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Masajista de clítoris - Marisa Getafe (1ª parte)

en Sexo Oral

Conocí a Marisa hace más de tres años en una red social y quiero compartir con los lectores de esta página el siguiente relato donde les contaré como se fue desarrollando nuestra amistad y nuestros encuentros de sexo oral.

Decidí hace más de cuatro años crear en una página de contactos un perfil explicando abiertamente una de mis grandes pasiones: hacerle sexo oral a una mujer. No puedo negar que se trata de un perfil diferente, un perfil que llama la atención tanto para bien como para mal. Pero no deja de ser menos cierto que al explicar de forma clara y directa lo que deseo encontrar eso me ha permitido conocer desde entonces a varias mujeres interesadas en recibir placenteros masajes de clítoris. Si este primer relato tiene buena acogida contaré en próximas ocasiones más experiencias vividas con otras chicas que conocí gracias a esa página. Este primer relato se lo quiero dedicar a Marisa porque sabe de mi afición por escribir y me confesó que le haría ilusión que escribiera su historia para leerla en internet. Ella fue también la que me dio la idea de escribir mis experiencias y compartirlas con los lectores de páginas dedicadas a los relatos eróticos. Así que Marisa, aquí tienes la historia que te prometí de tus aventuras con tu amigo el masajista de clítoris.

Fue Marisa la que me escribió una noche un mensaje privado en la página de contactos donde tengo mi perfil y que decía lo siguiente: “Vaya perfil, seguro que no te falta trabajo con esos masajes”. Le respondí que no me podía quejar y que estaba teniendo con ese perfil mucho más éxito del que esperaba. Le pregunté si le resultaba interesante lo que buscaba pero Marisa me respondió que más que interesante mi perfil le parecía curioso, por lo directo y sincero que era al decir tan abiertamente lo que buscaba.

Soy de la opinión de que para encontrar lo que uno desea es mucho mejor decirlo abiertamente. De esta forma las personas que pueden estar interesadas en tu búsqueda te lo harán saber. Siempre puede haber personas a las que les desagrade decir las cosas de forma tan directa pero son raras excepciones.

Aquella noche estuve hablando cerca de dos horas con Marisa. Fue una conversación muy amena en la cual ella me hizo muchas preguntas acerca de mi afición. Me dijo desde el primer momento que no estaba interesada en lo que buscaba pero me encantó que ella mostrara tanta curiosidad por mis experiencias con otras mujeres que había conocido en esa página. En esa charla yo también fui aprovechando para hacerle algunas preguntas y así ir conociendo algo más de ella. Fue así como supe que ella es una mujer casada, con dos hijos, que tenía en aquel entonces 45 años, que vive en Getafe, que trabaja como administrativa,… Y ella, aparte de hacerme todo tipo de preguntas acerca de mi afición, también me preguntó cosas similares. Así que supo que yo era un chico soltero de 30 años, que vivo solo, en Coslada, que trabajo también como administrativo,…  Al final de aquella charla decidimos intercambiar nuestros msn para poder seguir en contacto también a través de ese medio.

A partir de aquel día fueron varias las noches que volvimos a coincidir. Decidimos usar el msn para nuestras charlas puesto que era mucho más cómodo que la página de la red social. Marisa se solía conectar por las noches, después de acostar a los niños, hacer la comida del día siguiente y dejar la cocina recogida. Como la gran mayoría de las mujeres que trabajan fuera de casa Marisa tiene muchas tareas una vez acabada su jornada laboral. Así que solo por la noche es cuando encontraba un rato para ella, para relajarse, para olvidarse de la rutina del día a día. Aprovechaba que su marido se quedaba en el salón viendo la tele o escuchando las tertulias deportivas en la radio para ella sumergirse en el mundo de internet.

En nuestras conversaciones nocturnas hablábamos de muchas cosas. Le encantaba que le pusiera al día de todos mis encuentros con las chicas que venían a mi casa a que les hiciera sexo oral. Le tenía totalmente al día de la agenda con mis amigas. Hasta el punto de que se sabía el nombre de ellas y las cosas que le gustaba a cada una de ellas. Y cuando venía alguna chica nueva a mi casa estaba deseando de que llegara el momento de encontrarnos en el msn para que le contara con detalles como había sido mi cita.

Marisa era una mujer tímida para hablar de temas sexuales pero desde el primer momento se sintió cómoda para hablar de ese tema conmigo porque lo abordábamos desde un punto de vista divertido, lo cual le quitaba toda la seriedad al asunto. Hubo una noche en la cual le confesé que sentía curiosidad por como era en el presente y había sido en el pasado su vida sexual. Ella  propuso que aquella noche cambiáramos los papeles y fuera yo el que le preguntara a ella todo lo que deseara saber. Así que no perdí la oportunidad.

Marisa me contó que le gusta el sexo pero que sentía que no había experimentado grandes cosas. En algunas conversaciones con amigas ellas contaban cosas que ella nunca había probado. No es que eso la hiciera sentir mal pero si le llenaban de curiosidad. Como le sucede a muchas mujeres ella se había conformado con lo que le había tocado: un marido poco imaginativo y más preocupado de su placer que del de ella. Me confesó que desde hacía tiempo no disfrutaba realmente en la cama y muchas veces lo hacía sin ganas. Lo hacía más por darle el gusto a su marido que porque a ella le apeteciera de verdad. En los últimos años, como realmente disfrutaba del sexo era en soledad. Me confesó que le gustaba mucho la masturbación y que cuando tenía algún rato de tranquilidad  se dejaba llevar por el placer de sus dedos. Lo hacía en secreto y me comentó que estaba segura de que su marido no sabía que ella se masturbaba y mucho menos que lo hacía con toda la frecuencia que podía.

Le pregunté como había sido su vida sexual en el pasado y Marisa me contó que realmente en la cama solo había estado con su marido porque aunque de jovencita tuvo un noviete a lo máximo que habían llegado era a besos, magreos y alguna paja que ella le había hecho. La complicidad de la conversación le llevó a contarme un secreto que nunca antes había revelado a nadie y era que a ese primer novio también le había hecho un par de mamadas. Aquello era algo que había hecho de jovencita y que se había guardado para ella. Tampoco entendía muy bien el por qué había guardado ese secreto pero el caso es que lo había hecho y ahora por primera vez se atrevía a contárselo a alguien. Su marido pensaba que su polla era la única que ella había probado en su vida pero ella se había guardado el secreto de que había probado otra polla más antes de conocerle. Le pregunté cómo acabó la relación con aquel primer novio y ella me contó que no había estado mucho tiempo con él porque se enteró que andaba tonteando con otra chica. Me dijo que tampoco le gustaba realmente aquel chaval pero que como sus amigas empezaban a tener rollos con chicos pues ella no quería ser menos y pilló a ese chico disponible. Además también tenía ganas y curiosidad de hacer cosas sexuales con un chico. No quería perder la virginidad pero sí probar cosas como las que hizo con aquel chaval. Le pregunté si la idea de hacerle una mamada a aquel noviete había salido de ella o bien se lo había insistido el chaval. Y me dijo que había sido un poco las dos cosas. Por un lado el chico se lo había sugerido en varias ocasiones y por otro lado ella tenía curiosidad por probarlo porque su mejor amiga le había contado que se la chupaba a su novio y que le gustaba mucho hacerlo. Y ella me contó que también le había gustado mucho eso de hacer una mamada cuando lo probó con aquel chaval.

Después pasamos a hablar de su marido. Le conoció cuando ella tenía 19 años y desde entonces había pasado toda su vida con él. Durante sus años de noviazgo y los primeros años de matrimonio tuvieron una vida sexual muy fogosa. Lo hacían con frecuencia siempre que encontraban la ocasión para ello. Pero pensando años después en aquella etapa se había dado cuenta de que el sexo con su marido tampoco había sido algo extraordinario. Era un sexo muy clásico, muy rutinario. Sus relaciones sexuales se basaban principalmente en mamadas y postura del misionero. En su etapa de novios si hacían algo que se salía un poco de lo habitual al hacerlo en el coche, en el campo durante alguna excusión de fin de semana, algún magreo en el cine,… Pero básicamente el sexo que practicaban no dejaba de ser el mismo en esencia: mamadas y sexo donde él siempre se ponía encima. Un tipo de sexo claramente destinado al placer del hombre.

Luego con el paso del tiempo y la llegada de los hijos su vida sexual había ido poco a poco en declive. Hasta el punto de que la frecuencia de sus relaciones sexuales solía ser de una por semana: el sábado por la noche casi siempre, simplemente por cumplir. Le pregunté que era lo que más le gustaba del sexo y tras meditarlo un poco acabó por decirme que suponía que hacer mamadas. No la vi muy convencida en su respuesta y ella me explicó que era lo que más había hecho en el sexo. Le gustaba hacerlo y su marido siempre la decía que lo hacía muy bien.

Le pregunté si su marido le había hecho sexo oral alguna vez a ella. Me contó que nunca le habían hecho sexo oral. Lo único que le hacía su marido en algunas ocasiones era acariciarla el coño con la mano. Pero tampoco lo hacía muy bien porque era  algo brusco tocándola. Me sorprendió aquella confesión sobre todo por el interés que mostraba porque yo le contara con detalles las cosas que les hacía a mis amigas. Le dije si no se sentía mal sabiendo los detalles de mis encuentros con mis amigas y que ella no había probado nunca. Me dijo que eso no la hacía sentir mal pero que sí que la llenaba de curiosidad. Me contó que en algún momento se sentía como muchos años atrás cuando era jovencita y su mejor amiga le contaba que se la chupaba a su novio y ella sentía curiosidad por experimentarlo también.

Le pregunté entonces si nunca se le había pasado por la cabeza la idea de tener un amante y cual había sido el motivo por el cual se había registrado en esa red social. Me contestó que se había registrado simplemente por curiosidad. Le llegó un día a su email una invitación de un conocido registrado en esa página y  decidió apuntarse. Pero no buscaba nada en concreto. De hecho su perfil no tenia fotos ni estaba relleno con los típicos datos que suelen pedirte en esas páginas. Era un perfil prácticamente en blanco en el que la única información que aportaba era que tenía 45 años y que era de Madrid. En cuanto a lo de un posible amante me contó que si que había pensado alguna vez en ello pero que no era más que una fantasía. No se vería capaz de llevarla a la realidad porque se sentiría mal y sucia por hacerle algo así a su marido. Y además que tampoco tenía tiempo para esas cosas con el trabajo, la casa y los niños.

Marisa me parecía una mujer encantadora. Había existido una gran complicidad entre los dos desde el primer momento. Siempre es más fácil contar cosas de tu vida desde este anonimato que te proporciona internet. Pero realmente sentía a Marisa muy cómoda hablando conmigo. De hecho, durante aquella charla en la que me habló de su vida sexual ella me repitió en muchas ocasiones que esas cosas que me contaba nunca se las había contado a nadie. Ni siquiera a sus amigas. De hecho nunca había hablado de sexo tan abiertamente con nadie. Pero me contó que se sentía realmente cómoda hablando conmigo. Que le parecía un chico realmente encantador, cariñoso, atento y que sabía como cuidar a una mujer. Yo con Marisa también me sentía muy a gusto. Para mi eso de hablar abiertamente de sexo no era nuevo porque lo vengo haciendo desde hace ya tiempo con varias amigas. Pero reconozco que las convenciones con Marisa tenían algo especial. Sin embargo, por un lado sentía un sentimiento de pena hacia ella por esa resignación a que su vida era de esa manera y si había cosas que no podría probar pues no pasaba nada.

Seguimos hablando varias noches a lo largo de cuatro meses. En ese tiempo también habíamos coincido algún sábado por la mañana en el msn. Aprovechaba que su marido salía con sus hijos de paseo al parque para conectarse un ratillo. En una de  esas conversaciones matinales habíamos decidido poner la webcam para poder ponernos cara y cuerpo. Nunca hicimos nada sexual por la webcam, simplemente hablar mientras nos veíamos con la cámara. Por la noche Marisa no ponía la webcam porque no quería que su marido entrara de repente en el cuarto donde tenían el ordenador y la viera usando la webcam con un chico. Pero cuando coincidíamos los sábados por la mañana si que la poníamos aprovechando que ella estaba sola en casa. La webcam me permitió conocer como era físicamente Marisa. Ella me había enseñado alguna foto suya pero uno siempre se hace una idea mejor con la webcam. Marisa tenía una cara dulce, redondeada, de ojos marrones y pelo ondulado que le llegaba justo a la altura de los hombros. Su cara transmitía timidez en muchas ocasiones y la sonrisa aparecía en su cara con frecuencia porque era una mujer muy alegre. Era de estatura baja, pechos generosos, caderas anchas y como ella solía decir con algún kilito de más. Cuando la vi por la cam le dije que me parecía una cuarenteañera muy interesante. Y ella se echo a reír con esa expresión porque ella se consideraba ya una cuarentona. Ella dijo de mí al verme que le gustaban mucho mis ojos verdes y que de cuerpo no estaba nada mal. Aunque siempre que nos hemos visto por webcam me reprochaba que era muy serio y que debería de sonreír un poco más. Aquello de vernos por webcam fue otro paso más en esa bonita amistad que había surgido entre los dos.

Una noche, después de una conversación que habíamos tenido en la cual le había contado mi último encuentro con mi amiga Camila, me decidí a hacerle una pregunta atrevida: “¿no te gustaría que te ayudara a experimentar lo que siente una mujer cuando le hacen sexo oral?” Me había decidido a hacerle esa pregunta porque después de contarle mi encuentro con Camila ella me había hecho el comentario de que sentía sana envidia de mi amiga Camila. Yo sabía por qué había hecho Marisa ese comentario y era porque de todas mis amigas Camila era con la que ella se podía sentir más identificada. Camila era también una mujer casada, de edad similar a la suya y venía de visita a mi casa simplemente a que le comiera el coño. No hacíamos nada más que eso.

La respuesta de Marisa a mi pregunta se demoraba. Pasaban los segundos y ella no escribía nada en el msn. Volví a escribir yo: “Marisa, ¿sigues ahí? Si te ha molestado la pregunta no tienes por qué contestarla”.

Al cabo de unos segundos vi como Marisa se ponía de nuevo a escribir en el msn. Poco después apareció su respuesta en la pantalla. Me decía que estaba dudando en cómo responder a mi pregunta, si poniendo algo que no era verdad o siendo sincera. Le dije que prefería que fuera sincera. Me confesó que en las últimas semanas pensaba mucho en la idea de quedar conmigo. Mientras se masturbaba fantaseaba con la idea de estar en el sofá o la cama de mi casa con las piernas abiertas sintiendo mi lengua en su clítoris. De hecho, Marisa sabía cómo era el sofá y la cama de mi casa porque se lo había enseñado en fotos. Así que me confesó que alguna vez se había tocado mirando esas fotos e imaginándose ella en ese lugar. De hecho me contó que ella preferiría la cama al sofá. Me contó también que en las últimas semanas siempre que se masturbaba lo hacía pensando en mi. Que pensaba en mí con frecuencia y que eso le hacía excitarse con facilidad. Que deseaba ser como mis amigas Rosi y Camila que solo venían a mi casa a recibir sexo oral.

Le respondí que yo no quería crear líos en su cabeza pero que si realmente quería probar yo me ofrecía muy gustosamente. De hecho era algo con lo que yo también había fantaseado. Marisa me parecía una mujer que se merecía probar algo así. Ella me dijo que lo que la retenía era el hecho de que creía que se sentiría sucia o culpable si quedaba conmigo. Que no sabía si luego podría mirar a la cara a su marido sabiendo lo que había hecho a sus espaldas. Le dije que no estaría haciendo nada malo y que esa experiencia podría ser otro secreto de su vida, como el de las dos mamadas que le hizo a su primer novio y que su marido desconocía. Además ella ya estaba guardando un nuevo secreto que era la amistad que tenía conmigo, que mantenía totalmente oculta a su marido. Le pregunté si el secreto de nuestra amistad le hacía sentir mal. Me contó que en alguna ocasión se le pasaba por la cabeza que estaba haciendo una locura pero no pensaba mucho en ello porque realmente le gustaba hablar conmigo. Nuestras charlas nocturnas le ayudaban a evadirse por unos minutos de todas las tareas y preocupaciones. Pero quedar era diferente. Era una experiencia real.

No quise ahondar mucho más en sus dudas así que simplemente le dije que podía imaginarse un posible encuentro como si fuera de visita a un masajista, al médico, un dentista,… Ella pedía cita por teléfono y acudía a mi casa. El masajista la llevaba al dormitorio, ella recibía el masaje y se marchaba a casa. Como si hubiera sido atendida para recibir uno de esos servicios. Marisa dijo que la idea le parecía interesante y que se la pensaría. Aunque lo que me propuso fue que habláramos por teléfono el primer sábado que coincidiéramos conectados por la mañana. Quería ponerme voz. Le dije que a mi también me gustaría escuchar su voz. Así que en eso quedamos.

Tardamos dos semanas en coincidir un sábado por la mañana. Cuando entré al msn ella estaba conectada. Se alegró mucho de verme. Dijo que me estaba esperando con impaciencia porque quería escuchar mi voz. Nos dimos el número de teléfono. Ella me confesó que me iba a poner en la agenda del móvil con nombre de mujer. Su marido no solía mirar su móvil pero por si acaso. Así si le preguntaba diría que era una compañera de trabajo. Le pregunté con qué nombre femenino me había bautizado y ella me dijo que con el nombre de Camila, en honor a mi amiga casada por la que ella se sentía tan identificada.

Marqué su número de teléfono. Al segundo tono ella lo cogió. Marisa tenía una voz dulce y algo tímida, tal y como me la había imaginado. A ella le gustó mi voz grave pero tierna. Intercambiamos unas frases en las cuales hablamos del tiempo que había pasado desde que nos conocíamos y por fin nos poníamos voz. Yo notaba la voz de Marisa algo nerviosa. Le dije que no pasaba nada, que estuviera tranquila. Y que si se sentía incómoda podíamos colgar porque como primera toma de contacto por teléfono había estado bien. Pero ella me dijo que estaba algo nerviosa porque quería decirme algo. Me contó que llevaba con ello en la cabeza desde el día anterior y se había prometido a sí misma que si me pillaba conectado esa mañana en el msn me lo iba a proponer. Le volví a decir que estuviera tranquila y que me dijera eso que quería proponerme. Entonces fue cuando Marisa me dijo: “me gustaría pedirte cita para esta tarde”. Había imaginado muchas veces esa situación pero cuando escuché sus palabras me sorprendí: “¿Lo dices en serio?”. Su respuesta fue un sí rotundo. Me contó que le había dicho a su marido que esa tarde iba a quedar a tomar café con una amiga a la que hacía mucho que no veía. Me alegré un montón de que Marisa que hubiera animado a dar el paso. Así que le indiqué la dirección de mi casa en Coslada. Le dije que no tendría problemas para aparcar porque en el aparcamiento del estadio de fútbol siempre había sitios libres. Decidimos quedar a las cinco de la tarde.

A las cinco menos diez yo ya estaba listo para recibir en mi casa la visita de Marisa. Me senté en el sofá a esperar su llegada. A las cinco y diez aun no había llegado. Existía la posibilidad de que Marisa se lo hubiera pensado mejor y hubiera decidido echarse atrás. Decidí esperar unos minutos más antes de encender el ordenador y ver si ella me había dejado algún email en el que me dijera que se lo había pensado mejor. Eran cerca de las cinco y veinte cuando sonó el timbre de la puerta. Cogí el auricular del telefonillo: “¿si?” dije. “Soy Marisa”, respondió ella al otro lado. Pulsé el botón de apertura. Ahora Marisa tendría que recorrer el patio interior del bloque de edificios hasta llegar al portal de mi casa. Segundos después sonó de nuevo el timbre del telefonillo. En esta ocasión pulsé el botón de apertura directamente. Esperé mirando por la mirilla de la puerta a que el ascensor se abriera. Allí estaba ella.

Marisa pulsó el timbre de la puerta de mi casa. Inmediatamente abrí la puerta.

-         Hola,- fue mi saludo

-         Hola,- respondió ella.

-         Adelante,- le invité a pasar.

Marisa entró en mi casa y cerré la puerta. Le indiqué la entrada al salón. Cuando accedió al salón observé como Marisa reconoció algo que le era familiar.

-         El sofá,- dije ella con una sonrisa.

-         Si, ahí está el famoso sofá,- comenté también con una sonrisa.

Ella conocía el sofá por las fotos que le había mostrado. Sabía que les había comido el coño a muchas amigas en ese lugar. Pero ella ya me había comentado en alguna ocasión que consideraba que la cama era un lugar más cómodo. Así que antes de invitarla a ir al dormitorio le dije que podía dejar su bolso encima de la mesa del salón.

             - Supongo que estarías empezando a pensar que me había arrepentido de lo que te propuse esta mañana,- me comentó ella.

            - No puedo negarte que viendo como pasaban los minutos más allá de las cinco estaba empezando a pensarlo. De todos modos confiaba en ti y aunque te hubieras echado para atrás en el último momento lo habría entendido. Supongo que habrás venido todo el camino hablando con tu ángel y tu demonio personal.- le dije.

            - Pues si, aun no me creo que esté aquí,- respondió ella.

            - ¿Quieres tomar algo o quieres que pasemos al dormitorio?,- le pregunté.

            - Pues si me sirves un vaso de agua te lo agradecería,- dijo ella.

Le indiqué el camino a la cocina y la serví un vaso de agua.

             - Muchas gracias cielo, con las prisas venía muerta de sed.

 Salimos de la cocina y la indique que me siguiera. Avanzamos por el pasillo hasta llegar a la habitación del fondo que era mi dormitorio. Cuando Marisa entró en el dormitorio no pudo evitar hacer un nuevo comentario.

             - Y aquí esta tu cama,- dijo con otra sonrisa en tu cama.

            - Pues sí aquí está la cama que está esperando tu visita desde esta mañana,- añadí yo.

Marisa seguía nerviosa así que le indiqué las pautas para que pudiéramos empezar.

 -         Puedes dejar tu ropa en la silla y luego túmbate cómodamente en la cama,- le indiqué.

Marisa me miró y después de soltar un suspiro dijo:

-         Ha llegado el momento. ¿Me quito toda la ropa o solo la parte de abajo?

-         Como te vayas a sentir más cómoda. Lo que quiero es que te sientas lo más tranquila y relajada posible,- le dije.

-         Entonces solo lo de abajo,- comentó ella mientras empezaba a echar mano a sus zapatos.

Empezó quitándose los zapatos. Los colocó debajo de la silla de forma ordenada. Después se desabrochó el pantalón vaquero y bajó la cremallera después. Se quitó el pantalón vaquero. Lo dobló por la mitad y lo colocó cuidadosamente en la silla. Sin ninguna vacilación bajó rápidamente sus bragas, las sacó por sus pies, las dobló con un rápido movimiento de dedos y las dejó encima de la silla. Después, sin mirarme en ningún momento se subió a la cama y se colocó boca arriba con la cabeza apoyada en la almohada y las piernas separadas. Fue en ese momento cuando pude ver el coño bien peludito de Marisa. Ella ya me había comentado que no se lo depilaba ni se lo arreglaba demasiado. Solo se lo recortaba un poco por los lados en verano cuando llegaba la época de ponerse el bikini. Ella hizo un comentario al respecto.

-         Como ves lo tengo muy peludito. Ya te lo dije,- comentó.

-         Me da mucho morbo como lo tienes. Ya te he comentado en alguna ocasión que un coño depiladito se lame mejor pero un coño peludito me da mucho morbo porque es lo más natural que te puedes encontrar,- le decía a Marisa mientras me subía a la cama y me colocaba entre sus piernas abiertas.

Marisa me miraba deseosa de que empezara a hacerle todo aquello que tantas y tantas veces le había comentado en nuestras conversaciones nocturnas. Coloqué mi mano derecha en su ingle derecha y la empecé a acariciar suavemente mientras le decía:

-         Estate tranquila, ¿vale?

Ella asintió con la cabeza.

Coloqué mi mano encima de sus labios vaginales y con mis dedos anular y corazón empecé a hacer movimientos circulares moviendo sus labios. Me di cuenta de que estaba más nerviosa que excitada porque no se apreciaba al tacto humedad en sus labios vaginales. Posteriormente con mi dedo corazón busqué su clítoris y empecé a masajearlo suavemente con movimientos circulares. Todo muy suave y despacito. Marisa suspiró.

-         Cielo, que manos tienes. Creo que no me voy a arrepentir de haber venido.

A continuación me tumbé boca abajo en la cama buscando la posición adecuada para colocarme entre sus piernas con mi cara muy cerca de su coño. Con ayuda de los dedos dejé bien a la vista su clítoris y a continuación dirigí mi boca a él. Lo atrapé con mi boca. Luego comencé a lamérselo suave y despacito. Escuché un “ohhhhhhhhh”  profundo salir de su boca cuando ella sintió el contacto de mi lengua en su parte más erógena. Con mi boca bien colocada en su entrepierna situé mis manos agarrando la parte exterior de sus muslos. De ese modo podría agarrar sus nalgas si debido al placer ella levantaba su pelvis de la cama. Empecé a aumentar poco a poco la velocidad de movimiento de mi lengua.  De izquierda a derecha para producir un mayor frotamiento con el clítoris de Marisa. Luego en movimientos circulares. Y más tarde a la mayor velocidad de movimiento le incluí una mayor presión aumentando el estado de dureza de mi lengua. Cuando apliqué esa presión adicional sobre su clítoris fue cuando Marisa soltó su primer gemido de placer.

Separé mi boca de su coño y me quedé mirándola. Ella me miró como extrañada por haberme parado.

-         ¿Qué tal va la cosa?,- pregunté.

-         Muy bien cielo, sigue, me estás dando mucho placer.

Volví a dejar a la vista su clítoris con ayuda de mis dedos y nuevamente se lo atrapé con mi boca. Regresando de nuevo mis manos a la parte exterior de sus muslos. Estuve varios minutos dando lengua en su clítoris con diferentes tipos de movimientos y presiones: movimientos suaves circulares, movimientos suaves de izquierda a derecha, succión con la boca, suaves caricias con la punta de la lengua, frotamiento fuerte con la lengua dura,… Sus suspiros y jadeos me iban indicando que cosas le gustaban más de todas las cosas que iba experimentando en su clítoris. En algunos momentos ella colocaba sus manos sobre mi cabeza y acariciaba mi pelo, otras veces estiraba los brazos sobre la cama y en otros momentos se estrujaba los pechos por encima de su ropa. Lo que le gusta a la mayoría de chicas con las que he estado es que les laman el clítoris con fuerza. Pocos han sido los casos en los que las chicas obtenían su mayor excitación con suaves lametones de lengua. El clítoris de Marisa era de los del primer grupo. Sus jadeos aumentaban cuando lamía su clítoris con fuerza. Por ese motivo alternaba tandas de varios segundos en los cuales le frotaba el clítoris con mucha presión de mi lengua (lo que le llevaba a estados en los cuales su pelvis empezaba a moverse de arriba hacia abajo mientras yo sujetaba sus nalgas con mis manos y apretaba mi boca a su coño para poder seguir lamiendo a pesar de sus movimientos convulsos) con otros en los cuales los movimientos de mi lengua eran más suaves y delicados y ella se recuperaba de esos instantes de placer más intenso. En uno de esos momentos en los que mi lengua se lo lamía despacito nuestras miradas se cruzaron. Ella colocó su mano derecha sobre mi cabeza y mientras me acariciaba el pelo me dijo:

-         No sabes el placer que me estás dando cielo. Me tienes a puntito de correrme.

Yo separé mi boca de su coño y le dije:

-         Me alegro que lo estés pasando bien. Ahora voy a por tu corrida.

En vez de ir de nuevo directo  a su clítoris dirigí mi boca a una de sus ingles. Empecé a dejarla besitos en esa zona y lametones. Lo mismo que hice en una de sus ingles lo hice en la otra. Luego me arrodillé entre sus piernas y coloqué mi mano derecha encima de su coño. Se lo froté con movimientos circulares mientras la puntita de mis dedos corazón y anular se colaban un poquito por dentro de sus labios vaginales. Aquello estaba ahora muy húmedo. No tenía ni punto de comparación a la ausencia de humedad que había en esa zona al empezar. Humedecí la punta de esos dos dedos con sus jugos vaginales y después fueron a la búsqueda de su clítoris. Empecé a frotar su clítoris con mis dedos. Ella empezó a suspirar de placer. No estuve mucho tiempo frotando su clítoris con mis dedos porque considero que es más difícil dar placer a una mujer con los dedos que con la lengua. Cada mujer tiene su propia técnica de masturbación y es difícil encontrar la forma de frotamiento y la velocidad de movimiento con los cuales ella encuentra un placer parecido al que consigue ella misma cuando se lo hace con sus dedos. En cambio el placer que le das con la lengua es algo a lo que su clítoris no está acostumbrado y por ello resulta más fácil dar con el punto que a ella más le gusta. Así que después de un breve frotamiento de clítoris con mis dedos volví a tumbarme boca abajo en la cama y coloqué mi cara cerca de su coño. Dejé a la vista su clítoris con ayuda de mis dedos y volví a atraparlo con mi boca. Empecé a lamérselo despacito. Suavecito. Alternando movimientos circulares con otros de arriba-abajo, izquierda-derecha. También alguna suave succión. Después decidí comenzar a lamer y succionar con más presión. Ella poco a poco empezó a suspirar y gemir con más intensidad. Sus manos acariciaban mi pelo mientras de su boca salían algunos susurros “ay, que rico cielo, no pares ahora, sigue”. Ella estaba a puntito de caramelo y yo estaba decidido a llevarla a su corrida. Seguí lamiendo con fuerza. Su pelvis nuevamente se levantaba de la cama. Yo agarré su culo con mis manos para sujetar su cuerpo mientras ella se movía convulsamente arriba y abajo. Mi boca pegada a su coño mientras mi lengua no dejaba de moverse en ningún momento. Escuché su voz: “sigue cielo que me corro, sigue, sigue”. No dejé de lamer su clítoris a pesar de sus movimientos cada vez más enérgicos. De repente su cuerpo empezó a moverse en forma de sacudidas mientras de su boca salió un gemido intenso…”ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”. Se había corrido. El cuerpo de Marisa se quedó a continuación relajado. Dejé que ella disfrutara de su placer mientras su respiración sonaba agitada. Yo permanecí sentado a su lado encima de la cama.

Segundos después ella me miró y me sonrió:

-         Que buen rato me has hecho pasar. Tienes una lengua maravillosa,- me dijo.

-         Me alegro que estés contenta con el masajito y que te hayas alegrado de venir a verme,- le respondí.

-         No me arrepiento en absoluto. Creo que te volveré a pedir cita en cuanto pueda,- afirmó ella.

-         Cuando tu quieras te hago hueco en la agenda.- dije.

Ella se echó a un lado de la cama y me pidió que me tumbara junto a ella. Marisa se tumbó de medio lado doblando su pierna para tapar su coño. Yo me coloqué también de lado para poder hablar con ella cara a cara. Ella me dio las gracias por haberla ayudado a descubrir lo que se sentía con el sexo oral y también por haber hecho que nuestro encuentro real transcurriera de una forma tan fácil para ella. Me dijo que ahora tendría que hacer hueco en mi agenda para una mujer más porque después de haberlo probado querría volver a repetirlo alguna vez más. Luego ella me preguntó por el baño porque quiere asearse un poco antes de marcharse. Le indiqué donde estaba el baño y la dejé una toalla limpia para que se secara. Yo volví al dormitorio y me tumbé en la cama.

A los pocos minutos Marisa salió del baño. Se acercó a la silla del dormitorio donde había dejado su ropa. Se vistió por completo. Volvimos al salón. Marisa cogió su bolso. Le pregunté si quería que le acompañara al coche y me respondió que no hacía falta. Nos despedimos. Ella me dio dos besos y me hizo una caricia en la mejilla con su mano.

-         Espero que nos volvamos a ver pronto,- me dijo para despedirse.

Ella cogió el ascensor y yo me acerqué a una de las ventanas que dan al patio interior del edificio para ver a Marisa hasta que saliera por la puerta de entrada. Estaba feliz por ella porque había pasado un rato muy placentero y ahora ya sabía lo que se sentía cuando una mujer recibía sexo oral.

Cuando volvimos a coincidir en el msn un par de días más tarde ella me volvió a dar las gracias por todo. Yo le pregunté como se sentía después de la experiencia, si tenía algún sentimiento de culpabilidad por lo que había hecho. Ella me dijo que no. No tenía sensación de haber hecho nada malo, simplemente había ido a que le dieran un masaje en el clítoris. Aunque me confesó que tenía muchas ganas de volver a visitarme. Que quería volver a disfrutar de mi lengua y en esta ocasión de forma más relajada, sin los nervios del principio. Le respondí que seguramente en la segunda cita la cosa sería mejor porque ella ya no vendría con las dudas de la primera vez. Me contó también que cuando iba de camino a casa se dio cuenta de que ella no había hecho nada para agradecerme el sexo oral que le había hecho. Yo le dije que en ningún momento le había pedido ni le pediría nada a cambio. Pero ella me dijo que eso no era justo. Que si yo le daba placer a ella lo justo es que yo también recibiera algo a cambio. Le recordé que en mi caso no era necesario y le recordé el tipo de cita que tenía con mis amigas Rosi y Camila, en las cuales ellas venían a mi casa simplemente a que les comiera el coño y no hacíamos nada más. Pero ella me dijo que no se sentía cómoda de esa forma. Además me confesó que después de muchos años ella se volvía a sentir deseada de nuevo. Y ella se sentía halagada de que fuera un chico más joven el que le mirara de esa forma. Me confesó que le parecía un chico guapo y le gustaban mucho mis ojos verdes. Se atrevió a preguntarme si alguna vez había pensado en follar con ella. Y yo sinceramente le respondí que si, que era algo que había fantaseado muchas veces pero que entendía que siendo una mujer casada esa decisión de hacerlo no dependía de mi. Ella me dijo que recordaba ese momento en el cual habíamos estado los dos tumbados en la cama después de su corrida. Que nunca había estado así en una cama con un hombre diferente a su marido y que se sintió realmente cómoda a mi lado. Le pregunté si eso significaba que estaba pensando en la idea de tener sexo conmigo y ella me dijo que no, que no se sentía preparada. Pero luego añadió que cuando me conoció tampoco se sentía preparada para mis masajes y mira lo que había pasado, con lo cual deduje que me estaba diciendo que no cerraba la puerta a esa posibilidad en un futuro.

Para no hacer el relato demasiado largo voy a darlo por concluido aquí en su primera parte. Si veo que tiene buena aceptación publicaré la segunda parte del mismo. Me encantaría saber la opinión de la gente que dedique parte de su tiempo a leerlo. Dejo mi dirección de email: relatosdesexooral@hotmail.com