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Desvirtualizándote -Parte II-

en Fetichismo

Caminaba calle arriba en busca del lugar exacto dónde habían quedado. No era exactamente lo que a él le hubiera gustado pero, tras su conversación de hace unos días, pensaba que podría ser interesante el verla rodeada de “frikis”, sobretodo cuando le dijo que sería especial. Todo había comenzado de la forma más inocente.

  • El próximo sábado tengo que ayudar a una amiga, ¿por qué no vienes a verme? – le había dicho por chat.

Claro, lo que se había olvidado de comentarle era que tenía que hacer de camarera en una especie de evento para críos a los que les gustaba el manga y el anime, o lo que es lo mismo, los cómics japoneses. Tras meditarlo mucho, optó por ir solo para no tener que dar demasiadas explicaciones a sus amigos, ¿con qué cara les decía de ir al culo de Barcelona a ver a una chica rodeada de gente rara?

Miró una última vez el papel que llevaba en la mano y asintió levemente para convencerse de que había llegado. Estaba frente a la entrada de un edificio de piedra maciza, dentro podía verse mucho movimiento y se oía, lo que parecía, un animal sufriendo malos tratos ya que los alaridos ponían la piel de gallina. Tomó aire, pensando que habría sido mejor quedarse en casa o salir con sus amigos, y entró en el recinto.

Le había dicho que estaría en la planta baja, en la cafetería, así que se dirigió a la derecha siguiendo los carteles y se encontró con la fuente de los gritos. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no empezar a reírse como un loco, en el fondo de la sala había un chico “cantando,” aunque no estaba del todo seguro ya que seguía pensando que parecía más un animal herido, que llevaba una especie de traje que dejaba su ombligo al aire. Tras el primer impacto, se fijó en lo que había a su alrededor: un montón de mesas con gente bebiendo y charlando y unas chicas, que creía debían ser las camareras, vestidas como criadas francesas. Esas criadas que suelen usarse en las películas porno para limpiar el sable del jefe. Puede que al final no estuviera tan mal el sitio.

Ahora que había localizado el bar, tocaba buscarla a ella. Estaba rodeado de varias chicas vestidas de camareras que se encontraban sirviendo mesas y hablando con los clientes, incluso haciendo cosas raras con las manos, ¿era eso un corazón? Decidió que lo mejor era sentarse y tomar algo mientras esperaba.

Al cabo de unos minutos se le acercó una chica. Lleva un peto negro bastante corto, por la forma de la falda suponía que debajo debía llevar una enagua o algo similar para darle esa forma, de manga corta con un cuello alto pero con el pecho descubierto con un generoso escote. Además, llevaba una pajarita blanca, a juego con los botones de las mangas y la camisa, y unos puños negros. No podía evitar que se le hiciese la boca agua, sobretodo al ver que el conjunto lo remataban unas medias negras que se sujetaban a los muslos.

  • ¿Qué puedo hacer por usted amo? – dijo divertida, al ver como la devoraba con la mirada.

Alzó la mirada al oírla hablar y sonrío al reconocerla. El vestido lo había despistado, pero fijándose mejor se dio cuenta de que se había dejado el largo cabello lleno de tirabuzones y que, además, llevaba una cofia blanca a juego con su vestido. Su polla no tardó en atar cabos, y le hizo saber que tenía que follársela con ese atuendo.

  • ¿Qué puedes ofrecerme? – contestó sonriendo de medio lado.

Ella se inclinó muy lentamente, dejándole saborear la vista de sus senos a través del escote, y se acercó a su oído para poder contestarle sin tener que gritar, de fondo seguían torturando animales, esta vez en grupo.

  • Lo que desee mi amo – sus labios rozaron intencionadamente su lóbulo poniéndole la piel de gallina – Lo que desee… – repitió apoyando las manos en sus rodillas mirándole directamente a los ojos de forma muy sugerente.

Miró a su alrededor, aunque había mucha gente, detrás suyo parecía que había otra sala a la que se accedía a través de una puerta corredera. Sonrío de forma maliciosa y volvió a centrar su atención en la sirvienta que tenía delante, podían pasarlo muy bien si ella entraba en el juego.

  • Tráeme una cerveza

Ella sonrío y se alejó de él, no sin antes acariciarle la mejilla con sus cabellos de forma muy leve. Empezaba a ponerse duro, pensando en agarrarla del pelo y follársela por detrás, justo debajo de las narices de todas aquellas personas.

Volvió al momento con un pequeño vaso de plástico lleno de algo que no era cerveza y un plato a juego con algunas galletas. Le sonrío tímidamente disculpándose por no poder servirle lo que había pedido, y se quedó frente a él, sujetando la bandeja bajo los brazos esperando que le diese el visto bueno antes de alejarse. Intentando no dejar entrever sus intenciones, se acercó el vaso a los labios y dejó caer algo de bebida sobre sus pantalones.

Su camarera, sin pensarlo ni un momento, se arrodilló entre sus piernas y lamió descaradamente la comisura de sus labios borrando el rastro del líquido. Después, lamió su cuello con la punta de la lengua, mientras limpiaba sus pantalones con un pañuelo consiguiendo que tuviera una erección en cuestión de segundos. Los chicos que estaban sentados a su derecha dejaron de jugar a las cartas y se quedaron mirando la escena.

  • Lo lamento mucho mi amo – susurró volviendo a lamerle los labios – ahora mismo lo dejaré bien limpio.
  • Y tanto que lo harás – contestó él, incorporándose de golpe y levantándola a ella, sujetándola por el codo.

El resto de camareras y clientes los miraban, algunos deseaban ponerse en su lugar y otros pensaban que se estaba excediendo, éstos últimos fueron los que se acercaron a la pareja.

  • ¿Todo bien, Mar? – preguntó un chico, algo más alto que él mismo, con el pelo largo y liso. Hasta ese momento no se había fijado que también había camareros, vestidos con una especie de frac y guantes blancos.
  • Sí – contestó ella algo sonrojada y sonriendo tímidamente, estaba claro que era una gran actriz – Se le ha caído algo de té por encima e íbamos a limpiarlo.

El chico lo miró, no muy convencido, parecía que no era el único que se había puesto cachondo mirándola. Pero la sonrió, inclinándose sobre ella y susurrándole algo al oído, ¿quién coño era ese niñato que le estaba jodiendo la diversión? Continuaba sin soltarle el codo pero, por alguna extraña razón, aquella escena le estaba poniendo todavía más caliente. Ahora, no solo se la iba a follar sino que la marcaría para que aquel cabrón supiera lo que había pasado justo delante de sus narices.

  • Claro, tranquilo – terminó ella besándole la mejilla al incordio aquel.

Sin ganas de esperar más, tiró de ella y se dirigió a la puerta corredera que había visto antes. Esperaba que no hubiera nadie allí detrás y la pudiera follar sin mediar palabra. Lamentablemente, no tuvo suerte y se encontró con dos chicas y un chico que estaban preparando las cosas que otros llevaban a las mesas.

  • Mar, ¿qué pasa? – dijo una de las chicas, algo bajita con el pelo corto, gafas y en vaqueros.
  • Le he tirado el té por encima a este chico Marta – dijo ella aún con ese sonrojo de tía virginal.
  • Vaya – Marta lo miró y se fijó en que era él el que la llevaba a ella y no al revés – Llévalo donde nos cambiamos y allí encontraras algo para arreglarlo.

Mar se soltó de él y se dirigió al rincón de la sala, de dónde colgaba una especie de telón que lo tapaba todo. La siguió, tras sonreír a Marta intentando no levantar demasiadas sospechas. Fue en ese momento, mientras iba tras ella, en el que descubrió que las medias llevaban una especie de cosido que terminaba con unos lazos blancos. Aquello hizo que casi se corriera ahí mismo.

Entró en el vestuario, por llamarlo de alguna manera ya que era una sección de la sala dónde pero que estaba separada del resto por una cortina gruesa. Dentro había bastante ropa colgada en perchas y mochilas por el suelo, pegada a la pared había una mesa y un par de sillas. Ella le invitó a sentarse en una.

Se arrodilló y se colocó entre sus piernas y él la sujetó del pelo, tirando de él lo justo para excitarla.

  • Te gusta tentarme, ¿verdad zorra? – susurró, podía oír perfectamente a Marta y los otros chicos hablando y preparándolo todo.
  • Sí, amo esperaba que pudiera castigarme.
  • Empieza arreglando el estropicio de mis pantalones y, a lo mejor, te dejo jugar con mi polla.

Lo miró a los ojos y se fijó, por primera vez, de que sus ojos eran grises. Parecía que el disfraz iba a conjunto con unas bonitas lentillas grises que le daban un aspecto más débil y follable.

Empezó a lamerle el pantalón, dónde se había caído el líquido, con pequeños lametones. Rodeó sus piernas con los brazos y hundió el rostro en su entrepierna. Estaba claro que los pantalones iban a acabar peor. 

  • Va siendo hora de que limpies más a fondo – dijo apretándole el rostro contra su entrepierna.
  • S… sí, amo – dijo ella, empezaba a tener ese brillo en los ojos que dejaba intuir que iba a ponerse a llorar, no pudo evitar relamerse.

Con dedos temblorosos, empezó a bajarle la bragueta. Lo que recibió a cambio, fue un tirón de pelo que hizo que se le saltasen las lágrimas.

  • ¿Te he dicho que puedes usar las manos?

Ella negó levemente y apartó la mano. Se inclinó un poco sobre él, dejando las manos a la espalda, y sujetó la cremallera con los dientes. Comenzó a bajarla lentamente cuando algo la hizo parar y quedarse muy quita. Alguien estaba corriendo la cortina.

  • Mar, ¿va todo bien? – gritó alguien desde el otro lado.
  • ¡Sí! – contestó ella como si no tuviera la cara surcada en lágrimas – pero no entres porque está el chico sin pantalones y bastante tiene conmigo aquí.
  • ¿Qué hace sin pantalones? – estaba claro que se estaban riendo.
  • Ese té que compraste es tan malo que le ha hecho una buena mancha – le guiñó un ojo – y estoy intentando quitarla.
  • Está bien, date prisa porque Sergio está preocupado – ese debía ser el chico de antes.
  • Dile que no se preocupe – oyeron los pasos alejarse.

Así que había un Sergio que estaba preocupado, estaba claro que le iba a dar motivos para estarlo aún más. Volvió a tirar de su pelo mirándola maliciosamente.

  • Sigue zorra esto no se va a limpiar solo – siseó

Retomó la cremallera y terminó de bajarla, para su sorpresa, la chica se inclinó y respiró profundamente ,empapándose de su olor, soltando un pequeño gemido que le obligó a agacharse y besarla. Mordió con fuerza su labio inferior, y la obligó a abrir la boca para introducir su lengua en ella, juraría que notó el sabor de su sangre y aquello lo excitó aún más. Al liberarla, pudo ver que tenía una pequeña herida en el labio y sonrío satisfecho.

La chica volvió a retomar su deber, y apartó su ropa interior como pudo liberando su polla. Soltó un suspiro de anhelo que lo hizo reír un poco. Se cogió la polla y la apoyó contra su mejilla haciendo círculos en ella.

  • Ves como la has puesto?
  • Sí, amo.

Recorrió con la verga su rostro, deleitándose en sus labios. Le tapó la nariz, obligándola abrir la boca, y se la metió sin miramientos hasta que el glande golpeó su garganta. Los ruidos que hacía ella solo lo animaban a continuar follándole la boca, sin soltarle la nariz, violándola sin remordimientos. Las lágrimas volvieron a sus mejillas de forma repentina.

  • Qué boca más caliente tienes, perra – gimió

Notaba que estaba cerca, pero no quería correrse tan pronto. Tener un montón de gente tan cerca de ellos, pese a estar resguardados por una manta, y a una chica vestida de criada, que se dejaba hacer todo lo que él quería, tenían un efecto afrodisiaco que lo estaba perdiendo. Tras coger aire paró en seco. Tenía la polla a medio meter en su boca, la saliva le resbalaba por la comisura de la boca cayendo sobre la parte superior de sus senos, las mejillas estaban húmedas y estaba respirando entrecortadamente. Definitivamente todo aquello la estaba poniendo muy cachonda. Soltó su nariz y le lamió la mejilla con fuerza.

  • Levántate – dijo con voz ronca.

Obedeció sin rechistar, estaba sonrojada e intentaba acompasar su respiración. Estaba claro que tenerlo ahí, con sus amigos a pocos metros, le estaba gustando mucho.

  • Levántate la falda – ordenó.

Sujetó la falda con ambas manos y la levantó lentamente, a sabiendas de que aquello lo excitaría. Bajo el vestido de criada, llevaba unas braguitas rosas de esas que se atan a los lados.

  • Qué ropa tan sexy para una criada, ¿no crees? - dijo mientras una de sus manos acariciaba sus muslos y jugaba con las tiras.

Verla sonrojarse aún más hizo que le entrara un dolor de huevos horrible, tenía que correrse ya, aunque la pregunta en una situación como aquella era dónde, ¿sobre el vestido? ¿dentro de ella?.

  • ¿Te pone cachonda esto? ¿Saber que tus amigos están aquí al lado? – tiró levemente del cordón y éste se deshizo sin esfuerzo - ¿Qué debería hacer contigo?

Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella. La veía temblar levemente, y aquello era el paraíso.

  • ¿Debería follarte contra la cortina? ¿Dejar que tus amigos sepan lo que estamos haciendo?

Metió la mano entre sus piernas, recorrió con los dedos su coño empapado pellizcando su clítoris con fuerza, haciéndola gemir de placer. La tenía a su entera disposición. Se inclinó sobre ella y mordió con fuerza su pecho derecho a la vez que le metía los dedos. Un pequeño gritito se le escapó de los labios, aunque por suerte el sonido infernal del karaoke lo ahogó, sino los hubieran descubierto en ese momento.

La notaba convulsionarse alrededor de sus dedos mientras la follaba con ellos sin piedad. De su pecho subió hasta su cuello succionando con fuerza en la base, dejando de nuevo su marca. Cuando notó que estaba a punto de correrse, sacó los dedos de su interior. Ella soltó un bufido de frustración.

  • ¿Qué es lo qué quieres zorra? – dijo entrecortadamente.
  • Su polla amo – contestó gimiendo.
  • Ponte de cara a la cortina y sujétate a ella – le ordenó lamiéndose los dedos.

Le dio la espalda y se sujetó a la tela, tal y como le había mandado.

  • Separa las piernas e inclínate hacía adelante – mandó de nuevo con la voz ronca.

Se mordió el labio e hizo como le decían, agradecía para sus adentros haber elegido un vestido tan corto. Se colocó tras ella y le levantó el vestido, acariciando su coño con la punta de su polla, jugando con ella, tentándola y desesperándola.

  • Por favor… - rogó desesperada
  • ¿Por favor qué?
  • Por favor métemela

Sonrió y la sujetó por las caderas, metiéndole la polla de una sola y brutal embestida, tirándola hacía adelante, obligándola a hacer fuerza contra la cortina para no caerse ni dejarse descubrir. Se quedó parado, con su verga enterrada en sus entrañas, y se inclinó sobre ella oliendo su pelo.

  • ¿Cómo se siente tenerme dentro? ¿Notas mis huevos? – le preguntó con la voz tomada
  • Maravilloso mi amo, notar sus huevos contra mi coño y su polla dentro de mi es el paraíso – susurró ella.

Subió las manos de sus caderas a sus pechos, sacándolos del vestido. Los acarició por encima del sujetador antes de liberarlos, adoraba que ella prefiriese los que se abrían por delante. Pellizcó sus pezones, arrancándole un gemido profundo, jugó con ellos hasta que los dejó bien duros.

Decidió entonces hacerla sufrir, y sacó su verga golpeándole la nalga con su mano cuando estuvo libre. Un pequeño gimoteo por su parte le hizo saber que ella lo odiaba en ese momento. Se puso en cuclillas y abrió su coño para inspeccionarlo, era rosado y totalmente apetecible, además olía a él. Acercó su rostro hasta su entrada y sopló, sonrió al verla estremecerse. Sacó la lengua y repasó lentamente toda su carne, sin dejarse ningún hueco la notaba contraerse parecía una perra en celo. Dirigió su lengua hacía la entrada de su culo y la lamió, preparándola para lo que vendría a continuación. Ella gemía y movía las caderas, desesperada por correrse, pero quería alargarlo todo lo que pudiese, en el fondo quería que alguien los pillase, sobretodo cierto chico moreno.

Siguió lamiendo su ano con ansía ensalivándolo bien, se separó un poco y escupió repartiendo la saliva con los dedos. Primero metió el dedo corazón y esperó, ella comenzó a moverse ahogando sus gemidos contra la tela de la cortina. Después, metió un segundo y un tercer dedo y los movió con fuerza, estaba seguro que así le haría daño pero estaba tan cachonda que no lo notaría al momento. Una vez satisfecho, retiró los dedos y le mordió en el moflete, dejándole una marca rojiza. Se incorporó y posicionó la polla entre sus glúteos.

  • En el fondo, no eres más que una perra en celo que se muere por que la follen bien follada – le susurró mientras rompía su culo lentamente.

Ahogar los gemidos resultaba cada vez más complicado y algo se estaba cociendo en la habitación, se oían más voces y risas de lo que era normal. La verdad es que no le importaba, sino que le hacía desear con más fuerza que alguien abriese la cortina y lo pillará bien hundido en su culo.

Golpeó su nalga con fuerza cuando los huevos golpearon su piel. La vio morder la tela para no gritar, estaba seguro que habría sido una mezcla de placer y dolor y aquello lo puso más duro si cabía. Sacó la polla lentamente y empujó de nuevo cuando el capullo estuvo a punto de salir. Repitió la operación dos o tres veces, y se deleitó con sus temblores y gemidos, incluso aprovechó en un par de ocasiones para tirarle del pelo y besarla estando lo más dentro de ella que era posible.

  • Voy a correrme en tu coño hoy, y vas a atarte ese tanguita tan sexy que llevas, y vas a irte a servir a esos críos, con mi leche entre tus piernas

Sacó la polla de su culo y la incrustó en su coño con tal fuerza que la hizo tambalearse y quedarse de puntillas para no caerse. Ese fue el momento en el que todo se volvió rojo y empezó a embestirla con toda la fuerza de la que era capaz, ella intentaba aguantar su ritmo y apretaba sus músculos para darle más placer. La sujetó por la cintura y le metió los dedos de la otra mano en la boca, excitándose más al notar como su lengua lamía los dedos como si no hubiese un mañana.

Notó su orgasmo antes de que se pusiera a gemir, tuvo que taparle la boca para que no los pillaran en el mejor momento. Se corrió unos segundos después y la penetró unas pocas veces más antes de quedarse pegado a ella, intentando recuperar el aliento.

La obligó a girarse, todo lo que era posible en esa posición, sin sacar su fláccido miembro de ella. La besó de forma tierna, sin saber muy bien de donde venía aquello, y apoyó un momento la frente contra la suya.

  • Mar, ¿estás ahí? – oyeron en ese momento, parecía que Sergio la buscaba - ¿alguien ha visto a Mar? Su turno empieza ahora y no la veo desde hace una hora.

Salió de ella y le bajó la falda. Mar se giró y le dio un abrazo.

  • Quítate los pantalones – susurró

Sin entender muy bien que era lo que ella buscaba, se quitó los pantalones como pudo y se quedó en calzoncillos. Le sonrío picara y cogió sus pantalones en el precioso instante en que Sergio abría la cortina.

  • ¿Querías algo? – preguntó ella sonriente, como si no la acabase de follar ahí mismo.
  • Te buscaba porque empieza tu turno en nada – contestó él mirándolo de reojo y fijándose en la marca rojiza del pecho de ella.
  • Ahora salgo, ¿podrías hacerme un favor? , la mancha de té no se va y no se puede ir a su casa con los pantalones sucios – tocó el brazo de Sergio de forma poco casual y demasiado íntima para su gusto.
  • Ya veo – dijo el chico relajándose bajo su caricia – Puede coger uno de los pantalones de host que tenemos de repuesto.

Miraba el intercambio con cierto recelo pero una sonrisa de victoria luchaba por abrirse camino entre sus labios. El chaval se había dado cuenta de que algo había pasado, había mirado sus marcas y alzado ligeramente una ceja. ¿Pensaría que se habían enrollado? ¿Creería que habían follado ahí mismo? Esperaba que fuese lo último ya que…

  • … ¿me oyes? – le preguntó Mar directamente
  • Perdona, estaba pensando en otra cosa, ¿qué decías?
  • Creo que sabe lo que hemos hecho – dijo ella sonriente
  • ¿Quién es ese? – la pregunta estaba fuera de su boca antes de darse cuenta
  • Mi casi novio
  • ¿Casi?
  • Sí, casi

Como no quería darle más datos, se sentó en la silla de nuevo y la atrajo hacía él. La colocó entre sus piernas y la abrazó, apoyando la cabeza contra su vientre quedándose así unos minutos, sin decir nada.

  • Levántate la falda – le ordenó de golpe
  • Sí, amo – contestó subiéndose el vestido.

Pasó la mano por la cara interior de sus muslos y recogió los líquidos que se habían deslizado por ellos. La olió un momento, disfrutando de la mezcla entre sus fluidos y el semen y el cóctel que perfecto formaban. La acercó a sus labios y la invitó a lamerla y dejarla limpia. Ella lo hizo sin prisa, mirándolo a los ojos, disfrutando de los dedos en su boca.

Una vez hubo terminado, le colocó bien el bikini y le hizo un lazo con las cuerdas.

  • Ahora, tendrás que servir a todos oliendo a sexo, con mi leche en tu interior y mis marcas en tu piel, no te las tapes.
  • Sí, amo. No las taparé.
  • Quiero que todos los tíos a los que atiendas se exciten y cuando llegues a casa me lo contarás.
  • Sí, amo. Hasta el último detalle.
  • Estupendo.

Se incorporó y la besó. Cogió los pantalones limpios y se los colocó, fue una suerte que le vinieran algo grandes. Salieron de detrás de la cortina como si no hubiese pasado nada, aunque algunos los miraban como si hubieran estado con ellos en todo momento, incluso vio algún chico ocultar su erección al verlos.

Se quedó un rato más, tomando algo y “disfrutando” del karaoke. Tuvo otra chica con él, jugaron a las cartas y ella le hizo tonterías con las manos y le habló con un tono de pito que imaginaba que a algunos les parecería mono. La observó todo el tiempo, asegurándose de que seguía sus instrucciones. La muy zorra, lo hacía a la perfección. Una caricia por ahí, una sonrisa por allá, no hacía falta mucho para poner a algunos como rocas.

Cuando se fue empezaba a llover, no se despidió de ella porque no hacía falta. Aquella noche le contaría como había ido todo y él le pediría que le gimiese de nuevo, aquello se merecía una buena paja. No había estado nada mal esta segunda cita.