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Osvaldo 4

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OSVALDO 4

En el transcurso de esas primeras semanas Osvaldo se encontraba cada vez mas a gusto en su nuevo lugar de "trabajo" como el mismo decía cada vez que alguien preguntaba que era lo que estaba haciendo últimamente. Siempre decía mi trabajo entre comillas es…tal y tal, por supuesto sin entrar en demasiados detalles.

Una de esas tardes mientras se encontraba en una sala de oración, Sergio se acercó para decirle que quizá más tarde llegaría el Obispo a hacerles una visita. Agrego que su eminencia lo hacía con frecuencia y que ellos le presentaban a los nuevos miembros ya sean seminaristas o gente que ingresaba a trabajar en el convento. Osvaldo escuchó atento y preguntó__Tengo que vestirme para la ocasión ¿__ Sergio sonrió y contesto__No, no claro que no. Simplemente en algún momento el director o yo iremos a buscarte, porque el señor obispo querrá conocerte, esos es todo.__

__Bien, comprendo.

__Ahora continua con tu tarea__ dijo Sergio y se retiro de la sala.

Osvaldo continuo canturreando mientras se abocaba al trabajo para terminar de una buena vez. El reloj caminaba sin descanso y la tarde transcurría tranquila y veloz.

Finalmente termino de hacer los arreglos correspondientes a lo que se encontraba haciendo y cerrando la sala se dirigió a su habitación ya que no tenía nada más para hacer.

Cuando entró en su habitación lo primero que hizo fue sacarse las zapatillas y andar descalzo. En la heladera tomo una botella de agua cristalina y fría y bebió a grandes tragos. Una fruta lo esperaba y sin pensarlo dio el mordisco a la verde manzana que crujió bajo su dentadura largando un dulce y gustoso jugo. Encendió la radio y buscó por el dial algunas canciones que le gustaban. Cuando había algo que no le gustaba cambiaba de sintonía. Hacia era una especie de zapping de radio. Una vez que terminó de comer la manzana se tiro en la cama para descansar los pies mas que cualquier cosa. Le pesaban un poco a esa hora, luego de haber andado desde las siete de la mañana. Buscando cosas, haciendo algún mandado, llevando el correo, reparando, etc, etc.

Sin darse cuenta fue entrando en una modorra, en un sueño. Cuando sintió que alguien lo tocaba para despertarlo ya era de noche. Vio la negritud en el cielo a través de la ventana y le costó reconocer a Sergio que lo llamaba como desde un abismo oscuro, perdido y negro.

__¡Osvaldo! ¡Osvaldo! Despertate

__¿Qué, qué pasa? ¡Ah!

__Es hora, te quedaste dormido, el director te va a presentar a monseñor.

__Tendría que pegarme un baño…

__No hace falta__ dijo categóricamente Sergio.

__Si vos lo decís…

Allá fueron Osvaldo seguía a Sergio por los pasillos. Estaban por lugares que Osvaldo no conocía

__ Esto es nuevo para mi…

__Es que por aquí está el salón del Obispo. Cuando el viene aquí se queda un par de días, a veces, a veces, como tiene otros compromisos, se va en el día…

__ Parece que se quedará

__Tal vez.

Siguieron caminando por el corredor en penumbras. Había un gran silencio, que poco a poco se fue apagando y dio lugar a unos murmullos que venían desde un lugar próximo. Osvaldo adivino que estarían llegando al salón obispal.

El lugar era enorme. La puerta de algarrobo lustrado se abrió y el director estaba junto a un hombre joven aún. De un cabello color dorado, que aún no había sido ganado por lo gris. Los ojos del obispo eran claros y brillantes, vivaces. Tenía un bigote muy fino sobre el labio superior y Osvaldo pensó que nunca había visto a un Obispo con bigote y tampoco con barba. El hombre sonrió y mostró una blanca dentadura, casi perfecta, cuando el director le presentó al Obispo a Osvaldo como un siervo nuevo del señor que se encargaba de varios trabajitos, dicho esto con una pequeña ironía de su parte, que Osvaldo advirtió. El salón era ostentoso con sillones enormes de una pana verde fuerte y con bordados rojo y oro o lo que parecía ser oro. Los cortinados eran gigantes y hacían juego con los sillones.

Luego de la presentación, el director dejo la copa de vino y se retiro junto a Sergio que lo siguió sin decir nada. Una vez que qeudaron solos el obispo hablo

__Así que tu eres Osvaldo__ dijo

__Sí monseñor…

__Me gusta conocer a la gente que trabaja para la iglesia, es por eso que a veces hago estas visitas

__Algo me contaba Sergio.

__¡Aha!, pero perdóname Osvaldo quieres un poco de vino

__Esta bien

__Pero siéntate no seas tímido__ dicho esto el obispo sirvió una copa enorme de vino, mientras el tomaba un poco de la suya. Una vez que sirvió se sentó cerca de Osvaldo.

__Este lugar es un remanso para mis actividades, aquí me relajo.

__Es un lindo lugar__ dijo Osvaldo

__Si, ¿No lo conoces no?

__Nunca entre aquí, es mas no sabia que existía

__Pasa que es un secreto que pocos conocen y ahora tu también lo sabes__dicho esto el Obispo busco la copa de Osvaldo y la choco

__¡Salud!__ dijo monseñor

-_¡Salud!__ contestó Osvaldo.

__Pero vamos hombre, te mostraré el lugar.

El Obispo se puso de pie y Osvaldo lo siguió. Las habitaciones eran amplias, de un lujo muy particular. Eran de mucho espacio. Tenia biblioteca, una sala de juegos de mesa. Cuadros de varios artistas, por supuesto que eran copias. Era una casa enclavada en un convento-. El baño era enorme con grifos dorados, espejos por doquier e inclusive un yacuzzi.

__¿Qué te parece?__preguntó el obispo

__¡Genial! ¡lo que daría por darme un baño aquí!__confesó entusiasmado Osvaldo

__No tienes que dar nada. Hazlo

__¿De verdad monseñor?

__Pues claro. Anda.

Así es que Osvaldo comenzó a quitarse la ropa sin prejuicio alguno. El obispo lo observaba y Osvaldo vio un brillo libidinoso y perverso en su mirada. Osvaldo dio algún giro, alguna vuelta para no mostrar casi nada de su cuerpo. Se hundió en el agua que estaba a una temperatura ideal.

__¡Esto es una maravilla!__exclamó Osvaldo

__Ahí tienes lo que necesites, esponja, jabones, en fin

__Gracias, pero voy a precisar ayuda

__¿Ayuda?

__Con mi espalda.

El obispo se quitó la bata que llevaba puesta sin que Osvaldo viera lo que estaba ocurriendo a sus espaldas. El obispo se metió en el agua y tomando una esponja comenzó suavemente a pasarla por la espalda de Osvaldo con movimientos aletargados, casi sin rozar la piel. Osvaldo se contorsiono, sintiendo flechazos en el cuerpo, una furia sexual comenzó a exaltarlo, a hacerlo vibrar con el solo masaje que estaba recibiendo. Esas caricias lo llevaron a gemir suave y agitadamente. Monseñor hizo que Osvaldo se colocara entre sus piernas, pero siempre dándole la espalda. Mordisqueó el cuello del hombre y luego beso ligeramente la oreja de Osvaldo que se estremeció como si hubiese recibido una descarga. Sintió que la verga del obispo crecía rozando sus nalgas, todo su cuerpo palpitaba el recibir las caricias del hombre religioso.

__¡Oh! ¡Que maravilla!__ fue la expresión del obispo cuando llegó a tocar la herramienta salvaje de Osvaldo.

__¡Es increíble!__ dijo mientras apretaba el garrote con fuera y este crecía desmedidamente provocando pequeños grititos en Osvaldo que se sacudía hacia atrás como si estuviese a punto de fallecer.

__¡Así!¡Así monseñor!¡Ahhh, que delicia!__ exclamaba Osvaldo al ritmo de la paja que le proporcionaba el obispo. Primero aceleraba, se detenía bruscamente, nuevamente atacaba pero con menos furia, luego la furia se hacía presa de su mano y el animal brioso de Osvaldo se endurecía cada vez con más deseo y la velocidad de la paja hacía que Osvaldo creyera que moriría de deseo en ese instante. El obispo en tanto seguía lamiendo el cuello de Osvaldo y succionando y besando la nuca, la mejilla y la oreja del hombre que suspiraba y gemía como una niña.

En un instante el obispo detuvo su sensual masaje e hizo que Osvaldo se sentara al borde del yacuzzi. Entonces el obispo vio en toda su magnitud al monstruoso animal. Lo vio con sus venas y sus músculos que hacían de esa vara algo perfecto, un instrumento hecho para el placer. La cabezota enorme que brillaba y babeaba como si los líquidos manaran sin descanso y eternamente.

__¿Quieres que mi boca atrape ese animal?

__Sí claro que sí__ contestó Osvaldo como en una sueño.

La lengua de monseñor acarició lentamente la punta de la vara, tocándola apenas, rozándola, la vara latía sin detenerse, se ponía cada vez más rígida, el obispo la atrapo con una mano y ahora paso su lengua por toda la superficie del glande alevoso, subía y bajaba, por unos cuantos momentos a lo que Osvaldo solo se quejaba y se retorcía, descontrolado y caliente. La boca engullo la cabeza brillante, allí estuvo unos minutos, arrancando todos los gritos posibles de Osvaldo. Mientras los labios apretaban la cabeza, los dientes hacían una presión necesaria y la lengua se pasaba por todo el brillo del circulo latente. De repente el obispo hundió aún más su boca y Osvaldo creyó que había tocado su garganta. La saliva se mezclaba con los aullidos de Osvaldo totalmente entregado a ese hombre que le daba tanto placer.

Dejo la verga de Osvaldo el obispo y trepo con el hasta que llegó a la boca de Osvaldo. Ahora estaban los dos sentados al borde del yacuzzi y las lenguas de ambos danzaban furiosas y los besos estallaban en toda la habitación. El obispo prendido con una mano a la vergota de Osvaldo y este a su vez acariciando por primera vez la virilidad del obispo, danzaban en una ronda de placer demoníaco y sin reparos. Los besos se cruzaban, se chupaban las lenguas, se mordían, parecía que de un momento a otro se comerían vivos.

Monseñor llevo a Osvaldo hasta una de las habitaciones donde la cama era amplia, enorme, llegaron y se tendieron calientes, revolcándose uno sobre otro…

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