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Perla 01: Nochevieja Fetichista (1)

en Fetichismo

Soy lo que la sociedad llama una fetichista. Una "pervertida" para mucha gente. Las cosas que me excitan, que consiguen arrancarme un grito de placer, causan arcadas a la mayoría de la población. Estoy dispuesta a realizar las más extravagantes y sucias fantasías, y mis agujeros están siempre alegres de albergar o jugar con las cosas más increíbles. Mi cuerpo está siempre preparado para ser usado como un objeto, siempre y cuando eso me devuelva placer a mí también.

Perdón, me llamo Perla. Ahora mismo, a mis 25 añitos, soy una Diosa nórdica que todos desearíais poseer. Soy alta, rubia, aunque no llevo el pelo largo, tengo una corta melena que apenas llega a los hombros. Mis pechos son redondos, grandes y blanditos, al igual que mi culo, que si bien no podríais abarcar con una mano, no llega a ser descomunal. Tengo buenos genes: Mi madre (Con la que no me he acostado, pero no me importaría) es prácticamente igual que yo, otra valkiria a la que no se puede dejar de observar. Mi padre (con el que sí me he acostado) también está bastante bien formado, con un cuerpo que, sin ser musculoso, si se deja ver, y puede excitar a más de una mujer, empezando por mí misma.

A estas alturas he de deciros que he practicado infinidad de cosas. Desde inocentes pero excitantes tríos, pasando por orgías, incesto, sexo en sitios públicos, zoofilia, sado, dominación...Pero con lo que más disfruto es con los fetiches, esas cosas raras, degradantes en muchas ocasiones y sobretodo muy muy sucias. De hecho mis fetichismos favoritos son la lluvia dorada y el scat, o coprofagia. Solo con mujeres, eso sí, no sé por qué pero nunca me ha excitado la visión de un hombre defecando.

Sin embargo, adoro que una mujer se incline sobre mi cabeza y deje caer sus heces sobre mí, sea donde sea, para luego restregármelas por todo el cuerpo y comerme todo lo que pueda. También, por supuesto, adoro jugar con mis propios desechos, y más de una vez entro al baño con la simple intención de evacuar y termino en el suelo bañada en mi propia mierda, gimiendo como una posesa y untándome todo el cuerpo.

Ahora que más o menos os hacéis una idea de mí, os contaré poco a poco las experiencias que mejor recuerdo me dejaron, las que hacen que me masturbe si empiezo a rememorarlas en mi cabeza:

Comenzaré con lo mejor que he vivido nunca, y que fue hace un año, en la anterior Nochevieja.

En 2009 ya había conocido a bastante gente que compartía mis gustos, ya tenía como un grupito de amigas a las que veía sólo cuando teníamos algún encuentro fetichista. Y por supuesto me había hecho más intima de las que compartían mi pasión por la orina y la mierda. Tenía en ese momento cinco preciosas muchachas aficionadas al scat:

Celia, una preciosa y altísima chica, pelirroja teñida, pero eso le hacía más bonita aún, la verdad. Andrea, una niñita medio rubia muy muy pija, y a la vez muy muy cerda, si sus padres se enterasen de una octava parte de su vida sexual, tendrían un infarto grave. Paloma, una regordeta castaña, sumisa a más no poder, nos encanta llevarla al límite, aunque hasta ahora nunca nos ha dicho que paremos. Ana, otra castaña, también bastante pijilla, pero más recatada, hasta en medio de una orgía fetichista es discreta, como si se quedara todo el placer para ella y lo disfrutará sólo ella, sin compartirlo. Si he de ser sincera, la cara de placer de Ana hace que se me hinchen los labios del coño, tanto, que parecen que me van a explotar. Y por último tenía a Carla, una jovencísima muchacha, que debió sufrir abusos por parte de sus compañeros de colegio, lo que la ha convertido en un ser callado, frágil, y muy pervertido, le encanta mirar y dirigir las cosas más depravadas, y a la vez participar.

Me había acostado con todas ellas, claro, y habíamos hecho multitud de orgías y juegos. Así que cuando empezaban las navidades, empezamos a hablar de celebrar alguna fiesta de las nuestras para despedir el año a lo grande, bañadas en todo tipo de fluidos. La idea principal era hacerlo el mismo día de Navidad, pero por compromisos familiares y demás tonterías nos fue imposible, así que se me ocurrió la idea de celebrar la Nochevieja en casa de alguna de nosotras y hacerlo con una gran orgía. Solo nosotras, disfrutarnos durante toda una noche y dar así la bienvenida al nuevo año.

A ellas les pareció estupendo, nos ahorraríamos el dinero de las entradas para una fiesta absurda y a la vez, sería una Nochevieja inolvidable, llena de todo lo que más cachondas nos ponía. Dado que la casa de Andrea era la más grande, se decidió por unanimidad hacerla allí.

Por fin llegó el gran día. Me levanté nerviosa, ansiosa, deseando que llegase el momento. A las siete de la tarde ya estaba vestida y lista para salir, y estuve dos horas paseando por mi casa, intentado no masturbarme, para así llegar con todo el calentón a la fiesta. Decidí no vestir de negro, me imaginaba que todas lo harían, y no íbamos a un entierro, todo lo contrario. Así que me puse unas bragas blancas con encajes, unas medias de color piel, unos zapatos de tacón plateados, que eran más como unas sandalias, ya que dejaban todo el pie al descubierto y se ataban con tiras. Al igual que opté por no masturbarme, tampoco llevé bolas chinas, ni en el coño ni en el culo, quería estar cachonda toda la noche, y empapar las bragas durante la cena, para que ellas tuviesen todo un manjar a su disposición.

En la cena comí y bebí abundantemente, mi familia bromeaba diciendo que si no comía en casa. Yo sólo les reía la gracia y seguía comiendo. Aunque llevaba dos días sin cagar y todo ese día sin mear, quería más, quería que mi cuerpo fuese capaz de producir y expulsar fluidos durante toda la noche.

Poco antes de las 12 noté que mis bragas apenas estaban mojadas, así que fui al baño para hacer una comprobación. Efectivamente, no sé por qué, mi coño apenas chorreaba, aún estando tan caliente, así que mis bragas, salvo por una pequeña mancha bien localizada, estaban sequitas y presentables. No era lo que yo quería. Estuve un par de minutos en el baño de pie, medio inclinada y con las bragas en las rodillas, observando detenidamente y pensando qué hacer para solucionarlo.

Se me ocurrió una idea que hizo que soltara un pequeño gemido de placer. Rápidamente, me quite los zapatos y las medias, las olisqueé y me metí la parte de los pies en la boca. Después me quité las bragas y me senté en el retrete, abriendo y subiendo las piernas y apoyándolas sobre la pared de enfrente, para estar cómoda. Hice las bragas una bola, me abrí lo que pude el coño y las metí dentro poco a poco. Dios, por poco grito, notaba como si mis labios vaginales me quemaran las manos. Para evitar gritar, lamía lentamente las medias y respiraba profundo, y hacía fuerza con la tripa, no sé por qué. Por esa fuerza, al terminar de meter las bragas en mi cavidad solté un pequeño chorro de pis sobre mis manos. Escupí las medias al suelo y relamí mis dedos, limpiándome la mano de mí meado, estaba delicioso, anhelaba que empezara mi verdadera Nochevieja y hartarme de beber ese líquido dorado, no solo el mío, sino el de las otras cinco vejigas que me esperaban.

Al volver a ponerme las medias me encantó la sensación suave de éstas rozando contra mis labios, y la humedad de mi saliva en los dedos de los pies. Me coloqué todo de nuevo, me pellizqué con fuerza los pezones y volví con mi familia.

Cinco minutos antes de las 12 pedía el taxi para que estuviera en la puerta de casa de mis padres poco después de las campanadas. No tenía tiempo que perder, quería llegar la primera. Sabía que la fiesta no empezaría hasta que estuviésemos todas, pero creía que si estaba ya allí mis ansias se calmarían, además podría relajarme un poco comiéndole la boca a Andrea.

El taxi llegó a las 12:10 más o menos. Me despedí de toda mi familia a la vez mientras salía corriendo, argumentando que llegaba tardísimo. Entré en el coche y me puse en la parte de atrás, diciéndole que se diera prisa. No hubo suerte, y al estar la casa de mis padres tan lejos de la de Andrea, cogimos bastante tráfico en el camino. Yo ya estaba histérica, notaba las bragas moverse dentro de mí cada vez que yo movía mi cuerpo un poco, procuraba quedarme totalmente quieta…hasta que me di cuenta de cómo me miraba las piernas el taxista. Noté que lo hacía descaradamente, y además cada poco tiempo se agarraba la entrepierna y se la masajeaba. Me encendí.

Me arrastré colocándome en la parte central del asiento y abrí las piernas, poco a poco, sonriendo viciosamente. Casi se le caen los ojos cuando reparó en que no llevaba bragas, y apenas unos segundos después ya era evidente la erección de órdago que tenía en sus pantalones. Se me erizaron los pezones, quería ponerme a su lado, pero antes, quería sacar mis bragas, quería que él supiese que estaban ahí dentro, y que las viera totalmente empapadas con mis flujos. Por fin paramos, en un pequeño atasco, y él siguió mirándome lascivamente. Yo, mordiéndome el labio inferior, metí una mano en las medias y saqué despacito las bragas, para luego pasarlas por mi nariz y mi boca, todo bajo la atenta mirada del pervertido fracasado que conducía mi taxi.

-Menuda zorra estás hecha, ¿No? – Me dijo, aun boquiabierto.

"Qué original", pensé yo, pero no lo dije, me apetecía terminar aquello, y bajarme un poco el calentón. Aprovechando que aun estábamos parados, me senté en el asiento del copiloto y puse las bragas cerca de su cara, sin tocarle.

-Seguro que estás deseando probarlas…ya te digo yo que están deliciosas así – Le dije, y acto seguido se las quité de delante –Pero tienes que seguir conduciendo…espero que no te entretengas, porque en cuánto lleguemos a mi destino me bajo, hayas terminado o no. – Le avise mientras le bajaba la bragueta. Saqué su polla, ni corta ni larga, ni gruesa ni fina, una polla del montón, de las que te follas y no vuelves a recordar a no ser que veas una exactamente igual, y me la metí en la boca, sin perder el tiempo. Era, sin embargo, lo suficiente para llegar a mi campanilla y hacerme salivar en gran cantidad, que es lo que más me gusta cuando hago mamadas. Me metía la polla hasta el fondo, y escupía todo lo que podía, para llenar su regazo, sus huevos y la mitad de mi cara con mis babas. El tío estaba en la gloria, gemía y decía guarradas de esas que tanto les gustan, me asustaba un poco, por que cerraba demasiado los ojos, y tampoco quería tener un accidente justo antes de mi gran fiesta.

Yo sin embargo, seguía sin tocarme, seguía emperrada en que mi coño llegase intacto y que alguna de ellas fuese la primera del año en tocarlo, lamerlo, masturbarlo, beberlo…Lo que quería de él era su semen, y ni siquiera quería bebérmelo. Cuando empezó a soltar aullidos y a tener pequeños espasmos supe que llegaba, así que pegué mis bragas a la punta de su cipote y se lo machaque con velocidad, con fuerza, hasta que empezó a disparar pequeños chorros sobre mi ropa interior. Me incorporé mirando fijamente las bragas, tenía muchísimas ganas de rebañarlas y comerme toda aquella lefa. La voz del taxista me sacó de mis pensamientos.

-¿No quieres ir a un sitio que conozco, y así te doy yo algo a ti? – Dijo sonriendo.

-Qué majo…pero no, mi coño y mi culo ya tienen dueño esta noche – Dije mientras me bajaba las medias hasta las rodillas. – Y esto también – Continué señalando a las bragas, y acto seguido me las volví a introducir en la vagina, dejando solo la etiqueta fuera, mientras el conductor miraba boquiabierto y volvía a tener una erección. Llegamos a mi destino, él todavía con la polla fuera y dura, pero yo no le hice ni caso, alcancé mi bolso, le pagué y antes de bajarme me di media vuelta y le dije:

-Eso tendrás que aliviarlo tú solito, pero toma, una pequeña ayuda – le dije, me saqué las tetas y las meneé delante de él durante un par de segundos.

Me bajé y fui corriendo al portal, aún con media teta derecha al aire. Llamé repetidas veces, hiperactiva, y al fin Andrea me abrió. Subí a toda prisa al ascensor, dando gracias por que estuviera allí, y aporreé la puerta de la casa en cuánto llegué.

Ana me abrió la puerta. Estaba preciosa, con un vestido negro, discreto como ella pero con mucho escote, y con medias y zapatos igual de negros.

-¡Ya era hora! Feliz año preciosa – Me dijo alegremente para luego comerme la boca mientras yo le sobaba las tetas. Noté enseguida que ella sí llevaba sujetador.

-Uf, ha sido una espera horrible, aunque con el taxista he jugado un poquito por el camino…- dije con una sonrisita malévola.

-Qué guarra eres cuando quieres, pues eres la última en llegar, espero que no haya sido por eso- contestó Ana riéndose. Pasamos al salón y efectivamente, allí estaban todas, deslumbrantes, cachondas, preparadas.