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Nenitas lascivas (3)

en Hetero: Infidelidad

Nenitas lascivas (3)

 

Tercera parte de las andanzas del maduro escritor en compañía de las dos jóvenes veinteañeras…

 

 

Suddenly something has happened to me

as I was having my cup of tea

suddenly I was feeling depressed

I was utterly and totally stressed.

Do you know you made me cry

do you know you made me die.

 

And the thing that gets to me

is you’ll never really see.

And the thing that freaks me out

is I’ll always be in doubt.

 

It is a lovely thing that we have

it is a lovely thing that we

it is a lovely thing, the animal

the animal instinct…

 

Animal instinct, THE CRANBERRIES

 

 

CAPÍTULO III

 

 

Una vez se deshizo del calzado y de la ropa que todavía le quedaba, la hermosa Claudia hizo que las acompañara a la ducha llevándolo cogido de la mano. El cubículo era algo justo para los tres de forma que el roce de los cuerpos resultaba inevitable. Ambas muchachas se apretaron a él, abrazándole de forma apasionada mientras dejaban correr el agua por encima de sus hermosas figuras. Claudia se unió al hombre ofreciéndole la boca para acabar besándole de manera furiosa. Abriendo los labios permitió que las lenguas se enredasen en un beso apasionado y ardiente. Al tiempo, la mano de largos y finos dedos quedó apoyada en el muslo sin buscar aún el codiciado sexo del dichoso cuarentón.

Por su parte, la otra chica llenaba el cuerpo del hombre recorriéndolo de arriba abajo con la espuma de sus manos. Miguel aprovechó igualmente para disfrutar del par de pechos que tan amablemente se le mostraban. Bajando la cabeza alcanzó uno de los pezones mientras la tomaba por la cintura pegándose a la rubita hasta hacerle sentir su prometedora erección. La joven gimoteó levemente al saberse deseada de aquel modo tan evidente. Cogida con fuerza la aplastó contra la pared y, teniéndola indefensa, mordió sus labios pudiendo sentir la respiración acelerada junto a su boca.

Haciéndola girar mínimamente la cabeza, Miguel llenó el cuello de pequeños mordisquillos, chupándolo desesperadamente con lo que la hizo temblar sin remedio.

Te deseo… te deseo –dijo Claudia con su voz trémula y sin dejarlo escapar, bien cogido como lo tenía del cabello.

¡Quiero follarte, nena! –respondió impetuosamente a las palabras de ella mientras sentía los dedos de Jordina acariciarle la polla por detrás.

¿Eso quieres? –le preguntó la muchacha que tenía a sus espaldas sin dejar de  provocarle con sus caricias. ¿quieres follarte a mi amiga? ¿y yo qué? ¿crees que podrás con las dos, hombretón?... No nos gustan los hombres que no dan la talla y nos dejan a medias, ¿verdad Claudia?

Tranquilas pequeñas… Todavía no he fallado con nadie y espero que no sea esta la primera vez.

¿En serio? ¿no nos engañas, eh? –preguntaron mirándose la una a la otra mientras reían divertidas.

Dejándolas besándose bajo el chorro del agua, se encaminó por el necesario preservativo que le librase de posteriores posibles problemas. Volviendo a mezclarse con ellas y, tras quedar cubierto su sexo, pegó a la joven rubita contra la húmeda pared y acercando la polla sintió cómo la hambrienta vulva lo absorbía con cierta dificultad para acabar tragándolo finalmente en su totalidad. Claudia lanzó un ronco gemido al verse penetrada de aquel modo tan estupendo. El miembro henchido entró en ella hasta lo más profundo, con toda la fuerza que el hombre le imprimía. Ella volvió a gemir esta vez de forma intensa, cerrando los ojos y diciendo que aquello la encantaba. Tras un breve momento de tregua, Miguel empujó nuevamente hasta hacerle notar los huevos pegados.

¡Qué fogoso eres! –exclamó la muchacha al sentir toda la fuerza del macho contra su sexo herido.

Abrazándose a él, empezaron a moverse imprimiendo un ritmo lento a la follada. Miguel entraba y salía entre los continuos jadeos y suspiros que su bella compañera emitía. Excitada como estaba, la muchacha empezó a acariciarse el clítoris con rápidos movimientos de sus dedos. Aquello la excitó aún más, vibrando de pasión cada vez que lo hacía y cada vez que el grueso miembro la penetraba clavándola contra los fríos azulejos. Jordina, mientras tanto, jugaba con la pareja acariciando la piel sensible de su amiga a la vez que pasaba los dedos por encima de los testículos del hombre. Llevando dos de sus dedos entre los labios femeninos, dejó que los chupara y lamiera como si de un pene se tratase. La cara de vicio de la muchacha era todo un poema, boqueando y sollozando con cada golpe que recibía. Miguel, cogiéndole una de las piernas se la hizo doblar y de ese modo el movimiento de los amantes se hizo mucho más fácil. En esa postura, el sexo masculino resbalaba entre las paredes de la vagina, follándola sin aparente esfuerzo hasta alcanzar los rincones más secretos de la joven.

¿Te gusta cariño? –preguntó Jordina a la otra chica al tiempo que le ofrecía sus labios para que se los besara.

Claudia no pudo responder de tanto placer como sentía. Las entradas y salidas del hombre, acompañadas de las caricias de los dedos sobre su sexo no iban a tardar mucho en hacer que alcanzara el primero de sus orgasmos. El pene martilleaba sobre ella sin descanso y sin dar muestra alguna de cansancio. La estaba volviendo loca con cada golpe que le daba.

¡Fóllame tío… fóllame… qué gusto me das… me tienes loca! –rogó agarrándose más a él mientras se sentía morir entre los brazos de su fornido compañero.

Miguel la folló con fuerza y rapidez inusitadas, parando de pronto y volviendo a empujar con desesperación hasta conseguir arrancar a aquella nena un intenso orgasmo que la hizo caer agarrada a sus brazos, farfullando frases inconexas y sin sentido alguno.

El hombre, con el miembro aún erecto y en forma, enganchó a la otra joven obligándola a darle la espalda con las manos apoyadas en la pared. La muchacha aparecía hermosa con sus cabellos mojados y el cuerpo rociado de pequeñas gotas de agua. Su rostro cargado de deseo suponía toda una invitación a la pasión y al desenfreno.

Ven preciosa, ahora te toca a ti.

Miguel llevó la mano entre las piernas de la joven buscando el excitado clítoris. Así pudo acariciarla con los dedos escuchándola suspirar… Con el culo en pompa, Jordina dejó que la polla la traspasara de una sola vez. Las experimentadas paredes de su vagina tragaron sin gran esfuerzo el sexo del hombre gracias a lo muy mojada que estaba.

Buen rabo, cariño… tu mujercita estará contenta con esto que tienes.

Instalado dentro de ella, dio inicio a un suave vaivén entrando y saliendo de aquel coñito hasta acabar tomando un ritmo más acelerado. La muchacha ayudaba echando su culo hacia atrás y moviéndolo de forma circular en torno al eje masculino. Nuevos gemidos llenaron el baño como manifestación de lo que allí ocurría. Con la cabeza echada hacia atrás, Jordina provocaba a su compañero con la mirada perdida y sus ojos en blanco. El excitado macho continuó percutiendo entre sus piernas, teniéndola bien cogida de las caderas y disfrutando de la cara de vicio de la muchacha. En uno de sus movimientos, salió de ella cosa a la que respondió la joven agarrando con rapidez entre sus dedos el cabeceante pene para llevarlo nuevamente al interior de su sexo.

¡No la saques… metémela, la quiero toda dentro! –exclamó removiendo el culillo adelante y atrás.

Tómala putita… toda para ti –respondió Miguel sin dejar de empujar y llevado por la locura del momento.

La siento… la siento sí… fóllame tío, no te pares.

Echándola hacia atrás, la tomó de los revueltos cabellos al tiempo que se apoderaba de uno de los senos acariciándoselo con la mano abierta, llegando incluso a apretarlo entre sus dedos. Luego, palmoteándole las nalgas con sonoras cachetadas, escuchó a la joven quejarse con cada golpe de sus manos. De sus labios no cesaban de brotar quejidos y sollozos que, a cada golpe, iban aumentando de volumen. Mucho más escandalosa que su amiga, aquella muchachita no paraba de gritar pidiéndole más y más.

¡Sí pégame… golpéame las nalgas con fuerza, eso me gusta! –suplicó con los ojos vidriosos.

El hombre, respondiendo a la petición de la chica, continuó atizando esta vez con mayor decisión sobre una de las rollizas nalgas entre los chillidos con que aquella locuela agradecía la caricia que le daba. Removiendo y rotando de forma lenta su enrojecido trasero y sin parar de gimotear, incitaba a su pareja a seguir con lo que le hacía. La mano la afligía cayendo una y otra vez sin descanso bajo el gesto perverso del experto macho. Jordina tuvo que morderse los labios disfrutando el inmenso placer que sentía.

Umm, es fantástico… qué gusto que siento. No pares, no pares… sigue –reclamó retorciéndose y sintiéndose morir bajo el brutal tratamiento.

Al fin acabó aquel castigo y, metiéndosela poco a poco, fue entrando lentamente y centímetro a centímetro hasta quedar completamente dentro de ella. Tras unos segundos sin moverse, salió y golpeando de nuevo se la clavó esta vez de manera brusca y sin cuidado alguno. La muchacha se removió inquieta con la estocada del hombre, sin poder evitar lanzar un grito de dolor.

No seas brusco, mi vida –dijo a Miguel con voz implorante mientras le sonreía con el rostro un tanto desencajado.

Es un macho fogoso y apasionado -exclamó la otra respondiendo a las palabras de la primera.

Lo es sí… me encanta… métemela toda y fóllame con fuerza, cabrón –pidió Jordina casi gritando.

¿Te gusta que te den caña, eh putita?

Sí, sí… me gustan los tíos salvajes y bruscos como tú. Me vuelve loca tu rabo… vamos sigue.

Miguel la clavó contra el cristal de la mampara, levantándola en el aire por momentos de tanto poderío como se daba. Ella abrió más las piernas, arqueándose hacia atrás, totalmente sofocada y con el rostro en tensión. Los gemidos crecían en volumen según la fuerza del macho se hacía insoportable para el cuerpo cansado de la mujer. Jordina no paraba de estremecerse, suspirando y gritando entre las continuas caricias con las que sus manos trataban de dar descanso a sus bellas formas.

Ayudándose en su placer, se fue tocando el excitado botoncillo notándose más y más empapada a medida que las caricias ganaban en intensidad. La pareja se movía enloquecida buscando su placer en el cuerpo del otro.

Me corro… me co… rro… pa… para, por favor –pidió volviéndose hacia él en busca de un beso que calmara el orgasmo explosivo que sentía correrle entre las piernas.

Con parte del cabello pegado a su sudoroso rostro, temblaba de gusto al agarrarse al brazo del hombre reclamando que no la dejara. Un segundo orgasmo acompañó al primero, recorriéndola de pies a cabeza y obligándola a morderse los labios hasta casi hacerlos sangrar. Mientras seguía tocándose notó su entrepierna mojada como si se hubiera meado de gusto, tanto era el placer que disfrutaba. Lloraba mientras besaba a su hombre, recuperando lentamente el control de sus sentidos. Aquel había sido un gran orgasmo, seguramente uno de los mejores que había disfrutado en su corta vida y lo mejor de todo es que el hombre aún seguía en forma.

Eres una perrita encantadora –exclamó Miguel besando la jugosa boca.

¡Qué bueno, tío! Ha sido tremendo... pero tú aún no te has corrido –dijo ella permitiendo que la besara una vez más.

Saliendo de la mujer se dirigieron al taburete que había junto a la ducha. Tomando Miguel asiento en el mismo, la muchacha agarró el músculo erecto y montando de espaldas a él quedaron nuevamente unidos el uno al otro. Un gemido gutural escapó de la boca de ella, al sentir aquella barra de carne abriéndole las paredes de la vagina.

Hazme el amor… por favor házmelo –susurró al notar un nuevo calorcillo subirle entre las piernas.

Muévete cariño… vamos… te follaré hasta volverte loca –respondió Miguel al tiempo que le masajeaba uno de los pechos.

Jordina vibró al escuchar las palabras con las que el hombre la obsequiaba. No pudo evitar un respingo al recibir la primera acometida de aquel dardo poderoso. Entrecerró los ojos sintiéndose arder por dentro, un fuego descontrolado se apoderaba de su sexo. Con un golpe seco de riñones, todo el grueso pene quedó metido dentro de ella. La joven lanzó un suspiro placentero ante la sensación de dolor y satisfacción que la envolvía, una sensación fascinante y confusa que la hizo dejarse llevar bajo el dominio de su compañero.

Fóllame… fóllame cielo –pidió de forma entrecortada empezando a removerse sobre él.

El apuesto cuarentón la acompañó acompasando sus suaves golpes a los de la muchacha. Ambos se movían de forma lenta, disfrutando el mágico momento, alargándolo todo lo posible para así disfrutarlo mucho más. Fue la mujer de larga melena la que impuso su propio ritmo a la follada, alternando lentos movimientos con otros más rápidos para luego quedarse quieta iniciando a continuación un suave cabalgar que la hacía gemir lastimeramente. El balanceo de su cuerpo se mezclaba con los golpes circulares y adelante y atrás con los que la joven se afanaba en busca del mejor placer para ambos. Jordina sollozaba feliz, sintiéndose herida en lo más profundo de su ser.

Segundo a segundo fue acelerando la cadencia de su vaivén, cabalgándole a buen ritmo con el gesto torcido y sin parar de subir y bajar camino de un nuevo orgasmo. El hombre, tomándola del hombro, la hizo sentar de forma violenta clavándose hasta lo más hondo de la hermosa ninfa. Los golpes bruscos y secos con los que respondió al movimiento pélvico de la joven, hicieron que ella aún vibrara más. Miguel comenzó a moverse dándole rápidos empellones y sacudiéndola de forma salvaje.

Los ahogados lamentos pronto dieron paso a desconsolados quejidos y bramidos por parte de ella. Recibía los golpes del hombre arqueándose y echando la cabeza atrás mientras boqueaba en busca del aire que tanto notaba en falta. El incansable miembro la martilleaba sin descanso, follándola con fuerza y desgarrándole las paredes de la vagina entre los gritos de puro placer que ella daba.

Sí venga… dame duro hasta morir –exclamó emitiendo a continuación un suspiro inaudible al quedar ambos quietos en busca de un necesario descanso.

Volviéndose sin sacar un solo instante el pene de su sexo, quedó de cara a él pudiendo besarse como al principio. Con las respiraciones entrecortadas por el esfuerzo, se besaron dándose el calor de sus bocas, devorándolas y estrechando los labios y las lenguas.

Eres un maldito cabrón… me tienes loca –dijo cachonda perdida mientras sentía las manos del hombre atizarle con fuerza sobre las nalgas.

Doblada hacia delante dejó que le chupara los pechos mordisqueándole luego los sensibles pezones. Él enterró la cara entre sus senos disfrutando la piel femenina mientras Jordina apoyaba las manos en sus hombros quedando perfectamente unida al dichoso maduro. Incorporándose, empezó a trotar acompasando los movimientos a los del hombre. A los gruñidos débiles de ella se oponían las palabras obscenas con las que Miguel buscaba la total excitación de la muchacha.

Muévete putita… lo haces muy bien, eres una putita maravillosa…

Mmmm, qué bueno es esto… me gustaría que no acabara nunca –respondió humedeciéndose los labios resecos y sin parar de cabalgar alrededor de aquel émbolo ardiente.

De ese modo continuaron follando entre gemidos y cálidas palabras, rozándose los sudorosos cuerpos con las manos, excitándose más y más hasta notar la pronta cercanía del clímax final. Los gritos de placer de la joven eran acallados por los dedos que él le entregaba para que los chupara y lamiera con creciente desenfreno.

¡Nena, voy a correrme… no aguanto más! –le indicó atravesándola con firmeza mientras apretaba las redondeces traseras de la fascinante chiquilla.

¿Vas a correrte? –preguntó ella con el rostro desencajado por la tensión y sabiéndose también próxima al orgasmo.

Al fin el vigoroso macho quedó quieto bajo ella, viendo las fuerzas flaquearle al tiempo que llenaba la goma del condón con el líquido que durante tanto tiempo había conseguido mantener controlado. Jordina, sintiendo que el hombre se iba, alcanzó el último de sus orgasmos sacudiéndose entre espasmos descontrolados que la hicieron caer exhausta y abrazada a él entre los sonidos broncos y sin sentido alguno que su boca emitía. Respirando con fuerza, se besaron envolviendo el hombre la boca de su joven conquista, entregándole la lengua mientras subía y bajaba las manos recorriendo la bella figura de la muchacha.

De ese modo, fueron relajándose cediendo las manos masculinas en su masajeo. Mientras recuperaban el resuello, Claudia se unió a la pareja comiéndose primero la boca del hombre para luego acoger entre los suyos los labios húmedos de pasión de su amiga.

Tras una ducha caliente que tranquilizara la pasión desarrollada, se dirigieron los tres al dormitorio donde, nada más caer sobre la cama, las dos muchachas empezaron a jugar entre ellas acariciándose y morreándose sensualmente. Miguel, por su parte, cayó derrotado y cansado viéndose pronto envuelto en un reparador sueño en compañía de Morfeo…

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