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Diario de una adicta. 3.- Pierdo mi virginidad

en Hetero: Primera vez

Siento mucho el retraso. El trabajo me ha impedido escribir, pero eso se acabó, lo juro. ¡Gracias por los comentarios y las visitas que tuvo el anterior relato! Paso a contaros el tercer capítulo de mi historia. Resumiendo los hechos, os contaba como me inicié sexualmente gracias a un día de hambre en el instituto y un bocadillo. Gracias a eso, empecé a descubrir el placer de realizar una buena mamada, pero sobre todo, descubrí el sabor del semen, ese mágico brebaje que me dejó totalmente enganchada. El problema es que con el chico al que le realizada la felación no me llevaba muy bien, pero la situación hacia que fuera al único al que podía acudir.

 

Después de aquellas últimas mamadas (http://www.todorelatos.com/relato/84728/), Roberto y yo seguimos quedando y practicando sexo oral cada vez que podíamos, así casi un mes. Él seguía insistiéndome para hacer algo más ya que yo directamente le practicaba la mamada y lo único que le dejaba era enrollarnos, pero ni siquiera me había tocado una teta o un cachete. No quería que un tío como él disfrutara de mí, y bastante hacía ya haciéndole yo disfrutar a él. Pero había pasado ya un mes y pese a que disfrutaba con lo que hacia, el cuerpo me empezaba a pedir más.

 

 

Durante la última semana me debatía si dejarme hacer un poco más. Aunque él personalmente no me gustara mucho, estaba de muy buen ver. Pero lo que me decidió a tomar una decisión fue el destino. Con todo ese pollo montado en mi cabeza, al instituto llegó la típica mañana que dedican a educación sexual. De la charla mejor no decir nada porque bueno, la verdad que poco nos dicen que no sepamos ya, pero a cada uno nos dieron tres condones. El hecho de que nos dieran eso con todas esas dudas que tenía me enseñó el camino: debía perder mi virginidad.

 

Ese día, al salir de clase, se me acercó Roberto:

 

-Que, Silvia... ¿Te sirvió la clase?

-Qué va... si todo esto ya lo sabemos...

-Bueno, ¡por lo menos nos han dado condones! Aunque bueno... eso para nosotros no es problema porque no hacemos nada para lo que sea imprescindible...

-Uhmmm.. ¿Sabes qué? Tu tráetelos la próxima vez que quedemos, que algún uso le daremos...

-Pues yo hoy estoy libre. Mi madre y mi padre doblan turno, así que llegarán de madrugada.

-En tu casa estaré a las 4.

 

Dicho y hecho. Fui a mi casa, almorcé, me lavé, y me conciencié que hoy me iba a dejar de tonterías. Ese iba a ser el día en que me dejara llevar y haría merecedor a Roberto de algo a lo que en otras circunstancias no tendría opción. Eso sí, debería ser despacito. Hasta esa fecha era bastante reservada en esa materia, y lo máximo que había llegado con un chico era a enrollarnos, excluyendo las mamadas a Roberto, por supuesto. Claro que me había masturbado. Vale, me había masturbado bastante, pero nadie jamás me había metido mano. Ese día todo eso iba a cambiar.

 

Me puse un sujetador rojo con un tanga a juego. Después me lo quité, no quería llevar ropa interior. Mi ciudad es calurosa y por la fecha empezaba a apretar el sol, así que me puse un top de los que tanto me gustaba llevar en esa época, un vaquero corto y mis sandalias. Creía estar perfecta, por lo que partí a casa de Roberto.

 

-¡Hombre Silvia! Qué puntual llegas

-¿Me dijiste que tus padres no llegaban hasta la madrugada, no?

-Sí sí, hoy los dos salen a las 12 de la noche de trabajar, y mientras llegan pueden dar las una.

-Perfecto, porque hoy será una larga tarde.

-¿Qué? ¿Hoy me la chuparás con condón? Eso para mí es un paso atrás ehhh

-Roberto... cierra la boca y no me hagas arrepentirme de lo que va a pasar hoy

 

Entramos en casa y él sacó un poco de ron y una botella de coca-cola. Por lo menos yo necesitaba beber un poco. Charlamos un poco sobre la profesora de matemáticas y nos burlamos un poco de ella. Hasta que me acabé mi segundo vaso en media hora.

 

-Silvia, ¿me has llamado para hacer botellón? Porque sinceramente, un botellón a las 4 de la tarde y en mi casa no es un plan que me apasione.

-Calla idiota. Bésame.

 

Empezamos a enrollarnos en el sofá. Yo me abrazaba a su cuello y el tenía las manos desocupadas, como de costumbre. Yo le pedí que nos levantáramos. Él se extrañó, no sabía para que quería estar de pie y se creyó que iba a empezar a chupársela ya, por lo que se bajó los pantalones. Yo le frené la mano. Se la cogí y fui poco a poco recorriendo la distancia que había entre su entrepierna y mi nalga. Posé su mano en mi culo y le susurré: “Aprovéchalo”.

 

Su mano agarró con vehemencia mi nalga izquierda. Me tiró un pellizco con el que di un bote, pero no me quejé. Rápidamente, posó su otra mano en mi otro cachete y apretó con fuerza. Mi temperatura iba subiendo. No sabía porque no había hecho esto antes. Seguimos besándonos durante poco tiempo, ya que yo no podía esperar más. Entonces le susurré al oído lo siguiente: “Si me haces caso, hoy pasarás una gran tarde. Quiero que subas una de las manos de mi culo a uno de mis pechos y te recrees ahora en él”. Roberto muy obediente me hizo caso, y con algo de miedo, me empezó a masajear un pecho por encima de la ropa.

 

La verdad que empezaba a estar un poco harta de la poca maña de Roberto. Le pregunté que qué le parecía y el sólo me podía responder que una gozada. Le aparté la mano de mi pecho bruscamente, cosa que le asustó, y me quité el top. Me quedé sin camiseta ahí, delante de él. Le cogí las dos manos y las puse en mis tetas y le grité: “¡A ver si demuestras algo de lo que ves en tantas pelis porno!”. Le cogí la cabeza y se la hundí en mis pechos y él empezó a besarlos.

 

Yo me iba animando bastante y los dos empezamos a sudar. Nos fuimos al cuarto de Roberto y le dije que se sentara en la cama mientras se quitaba la ropa. Así lo hizo y le dije que prestara atención. Me quité los pantalones quedándome totalmente desnuda. Jamás lo había hecho y allí estaba. Roberto se me quedó mirando:

 

-Joder Silvia. Estás tremenda.

-¿Te lo parezco?

-Te lo digo en serio, si tu lo quisieras, nuestra relación no pasaría del rollo con tal de verte desnuda.

-Ya... parece que a tu amigo ahí abajo también le gusto...

-Va siendo hora de que bajes aquí a relajarlo, ¿no?

-No. Hoy no.

-¿Qué? ¿Me vas a dejar con el calentón?

-Yo no he dicho eso.

 

Cogí uno de los condones que nos repartieron en el instituto y lo saqué de su envoltorio. Se lo puse a Roberto, al que se le iluminó la cara. Yo me tumbé en la cama y le dije con voz sugerente: “Hoy soy toda tuya”.

 

Roberto se puso encima mía y empezó a besarme. Iba alternando los besos en la boca, en el cuello y en los pechos. Yo posaba una de mis manos en sus nalgas y con la otra le acariciaba la espalda a veces y otras le apretaba la cabeza contra mis senos. Yo andaba ya con bastante calentura, por lo que empezaba a susurrarle: “Métemela ya, por dios”.

 

Roberto hizo un primer intento. Falló. Hizo un segundo intento y a punto estuvo de desvirgarme antes el culo que mi sexo. A la tercera, le cogí la polla con la mano y le dije: “Ains... que poquita puntería tienes...” y se la guié a mi vagina. Una vez que la dejé en las puertas, Roberto fue poco a poco metiéndomela y un agudo suspiro salía de mi boca por cada centímetro que entraba. Cuando terminó de entrar, Roberto me preguntó si me dolía, a lo que le respondí que no parase. No puedo decir que no me doliera, pero desde luego era un dolor muy diferente a caerte contra el suelo o darte un golpe contra la pata de una mesa. Era un dolor que quería repetir.

 

Roberto empezó a menear sus caderas. En ese momento disfruté muchísimo de sus embestidas, de sentir su miembro, no espectacularmente grande la verdad, dentro de mí mientras sentía su cuerpo pegado al mío, sus manos acariciándome y su aliento en mi boca. Esto era muy diferente a la masturbación o al sexo oral que le practicaba a Roberto. Me gustaba. Me gustaba mucho. En ese momento cambiaría tres embestidas de Roberto por dos masturbaciones que me autopracticaba. La experiencia después me diría que estaba loca.

 

Tres minutos. Eso es lo que duró mi mancebo. Para él también era su primera vez, no le voy a echar la culpa. Cuando terminó yéndose se tumbó al lado mía.

 

-¿Te ha gustado Silvia?

-Me ha encantado Roberto...

-Siento haber durado tan poco... yo en las pelis veía que el tío le daba ahí sin parar y claro...

-No te preocupes, habrá que ir practicando. Yo también podría haber participado un poco más, pero estaba un poco paralizada.

-Eres increíble de verdad. Oye, ¿Te ha dolido? Qué dicen que la primera vez duele.

-Al principio sí, pero era un dolor diferente. Quería más. Después ese dolor fue desapareciendo y se convertío en placer.

-¡Ostias! ¡Se te habrá roto el himen! ¿Se habrá manchado la cama?

-No, parece que no he sangrado. No todas sangramos la primera vez.

-¿Ves? Eres perfecta

-Calla pelota.

-Bueno, voy a quitarme el condón y voy a tirarlo.

-Espera, que te lo quito yo.

 

Le quité el condón a Roberto. La verdad que se había corrido en cantidad. Miré el condón y le miré a él.

 

-Qué ¿Vas a tirarlo?

-Creo que no.

 

Enrosqué el condón hasta que el semen quedó casi a ras del borde y entonces me lo volqué en mi boca. Era mi recompensa. Ese semen me supo mejor que ninguno. Me había atrevido y había ganado, merecía ese premio. Había perdido la virginidad, pero eso no quería decir que me quedara sin mi ración de mi bebida preferida.

 

-¡Joder Silvia! ¡Eres una guarra! Una cosa es que me corra en tu boca, pero que te tragues mi lefa del condón con el que te he follado... joder, ¡lávate los dientes por favor! Qué serás perfecta, pero de perfecta te pasas....

 

Así lo hice. Me lavé los dientes y Roberto y yo nos duchamos. Me pidió por favor que no nos vistiéramos, que quería verme desnuda todo el día. Hicimos algunos ejercicios del instituto como Dios nos trajo al mundo y encargamos una pizza para cenar, el único momento en que Roberto se puso un albornoz para abrir al repartidor. Yo tomé un trozo y quedé llena, pero Roberto se estaba hinchando.

 

-Roberto, te dije que hoy ibas a disfrutar a base de bien, ¿no?

-Sí, y ya creo que lo hice

-Déjame que me despida con un buen sabor de boca.

 

Bajé a la altura de su polla y no me costó mucho que su miembro se pusiera totalmente erecto. Empecé a mamársela a gran velocidad, ya que se me había hecho un poco tarde. Roberto estaba tan tranquilo, comiendo pizza y yo de rodillas chupando. El bajó una mano y empezó a acariciarme la cabeza. Tras un buen rato de mi empeño, me avisó que se iba a correr y así lo hizo, dentro de mi boca. Sin tiempo aún para tragármelo, me levanté rápido y me vestí. Roberto quedó sorprendido.

 

-Silvia, ¿qué te pasa?

-Nada nada, que se me ha hecho tarde. Y no me pienso lavar la boca, quiero tu sabor en mi boca hasta que llegue a casa.

-Madre mía Silvia... con lo modosita que eras... y vaya tía en que te estás convirtiendo...

 

Buenos chic@s, espero que les haya gustado. La próximas vez tardaré menos en actualizar, ya que ando más libre de trabajo, no dejaré mucho tiempo como las otras veces, lo prometo. Pese a que mis relatos mezclan la ficción con la realidad, acepto ideas en los comentarios sobre que puedo meter. En el próximo daré un pequeño salto en el tiempo y os contaré como domo a Roberto y descubro la variedad sexual con otra persona....

 

¡Besazos!