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Nenitas lascivas (4)

en Hetero: Infidelidad

Nenitas lascivas (4)

 

Esta es ya la cuarta parte de las andanzas del maduro escritor en compañía de las dos jóvenes veinteañeras...

 

I like to dream, yes, yes

right between the sound machine.

On a cloud of sound I drift in the night

any place it goes is right

goes far, flies near

to the stars away from here.

 

Well, you don’t know what

we can find.

Why don’t you come with me little girl

on a magic carpet ride.

 

You don’t know what

we can see.

Why don’t you tell your dreams to me

fantasy will set you free.

 

Close your eyes now, look inside now

let the sound take you away…

 

Magic carpet ride, STEPPENWOLF

 

 

CAPÍTULO IV

 

 

Tras una noche en la que durmió a pierna suelta, Miguel despertó gracias al agradable cosquilleo que sentía bajo las sábanas. Al parecer, aquel par de brujillas no habían tenido bastante con lo de la noche anterior. Ni él tampoco, por supuesto. Recordando los buenos momentos pasados, pronto un calorcillo le corrió el cuerpo ante las cálidas caricias que las muchachas le prodigaban entre las piernas. Sí, escondidas bajo la ropa de cama ambas se entregaban a la dura tarea de conseguir una nueva respuesta por su parte.

Aún medio dormido y con los primeros albores de la mañana entrando por la ventana, el hombre no pudo evitar un suspiro de satisfacción.

Buenos días, cariño. ¿ya despertaste? –preguntó Claudia sonriéndole una vez hubo asomado la cabeza entre las sábanas de suave algodón del lecho matrimonial.

Buenos días, preciosa –respondió él desperezándose poco a poco.

¿Dormiste bien? –preguntó ella acariciándole el velludo pecho con sus largas uñas.

De maravilla sí –aseguró Miguel antes de dejar que los labios de su guapa compañera se posaran sobre los suyos.

Mientras tanto, la otra joven continuaba su faena, todavía oculta a la vista del hombre. Levantando la prenda de cama, pudo ver a la chica situada entre sus piernas, tratando de hacer que el miembro cansado respondiese a sus caricias. Abandonándolo, ascendió por el cuerpo masculino hasta alcanzar la boca del hombre la cual besó como su amiga acababa de hacer instantes antes. Así empezaron toda una sucesión de besos, mezclando los tres las lenguas y los labios ahora en la boca del uno, ahora en la boca de la otra. Miguel disfrutaba viendo a las dos jóvenes retozando entre las sábanas como si de dos gatitas apasionadas se tratara.

¿No tuvisteis bastante con lo de anoche, eh pequeñas? –preguntó ante la excitante escena que se le ofrecía.

Claro que no, cariño. Como te dijimos, necesitamos un tío que sepa saciarnos –contestó Jordina haciendo que callara al unirse a él en un suave piquillo.

Como la noche anterior, era ella quien llevaba la voz cantante repasando el sensual cuerpo de su amiga al tiempo que la provocaba ofreciéndole los labios y la lengua. La idea de acostarse con aquel maduro había surgido de su mente morbosa y calenturienta; sin duda la timidez de Claudia no la hubiera permitido pertrechar semejante idea estando en una casa extraña y con un hombre completamente desconocido. Aquellas dos putitas jugaban entre ellas dándose las lenguas mientras recorrían sus bellas figuras con las manos apoderándose de los pechos para caer luego sobre los muslos y las nalgas.

Las manos de la bella castaña sopesaron los espléndidos y tersos senos de Claudia antes de hundir la cara en ellos lamiéndolos y chupándolos entre las muestras de satisfacción de la rubita. Dejándose hacer no pudo evitar emitir un largo suspiro con el que demostrar lo excitada que se encontraba. Los pezones gruesos y deliciosos se endurecieron con rapidez bajo el empuje de la lengua y los labios que los recogían y besaban.

Me vuelven loca tus pechos, cariño… me gustaría tanto que los míos fueran como los tuyos –musitó en voz baja haciendo casi inaudible aquel comentario para el hombre.

Chúpamelos, mi vida… chúpamelos –solo pudo responder la otra al esbozar una sonrisa forzada.

La joven, hambrienta de su amiga, los succionó y mordisqueó levemente haciendo la sensación mucho más placentera. Acariciándola con infinita paciencia recorría el cuerpo desnudo bajando al vientre para acabar metiéndole la traviesa mano entre las piernas. La muchacha, respirando de forma intranquila, gimió sonoramente ante la inesperada caricia con la que Jordina la complacía. Abriéndose a aquel cálido contacto creyó perder el sentido, vibrando de emoción gracias al roce ejercido sobre su excitada vulva. La entrepierna de la joven se humedeció empapando los dedos que tan amablemente la rozaban. Un grito de angustia escapó de sus labios al ver cómo su amiga la abandonaba volviendo a subir en busca de sus grandes pechos. Miguel, tumbado junto a ellas se masturbaba lentamente, sin prisa alguna, disfrutando del espectáculo que las dos hembras le ofrecían. Apretándole los oscuros pezones entre los dedos, Jordina los lamió pasando la lengua por encima hasta notarlos bien duros y erguidos. Un tímido gemido se escuchó como respuesta a tan excitante contacto. Sin dejar de amasar los turgentes senos, elevó la cabeza en busca del terso cuello y del lóbulo de la oreja el cual cubrió provocando un agradable temblor en la otra.

Bésame, mi amor… bésame –pidió Claudia casi susurrando mientras dejaba que su amiga continuara con lo que le hacía.

Ambas muchachas se miraron y juntando los trémulos labios se besaron de forma dulce mientras se abrazaban tomándose por el cuello y la espalda. Poco a poco aquel beso fue ganando en intensidad hasta acabar fundidas en un largo y apasionado beso al tiempo que con las manos bajaban y subían por los costados de sus cuerpos. Claudia gemía y se removía deseando el cercano contacto, dejándose acariciar por aquellos dedos que tan bien conocía y que tan bien sabían hacerla vibrar. Así fueron recorriéndole los muslos arriba y abajo haciéndola sentir con cada roce más y más excitada y caliente, con su sexo humedecido e impaciente por recibir el cariño de su amiga. Sin embargo, Jordina aún la hizo esperar un poco más llevando las manos sobre el hermoso trasero para apretarlo entre sus dedos hasta provocar un largo suspiro en la otra.

¡Qué cachonda me pone tu cuerpo, cariño! –exclamó amasando con fuerza las protuberantes nalgas.

¡Y a mí lo que me haces! –respondió la rubia muchacha mostrándose sumisa y totalmente entregada.

De ese modo, tumbándose boca arriba y apoyada en los codos, abrió bien las piernas ofreciendo la oscura pelambrera del pubis a la mirada de Jordina, aquella pelambrera que tanto había llamado la atención del hombre la primera vez que la vio.

¡Me siento tan a gusto! –reconoció pudiéndose adivinar en ella la profunda turbación que la embargaba.

La joven de larga melena y gestos felinos la observó detenidamente, disfrutando la desnudez que se mostraba ante ella sin remilgo alguno. La redondez de los glúteos y la feminidad de las curvas se delineaban perfectamente a la luz de la mañana. Las piernas rollizas y de broncínea piel, sin duda gracias al influjo de largas horas de playa, resultaban un bello espectáculo para la vista. Jordina tuvo que morderse los labios evitando soltar el voluptuoso jadeo que su boca estaba a punto de producir. Notó la garganta reseca y cómo le costaba tragar ante la imagen sublime del cuerpo de su amiga.

Se conocían desde hacía unos cinco largos años, quizá más, pero no había sido hasta dos años antes que habían iniciado los primeros devaneos entre ellas. Fue en el primer año de facultad, en una de aquellas fiestas de fin de semana, cuando la muchacha le echó el ojo a su compañera de curso. Habían hablado en varias ocasiones y solían coincidir en la biblioteca gran parte de las tardes. Aquella noche de sábado hablaron y bebieron hasta altas horas de la madrugada, gozando la una de la otra, intercambiando confidencias y quitándose de encima, entre risas cómplices, a los muchos moscones que revoloteaban a su alrededor. No es que fueran lesbianas pues ambas eran bisexuales, disfrutando de tanto en tanto de compañía masculina mientras, día a día, iba creciendo entre ellas una mayor confianza.

Jordina se acomodó entre las piernas de su compañera y, tomando los rotundos muslos con las manos, empezó a besarlos y lamerlos subiendo y bajando por los mismos mientras la entregada rubia la dejaba hacer. Devorando con sus verdosos ojos las sensuales formas, bajó hasta la rodilla para volver a subir llenando toda aquella zona de pequeños mordisquillos. Claudia sintió la piel erizársele mientras un agradable cosquilleo la recorría de arriba abajo. Esperando la siguiente caricia, suspiraba anhelando el ávido roce de la boca por encima de su vientre, de su pubis, por encima de su más íntimo tesoro.

Subiendo hasta su rostro, le colmó el oído de palabras sutiles y picantes con las que hacerla derretir aún más. Enfrentadas cara a cara pudo notar el cálido aliento de la muchacha deseosa de mayores atenciones. Luego buscándole la boca mordió el labio superior antes de unirse en un beso suave, jugando y mojándole los labios con la lengua para avanzar lentamente haciendo el contacto mucho más pasional y vehemente. Enredando las lenguas, jugaban golpeándolas con mayor intensidad. Los leves sollozos de Claudia quedaban acallados por la respiración desbocada de la otra. Emitiendo un quejido lastimero, la vio abandonar su boca para volver a bajar apretándole la pierna con descaro.

Dime cariño, ¿estás cachonda? –le preguntó de manera apenas perceptible.

Me tienes loca, mi amor… dame placer, por favor…

Agarrada a los brazos de Jordina se lanzó sobre su hombro llenándolo de besos desesperados con los que poder calmar la irrefrenable pasión que sentía. Cayendo sobre aquel par de redondos pechitos, los empezó a besar y lamer sintiendo la piel fría bajo la caricia de sus labios. Los pezones reaccionaron al solo roce sobre ellos, erizándose y poniéndose bien duros y erectos nada más sentir el roce de la lengua sobre ellos. Dueña ahora del placer de su amiga, Claudia pasó los dedos por encima para enseguida meterlos en la boca, deslizando la lengua y succionándolos para después morderlos al verlos brillantes de saliva.

Con un gesto de la mano, Jordina la apartó de forma brusca de su lado para así ser ella quien tomara nuevamente el control de la relación. Haciéndola abrir las piernas con un movimiento de sus manos se colocó entre ellas disfrutando del cuerpo desnudo que tanto deseaba hacer suyo.

Hazme el amor, mi vida… no lo soporto más… por favor, házmelo…

Hundiendo la cabeza entre las piernas, Jordina dejó resbalar las manos por encima de las temblorosas columnas para luego terminar acariciando la parte del trasero que quedaba a su alcance. Doblando las piernas, la joven rubia no pudo reprimir el estremecimiento de placer que aquel lento avance le producía. Demorando el siguiente paso, su amiga jugó con el rizado vello soplando suavemente por encima del mismo. Aquella cálida sensación la hizo reír divertida, se conocían lo suficiente como para saber lo que más podía apetecer a la otra en cada momento.

Separándole los labios empezó a chupar y lamer, besándola y rozándola levemente pero con pasión, relamiéndose y provocando en ella multitud de deseos inconfesables. Claudia no paraba de retorcerse, buscando a su amiga y removiéndose inquieta con el roce de aquellos labios sobre su piel. Pronto sintió el lento deslizar de la lengua acariciándole la humedad de su raja, apoderándose de ella y abriéndose paso audazmente, mordiendo y succionándole los labios del coño para saborear el descontrolado deseo que la consumía. Con los ojos cerrados y entre incesantes jadeos, rogaba a Jordina que siguiera con aquello que tanto la enloquecía. Las palabras brotaban de su boca ganando a cada instante en volumen e intensidad.

Có… cómemelo, mi vida… lo deseo tanto…

Metiéndose dos dedos en la boca, su compañera de juegos los chupó y ensalivó sensualmente para después llevarlos al clítoris el cual acarició estimulándolo con movimientos circulares que la hicieron arder de deseo. Envolviendo el pequeño botón con los labios y la lengua, lo apretó con fuerza, degustando su placer y deleitándose con el manantial de jugos que aquel joven sexo le ofrecía. Los lamentos y sollozos de la muchacha dieron paso a palabras y gritos ahogados, a frases sin sentido alguno, indicativas de lo mucho que lo estaba gozando. La hermosa rubia, jadeante y encendida, agarró a su amante por los cabellos, hundiéndola entre sus piernas y obligándola a que continuara con el desenfrenado tratamiento que le daba.

Atrapándole el clítoris, lo mordió sin avisar descargando en él todos sus más sucios instintos. Claudia berreó desconsolada mientras el clímax le llegaba entregando a la diabólica boca todo el caudal de su vagina. La otra devoró la candente vulva saboreándola y gozando el orgasmo de su amiga. Luego metió uno de sus dedos entre las húmedas paredes empezando a moverlo dentro y fuera, deslizándolo primero despacio para enseguida hacerlo de forma mucho más brusca. La agradecida veinteañera se estiraba entera en busca de la próxima caricia que la hiciera estremecer. Arqueaba su cuerpo, abandonada la cabeza entre las sábanas que enganchaba entre sus dientes para no gritar. Sabía perfectamente lo que Jordina pretendía, hacerla sentir un nuevo orgasmo con el que demostrarle lo mucho que la amaba. Con sus dedillos inquietos se recreó largo rato con el endurecido clítoris haciendo que miles de estrellas le rebotaran en la cabeza en forma de placer. Volviendo a rasparle la raja abierta, notó un imparable temblor correrle la espalda obligándola a agitarse como una fiera. Lanzando un grito agudo tuvo que cerrar los ojos mientras se dejaba envolver por un nuevo orgasmo que creyó delicioso e inacabable.

¡Dios, qué bueno ha sido… creí morir de gusto! –exclamó abriendo con enorme dificultad los cansados ojos tras unos segundos de relajación…

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