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Yo no canto [ I ]

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Despertar nunca había sido tan doloroso. A duras penas conseguí erguirme un poco en la cama. No sabía donde estaba la pared y donde la puerta. Solo sabia que si no encontraba pronto el suelo, vomitaria sobre la manta. 

Cerré los ojos durante unos segundos y respiré, absrobiendo la cantidad de aire necesaria para despejarme. Respiré aliviado y miré a mi izquierda. Entonces me percaté de la escena. Me encontraba en mitad de un salón, sobre un colchón, junto a Javi. A duras penas me levanté y busqué mi camiseta. Sin hacer ruido, tuve que salir por entre un par de colchones tirados en el suelo para llegar hasta la entrada a la cocina.

Al llegar a la puerta, me vislumbré en un espejo. Mi pelo habitualmente rizado hacía abajo aparecía revuelto completamente hacía donde queria, haciendome parecer un loco. Mis ojos, los unicos rasgos especiales que identifico en mi, me devolvieron la mirada cansada sobre unas ojeras enormes.

Cuando entré por la puerta, la cerré tras de mi sonriendole a Ro. Ro era una chica algo más bajita, tenía una bonita melena a media cabeza rizada y unos ojos oscuros. Su cara llena de pecas y sus dientes con aparatos eran la pura expresión de simpatía para mi.

-La fiesta de ayer fue genial... ¿no?-pregunté irónicamente.

-Ah, pero... ¿estuviste en la fiesta?-dijo Ro, que parecía tener aún peor cara que yo, mientras sacaba un par de vasos para servirnos agua.

Intenté hacer memoria de mi vida la tarde anterior y me cuestioné seriamente el volver a beber así. Repasé la tarde, como habiamos llegado a la casa de vacaciones vacía de Ro, como la gente había ido llegando, cuando Javi vino a saludarme... 

-Bueno, ¿me dirás donde fuiste con Javi ayer o tendré que imaginarmelo?-preguntó mi amiga, sonriente y con un toque de malicia en la cara.

...a eso iba. Los recuerdos estaban compuestos en fotogramas y desperdigados por los recodos de mi mente, pero aún así era capaz de pensar. Si, poco a poco la historia fue recobrando sentido.

Yo ya llevaba un par de bebidas de más, y Javi me seguía el ritmo a duras penas. A eso de las dos de la mañana, si no me equivoco, le dije que salieramos fuera. Por suerte, esa noche de mediados de Enero hacía mucho frío, y en la urbanización junto a la playa, la noche estaba completamente inundada por una impenetrable niebla.

Javi y yo, cogidos de la mano y riendonos, acabamos metidos por un oscuro callejón. El callejón era muy estrecho, conducía a la playa, y pronto alcanzamos el sonido de las olas rompiendo suavemente en la arena fue audible. Ya echabamos vapor por la boca y teniamos las manos coloradas. Por fin, justo en el borde del callejón que daba a la playa, me volví para mirarlo.

Javi era rubio. Tenía un bonito pelo dorado y una piel algo morena, de su anterior viaje durante Navidades a Italia. Sus ojos eran de un verde apagados y su sonrisa con la perilla lo hacía parecer mayor de lo que era. Solo tenía 11 meses menos que yo, y solo tengo 18. 

Nos quedamos un par de minutos así, mirandonos con cara de tontos, hasta que de pronto, se desató el fuego. Javi se acercó, me abrazó por la cintura y comenzó a besarme. Sus labios eran calidos, y aunque sus tipicos besos que succionaban no me solian gustar, esta noche no me importaba en lo más absoluto seguramente debido al alcohol. Pronto introduje mi lengua en su boca para evitar que siguiera con sus besos y enseñarle a besar como yo había aprendido de manera natural. Jugueteé con su lengua mientras le correspondía el abrazo y lo empujaba contra la pared. Me agarró de los pelos y tiró de sí mientras notaba como se estremecía.

Lentamente bajé mi mano por su cintura hasta introducirla por debajo de la sudadera negra que llevaba y su camiseta, hasta tocar su cuerpo, calido. No tenía un cuerpo atlético, y de hecho, no era de los más delgados, pero su calidez ahondó a través de mi mano en mi ser. Pronto mi otra mano llegó hasta el piso inferior de su ropa y toquetearon su espalda con parsimonia sin separarnos del beso.

Él, que era igual de novato que yo, pero menos innovador, repetía todos mis movimientos. Pronto sus manos me hicieron estremecerme contra el frío aire de la playa nocturna. Cuando hube memorizado toda su espalda, comencé a urgar por detrás de su pantalón y conseguí introducir mis manos en su culo. No tenía mucho vello, y fui capaz de perfilar todo su contorno mientras lo empujaba más contra la pared.

De pronto, algo hizo que me diera la vuelta y me pusiera a mi contra la pared. Javi continuó con los besos mientras sus manos no presentaban conflicto al tratar de quitarme la correa. Pronto la abrió y consiguió desabrochar los botones del pantalón. Buscó con su mano mi miembro y no pude evitar soltar un gemido. En cuestión de relaciones sexuales, solo había tenido un pequeño roce hacía cosa de un año, y aquello, por muy atrevido que fuese, era nuevo para los dos. 

Javi tomó mi miembro enfundado en mi ropa interior negra con su mano izquierda mientras que con la derecha la paseaba por mi pecho, manteniendo parte de mi cuerpo al aire libre. Yo estaba más delgado, pesaba tan solo unos 60 kilos, a pesar de medir mis buenos 1,75 cm. Y mi metabolismo procuraban tenerme un cuerpo delgado y, por qué no, apetecible.

Pronto comenzó a besarme el cuello mientras yo retenía un gemido mirando hacía arriba. Su mano traviesa se escabulló por el elástico de mi ropa interior y el simple roce de su mano caliente con mi pene aún más caliente bastaron para hacerme soltar el gemido que llevaba reteniendo.

Javi comenzó a descender con sus besos y sin problemas, en tan solo un par de segundos, desenfundó mi miembro y lo introdujo en su boca. Comenzó a subir y bajar a toda velocidad y noté unas cosquillas proveniente de su bigote contra mi zona inferior sin mucho pelo. Tuve que retener mis pantalones mientras él succionaba mis 18,5 centímetros de grosor medio. Le apuré con una mano y cuando noté que me venía, decidí pararlo.

Ahora fui yo el que lo empujó contra la pared y repetí la acción con él. Yo me hice de esperar un poco y comencé por besar su estomago mientras con mi mano retenía su corto pene circuncidado. Él no tardó en gemir mientras me apuraba a que me la introdujera en la boca. 

Y en ese momento... un vacío.

¿Lo había echo? No sé. ¿Había llegado al final? Es decir, si recuerdo haberme corrido. En cuestión de minutos, volvía a estar besandole, mientras le masturbaba. Él hacía lo propio conmigo y en menos de cinco minutos, los dos nos fuimos casi a la vez manchando por completo el suelo arenoso y parte de nuestra ropa interior.

Lo siguiente que recuerdo es haber continuado besandonos... un camino de vuelta a las cuatro de la mañana... y acostarnos en un salón junto a nuestras amigas que nos esperaban preocupadas.

-¿Jose?-de pronto la miré con el vaso de agua en la mano. Me habia quedado pillado intentando recordar. Ahora tenía la duda de... ¿lo había hecho? ¿Había llegado a hacerlo? Lo cierto es que me consideraba alguien anticuado, chafado a la antigua al que no le iban esas cosas de callejones oscuros... pero no estaba seguro. 

-Si, dime.

-Nada, te recordaba que esta tarde hemos quedado. A las cinco.-me dijo arqueando una cejas como si temiera que no la volviera a estar escuchando.

-Si, guay, yo llevaré a Javi y te veré en la entrada a las cinco...-le dije sonriente mientras apuraba mi vaso de agua.

Cuando el autobús salió de la estación y lo perdí de vista, me quitó el gorro de lana negra y lo lancé contra la pared enfurecido. Las tres chapas que llevaba el gorro puesto chocaron contra la pared con un sonido de algo roto. Maldita sea...

Tras recoger el gorro y ponermelo, reemprendí el camino hacía el polideportivo. Faltaban diez minutos para las cinco y había quedado con Ro. Al menos eso me despejaría. Por ahora, sentía la necesidad de hacer un posicionamiento. Agradecía por vigésima vez a mi psicólogo de niñez que me enseñara ese truco. 

"Mi nombre es Jose. Tengo dieciocho años. Curso 2º de Bachillerato de Humanidades aquí en Cádiz. Aspiro a estudiar Filología Clásica. Estoy enfadado. ¿Por qué?... Por él."

Mi relación con Javi era extraña. Él era de otra ciudad de Cádiz, y durante toda la semana, no paraba de repetirme que me queria, que queria verme, que no podía esperar al Viernes y que a pesar de llevar escaso un mes, sentía algo muy grande por mi. Por supuesto, yo por aquél entonces me sentía solo, y por un rollo, no iba a pasar nada. No sé en qué pensé cuando accedí a tener "algo" con él... desde entonces, siempre que nos veiamos, la cosa acababa en un "Te he dicho un te quiero y no me lo respondes" por su parte y un "si no lo siento, no lo digo" por la mia.

Hoy, para variar, antes de irse para su casa tras pasar la noche conmigo y unas amigas en una fiesta, habiamos vuelto a discutir. Llevaba solo tres fines de semanas, y en cada fin de semana había sido peor que el anterior.

Al llegar al polideportivo, sonreí al ver a Ro esperandome. Cambié mi cara y la saludé felizmente. Ro no era de mis mejores amigas, pero si importante. Habiamos coincidido aquél curso en la misma clase, y ahora estabamos muy unidos. Además, la iniciativa de aquello la habia tomado ella. Hacía un par de días que venía diciendome que queria cambiar su vida, añadirle algo de interés. Algo... nuevo. Y allí estabamos, esperando a las 5 para una reunión de una asociación de teatro a la que ibamos a entrar.

Hay muchas formas de creer o pensar algo. Yo, al oír asociación, habia pensado en una seria administración con unos actores trabajados y experimentados que nos tratarian como basura. Ahora me encontraba en una de las pocas salas del polideportivo, sentado en círculo, mirando la cara de las al menos 30 personas que habiamos allí.

En su mayoria, todos tenían la edad de entre 14 y 19 años. De los 19, saltaban a la edad de 22. Faltaban por llegar aún el presidente, un tal Fran, y la vicepresidenta que había ido a recogerlo. Una chica llamada Blanca nos había hecho entrar y ir sentandonos. Ro y yo solo conociamos a la mitad de las personas allí reunidas, y tan solo de vista.

Todos se mostraron totalmente hiperactivas. Se saludaban, gritaban, se tiraban, reian e incluso alguna pareja se besuqueaba. Todo como un simple grupo de amigos.

Estuve hablando con Ro mientras me reía de cosas que habían pasado en la fiesta cuando llamaron a la puerta y entraron. Primero entró una chica, algo bajita y redondita, con el pelo recogido en una cola y con mechas. Era la vicepresidenta, la llamaron Vero las al menos diez niñas que se tiraron encima y venía cargando una enorme bolsa con cables.

Detrás, entró él. Era alto, mediria lo mismo que yo. Venía con un largo chaquetón negro cerrado hasta las rodillas. De su mano colgaba un maletín de ordenador. Su pelo, entre castaño oscuro y moreno, lo llevaba igual que Ro, largo hasta media cabeza, tapandole los pelos delanteros parte de sus ojos. Por un instante, sus ojos se posaron en mi, en su recorrido por intentar reconocer todas las caras nuevas. Tenía una barba de unos cuatro o cinco días que le quedaba bien y mientras avanzaba hacía un sitio entre la chica llamada Blanca y Vero, no pude apartar la mirada de él. Si los chicos gays tuviesemos un radar, él mio hubiese estallado. Pero no por que tuviera pluma, porque carecía de ella, sino que algo así como su aura me llamó la atención.

Cuando por fin se hubo sentado y determinado que su nombre era Fran, su edad era de 22 años y era el presidente, nos hizo una rueda de presentación a todos. Empezó por el lado que me quedaba cerca, y solo tenía cuatro personas para pensarme algo interesante que decir y no quedar como un completo aburrido.

Primero se presentó Blanca, luego su novio Dani... fue el turno de un tal Ezequiel, su novia Sarai y llegó mi turno.

-Buenas... mi nombre es... Jose. Tengo 18 años y estoy aquí por simple interés. Solo he actuado una vez antes, en Romeo y Julieta y... no sé, bailo y actuo, pero no canto.-dije un poco avergonzado.

Todos estaban atentos a mi. Todos, a excepción del presidente, que miraba hacía Vero mientras hablaba con ella algo que de seguro no tenía relación con lo que yo acababa de decir.

"Vaya tio más borde..."- esa frase se marcó en mi cabeza cuando me volví a sentar para ver la presentación de Ro.