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Helado de vainilla y chocolate

en Interracial

Helado de vainilla y chocolate

 

(Dedicado a mi amiga Edurne)

 

Nunca con otras mujeres le había pasado; tanto su esposa como Verónica y Ana se mostraban sumisas y receptivas a todo lo que él quisiera hacerles. En cambio Asa, la joven japonesa, era la primera mujer que parecía saber lo que quería, diciéndoselo a la cara sin el menor pudor…

 

 

Well Billy rapped all night about his suicide

how he kick it in the head when he was twenty-five

speed jive don’t want to stay alive

when you’re twenty-five.

 

And Wendy’s stealing clothes from Marks and Sparks

and Freedy’s got spots from ripping off the stars from his face

funky little boat race.

 

Television man is crazy saying we’re juvenile delinquent wrecks

Oh man I need TV when I got T-Rex

Oh brother you guessed

I’m a dude dad.

 

All the young dudes (hey dudes!)

carry the news (where are ya?)

Boogaloo dudes (stand up, come on)

Carry the news.

 

All the young dudes (I wanna hear you)

carry the news (I wanna see you)

Boogaloo dudes (and I wanna talk to you, all of you)

Carry the news…

 

All the young dudes, MOTT THE HOOPLE

 

 

Llegaron a la habitación del hotel entre besos y arrumacos, acariciándose y reconociéndose los cuerpos ardientes y excitados. Ya en el ascensor, y tras recoger en el vestíbulo la llave que les había entregado la amable recepcionista, él la había enganchado por la cintura besándola y obligándola a abrir la boca dejando que las lenguas se uniesen en un combate feroz. Ella tembló toda entera sintiendo las manos del hombre por encima de las ropas acariciándole su sinuosa figura. Por supuesto ella no se mantuvo quieta y, excitada como estaba, alargó la mano hasta alcanzar el apetecido bulto el cual notó aumentar de tamaño bajo las caricias que los dedillos le prodigaban por encima de la tela del pantalón.

Una vez en la habitación rieron sin dejar de besarse y amarse, completamente libres de molestas presencias que enturbiaran el mágico momento que ambos vivían. La mujer, abrazada a su compañero, se dejaba hacer pegada a la pared y sintiendo la poderosa humanidad del hombre envolverla entre sus brazos haciéndola feliz.

Bésame, John… por favor, bésame…

Eres preciosa, cariño… tienes un cuerpo muy, muy tentador –le dijo mientras una de sus manos resbalaba a través del muslo de ella.

Se conocían del trabajo. Asa, joven japonesa de 28 años con pareja desde hacía cinco con el que vivía en un pequeño apartamento, trabajaba desde hacía tres años como recepcionista en una conocida multinacional del sector informático. Por su parte, John cercano a los 40, casado y con tres hijos, era el director comercial de la compañía en España y había sido trasladado a Madrid unos dos años atrás desde la central en Londres.

Asa como buena oriental, era bajita y menuda, de ojos color café oscuro, larga melena morena y lacia que aquella tarde se había recogido en una graciosa coleta, pechos pequeños y redonditos y con dos más que apetecibles redondeces por trasero. Él era mucho más alto que ella, de piel muy negra y fina y pequeña perilla con la que tenía encandiladas a todas las mujeres de la oficina. Ciertamente resultaba muy atractivo y varonil para cualquier hembra que se le acercara, con aquella sonrisa tan misteriosa y seductora.

Sólo una vez había existido entre ellos un pequeño acercamiento, más allá del habitual buenos días y buenas tardes cada vez que aquel hombre pasaba delante de ella al llegar a la oficina o al marchar de la misma. Fue en una cena de la empresa en la que John, algo bebido y perdido momentáneamente el control, le había lanzado algún que otro piropo al tiempo que sus manos empezaban a bajar peligrosamente por su menudo cuerpo mientras bailaban. Ella muy cordial y sin perder la sonrisa le había hecho parar, consiguiendo que aquello no pasara a mayores. Asa conocía por parte de malas lenguas que alguna de sus compañeras de trabajo había acabado cayendo en las redes de aquel guapo macho de amplio torso y manos perfectamente cuidadas. Era vox populi en la oficina que entre él y Verónica, la guapa secretaria que le pasaba las visitas y le llevaba la agenda, había habido alguna vez algo más que una simple relación profesional. Igualmente con Ana, la madura y también casada jefa del departamento de marketing, parecía haber tenido tiempo atrás sus más y sus menos. Y no era extraño pues estaba realmente para comérselo con aquellos gruesos labios que parecían invitar permanentemente al pecado.

Y sin embargo, allí se encontraba en una desconocida, impersonal y fría habitación de hotel abrazada a John, que la tenía dominada y completamente a su merced. Al fin había caído bajo su influjo, sin poder resistirse a los besos de aquel hombre. Asa vestía una amplia y holgada camisola roja acompañada por una falda blanca por encima de la rodilla que remarcaba grandemente el atractivo de sus formas femeninas. Los salones rojos de alto tacón la hacían parecer mucho más alta y funcionaban como complemento perfecto al resto del conjunto.

Separándose de él con dificultad, marchó al otro lado de la habitación junto a la cama donde inició un lento y sensual streaptease desprendiéndose en primer lugar de la falda para luego continuar con la camisola haciéndola desaparecer por encima de la cabeza. Así quedó frente a él tan solo cubierta por un elegante conjunto blanco formado por el sujetador, la pequeña braguita bajo la que se escondían sus más íntimos encantos y finas medias enganchadas con liguero que tan femenina la hacían parecer.

Llevas liguero… –fueron las únicas palabras de John al cual parecían salírsele los ojos de las órbitas frente a tanta belleza.

Sí, ¿te gusta? –rió ella sin dejar de tararear una conocida canción y divertida ante el efecto que todo aquello producía en el hombre de piel morena.

Me encanta… te hace parecer terriblemente arrebatadora y sensual.

Ella continuó sonriendo sintiéndose poderosa y feliz. La mezcla del blanco con el moreno de su piel y sus cabellos nunca le fallaban, resultaba irresistible para cualquier hombre que se hallara en su sano juicio. Tenía otro conjunto color burdeos con el que también solía alcanzar gran éxito entre los hombres aunque el blanco era su favorito. Sin dejar de mirarle y bailando de manera voluptuosa y felina, fue acercándose al lecho e inclinándose sobre el mismo agarró la colcha y retirándola hacia los pies de la cama dejó las grises sábanas de raso al aire. Luego dejándose caer hacia atrás quedó tendida boca arriba retozando y pudiendo sentir bajo su piel desnuda el roce frío de las sábanas, fría e inesperada sensación que la hizo emitir un grito de sorpresa.

Entornando los ojos de gusto, doblando una de sus piernas y con la otra completamente estirada, Asa se acarició por encima del sujetador para luego bajar hacia la braguilla jugando con su coñito por encima de la fina prenda. Pasando los dedos con lentitud se vio obligada a morderse levemente el labio inferior debido al mucho deseo que empezaba a embargarla. Tímidos gemidos escapaban de su boca cada vez que los dedos recorrían su sexo hundiéndose entre los labios y haciendo que la braguilla se humedeciese con la aparición de los primeros jugos. Alargando sus dedos por detrás de la espalda alcanzó el cierre del sujetador el cual soltó dejando los pechitos al aire en los cuales se clavó la mirada plena de lujuria del hombre.

Tienes unos pechos preciosos, cariño –exclamó él con voz trémula y algo turbada.

Con los dedos enredados en sus cabellos, ella jugueteaba entre las finas y satinadas sábanas, provocándole con sus gestos y sus gemidos buscando que el macho la acompañara. Indagando con sus dedillos por el lateral de la braga la echó a un lado con rapidez dejando aparecer el triángulo de su sexo cubierto por una tupida mata de vello. Los dedos de la muchacha empezaron a jugar con la rajilla pasando arriba y abajo de forma muy lenta, disfrutando de cada roce que las yemas le daban. Ella, con los ojos cerrados, siguió jadeando y notándose la respiración más y más acelerada a cada paso. Sentíase cachonda y excitada sabiéndose observada por John el cual se mantenía quieto y expectante, mirándola y gozando del auto-estímulo que la muchacha se concedía. Incorporándose mínimamente Asa observó el efecto que aquel roce provocaba en ella y, emitiendo un fuerte suspiro, se vio obligada a echar la cabeza hacia atrás al tiempo que humedecía sus labios pasando la lengua de manera sensual por encima de los mismos. El hermoso tesoro que era su coñito se veía cada vez más y más mojado, más y más lubricado por los continuos efluvios que su almeja producía. Elevando las piernas, fue deshaciéndose poco a poco de la diminuta braga sin dejar un solo segundo de mirar al hombre que la contemplaba embelesado y comiéndosela con los ojos, recorriendo todas y cada una de las bellas formas de su joven anatomía. Ella, gimiendo, pasaba sus dedos una vez más por encima de la húmeda vagina.

Ven, acércate… necesito tenerte cerca –ahora fue ella la que notó su voz estremecerse por el deseo inexorable de tenerlo a su lado.

¿Qué quieres, mi niña? –respondió John sin moverse y alargando el momento tan apetecido por ella.

Necesito tenerte conmigo… que me abraces y me beses… oh, no me hagas esperar más, por favor –casi le suplicó al guapo moreno mientras sus dedos seguían introduciéndose en la empapada vagina ahora de manera mucho más veloz y precisa.

Girándose boca abajo continuó masturbándose, desesperada por la espera a la que el maduro hombre la sometía. Lo deseaba, se moría de ganas por que las manos de él la acariciaran, por notar aquellos gruesos labios pegados a los suyos…

Por favor, no me hagas esperar más… estoy muy cachonda…

El hombre se acercó al fin a la cama disfrutando del cuerpo desnudo de su joven conquista, devorándola con sus ojos tan oscuros y en los que se hacía bien patente el deseo que también a él le atenazaba. Llevaba tiempo deseándola, largos meses en los que no le había dicho nada pues sabía que aquella hermosa oriental valía muy mucho la pena el hecho de tener que esperar el momento adecuado en que se le entregara. A diferencia de Verónica y Ana cuyo derribo resultó ciertamente sencillo, Asa parecía una pieza mucho más interesante y que había que dejar madurar poco a poco. Le volvían loco su cuerpo menudo pero bien formado así como la sonrisa tan tímida y retraída que Asa le mostraba cada vez que cruzaban aquel breve saludo de la mañana y de la tarde. Además le encantó la forma como ella le había parado los pies durante aquella cena de empresa en la que había perdido los estribos más de la cuenta. Estaba bien acostumbrado al éxito así que la respuesta de la encantadora nipona funcionó en John como un acicate que iba a hacerle aún más apetecible la presa. Sabiendo esperar su momento, tuvo la suficiente paciencia como para conseguir que ella se fuera acercando más a él, seduciéndola con una mayor proximidad entre ambos, seduciéndola día a día con sus más continuas sonrisas y palabras.

Todavía vestido llegó junto a ella acariciándose su virilidad por encima del pantalón, notándose ya completamente en forma. Ella también lo notó viendo con la mirada nublada el enorme bulto que allí se observaba. Haciéndole sitio dejó que el hombre se tumbara a su lado, apoderándose de sus pequeños senos los cuales sostuvo entre sus dedos empezando seguidamente a acariciarlos por los costados, apretándolos débilmente provocando en su compañera un leve gemido satisfecho. Asa riendo y ruborizándose toda ella, animó al hombre a prolongar tan cálida caricia.

Me vuelven loco tus pechitos tan tersos y firmes… -exclamó mientras le rozaba uno de los pezones con las yemas de sus dedos.

Sí acaríciamelos… cómemelos, mi vida.

John se lanzó sobre uno de ellos comiéndoselo con desenfreno, llenándolo de besos, sintiéndola vibrar con el frotar de sus labios. Jugueteó sutilmente unos segundos con el mismo disfrutando la tersura de su piel mientras Asa, incorporándose, registraba la boca masculina besándole de forma apasionada, mordiéndole los labios, dándole la lengua que pronto entrelazó con la de él en un beso largo y descontrolado que la hizo temblar de gusto sintiendo un escalofrío envolverle todo el cuerpo. Abandonándola, cubrió ahora el rosado pezón el cual comenzó a lamer con suavidad, rozándolo apenas con la punta de la lengua logrando con ello que se erizara al instante y haciendo que ella exhalase un gemido ahogado, estremecida de puro placer. De un pezón pasó al otro imitando la misma caricia y consiguiendo el mismo efecto al notarlo endurecerse bajo el ataque que su lengua le daba. La bella mujer creyó morir de gusto cada vez que la lengua del hombre acariciaba su piel desnuda. Su moreno compañero sabía cómo tratarla, cómo ofrecerle el placer que ella tanto buscaba. Resultaba todo un sueño, un compañero verdaderamente maravilloso y delicado.

Asa, ayudándole en sus caricias, frotó la cabeza de su amigo con los dedos apretándola contra ella, tomándole los cabellos mientras su otra mano resbalaba por el vientre sin apartar los ojos de lo que él le hacía. Los húmedos labios continuaron su tarea cobrando en ese momento un mayor dinamismo, chupándole los senos con desesperación, mordisqueándole los pezones hasta arrancarle el primero de sus orgasmos haciéndola aullar de emoción.

Para… para, por favor… qué gusto me das… me tienes completamente loca –confesó tratando de relajarse al tiempo que le tomaba la cabeza apartándola con fuerza.

¿Cómo te encuentras? –preguntó él sonriéndole maliciosamente sabiendo lo muy inquieta que estaba.

Oh, eres malo conmigo… sabes cómo excitarme con cada cosa que me haces –respondió ella mientras se notaba aún la respiración acelerada y fuera de control.

Acercándole la cara volvió a besarle frenéticamente, devorándole los labios, metiéndole luego uno de sus dedos en la boca para que él se lo lamiera con fruición. Perdiendo la poca vergüenza que le quedaba, llevó sus labios a la oreja del hombre y empezó a susurrarle algo sugestivo, dándole a conocer todo aquello que deseaba que le hiciera, toda la interminable serie de ideas que pululaban por su mente obscena.

Quiero tu rabo. Quiero ver el armamento que gastas…

¿Eso quieres, chica mala?

Sí dámelo… quiero todo tu rabo dentro de la boca… me has puesto como una moto y ya no puedo ni quiero parar.

A John le gustaron las palabras de la muchacha, que fuera tan sucia y directa y que no se guardara nada para ella. Eso le encantó, verla tan segura de sí misma y bien dispuesta a darle placer. Nunca con otras mujeres le había pasado; tanto su esposa como Verónica y Ana se mostraban sumisas y receptivas a todo lo que él quisiera hacerles. En cambio Asa, la joven japonesa, era la primera mujer que parecía saber lo que quería, diciéndoselo a la cara sin el menor pudor.

Arrodillado frente a ella, lo fue desvistiendo quitándole la camisa y enfrentando el torso fornido y varonil que él le mostraba. Ensimismada con el fuerte aroma a hombre que su compañero desprendía, inició un lento subir y bajar, besándolo todo entero, lamiéndole uno de los pezones que notó excitar bajo las caricias que le daba. Poco a poco fue bajando más y más camino del objeto tanto tiempo deseado. Bajo el pantalón se apreciaba un bulto más que considerable, un pedazo de carne que se moría por hacer suyo. Tras soltarle el cinturón Asa corrió hacia abajo la cremallera, buscando enseguida con sus dedillos en el interior de la bragueta. Haciendo descender el pantalón y el calzoncillo apareció frente a ella la inmensa masa de carne.

¡Guau… ¿pero qué es esto? Menuda polla tan enorme! –gritó con los ojos como platos ante la turbadora presencia que el guapo moreno le presentaba.

Es toda para ti, muchachita. Disfrútala… es toda para ti…

Sin decirle nada, solo adoptando la mejor posición, ella empezó a jugar con la punta de la lengua por encima del grueso glande, dándole pequeños golpecillos que lo hicieron vibrar enderezándose hasta el infinito. Luego, mirándole a los ojos con sonrisa maliciosa fue chupando el oscuro champiñón, comiéndoselo paso a paso hasta acabar metiéndose la parte que pudo del tronco en el interior de su boquita. Pensó que la iba a hacer ahogar, tan enorme le parecía. Él lanzó un gemido lastimero al tiempo que con una de sus manos le agarraba la cabeza animándola a seguir. Estirada sobre la amplia cama y ya perfectamente acomodada se dedicó a saborear el miembro masculino, lamiéndolo y llenándolo con su saliva hasta conseguir hacerlo deslizar con facilidad entre sus labios. Con cada roce que sus labios le ofrecían notaba la carne masculina palpitar deseosa de un nuevo contacto. Sacándola de la boca se apoderó de los cargados testículos los cuales lamió y chupó entre los continuos gemidos y lamentos que la boca de su amante emitía. Con gran lentitud humedeció todo el grueso tronco pasando la lengua desde la base hasta el glande para, sin solución de continuidad, volver a meterla en la boca chupándola al mismo ritmo con que su mano le masturbaba.

¡Quiero que te corras… vamos dámela toda… quiero toda tu leche! –exclamó enloquecida mientras movía la mano arriba y abajo sin darse un segundo de respiro.

Sí, sí continúa… qué gusto me das… vamos cómetela, putita.

Moviendo la cabeza adelante y atrás y ayudándose de la mano lo fue masturbando dándole el mayor de los placeres, metiéndoselo en la boquita, tragándolo hasta donde podía para de pronto parar sacando la lengüecilla para saborear el glande haciendo pequeños círculos alrededor del mismo. Una vez más se la introdujo hasta la mitad chupándolo y tragándolo con desesperación, haciendo que la respiración del macho alcanzara su límite en el momento en el que con un grito furioso acabó corriéndose sobre su rostro y sus pechos llenándola con abundantes goterones de semen. Asa soportó todo aquello cerrando los ojos y disfrutando del líquido caliente que la cubría por entero. Haciéndole acercar juntaron las bocas desesperadamente, encontrándose las lenguas entrelazadas al instante en el interior de su boca.

¡Dios, qué buena mamada me has dado!

Bueno eso solo ha sido el principio. ¿No creerás que con eso hemos acabado?

No, claro que no –respondió él mostrándose perverso y bien dispuesto a seguir con todo aquello.

Lanzándose y apretado contra ella la hizo volver nuevamente boca arriba y así la fue cubriendo de besos. Con sus labios recorrió el vientre liso y joven de la hermosa oriental la cual, con cada caricia, fue llenando la estancia con su respiración entrecortada. John prosiguió con su labor, envolviendo con sus brazos los muslos de Asa viéndola retorcerse entera con cada beso con el que su boca la obsequiaba. Ella, entrecerrando los ojos, llevó las manos por encima de su cabeza buscando algo a lo que aferrarse, encontrando las arrugadas sábanas en las que acabó por clavar las uñas. Colocado entre sus piernas, el maravilloso negro se introdujo entre ellas chupándole las ingles y el interior de los muslos. Haciéndose con su empapada flor fue tranquilamente lamiéndola y devorando los labios con lentas y continuas pasadas de aquella hambrienta lengua. Jugó con su sexo, aumentando el ritmo de sus lamentos y haciéndola tensar la pierna con un fuerte golpe del pie mientras se mordía el labio con energía para no gritar.

Sí cómemelo… cómemelo, cariño… qué maravilloso es todo esto…

Alcanzando el tierno clítoris su experto amante lo humedeció de arriba abajo y de abajo arriba, mordisqueándolo suavemente hasta lograr enderezarlo y envolviéndola en una vorágine de locura desmedida. Asa aullaba como una perra, la perra en que aquel hombre la había convertido. Con la cabeza levantada podía ver todo aquello que él le hacía. Un nuevo orgasmo iba creciendo entre sus piernas bajo el cálido roce que aquella lengua y aquellos labios le proporcionaban. En un leve momento de respiro ella metió uno de sus dedos en la vagina para enseguida sacarlo dando paso una vez más a la lengua masculina. Abriendo las piernas para luego elevarlas sintió la comida de coño que él le daba, arrancándole gemidos y jadeos sin fin, pidiéndole más, pidiéndole que continuara hasta el infinito, agarrada a su cabeza y estremecida de gusto.

John jugueteaba con su vulva, llenándola de saliva y hundiendo la lengua entre las paredes de su vagina. Los gemidos y suspiros que tanto había buscado acallar, surgían ahora imparables de entre sus labios resecos, gritando con el entendimiento totalmente perdido y sin miedo a poder ser oída. Ya nada le importaba…

¡Fóllame, fóllame con tu lengua!… sí, cómeme entera –reclamó a punto de alcanzar un nuevo orgasmo.

El momento tan esperado estaba a punto de llegarle. La fatigada hembra, curvándose entera, sintió un escalofrío de placer correrle por todo el cuerpo en el instante en que una explosión imparable la llenó mientras aprisionaba la cabeza de su amigo entre sus piernas haciéndole beber el manantial de jugos que su sexo expelía.

Poniéndose a cuatro patas sobre la cama tras recobrarse lo suficiente, enganchó el miembro masculino volviendo a lamerlo y chuparlo, reconociéndolo tan duro y enorme como unos minutos antes. Pasando la lengua por todo lo largo del tronco inició un juego sensual degustándolo con cara de guarrilla, entregada al placer, demostrándole a su compañero lo mucho que le gustaba. Aquello encantó a John el cual no pudo más que gemir de placer ante el furibundo ataque al que la bella oriental le sometía. Realmente lo hacía bien, sabiendo cuándo parar y cuándo hacerlo de forma mucho más intensa. Muchas mujeres se lo habían hecho pero debía dar la razón a los que hablaban de las grandes habilidades en el arte de la felatio por parte de las hembras procedentes del Lejano Oriente.

Chúpala Asa… vamos chúpamela –exclamó tan pronto notó los labios de la muchacha besándole suavemente el pene.

¡Me encanta… mmmm, es tan grande y gruesa! –dijo ella observando el tamaño de aquel músculo negro y oscuro.

Los labios de Asa transitaban por toda la larga salchicha, enloqueciendo por momentos, notándola palpitar bajo el roce de su lengua, saboreándola despacio como si se tratara del mejor de los bocados. Una vez más introdujo toda aquella porción de carne en su boca mientras el hombre le acariciaba la espalda bajando por todo el hueco de la espalda desde la nuca hasta alcanzar su lindo trasero. La muchacha, respondiendo a la caricia, continuó devorándole pese a lo mucho que le costaba por lo grande que era la monstruosa virilidad que él le ofrecía Así lo fue metiendo y sacando viéndolo crecer, pasándole en ocasiones solo los labios y en otras rozando la tierna piel con sus dientes disfrutando del deleite que aquello ejercía sobre su amante.

Sí putita, sí… qué bien lo haces… sigue chupándola así, muchacha –escuchaba decirle entre trémulos jadeos de satisfacción al tiempo que él le soltaba el coletero dejando caer los cabellos por encima de sus hombros.

¡Está tan rica… me encanta tu gran polla negra… me vuelve loca! –aseguró Asa masturbándole arriba y abajo con la mano.

Cogiéndola por la cintura la levantó con gran facilidad quedando de pie y formando ambos un perfecto 69 frente al amplio ventanal. De ese modo, enfrentados al sexo del otro, gozaron todavía más comiéndose como desesperados y degustando los jugos de su pareja. Asa tragó y tragó en aquella postura imposible mientras el hombre chupaba su coñito llenándole la raja con sus babas.

Poco después volvió a tumbarla sobre la cama dejándola caer sobre las suaves sábanas. Ella se revolvió inquieta buscándole con la mirada. Deseaba tenerlo dentro, lo quería dentro de ella haciéndola gozar y retorcerse, envuelta en el frenesí de aquel loco deseo que la dominaba.

¡Quiero que me folles… quiero sentirte dentro… ven bésame, te necesito tanto! –gritó atrayéndolo hacia ella y permitiendo que John le besase el desnudo cuello.

Rodeándole la cabeza con sus brazos se besaron intensamente, trabajándose las bocas con descontrolada pasión, palpándose los cuerpos y mordiéndose tímidamente los hombros sintiendo el sudor envolver sus pieles.

El negro inmenso la retuvo por la cintura y echándola hacia atrás la hizo caer con las piernas abiertas en espera del tan deseado momento. Ambos llevaban tiempo esperándolo, se morían de ganas por tenerse, por disfrutar del cuerpo del otro.

Fóllame John, me muero por que lo hagas –confesó ella con los ojos entreabiertos y revolviéndose entre las sábanas.

Finalmente y acercándole el miembro a la entrada de su coñito, la penetró entrando con facilidad dentro de ella gracias a lo muy mojada que estaba. Enseguida empezaron a moverse entre los gemidos y gritos de ambos. Asa notó su vulva abrirse permitiendo la entrada de buena parte de aquella polla. Tuvo que cerrar los ojos al sentirse empalada por aquel pedazo de carne tan tremendo y enloquecedor; ciertamente no creyó nunca que su sexo pudiese recibir tan enorme visitante. Jadeando y moviéndose al mismo ritmo que él, se notó flotar en el aire para rápidamente quedar parados mirándose a los ojos, sonriéndose sin decir nada, diciéndose con las miradas todo aquello que sus cuerpos experimentaban.

¡Dios mío, te siento entero dentro de mí! –pudo decirle al fin acercándolo con sus manos apoyadas en el bonito culo de John.

Nuevamente empezó él a moverse, follándola con golpes duros y secos, entrándole hasta el final y golpeándole con las cargadas bolas donde guardaba todo el cálido elixir que, no a mucho tardar, le entregaría sin la más mínima reserva. Ella aguantaba, agarrada a sus brazos y acompañándole en el ritmo impuesto. Enloquecía por momentos cada vez que el hombre la abría deslizándose y resbalando entre las paredes de su sexo. Asa se acarició el clítoris con los dedos al tiempo que el miembro la penetraba, desplazándose sin descanso, ofreciéndole el más intenso de los placeres.

Con una de sus piernas sobre el hombro, el apuesto moreno se echó sobre ella besándola delicadamente. La muchacha se estremeció nada más notar los gruesos labios apoyados sobre los de ella. Le gustaba que la besara con aquellos húmedos labios y poder percibir el aliento desbocado de su amante. Los gritos y suspiros llenaban la habitación y pronto ella sintió las piernas temblarle al llegarle un intenso y fuerte orgasmo que la hizo caer agotada y feliz.

¡Joder, eres un animal… qué bueno… vas a matarme si sigues así! –dijo riendo sin poder parar.

¿Estás segura, muchacha?

No, claro que no. Es tan maravilloso cómo me lo haces que podría estar horas y horas así –respondió alargando la mano hasta tocar el grueso mango que tanto la estaba haciendo gozar.

Puesta a cuatro patas al borde de la cama y acariciándose con los dedos, esperó ansiosa la estocada del hombre. John descansó la barra de carne sobre las redondas nalgas y cogiéndola con la mano apretó sobre la concha pero sin querer entrar todavía, sólo haciéndosela notar. Ella removía el culillo en forma circular provocándole y buscando el acoplamiento entre los dos. Al fin entró dentro de ella tomándola de la cadera y empezando un lento movimiento adelante y atrás que la hizo derretir. Moviendo las nalgas ayudó en la follada empujando hacia atrás y sintiendo las carnes abrirse a cada golpe que él le propinaba.

Ummm… muévete cariño… muévete, me encanta…

Qué coñito tan mojado y hambriento de sexo tienes, nena. Es tan profundo y acogedor –dijo él sin parar de follarla con extrema lentitud, disfrutando de cada suave empujón que le daba.

Apoyando las manos en los hombros de Asa siguió y siguió follándola ahora de manera mucho más decidida, rebotándole los pechos y escuchándola jadear pidiéndole mayor velocidad. Aquella joven muchacha era una viciosilla encantadora, no paraba de pedirle más y más sin dar muestra alguna de cansancio. Realmente había resultado todo un hallazgo que trataría de cuidar tanto tiempo como le fuera posible.

La polla se movía de manera mucho más rápida, arrancándole largos lamentos satisfechos cada vez que lo notaba introducirse alcanzando el fondo de sus entrañas. Entraba y salía frenándole su respiración desbocada, resultaba excepcional el poderío de aquel hombre que la estaba haciendo vivir uno de sus mejores polvos. Agarrada a la sábana el coño engullía el miembro masculino para expulsarlo al momento en una ceremonia continua y perturbadora.

¡Eres el mejor de los amantes… completamente fascinante e incansable!

Los gritos y gemidos resultaban ya ensordecedores, roto el dominio de su ser. La bella japonesa se moría de puro gusto y sólo deseaba seguir y que aquello nunca acabara. ¡Qué polvo tan salvaje le estaba haciendo sentir aquel cabrón! Sentía su sexo irritado y cansado de tanto follar, había perdido la noción del tiempo y no sabía cuánto tiempo llevaban enganchados el uno al otro. Seguramente sería mucho pues pudo ver cómo el cielo empezaba a oscurecer a través del ventanal.

Cayendo sobre su espalda, la poderosa humanidad de su amigo la cubrió al tiempo que le llenaba el cuello y la oreja de besos que la hicieron estremecer. La llenó con su ardiente saliva, de palabras entrecortadas y sin sentido alguno. Volviéndose hacia él le pidió con voz entrecortada:

Déjame que te folle yo a ti.

Claro pequeña, será todo un placer –comentó John sonriéndole con la mejor de las sonrisas.

Tumbándose boca arriba con la polla en ristre se dejó montar por Asa la cual agarró el diabólico miembro entre sus dedos buscando la nueva copula. Con inaudita facilidad quedó clavada al hombre y pronto empezó a moverse adoptando el ritmo que más le convenía. Ahora era ella la que mandaba y echándose sobre el guapo moreno acercó la boca besándole y disfrutando de sus gruesos labios. Las lenguas se unieron, alcanzando la de John el paladar de la mujer. Apoyando las manos en el musculoso pecho lo cabalgó entre gemidos, removiéndose sobre el candente eje que tanto la hacía gozar. Follándose ella misma, balanceaba las caderas tragándolo y expulsándolo para enseguida arquear todo el cuerpo quedando quieta sobre él. John se mantenía pasivo sabedor del papel que en esos momentos le tocaba jugar.

Me gusta… me gusta… me matas de placer, amor –pronunció con dificultad mientras disfrutaba de aquel pedazo de carne.

Así lo estuvo cabalgando, tan pronto incorporándose como cayendo sobre su amante sintiendo la polla alcanzar lo más hondo de sus entrañas. El hombre la tenía bien cogida por la cintura para que no se le escapara y, de ese modo, dejaba que Asa botara y botara sin dejar de gritar como loca. La muchacha obtuvo un nuevo orgasmo que le restó casi las últimas fuerzas de su cuerpo tan agotado y saciado.

Apoderándose con las manos de la cabeza del macho, se deslizó muy lentamente haciendo que su coño engullera y dejara escapar el tronco masculino para de nuevo elevarse sobre su compañero el cual, por primera vez desde hacía un rato, secundó los movimientos de la hembra golpeándola con fuertes golpes de riñones. Ella cerró los ojos mientras gritaba ante el nuevo ataque de su hombre. Cogiéndose el cabello con la mano echó el cuerpo hacia atrás al tiempo que lo cabalgaba, bamboleándose sus tetas arriba y abajo las cuales atrapó John entre sus manos sin perder un segundo.

Vamos nena… vamos… muévete pequeña… pronto me harás correr.

Oh sí… sí, dámelo cabrón… joder, me vas a matar.

Sí putita, sí… continúa más deprisa… qué gusto más rico.

Córrete… córrete sí… quiero sentir tu corrida dentro de mí… no la saques, por favor.

Abrazados y sin parar de besarse, rozaban sus cuerpos entre los sensuales gemidos y jadeos que la mujer exhalaba. Asa jadeaba como una perra en celo, la perra en celo en que aquel hombre maravilloso la había convertido. Moviéndose contra ella de manera salvaje, las paredes de su vagina acogían el inmenso pene de su amigo notando la proximidad del orgasmo del hombre. John respiraba con evidente dificultad, cercano al clímax el cual le llegó entre incontrolables estertores y convulsiones que le hicieron llenar las entrañas femeninas con su abundante explosión de cálido semen.

La muchacha notó el líquido masculino golpear las paredes de su sexo y cayendo sobre el hombre alcanzó el último de sus orgasmos. Muertos de cansancio, acariciaron sus cuerpos tímidamente con las manos mientras trataban de recuperar parte de las fuerzas perdidas. Tirándose a un lado, ella descabalgó quedando tumbada junto a su amante y notándose feliz como hacía tiempo no se sentía.

¡Joder, qué polvo más bestia… ha sido fantástico… ummm, tu mujercita estará contenta contigo… menudo animal!

Uff, eres una gran amazona muchachita –dijo él sintiendo las fuerzas abandonarle tras el esfuerzo realizado.

¿Sabes? Al principio tenía miedo de acostarme contigo por tu fama de mujeriego pero ahora no me arrepiento de nada. Ha sido uno de los mejores polvos que nunca me han hecho sentir… Otro día te daré mi culo –exclamó mostrándose segura de sí misma y deseosa de un próximo encuentro.

Bien preciosa, será un placer hacértelo si así lo deseas –respondió el hombre encarado hacia ella y mientras le acariciaba suavemente el brazo con uno de sus dedos.

Buscando el teléfono móvil que descansaba en la mesilla más cercana a ella, Asa le echó mano observando las varias llamadas que su pareja le había hecho tratando de localizarla desde hacía casi una hora. Levantándose de la cama con rapidez y dándole la espalda, buscó sus ropas desperdigadas por la habitación empezando a vestirse con cierta urgencia.

¿Tu novio te busca? –preguntó John imaginando lo que preocupaba a la muchacha en esos momentos.

Oh, lleva casi una hora llamándome… pero no pasa nada, le diré que hubo faena y que tuve que quedarme más rato. No te preocupes por él –comentó mientras se colocaba la falda.

¿Cuándo volveremos a vernos? –le preguntó directamente el apuesto moreno el cual permanecía todavía tumbado y completamente desnudo sobre el revuelto lecho.

Ya hablaremos sobre eso. ¿De acuerdo? –dijo ella acercándose al hombre y besándole de forma tenue tras haberse puesto la camisola.

Tengo ganas de probar ese culillo que me has ofrecido –declaró el hombre al tiempo que le pellizcaba con fuerza una de las nalgas por encima de la tela de la falda, haciéndola gritar ante la inesperada caricia.

Bien, todo a su debido tiempo. No seas impaciente –exclamó sonriéndole y llevando una de las manos a la entrepierna de su macho la cual notó bien dispuesta a algo más.

Sssh, guarda las fuerzas para otro día. Las vas a necesitar, te lo aseguro… pienso dejarte seco o morir en el intento –volvió a sonreírle esta vez de manera aviesa al mismo tiempo que recogía su bolso metiendo el móvil en el mismo.

De esa manera, salió taconeando de la habitación, relamiéndose los resecos labios y encaminándose por el largo pasillo en busca del ascensor que la llevara a la calle…

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