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Curiosidad anal (y una aclaración)

en Autosatisfacción

Antes que nada la aclaración

Bárbara es un personaje ficticio, modelada con mis experiencias y mis fantasías, y en la que reflejo todo lo que soy y quisiera ser. Por ello, nunca os la podréis encontrar por la calle y, por supuesto, no responderá jamás a ningún mensaje de amistad.

Reconozco que el fallo ha sido mío al no aclararlo en mi primer relato, y si algún lector se siente estafado, sólo puedo pedir mis más sinceras disculpas. Nunca fue mi intención engañar a nadie.

Si después de esta confesión os sigue interesando las vivencias de la pequeña Bárbara, os dejo con la que fue su primera experiencia de autosatisfacción anal, inspirada, como todos mis escritos, en hechos reales. Dice así:

"No soy virgen, de ninguna de las maneras en las que una mujer puede serlo. Al día de hoy, mi culito ha disfrutado con consoladores, zanahorias y, por supuesto, de un buen hombre, pero mi primera experiencia anal fue con mi propio dedo corazón (supongo que como les pasó a la mayoría de los fans de esta página).

Os voy a contar como fue.

Estaba sola en el piso que compartía con un par de compañeras de la universidad. Sabía que tardarían en volver, pues ambas estaban de examen, y decidí hacer una pausa en mis estudios y regalarle un buen orgazmo a fin de relajar la tensión de los exámenes. Así que puse una de las películas que aún hoy guardo para estos momentos de soledad, dejé las braguitas abandonadas de cualquier manera sobre el sofá y empecé a disfrutar de la película y de mi coñito embadurnado en lubricante.

En la pantalla, la rubia tetona de turno sufría los embistes salvajes de su compañero y yo, que por aquel entonces sólo había estado con chicos (no podía imaginar que años después no cambiaría a mi chica por ninguna polla, por muy impresionante que ésta fuera), imaginaba que era mi sexo el que era penetrado, acompasando la entrada y salida de mi dedo con las embestidas del actor.

En un momento determinado, un hilillo de lubricante resbaló hasta el objeto de este relato. Lo recogí con rapidez, por miedo a que manchara el sofá, y al tocar este agujero “prohibido” me recorrió un escalofrío de excitación que me puso la piel de gallina.

Nunca antes había sentido la necesidad de explorar esta parte de mi cuerpo (y mira que había visto porno como para sentir algo de curiosidad), y ahora, de buenas a primera, me sorprendía excitada ante la posibilidad de darme satisfacción anal ¿Por qué no?, me pregunté a mí misma ¿Qué hay de malo en ello?  Estaba sola en casa; mis compañeras tardarían en volver y sabía que no podría seguir con los estudios a menos que satisfaciera mi curiosidad. Así que me desnudé por completo y empecé a juguetear con mi ano hasta que estuvo suficientemente relajado. Entonces comencé la penetración con el dedo corazón de la mano izquierda bien embadurnado en lubricante.

Fue lenta y molesta. Con la mano libre tiraba de las nalgas para facilitar la entrada de mi dedo y cuando éste estuvo completamente dentro noté cómo mi cuerpo facilitaba su salida, como si deseara expulsar de él aquel objeto extraño. No se lo permití. Me obligué a metérmelo una vez más, y otra, y otra, hasta que alcancé cierta velocidad, disfrutando con la doble sensación de ser dominadora y sumisa.

Adelanté la película hasta la escena en que una morena canija era penetrada por dos tíos a la vez, y mis dedos hicieron lo propio, estimulando mi clítoris a la vez que volvía a violentar mi culito, ya por entonces caliente y maltratado. Adquirí un ritmo salvaje en el que me llegué a encontrar doblemente penetrada y cuando los chicos de la pantalla se corrieron en la cara de la chica; cuando ésta, con el semen resbalando por su barbilla, le chupaba la polla a aquellos dos sementales sudorosos, un intenso orgazmo me hizo arquear la espalda, quedando rendida en el sofá con los dedos cansados aún dentro de mí.

Tras la ardiente explosión, temblorosa y algo escocida, tuve que ir al baño para satisfacer otro tipo de necesidades (que no contaré ya que no me pone lo escatológico), y que supongo que los iniciados han sentido alguna vez.

Ahora, si me disculpan, voy a rememorar este relato de manera más física e íntima. El mero recuerdo de aquella tarde me ha puesto tan cachonda que me resbalo de la silla (que guarrilla puedo llegar a ser).

Un beso para todos."