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Trío fetichista en babuchas y tangas rojos

en Fetichismo

Es invierno y sabado por la tarde. Hace frío y los dos amigos hemos puesto la calefacción aunque luego no nos hará falta. Queremos pasar una buena tarde y nos hemos traído a casa a una chiica marroquí de diecinueve años, bajita y muy sexy y caliente. Es bajita y cuando viene a nuestra casa es, como cuando está en la suya, pero allí, con una bata, se quita la ropa y se queda solamente en tanga rojo y unas cómodas y confortables babuchas que sólo los marroquíes y los argelinos saben hacer y llevar. Serán de un número 37, hechas en cuero fino con lentejuelas simuladas y con la suela muy delgada y de un color rojo intenso, incluso muy gastadas porque ella siempre está con este atuendo en su casa y así recibe también a sus amigos de su país. Es muy delgada y de unos cincuenta y cinco kilos de peso. Nosotros somos muy atléticos, corpulentos (1'95 m de estatura) y vamos tambien en tanga y babuchas azules los dos, de un 45 de número. También nuestras babuchas, que son regalo de nuestra amiga que nos las trajo de su país, son de suela muy fina y de un cuero muy sueve y hasta tienen un aroma extraordinario pues, las nuestras, al contrario que las de nuestra amiga, están nuevas, y las hemos traído aquí para estrenarlas. Pero de todas formas, aunque están un poco acolchadas, tampoco las suelas son de más de medio centímetro (quizás menos) razón por la cual los pies notan cuando han pisado algo duro que haya en el suelo, salvo que haya moqueta como ocurre en nuestro apartamento. Estamos ahora en el salón aunque puede que terminemos en el dormitorio.

La chica, Azulema, no hace más que ir y venir del salón a la cocina y nos ha puesto un té moruno caliente que tiene un aroma extraorodinario y un sabor exquisito. Mientras lo bebemos, la vemos ir y venir con unos moviemiento sensuelas de caderas y sin hacer el menor ruido pues las babuchas son totalmente silenciosas y si lo hicieran, quedaría el ruido amortiguado por la moqueta. De vez en cuando se empina algo para coger algún vaso del mueble y vemos con que soltura se maneja y que encantdor es su moovimiento. Nos fijamos en la destreza con la que maneja las babuchas rojas y nos fijamos en como las tiene totalmente amoldadas a su pie pues se agacha con ellas sin ninguna deificultad y la vemos jugar haciendo piruetas y dando pequeños saltitos con la agilidad que le proporcionan en parte esta delicadas zapatillas. A mí, con sólo verla así, ya me abulta el tanga y veo que mi amigo Jimmy, que debe tener una buena polla, también se le empina y yo miro discretamente pero la cosa sube de tono cuando miramos a Azulema porque estamos deseando poseerla y hacerla nuestra totalmente.

La llamo para que se acerque y me nota en la mirada que quiero que me bese y gustosamente lo hace. Un juego de su lengua con la saliva sube la tensión. Enseguida se acerca a mi amigo y se agarra a su cuellao para besarlo cada vez con más ardor y él le mete casi toda su lengua dentro hasta dejarla apenas sin respiración y ella jadea. Como es una experta y consumada amante pese a su corta edad, mientras esto hace, alarga su mano hacia el tanga de mi compañero y con la mano empieza a masajearlo, luego se agacha y empieza a lamer el tanga, notando mi amigo rápidamente la humedad en sus huevos primero, y en toda su verga después. La cosa sube de tono. Ella se agacha, se pone de rodillas, le quita el tanga a mi amigo y empieza a besarle el glande y a darles pequeños mordiscos a aquella enorme polla que pedía mucha guerra. La levanta un poco, la agarra por la nuca y empieza a meterle polla en la boca hasta que la otra se agita por falta de respiración. empieza un mete y saca cadencioso, perimero, y rápido después, y Azulema gime de placer con gana de comerle toda la polla. Él le besa los pechos, la rodea por la cintura y se la sube para intentar follársela de pie. Mi amigo la maeja fácilmente. Empieza suave pero luego acelera el ritmo hasta intentar follársela y ella gime desesperadamente de placer. Se saca la polla y la da de mamar; después --esto lo hacemos y nos gusta-- me mete también a mí su polla y me trago el resto de flujos de la vagina de Azulema aunque mi amigo aprovecha para follarme muy duramente la boca porque al cabo de un rato también me deja sin repiración.

Luego, ella se viene hacia mi que estoy sentado en una silla del comedor y se agacha, me coge la polla y me hace una fenomenal maamada. Pero yo quería algo más. Entonces la puse de espaldas frente al sofá y comence a darle polla hasta saciarla. Al pricincipio, a pesar de que mi amigo había dilatado ya algo su vagina, mi polla apenas podía taladrar su coño, pero empece suavamente hasta que le coloqué dentro el grande y poco a poco, le coloqué toda la polla que la tenía casi como la muñeca, igual que Jimmy. Yo sentía un calor sofocante que crecía conforme la daba las furiosas embestidas, incluso intenté follarle el culo pero no pude pasar más allá de la mitad porque daba unos gritos espantosos de dolor. Pero estaba tranquilla porque sabía que lo más importante estaaba por llegar y que, en eso, ella era una consumada experta como nosotros sabiamos muy bien.

Empezaba su turno para dirigir aquella sesión. Nos tendimos en la toalla que habíamos puesto en el suelo y ella se acerco a nosotros y se puso en medio. Nos acercó una babucha, primero a mi amigo, y luego a mí, y nos ordenó que chupasemos sus pies y luego las suelas lo que hicimos con mucho gusto. Olían ya a usadas pero a nosotros nos inflaba la polla cada vez más. Después, se agachó sobre mi y me puso todo el coño en la boca empezando a restregarlo con brio y yo empece a comerle el coño con el "moño" incluido. Noté que salían algunos flujos pero a mí me sabían divinamente. Ella continuaba hasta que me cubrió del jugo de sus entrañas y así estuvo un buen rato aunque de vez en cuando aullaba de placer. Luego se fue hacia Jimmy e hizo lo mismo. Le plantó todo el coño en la boca y se lo restregaba. Mi amigo experimentó una sensación fantástica y absorbió también algunos líquidos vaginales que le ponían a cien. No queriamos que dejara de pasarnos el "hisopo" por nuestras jetas y el placer que experimentábamos era cada vez mayor hasta que le dijimos que se detuviese.

Ya habíaamos alcanzado el climax que buscábamos. Con las pollas como el puño, se acerco a nosotros en la toalla en la que estábamos y nos dijo que nos levantaramos. En cuanto estuvimos de pie, ella se quitó sus pequeñas babuchas que estaban muy calientes y nos las planto en la boca de manera que solo respirábamos dentro de ellas y notábamos que olían bien pese al uso. Luego nos las pasó a los dos cada una de ellas por la boca y besábamos y lamíamos sus babuchas que ella nos presentaba, unas veces, desde la suela, otras, desde el interior, y otras, desde la puntera, y nos las hacía lamer. Luego nos dio a probar la parte de atrás que no tienen talón y son abiertas y nos las metía en la boca hasta casi la mitad, como si fueran un caramelo, y cuando veía que queríamos moderlas, nos las quitaba.

Luego cogió las zapartillas y metió nuestras pollas en cada una de ellas. Así, como a ella le gustaba, empezo a pajearnos y nuestras enormas trancas entraban y salían de las babuchas con una faciolidad increible. Incluso nuestro glande topaba contra el fondo de las babuchas porque estoy seguro de que, en aquelllos momentos, nuestras trancas eran más largas que las pequeñas babuchas. Luego me tocó a mí, cogíó las dos zapatillas y, como si fueran raquetas, empezo a batirlas, de modo que mi polla chocaba en su viaje ciontra una y contra otra. Cuando aumentaba el ritmo empecé a sentir, primero un delicioso placer y mi mente se trasladaba al paraíso, pero, cuanto más apretaba, el placer se íba tornando en dolor. Así estuvo un buen rato hasta que noté una cierta comezón en la polla y un calor insoportable en los testículos. Sabía que todavía no había acabado. Tomó las zapatillas y, después de tantos azotes, metió mi polla entre ellas --nos dijo que nos quitaramos las nuestras y las besaramos y lamieramos para engañar al dolor-- metió mi polla entre una y otra, por la parte del piso de la suela que estaba muy desgastada y empezó nuevamente a pajearla subiendo una y bajando otra a un ritmo ascendente. Yo creía desfallecer y ella aumentaba el ritmo y para que no nos movieramos nos había colocado contra la pared. Al cabo de algunos cinco o siete minutos, un chorro de esperma escupió mi polla yendo a parar a las babuchas pero ella continúo gtros cinco minutos más para provocarme un dolor muy intenso y consiguió que me viniera obra vez sobre las babuchas que ahora olían a macho pero logró su propósito de rasgarme por varios sitios la piel de la verga que, toda amoratada, ahora escupía otra vez semen y derramaba sangre. Hizo lo mismo con Jimmy aunque éste resistió más. Al final, y para rematar la faena, cogió las dos zapatillas en sus manos y empezó a besarlas y lamerlas. Así que las tuvo bien limpias, según ella, claro está, nos las dio a besar y a lamer. Luego en el colmo del éxtasis, chupamos todos nuestras propias zapatillas. No quedó un rincón de ellas por donde nuestra lengua no anduviera. Ellas también las probó y quería morderlas del placer que le producían al verlas y, claro está, el doble de largas que las suyas.

Azulema es una experta en estos juegos eróticos y le encanta el fetichismo como a nosotros. Cuando pase una mes y nos hayamos repuesto de la batalla que mantuvieron nuestras pollas con sus diminutas babuchas, volveramos a la carga. Una tarde así no se olvida jamás. Ahora, cuando veo las babuchas debajo de la cama, rápidamente me las paso por la bragueta, hasta que viene Azulema y nos hace gemir de placer inmenso y divino. ¡Qué buena está y qué bien lo hace...! Javi.