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La ginecóloga me hace una exploración (2)

en No Consentido

Adela me citó una semana después para discutir los resultados. Y, ya que tenía tiempo, decidió que Alicia y ella podrían examinarme otra vez para asegurarse de que la alumna lo hacía bien. No puse ninguna objeción. Muy a mi pesar, tuve que reconocer que la última revisión con Alicia había sido muy, muy excitante. Y el hecho de que ahora Adela, con quien tanta confianza tenía, supervisara el proceso, solo incrementaba el morbo de la situación.

-Paula, ya puedes pasar –Alicia me llamó y entré, sin darme cuenta de la hora que era y de que solo quedaba yo en la sala de espera. Era tan linda como la recordaba, con su pijama azul de cirujana y su fonendo alrededor del cuello. Y el pelo, recogido en una pinza. Adorable.

Adela estaba sentada frente al ordenador y –al menos eso me pareció a mí- más guapa que nunca. Levantó la vista y me sonrió mientras me invitaba con un gesto a sentarme.

-Gracias por venir de nuevo. Bueno, corazón. Ya tengo los resultados de las pruebas, y a menos que esta jovencita haya realizado mal el procedimiento –cosa que dudo-, estás tan sana como una manzana.

-Qué bien –fue lo único que fui capaz de decir.  La sonrisa de Adela se hizo más amplia y miró de reojo un instante a Alicia antes de seguir.

-En fin, vayamos al grano. Como ves, ya me han traído un biombo nuevo. Obviaremos la revisión general, porque evidentemente estás estupenda. Pasa ahí detrás y desnúdate. Alicia y yo lo prepararemos todo mientras.

Todo aquello en menos de un minuto. Excitada aunque también nerviosa, me quité la camiseta roja que llevaba aquel día un poco escotada. Después los vaqueros, ajustados, bajo los cuales lucía mi ropa interior favorita, unas braguitas negras con encaje a juego con el sujetador. Me lo quité todo y, al darme la vuelta, sorprendí a Alicia mirándome descaradamente. Como la otra vez, recogió la ropa, la dobló y colocó intentando ocultar una sonrisa. Yo hice lo propio y me puse una de esas batas antes de asomar por el otro lado del biombo.

-Venga, Paula, túmbate –dijo Adela. Alicia se sentó junto a ella y encendió un foco con el que apuntó directamente a mi zona íntima. Mientras, Adela se puso los guantes-. Primero es aconsejable tocar la pierna de la paciente para avisarla de que vamos a empezar. Luego, separa sus labios menores así –comenzó a tocarme delicadamente-. Observa y toca prestando atención. Si ves que tienen este color y textura,  están bien. Examínalos bien, abre los labios menores y haz lo mismo. ¿Lo ves? Ahora ponte los guantes y hazlo tú.

Alicia me dedicó una mirada pícara y obedeció. Solo que ella siempre tocaba más suave y más despacio. Me esforcé en pensar en otra cosa y dejarlas a su aire, pero no pude.

-Muy bien, así se hace. Enséñame el espéculo que usaste con Paula –Alicia se lo enseñó-. Muy pequeño. Creo que Paula puede con uno más grande. Trae el de la derecha. Ése. Ahora quiero ver cómo lo insertas, ¿lo lubricaste antes?

-Con agua, para que no contaminara las muestras –respondió Alicia. La doctora asintió.

-Excelente. Pero como hoy no vamos a tomar muestras, lubrícalo con un poco de gel. Así. Vamos, introdúcelo en la vagina de la paciente.

Alicia me metió el espéculo y Adela comprobó que lo hubiera introducido hasta el fondo. Entonces comenzaron a abrirlo más y más, hasta que empezaron a hacerme daño.

-¡Huy! Se nos ha ido un poco la mano. Bueno, iremos deprisa. Alicia, mira bien y dime lo que ves, aparte de una vagina preciosa. Te acercaré más el foco para que veas mejor.

Entonces comenzaron a cuchichear. Sabía que Alicia estaba enumerando cosas mientras señalaba con un dedo las distintas partes de mi interior. Adela asintió y le ordenó a Alicia retirar el espéculo.

-Ahora introduciré dos dedos en la paciente para que veas cómo se hace la exploración bimanual –mi ginecóloga me metió dos dedos y entonces presionó mi abdomen, como siempre. Solo que explicando todo lo que hacía-. Intenta llegar todo al fondo que puedas –dijo mientras hurgaba para alcanzar el final. Aquello empezó a ponerme cachonda, siempre lubricaba de más en esa parte-. Alicia, te toca.

La estudiante jugueteó lentamente con sus dedos dentro de mí en busca del fondo y apretaba por arriba identificando las partes de mi cuerpo.

-Más hondo, Alicia. Tienes los dedos más largos que yo, seguro que puedes entrar más –dijo Adela tomándola de la mano y empujándola más adentro. Mientras, yo me seguía mojando del placer-. Así. Sigue examinándola, voy a por el ecógrafo.

Y ahí me quedé, con Alicia haciéndome cosquillas por dentro y mi doctora encendiendo el ecógrafo, un aparato en forma de pene. Le puso un condón y lo encendió.

-¿Lubrico el ecógrafo, doctora? –preguntó Alicia.

-No, ella ya lo está bastante. Siempre se me pone un poquito nerviosa, ¿verdad, Paula? –comentó riéndose. Yo me sonrojé-. Mira, se mete así y se mueve con cuidado para no hacer daño a la paciente. Observa –dijo mientras metía aquella cosa-. Hasta el final, así. Venga, Alicia, cógelo tú y muévete por ahí dentro mientras me explicas lo que hay. 

Alicia movió el ecógrafo de un lado para otro, mientras que Adela lo empujaba más. “Qué considerada es Alicia”, pensé, “no quiere llegar al final”. Yo  seguía conteniéndome mientras me masturbaba de esa manera tan deliciosa. Entonces lo sacó.

-Bueno –anunció Adela triunfante-, la parte que estaba esperando. Vamos a examinar el recto de Paula. Pero primero toca cambiarse los guantes. No podemos explorar ese culito de esta guisa, ¿verdad? –dijo mientras me daba un suave cachete en el culo. Noté un brillo especial en los ojos de Adela: lo estaba deseando. Escuché el látex restallar contra sus manos y por un segundo sentí miedo, porque aquello dolía muchísimo. Cogieron el lubricante y vertieron un poco por mi ano así como por sus dedos.

-Paula, sé que es incómodo, pero intenta estar relajada y todo irá bien. Enséñame cómo lo hiciste, Alicia.

-Pues con la mano izquierda separé sus nalgas como pude y después metí mi dedo despacio. Así –explicó Alicia. Sentí, como la vez anterior, su mano abriéndome las nalgas y su fino dedo metiéndose en mi culo. Entonces sentí otra mano: Adela la estaba ayudando.

-Muy bien, pero intenta siempre llegar al fondo. ¿Notas algo raro? –preguntó Adela. El dedo de Alicia seguía avanzando.

-No, nada raro. Después lo giré –giró su dedo dentro de mí- y al final metí otro más –otro dedo se abrió paso junto al otro. Casi podía ver a Adela salivar.

-Vale, ahora lo haré yo. Lo has hecho muy bien –Adela se incorporó para mirarme-. Paula, no sabes lo agradecida que estoy por lo que estás haciendo. Lubricante.

Alicia se lo puso y Adela se sentó en el taburete. Se acercó más a la camilla y acercó el foco, de manera que podía sentir el calor en mi trasero.

-Ábrele bien las nalgas, Alicia. Paula, respira hondo –la estudiante obedeció y la doctora metió sin miramientos su dedo índice en mi culo, provocándome tanto dolor como excitación-. Otro más… -dijo metiendo un segundo dedo. Los giró despacio mientras que yo comencé a quejarme un poco-. Tranquila, Paul, ya termino. Relájate. Es importante comprobar que no hay nada. De hecho, aquí cabe un dedo más… -comentó mientras introducía un tercer dedo haciéndome mucho daño. Entonces aullé sin dejar de lubricar-. ¿Ves, Alicia? Siempre se puede llegar un poco más hondo. Siempre. Ya está, ya pasó.

La ginecóloga extrajo sus dedos y Alicia comenzó a limpiarme al tiempo que yo respiraba aliviada. Apagaron el foco. Entonces me abrieron la bata.

-No quiero que cambies de postura, así que solo haremos una parte de la exploración mamaria –dijo Adela mientras me tocaba las tetas bajo la atenta y lasciva mirada de Alicia-. Ten cuidado cuando examines los pezones, son muy sensibles. Bueno, qué te voy a contar a ti… Venga, ahora hazlo tú y ya acabamos.

Alicia me examinó entonces con mimo, casi queriéndome compensar por el dolor provocado por Adela. Acarició mis pezones desobedeciendo a su profesora volviéndome a excitar, como siempre. Ningún bulto ni molestia. La revisión había terminado.

-Ya puedes vestirte. De nuevo, muchísimas gracias, cariño. Eres una paciente modelo, ojalá fueran todas como tú. Dale las gracias, Alicia –dijo Adela en tono condescendiente. Entonces tuve el presentimiento de que Alicia sería una sumisa excelente para Adela. La estudiante sonrió.

-Muchas gracias, Paula. Has sido de gran ayuda.

Terminé de vestirme y me fui. Pero antes de que cerrara el ascensor, Alicia se coló dentro. Iba preciosa, con un suéter marrón, falda blanca y unas sandalias.

-Vaya, hola. Espero que Adela no te hiciera mucho daño antes.

-Un poco, pero no pasa nada. Lo que sea para ayudarte a estudiar –ese comentario, pensé más tarde, iba con segundas intenciones.

-No debí decirle que te hice un examen rectal –dijo mientras acariciaba casualmente mi trasero. Examinó mi reacción; aquello me gustaba y ella lo sabía-. Oye… estaba pensando. ¿Podrías ayudarme? Tengo un examen la semana que viene, y mis prácticas terminaban hoy.

La miré extrañada.

-Tú dirás. ¿Qué puedo hacer? –su sonrisa se hizo más amplia. Dios, qué guapa era.

-Responder unas preguntas, quizás permitirme que te echara otro vistazo… Es muy tarde, podrías venirte a cenar a mi piso –sugirió, casi avergonzada de lo que acababa de decir. La miré un segundo: era preciosa, excitante y muy dulce. Y quería jugar. Y a mí siempre me han encantado los juegos.

-Está bien. Vamos. ¿Sabes cocinar?

-Espantosamente mal. Pero sé usar el teléfono –me cogió de la mano y me dio un beso en la boca-. Vamos.

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Quizás más flojo que el anterior, con perspectivas a una tercera parte. Inspirado por un maravilloso sueño que he tenido esta tarde mientras me echaba la siesta. Que lo disfrutéis.