miprimita.com

Nenitas lascivas (1)

en Hetero: Infidelidad

Nenitas lascivas (1)

 

La llegada a su casa de aquel par de chicas trastocó por completo la paz y los planes del hombre de trabajar en su última obra, en la última novela que se traía entre manos…

 

 

Oh Sinnerman, where you gonna run to?

Sinnerman, where you gonna run to?

where you gonna run to?

all on that day.

 

Well I run to the rock,

please hide me I run to the rock,

please hide me I run to the rock,

please hide me, Lord

all on that day.

 

But the rock cried out,

I can’t hide you the rock cried out,

I can’t hide you the rock cried out,

I ain’t gonna hide you guy

all on that day.

 

I said, Rock,

what’s a matter with you rock?

don’t you see I need you rock?

Lord, Lord, Lord

all on that day…

 

Sinnerman, NINA SIMONE

 

 

Miguel era un hombre de éxito, uno de los mejores novelistas y entre los mejor considerados del país. Por suerte, el mundo literario no resulta tan cercano al público común como otros así que, pese a su más que evidente éxito, podía moverse por la calle sin mayores problemas.

El último libro que había escrito había cosechado un buen resultado de ventas con el que la editorial y él habían salido más que beneficiados. Sin embargo, de eso hacía ya año y medio largo, camino de los dos años y tanto Juan como Marta, sus respectivos editor y agente, empezaban ya a ponerse nerviosos reclamándole una nueva obra con la que repetir el éxito logrado.

Sus cuatro últimos libros se encontraban en las estanterías de todas las librerías gracias al boom de la postrera obra, una mezcla de terror y relato policíaco acompañada con ciertas dosis de erotismo tal como se estilaba en aquella época. Los lectores reclamaban aquel tipo de historias así que para qué devanarse los sesos buscando otro tipo de argumentos que tal vez fuesen un fracaso. Si aquella era la línea para lograr buenas ventas, cabía encontrar historias y argumentos en torno a dicho tema. La gente se mueve por modas, ya habría tiempo de cambiar cuando se cansaran –le decía Juan al otro lado de la mesa de su despacho mientras disfrutaba del cigarrillo dándole pequeñas caladas que hacían que el humo se interpusiera entre ambos.

En la primera semana de mayo del año entrante tendría lugar el premio que la editorial concedía anualmente, y Juan le había hablado de presentar su próxima obra aprovechando el tirón de ventas y la popularidad de la que gozaba dentro del mundillo. Ya se encargaría él de hacer que los miembros del jurado se decantaran por su nueva obra y luego una buena campaña de marketing haría el resto. Estaban a finales de octubre de manera que tenían tiempo más que suficiente de preparar algo que tuviera el impacto necesario para conseguir el respaldo de crítica y lectores.

Pese a los ánimos recibidos, Miguel no las tenía todas consigo. Con largos años de oficio y experto en la materia, llevaba tiempo encallado con varios argumentos a los que no sabía dar el necesario empujón, a los que no sabía encontrar la tecla que hiciera que toda la historia quedara resuelta. Por su cabeza corrían esbozos dispersos, buenos temas pero sin la necesaria concreción, noticias leídas en la sección de sucesos de la cual solía extraer muchas de sus ideas. El oficio de escritor así como el del arte en general resulta complicado y no tan fácil como pueda parecer a primera vista. A momentos de creación y lucidez se contraponen otros muchos oscuros y baldíos. Una cosa es escribir y otra muy distinta lograr llamar la atención de quien te lee, encontrar la chispa que haga entablar la necesaria relación entre el texto y el público.

Miguel, como muchos otros de sus colegas, necesitaba el instante oportuno, el lugar propicio desde el que entrar en contacto con el papel en blanco. Era de la vieja escuela, escribía siempre con pluma y a través del folio, sin echar mano del ordenador ni de las nuevas tecnologías, tan en boga en aquellos tiempos. Dependiendo del estado de ánimo trabajaba al inicio del día, con las primeras horas de la mañana o bien pasaba noches enteras en vela en su despacho entre lecturas varias, libros de estilo, magazines, diarios… Cualquier momento era bueno para un argumento bien enlazado y creíble.

Las dos últimas semanas habían sido bastante movidas y estresantes entre firmas de libros y compromisos varios. Le gustaban el agradecimiento popular, el contacto directo con sus lectores que nunca rehuía. Era el mejor modo de conocer de primera mano lo que la gente demandaba y por dónde iban las tendencias en cuanto a gustos. Lo que no le gustaba tanto era estar lejos de la familia, ir de cena en cena y saltando de habitación en habitación de hotel. Aquellas frías e impersonales habitaciones que tanto odiaba.

Aquel jueves había quedado con Marta para almorzar y charlar de distintas cosas. Solían hacerlo a menudo, al menos una vez por semana, buscando entrevistas y conferencias universitarias que mantuviesen su nombre en permanente candelero. Aquella cafetería gustaba a Marta por su discreción y ambiente tranquilo. Enfrentados en la mesa, pronto se acercó el camarero preguntándoles si deseaban tomar algún aperitivo. Marta encargó su habitual Martini rojo con una aceituna mientras él pedía una copa de vino blanco.

Miguel, ya sé que tus libros gustan al público. ¿Cómo no voy a saberlo si soy tu agente? Sin embargo, desde que escribiste tu última novela el mercado del libro ha cambiado sustancialmente. Los temas que gustaban hace dos o tres años, han dejado de hacerlo y ambos creo que somos conscientes de ello. Necesitamos algún tipo de giro que dé novedad a tus relatos, algo que excite la curiosidad de los lectores.

¿Cómo qué? ¿Tienes alguna idea al respecto?

Bueno tú eres el autor… no voy a ser yo quien me meta en tu trabajo. En realidad siempre has sabido dar con el mejor motivo. Quizá te sugeriría un cambio de enfoque, algo que deje de lado el mundo de la fantasía basando la trama en elementos más reales que es lo que ahora se lleva –acabó su comentario con una leve sonrisa y sin dejar de golpear la mesa con los dedos.

Sabía que se encontraba nerviosa y preocupada, hacía largos años que se conocían y ya nada que hiciera podía sorprenderle. Las presiones por parte de Juan eran cada día mayores reclamándoles un buen argumento que diese respuesta al certamen que les había propuesto.

El elemento fantástico trufado con ciertos pasajes de erotismo siempre te ha funcionado. Tal vez trasladándolo a un ambiente urbano… podría ser una solución, algo que haga más cercana la historia al público. Sabes que tengo tanto interés como tú en que esto funcione y siempre está bien tener distintos puntos de vista.

Tranquila Marta, encontraré algo con lo que calmar a Juan. Siempre lo he hecho.

Lo sé, lo sé –respondió la mujer dando un pequeño sorbo a su bebida.

Te agradezco la sugerencia y te prometo que pensaré en ello. No me parece mala idea, la verdad. El mismo concepto desarrollado desde otro punto de vista y adornado con otro tipo de elementos accesorios puede cambiar por completo el resultado final. Déjame que le dé vueltas a la cabeza, cuando menos se espera llega la solución acabando por atarse todos los cabos –dijo dejando reposar la mano sobre la de la mujer tratando así de tranquilizarla.

Espero que así sea. Hay mucho en juego… tu prestigio como escritor, montones de contactos para simposios y seminarios. Recuerda además que tenemos encima la campaña de Navidad, cosa que te restará tiempo.

Soy totalmente consciente de ello. Si no supiera lo que nos jugamos perderías tu tanto por ciento y sabes que eso nunca ha pasado.

En eso tienes toda la razón. Por cierto, te recuerdo que…

Sí, ya sé… las conferencias de dentro de quince días, ¿verdad?

Marta sonrió asintiendo a sus palabras con un gesto de la cabeza.

Pagada la comida, ambos se dirigieron al garaje en el que se encontraba el coche. En unos escasos tres cuartos de hora había dejado a Marta en su pequeño apartamento para seguidamente coger la carretera que le llevaría a casa. Durante el viaje, por su cabeza no paraban de correr posibles historias y tramas que poder desplegar en alguno de los capítulos que tenía pensados. Siempre era lo mismo, su mente no dejaba un segundo de concebir distintas opciones para sus libros.

Saludando a sus hijos que jugaban alegres en el jardín, les preguntó por su madre a lo que contestaron que se hallaba en el piso superior preparando las maletas. Tras ascender las escaleras que llevaban a la segunda planta, se encaminó al dormitorio donde imaginaba estaría su esposa preparando las cosas antes de marchar. En efecto, allí se encontraba liada organizando la ropa que iba a meter en la maleta. Apenas iban a ser cuatro o cinco días los que pasaría en casa de su madre pero siempre le gustaba ser cuidadosa a la hora de tenerlo todo listo.

Hola, ¿qué haces? –dijo tomándola por la cintura antes de que ella se volviese hacia él.

Hola cariño –respondió ella sonriendo mientras dejaba que la besara suavemente.

¿Todo bien en la comida con Marta? ¿Avanzasteis en tu próximo proyecto?

Bueno, siempre es gratificante discutir sobre diversas cosas. Tengo su punto de vista en gran consideración y resulta un apoyo inestimable para mí. De hecho, en el almuerzo me ha dado alguna idea en la que trabajar estos días. Realmente no sé que haría sin vosotras dos. –exclamó besándola nuevamente mientras la apretaba con fuerza contra él.

Mmmm, lástima que tengas que quedarte solo estos días. Pero ya sabes que mi madre quiere que estemos con ella el día de su cumpleaños. Siempre le ha gustado y desde la muerte de papá la pobre se siente muy desamparada. El ver a los niños le da alegría y la hace sentir bien.

Siento no poder acompañaros pero estos días me servirán de alivio. La tranquilidad del campo y el estar lejos del bullicio de la ciudad me ayuda a escribir. Las conferencias están a la vuelta de la esquina…

Lo sé, cariño… lo sé. Tienes la nevera llena de cosas para que no te tengas que molestar por nada.

No te preocupes mujer. Solo van a ser unos días y ya sabes que yo solo me apaño bien. Aprovecharé para relajarme y pensar nuevos proyectos para mi próxima obra. Juan y Marta no paran de atosigarme así que me vendrán bien estos días para darle vueltas a la cabeza e inspirarme.

Lo sé, mi amor. Siempre te gusta la soledad para trabajar. ¡Oh, qué tarde es! –exclamó ella mirando su reloj de pulsera. Mi madre nos espera para la cena y si llegamos tarde enseguida se inquieta. Queda un largo rato de carretera y ya sabes que no le gusta nada que conduzca de noche –zanjó la conversación cogiendo su bolso y la bolsa de mano mientras él se hacía con la maleta y el neceser.

Tras despedirse con un par de besos de sus hijos y de su mujer, no sin antes recordarle que felicitara a su madre cuando la viera, vio marchar el coche hasta acabar perdiéndolo de vista entre los árboles.

Ya solo, aprovechó para echarse una reparadora siesta tras la cual cogió el coche dirigiéndose al pueblo. Se entretuvo en el mismo el tiempo necesario, comprando la prensa del día y un cartón de tabaco y, ya de vuelta, parando en la gasolinera a llenar el depósito.

Mala noche se presenta –comentó al hombre una vez le hubo pagado.

Pues sí, parece que se avecina una buena tormenta –respondió devolviéndole el cambio.

Llegado a casa, observó avecinarse los primeros truenos. Un cielo oscuro y cubierto anunciaba una noche de perros. Estuvo por casa dando vueltas y haciendo cosas antes de meterse al despacho. Pensaba trabajar toda la noche o al menos buena parte de ella, de manera que preparó algo de cena y una buena cafetera con la que aplacar las horas de vigilia. El teléfono repicó insistentemente al entrar en su estudio.

Cariño, soy yo. Hemos llegado muy bien. ¿Y tú qué haces?

Pues bien. Bajé al pueblo a por unas cosas y he llegado hace un rato. En este momento está empezando a llover. Ya os estoy echando de menos…

Nosotros también, mi amor. Aquí hace un tiempo estupendo. Mi madre te manda recuerdos y dice que siente mucho que no estés con nosotros. Bueno, la niña me requiere… te llamo mañana a ver cómo andas. Adiós cariño, un beso –la oyó decir finalizando la charla al otro lado del teléfono.

De acuerdo, hasta mañana. Un beso para todos vosotros.

En el estudio despachó, mientras leía la sección de sucesos de los periódicos, la cena frugal que se había preparado. Luego estuvo hojeando un libro antes de disponerse a continuar con los papeles que se traía entre manos. En realidad, se encontraba inmerso en tres o cuatro posibles argumentos, en tres o cuatro distintas formas de enfocar el desarrollo tal como solía hacer.

Embebido como estaba en el trabajo, el timbre de la puerta distrajo su atención. Miró el reloj el cual marcaba las diez y media pasadas. ¿Quién demonios sería a esas horas y con la noche que hacía? Un segundo timbrazo volvió a escucharse, esta vez de forma mucho más insistente. Al abrir la puerta se encontró frente a él a dos muchachas con los cabellos mojados y las ropas empapadas.

Perdone señor que le molestemos a estas horas pero es que el coche se nos ha estropeado.

Vimos luz en la casa y nos animamos a llamar. Si nos dejase usted utilizar el teléfono –continuó la otra joven la explicación al tiempo que miraba la noche lluviosa que hacía.

No os quedéis ahí, podéis pasar… estáis empapadas –exclamó alentándolas a entrar al ver el estado en que se encontraban.

Las dos jóvenes accedieron al interior acogiendo gozosas la invitación del hombre. Una de ellas cargaba una gran bolsa en un brazo y una guitarra en la otra mano, mientras su amiga llevaba un bolso cruzado con la cinta de cuero tirante sobre el hombro.

Venid, el teléfono está por aquí. De todos modos ya no van a poder miraros el coche pues el taller más cercano está cerrado a estas horas –les dijo al llegar al amplio salón.

¿Y qué podemos hacer? –preguntó una de ellas.

De momento tomar algo que os haga entrar en calor, antes que pilléis un pasmo. Tengo la cafetera lista, voy a la cocina y vuelvo enseguida. Ahí tenéis el teléfono…

Bien, muchas gracias. Es usted  muy amable.

Dejándolas sentadas en el sofá, Miguel se dirigió a la cocina a prepararlo todo. Ya con el café listo, volvió al salón con la bandeja y todo lo necesario.

¿Ya habéis llamado? Tomaos esto caliente y ya iremos pensando qué se puede hacer.

Oh sí, gracias… muchas gracias –respondió la joven entregando una de las tazas a su amiga para después tomar la suya.

¡Ummm, qué calentito está! –afirmó temblándole los labios al simple contacto con el líquido reparador. No sabe cómo le agradecemos que nos haya acogido en su casa.

No tiene importancia. No iba a dejaros ahí fuera con la noche que hace.

Quedaron en silencio mientras las muchachas bebían sus respectivas tazas a cortos sorbos. Al hacerlo sus miradas quedaron fijas en los retratos que había frente a ellas sobre la mesa. Ambas jóvenes eran bien distintas la una de la otra. Observador como era, Miguel imaginó que no tendrían aún los veinte años. En un primer vistazo, una de ellas le había parecido alta y delgada aunque con buenas formas mientras la otra era más baja y rellenita. La verdad es que, vistas de cerca, mostraban un cierto aspecto hippie no muy extraño para un par de muchachas de su edad. La que más hablaba de las dos tenía una larga melena castaña y vestía un peto tejano sobre una camiseta blanca. Su amiga, de cortos cabellos rubios amarillentos, vestía por su parte una blusa fina de un suave color malva acompañada de unos vaqueros grises desgastados. Bajo la húmeda prenda, evidentemente no llevaba sujetador pues se adivinaban los pujantes pezoncillos como si de una clara invitación al pecado se tratara. El hombre apartó raudo la mirada de tan perturbadora imagen.

¿Es su mujer?

Sí, ahí está junto a mis hijos.

Es muy guapa… y los niños también –indicó la joven rubia.

Miguel asintió con un leve movimiento de cabeza.

Resulta una foto verdaderamente encantadora. ¿No están aquí?

No, no… en realidad marcharon hoy a pasar unos días fuera.

Por cierto, yo me llamo Jordina y mi amiga es Claudia. No vaya a pensar que somos unas maleducadas –exclamó arreglándose con los dedos la alborotada melena mientras le estrechaba afectuosamente la mano.

Encantado, mi nombre es Miguel –respondió dando ahora la mano a la otra muchacha.

¡Qué frío tengo! –dijo la que se había hecho llamar Jordina, temblando toda ella al tomar el último sorbo de su café. Tengo la ropa empapada. ¿Podría cambiarme en algún lado?

Daría lo que fuera por un buen baño caliente –continuó su amiga.

Pues claro, os acompaño al baño y así podéis bañaros y cambiaros de ropa –indicó sonriéndoles al tiempo que se ponía en pie.

Seguido por las chicas, subieron a la segunda planta donde se encontraba el amplio baño.

¿Qué tal si os preparo la habitación y pasáis aquí la noche? Con la noche que hace y el coche estropeado dónde vais a ir.

Oh no, no queremos ocasionarle más molestias.

Nada de eso. Mirad, hacemos una cosa… Descansáis tranquilas y mañana os acompaño al taller. Conozco al dueño y seguro que os arregla el precio.

Bien, aquí está el baño… os traeré unas toallas, ahora vuelvo –continuó dejándolas pasar mientras abría la puerta.

Con premura, cogió del armario un par de toallas grandes y con ellas volvió al baño cuya puerta golpeó con los nudillos esperando respuesta.

Pase –escuchó responder al otro lado de la puerta.

El espectáculo que se encontró nada más abrir le dejó de piedra y completamente desconcertado. La joven de rubios cabellos se hallaba ante él, de pie y completamente desnuda en el interior de la ducha. Desafiándole con la mirada se acariciaba la húmeda piel con las manos, subiéndolas por los muslos y los costados hasta alcanzar aquel par de pechos grandes y sonrosados. Entre las piernas destacaba su pubis cubierto de una esplendorosa mata de vello oscuro. Resultaba una imagen perturbadora y bellísima, con sus carnes de más aunque no en exceso. Era aún más hermosa de como la había imaginado.

Sin saber cómo responder vio acercarse a la otra muchacha igualmente desnuda. A su lado, cerró con tranquilidad pasmosa la puerta y cogiéndole las toallas de la mano las dejó caer al suelo. Sin esperar a más, se acercó al hombre haciéndole sentir pegado su cuerpo de bellas y sinuosas formas. Miguel trató de protestar pero la joven respondió rápidamente tranquilizándole con la dulzura de su voz.

¿Qué haces chiquilla?

Anda, no seas tímido –dijo, haciendo que callara, llevando los dedos a los labios del hombre.

Tomándole el polo por los costados lo fue subiendo hasta hacerlo desaparecer por encima de la cabeza de su sorprendido anfitrión. Elevándose sobre los pies se apretó más a él y, doblando una de las piernas, se pegó con fuerza mientras levantaba su rostro buscándole la boca.

Me gustan los tipos maduros y atractivos como tú. Ven cariño, bésame –pidió en voz baja para luego ofrecerle su jugosa boca como llamada perfecta al pecado.

Viéndose acorralado de aquel modo, Miguel cedió permitiendo que la muchacha le besara. Para un hombre como él, felizmente casado y con dos hijos, aquello superaba todos los límites de la razón. Allí, en su propia casa y acompañado en el baño por dos jóvenes y hermosas desconocidas sintió su mente nublarse dejándose llevar por el simple instinto. Nunca había sido infiel a su esposa pero la tentación del cuerpo juvenil y desnudo de ella era demasiado para cualquiera así que, devolviendo el beso con el que su compañera le envolvía, poco a poco y abriendo la boca notó la lengua femenina pelear en busca de la suya. Las manos del hombre no pudieron estarse quietas, acariciándola con ellas y subiéndolas poco a poco por los muslos hasta alcanzar las nalgas, apretándolas entre sus dedos haciendo que ella gimiera.

Pronto el beso fue haciéndose mucho más pasional, profundo e intenso. Mezclando las lenguas, sintió la respiración de la muchacha acelerarse buscando un mayor roce de sus cuerpos. Jugando con la pierna, la llevaba entre las suyas camino del sexo masculino. Bajando la mano, la dejó apoyar sobre la entrepierna empezando a moverla con suavidad y notando la rápida respuesta de su maduro acompañante. Aquello la hizo sonreír abiertamente viendo el éxito obtenido.

Avanzando en su ataque, alcanzó la cremallera y con inaudita facilidad la bajó para enseguida meter la mano en busca del trofeo tan ansiado. Miguel creyó enloquecer y lanzándose sobre ella se apoderó del cuello besándolo y chupándolo entre los grititos satisfechos que la joven emitía.

¡Qué apasionado eres… así me gusta! –exclamó Jordina provocándole aún más con sus palabras.

Por la cabeza del hombre ya no corría el recuerdo de su mujer y sus hijos, centrado como estaba en disfrutar del cuerpo de piel fina y sedosa que se le ofrecía. La acarició con extrema delicadeza, subiendo y bajando las manos para volverlas a subir hacia las bonitas tetas de la joven. Eran algo más pequeñas que las de su amiga pero de puntiagudos y erectos pezones. Al tiempo, la juvenil mano continuó palpando bajo el tejano para acabar apoderándose del pene entre sus dedos. Eso la hizo vibrar de emoción y acercando su boca le besó el fornido cuello notando crecer la pasión del hombre. Le besó sin prisas, de forma lenta y a ratos mordiéndole con suavidad hasta provocar en él miles de sensaciones agradables. Miguel creyó por un instante perder el sentido, tan a gusto se encontraba en compañía de aquella jovencita.

Con el sexo masculino entre los dedos, logró al fin sacarlo de su prisión empezando a masturbarlo arriba y abajo mientras dejaba ahora que fuera el hombre quien la besara. La muchacha reía divertida al sentir los besos apasionados, casi furiosos con que el apuesto maduro la complacía. Las lenguas se entrelazaban, resbalando los labios y mezclando las salivas en el interior de su boca. Por su parte, ella replicó mordiéndole el labio inferior de forma tímida. Con las manos palpando las tetas, las fue deslizando por las bellas formas de la mujer hasta alcanzar el mojado coño. Acariciando los abultados labios con los dedos, los abrió para meter un dedo y luego otro a lo que respondió la chiquilla con un leve suspiro de satisfacción. Miguel trató de hacerla volver de espaldas a él, cosa a la que la chica no accedió separándose de forma autoritaria.

¡No cariño, déjame hacer a mí! –exclamó con los ojos brillantes mientras seguía masturbándole con la mano.

Inclinando la cabeza alcanzó el velludo pecho del hombre, succionando suavemente los pezones lo que los hizo endurecer irremediablemente. Miguel gimió dejándose llevar por la exquisita caricia de la joven. Recreándose en el frondoso vello y los excitados pezones, los ensalivó por completo al tiempo que deslizaba las manos por la varonil anatomía. Él gozaba todo aquello notándose nervioso y encantado con el juego con el que la joven le complacía. Bajando aún más, los labios femeninos cayeron sobre el abultado vientre para enseguida quedar acuclillada ante él disfrutando aquella más que clara invitación al vicio y la locura. Con inusitada rapidez, los vivarachos dedos soltaron el cinturón y el botón, apoderándose seguidamente del pequeño slip el cual bajó con las manos tomándolo de los lados.

¡Guau, menuda salchicha gastas tío! Qué cosa tan enorme, me encanta –exclamó con total desvergüenza, recreándose con la imagen del miembro que tenía ante ella.

El pene que se ofrecía a los ojos de la muchacha era de un tamaño más que respetable, de tronco venoso, muy firme y curvado hacia arriba al tiempo que la cabeza hinchada mostraba una clara inclinación hacia la izquierda. El tipo estaba a mil y completamente entregado a todo aquello que la joven quisiera hacerle. Ella solo pudo ronronear ante aquel apetitoso músculo, para ella había sido toda una sorpresa encontrarse con algo así.

Aquel maduro no estaba nada mal… habría que ver cómo se desenvolvía y cómo aguantaría frente a dos viciosas como ellas.

Moviendo los dedos por encima, Jordina notó palpitar el largo falo agradeciendo el cálido contacto. Apretándolo con fuerza y echando la piel hacia atrás, el hombre cerró los ojos excitándose más al masturbarle con toda la mano. La chiquilla sacó entonces la lengua y, acercándola, golpeó levemente la gruesa cabeza, lameteándola y provocando en Miguel un estremecimiento de puro placer. Tras esto, cubrió y humedeció la polla de saliva pasando la lengua de arriba abajo hasta alcanzar los cargados huevos los cuales lamió y chupó con infinita suavidad consiguiendo con ello que el tronco se endureciese mucho más.

¡Vamos nena, cómemela… no aguanto más! –pidió la voz entrecortada de él.

Respondiendo a las súplicas de su compañero, la joven abrió la boca introduciendo en ella buena parte del largo y brillante instrumento. La perversa jovenzuela dio inicio a un rítmico mete y saca, moviendo la cabeza y sin dejar de acariciar los testículos. Así estuvo largo rato devorándolo, tocándose con los dedos su sexo de vello escaso y sin apartar un solo segundo la mirada de la del hombre. El rostro joven y lleno de vicio de la muchacha le puso a cien, temblando todo él con el fantástico trabajo que aquella boquita le hacía. Lo chupaba y lamía lentamente, metiéndolo y sacándolo entre los gemidos que él emitía. Pese al mucho placer que la muchacha le hacía sentir, Miguel levantó la mirada hacia la otra joven la cual gemía dentro de la ducha masturbándose con los dedos metidos en el coñito y disfrutando del espectáculo que los amantes le ofrecían.

Claudia ven aquí… mira qué cosa tan hermosa tiene el tío este… -dijo invitándola en voz baja a que se uniera.

Su amiga cubrió la distancia que la separaba de la pareja y, una vez junto a ellos, besó el varonil cuello haciéndole notar su agitada respiración para después empezar a chuparle la oreja dejándola llena de babas. Acercando la boca a la de él, le entregó sus jugosos labios los cuales tomó besándola de forma desenfrenada como si fuera lo último que hiciera en su vida. Mientras tanto, la otra chica continuaba saboreando el pene erecto con lo que se sintió estremecer, notando tensarse sus miembros.

Déjame a mi cariño… yo también quiero probarla… -indicó a su amiga la rubia de grandes pechos, cayendo a los pies de Miguel.

Arrodilladas entre sus piernas, ambas muchachas empezaron a jugar entre ellas dándose las lenguas y morreándose de forma juguetona. Aquello excitó aún más al maduro escritor, el ver a las dos jovencitas a sus pies gozando la una con la otra era algo con lo que no contaba. Tras toda una serie de besos y sonrisas cómplices, se hicieron con su largo instrumento lamiéndolo y chupándolo alternativamente, pasándoselo la una a la otra, quitándoselo y peleando entre ellas por tan magnífico trofeo. El hombre gemía y respiraba con cierta dificultad con cada una de las caricias que las hambrientas bocas le dispensaban. Cada vez que bajaba la mirada, podía ver los labios de una de ellas cubrir su sexo excitado, succionándolo y mamándolo de forma lenta. Ciertamente eran expertas en tales lides pues sabían ofrecerle el mejor de los placeres acelerando el ritmo y parando convenientemente en el momento que notaban acercarse la corrida del macho. Eso hacía que él lo disfrutase mucho más, al ver retardado el orgasmo y alargado su placer.

La técnica de una y otra difería en buena medida pues, mientras la rubita succionaba y lamía acompañándose de la mano para dar mayor intensidad a su trabajo, su amiga prefería pasar la lengua por todo el sexo masculino, chupándole los huevos y llegando incluso a alcanzar con la lengua las proximidades del ano del hombre. Miguel gimió roncamente ante la inesperada caricia que la muchacha le daba. Tomándola del cabello aprovechó para introducir una vez más su miembro entre los carnosos labios de la joven.

Cómetela putita… venga dame placer –reclamó mientras enredaba los dedos entre los castaños cabellos.

Jordina respondió tomando el grueso pene entre los labios para, poco a poco, engullirlo amorrándose hasta conseguir meterlo entero en su boquita, notando golpearle el paladar. Sacándolo de la boca, lo sintió palpitar de emoción entre los dedos. Fue el momento que la guapa rubita aprovechó para alcanzar el tronco venoso con la lengua mientras su compañera tragaba sin descanso el cabeceante champiñón. Ayudadas por las manos del hombre, estuvieron chupándole largo rato y cada vez de manera más rápida. Lamían el glande y los huevos para continuar introduciéndose el largo falo todo lo que sus bocas daban de sí. Con las manos acariciaban los muslos de Miguel el cual notaba aproximarse el orgasmo si aquel par de arpías seguían trabajando su sexo de aquel enloquecedor modo. Las propias muchachas notaron el estado en que se encontraba así que, parando en su quehacer, quedaron en pie separándose del hombre pero sin dejar de masturbarle esta vez con la mano.

¿Estás a punto tío? ¿no te queda mucho para acabar? –le espetó una de ellas directamente a la cara.

¿Queréis pasar un buen rato, eh putitas? –preguntó completamente lanzado y sin reparar en posibles consecuencias.

Claro que sí, hombretón… demuéstranos lo macho que eres.

Una vez se deshizo del calzado y de la ropa que todavía le quedaba, la hermosa Claudia hizo que las acompañara a la ducha llevándolo cogido de la mano. El cubículo era algo justo para los tres de forma que el roce de los cuerpos resultaba inevitable. Ambas muchachas se apretaron a él, abrazándole de forma apasionada mientras dejaban correr el agua por encima de sus hermosas figuras. Claudia se unió al hombre ofreciéndole la boca para acabar besándole de manera furiosa. Abriendo los labios permitió que las lenguas se enredasen en un beso apasionado y ardiente. Al tiempo, la mano de largos y finos dedos quedó apoyada en el muslo sin buscar aún el codiciado sexo del dichoso cuarentón.

Por su parte, la otra chica llenaba el cuerpo del hombre recorriéndolo de arriba abajo con la espuma de sus manos. Miguel aprovechó igualmente para disfrutar del par de pechos que tan amablemente se le mostraban. Bajando la cabeza alcanzó uno de los pezones mientras la tomaba por la cintura pegándose a la rubita hasta hacerle sentir su prometedora erección. La joven gimoteó levemente al saberse deseada de aquel modo tan evidente. Cogida con fuerza la aplastó contra la pared y, teniéndola indefensa, mordió sus labios pudiendo sentir la respiración acelerada junto a su boca.

Haciéndola girar mínimamente la cabeza, Miguel llenó el cuello de pequeños mordisquillos, chupándolo desesperadamente con lo que la hizo temblar sin remedio.

Te deseo… te deseo –dijo Claudia con su voz trémula y sin dejarlo escapar, bien cogido como lo tenía del cabello.

¡Quiero follarte, nena! –respondió impetuosamente a las palabras de ella mientras sentía los dedos de Jordina acariciarle la polla por detrás.

¿Eso quieres? –le preguntó la muchacha que tenía a sus espaldas sin dejar de  provocarle con sus caricias. ¿quieres follarte a mi amiga? ¿y yo qué? ¿crees que podrás con las dos, hombretón?... No nos gustan los hombres que no dan la talla y nos dejan a medias, ¿verdad Claudia?

Tranquilas pequeñas… Todavía no he fallado con nadie y espero que no sea esta la primera vez.

¿En serio? ¿no nos engañas, eh? –preguntaron mirándose la una a la otra mientras reían divertidas.

Dejándolas besándose bajo el chorro del agua, se encaminó por el necesario preservativo que le librase de posteriores posibles problemas. Volviendo a mezclarse con ellas y, tras quedar cubierto su sexo, pegó a la joven rubita contra la húmeda pared y acercando la polla sintió cómo la hambrienta vulva lo absorbía con cierta dificultad para acabar tragándolo finalmente en su totalidad. Claudia lanzó un ronco gemido al verse penetrada de aquel modo tan estupendo. El miembro henchido entró en ella hasta lo más profundo, con toda la fuerza que el hombre le imprimía. Ella volvió a gemir esta vez de forma intensa, cerrando los ojos y diciendo que aquello la encantaba. Tras un breve momento de tregua, Miguel empujó nuevamente hasta hacerle notar los huevos pegados.

¡Qué fogoso eres! –exclamó la muchacha al sentir toda la fuerza del macho contra su sexo herido.

Abrazándose a él, empezaron a moverse imprimiendo un ritmo lento a la follada. Miguel entraba y salía entre los continuos jadeos y suspiros que su bella compañera emitía. Excitada como estaba, la muchacha empezó a acariciarse el clítoris con rápidos movimientos de sus dedos. Aquello la excitó aún más, vibrando de pasión cada vez que lo hacía y cada vez que el grueso miembro la penetraba clavándola contra los fríos azulejos. Jordina, mientras tanto, jugaba con la pareja acariciando la piel sensible de su amiga a la vez que pasaba los dedos por encima de los testículos del hombre. Llevando dos de sus dedos entre los labios femeninos, dejó que los chupara y lamiera como si de un pene se tratase. La cara de vicio de la muchacha era todo un poema, boqueando y sollozando con cada golpe que recibía. Miguel, cogiéndole una de las piernas se la hizo doblar y de ese modo el movimiento de los amantes se hizo mucho más fácil. En esa postura, el sexo masculino resbalaba entre las paredes de la vagina, follándola sin aparente esfuerzo hasta alcanzar los rincones más secretos de la joven.

¿Te gusta cariño? –preguntó Jordina a la otra chica al tiempo que le ofrecía sus labios para que se los besara.

Claudia no pudo responder de tanto placer como sentía. Las entradas y salidas del hombre, acompañadas de las caricias de los dedos sobre su sexo no iban a tardar mucho en hacer que alcanzara el primero de sus orgasmos. El pene martilleaba sobre ella sin descanso y sin dar muestra alguna de cansancio. La estaba volviendo loca con cada golpe que le daba.

¡Fóllame tío… fóllame… qué gusto me das… me tienes loca! –rogó agarrándose más a él mientras se sentía morir entre los brazos de su fornido compañero.

Miguel la folló con fuerza y rapidez inusitadas, parando de pronto y volviendo a empujar con desesperación hasta conseguir arrancar a aquella nena un intenso orgasmo que la hizo caer agarrada a sus brazos, farfullando frases inconexas y sin sentido alguno.

El hombre, con el miembro aún erecto y en forma, enganchó a la otra joven obligándola a darle la espalda con las manos apoyadas en la pared. La muchacha aparecía hermosa con sus cabellos mojados y el cuerpo rociado de pequeñas gotas de agua. Su rostro cargado de deseo suponía toda una invitación a la pasión y al desenfreno.

Ven preciosa, ahora te toca a ti.

Miguel llevó la mano entre las piernas de la joven buscando el excitado clítoris. Así pudo acariciarla con los dedos escuchándola suspirar… Con el culo en pompa, Jordina dejó que la polla la traspasara de una sola vez. Las experimentadas paredes de su vagina tragaron sin gran esfuerzo el sexo del hombre gracias a lo muy mojada que estaba.

Buen rabo, cariño… tu mujercita estará contenta con esto que tienes.

Instalado dentro de ella, dio inicio a un suave vaivén entrando y saliendo de aquel coñito hasta acabar tomando un ritmo más acelerado. La muchacha ayudaba echando su culo hacia atrás y moviéndolo de forma circular en torno al eje masculino. Nuevos gemidos llenaron el baño como manifestación de lo que allí ocurría. Con la cabeza echada hacia atrás, Jordina provocaba a su compañero con la mirada perdida y sus ojos en blanco. El excitado macho continuó percutiendo entre sus piernas, teniéndola bien cogida de las caderas y disfrutando de la cara de vicio de la muchacha. En uno de sus movimientos, salió de ella cosa a la que respondió la joven agarrando con rapidez entre sus dedos el cabeceante pene para llevarlo nuevamente al interior de su sexo.

¡No la saques… metémela, la quiero toda dentro! –exclamó removiendo el culillo adelante y atrás.

Tómala putita… toda para ti –respondió Miguel sin dejar de empujar y llevado por la locura del momento.

La siento… la siento sí… fóllame tío, no te pares.

Echándola hacia atrás, la tomó de los revueltos cabellos al tiempo que se apoderaba de uno de los senos acariciándoselo con la mano abierta, llegando incluso a apretarlo entre sus dedos. Luego, palmoteándole las nalgas con sonoras cachetadas, escuchó a la joven quejarse con cada golpe de sus manos. De sus labios no cesaban de brotar quejidos y sollozos que, a cada golpe, iban aumentando de volumen. Mucho más escandalosa que su amiga, aquella muchachita no paraba de gritar pidiéndole más y más.

¡Sí pégame… golpéame las nalgas con fuerza, eso me gusta! –suplicó con los ojos vidriosos.

El hombre, respondiendo a la petición de la chica, continuó atizando esta vez con mayor decisión sobre una de las rollizas nalgas entre los chillidos con que aquella locuela agradecía la caricia que le daba. Removiendo y rotando de forma lenta su enrojecido trasero y sin parar de gimotear, incitaba a su pareja a seguir con lo que le hacía. La mano la afligía cayendo una y otra vez sin descanso bajo el gesto perverso del experto macho. Jordina tuvo que morderse los labios disfrutando el inmenso placer que sentía.

Umm, es fantástico… qué gusto que siento. No pares, no pares… sigue –reclamó retorciéndose y sintiéndose morir bajo el brutal tratamiento.

Al fin acabó aquel castigo y, metiéndosela poco a poco, fue entrando lentamente y centímetro a centímetro hasta quedar completamente dentro de ella. Tras unos segundos sin moverse, salió y golpeando de nuevo se la clavó esta vez de manera brusca y sin cuidado alguno. La muchacha se removió inquieta con la estocada del hombre, sin poder evitar lanzar un grito de dolor.

No seas brusco, mi vida –dijo a Miguel con voz implorante mientras le sonreía con el rostro un tanto desencajado.

Es un macho fogoso y apasionado -exclamó la otra respondiendo a las palabras de la primera.

Lo es sí… me encanta… métemela toda y fóllame con fuerza, cabrón –pidió Jordina casi gritando.

¿Te gusta que te den caña, eh putita?

Sí, sí… me gustan los tíos salvajes y bruscos como tú. Me vuelve loca tu rabo… vamos sigue.

Miguel la clavó contra el cristal de la mampara, levantándola en el aire por momentos de tanto poderío como se daba. Ella abrió más las piernas, arqueándose hacia atrás, totalmente sofocada y con el rostro en tensión. Los gemidos crecían en volumen según la fuerza del macho se hacía insoportable para el cuerpo cansado de la mujer. Jordina no paraba de estremecerse, suspirando y gritando entre las continuas caricias con las que sus manos trataban de dar descanso a sus bellas formas.

Ayudándose en su placer, se fue tocando el excitado botoncillo notándose más y más empapada a medida que las caricias ganaban en intensidad. La pareja se movía enloquecida buscando su placer en el cuerpo del otro.

Me corro… me co… rro… pa… para, por favor –pidió volviéndose hacia él en busca de un beso que calmara el orgasmo explosivo que sentía correrle entre las piernas.

Con parte del cabello pegado a su sudoroso rostro, temblaba de gusto al agarrarse al brazo del hombre reclamando que no la dejara. Un segundo orgasmo acompañó al primero, recorriéndola de pies a cabeza y obligándola a morderse los labios hasta casi hacerlos sangrar. Mientras seguía tocándose notó su entrepierna mojada como si se hubiera meado de gusto, tanto era el placer que disfrutaba. Lloraba mientras besaba a su hombre, recuperando lentamente el control de sus sentidos. Aquel había sido un gran orgasmo, seguramente uno de los mejores que había disfrutado en su corta vida y lo mejor de todo es que el hombre aún seguía en forma.

Eres una perrita encantadora –exclamó Miguel besando la jugosa boca.

¡Qué bueno, tío! Ha sido tremendo... pero tú aún no te has corrido –dijo ella permitiendo que la besara una vez más.

Saliendo de la mujer se dirigieron al taburete que había junto a la ducha. Tomando Miguel asiento en el mismo, la muchacha agarró el músculo erecto y montando de espaldas a él quedaron nuevamente unidos el uno al otro. Un gemido gutural escapó de la boca de ella, al sentir aquella barra de carne abriéndole las paredes de la vagina.

Hazme el amor… por favor házmelo –susurró al notar un nuevo calorcillo subirle entre las piernas.

Muévete cariño… vamos… te follaré hasta volverte loca –respondió Miguel al tiempo que le masajeaba uno de los pechos.

Jordina vibró al escuchar las palabras con las que el hombre la obsequiaba. No pudo evitar un respingo al recibir la primera acometida de aquel dardo poderoso. Entrecerró los ojos sintiéndose arder por dentro, un fuego descontrolado se apoderaba de su sexo. Con un golpe seco de riñones, todo el grueso pene quedó metido dentro de ella. La joven lanzó un suspiro placentero ante la sensación de dolor y satisfacción que la envolvía, una sensación fascinante y confusa que la hizo dejarse llevar bajo el dominio de su compañero.

Fóllame… fóllame cielo –pidió de forma entrecortada empezando a removerse sobre él.

El apuesto cuarentón la acompañó acompasando sus suaves golpes a los de la muchacha. Ambos se movían de forma lenta, disfrutando el mágico momento, alargándolo todo lo posible para así disfrutarlo mucho más. Fue la mujer de larga melena la que impuso su propio ritmo a la follada, alternando lentos movimientos con otros más rápidos para luego quedarse quieta iniciando a continuación un suave cabalgar que la hacía gemir lastimeramente. El balanceo de su cuerpo se mezclaba con los golpes circulares y adelante y atrás con los que la joven se afanaba en busca del mejor placer para ambos. Jordina sollozaba feliz, sintiéndose herida en lo más profundo de su ser.

Segundo a segundo fue acelerando la cadencia de su vaivén, cabalgándole a buen ritmo con el gesto torcido y sin parar de subir y bajar camino de un nuevo orgasmo. El hombre, tomándola del hombro, la hizo sentar de forma violenta clavándose hasta lo más hondo de la hermosa ninfa. Los golpes bruscos y secos con los que respondió al movimiento pélvico de la joven, hicieron que ella aún vibrara más. Miguel comenzó a moverse dándole rápidos empellones y sacudiéndola de forma salvaje.

Los ahogados lamentos pronto dieron paso a desconsolados quejidos y bramidos por parte de ella. Recibía los golpes del hombre arqueándose y echando la cabeza atrás mientras boqueaba en busca del aire que tanto notaba en falta. El incansable miembro la martilleaba sin descanso, follándola con fuerza y desgarrándole las paredes de la vagina entre los gritos de puro placer que ella daba.

Sí venga… dame duro hasta morir –exclamó emitiendo a continuación un suspiro inaudible al quedar ambos quietos en busca de un necesario descanso.

Volviéndose sin sacar un solo instante el pene de su sexo, quedó de cara a él pudiendo besarse como al principio. Con las respiraciones entrecortadas por el esfuerzo, se besaron dándose el calor de sus bocas, devorándolas y estrechando los labios y las lenguas.

Eres un maldito cabrón… me tienes loca –dijo cachonda perdida mientras sentía las manos del hombre atizarle con fuerza sobre las nalgas.

Doblada hacia delante dejó que le chupara los pechos mordisqueándole luego los sensibles pezones. Él enterró la cara entre sus senos disfrutando la piel femenina mientras Jordina apoyaba las manos en sus hombros quedando perfectamente unida al dichoso maduro. Incorporándose, empezó a trotar acompasando los movimientos a los del hombre. A los gruñidos débiles de ella se oponían las palabras obscenas con las que Miguel buscaba la total excitación de la muchacha.

Muévete putita… lo haces muy bien, eres una putita maravillosa…

Mmmm, qué bueno es esto… me gustaría que no acabara nunca –respondió humedeciéndose los labios resecos y sin parar de cabalgar alrededor de aquel émbolo ardiente.

De ese modo continuaron follando entre gemidos y cálidas palabras, rozándose los sudorosos cuerpos con las manos, excitándose más y más hasta notar la pronta cercanía del clímax final. Los gritos de placer de la joven eran acallados por los dedos que él le entregaba para que los chupara y lamiera con creciente desenfreno.

¡Nena, voy a correrme… no aguanto más! –le indicó atravesándola con firmeza mientras apretaba las redondeces traseras de la fascinante chiquilla.

¿Vas a correrte? –preguntó ella con el rostro desencajado por la tensión y sabiéndose también próxima al orgasmo.

Al fin el vigoroso macho quedó quieto bajo ella, viendo las fuerzas flaquearle al tiempo que llenaba la goma del condón con el líquido que durante tanto tiempo había conseguido mantener controlado. Jordina, sintiendo que el hombre se iba, alcanzó el último de sus orgasmos sacudiéndose entre espasmos descontrolados que la hicieron caer exhausta y abrazada a él entre los sonidos broncos y sin sentido alguno que su boca emitía. Respirando con fuerza, se besaron envolviendo el hombre la boca de su joven conquista, entregándole la lengua mientras subía y bajaba las manos recorriendo la bella figura de la muchacha.

De ese modo, fueron relajándose cediendo las manos masculinas en su masajeo. Mientras recuperaban el resuello, Claudia se unió a la pareja comiéndose primero la boca del hombre para luego acoger entre los suyos los labios húmedos de pasión de su amiga.

Tras una ducha caliente que tranquilizara la pasión desarrollada, se dirigieron los tres al dormitorio donde, nada más caer sobre la cama, las dos muchachas empezaron a jugar entre ellas acariciándose y morreándose sensualmente. Miguel, por su parte, cayó derrotado y cansado viéndose pronto envuelto en un reparador sueño en compañía de Morfeo…

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo