dejar pasar las horas, sin aburrirnos, sin contarnos nada, sin la necesidad de aparentar nada…

¿Cuántas veces había experimentado algo así? Tal vez nunca… El hecho de no tener ningún tipo de compromiso a nada, el hecho de poder tener a alguien cada día con quien compartir aquello que nadie sabe, aquello que siempre se quiere contar en algún relato escrito de forma anónima, aquellos deseos de expresar lo que sientes o lo que quieres sin necesidad de que te juzguen… Todo eso ya se veía cumplido con él…

Estaba en una casa completamente desconocida y era tarde, muy tarde… ¿Qué demonios hacía yo allí? Él tenía 27, yo 18. Hace tan solo unas horas estaba en mi casa, con mis padres. Llevaba el pijama puesto y la intención de irme a acostar pronto. El día había sido largo y todas mis amigas estaban fuera. Me esperaba otra noche de sexo en solitario bajo las sábanas de mi habitación.

Era la una y media de la noche y no tenía otra cosa que hacer de provecho que charlar con él. Era habitual las noches que no salíamos ninguno de los dos el aprovechar para seguir hablando. Empezaba a formar parte de la rutina. El vivía en Madrid y yo en un pueblo a unos 40 kilómetros de distancia.

 ¡Si tú me dices que te recoja ahora mismo, voy en seguida! – me dijo él.

 ¿Pero tú estás loco? ¡Es la una y media! ¿Qué le digo yo a mis padres?

 No sé… Dile que te han llamado para salir y que vuelves tarde…

 ¡Venga ya Jesús! Iríamos a lo que iríamos, y aunque me haya calentado con muchos desconocidos por webcam, nunca he acabado quedando con ellos.

 ¿De verdad no te apetecería dejar de estar delante de una pantalla y poder hacer todo aquello que nos hemos contado por internet, pero en persona? ¿De verdad no tienes ganas de poder experimentar? Sin miedo a fallar, sin miedo a esa primera vez… Yo te conozco, tú me conoces.

 Jesús…

Sinceramente, me apetecía mucho poder quedar con él… Nos habíamos visto por webcam más de una vez. No estaba mal. Y él, aunque no era virgen, prácticamente no había estado con ninguna chica por lo que todo podría ser mucho más fácil.

Hacía varios meses que me dedicaba a conocer por internet a completos desconocidos con los que me acababa desnudando simplemente por el mero hecho de darles placer y hacer que se corriesen por la webcam. No me excitaba verles las pollas por webcam, me excitaba el simple hecho de sentirme completamente exhibida, de ser capaz de excitar a desconocidos y hacer que disfruten con mi cuerpo… Me gustaba.

 ¡Jesús! ¡Tengo a un chico por la webcam!

 Ummm… ¿Estás exhibiéndote? ¡Ponme la cam!

 ¡Vale!

Y allí estaba yo… Llevaba una camiseta muy ajustada de tirantes, con uno de ellos caídos y un pantalón muy cortito y ajustado, dejando ver las piernas. Mi pose no era nada casual, estaba todo previsto: Sin dejar ver mi cara, se me veía la barriga, completamente plana, y como con mis manos me bajaba lentamente el pantalón… Mis braguitas se podían entrever en la imagen…

 Ponte de espaldas – me dijo.

Me puse de espaldas, en pompas, y fui bajando el pantalón lentamente dejando ver mis braguitas y como iba acariciándome el culo…

 Azótate, que vea lo guarra que eres. Que se la ponga dura viendo cómo te pones completamente rojo el culo.

 Ummm… – no pude evitar soltar un leve gemido.

Bajé las braguitas hasta dejarlas por la parte alta de las rodillas dejando en primer plano mi culo, y viendo como mi desconocido masturbador se acariciaba haciendo que su polla se fuese endureciendo por segundos.

Se podía ver perfectamente cada una de las nalgas y como al separarlas, me iba acariciando el agujerito deseando una buena polla con la que poder restregarme. Sin previo aviso, me fui azotando cada una de las nalgas. Me excitaba obedecer. Y este tipo de situaciones era una entre muchas de las que se producían con cierta cotidianidad.

Yo le hablaba a él del resto de chicos con los que me masturbaba, le comentaba cada una de mis jugadas, cada una de las posturas que mantenía con cada uno de los chicos. Cada una de mis sesiones con otros chicos, lo que me ordenaban hacer, lo que veía que hacían… Todo… Pero… A pesar de mi valentía a través de una webcam, en realidad seguía siendo virgen. Nunca había besado a ningún chico y pasaban los días lamentándome del hecho de no poder llevar a cabo algo que tanto anhelaba…

Habíamos vivido muchas cosas en poco tiempo, al menos tenía que intentarlo…

 Bueno… Voy a ver si logro convencer a mis padres… ¡Pero no te prometo nada! – le dije.

 Vale, avísame cuando vuelvas.

Pocos minutos más tarde, llegué con la respuesta:

 Oye, que ha colado, pero Jesús… No sé si es lo mejor… No nos conocemos…

 ¡Que sí mujer! Dame la dirección y en media hora estoy allí.

Tras varios segundos pensándolo, me dejé llevar. Realmente quería ver qué pasaba. Realmente quería dar el paso, quería dejar atrás mis miedos, mis inseguridades, mis solitarias noches de sexo en mi habitación. Quería poder compartir mis deseos con alguien, quería poder experimentar lo que llevaba meses mostrando a desconocidos a través de una webcam… Y sin esperar un solo segundo más, acepté.

Capítulo dos

El beso, aunque inexperto, era excitante. Con las manos podía acariciarla el culo, meter mis manos entre sus braguitas y notar como aceptaba de buen grado mi inmersión en sus partes íntimas. Notaba como separaba las piernas, como sacaba su culito deseando que metiese las manos en él. Se dejaba hacer… Y, sin duda, aproveché la situación.

Terminé de bajarle las braguitas, de forma que quedase completamente desnuda de cintura para abajo y la acerqué al espejo de pared del salón.

La imagen era excitante. Estaba detrás de ella, viendo los dos cuerpos semidesnudos, su culo apretado junto a mi polla mientras empujaba lentamente. La escuchaba gemir al notar el roce en su culito. Aún llevaba los calzoncillos puestos por lo que mi polla hacía presión pero no llegaba a entrar. Moviéndose suavemente en su zona más íntima. Haciéndola enloquecer, excitándome por segundos…

Poco a poco fui subiendo el ritmo haciendo que ella tuviese que apoyarse sobre la pared, dejando su culo completamente expuesto a mí, con las piernas entreabiertas y gimiendo suavemente sin parar. Mis embestidas hicieron que no se pudiese contener…

 Fóllame, por favor…

 Sí… ¿Te gusta? Por fin tienes una polla cerca de ti…

 Ummm… Sí… Me encanta… Sigue…

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de ningún momento íntimo con una chica… Y estaba en unas circunstancias en las que me sentía seguro y podía experimentar y probar tantas veces quisiera. Estábamos allí para aprender, para disfrutar sin ningún tipo de prejuicio, para entendernos y complementarnos… Y me gustaba.

¿Cómo podría haber llegado a una situación así? La había conocido hace tan solo unos meses y la confianza adquirida era un punto muy a favor. Pero esta vez habíamos quedado por el simple hecho de experimentar, por el simple hecho de cumplir las fantasías que tantas veces nos hemos contado por internet…

A mi edad, y con mi poca experiencia, el intentar establecer algún tipo de relación sexual con otra persona, me echaba para atrás, me daba miedo el hecho de no poder cumplir con las expectativas, de no saber besarla, de no saber mimarla, de no saber darle el placer que requería…

Pero esas sensaciones con ella no deberían suceder. Ambos estábamos en la misma situación y, el hecho de partir los dos casi de la misma base, era un aliciente para poder experimentar a gusto aquello que tanto deseábamos tanto ella como yo.

¿Quién se lo hubiera imaginado? Un sábado por la noche, sin saber muy bien qué hacer, decidí quedarme en casa. Hablaría con ella una noche más. Me apetecía, eran ratos agradables y normalmente, aunque no hablásemos de nada, las horas se pasaban casi sin darse cuenta… Era raro, ella tenía 18 años, yo 27. Técnicamente pertenecíamos a generaciones diferentes, pero no importaba. ¿Habíamos congeniado? Tal vez, y no me importaba…

Aquel sábado, parecía que por fin nos íbamos a conocer…

 ¿En serio? ¡Vale! ¡Dame media hora y estoy en la calle que me digas! ¡Y no vale salir huyendo, eh

 ¡Jajaja! Tranquilo, aguantaré el tirón. – me dijo en tono distendido.

Estaba completamente nervioso. No quedaba con ninguna chica que había conocido por internet desde hacía años. Y menos aún para una proposición de ese tipo. En este caso teníamos claro lo que tenía que pasar: Habíamos quedado para follar, y deseaba tenerla en casa y poder disfrutar con ella sin ningún tipo de miedo o prejuicio.

Tras más de cuarenta minutos conduciendo, aparqué justo al lado de la calle donde habíamos quedado. Estaba nervioso. No podía evitarlo. Miraba a un lado, al otro… Estaba en un pueblo completamente desconocido para mí, quedando con una chica que no había visto jamás en persona y con una presión de la noche que se avecinaba que realmente podía conmigo. Aún así, tenía claro lo que debía hacer: Sobre todo, tenía que conseguir que se sintiese cómoda, tenía que lograr que todos los miedos y posibles preocupaciones de quedar con un extraño casi diez años mayor que ella, quedasen en un segundo plano, en un muy lejano segundo plano, olvidado. Y que disfrutase del momento…

Eran las dos y cuarto de la mañana. Muy tarde. Se trataba de un pueblo muy residencial, muchas casas adosadas. Todo muy familiar. A esas horas no se escuchaba a nadie. El leve sonido de mi coche al llegar conseguía turbar el silencio de aquel lugar.

A lo lejos, apareció ella, pantalones cortos, camiseta. Andaba muy nerviosa y realmente no sabía ni a dónde mirar… ¿Se habría decepcionado? ¿Se daría media vuelta y me dejaría ahí solo? No… Siguió adelante y me dio dos besos… tímidos… Nada era como se pensaba que iba a ser. Todo era mucho más fácil a través de un ordenador, evitando roces, evitando miradas, evitando sentir la cercanía de la otra persona…

 ¡Hola! – la dije.

 Hola, ¿Qué tal? ¡Parece increíble que estemos aquí!

 Un poco, la verdad…

Me asustaba un poco el hecho de tener que pasar cuarenta minutos en un coche con alguien a quien acababa de conocer… La cogí de la cintura levemente y la llevé al coche.

 ¿Y bien? ¿Me esperabas así? ¡Seguro que algo más viejo! – dije intentando relajar el ambiente.

 Jajaja, qué va, si vas muy juvenil.

Y sin más, iniciamos el camino a casa.

Capítulo tres

Estaba ansiosa, notaba su polla rozando desde detrás mi culito, mi coñito… Me gustaba… Y ahora podía tener esa polla dentro de mí, poder notar cómo se va abriendo paso, cómo va entrando poco a poco… Cómo va dejando en el olvido todos aquellos miedos… Quería esa polla dentro de mí…

Me miraba al espejo mientras él me sujetaba por detrás. Con una de las manos podía masturbarme mientras notaba como su polla me iba excitando cada vez más…

Tenía necesidad de poder verla. Estaba deseosa. Así que me di la vuelta, me agaché y fui bajando lentamente sus calzoncillos hasta los tobillos. Pude verle la polla, totalmente erecta, apetecible… Me acerqué con la cabeza y la olí… De rodillas, sin braguitas y agachada junto a él, me tomé mi tiempo observándola, oliéndola, tocándola… La acariciaba suavemente con mis torpes manos… Era la primera polla que tocaba, era la primera polla que besaba… Y me gustaba…

Sin darme cuenta, tenía una de sus manos en la cabeza, intentaba mantener el ritmo que él me iba marcando a pesar de que me atragantaba y en alguna ocasión tuve que sacar la cabeza… El sabor de la excitación se desprendía de aquella polla, y yo estaba ahí para saborearla.

 Vamos a la cama. Quiero sentir esa polla dentro de mí. ¡Por favor!

Recostada sobre la cama, dejé que me hiciera cuanto quiso… Me fue desnudando de cintura para arriba hasta dejarme completamente desnuda… La imagen era completamente insinuante: Estaba abierta de piernas, masturbándome levemente y totalmente desnuda, viéndose mi vientre completamente plano y mis pequeños pechos excitados ante el leve roce de mis dedos en mi entrepierna.

Se fue acercando lentamente reposando su cuerpo sobre el mío. Notaba su polla cerca de mi entrepierna… Gemía de placer al notar cómo se iba acercando… Habían pasado muchos años y por fin iba a conseguirlo. Iba a dejar de ser virgen. Me gustaba... Notaba como recorría con su lengua mis pechos… Sus leves mordiscos en mis pezones me excitaban, no podía evitar seguir gimiendo de placer…

Eché mi cabeza hacia arriba, miraba al techo… Se acercó a mi cuello y lo besó al mismo tiempo que iba restregando su polla por mi húmedo coñito… Un leve vaivén rítmico empezó a apoderarse de la situación… Sin llegar a entrar dentro de mí iba haciendo fuerza y notaba como su polla, cada vez más grande, luchaba por hacerse un hueco entre mis piernas…

Me gustaba…

Ya había quedado con algún que otro chico que había conocido por internet, pero esa situación no era ni mucho menos comparable a esta. Quedamos, tomamos algo y nos fuimos cada uno para su casa. Sin duda, en aquella primera cita, si el chico hubiese sido algo más insistente, habría cedido, me habría dejado hacer… Pero no lo hizo… Ni él, ni otros tantos con los que podía haber quedado en persona y no lo hice… ¿Miedo? Tal vez… ¿Falta de confianza? Es posible… Es complicado dar el paso para quedar en persona con alguien con quien la conversación más profunda que has tenido es una masturbación por webcam.

Y, de hecho, aunque me llegué a plantear quedar con Jesús en alguna ocasión, al final siempre la desechaba. La diferencia de edad siempre era determinante. Y tampoco me había masturbado muchas veces pensando en él… Simplemente, había complicidad, había entendimiento… Pero para excitarme, para masturbarme ya tenía a otros muchos chicos… En muchas ocasiones me limitaba a contarle mis experiencias, sin más… Puede que le molestase, puede que prefiriese hacerlo conmigo… Alguna vez me lo comentaba, pero pocas veces nos dedicábamos a ello…

 Venga Jesús, intenta excitarme con lo que escribes…

 ¿Qué dices? ¿En directo?

 ¡Claro! Venga Jesús… Que sabes escribir bien y a mí me excitan los relatos mucho más que ver una polla por webcam… Por faaa…

 Está bien…

Esa noche fue especial… Logró ir describiendo con los más excitantes detalles como podría ser mi primera vez. Y todo de una forma improvisada, sin tener tiempo para pensar. Y, aunque parezca raro, consiguió que me acabase corriendo.

 ¿Sabes qué? Voy a retocar la conversación, lo pondré en formato de relato, ¡y lo publicaré en internet! – me dijo él.

 ¿En serio? ¿Me tomarás como tu musa? ¡Qué guay!

En honor a los detalles que le di sobre mis sesiones de masturbación en la habitación de mis padres mirándome en el espejo, lo llamó "Reflejos"… Fue… bonito…

Reía con nerviosismo en su coche. El trayecto estaba siendo ameno. Estaba decidido a charlar y a hacer que aquel posible malestar debido a la situación en la que nos encontrábamos, desapareciera. Y lo estaba consiguiendo. Estaba yéndome en un coche de un desconocido a una casa completamente desconocida, engañando a mis padres y con unas intenciones bastante claras… En mi vida había hecho algo así. Supongo que en la suya tampoco… Pero vivía solo, tenía 27 años… Todo era mucho más fácil para él.

El coche era amplio, confortable. Se estaba cómoda. Él aprovechaba para acariciarme con timidez el muslo. Yo me dejaba hacer, aunque parecía no ser demasiado natural. Notaba como mi pierna se erizaba lentamente ante el paso de su mano entre mis muslos… Como me iba acariciando con disimulo mientras conducía… Me encantaba… Pero aun así, no le di pie a nada más… Estaba todavía demasiado nerviosa…

Al bajar del coche aprovechó para cogerme por la cintura… Iba bajando su mano lentamente entre mi culo… Me dejaba hacer. No quería que esta noche, todo se quedase en nada. Tenía que pasar algo, teníamos que acabar follando, tenía que acabar disfrutando de mi primera vez…

Estaba excitada, mojada. Él no lo sabía pero podría haberme follado allí mismo si hubiese querido… Los leves roces en el coche, su mano por mi cintura, sus intentos de lograr entrar entre mis pantalones y mis braguitas… Me encantaba…

¿Sería capaz de dejar a un lado todos mis reparos, todos mis miedos e inseguridades y dejarme llevar?

Capítulo cuatro

Estaba preciosa: desnuda, abierta de piernas, excitada y totalmente entregada… Al final había conseguido lo que ningún otro chico había conseguido antes… tenerla para mí.

El ligero vaivén la hacía enloquecer. Al mismo tiempo que la iba besando con ternura en su cuello, la susurraba al oído, la preguntaba si todo iba bien, si estaba a gusto. Era su primera vez y tenía que estar lo más cómoda posible. Esa noche tenía que ser mi niña pequeña, tenía que ser mía.

Los dos cuerpos desnudos, sudorosos, unidos… Podía notar como abría más y más las piernas deseando tener mi polla dentro de ella… Haciendo caso omiso de sus intenciones, fui bajando la cabeza recorriendo cada parte de su cuerpo, cada centímetro de su piel, cada recoveco de su barriga, de sus pechos, de su vientre… Iba besando y lamiendo suavemente cada parte de ella. Quería disfrutar todo el tiempo que pudiese de su cuerpo, del momento…

Una tenue luz provocada por las velas que había dispuesto para la ocasión iluminaba su cuerpo desnudo, brillante a causa del sudor, seductor… Me gustaba ir secando cada gota de su sudor con mi lengua, ir besando cada parte de ella y luego subir para poder acariciar sus labios con los míos, para que nuestras torpes bocas se encontrasen, para que ambas se besasen apasionadamente mientras ella podía notar como mi polla iba buscando su sitio, la iba buscando a ella…

Bajé la cabeza hasta su entrepierna, completamente depilada… Me encantaba… Estuve lamiendo lentamente, oliéndola, succionando con mi lengua sus pliegues… La oía gemir. Me gustaba, le gustaba. Cada vez iba más y más rápido, introduciendo la lengua por completo, follándola con la boca, notando en mi lengua todos los flujos que iba desprendiendo… La imagen me encantaba… Entregada, abiertas de piernas, acariciándose los pechos con una mano y con la otra buscando sitio entre mis labios para acariciarse, para excitarse aún más si podía.

 Por favor… Fóllame… Quiero tener tu polla dentro de mí… Notar como entra, como sale…

Me fui poniendo a su altura… mi polla iba buscando su sitio… Iba empujando un poco más fuerte… Intentaba entrar… Costaba… Su cara transmitía dolor…

Poco a poco…

El vaivén era muy pausado… Al intentar penetrarla con algo más de fuerza, la dolía… Tenía que ser mimada, tenía que ser tratada como mi pequeña… Tenía que ser su mejor primera vez…

El roce de mi polla con su coño, cada vez más acentuado, iba haciendo mella en sus gestos, su cara de dolor se transformó en gemidos de excitación…

Poco a poco…

Entrando lentamente… Notaba como mi polla se abría paso dentro de ella… Como sus esfuerzos inconscientes de contraerse iban desapareciendo…

No pudo evitar soltar un gemido, no sé muy bien si de placer o de dolor, cuando fui haciendo fuerza para que poco a poco entrase más y más…

 No pasa nada, preciosa… Tenemos todo el tiempo del mundo…

 Sí… – me dijo ella.

El vaivén se iba acentuando poco a poco, mi polla entraba y salía, nuestros cuerpos desnudos, sudorosos, no dejaban de rozarse. Su cuerpo no dejaba de acariciar al mío, el mío no dejaba de excitar al suyo…

A medida que mi polla iba entrando cada vez más, los gemidos de placer se fueron convirtiendo en la tónica habitual… Estaba disfrutando por fin de una polla dentro suya. Y la encantaba… Podría ser el principio de algo, podría ser el comienzo de una relación un tanto peculiar, podría ser algo más…

El trayecto del ascensor fue corto pero tenso… Hablaba por hablar, ella reía. Pero aun así, estaba muy nervioso… Necesitaba convertir esos leves roces en algo más. Debía conseguir transformar insinuaciones en hechos… No quería que la noche acabase en blanco…

 ¿Me puedes dar un vaso de agua? – Me pidió al llegar a casa.

 Claro.

Eran momentos tensos… Una vez bebido el vaso, se dio la vuelta… Miraba a la pared… Sé que disimulaba ver la casa, sé que en realidad estaba deseando ese primer paso… Sé que estaba deseando que ese primer paso lo diese yo.

Me acerqué a ella, por la espalda, y abrazándome a ella intenté relajarla, intenté relajarme. Mi cuerpo quedó a escasos centímetros del suyo… Notaba su respiración, notaba como mi polla se iba haciendo más y más grande e iba rozando su culito por encima de sus pantalones…

Sin duda, estaba excitada…

Con mis manos fui recorriendo sus caderas. El pantalón era muy corto. Me encantaba. Iba acariciando su vientre, sus muslos… Iba metiendo las manos entre sus pantalones… notando su humedad, notando su excitación… No pudo evitar gemir…

Un silencio sepulcral invadía toda la habitación… No hacían falta palabras… Sobrarían, sin duda. No hacía falta decirnos nada. Sólo hacía falta rozarnos, acariciarnos, comunicarnos con nuestros cuerpos… Mirar dentro de nosotros, dejarnos llevar por la situación.

Cuando una de mis manos acariciaba la suya, la agarré fuertemente y la apoyé sobre la pared. Sé que una situación así podría excitarla. No sería la primera que me cuenta algún tipo de sensación de ese estilo.

Y se dejó hacer…

Con la otra mano fui explorando entre sus pantalones y sus braguitas… Estaban húmedas. Estaba excitada, y seguí acariciándola, masturbándola, haciéndola gemir de placer. De espaldas, sin vernos, sin hablarnos… Sólo comunicación corporal. No hacía falta nada más…

Fui bajando lentamente sus pantalones. Vi como habría las piernas. Estaba disfrutando, me gustaba que se sintiese cómoda, que se sintiese segura para ofrecerme su cuerpo en una situación así. Aproveché para acariciar su culo, pellizcarlo, cogerlo fuertemente con las manos… Era mío… Y quería disfrutarlo… Quería hacerla disfrutar.

Otro gemido pudo salir de su boca… Casi sin darme cuenta, se dio la vuelta y me besó. Sus labios, por primera vez en su vida, rozaron los labios de un chico. Tímido, inocente… Me gustaban sus labios, me gustaba su boca… No pude evitar seguir resistiéndome y la besé…

En el salón de mi casa, semidesnudos los dos, besándonos apasionadamente. Caricias, susurros… Estaba excitado, estaba excitada… Hoy sería para ella una noche muy especial. Esa noche, era mi pequeña. Esa noche tenía que ser mía.