Sus impulsos iban más allá que una simple corriente eléctrica. Le agradaba tener en sus memorias de los días pasados y de quizás, la mañana, a quién se hacía nombrar como su cónyuge, su pareja en todo sentido. Sus dientes chocaron y sus labios se apretaron en toda su extensión, con fuerza, ahogando un pequeño gemido.

Había recordado que éste mantenía una jornada laboral completa en aquél centro médico, por lo que, no se encontraría en todo el día. Aún de ese modo, se tranquilizó y continuó con su arduo trabajo. Sus dedos estimulaban en toda la extensión de su miembro aquellos lugares más sensibles, acariciando la punta de éste con ambos de sus dedos, rozándolos contra él, apretándolo levemente. Disfrutaba de aquella situación en solitario, no obstante, deseaba con fogosidad poder desprender las ropas de su amante y ser penetrado de una forma poco común, quizá poderosa.

Sus azabaches cabellos yacían apegados a sus pómulos ya rojizos, avergonzados por el acto que estaba cometiendo en aquél momento. Dura era su respiración, entrecortada, energética y también rápida; de tal modo que podía resonar en la silenciosa habitación matrimonial. La idea de ser sorprendido en algo tan descabelladamente sucio como tal, lo excitaba de sobremanera, tanto así que de tan solo pensar en lo provocativo de la escena lo había llevado hasta uno de los tantos orgasmos que se producía así mismo...