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Historia de una guarra II

en Fetichismo

Hola de nuevo. En primer lugar, decir que he recibido muchos mails cuestionándome acerca de la veracidad o fantasía de mi “Historia de una guarra”. He decidido por ello incluir una aclaración al respecto. No obstante entiendo que no procede anteponerla al relato, así que la he insertado a continuación de éste, justo tras el final de la entrega.

En cuanto a las características físicas, también parece que han despertado bastante interés algunos puntos, así que, aunque pensé que habían quedado suficientemente explicados en la primera entrega, no me supondrá molestia repasarlos con más detalle. Todo lo contrario.

En primer lugar, no; no llevo los sobacos ni el potorro sin  depilar. Como quise dar a entender en la primera parte, soy una chica pija y preocupada por su estética. Por mi imagen nadie imaginaría mis aficiones. Por eso expliqué que mi ropa siempre luce limpia e impóluta –salvo la interior cuando la uso-, al igual que mi cabello, que mantengo limpio, brillante y suelto. Simplemente soy superguarra. No me gusta ducharme, adoro sudar, oler a sudor, que mi potorro eche un profundo tufo, etc. Mi cuerpo es un regalo a la vista, tanto como sería un atentado al olfato del amante que llegue a mi cama y no comparta tales aficiones. Pero claro, para esos casos, ya tomo la precaución de ducharme y asearme antes. Mantengo mi piel pringosa de sudor y mi coño pastoso de restos de semen y flujos vaginales, duchándome muy de tarde en tarde y sólo cuando resulta preciso, pero tampoco dudo en lavarlo cuando la ocasión lo merece.

Mis tetas son grandes, sí, pero no son firmes ni duras. Al contrario, son blandas y caídas. Dos verdaderos flanes, tal y como fue mi deseo que fueran. Lo busqué expresamente desde jovencita, dejando que colgaran prescindiendo habitualmente de sujetador y entregándolas a manoseos miles. Decían que las tetas te crecían y se ablandaban con los manoseos, y por las mías deben haber pasado más manos y estar más sobadas que la barandilla de la escalera de la parada del metro en la Plaza de España.

El resto de mi anatomía, salvo mi cintura, sí luce carnes prietas y firmes. No es que  expresamente lo haya buscado, simplemente está en mi genética y se ha visto potenciada ésta indirectamente por otros objetivos. Así, como ya aclaré en la primera entrega, siempre he deseado un trasero voluminoso - muy voluminoso-, pese a ya haber salido de fábrica con un buen pandero. He entrenado mucho, y sigo haciéndolo, para ello, castigándome en el gym con sentadillas profundas, prensa de piernas, zancadas y demás ejercicios potenciadotes de los glúteos. Con ello, indirectamente, se han visto afectados también mis muslos y el resto de mi anatomía. Viene en el pack.

Mi cintura, como digo, resulta otro cantar. De natural es estrecha y plana, casi exenta totalmente de tejido adiposo. Sin embargo a mí me gusta lucir cierta tripita. Me gusta que al vestir ropa ajustada o llevarla al aire, muestre un rollo de michelín sobre el apretado tejano y marque una cierta curva a la altura del vientre, y que al sentarme éstas se vean aun aumentadas, con lo cual me fuerzo a comer grasas y dulces para ganar grasa en ella. No es una batalla fácil, no se vaya a pensar. Para alguien como yo, de metabolismo bastante acelerado y habituada a pasar días enteros de fiesta y sin comer –imposible drogada hasta las cejas y con el estómago cerrado, cuesta bastante ganar esos centímetros en mi cintura y muy poco perderlos. A la que me descuido, veo desaparecer esa grasa que tanto me cuesta ganar y me siento irritada por ello.

Bien, fin de las aclaraciones.

…………………………………………………………………………………..

Mediada mi pubertad, fui protagonista de un escándalo bastante sonado en mi país. Como ya comenté en la primera entrega, venía gustando y acostumbrando a desnudarme ante desconocidos con los cuales trababa contacto vía Internet. Sabía que estaban grabando mis imágenes, claro. De hecho era precisamente lo que quería. Me ponía supervaliente la idea de que mis fotos y vídeos con las tetas al aire -o totalmente en pelotas- y masturbándome estuvieran dando vueltas por la red de redes, con el riesgo constante de que acabasen siendo descubiertas por algún conocido. Entonces no se había extendido tanto todavía el uso de las nuevas tecnologías, pero tampoco hubiese cambiado mi actitud de haber sido así.

El caso es que acabó pasando lo que tenía que pasar. Alguien del entorno de mi entorno –todos niños pijos de escuela de pago por aquel entonces- dio con alguno de los vídeos, en el cual me lo montaba con un grupo de muchachos que me metían mano y follaban por todos lados, mientras yo no perdía comba y buscaba ansiosa sus pollas con la boca. La escena fue grabada por uno de ellos sin mi conocimiento, cosa curiosa, porque no solía poner pegas y habitualmente ocurría con él- y acabó en la Red. El descubridor debió mostrárselo a otros y esos otros a otros… Total, que acabó enterándose todo el mundo -mis padres, familia, vecinos, profesores, servicios sociales-, siendo el tema comentado incluso en la prensa y los telediarios, ya que dio lugar a actuaciones judiciales y policiales de sanción contra la web en que se publicó –que finalmente salió impune al probar que no había tenido forma de conocer mi edad ni sospechar que fuera menor– ya estaba “bien” desarrolladita por aquel entonces-, y de investigación de la identidad del que subió el vídeo. Bien imaginaba yo quién había sido, y ése sí hubiera acabado pagando, que conocía bien mis circunstancias y era él mayor de edad, pero supe callar y guardar el secreto. Al fin y al cabo, me había encantado que lo hiciera y tras pasar la tormenta, yo misma fui a buscarlo para agradecérselo como mandan las buenas costumbres. Ustedes ya saben…

El caso es que hubo película en casa, claro. Mi madre llegó una tarde hecha un basilisco y me ordenó encerrarme en mi cuarto hasta que llegara mi padre, prohibiéndome salir ese día y augurando una extensión de la prohibición en los venideros y por una buena temporada. Con cierto fastidio, aunque tampoco demasiado, no crean, obedecí. Algo así como cuando no te dejan ver una película porque alguien quiere poner otro canal. En fin…

Cuando llegó mi padre por la noche, mandaron a mis hermanos a sus habitaciones para tener una charla los tres en el salón. ¡Y qué charla! Vaya murga me soltó. Que si así no iba bien, que si había sido un escándalo, que si patatín, que si patatán… Intentaban mostrarse comprensivos, recurriendo a la razón y no a la amenaza. Siempre habían sido personas sensatas y cabales, y además entendían que a mi edad las prohibiciones podrían traer más mal que bien, acabando por resultar gasolina arrojada a las llamas en el caso de una adolescente rebelde y descarriada, que probablemente s empecinaría en hacer justo lo contrario aquello que se deseaba de ella y a lo cual pretendieran obligarla.

El caso es que, llegados a un punto, me cansé de tanta charla.

-Ya papá … se acabó.

-¿Cómo…?

Resoplé.

-Verás, estoy muy cansado y no tengo cuerpo para soportar más la murga, así que si tienes algo más que decir, dilo y acabemos de una vez.

-¡Emelyne…! –se sorprendió mi madre de mi actitud.

-¿Qué? –respondí yo con toda la naturalidad del mundo, restando ella con la boca abierta.

-Hija… -retomó la palabra mi progenitor- ¿qué te pasa?

-Nada papá. No me pasa nada. Tu hija es una golfa, ya está. Ni tomo drogas, ni me he quedado embarazada, ni me prostituyo… simplemente me hincho a follar y me encanta. ¿Hay algo de malo en ello?

-¡¡Emelyne!! –alzó la voz ahora. Volví a resoplar,  desviando la mirada a un lado y cruzando los brazos sobre mi vientre para abatirme en el sofá. Al parecer aquello iba para largo.

Empezó entonces una fuerte discusión entre nosotros, ellos empeñados en hacerme entender que mi actitud no era correcta y yo  en no ceder ni dar explicaciones. Llegados a un punto, mi padre me amenazó con recluirme en un internado.

-Oh vamos, no seas estúpido. Me quedan menos de dos años para cumplir la mayoría de edad. Si lo haces me escaparé y no volverás a verme el pelo. Pasaré ese tiempo ganándome la vida de puta por ahí y cuando cumpla los 18 ya no podrás hacer nada.

Se quedaron ambos con la boca abierta.

-No digas tonterías hija.  No serías capaz de hacer eso. No  es tan sencillo como pueda parecer.

-Oh bueno, sí lo sería, créeme. Ya has visto lo que soy capaz de hacer vídeo. Ya sabes que tu hija es un putón desorejado. ¿Crees que me costaría mucho ganarme la vida con éstas? –pregunté tomando mis tetas con ambas manos para realzarlas.

-¡¡Emelyne!! –gritó ahora mi madre,a  la par que se ponía en pie de unsalto.

-¡Emelyne, Emelyne…! ¡Me vais a gastar el nombre! Es lo que hay mamá. Os guste o no, es lo que hay y no va a cambiar.

Me miró alucinada. Luego volvió a sentarse para abandonarse al llanto.  Resoplé una vez más.

-Mirad… os quiero mucho y todo eso, pero es mi vida. Como os he dicho, no estoy haciendo nada intrínsecamente malo. Tan sólo estoy disfrutando de mi cuerpo. Si os cuesta aceptarlo lo siento, pero no voy a dejar de hacerlo.

Permanecían ambos embobados mirándome.

-Emelyne, cielo… -retomó la conversación mi padre una vez se hubo recuperado un tanto de su estupor- no es tan sencillo como piensas. Ahora eres joven, prácticamente una chiquilla todavía, pero ¿qué va a ser mañana? Si siembras esa fama no lo vas a tener fácil. Deberías preocuparte por estudiar o aprender algún oficio. Ya habrá tiempo para lo demás. Si cuando tengas la suficiente madurez para decidir con criterio sigues pensando así, no seremos nosotros quienes nos opongamos a ello, pero ahora es momento de preparar lo que habrá de ser tu futuro.

-Oh, si es por eso no te preocupes. Yo tengo claro lo que ha de ser mi futuro.

Me miraron intrigados ahora.

-Ya os he dicho que no tendría problema alguno en ganarme la vida trabajando de puta. En absoluto. Si no lo hago, será únicamente por vosotros, por no haceros más daño, pero, en cualquier caso, no va a ser una vida de trabajo y responsabilidad. Quid pro cuo. Yo no trabajo de puta. A cambio vosotros me pasáis una renta para mantener el nivel de vida que llevaría con los ingresos de una fulana.

-¿Qué…? –volvió a alucinar mi madre.

-Oh vamos… Tengo unos padres y una familia millonaria. Mis hermanos mayores han salido tan serios y responsables como vosotros. Yo soy la oveja negra y el pequeño… ya se verá –aun era prácticamente un niño y, pese a que comenzaba a dar muestras de rebeldía similares a las mías, no estaba claro todavía qué camino iba a tomar-. Yo soy la oveja negra de la familia. No me va ese tipo de vida. No sería feliz en él y no lo tomaré por más que insistáis. No está mal. Dos hijos de cuatro os han salido perfectos y el tercero está por ver. Tampoco podéis quejaros.

-A ver, yo por mí, no tendría problema en dedicarme atrabajar de puta en clubes, casas de contactos y carreteras. Ninguno en absoluto. Ello me permitiría el tipo de vida que deseo llevar. Mucho dinero, muchas pollas, muchas fiestas… si renuncio a ello, será sólo porque tenga una alternativa que me permita llevarlo igualmente sin dedicarme a esa ocupación. Es un pacto. ¿Aceptáis? Si lo hacéis, fantástico. Si no lo hacéis, sin problemas también. En cumplir los 18 me pongo a trabajar de puta y aquí paz y gloria.

Mi madre rompió a llorar de nuevo y yo resoplé nuevamente, ¡Vaya nochecita de lágrimas y sermones!

-Emelyne, cariño… -comenzó de nuevo mi padre.

-No papá… ya –le corté yo no obstante- Ya he dicho todo lo que tenía que decir. Se acabó la conversación.

Me puse en pie entonces.

-Ya sabéis lo que hay. Tomaos vuestro tiempo para pensarlo y cuando hayáis llegado a una conclusión, hacédmelo saber. Y voy a mi cuarto a arreglarme. Me apetece salir esta noche.

-¿Cómo… cómo que vas a salir…?

-¡Por favor! –resoplé hastiada una vez más, dándome la vuelta sin más para dirigirme a las escaleras.

Al cabo de un rato, mientras acababa de arreglarme, fue que tocaron a la puerta. Se escuchó como alguien abría ésta y seguido las veces de mi padre irritado y furioso. Una vez más resoplé, y ya no sabía cuántas iban.

Bajé entonces la escalera para encontrar la escena. En el portal, el amigo al que había llamado para venir a recogerme. Un atractivo varón de 43 años y más canas en el cabello que mi padre.

“No te preocupes” le había dicho- “; ya está todo aclarado con ellos.” Vaya jodienda mi padre empeñado en dar por culo.

-Emelyne… ¿esto que es? Este hombre tiene mi edad.

Me acerqué entonces hasta Jean-Pierre para saludarlo con un beso en los labios ante la escandalizada mirada de mis progenitores.

-Anda, espérame en el coche… salgo enseguida.

Cerré la puerta a continuación. Mis padres me miraban alucinando con mi indumentaria y actitud. En cuanto a la segunda, ya la habéis visto. En cuanto a la primera, vestía simplemente una escandalosa camisa blanca y unos indecentemente corta minifalda de hilo rosa. Escandalosamente ceñida aquélla, escandalosamente escotada y escandalosamente exhibidas a través de ellas mis tetas sin sujetador.

-¿Dónde… dónde vas así vestida? ¿De dónde ha salido esa ropa?

Estúpido. Hija de familia adinerada, tarjeta con crédito prácticamente ilimitado a mi favor… ¿qué esperaba? Simplemente lo miré serena.

-¿Quién es ese tío?

-Es Jean-Pierre, uno de mis muchísimos amantes. Tiene 43 años y, sí, está casado y tiene hijos. Como ves, está muy bueno. El resto de detalles mejor te los omito. ¿O prefieres saberlos?

Su mirada era un poema.

-No me esperéis despiertos. O mejor, no me esperéis en varios días. Me apetece pegarme una buena fiesta.

-¡Eh, he…! ¿Dónde crees que vas? –trató de detenerme sujetando la puerta.

-Papá, por favor… he repetir mi advertencia.

Contrariado, sin dejar de mirarme alucinado a los ojos, retiró el brazo. Sonreí.

-Ya veo que no. Buenas noches. Que descanséis. Ah, por cierto: Jean-Pierre es cliente tuyo del banco. No se te ocurra montar un  escándalo.

 Su cara se tornó casi colérica. La afrenta de saber que u conocido de su edad se estaba beneficiando a su princesita debía resultar casi insoportable.

Cuando llegué junto a Jean-Pierre, que ante su coche esperaba, nos besamos con pasión, enredando nuestras lenguas y abrazándonos con ansia. Sus manos se dejaron notar sobre mi culo, y de ahí subieron luego hasta mis tetas. Girándome, miré una vez más a mis padres que desde la puerta nos contemplaban incrédulos, dedicándoles una perversa sonrisa de despedida.

………………………………………………………………………………………

Poco antes de mi decisivo cumpleaños, uno de mis amantes me propuso celebrarlo con una orgía inolvidable en Ámsterdam. Algo verdaderamente fuerte y para recordar toda la vida, omitiéndome los detalles en beneficio del morbo, pero prometiéndome que vería cumplidas algunas de mis más ardientes y sucias fantasías. Grabaríamos un vídeo con ello además, que sería después comercializado en Bélgica, con todo el morbo que ello suponía. Por supuesto, los beneficios del vídeo serían íntegramente para él, artífice y promotor de la fiesta. Por supuesto. Acepté encantada e ilusionadísima.

Dos días antes de mi cumpleaños, fue que vino a buscarme por la noche. Salí vestida únicamente con una camisa negra transparente. Nada más. Ni bragas, ni sujetador, ni falda, ni pantalones, ni chaqueta… tan sólo la camisa y mi piel bajo ella. Él me había pedido algo así y yo estaba dispuesta a complacerle en todo. Tan sólo acompañaba aquello con un minibolso conteniendo mi maquillaje y mi inseparable tarjeta de crédito. Y los zapatos negros de tacón, claro. Mis padres pusieron el grito en el cielo al verme, claro. Desde aquella primera discusión, habíamos llegado a un tipo de acuerdo: yo llevaba mi vida y ellos no se metían, pero sin hacer demasiado ruido ni resultar demasiado vistosa o descarada cerca de casa o donde me conocieran. Yo por mi parte, comenzaba a cansarme de tanta hipocresía. Era una auténtica puta y no me gustaba tener que esconderlo. Es más, quería que todos lo supieran.

No les hice demasiado caso esta vez, mandándolos directamente a la mierda y saliendo por la puerta sin mirar atrás. Como aquella otra vez Jean-Pierre, en esta Gerard me recibió con sus labios y sus manos, sobando toda mi anatomía ante la atenta mirada de mis padres que desde la ventana observaban. Peor para ellos. Gerard era ya un cincuentón. Bastante bien conservado, pero un cincuentón, que más me atraía por su vicio y perversión, que por su físico. Hubieron de soportar ver pues como su hija era manoseada y morreada por una persona bastante mayor que ellos inclusive. Si me hubiesen dejado en paz, se lo habrían ahorrado. Que les dieran.

Ya en el coche, pusimos directamente rumbo a Holanda. Sonreí ilusionada.

-¿Qué me tienes preparado?

-Sorpresa.

-Oh vamos… ¡dómelo! –ronroneé melosa besando y mordisqueando su varonil cuello.

El rió.

-Si te lo digo dejará de ser una sorpresa. Sólo te diré que cuando quieras puedes pedir que paremos.

Ahora fui yo la que reí.

-Tus ganas, guapo. Nunca digo “alto”, lo sabes.

-Oh bueno, hoy lo dirás.

Lo miré intrigada. Desafiante, excitada… Me sentía retada y eso me encantaba.

-No lo diré.

-Lo dirás. Tienes mucha boca, pero te rajarás como todas.

Lo volví a mirar de aquella manera. Estaba supercachonda.

-Pararemos en algún motel de carretera antes, ¿no?

-Claro.

Por supuesto. Durante el trayecto me dediqué a comerle la polla continuamente,  De vez en cuando paraba para fumarme un cigarro o descansar el cuello, la lengua y la mandíbula, pero estaba supercachonda y no era demasiado el rato que podía restar ociosa antes de inclinarme para buscar aquella de nuevo con mi boca.

Sólo hicimos dos paradas antes de llegar a nuestro destino ya amaneciendo. Una para llenar el depósito de gasolina: la otra, para llenarme a mí de leche en el motel. En ambos casos, evidentemente, siendo yo la que pagase. Ya por aquel entonces había podido confirmar que todo lo bueno se hace de valer, y yo no tenía empacho en pagar el precio a cambio de que me regalasen en orgasmos.

Era aquél un chalet en las afueras de la capital holandesa, en medio del campo y rodeado de árboles. Un hombre algo más joven que Gerard, de entre su edad y la de mi padre aproximadamente, salió a recibirnos. Sonrió, le sonreí y Gerard nos presentó. Iba a decir encantada, cuando éste me tomó del brazo con repentina violencia y, tirando de él con energía, me proyecto con fuerza al interior de la instancia.

-¡Vamos coño, que no tenemos todo el día!

Di un par de traspiés antes de sentir comenzar torcerse mi tobillo. Adelantándome a su torcedura total, yo misma me dejé caer al suelo para evitarla parcialmente, yendo a dar en tierra cuan larga era. Sorprendida, alcé la mirada para encontrar la de Gerad desafiante, la de su amigo  risueño. Alrededor, una nutrido grupo de hombres me rodeaba mirándome con deseo. Hombres jóvenes, atractivos…

Sentí mi potorro mojarse, sonriendo perversa a continuación. Aquello me había cogido desprevenida, pero ya me había repuesto y esta cachondísima. Pensé en todos aquellos machos. Estaban allí para darme caña a mí sola, para cebarse conmigo… Yo era una mierda. Una sucia y asquerosa puta masoquista que no valía nada en comparación con ellos. El único motivo por el cual alguien como yo estaba en el mundo, era para dar placer a machos como aquellos. Me encantaba pensar así. ¿Acaso pensaba aquel cabrón que iba a cortarme un pelo? ¡Ja! Lo tenía claro. Apoyada en mis codos para semialzar mi torso, lo miré con una perversa sonrisa al tiempo que separaba mis muslos, recogidos para alzar mis rodillas a la altura de mi cara, los pies apoyados en el suelo bien separados, para mostrarle a las claras mi coño encharcado.

-Adelante… -les reté- vamos con ello.

Se adelantó entonces el dueño de la casa para, agarrándome con saña de los pelos, tirar de ellos para obligarme a levantarme. Me llevó después ante una mesa, donde firmamos en el formulario para autorizar la producción y comercialización del vídeo. 

Ante la cámara, mostré mi documentación identificativa con orgullo, diciendo de voz mi nombre y dirección y ratificando todo ello por escrito y firmado. Tras ello, me pusieron llenaron el culo de agua tibia con una larga y abundante lavativa, y luego lo cerraron un grueso tapón asegurado con correas a mi cintura.me volvieron a tomar por los pelos y me llevaron al sótano. Me sentí confusa entonces. ¿Quedaban los demás arriba? ¿Acaso no empezaba la fiesta todavía?

Una vez abajo, me hicieron acostar dentro de una especie de nicho abierto en el suelo, cubierto éste con un cómodo colchón. Hacía mucho calor allí dentro. Previamente me había retirado la camisa para desnudarme completamente. Luego me encadenaron de muñecas y tobillos a sendas argollas ancladas a las  paredes del hueco. Una cámara fija en un trípode, grababa todo desde arriba. Sonreí expectante.

-¿Y bien?

-Ahora lo verás, zorra –escupió el amigo de Gerard.

Aparecieron entonces dos chicos, que no eran de los que había visto arriba ni parecía fueran a participar en la fiesta –latinos, con apariencia de trabajadores y nada atractivos-, con sendos cubos. Me intrigó aquello. Acuclillándose uno de ellos entonces a mi lado, se inclinó para mostrarme el contenido del cubo. Curiosa y excitada, eché una mirada… ¡para quedar horrorizada! ¡Aquello estaba lleno hasta casi los bordes de cucarachas! Rojas y enormes cucarachas, mucho más grandes de lo que  había tenido oportunidad de ver hasta entonces.

-¡¡Aparta eso de mí!!-grité aterrada- ¡¡Apártalas!!

Me hizo caso, riendo los cuatro con ganas en pie ante mi mirada de pánico. Luego volcaron ambos cubos sobre mí, teniendo buen cuidado que fueran a caer mayoritariamente sobre mi cara.

-¿No decías que no dirías “basta”? Te dije que no eras más que una fantasma.

Aun fueron a volcar tres o cuatro más, no recuerdo exactamente. Me limitaba a gritar y suplicar que me soltaran, sin que me hicieran el menor caso y continuando ellos riendo como si aquello fuese lo más divertido del mundo. Luego colocaron una pantalla de cristal tapando el nicho para evitar que escaparan los bichos y se marcharon dejándome a salas con aquella marabunta de repugnantes cucarachas.

Grité y grité llamándoles, debatiéndome en mi horror. Pero nadie había allí para contemplar mi sufrimiento y terror, salvo la cámara. Estaba literalmente cubierta de ellas. Correteaban por mis tetas, por mi barriga, por mi cara… pronto dejé de gritar, al sufrir la espantosa experiencia de que algunas de ellas intentasen entrar en mi boca al hacerlo. Luego, poco a poco y a fuerza de saturar mis sensaciones, fui resignándome y comenzando a asumirlo cada vez con mayor tranquilidad.   Llegados a un punto, alcancé la suficiente como para poder volver a pensar. Hasta ese momento me había limitado a sentir y reaccionar, mi capacidad de raciocinio bloqueada por el horror.

Y así fue que volvió a mí la conciencia de mi naturaleza profundamente masoquista. Aquello podía ser excitante. Adoraba las guarrerías. Adoraba que me humillasen. ¿Qué mayor guarrería que aquélla? Poco a poco, comencé a disfrutarlo. A disfrutar de la sensación de sentir miles de diminutas patas correteando sobre mi piel desnuda. Explorando la entrada al interior de mi potorro, mis orificios nasales de vez en cuando, obligándome a menear la cabeza enérgicamente para evitar que se metieran en ellos asfixiándome. Luego pude comprobar que no había riesgo de ello. El mismo aire expulsado por ellos, cumplía en el efecto de espantarlas.

Me sentí cachondísima. Llegada a un nivel de excitación terrible, yo misma abrí la boca y saqué todo lo que pude la lengua para in vitarlas a corretear sobre ésta y entrar en aquélla, procurando realizar todo ello bien ala vista de la cámara. Pensaba que estarían Gerard y los demás mirando. Luego supe que no era así, sino que se limitaron a grabar las horas que pasé allí para visualizarlas después.

Jugué con mis nuevas amigas. Las dejaba entrar en mi boca y luego la cerraba para lamerlas y chuparlas con deleite. En un momento dado, saqué la lengua para invitar a entrar a un macho –con el tiempo aprendería a reconocerlas por su sexo-, cerrando después mis mandíbulas para aplastarlo entre mis muelas. Sentí sus patitas debatirse en su desesperación dentro de mi boca, al tiempo que sus frías tripas y entrañas derramarse sobre mi lengua. ¡Me encantó aquello! Mastiqué y saboreé aquellas vísceras y aquel cuerpo que entre crujidos se descomponía en mi boca, tragándolo a continuación con placer. Sabía como a gambas. Algo asó. No exactamente.

Después comí muchas más. No he vuelto hacerlos desde entonces, al menos no con cucarachas vivas. Podría torturar y matar a cualquier animal en mis prácticas sexuales por puro placer, salvo moscas y cucarachas. A partir de aquella experiencia comencé a sentirlas amigas, compañeras que como yo gozaban y retozaban en la inmundicia, hasta haber llegado a amarlas ya dorarlas a día de hoy, como ya expliqué en la primera entrega. No obstante, sí cómo todas aquellas que aparecen muertas en mi casa, y también las compró ya empaquetadas –y muertas, claro- en los comercios especializados, para comerlas crudas, condimentadas cocinadas, etc. Me he convertido en adicta a comer todo tipo de insectos, larvas, etc. Cuanto más repugnantes se vean a priori, mejor. En realidad me he convertido en adicta a comer las más asquerosas porquerías. Tripas de pescado, ojos de animales, sesos crudos, etc. Sobre todo crudos, pero también cocinados a veces. Todo aquello que consiga encoger el estómago de cualquiera y que a mí me hace la boca agua.

Al cabo de un par de horas más o menos, regresaron para desatarme y evacuar mi lavativa. Sobre el colchón, claro. A continuación me pondrían otra para limpiar bien mis intestinos y luego volvería a él ya hasta la noche en que vendrían a buscarme para la orgía. Al menos 8 o 9 horas con dolor de vientre, loca por cagar y sin posibilidad de hacerlo. ¡Deliciosa tortura!

Sonreí. Me gustaba mucho todo lo que me estaban haciendo. Ya al entrar habían comentado acerca de mi cambio de actitud desde que me dejaron. Se encogió repentinamente el amigo de Gerard como conteniendo una arcada, sorprendiñendonos a ambos.

-¿Qué pasa? –pregunté extrañada, repitiendo mi pregunta Gerard.

-¡Joder!... su boca.

Mire extrañada a Gerard.

-¿Qué pasa con mi boca?

-No sé. Ábrela a ver…

Obedecí. Y él hizo un gracioso gesto como de sonriente repugnancia.

-Anda, mírate en el espejo –me invitó señalando el de la pared.  Me dirigí allí, separando ante él mis labios para ver qué era aquello que tanto había repugnado a nuestro anfitrión. Atrapados entre mis dientes, podían verse entre mi canino derecho y una muela lo que parecía un ala de cucaracha enrollada, con restos de tripas y parte de una pata cobre ellos. Reí divertida.

-¿Qué queríais? Llevo prácticamente un día sin comer y ya no lo haré hasta el final de la fiesta.

Gozando en mi asquerosa exhibición, hurgué con una uña entre mis dientes para extraer aquella porquería de ellos. Luego la coloquen ante mis ojos por un momento para apreciarla, antes de llevarla de nuevo a mi boca para chupar mi dedo con deleite recogiéndola con mi lengua y tragándola.

-Joder tío… -exclamó el amigo de Gerard-. Desde luego, este vídeo se va a vender bien entre los amantes de las guarrerías.

Sin más, me pusieron la lavativa y volví con todo el placer del mundo a mi nicho, donde ya dormí muy tranquila y a gusto en compañía de mis amigas hasta la noche.

Ya por la noche, vinieron a buscarme dos mujeres. Latinas, una más joven y la otra  más madura, sobre la cuarentena. Feas las dos. Me soltaron y me llevaron alas estancias superiores, metiéndome en una amplia bañera para lavarme y perfumarme. Sus ojos me miraban extrañados, sin poder evitar delatar en ellos el brillo de la admiración que mi joven y bello cuerpo les despertaba. La más madura dijo algo en un momento dado. En español, no lo entendí. Nunca me gustó su idioma. Es más, lo detesto. Si no fuera porque elegí residir aquí, jamás lo hubiese deseado aprender.

-¿Qué ha dicho? –le pregunté a la otra, que era la que antes a mí se había dirigido en francés.

Dudó en contestar, pero yo insistí con autoridad.

-Dice que no entiende cómo una chica tan joven y bella puede estar aquí.

-¿Eso dice? –pregunté devolviendo la mirada a la vieja-. ¿Pregúntale si le pagan para hacer preguntas estúpidas?

Dudó de nuevo.

-Vamos…

Se lo preguntó.

-Dice que no… que la disculpe.

La miré con desprecio.

-Está bien. Pero dile que se preocupe por sus propios asuntos. Que una muerta de hambre como ella  no tiene categoría suficiente para cuestionar mis placeres.

Volvió a dudar.

-¿Eres idiota?

-No señora…

-Pues que no tenga que repetirte otra vez que traduzcas lo que te digo, o tendré que hablar con tu jefe para que te despida.

-Esta bien señora…

-Venga pues. Díselo. Y ten buen cuidado de hacerlo tal y como yo te lo he dicho, llamándola muerta de hambre. Voy a memorizar la frase y como no sea eso lo que le has dicho…

-No señora, no se preocupe… se lo diré.

Y se lo dijo. Me encantó ver al humillación en la mirada de la vieja.

-Esta bien. Ahora dile que me limpie bien para mis amantes. Aquí, las tetas especialmente… que frite bien y con  cuidado.

La miré todo el rato deleitándome en su humillación. Llevaba un colgante al cuello con sendas fotos de niños en ambas caras. Supuse que debía tratarse de sus hijos. Probablemente continuaran en su país de origen, habiéndose visto ella obligada a emigrar para sacarlos adelantes. La misma historia de siempre. Me gustaba. Habían clases y me gustaba humillar a las inferiores.

Terminada mi lavanda, salí de la bañera y me secaron vistiéndome a continuación con un conjunto de bata rosa de gasa transparente. De esas de falda larga y abiertas del pecho para abajo, que translucen todo y tan sólo acompañada por unas braguitas tanga del mismo tejido y color, abiertas en su sección media para franquear  la entrada a mi gruta de placer, y unas medias con ligero también a juego, completado el conjunto con unas preciosos zapatos de similar color. Estaba preciosa.

Entraron entonces Gerard y nuestro anfitrión, quedando extasiados al verme.

-¡Qué maravilla!

-Realmente una diosa.

-Lo sé… -sonreí complacida en sus halagos. No les había dicho antes que soy muy vanidosa, ¿no? Pues sí, soy lo que se dice una auténtica creída. Muy, pero que muy creída, aunque no tanto en realidad como debería. Motivos tengo de sobra para serlo aun más, con los cual hasta soy modesta si se mira correctamente.

Avancé entonces para besar al anfitrión en los labios. Dudó. Luego el mismo buscó mi boca para meter su lengua en ella. Nos besamos largo rato. Luego le sonreí.

-Mi boca es una cloaca, pero no debes preocuparte. La he lavado bien antes de besarte.

Sonrió.

-¿Me concederías un regalo de cumpleaños? Es un capricho que se me ha antojado…

-Sí… supongo que sí.

-Estupendo. Despídelas pues –le pedí refiriéndome a las mujeres-. A las dos.

La joven miró repentinamente alarmada. La otra no entendía, pero pronto se lo tradujo ésta.

-Son buenas mujeres. Amelia –la joven- lleva conmigo dos años. A la otra no la conozco. La trajo esta noche. Le dije que sería necesaria que trajese a una amiga.

-Me da igual. Despídelas.

-Bueno… no es tan fácil. Puedo despedir a la otra. No tiene contrato. En realidad, ni siquiera está legal en el país creo. Pero Amelia sí lo tiene. No puedo despedirla injustificadamente.

-Muy bien, no pasa nada. Pero la otra tendrá que compensarme. Llama a la Policía y que la devuelvan a su país. Tradúceselo, puerca –me dirigí a la otra.

Sacó su móvil entonces el hombre resignado.

-Diles que te ha engañado. Que no sabías que estaba aquí ilegalmente.

La mujer se vino abajo, comenzando a llorar y suplicar.

-No hace falta que me lo traduzcas, no me interesa.

-Dice –me desobedeció no obstante- que por favor no gaga eso. Su madre está muy enferma y necesitan dinero para su tratamiento. Su marido murió hace dos años y tuvo que dejar a sus hijos con ella. Son pequeños todavía y nadie puede cuidar de ellos salvo ella y eso estando tan mal. Por favor señora, tenga compasión. Isabel es una buena mujer y le pide perdón por haberla ofendido.

La miré  perversa.

-Que me lo pida mejor.

Comenzó a  traducirme entonces toda una sarta de súplicas y perdones, con lo cual aun consiguió excitarme más.

-¿Cuál es la enfermedad de su madre?

-Cáncer, señora.

Sonreí.

-Que me pida perdón de rodillas.

Es  extraordinario el efecto de eso que lamáis empatía en las personas. Los ojos de la criada más joven  se veían aun más suplicantes que los de su amiga. No dudó ésta en arrodillarse ante mí para pedirme nuevamente perdón y clemencia.

-Bésame los pies, mugrienta.

Amelia le tradujo y ella obedeció.

-¿Ha traducido exactamente? 

-Sí –respondió Gerard. Sabía que hablaba perfectamente castellano.

Alzado el torso de nuevo pero aun de rodillas, coloqué mi potorro ante su cara, llevando mi mano derecha hasta la braguita para separar con los dedos su apertura.

-¡Estate quieta puerca! –le ordené cuando hizo además de apartar el rostro. Después oriné larga y gustosamente en su cara. Cuando acabé, me limpié con sus cabellos los labios y le ordené que limpiara por dentro ella con su lengua, insistiendo en que continuara y que la metiera más profundamente hasta que me sentó colmada de perversión.

-¡Bah!, ni comerse un coño saben las muertas de hambre éstas. Llama a la Policía y que se la lleven.

Rompió al mujer entonces en gritos, llantos y súplicas de nuevo, provocando mi hilaridad. Ante ello, se abalanzó para agredirme, pero los hombres la retuvieron, consiguiendo con ello que aun riera más.

-Dale recuerdos a tu madre cuando la veas. De mi parte.

Y así riendo, salí de la habitación mientras escuchaba cómo nuestro anfitrión comenzaba a hablar con la Policía en holandés.

Llegados al salón, me esperaban ya todos los chicos desnudos. Nada más aparecer, sus ojos saltaron de sus órbitas ante la visión que les ofrecía, asistiendo encantada yo al alzamiento de muchas virilidades a mi paso.

-Eso es saber de verdad recibir a una dama. Poniéndose en pie a su paso. Son ustedes unos perfectos caballeros.

Se acercaron entonces para comenzar a sobarme por todos lados. Fue delicioso. Sentir tantas manos acariciando mi culo, mis tetas, mi vientre, mis muslos… algunos dedos descarados buscaron mis grutas de placer. Luego me los fue presentando el amigo de Gerard uno a uno, tomando yo cada vez su polla para saludad al modo en que la gente normal lo hace estrechando la mano.

-Mucho gusto. Realmente encantada de conocerte.

Estaban todos buenísimos. Un verdadero despliegue de rubios galanes, moros, turcos, negros… Duros músculos y prietas tabletas, adorables rostros varoniles… Gerard conocía bien mis preferencias físicas y había querido regalarme aquella noche.

-Muy fría –objetó Gerard. Tú no eres así. Muéstrales más cariño.

Lo hice, volviendo a saludarlos de uno en uno, inclinándome esta vez con reverencia cada vez para besar una a una y con infinito cariño sus pollas en la cabeza, tras descapullarlas con mis dedos.

-¿Sabéis que nuestra princesita es una auténtica psicópata? –preguntó el anfitrión-. Acaba de  destrozar la vida de una mujer y de su familia, niños pequeños y madre enferma de cáncer incluida, sólo por diversión.

Algunos de los chicos me miraron excitados. Otros de forma reprobatoria, especialmente varios de los inmigrantes.

-Cierto –reconocí con una perversa sonrisa-. Me he divertido mucho haciéndolo en breve llegará la Policía a recogerla para mandarla a su país.

-¿Por q… por qué lo has hecho? –preguntó uno de los moros.

-Ya te lo he dicho cariño… por diversión.

Me miraba como incrédulo. Fue entonces que sentí una hostia en plena cara, propinada por uno de los rubios. Me llevé la mano a la mejilla, caliente tras la bofetada. Luego lo miré sonriente.

-¿Esto es por la mugrienta?

-No.

Volví a sonreírle. Era uno de los que antes me había parecido ver excitarse  con la revelación del anfitrión.

-Ya… ¿Entonces…? ¿Por qué me has pegado?

-Porque me ha salido de los cojones. ¿Algún  problema?

Volví a sonreír excitada, mi potorro ya chorreando muslos abajo.

-Ninguno cariño. Mientras tenga yo tenga una cara, podrás dar todas las bofetadas que quieras. Dame otra, por favor.

No se hizo de rogar, siendo esta segunda violentísima. No algo que pudiera dañarme seriamente, pero sí muy sonora y humillante, girándome la cara y lanzando mis cabellos con fuerza en la misma dirección. Estaba extasiada. ¡Me encantaba aquello! Estaba siendo tratada como una burda mujerzuela. Era fantástico.

-Bueno, pues que comience lo bueno.

Dudé entonces. Allí habían 18 machos, uno por cada año que cumplía.

-No podré con todos…

-Tranquila, va a ser un bukkake. Te follaran y darán todos y por todos lados, pero sólo un poco. La fiesta será en tu puta boca y en tu cara.

Sonreí complacida. A continuación comenzó el desfile de pollas. Pollas, pollas y más pollas. Pollas en mi coño, en mi culo, en mis manos, entre mis tetas, en mi boca… ¡un verdadero delirio de placer y frenesí!, todo ello ante la atenta mirada de las cámaras, manejadas por Gerard y su anfitrión, que no participaban en la fiesta, sino tan sólo para eso.

En un momento dado, uno de los turcos hizo un gesto con sus labios. Adivinando sus intenciones, abrí la boca inclinando la cabeza hacia atrás y saqué la lengua golosa, recogiendo en ella el yapo que tuvo a bien regalarme y que yo saboree y tragué a gusto.

-Insípido. ¿No tienes nada mejor? –lo reté descarada.

-Yo sí –se adelantó aceptando el reto otro de los rubios, carraspeando sonoramente su garganta. Volví a sacar la lengua e inclinar la cabeza, encantada con la perspectiva de lo que veía. Y no defraudó. Un nuevo y largo yapo salió esta vez de la boca del Adonis. De un intenso color verde y mucho más denso que el anterior, mostrado ello en la dificultad que evidenció para separarse de su boca y caer definitivamente, resistiéndose a ello y estirándose cual resistente goma gelatinosa. Cuando lo consiguió finalmente, fue a  entrar limpiamente en mi boca, que lo recibió encantada. Lo saboreé largamente antes de tragar, jugando dentro de mi boca con él, aplastándolo contra mi paladar y mis dientes con la lengua. Me supo de delicioso y así se lo hice saber procediendo a dedicarle una mamada mucho más empeñada aun que las anteriores.

Fue en esas que se escuchó llegar a la Policía, retirándose el amigo de Gerard momentáneamente para entregar a la mugrienta. Cedió la cámara hasta su regreso a uno de los chicos, no tardando tampoco demasiado en volver.

Cuando fue a llegar al primera corrida, les pedí que confieran un buen primer plano y que se viera bien mi cara. Quería resultar perfecta e inevitablemente reconocible cuando se comercializase el vídeo.

Uno a uno, se fueron corriendo todos en mi boca. Cuando lo hubieron hecho todos, jugué con la suma de todas sus leches en mi boca. Una auténtica inundación de yeta con la cual yo hacía gárgaras ante las cámaras, que de ello tomaban un  espectacular y primerísimo plano. Luego la vertí toda en un bol. LA removí ante todos y a continuación la bebí con el mayor de los placeres, saboreándola y no dejando una gota. Cuando hube terminado, completé mi faena limpiando el bol con  la lengua hasta dejarlo reluciente.

Un coro de aplausos y exclamaciones se alzó entonces en reconocimiento a mi labor, haciéndome sonreír y hasta casi llorar emocionada. Realmente me encantaba aquello. Habrá gente que lo encuentre repugnante, pero yo adoro estas cosas y para los chicos fue su forma de felicitarme por mi cumpleaños y decirme lo mucho que habían disfrutado conmigo.

-Dieciocho leches… -apuntó el anfitrión.-. Toca la “lluvia plateada”.

Sonreí intrigada. Todavía no sabía que era eso de la “lluvia plateada”. Pronto me lo aclararon. Tumbándome en el suelo boca arroba, uno a uno fueron pasando los chicos para escupir desde arriba, puestos en pie ante mí, dentro de mi boca. ¡Qué maravilla! Sentía mi potorro  destilar jugos sin parar.  Unos acertaban más o menos dentro. Otros se balanceaban antes de separarse definitivamente de sus labios e iban a dar en mi cara o cuello. No había problema. Yo recogía gustosa su saliva y mocos con mis dedos para llevarlos a mi boca igualmente, chupándolos con placer.

Igual que antes, cuando todos hubieron escupido mostré el contenido de mi cavidad bucal, derramándolo a continuación sobre el suelo. Acto seguido, comencé a recogerlo con la lengua y sorbiendo sonoramente, tragándolo todo con deleite y no dejando una gota sin tragar.

Después le tocó el turno a la lluvia dorada. Dieciocho lluvias de nuevo. Deliciosa combinación de orines de distintas intensidades de color y sabor.

Finalmente llegó el plato fuerte. Lo que nadie había avisado, al menos a mí, pero se adivinaba colofón final de la fiesta.

-Y ahora la apoteosis, guarra. Esta noche vas a hacer realidad tu fantasía. ¡te vas a hinchar a comer mierda!

En efecto. Desde que quedara con las ganas como les comenté en la primera parte, el deseo de hacerlo se me hacía imperioso. Sentí nervios y cosillas en el vientre. Esas de inquietud y delicioso desasosiego. ¿Sería capaz realmente de hacerlo? ¿Cómo sabría? ¿Podría evitar vomitar?

Colocada en la misma postura, el primero de los chicos se colocó a horcajadas y en cuclillas sobre mi boca, comenzando a apretar y hacer fuerza.

-¿Estás incómodo cariño? –le pregunté al comprobarle cierta dificultad. No me contestó, pero asintió con su mirada.

-Siéntate sobre mi cara si quieres. Por el ojete justo en mi boca.

Así lo hizo, no cortándose un pelo en descansar todo su peso sobre mi rostro. So aprovechó entonces para lamer golosa su culo, intentando introducirle la lengua lo más profundamente posible.

Pronto llego el pastel, llenando mi boca hasta casi rebosarla. Se levantó entonces y se acercaron las cámaras para tomar sendos primeros planos. Abriendo la boda, mostré orgullosa su contenido. Era un mar de dudas en ese momento. Pensé en tragar sin masticar ni saborear, pero siempre he sido una chica valiente osada, así que decidí hacerlo finalmente.

¡Era asqueroso! Realmente repugnante. Hube de esforzarme realmente por reprimir una arcada. ¡Me encantaba! Saboreando y extasiada, mastiqué, saboreé y tragué con placer.

El segundo no se sentó, sino que dejó caer su zurullo largo y grueso sobre mi boca abierta. Nuevamente mastiqué, saboreé y tragué. ¡Estaba en el Paraíso!

Con el tercero no hizo falta tragar. Su mierda era pastosa y marrón claro, casi como una papilla. ¡Deliciosa! –entiéndase: deliciosa por lo que al morbo comporta, no al sabor-.

Evidentemente, no se vaciaron completamente sobre mi boca, ya que de lo contrario no hubiese podido ingerir dieciocho deliciosos zurullos, imposible ubicarlos en mi estómago. No obstante, quedó éste bien hinchado y abultado, como a mí me gusta. ¡Lleno de mierda!

Mirándome después en la pantalla de una de las cámaras, recogí con mis dedos todo el sobrante que manchaba mis labios y cara, lamiéndolos con deleite a continuación. Después, uno a uno, fueron pasando de nuevo ante mi boca, yo arrodillada, para que les limpiase sus ojetes con mi lengua.

Cuando aquello acabó, recibí una ovación aun mayor que la anterior. Después se apagaron las luces, consiguiendo sorprenderme de nuevo. A continuación, Gerard entró con una tarta en la estancia. Una tarta de mierda, coronada con 18 velitas, única iluminación ahora del salón, y al paso de la cual todos comenzaron a cantar una versión muy especial del “cumpleaños feliz”. Algo así como si ustedes cantaran:

“Come mierda putón,

 

asqueroso putón.

 

Nos repugnas a todos

 

come mierda putón.”

No sería esa la traducción exacta, pero el sentido es aproximado.

Finalizada la canción, nuevos aplausos ya aclamaciones encendiéndose de nuevo las luces. Ahora sí se me saltaron las lágrimas de la emoción.

-Muchas gracias amores. Nunca olvidaré esto –aseguré contemplando mi tarta, confeccionada, luego lo supe, con las cagadas de todos ellos a lo largo del día. Los pobres habían estado forzándose a comer los dos últimos días para tener las tripas bien llenas de mierda. Aquello me emocionó profundamente.

-Vamos, tienes que apagar las velas –me conminó Gerard sonriente.

Me acerqué entonces hasta la tarta.

-Piensa un deseo…

Lo pensé. Luego me incliné para soplar, momento en el cual sentí cómo Gerard me agarraba por el pelo con violencia, para estampar con fuerza mi cara contra la tarta, apagando así una de las velas y hundiéndola profundamente en ella. Luego siguieron  18 zambullidas más. En la última, llegue a temer que fuera su intención ahogarme en ella, pues tardo como un minuto en sacarme la cara de la mierda. Salí yo entonces tosiendo ya atragantándome, necesitando unos momentos para recuperarme.

-Y ahora fuera –escupió el anfitrión-. Llévate a esta guarra de aquí y tírala por ahí donde quieras.

Pensé que se trataba de una forma de hablar. Me quité la bata entonces y me puse de nuevo la camisa negra, ras lo cual Gerard me tomó del brazo con  fuerza para sacarme fuera.

-Espera… mi tarta.

No lo pedí de forma morbosa. Realmente me había emocionado y enternecido el detalle, y fue muy enternecida que lo pedí.

-Está bien, cógela, pero ten cuidado de no manchar la furgoneta.

Porque fue en una furgoneta, no sé de quién, y no en su coche que me sacaron de allí. Llegados a una carretera cualquiera,  a medio camino  de cualquier sitio en medio del tampoco, me tomó entonces del brazo y, corriendo la portezuela, me arrojó fuera sin más contemplaciones –tras haber detenido el vehículo, claro-. Luego arrojó mi tarta ante mí. Eso fue lo único que me dolió. Me gusta que me traten como si fuera una basura, pero me dolió mucho ver tratar así mi tarta, que con tanto cariño había recibido.

Sentada al borde de la carretera, pasé cosa de hora y medida o dos horas meditando en la noche. La tarta ante mí, comiendo de ella a intervalos. Tenía la barriga completamente llena y no me cabía más, pero me apetecía seguir comiendo mierda y conforme iba haciendo hueco, iba dando cuenta de ella.

Finalmente hube de abandonar el resto cuando realmente ya no pude más. Me limpié como pode con papeles y plásticos que encontré por allí, disponiéndome a continuación a hacer autostop.

 Paró el primer coche que pasó, claro. Una hembra como yo no se ve todos los días, y menos prácticamente en pelotas y haciendo dedo. Era un chico joven, como de unos treinta y pocos años, y bastante mono. Se quedó muy extrañado al verme, y mucho ás es de suponer al olerme.

-¿Qué te ha pasado? ¿Te han…?

-No –le tranquilicé con una sonrisa-… tranquilo, no me han violado.

Se forzó él también a sonreír ya más calmado, si bien ciertamente su sorpresa debía seguir siendo mayúscula. Le hablaba en inglés, habiéndose dirigido él a mí primeramente en holandés, idioma que sólo entendía en parte. El sentido de sus palabras había quedado más claro por su tono y expresión, que por lo que éstas pudieran significar para mí.

-Oye, escucha: sé que huelo bastante mal, es una larga historia y no sabría contarte, pero si me llevas a algún sitio en que pueda lavarme, asearme y descansar un poco te aseguro que yo también sabré recompensarte.

Parecía no acabar de salir de su sorpresa. ¡Pero qué coño les pasa a los hombres!

-¿Eres… prostituta? –preguntó él también en inglés ahora.

-No, no… sólo ninfómana –añadí divertida, consiguiendo hacerle sonreír a él también por fin.

Finalmente –perdonad las redundancias, escribo deprisa y de un tirón-. aceptó, claro. Y yo cumplí mi palabra con creces. Al día siguiente le propuse un trato. Él me compraba algo de ropa –tampoco necesitaba demasiada, tan sólo una camisa, una minifalda y unos zapatos- y maquillaje, y yo le regresaba el dinero con intereses a la noche, como mucho al día siguiente. Gerard me había dejado con lo puesto, sin siquiera mi tarjeta, pero siempre he sido mujer con las ideas muy claras y tenía mis recursos.  Se ofreció a comprarla entonces sin  aceptar nada a cambio. No entré a discutir con él, saliendo a continuación de tiendas con él. Luego le pedí que llamase a alguna casa de contactos de las que se anuncian en el periódico, para pedir trabajo para mí.

-Pero… dijiste que no eras prostituta.

-Y no lo soy. Pero necesitaré dinero para volver a casa.

Con hacer una llamada a cobro revertido allá o acudir a la embajada hubiese bastado, pero no quería recurrir a mis padres. Ésta era mi aventura, mi particular Odisea. La  estaba disfrutando y al acabaría a mi manera.

-Si quieres te puedo dejar yo algo…

-No cariño –le sonreí besando sus labios a continuación-. Tú ya has hecho mucho.

-Pero…

-He dicho no. Es innegociable.

-Vale, vale… pero pareces muy joven. ¿Cuántos años tienes?

-Hoy cumplo 18.

Sus ojos se abrieron como platos.

-Tranquilo, no pasa nada. Es cierto. Después de hacer esa llamada, iremos a la embajada o el consulado a denunciar que he perdido la documentación y que me den un resguardo o algo que me sirva para no ir por ahí inidentificada.

Resopló.

-Veo que tienes las cosas muy claras. Desde luego, no aparentas mentalmente 18 años. Se te ve mucho más madura.

-Gracias.

 Llegada a la casa de contactos, me recibió una atractiva rubia cincuentona. Era la dueña del piso y el negocio.

-No hablas holandés me dijo tu amigo, ¿no? –me preguntó en inglés.

-Sólo palabras sueltas

-Bueno, no es problema. Aquí todo el mundo habla inglés y además pronto aprenderás a soltarte en holandés.

-Bueno, no creo que me quede tanto tiempo.

Me miró detenidamente.

-Espero que cambies de idea. Eres una verdadera preciosidad y aquí tendrías mucho trabajo.

Le dediqué una sonrisa a modo de gracias que ella respondió con otra.

-Está bien, te cuento: aquí se recibe en lencería.  Ofrecemos francés sin condón, beso con lengua, beso negro…

Alce mi mano a modo de basta, consiguiendo sorprenderla.

-No hace falta que me digas lo que se exige. Hago de todo, no tengo problema con eso. Es mejor pues que me digas lo que no puedo hacer.

Sonrió de nuevo.

-Si accedes a follar sin condón con los clientes, las otras chicas te sacarán los ojos y yo tendré que echarte a la calle. Por lo demás, haz lo que quieras.

-Perfecto –acepté aunque algo frustrada. Sé que es peligroso eso d afollar sin preservativo, pero me paso por el coño el peligro y el sexo seguro-. ¿Ves cómo así nos entendemos mejor?

Rió complacida.

-Pero escucha; tengo que proponerte algo.

-Soy todo oídos.

-Voy con lo puesto… Angela -era Angela, ¿no?

-Sí.

-Pues eso. Voy con lo puesto. Mi amigo me ha comprado esta ropa, pero no tengo nada más. Tú me prestas o me compras lo que voy a necesitar, también maquillaje, champú y esas cosas, y te lo cobras de mis servicios hasta que lo haya amortizado.¿OK?

-Tranquila, sin problemas. Con ese cuerpo y esa carita, muy posiblemente hoy mismo lo amortices.

Reñimos divertidas.

-Perfecto pues.

Sólo trabajé un par de semanas en la casa de Angela. Después, no sin antes haberle comido varias veces el coño y retozado con ella de placer entre sus sábanas –estaba muy buena y le iban más las almejas que aun tonto un lápiz-, decidí llegado el momento de marchar. Para entonces, había pagado totalmente mis cuentas con ella. Le dejé toda la ropa que había comprado, que en lo posterior serviría para otras chicas. No entendió por qué lo hacía e insistió en que me la llevara, ya que era ropa muy cara y la necesitaría, pero yo insistí en hacerle ese regalo y no acepté una negativa. Igual que no la acepté de Dense, el chico que me recogió en la carretera, cuando decidí dejarle todo el dinero que había ganado. Absolutamente todo. Me fui de allí tal y como llegué, tan sólo con mi camisa negra transparente y nada más. Era mi regalo para él por haberme ayudado. Y fue un generoso regalo, créanme. Como bien supo vaticinar Angela, causé sensación en su casa.

Así pues, volví a la mía haciendo dedo y con lo puesto. Comiendo pollas a cambio de transporte, invitaciones a comer en los restaurantes de carretera, etc. No soctó demasiado. Cuando finalmente mis padres me vieron llegar con la misma escasa indumentaria con que salí, casi rompen a llorar. Habían estado muy preocupados. Tan sólo les había llamado una vez para decirles que estaba bien y punto. No le shice demasiado caso. Directamente me fui a mi habitación y, tomando mi móvil, llamé a Gerard para darle las más sinceras gracias por todo. Se mostró muy sorprendido él de ello. Hubiera esperado que, tras la putada final que me hizo, hubiera quedado mosqueada y sin querer saber nada más de él, pero ya saben ustedes lo golfa que soy, lo muy perra y muy masoquista. En fin, ya les iré contando más.

Besos muy sucios.

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Añadido sobre la naturaleza real o ficticia del relato.

Hembra Oscura y Emelyne no son una misma persona, como se puede comprobar fácilmente al tener otros relatos escritos con este nick en la Red. Internet. Historias diferentes con protagonistas diferentes. Sin embargo, no se trata éste de un relato de mera ficción tampoco. Visto el interés que ha generado “Historia de una guarra”, siendo muchísimos los mails recibidos preguntándome acerca de éstas yotras cuestiones, no em sabrá mal aclararlas un poco.

La que firma y escribe es autora de novelas y relatos dentro del género terror, subgénero gótico. Me informo y recopilo información para mis novelas, hablando con la gente y conociendo sus historias. A menudo busco impresiones –no tanto experiencias tal cual, sino la impresión que causan en mi alma bohemia- en lugares donde más intensas se pueden encontrar, debido a las influencias del contexto. Así hablo con jóvenes  borrachos o hasta las cejas de droga en conciertos; prostitutas y sus clientes en clubes swinguer y similares, etc. En principio se trata de buscar anécdotas, personajes, situaciones… que me inspiren para mis novelas, bien sea para pasajes concretos, bien para el planteamiento general de la historia; pero encuentro a menudo detalles de extraordinario morbo sexual, al menos en lo que a mi entender respecta. Algo que no podría incluir en mis novelas que, aunque tienen siempre un poderoso ingrediente erótico y hasta sadomasoquista –el romanticismo gótico siempre lo tiene-, nunca llegan a lo pornográfico. Me parece sin embargo desaprovechar un extraordinario material el abandonarlos sin más, y es en esas cuando, a veces, decido escribir estos relatos. Quizá más adelante me aventure a publicar algo dentro del género erótico/porno, pero de momento me limito a subirlos a estas webs. A veces empiezo la historia intentando ceñirme en lo posible a la realidad, si bien siempre me concedo licencias en beneficio del morbo, añejándome después de ello progresivamente para adentrarme ya en la pura ficción en las secuelas. Otras tomo un detalle real y de él construyo una historia de ficción. Otras recombino varias historias reales o éstas con detalles de fantasía.

La primera referencia de esta historia la conocí en un pub de 24 horas de la costa levantina, un día entre semana y de invierno, cuando sólo prostitutas, cocainómanos y demás gente de la noche y la bohemia queda por allá. Me hablaron de una chica tan bella como zorra, comentándome un chico que le gustaban películas de bastante mal gusto. No directamente pornográficas, sino de una familia muy guarra que, al parecer, se dedicaba a competir con otras por el título de la más guarra del mundo. Escenas en que lamían vómitos, cagadas de perro, etc. Pensé que aquélla era una persona digna de conocer y conseguí que me la presentaran. Nos hicimos muy amigas y llegamos a compartir salidas de fiesta y demás, alcanzando el nivel de mutuas confidentes.

Hace ya más de dos años que le perdí la pista de esta chica. Anduvo casada con un mulato caribeño dueño de un pub de 24 horas mítico en Benidorm, hoy ya desaparecido creo, y actualmente dedicado al tema de los clubes de alterne en la zona de la estrada. Los habituales de la noche benidormí sabrán sin problemas adivinar de quién hablo. Luego se pelearon y lo dejó para irse con un joven marroquí. Lo último que tengo entendido de ella es que se fue con él a vivir a Marraquetch.

A partir esta segunda parte, la historia comenzará a alejarse de lo real y a adentrarse en lo ficticio. Hasta ahí, lo narrado refleja en buena medida la realidad.