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Dos jóvenes amantes (Parte 12)

en Hetero: Primera vez

Decimo segunda parte... Espero que sigan disfrutándolo. Quiero dejar claro que este relato es 99% real. Lo único que cambia son los nombres.

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Aquí esta la primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/85904/

Aquí está la Undécima parte: http://www.todorelatos.com/relato/87942/

En aquel momento yo tenía quince años. No era ni la mitad de lo que soy ahora. Aunque no era ni el más feo ni el más tonto de la case. Simplemente pasaba muy desapercibido, sobre todo, porque hacía poco que había llegado de otra escuela, y yo era muy tímido y cerrado. Pero eso no me impedía disfrutar de las chicas de mi clase. Sobre todo en Teresa. Era las más guapa, la más lista, la más deportista... Lo tenía todo. Yo estaba enamorado de ella, pero vivía con la seguridad de que ella nunca podría llegar a querer nada conmigo. Teresa no era las más alta de case, mediría al rededor de un metro cincuenta y cinco centímetros, con el pelo castaño y completamente liso. Unos ojos verdes que enamoran. Su cuerpo era el típico de una chica de su edad, pecho mediano, ligeras curvas, culo firme y un poco duro, junto a unas piernas finas, gracias al deporte. Para mí era la chicas más guapa y bella del mundo, mientras que otro se pasaban el día comparándolas a todas, cuando no había razón.

Todo ocurrió un día de clase. Acabábamos de tener educación física, y tras ducharnos, fuimos a clase a dejar las cosas ya que teníamos recreo. Iba vestido con unos vaqueros, zapatillas de calle y una camiseta amarilla lisa, ya que hacía mucho calor. Yo tenía claro mi objetivo, y justo al llegar al patio, fui donde un profesor para pedirle que me dejara ir a clase a por una cosa. Con el permiso, me fui rápido como el viento de vuelta a clase, y una vez allí cerré la puerta. Era una clase de tamaño mediano, éramos veinticinco en clase, con pupitres bien colocados, y la mesa del profesor al lado de la pizarra.

Sin perder tiempo, me moví entre los pupitres y llegue hasta el de Teresa. Me agache y busqué su bolsa, la cual abrí y metí la mano en busca de mi premio. Cuando saque mi mano, tenia agarradas unas braguitas de color azul clarito de tacto muy suave, sudadas y húmedas (Sí, estaba un poco enfermo, xD) . Me las acerque a la nariz para oler su delicioso perfume corporal. Estaba completamente embriagado por su olor, y hacía rato que me había excitado. Sin poder aguantármelo, saque mi pene completamente erecto de mis pantalones y mis bóxer y comencé a masturbarme junto a su pupitre, mientras me imaginaba la vagina de Teresa. Quería eyacular en su asiento, para que luego ella se manchase de mi esperma. Estaba a la mitad de la faena, cuando un ruido me hizo voltearme. Miré a la puerta y me quede con los ojos como platos cuando vi quien estaba allí.

-¿Qué haces con mis bragas, Javi?- Me preguntó Teresa completamente enfadada, viniendo hacia mí. Teresa, aun tenía el pelo mojado, después de haberse duchado, vestía con una camiseta blanca de tirantes con un sujetador del mismo color por debajo. En la cintura llevaba unos shorts azules y vestía con unas bailarinas también azules.

-Yo... Yo...- Balbuceé, intentando decir cualquier excusa, pero con sus bragas en una mano, y mi pene en la otra, no había mucho que explicar. Lo único que hice fue intentar taparme.

-Eres un cerdo.- En aquel momento estuvo a punto de soltarme una bofetada. -Voy a decírselo a Maite. Maite, era una de nuestras profesoras. Era una verdadera arpía. Todos la temíamos.

-No, por favor.- Le supliqué soltando mi pene y agarrándole el brazo para no dejarla ir. -Haré lo que sea, pero no se lo digas a nadie, por favor.

-No me toques con esa mano, guarro.- Se enfado a un más, haciendo un gesto de su mano que hizo que la soltara.

-Por favor, Teresa. Hare lo que tú quieras. Seré tu esclavo si hace falta, por favor.- Le supliqué de rodillas.

-Ummm...- Teresa se detuvo pensativa mientras me miraba, analizándome, sopesando la propuesta que le acaba de hacer. -Está bien. Levántate.- Me ordeno, mientras ella se sentaba en su pupitre. Yo sabía que si lo hacía, mi pene, erecto y desnudo, quedaría a la altura de su cara, por lo que me sonroje y me quede en el sitio avergonzado. -¿No te levantas? Muy bien, iré a donde Maite.- Aquello me mató, sin dejarla levantarse, me levanté yo mirando al techo, para ver su cara, mientras ella miraba atentamente mi erecto pene. -¿Asique esto es una polla?- No dejaba de mirar y de examinar mi pene. -Quiero ver lo que hacías cuando he llegado- Me ordeno, a lo que yo agache la mirada para mirarla, y suplicarle que no me pidiera aquello. -O lo haces o me voy, tú decides.- Me chantajeo. Lentamente y torpemente, agarre mi pene, el cual empecé a masturbar, mientras volvía a mirar al techo. -Seguro que así no lo estas disfrutando como antes.- Me pincho, por lo que tuve que acelerar el ritmo. Aunque no lo hubiese admitido, el estar masturbándome delante de Teresa, me estaba excitando tanto que poco a poco iba llegando a mi limite.

-Teresa... Dame un pañuelo que me corro.- Le avisé cuando no me faltaba mucho. Pero de pronto algo suave rozó, mi pene y tras un escalofrió de placer, eyacule. Mi esperma salió disparado, mientras yo cerraba los ojos y disfrutaba de mi orgasmo, masturbándome lentamente. Cuando mis pequeñas convulsiones cesaron, baje la mirada para mirar a Teresa, la cual tenía parte de mi esperma esparcido por la zona de los labios, mientras que la veía tragar algo.

-Sabe raro, pero es agradable.- Comentó sin más, mirándome. Entonces como si despertara de un sueño, se dio cuenta de lo que acaba de hacer, se sonrojo y desvió la mirada, mientras se limpiaba la cara. -Joder, Javi, eres un cerdo. Te has corrido en mi boca, y te piensas que una es piedra, ¿No?- Me regaño levantándose y casi pegándose a mí. Entonces comprendí que fue lo que me rozó y mi pene volvió a levantarse, mientras me imaginaba aquella sensación y sobre todo el saber que Teresa acaba de tragarse mi esperma.

-Lo siento.- Me disculpe mirando al suelo.

-Tú te has corrido, así que mas te vale, que ahora lo haga yo.- Aquello me sorprendió, e incluso ella misma se sorprendió de lo que me acaba de pedir, ya que estaba roja como un tomate y miraba a un lado. Estiró su mano hasta mi pene, y lo agarró. Una oleada de placer recorrió mi cuerpo, cuando Teresa comenzó a masturbarme muy lentamente. No pude evitar lanzar un pequeño gemido de placer, que hizo que Teresa se detuviera, soltando mi pene, preocupada. -¿Te he hecho daño?- Me pregunto.

-No. Es que me estaba gustando mucho.- Le contesté mirándole a los ojos.

-Tonto.- Me recrimino dándome un pequeño golpe en mi hombro izquierdo, que siguió a un apasionado beso. Nos fundimos en uno solo, mientras nuestras lenguas se entrelazaban.

-Teresa...

-Calla...- Me silenció colocando su dedo índice en mi boca, tras lo que se agachó y volvió a agarrar mi pene. No podía creerlo que iba a pasar, hasta que pasó. Teresa se introdujo mi pene en su boca, y comenzó a lamerlo lentamente. Era la primera vez que hacia una mamada, y yo la primera vez que recibía una, por lo que estaba en el paraíso. De nuevo, volví a gemir, pero esta vez Teresa no se detuvo, si no que siguió a lo suyo. Tras un rato, Teresa volvió a levantarse y volvimos a besarnos, pero esta vez sus manos buscaba quitarme mi camiseta, mientras las mías acariciaban torpemente su cuerpo. Una vez me quede completamente desnudo, con su ayuda, le quite la camiseta y después el sujetador. Nuestros cuerpos iban aumentado de temperatura mientras nuestras respiraciones se volvían agitadas y rápidas. Nada mas quitarle el sujetador, Teresa, se tapo sus pechos. -Javi... Me da vergüenza... Son pequeños.- Me dijo completamente roja, apoyada en su pupitre.

-Son perfecto.- Le contesté, a lo que ella sonrió dejando que mis manos apartaran sus brazos de aquellos pechos, que tanto deseaba. Segundos después, una de mis manos acariciaba uno de sus pechos, mientras que con mi lengua, lamia el otro. Teresa lanzó varios gemidos que aumentaron nuestra excitación, mientras yo jugaba con sus pezones. Igual que antes, con su ayuda, le quite el short y con cierta timidez, deslicé sus bragas. Estas eran de color rosa, del mismo tipo que las que yo había buscado en su bolsa. De nuevo, Teresa se tapo.

-No me hagas daño, por favor.- Me pidió mirándome fijamente a los ojos.

-Nunca lo haría.- Le contesté, tras lo que volvimos a unirnos en un gran besó. Agarrándole por las piernas, la senté en la mesa de su pupitre, y abrí de par en par sus piernas, dejándome ver su joven vagina. Teresa, desvió la mirada completamente sonrojada, pero no pudo taparse, ya que tenia ambas manos apoyadas, al otro lado del pupitre para no caerse hacia atrás. Lentamente me acerque a su vagina, mientras le besaba los muslos, haciendo que gimiera dulcemente, y una vez alcancé mi objetivo, lo lamí de abajo arriba lenta pero intensamente, hasta alcanzar su clítoris. Aquello provocó que Teresa, lanzara un fuerte gemido de placer, mientras yo me ensañaba con su clítoris.

-Javi... No pares... Sigue, sigue...- Debía de ser muy sensible, porque en aquel en poco tiempo, se corrió en mi boca, con un sonoro grito de placer, mientras me agarraba el pelo, obligándome a hundirme más en su vagina. Tras beber de ella, me levanté dejando mi pene a la altura de su vagina, mientras ella buscaba besarme desesperadamente. mientras nuestros besos y caricias se sucedían, yo iba acercando mi pene hasta su vagina, mientras ella acercaba su vagina a mi pene, hasta que ambos chocaron. Nos detuvimos y nos miramos en silencio, durante unos interminables segundos, donde volvimos a besarnos, pero esta vez mas lentamente. Yo agarré mi pene, mientras ella utilizaba una de sus manos para abrir bien los labios vaginales, y tras colocar mi pene en la entrada de su vagina, nos volvimos a mirar.

-Ahí voy.- Le avisé, mientras muy lentamente empezaba a empujar dentro de ella, sintiendo su caliente y húmeda vagina, hasta que sin haber llegado a meter todo mi prepucio, algo me detuvo. Empuje con cierta fuerza, pero siguió sin llegar a entrar. Teresa jadeaba y me abrazaba fuertemente, casi clavándome las uñas. De nuevo, esta vez con más fuerza, volví a empujar y tras notar una especie de desgarro, mi pene entro sin ninguna oposición hasta adentro de Teresa, arrancándole un fuerte gemido de placer y dolor al mismo tiempo, que hizo que clavara fuertemente sus uñas en mi.

-Duele...- Me susurró Teresa al oído, estando yo completamente dentro de ella, pero sin movernos ninguno de los dos.

-¿Quieres que paremos?- Le pregunté sin moverme demasiado.

-No...- Parecía avergonzarse por su respuesta. -Si lo hacemos despacio se me pasara.- Me animo, a lo que yo empecé a sacar y meter mi pene a un ritmo muy lento, mientras Teresa, gemía de placer, pero a la vez podía ver en su cara como aguantaba el dolor. Yo por mi parte estaba disfrutando de lo apretada que era su vagina, la cual abrazaba mi pene sin dejarlo escapar.

-Te amo, Teresa.- Le dije entre algunos gemidos. -Desde siempre. Te amo.

-Y... Yo...  Y yo a ti...- Se sincero, completamente roja, clavándome las uñas en la espalda, por el placer y el dolor. La miré a los ojos sin creerme lo que acaba de decirme deteniendo mis lentas penetraciones. Nos miramos unos segundo, y volvimos a besarnos apasionadamente. Y esta vez, mis movimientos fueron mas rápidos y fuertes que antes, obligándole a Teresa a gritar, tanto por el placer como por el dolor, que le daban mis pequeñas embestidas. Estuvimos cinco fuertes minutos, donde nuestros cuerpo se fusionaron en uno solo, disfrutando y sintiendo al otro.

-Javi, me vuelvo loca.- Me decía entre gemidos y gritos.

-Me voy a volver a correr.- Le avisé, sin dejar de embestirla.

-Córrete dentro. Cálmame el dolor, por favor.- Sus palabras, llenas de gemidos de placer, fuero el último impulso, antes de que eyaculara dentro de su vagina. Mi semen, salió de mi, llenando a Teresa, que también alcanzo un orgasmo, con un fuerte grito de placer. Nos quedamos unos segundos abrazados, con mi pene todavía dentro de ella.

-Ha sido increíble, Teresa.- Le dije separándome un poco de ella, para mirarla. Estaba radiante. Más incluso que con sus mejores ropas, aquella cara de sexo y placer, acompañados por los rayos de sol, que entraban por la ventana, le resaltaban todo.

-Gracias, Javi.- Me dijo, tras lo que me dio un beso con todas sus ganas. Entonces, nos separamos lentamente, mientras mi pene salía de su vagina, lleno de esperma, fluidos vaginales y sangre. Con un pañuelo, me limpie mientras Teresa, se ponía directamente sus braguitas rosas.

De pronto, nos quedamos helados. Acababa de sonar el timbre, y el resto de compañeros de clase, estaban al caer, y nosotros aun estábamos desnudos. Rápidos como un rayo, nos vestimos y para que no sospecharan nada, cada uno se sentó en su pupitre. Justo antes de que llegaran el resto de la clase, Teresa, me lanzó sus braguitas azules.

-Un regalo.- Me dijo con una sonrisa y guiñándome un ojo.

-Gracias.- Le dije mientras me las guardaba en el bolsillo de mi pantalón, justo cuando entraban los demás, que se sorprendieron al vernos, pero no dijeron nada. Una vez fue a empezar la clase, mire a Teresa, la cual me devolvió la mirada con una bonita sonrisa.

Tras aquello, comenzamos un bonita relación que duro alrededor de dos años. No recuerdo la razón exacta de porque nos separamos, pero seguimos siendo amigos, muy amigos la verdad, pero nunca ha surgido nada más. Siempre nos apoyamos y ayudamos, como una pareja, pero sin serlo. A veces, Cris, envidia nuestra relación, pero sabe que la quiero a ella, y si algo fuese mal, sabría que la avisaría con tiempo.

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