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Embarazada y zoo (parte 6)

en Zoofilia

EMBARAZADA Y ZOO (Parte 6)

En agradecimiento a mis lectores, y a pedido de que continúe  con mis experiencias, intentare complacerlos. Si bien hay cosas reiterativas,  pretendo contarles, cosas que sucedieron posterior a mis relatos anteriores, con ciertas variantes que fueron hasta algo inesperado para mi.

Después de nacer mi segunda hija, prácticamente abandone la zoofilia, por infinidad de motivos, fundamentalmente falta de  tiempo, y personales. Mi cuerpo estaba algo más esbelto, aunque mis pechos continuaban estando grandes por el amamantamiento de mi hija. A  veces al tener relaciones con mi esposo, me excitaba trasladando mis pensamientos a aquellos días con Lourdes y su perro. Si bien manteníamos en contacto, nuestra etapa sexual se había postergado. A pesar de insistirme en que fuese a su casa, era como que no estaba muy dispuesta a continuar con esa dependencia, no porque no lo desease, simplemente me sentía madre por un lado y era como que no concordaba con mi función, teniendo en cuenta que lo había practicado en determinadas oportunidades.

A pesar de mi resistencia de retomar esa práctica nuevamente, siempre el diablo mete la cola, o más bien las cosas se presenta de cierta manera, que una cae en la tentación, prometiéndose que será esa sola vez. Es evidente que cuando se ha practicado el sexo animal, es difícil evitarlo,  es como una droga, en la que una no puede dejar de suministrarse. Y no lo digo solo por mí, sino por todas aquellas, con la que nos hemos chateado o enviado mail.  Voy por lo sucedido.

Un sábado por la tarde, mi esposo que era el encargado de bañar a Bobby, tenía que salir y me pidió que me hiciese cargo de esa tarea, aprovechando que las niñas dormían. Si bien estaba cansada con ganas de tirarme un rato en la cama a descansar, termine haciéndome cargo de la labor. Como sabia que cada vez que se le bañaba terminábamos bastante mojados, me cambie de ropa colocándome una camisola vieja que tenia.

Traje a Bobby al lavadero y lo hice subir a la pileta, donde habitualmente se lo bañaba, después de mojarlo inicie el enjabonado, y al llevar mi mano a su pecho, observe que asomaba parte de su miembro. Por un lado traté de evitarlo, pero por otro estaba algo molesta con mi esposo, por haberme sumado otra tarea. Así que como una compensación, y en parte por resentimiento, decidí disfrutarlo. Comencé a fregarle su zona genital, mi mano comenzó a acariciar su funda, y no paré hasta lograr hacer surgir su rojo órgano. Bobby estaba como estático, disfrutando de mi exploración manual, después de enjuagarlo, mi idea de excitarlo se fue acrecentando.

Estaba bastante estimulada, así que continúe masturbándolo con insistencia, visualizando como surgía su erecta vara, comenzando a segregar su líquido, sin pensarlo y como su frenética hembra, inicie un lamido en lo largo de su aparato. Al llegar a su máximo crecimiento, la llevé hacia atrás para tener un mejor acceso. No se aun que es lo que me incita a hacerlo, mi lengua inicio un movimiento circular en el extremo de su aparato, perdiéndome en esa realidad. No tardé en introducir suavemente mi boca. Hacia bastante tiempo, que  no estaba en contacto con la verga de mi perro, la cavidad de mi vía, no llegaba a deglutirla en su totalidad, estaba como una esquizofrénica  mamándosela. Me bajé mi tanga, para tener mejor camino a mi mojada vagina, mientras mis dedos rozaban mis labios interiores y acariciaban mi rígido clítoris, mi boca se mantenía apropiada de la verga de mi Bobby. Seguí jugando una y otra vez con su erguida polla mucho más y empecé a hacerle una mamada monumental, aquel enorme instrumento desaparecía dentro de mi boca hasta llegar a mi garganta y mi cabeza entraba y salía  una y otra vez...., de vez en cuando me la sacaba de la boca para observarla mas detenidamente.

No sé el tiempo que permanecí haciéndolo, el orgasmo que estaba consiguiendo, hacia que acelerase con mi chupada, hasta llegar al éxtasis  buscado, su tibia y excesiva leche inundo mi boca, manteniendo su miembro mientras parte de lo no tolerado, se desbordaba  por la comisura de mis labios. Mi convulsión había sido bastante intensa y larga, me sentía satisfecha dispuesta a repetirlo, estaba empapada por todos lados,  empezando por mi vagina, el esperma del perro, sumado al intenso goteo de mi leche materna. Me quité mi camisola dispuesta a volver a transformarme en su insaciable perra, pero los lloriqueos de unas de mi hija, me  hicieron volver a la realidad, convenciéndome que esa era la última vez. Me lave como pude y fui a la atención de mi beba.

Cuando pude ir a bañarme mis pensamientos habían quedado en mi reciente experiencia, pensando en volverlo a sentir en mi interior. Los días continuaron pero por distintas razones no llegue a concretar nuevos encuentros. Con Lourdes nos veíamos cada tanto, o venia a casa o yo iba a la suya, por supuesto que no pasaba de mas que algún beso. No dejaba de repetirme cada vez  que nos encontrábamos, en lo bien que lo habíamos disfrutado, y estaba deseosa de reiterarlo. Le comentaba que no era que no lo quisiese, simplemente me resultaba complicado separarme de mis hijas, por un lado no quería tener una persona que las cuidases y por otro con mi madre se hacía complicado, y los fines de semana lo pasábamos en familia,  junto a mi esposo.

Así fue pasando el tiempo, y poco a poco me fui adaptando a la situación, si bien había momentos en que venía a mi mente esos instantes pasados, fue como que me fui acostumbrando a las circunstancias. Un día todo se desarrollo de tal forma, que tenía un espacio de varias horas a mi disposición. En mi mente surgió Lourdes, a la que llame con la esperanza de encontrarla. La llame por teléfono, para ver si ese día estaría libre para vernos, a lo que de manera muy entusiasmada me dijo que sí. Llegue a su casa dentro de la hora predicha, al abrir la puerta y verme me abrazo fuertemente, como si hiciese años que estábamos alejadas. Apenas cerró la puerta de calle, nos besamos de manera desesperada, mientras mi corazón latía apresuradamente. Mientras manteníamos nuestras bocas pecadas y entrelazadas nuestras lenguas, la mano de Lourdes comenzó a desabrochar mi blusa, para dejar al descubierto mis tetas, creo que eso la excito mas, al ver que estaba sin sostén, prácticamente me acosta sobre una mesa cercana, abrió mas mi camisa, para desnudar mis pechos, y poderlos mamar ávidamente, pero su boca se encargo de deshincharlos, mientras mi leche alimentaba su glotona boca.

Mis pezones se mantenían erguidos, sintiendo sus dientes apresarlos con algo de fuerza, era evidente que Lourdes, me sacaba de mis cabales, le entregaba mi cuerpo para que lo disfrutar y a su vez gozar con su desenfreno. Introduzco su mano entre mis piernas, mientras mi falda estaba por mi cintura, quito mis bragas, para frotarla en mi vagina, sin dejar de continuar mamando mis pechos, absorbiéndolos y a su vez succionándome mis tetillas.

Captaba sus dedos empotrarse en mi sexo, de una manera apasionada y continua, friccionando el extremo de mi clítoris rígido por los continuos acechos. Mis exclamaciones eran prolongadas y continuas, hasta llegarme a una fuerte convulsión. No me dio respiro hasta producirme un segundo, después de quitarme el resto de mis prendas. Tendida sobre la mesa completamente desnuda, abrió mis piernas para introducir su cara en mi sediento sexo, lamiendo sin censura mi vagina, metiendo la totalidad de su lengua en mi cavidad. Al mordisquear mi clítoris, su dedo busco mi ano para introducirlo rápidamente. El movimiento que me producía en mi recto, más su boca en mi sexo me hizo venirme con total desesperación. Quedé tendida sobre la mesa, totalmente agotada, mientras mis tetas goteaban, por mi excitación o por las mamadas de Lourdes o por ambas cosas. En breves segundos estaba colocada boca abajo con mis pies sobre el piso y mi pecho sobre la mesa. Me hizo abrir mis nalgas para descubrir mi aro, sintiendo de una manera placentera y excitante, a su lengua incursionar en esa zona, hasta lograr hacerme venir.

Después de un buen rato me invitó  ir a su dormitorio,  previo a adelantarme que tenía una sorpresa, me acostó en su cama atándome  de manos y pies, me vendó los ojos, e inicio una incursión sobre mi cuerpo desnudo, fundamentalmente en mis tetas que las obsesionaba, las acaricio hasta estrujarlas de una manera delicada pero a su vez intensa. Avivó mis pezones que no tardaron en empinarse, para ser mordidos y succionados con fuerza. El hecho de encontrarme imposibilitada de movimientos y anulada mi vista, parecía desarrollar los sentidos restantes.

No sabía cómo actuaria, ni con que continuaría,  cuando sentí elevar mis sentaderas para colocar un almohadón, poniendo más expuestos mis intimas cavidades. Se hizo el silencio durante un periodo no muy largo, esa expectativa me impacientaba, cuando oí, pisadas, por supuesto de un animal, era de suponer que sería Rocco, sentí su hocico rozar parte de mis nalgas, en ese instante algo pegajoso fue untado en mi vagina y en mis tetillas.

Sabía lo que me haría, me entregue apacible a la espera de esas lamidas glotonas, al golpear Lourdes sobre la cama, de un rápido salto, Rocco estaba sobre mí, buscando las unturas aplicadas, mi pecho se estremecía al comenzar  a percibir su hocico y posteriormente su lengua frotar mi sexo, pero mi sorpresa mayor fue al sentir un segundo animal trepar en la cama para lamer mis tetas. Era un delicioso cosquilleo lleno de sensualidad y estimulación, sus patas pisaban mi  cuerpo, sus lenguas deglutiendo mis sectores endulzados, cada tanto mi amiga impregnaba mis partes más sensibles y estimulantes, produciendo la expulsión  de feromona.

Después de esta insaciable y voraz lamida, la que no dejó de  producirme una seguidilla de orgasmos, estaba extenuada, mientras Lourdes comenzó a desatarme. Apenas quedé liberada la abrace y nos besamos con fervor, nuestros desnudos cuerpos se mantenían en contacto, sin demasiada acción. A continuación llevó a Rocco afuera, quedándose este nuevo  ejemplar negro, de aspecto bravío, muy joven, bastante inquieto  y una contextura grande. No podría decir que me causaba  aprensión o miedo, pero si algo de resquemor. Parecía como si estuviese estudiando a su nueva hembra, oliéndome y lamiendo mis resquicios, como preparándome para sus cercanas intenciones. Ya estaba en cuatro, apoyada sobre la cama, y manteniendo mis piernas abiertas, elevando mis sentaderas para ofrecerle mi intimidad, me sentía algo ridiculizada, me estaba ofrendando a ese  nuevo macho, ese estado de degradación me agradaba, me excitaba al punto de esperar lo que fuese necesario para que se me aparease.

Estimo haber estado en esa posición diez minutos o mucho mas,  acelerando mis pulsaciones cada vez que intentaba ensamblarme. A partir  de una serie de progresivas tentativas, decididamente me monto,  apoyándose sobre mí,  he iniciar una sucesión de intenciones para penetrarme, agitando su ardiente contextura contra mi cuerpo, sin lograr ubicar mi abertura. Estaba obstinada en tener contacto con este nuevo ejemplar, cuando la mano de Lourdes la dirigió hacia mi vagina, cuando de una manera feroz y violenta su miembro fue introducido en mis entrañas, haciéndome escapar un exclamación de dolor.

El perro estaba esquizofrénico, cada empellón que me efectuaba mis tetas se bamboleaban, mientras su crecida verga, no cesaba en friccionar el interior de mi cavidad. Sus patas me apresaban con cada vez más intensidad, al ver reflejar mi imagen sobre un espejo, creía no ser yo, era una escena, diría insana, llena de morbosidad.

Los músculos de mi vagina se apretaban contra su poderoso miembro y mis manos se aferraban a los bordes de la cama, mientras sus empellones se hacían más acelerados y violentos. Su jadeo indicaba la energía con que me estaba copulando, mientras mi espada era bañada por su baba. Me sentí su esclava, su hembra avasallada, dispuesta a someterme a su imposición con el fin de gozar plenamente de ese  morboso acople. Gemidos, quejidos y gritos era lo que originaba producto del vigor de este acto sexual. Mi vello se ponía de punta y un escalofrío recorría todo mi cuerpo, llegué a no sentir mis dedos, mi cara ardía, era una sensación extraña, pero notaba como se acercaba otro orgasmo diferente, empecé a gemir fuertemente, cada vez más fuerte, hasta llegar a gritar, a decir cosas sin sentido, ese convulsión me invadió desde la cabeza a los pies... fue increíble.

El espectáculo debía ser sorprendente,  pues Lourdes comenzó a masturbarse, mientras no cesaba de acariciar mis muslos, mis tetas, mi vagina... Cerraba los ojos e intentaba sentir todas esas caricias que me maravillaban. No pude aguantar más y dando fuertes resoplidos tuve otro orgasmo en medio de jadeos y exclamaciones.Sentía que cedía al dominio que ejercía sobre mi ser, si bien lo he dicho varias veces, me concebía su hembra, me entregaba totalmente a un nuevo animal, ardiente e insaciable, que el dolor que me producía se sosegaba con el sádico placer que me causaba.

Apreciaba como se desarrollaba, adueñándose de mi interior, dilatándose contra las paredes de mi intimidad. Toque con mis dedos la sensibilidad de mi clítoris, que había alcanzado su máxima intensidad. Su bola también se había hecho dueña de la situación, gemía al sentir la intensidad de su aparato cobijado en mi seno. Su verga ya se había anidado en mi vulva, hasta adquirir su crecimiento absoluto, fijándose a las paredes de mi interior, el tamaño de su bola se incrusto en mi vagina, impidiendo que saliese su miembro, para comenzar a eyacularme su liquido cálido y copioso, con la intención Instintiva de fecundarme. Contraía los labios de mi vagina  como impidiendo se retirase, al sentir su esperma cálida y copiosa inundar mi claustro, no detuve mis gemidos. Toque mi vagina y comprobé que parte de sus fluidos goteaban por mis piernas.

De manera decidida, sin darle algo de delicadeza, quito su aparato en forma brusca y rápida de mi interior. Quedé bastante agotada, con mis músculos agarrotados y mi sexo más que irritado, pero a pesar de eso deseaba mas, nunca había sido copulada de esa manera tan salvaje, no sé si por la vitalidad  del animal o por el tiempo que no lo hacía. Lourdes pareció leerme mis pensamientos porque sin titubear preparo al otro perro para dar continuidad a un nuevo apareamiento. Aun me mantenía arrodillada, intentando recuperarme, eleve mi culo, y no tarde en sentir la montada de Rocco. Sin oponerle resistencia,  separe mis piernas para permitirse acomodar y como una saeta se apodero de mi cuerpo y sin demasiado preámbulo me inserto su aparato. Después de correrse copiosamente,  se bajo a lamerme y posteriormente lamio su verga aun erguida. Quede más que extenuada, acostada sobre la alfombra, cuando vi el reloj, me levante como una tromba, se me había hecho tardísimo.

Me limpie como pude, me despedí de mi amiga, al salir a la calle para tomar un taxi, estaba como ida,  despistada como si hubiese vivido un terremoto. Al sentarme en el vehículo, percibía el olor característico de la secreción de estos animales, que en parte aun lo mantenía en mi cuerpo.