miprimita.com

Una chica cachonda en el vestuario masculino

en Hetero: Primera vez

Me llamó Álvaro, tengo 18 años. Soy alto, moreno y ojos oscuros. Todos los fines de semana voy al gimnasio para trabajar mi cuerpo y ponerme en forma. De hecho, este relato sucede en el vestuario del gimnasio. Contaré todo desde el principio.

Yo hacía dos meses que había cortado con mi novia. Yo tenía muchas expectativas con esta última chica. Pensaba que por fin iba a dejar de ser virgen. Nunca más tendría que recurrir al placer solitario. Pero nada resultó como yo había planeado. La chica resultó que no quería ni que la viera desnuda, y mucho menos que la tocara. Además resultó ser una caprichosa, solo me quería por los regalos que le hacía cada semana. Ella siempre dejaba caer, de forma sutil e inteligente, lo que quería para la semana siguiente. Cuando me di cuenta que nuestra relación era simplemente de parasitismo materialista, decidí cortar. Y allí estaba, de nuevo, solo y virgen.

Un día me dirigí al gimnasio, pero llegué demasiado tarde y apenas pude hacer diez minutos de máquinas. Me echaron de allí, pues el gimnasio tenía que cerrar. Me fui al vestuario y me desvestí. Me iba a dar una ducha tranquila y relajante, lo necesitaba. No tenía prisa, el vestuario cerraba bastante más tarde que el gimnasio. Estaba abierto para los que quisieran utilizar la piscina –que también permanecía abierta hasta tarde– y luego quisieran darse una ducha. Pero, a aquellas horas, nadie quería utilizar la piscina. Nadie se bañaba ni utilizaba el vestuario tan tarde.

De pronto, me di cuenta de que no estaba solo. Una bolsa de deporte azul celeste descansaba sobre uno de los bancos. Y el sonido de una ducha abierta delataba una presencia ajena.

La bolsa de deporte estaba abierta y de uno de los laterales sobresalían unas bragas. Yo, sin poderme creer lo que estaba viendo, me acerqué a la bolsa. Cierto, eran unas bragas y además habían sido usadas por una chica cachonda hacía poco. La mancha de fluidos era delatadora. La gran pregunta era: ¿qué hacían aquellas bragas allí, en el vestuario masculino?

Puede que un chico hubiera pedido prestada a su novia la bolsa de deporte sin darse cuenta que había ropa suya dentro. Eso tenía que ser. Por si acaso miré dentro de la bolsa. Mi sorpresa fue enorme. No había ni rastro de ropa masculina. Todo era de chica.

La idea de que hubiera una chica duchándose  donde más tarde me iba a duchar yo me puso muy cachondo. Pronto tenía mi miembro duro como una piedra. Cogí las bragas y me las acerqué a la nariz para olerlas. Desprendían un intenso olor. Casi por instinto me llevé la otra mano a mi miembro y empecé a sobarlo. Me atreví incluso a sacar la lengua y chupar un poco de la mancha de fluidos. Estaba deliciosa. Incrementé el ritmo de mi paja y, de repente, una voz femenina me interrumpió:

- Vaya, pensaba que estaba sola…

Rápido como un rayo solté la prenda y cogí una toalla para tapar mi erección. La chica se rió.

- No hace falta que te tapes, ya te he visto todo… además, estamos en el vestuario de chicos, ¿no?

Yo, lentamente, me quité la toalla y la dejé sobre el banco. La erección casi había desaparecido con el susto. Volví a mirar a la chica. Era muy guapa. Era una mujer de pelo castaño, alta, de ojos color café, ni delgada ni gorda, pero con curvas pronunciadas. Se había tapado el cuerpo con una toalla diminuta, pero enseguida se deshizo de ella. Así estábamos igualados.

Yo me había quedado mudo.

- No me digas que no has visto nunca a una chica desnuda –comentó ella.

Yo tragué saliva y le conté la verdad. En la realidad nunca había visto a una mujer desnuda. Ella volvió a reír con su risa cantarina. Me dijo que me acercara. Yo obedecí sin rechistar y me senté a su lado.

- Entonces, desde tu inexperiencia, ¿Qué te dice tu instinto… mis tetas son naturales o operadas?

Yo no sabía que responder, solo sabía que daría cualquier cosa por tocar aquellos enormes melones.

- Si estás indeciso puedes tocarlas.

Yo acerqué una mano y la chica la colocó sobre uno de sus pechos. Estaba suave y caliente.

- Si sigues indeciso puedes chupar con la lengua… leí en algún sitio que tenemos un montón de terminaciones nerviosas, quizá te ayude…

Yo la hice caso y acerqué mi boca a una de aquellas maravillas. Empecé a chupar un pezón. No hace falta decir que la erección hacía tiempo que me había vuelto. Y casi me corro de la excitación cuando note el duro pezón de ella dentro de mi boca.

Finalmente decidí dar una respuesta que complacería a la chica tanto si fueran naturales como si no.

- Son tan grandes y tan perfectas que podrían ser operadas, pero mi instinto me dice que son naturales.

Ella sonrió. Sí, eran naturales.

- Y respóndeme a otra pregunta… ¿te ha gustado el olor de mi conchita?

- Sí –respondí notando como la sangre me coloreaba las mejillas.

- Pues no es nada comparado con el olor de los fluidos recién hechos –comentó ella riéndose de su propia gracia.

Cogió mi cabeza con suavidad y la llevó hasta su triángulo de placer, haciendo que me arrodillara.

Un olor dulzón y salvaje me golpeo la cara. La chica estaba muy cachonda. Y yo no iba a desaprovechar esta oportunidad para complacerla.

- Huele bien –dije yo con una sonrisa.

- Mejor sabrá –replicó.

Entonces empecé a recorrer la rajita con mi lengua. Hundí mi cara entre sus piernas dispuesto a no sacarle de allí hasta que ella hubiera tenido un orgasmo. Cuando toqué el clítoris con la punta de mi lengua, la chica no pudo evitar soltar un gemido. Yo reí para mis adentros, había descubierto el botón del placer. Empecé a absorber el clítoris con mi boca, mientras que mis dedos se introducían lentamente dentro de la vagina. Era una vagina preciosa, rosadita por dentro, blanca por fuera y bien depilada. Aceleré el mete saca de mis dos dedos e incluso me atreví a meterle un tercero. Al cabo de un par de minutos, la chica empujó mi cara contra su vagina y soltó un chillido de placer. Noté sus espasmos. Todo su cuerpo se contraía, pero dentro de la vagina la presión que ejercía en mis dedos era brutal. Sus jugos empezaron a chorrear por mi mano y también me mojaron la cara. No me importó, todo lo contrario.

Ella, con cara de placer absoluto, me ordenó que se la metiera. Ya no aguantaba más. Yo no la hice esperar y la introduje mi miembro, duro como una piedra. Empecé un lento mete-saca que fui acelerando progresivamente. Ella me rodeó con sus piernas y pasó sus brazos alrededor de mi cuello. Yo, aguantando sin correrme… -algo muy difícil puesto que el placer era máximo- empecé a lamer sus tetas de nuevo. Eran mías. Con mis empujones, sus maravillosos pechos botaban como si me animaran a seguir.

Sin poder aguantar más, me corrí dentro de ella. No me dio tiempo ni a sacarla. Tampoco lo había pensado. Estaba cegado por un placer monumental que me recorrió todo el cuerpo.

Finalmente, la chica me dio una mamada como agradecimiento y me volví a correr esta vez en su boca.

Mientras nos vestíamos la chica que me dijo que no me preocupara por haberme corrido dentro de ella, que tomaba pastillas anticonceptivas. También me dijo que había sido uno de los polvos más excitantes de su vida. Y me reveló que había entrado en el vestuario de chicos porque la ponía cachonda ducharse donde normalmente lo hacían los hombres. Le habían dicho que normalmente no había nadie a aquellas horas, pero se había llevado una sorpresa muy agradable.

Espero que mi primer relato os haya gustado a todos. Espero vuestros comentarios y vuestras críticas.