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Navegando por el Cantábrico (3)

en Intercambios

Navegando por el Cantábrico (3)

 

Llegaron al camarote y, una vez allí, perdieron ya completamente los papeles entregándose a las caricias y a los placeres que tanto necesitaban. Fue un estreno más que bien aprovechado…

 

 

This is obsidian

the grip of winter unkind.

Devil will follow

be cast out and sworn to the dark.

Take the road where devils speak

God is dead, God is dead.

 

Throw out the darkness

inside you, telling you now.

Senses corrupted

controlling a poisonous will.

Take the road where devils speak

God is dead, God is dead.

 

In the corner of my eye

demon fades from the hole…

 

The devil’s orchard, OPETH

 

 

CAPÍTULO III

 

 

Llegamos al barco y, sin siquiera cerrar la puerta, nos metimos al camarote perdiendo de vista a los otros dos. Ambos necesitábamos intimidad y allí la encontramos. Yo no paraba de reír y tontear con cada cosa que Pedro decía. Sabía muy bien lo que acabaría pasando pero no me importaba, al revés no quería otra cosa en esos momentos que no fuera pasar la noche con él.

Nada más llegar al camarote, lo noté pegarse a mi espalda apretándome los pechos por encima del vestido y haciéndome sentir su sexo sobre mi culo. Estaba claro lo que quería, no podía estarlo más. Dejándome vencer aún más contra él, lo sentí excitado y caliente y ladeando levemente la cabeza le ofrecí mi cuello sobre el que rápidamente cayeron sus labios besándolo y lamiéndolo con locura. Aquello evidentemente me gustaba y ya no podía ni quería parar. Deseaba entregarme a aquel hombre tan poderoso y apuesto y por el que mi cuerpo no paraba de vibrar.

            ¡Bésame cariño… bésame! –reclamé abriendo mis labios en espera de que los       suyos los cubrieran.

Al momento se empapó de ellos besándome con desenfreno, mezclando las lenguas como ya habíamos hecho en la discoteca. Sentía su respiración de macho excitado sobre mis labios deseosos de besos. Girándome hacia él hasta quedar cara a cara, junté mi cuerpo al suyo tratando de provocarle con mis movimientos sensuales. Doblando la pierna hasta levantarla, la ofrecí para que la tomara entre sus dedos, masajeándome el muslo mientras nos besábamos jugando con las lenguas en el interior de mi boca. Jadeábamos inquietos, con las respiraciones entrecortadas por el deseo que nos recorría los cuerpos. Pedro llenaba mi oído de ardientes palabras y yo no dejaba de sonreír provocándole de forma perversa con cada uno de mis gestos. Me encantaba sentirme deseada por un hombre como aquel, tan apuesto y varonil.

Yo también quise responder musitándole palabras de alto contenido erótico, algunas de ellas ininteligibles pero que daban a entender lo excitada que estaba. Cada vez más cerca de mí, me comía la oreja mordisqueándola y lamiéndola de forma descontrolada al ver como me gustaba. Pedro me decía palabras soeces con las que me puso aún más cachonda. El escuchar su voz ronca y como repetía mi nombre una y otra vez resultó el mejor estímulo para mí. Con los labios me rozaba el cuello, besándomelo mientras yo le acariciaba la nuca con las uñas. El muchacho aprovechó para estrujarme y manosearme, subiendo y bajando las manos por los laterales de mi cuerpo. Bajando los ojos me miró con descaro el escote y mis pechos pegados a su torso.

            ¿Te gustan? –le pregunté estando bien segura de ello.

           

            Me encantan, sí… son mucho más grandes que los de Silvia –respondió sin          apartar la mirada de ellos.

Mi joven acompañante trató de soltarme el nudo que mantenía el vestido sujeto, cosa que no permití tomándole las manos para que cambiara de idea. Sabía lo que quería pero pensé en retrasar su deseo para más tarde. Volvió a lanzarse sobre mi cuello, chupándomelo con denuedo mientras con las manos recorría mi cuerpo subiendo desde los muslos hasta acabar apoderándose de mis pechos. Un gemido salió de mi boca, estaba cachonda y no quería ocultarlo. Desde luego Pedro sabía como tratar a una mujer.

            ¡Te deseo Inés! –exclamó tomándome la cabeza entre sus manos para       seguidamente acercar su boca ofreciéndome un beso tierno con el que me hizo      temblar entera.

           

            Yo también te deseo –contesté abriendo los ojos para fijarlos en los suyos            brillantes.

De nuevo llevó la mano a la parte trasera del cuello y ahora sí soltó el nudo sin que yo se lo impidiera. Deseaba que me viera desnuda y que disfrutara la imagen de mis excitados pechos. El vestido se deslizó hacia abajo quedando mis pechos al aire. Observé su gesto emocionado, evidentemente le gustaba lo que veía.

            ¿Quieres chuparlos, cariño? –le pregunté con ganas de que lo hiciera.

Tomándolos entre sus manos se echó sobre ellos empezando a chuparlos y lamerlos con suavidad extrema. Pasando la lengua por encima los besó, chupó y lamió dedicándose a chupar los pezones hasta conseguir endurecerlos con sus caricias. Yo gemía y jadeaba, gozando el roce de aquella lengua mientras lo llevaba contra mí atrapándolo por la nuca.

            Chúpalos Pedro, chúpalos… eso me gusta mucho –confesé ayudándole en la       búsqueda de mi placer.

Cogiéndome a la parte alta de sus brazos dejé que siguiera besando y lamiendo mis pechos, apretándolos esta vez con fuerza y jugando con la lengua sobre mis pezones hasta arrancarme un largo lamento satisfecho al mordisquearlos levemente. Notaba mi sexo excitado y húmedo bajo las bragas. Aquel calor bien conocido se iba instalando cada vez más y más en mí. Me sentía tan inquieta como me había sentido un rato antes mientras bailábamos. Uniéndome a él pegué mi vientre con desesperación al suyo notando la amenazante dureza que ya había notado en la discoteca. Sus manos se apoderaron de mis muslos y mis caderas, para pasarlas enseguida a mi trasero sobándomelo y haciéndome sentir todo su deseo al clavarme los dedos. Yo no paraba de gemir pidiéndole más. Mostrándome apasionada, alargué la mano hasta alcanzar el paquete del chico.

            ¡Qué duro está! –dije acariciándoselo por encima del pantalón.

           

            Y más que lo estará si sigues así.

           

¿Acaso te molesta? –pregunté sonriendo con sorna mientras mi mano continuaba posada sobre el prominente bulto de Pedro.

Pues claro que no… sigue acariciándome, preciosa. Vas muy bien.

Con los ojos cerrados masajeé aquella barra a través de la tela que la cubría. La noté realmente larga y dura bajo mis dedos y no pude menos que apretarla con mayor fuerza haciéndole gemir. Juntando los labios a los míos nos besamos largamente, morreándonos con desesperación malsana, comiéndonos las bocas y acariciándonos los cuerpos por encima de las ropas.

            ¡Déjame Pedro… déjame, por favor! –grité quitándomelo de encima al echarme hacia atrás.

Separándome de su lado y mirándole con deseo contenido mientras me descalzaba, me dirigí a la cama dejándome caer sobre la misma dándole la espalda. Sonriéndole abiertamente, hice que observara mi culo levantándolo hacia él y poniéndome bien en pompa. El tenerlo allí junto a mí y con mi marido y su esposa tan cerca me hizo sentir más perra, deseando provocarle con todos mis encantos. Su mirada brillante y llena de vicio y perversión, me provocó un cosquilleo de la cabeza a los pies. Tenía el coño ardiendo, muriéndome de ganas por estar entre sus brazos.

            ¡Ven cariño, quiero tenerte a mi lado… no me hagas esperar más!

Pedro cayó sobre mi culo mordiéndomelo tímidamente por encima del vestido. Alzándolo con los dientes, dejó el trasero al aire para luego subir a mi espalda besándola de manera arrolladora y haciendo que me echara hacia atrás buscando el contacto con su entrepierna. Acariciándome las nalgas y abriéndomelas con los dedos, hundió la cabeza entre ellas llenándolas de besos suaves y furtivos fruto de los efectos del alcohol que mi acompañante de aquella noche había ingerido. En realidad todos habíamos bebido más de la cuenta durante la cena y después en la discoteca, favoreciendo el total descaro por parte de los cuatro.

Atrapó mis senos entre sus manos mientras continuaba mordiendo y besando mi redondo trasero pegándose con más fuerza. Yo trataba de estimularle echando mi culo hacia atrás y moviendo mis caderas de forma circular. Por su parte, Pedro no paraba de acariciarme el cuerpo, me estaba poniendo cardíaca con lo que me hacía. Me encantaba tenerlo así de loco y excitado.

            ¡Me encanta tu culo, nena! ¡Menudo culo tienes! –exclamó dándome pequeños    azotes que me hicieron gritar tímidamente.

Tumbándome boca abajo cayó sobre mi espalda envolviéndome con su fuerza varonil y, alcanzando mi mejilla y mi cuello, atrapándome con su entrecortado respirar. Besó mi mejilla, el cuello, el hombro para volver a buscar mi culo chupándolo con devoción. Yo me volví hacia él quedando boca arriba, con las piernas abiertas y levemente levantadas. De pie ante la cama Pedro se me quedó mirando de forma penetrante, empapándose de mí y recorriendo mi cuerpo con detenimiento.

            Como bien dijo tu marido estás realmente espléndida. Estás para comerte –          concluyó para lanzarse a continuación sobre mí.

Agradecida por sus palabras me incorporé quedando sentada y tomándole por la espalda para acompañarle en la caída sobre el lecho. Me abracé a él cruzando las piernas tras su espalda mientras me dejaba comer el cuello por su voraz boca. Sus manos me acariciaban suavemente bajando por mis muslos hasta llegar a las rodillas. Girándome hacia él encontré sus labios y, sacando la lengua de forma aviesa, se la entregué para que la chupara. Nuevamente atrapó mi pecho mordiéndolo goloso como si de un bebé se tratara. Yo le dejaba hacer, gimoteando y jadeando en mi placer. Los labios succionaban mi oscuro pezón provocando miles de sensaciones en mí. Volvimos a besarnos enredando las lenguas como desesperados.

Echándose hacia atrás, Pedro se deshizo del jersey sacándoselo por la cabeza. Su pecho velludo, que ya conocía, quedó frente a mí. Me medio giré, volviendo la cara hacia él y mostrándome deseosa de nuevas cosas.

            Nena, eres tan hermosa… -me dijo con aquella voz ronca que tanto me ponía.

Tomándome por la cintura me acercó a él y cogiendo el vestido entre sus dedos me lo fue quitando hasta acabar desapareciendo por los pies. Echándolo a un lado lo dejó caer al suelo. Así quedé frente a él tan solo cubierta por la pequeña braguita. Volvió a observarme mostrando el deseo prendido en sus ojos. Se le hacía la boca agua mirándome las piernas encogidas. Pedro, como un poseso, se lanzó sobre mi muslo para bajar a la pantorrilla y el pie intentando impregnarse de mí. Yo le animaba a seguir con mis palabras llenas de deseo. Me comió entera, chupando mis pequeños dedillos uno a uno lo que me hizo enloquecer por completo. El mismo camino siguieron la pierna y el muslo, acabando llenos de besos y lametones.

            Sigue cariño, sigue… me vuelves loca con lo que me haces.

Recibiéndolo entre mis brazos, volvimos a caer sobre la cama entre besos y suspiros. Con las piernas dobladas y la mano sobre su espalda, juntó el labio superior al inferior mío apretando la lengua hasta conseguir que abriera la boca. Metiéndola finalmente, me besó apasionadamente moviéndola dentro de mi boca en una clara invitación al sexo.

            Oh sí, bésame… bésame Pedro. Lo haces tan bien –le dije mordiéndome el labio             para no gemir de excitación.

           

            Me encantas, cariño.

Dando la vuelta, quedé ahora encima del muchacho. No parábamos de besarnos, enredando las lenguas, notando la humedad de las mismas, uniendo los labios de forma furiosa. Sentí como sus dedos buscaban el lateral de mis bragas intentando bajarlas. Pronto sus manos se hicieron con mi culo, deslizándose sobre el mismo al masajearlo en pequeños círculos. Los dedos se apretaban contra mí haciéndome vibrar con cada apretón. Enseguida los noté arrancándome un gemido de aprobación al acariciar mi sexo. Removiéndome sobre él disfruté lo que me hacía mientras lo tomaba de la cara besándolo con locura. Pedro movía sus dedos metiéndolos y sacándolos con rapidez inaudita. Yo respondí jadeando con el rostro congestionado por el placer que me daba.

            ¡Qué gusto me das, qué bueno! –casi grité cerrando los ojos para disfrutar más     aquello.

Separándome de su lado quedé sentada en la cama, con las piernas dobladas y algo abiertas. Llevando el dedo a mi boca lo mordí suavemente mientras le sonreía pícaramente.

            ¿Qué quieres nena? –escuché la voz turbada del chico.

           

            ¿Tú que crees? –contesté sin poder evitar mi azoramiento.

El sentirme observada acrecentó mi deseo. ¡Dios, cómo deseaba que me hiciera suya! Cayéndome encima se puso a lamerme suavemente el pezón. Lo lamía y chupaba rozándolo apenas, pasando la lengua tímidamente para finalmente atraparlo entre los labios succionándolo con fuerza. Gemí sonoramente echando la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que me estiraba notándome completamente tensa.

Abandonando lo que me hacía, mi joven amante bajó la mano de forma lenta hasta alcanzar mi entrepierna. Apartando la braga a un lado empezó a acariciarme pasando los dedos por encima para enseguida moverlos haciendo circulillos. Yo veía lo que me hacía y, dejando que siguiera, solo podía que gemir débilmente. Pedro posó los labios en mi barriguilla, sin parar un segundo de acariciarme de aquel modo maravilloso.

Al fin, y ya entre mis piernas, me besó el interior del muslo pasando luego la lengua por toda la rajilla. Tuve que morderme el labio inferior para acallar las miles de sensaciones que corrían por mi cabeza. Abriéndome los labios con los dedos, Pedro volvió al ataque haciéndome sentir su lengua húmeda tratando de ir más allá. Ahora sí gemí como una condenada cerrando los ojos y dejando caer la cabeza hacia atrás. Lamía y chupaba mi sexo de manera tranquila, sin prisa alguna y reconociendo cada rincón del mismo. Metiendo su órgano entre los pliegues, fue humedeciendo las paredes de mi vagina al tiempo que saboreaba el manantial de jugos que mi coñito producía.

            ¡Dios, qué bueno… qué bueno! ¡No te pares, mi amor… qué cachonda me estás poniendo!

           

            ¿Te gusta nena?

           

            Oh sí, es maravilloso… continúa –pude decir mientras me tocaba los pechos        buscando algo de alivio.

Cerrando los ojos y apoyada en mis codos, de mis labios temblorosos salían gemidos roncos de placer. Lo hacía tan bien… Manteniendo los labios bien abiertos, Pedro empezó a jugar con mi sensible botón golpeándolo con la lengua y provocando en mí multitud de gemidos y lamentos. Aquel cabrón me iba a hacer mear de gusto si continuaba así. ¡Joder, menuda limpieza de bajos me estaba dando! Retorciéndome como una perra, le cogía la cabeza con una mano mientras con la otra me apretaba el seno fundiéndolo entre los dedos. Así siguió mi tormento, envolviendo el chico mi clítoris con sus labios hasta hacerlo endurecer con la presión que ejercía. Comiéndome Pedro el coño chillé de forma escandalosa. Ya no me importaba que mi marido me escuchara, al revés quería que lo hiciera oyéndome gozar en compañía del muchacho. En el silencio de la noche y en medio del mar en calma era imposible que no me oyera disfrutar. Eso me ponía aún más perra.

            Sí, más pro… fundo. Qué bien se siente. Mete la lengua más profundo…             cómetelo entero, mi amor

           

            ¡Oh sí, qué coñito más hambriento. Muévete Inés, muévete!

           

            Sigue maldito, sigue. Me co… rro, sí… me corro –grité retorciéndome entre sus   brazos gozando de aquel orgasmo tan intenso.

Cayendo en mi placer, busqué donde agarrarme tanteando con las manos y encontrando solo la dureza de la colcha que aún no habíamos apartado. Tras beberse mi abundante corrida, me elevé ligeramente viéndole chuparse uno de los dedos con cara de vicio. Sin darme tiempo a la recuperación empezó a tocarme nuevamente la rajilla. Aquel muchacho era fantástico, al parecer quería darme mucho más. Sonriéndome directamente, metió lentamente el dedo que acababa de chupar un momento antes. Entró con gran facilidad gracias a lo muy mojada que estaba. Resoplé con fuerza sintiendo mi pecho a punto de explotar. Apreté mis piernas pero en ello no encontré sosiego alguno.

            ¡Sí mételo, nene… mételo hasta el fondo! Fóllame Pedro, fó… llame… Me vas a            hacer correr otra vez.

Tremendamente mojada, el dedo se hundió de forma decidida en mi interior empezando a moverse resbalando entre mis paredes. Elevándolo de forma maestra fue rascando poco a poco, buscando mi total placer. Gemía, aullaba, casi lloraba con cada roce de su dedo. Pronto tuve un segundo dedo acariciándome junto al primero y entonces sí me sentí follada, entrando y saliendo, moviéndolos con celeridad entre los gritos que yo emitía. El cabrón de Pedro atrapó entre sus labios el órgano sensible de mi cuerpo y aquello ya fue lo mejor. Revolcándome y pataleando me llegó un nuevo orgasmo, salvaje y agotador que me hizo caer muerta y completamente feliz. Mi joven amante nada dijo, observándome y permitiendo que me recobrara tras el enorme placer que me había hecho sentir. Tardé al menos un minuto en volver a ser yo misma, no lo sé exactamente pero sí sé que fue un rato largo.

            Ufff muchacho, qué bueno ha sido. Me has hecho morir… -musité con gran         dificultad mientras alargaba mis manos tratando de atraerlo.

Pedro se tumbó a mi lado buscándome la boca para besarme de forma tierna y cariñosa. Mi aliento cansado murió en sus labios dejándome envolver por la suavidad de los mismos.

            ¿Qué tal te encuentras pequeña? –preguntó clavando sus oscuros ojos en los        míos.

           

            Muerta pero feliz. Nunca había sentido algo así. Estoy como en una nube –          respondí dejándome besar una vez más.

Diez minutos más tarde y tras un mínimo descanso, volvimos a la carga una vez el cachondeo se apoderó de ambos. Tenía necesidad de él, de continuar la noche, quedaba mucho por hacer aún…

Los dos de pie nos besamos nuevamente, morreándonos y dándonos las bocas y yo aproveché para bajar la mano hacia su pantalón. Enseguida cayó la cremallera metiendo la mano por el hueco en busca del preciado objeto. Encontré su sexo masajeándolo por encima de la prenda hasta que finalmente me hice con él liberándolo de su prisión. Lo tomé entre mis dedos masturbándolo muy lentamente mientras la lengua de Pedro buscaba mi paladar. Aún no estaba en su máximo esplendor aunque no tardaría en estarlo, estaba bien segura de ello.

            Bésame cariño, bésame… te necesito –le pedí en voz baja antes de entregarle mi boca.

Pedro me comió luego el cuello chupándomelo con enorme sensualidad. Una vez más empecé a gemir. Mi mano continuó acariciándole el tallo haciendo que el miembro empezara a responder. Soltando él mismo el cinturón y el botón, dejó seguidamente caer el pantalón a la altura de sus rodillas. El mismo camino siguió el bóxer, quedando de ese modo el pene libre de molestas ataduras. Sentada en la cama lo tenía a la altura perfecta para hacer lo que llevaba tanto rato deseando. Alargando la mano hacia arriba le acaricié el pecho para luego agarrarle con fuerza su sexo meneando la otra mano lentamente. Soltándolo pasé la punta de la lengua a lo largo del tronco provocando que el chico suspirara largamente. Me lo iba a comer entero hasta hacerlo correr como un bendito. La cabeza apuntaba hacia abajo así que enganchándola entre los labios logré finalmente metérmela en la boca empezando a chupar del modo que a mi tanto me gusta. Sin tomarla con las manos fui dejándola resbalar en el interior de mi boca, succionando, lamiendo y notando como iba creciendo y endureciéndose gracias al tratamiento que le daba. Soy buena mamando, siempre me ha gustado, ya desde bien jovencita cuando comencé a hacerlo con el primer novio que tuve. Pedro me soltó el cabello, cayendo el mismo sobre mis hombros y mi espalda. Seguí comiéndome aquel músculo escuchando a Pedro gemir y suspirar cada vez que se lo hacía. Con la mano me apartó el pelo hacia atrás, agarrándome la cabeza mientras continuaba con mi tarea.

            ¡Así nena, continúa… menuda mamona estás hecha!

Poco a poco fui ganando velocidad, tragando y tragando su grueso miembro sin darme un momento de respiro. Eso le hizo respirar con mayor fuerza, jadeando nervioso al tiempo que acompañaba mi movimiento con su mano. Sacándola de la boca me dediqué a besarle tímidamente el vientre, manteniendo el pene sujeto entre mis dedos en todo instante. Quería que aquello durara, no conocía a Pedro y no sabía el aguante que podía tener así que había que ir con cautela para que no se corriera rápido. Nuevamente lo metí, envolviéndolo con los labios y jugando con mi lengua alrededor del largo músculo mientras lo masajeaba con la mano haciendo enloquecer a mi hombre. Me llenaba toda la boca pero yo no cejé en mi empeño de darle el mejor de los placeres a mi amante ocasional de aquella noche. Fuera otra vez de mi boca, dirigí mis pasos a los cargados huevos que le colgaban, lamiéndolos y chupándolos con extrema gula. Se notaban duros entre mis labios, señal inequívoca de la mucha leche que saldría cuando lo hiciera descargar. Meneándole la polla muy lentamente, jugué con la lengua sacudiéndole perversamente los testículos.

            ¡Joder Inés, qué bien chupas… eres una maestra comiendo pollas! –exclamó        acariciándome el pelo con los dedos.

Pedro continuó susurrándome entrecortadas palabras cuyo significado no entendí, inmersa como estaba en la mamada que le estaba dando. La polla palpitaba entre mis dedos esperando seguramente cuál sería mi próximo paso. Y el siguiente paso fue correrle el prepucio hacia abajo, dejando el rosado glande al aire. El rosado glande que palpitaba inquieto igual que el resto de la masculina virilidad de aquel formidable macho. Viendo la cara descompuesta del chico, clara muestra de lo muy excitado que estaba, ataqué el sensible champiñón golpeándolo con rapidez con la lengua para luego bajar por el tronco recorriéndolo de arriba abajo hasta ensalivarlo por entero. Cerrando los ojos, atrapé mi tesoro empezando a chuparlo con voracidad malsana. Me tenía loca, con dificultad la engullí hasta el final teniendo que soltarla para evitar las arcadas que me producía.

            Cariño, túmbate en la cama… estaremos mucho más cómodos –le dije cruzando la mirada con la suya.

Pedro quedó sobre la cama, sentado y mirándome con su mirada llena de deseo. Se moría por mis huesos, hay miradas que no engañan y la suya era una de esas. Dándole la espalda dejé que fijara su atención en mi trasero tan solo cubierto por la pequeña braguilla. Echando el cuerpo hacia delante y poniéndole el culo en pompa, me cogí la braga haciéndola deslizar por los muslos en un descenso sensual con el que sabía que lo iba a poner loco. Quieta ante él, quise que apreciara mi culillo firme; sabía que eso le iba a gustar… ¿a qué hombre no le gusta semejante espectáculo?

            Cariño, me encanta tu culo –dijo con voz grave y temblorosa y notando yo          lo muy caliente que estaba.

           

            ¿Te gusta nene? –pregunté moviéndolo provocativamente y sin inhibición            alguna, ofreciéndole un espectáculo de lo más voluptuoso. Aún no sé cómo pudo   aguantar sin lanzarse sobre mí como una fiera.

Girándome hacia él me mostré completamente desnuda ante el muchacho. Pedro tragó saliva mientras devoraba cada centímetro de mi piel. Haciéndolo acostar boca arriba me coloqué encima en posición inversa, formando así un perfecto 69. Mis manos cayeron sobre sus glúteos, acariciándolos sensualmente y notándolos firmes y duros. Nada más sentir sus manos en mis nalgas, me apoderé de la polla medio empalmada y llevándola a la boca volví a saborear su gruesa cabeza. Notando la caliente lengua en mi conejito, respondí bajando la cabeza como respuesta a su ataque. Cerrando los ojos la engullí hasta la mitad, poniéndome a chuparla con tremendo apetito. La lengua de mi joven amante raspaba mi empapada vagina, recorriendo la raja arriba y abajo para acabar metiendo mínimamente la punta haciéndome vibrar al cubrir mis entrañas. Pedro no paraba de lamerme bebiendo mis jugos que desde hacía rato resultaban de lo más abundantes. Arqueando mi cuerpo empecé a gemir produciendo sonidos guturales. Estremecida al paso de su lengua, lo noté lamerme el contorno pero sin apenas rozarme. Haciéndomelo varias veces, consiguió que lo deseara mucho más.

            Cómemelo Pedro… no me hagas sufrir, cariño…

Prosiguió succionándolo, pero separando ahora los labios con sus dedos para introducir la lengua en mi tierno tesoro. Un lento mete y saca se inició, entrando y saliendo cada vez más rápido hasta provocar en mí toda una larga sucesión de grititos placenteros. Mordisqueándome ligeramente el clítoris, me vi obligada a remover el culo levantando las caderas de forma satisfecha. De pronto y sin imaginarlo siquiera me enderecé, abandonando su miembro y dando un respingo, al notar su diabólica lengua acariciar las proximidades de mi agujero posterior. Solo fue un breve instante concentrándose una vez más en mi irritada almeja. Sin embargo y para mi mayor inquietud, pronto volvió al ataque abriéndome las nalgas para hacerme sentir uno de sus dedos presionando el anillo anal. Un largo suspiro escapó de mis labios al notar el dedo introducirse tímidamente en mi interior. ¿Qué demonios pretendía? ¿Acaso le gustaba aquello o solo quería saber cómo respondía ante semejante caricia? ¿Quién sabía lo que pasaba en esos momentos por su cabeza?

Por suerte y para mi mayor tranquilidad, dejando mi ano a un lado cambió su punto de interés hacia mi palpitante sexo. Concentrándome yo también en su polla, me puse a masturbarla con fuerza mientras le chupaba los huevos con glotonería y luego el grueso miembro escuchándole jadear. Sabía que no iba a aguantar mucho más aquello y además quería hacerle explotar para poder probar al fin la que imaginaba sería una abundante corrida. Llevábamos mucho rato jugando y atrasando nuestro placer así que seguro que su orgasmo iba a ser de lo más salvaje.

Me metí el enhiesto aparato envolviéndolo con la lengua en el interior de mi boquita. Lo chupé y lamí como si en ello me fuera la vida, saboreándolo entero para volver a sacarlo humedeciéndolo de arriba abajo. Las azuladas venas se marcaban a lo largo del tronco y, observando unos segundos el rosado glande escupí sobre el mismo, como había visto en alguna de esas películas guarras, esparciendo las babas por todo su pene. Así estuvimos unos cinco minutos, aumentando el ritmo de nuestras caricias hasta hacer aquello insoportable. Tenía el coñito ardiendo y me encontraba a punto de explotar con el incansable roce de su lengua. Se lo hice saber pidiéndole que se fuera conmigo.

            Así Pedro, así… sigue así… me vas a hacer correr una vez más, maldito… dios,   qué bueno eres.

Desde mi posición solo podía escuchar el sonido inconfundible que su lengua producía al devorar la humedad de mi sexo. Tuve que cerrar los ojos y morderme los labios para no gritar.

            Eres un maldito cabrón pero me encanta lo que me haces. Oh dios, continúa…     me corro, me co… rro, mi vida. Me vas a matar.

Me corrí nuevamente entregándole la calidez de mis jugos entre mis continuos gritos y sollozos de placer. La cabeza me daba vueltas y me sentía fatigada y exhausta. No sabía cuánto rato llevábamos allí pero lo que sí sabía era que no quería que aquello acabara nunca. Aquella noche no iba a olvidarla fácilmente.

Cobrando mínima noción de donde estaba, me encontré frente al erecto miembro. Lo tomé entre mis dedos observándolo con mirada aviesa. Mordiéndome suavemente el labio inferior empecé a masajearlo de forma decidida. Me encantaba aquella polla tan gruesa y larga. Nunca había tenido una así entre las manos de manera que deseaba disfrutar de ella hasta el final.

            ¡Nene, me encanta tu polla… es tan grande y dura! Dime, ¿cómo vas?

           

            Bien Inés… continúa así…

Continué masturbándole haciendo crecer el ritmo de mi mano al notar la respiración entrecortada del muchacho. Quería hacerle correr, no iba a tener compasión de él devolviéndole todo lo que me había hecho gozar. Pedro jadeaba, sollozaba y me hablaba diciéndome palabras obscenas y sucias que me hicieron enloquecer aún más. Finalmente se corrió saliendo la leche como un surtidor y sin avisar.

            ¡Sí vamos, córrete… vamos córrete muchacho! –grité sin dejar de mover la          mano arriba y abajo.

Tanto llevaba aguantando el pobre que la leche saltó propulsada, alcanzando mi rostro y obligándome a cerrar los ojos con rapidez. Abriendo de nuevo los ojos pude ver la segunda lechada cubrir el hinchado glande al bajar yo la mano. Un tercer chorro escupió, abundante y violento, saltando por los aires entre los gritos que el hombre daba disfrutando aquel orgasmo tan esperado y placentero. Yo alucinaba con la corrida tan salvaje que Pedro me estaba ofreciendo, meneando la mano cada vez de forma más lenta según aquel momento de tensión iba llegando a su fin. El pene, momentos antes tan poderoso y lleno de energía, quedó ahora flácido y cubierto de semen. Tomando entre mis dedos el semen caído sobre mi barbilla, lo degusté notándolo cálido y amargo en mi boca, notando el néctar de aquel macho que tan entregada me tenía. Limpié a Pedro con cuidado infinito acabando al fin con aquel encuentro tan especial.

            Joder, menuda corrida más buena… eres mala nena…

           

            ¿Eso crees? –pregunté de forma mimosa al volverme hacia él.

           

            Claro que no… ha sido realmente estupendo –respondió tomándome del brazo y             tratando de llevarme a su lado.

Caí junto a él dejándome mimar por sus caricias y gestos de enamorado. Con el rostro apoyado en su pecho jugué con mis dedos rizándole el vello para luego pasarle las uñas recorriéndolo mientras ambos recuperábamos el aliento.

            ¿Qué hora es? –consulté al tratar de buscar una mejor posición.

           

            Las tres y veinte –me contestó tras mirar su reloj de pulsera.

           

            Ummm, es pronto aún… abrázame cariño, necesito descansar un poco. Luego      seguimos más tarde.

           

            ¿Quieres seguir? –me dijo haciendo mayor presión sobre mi brazo.

           

            Pues claro… ¿tú no? –le encaré alarmada no queriendo imaginar una respuesta     negativa por su parte.

           

            ¿Tú que crees? La noche es todavía joven y nos queda mucho por conocer el uno            del otro –aseguró tranquilizándome con un último beso de lo más dulce.

Cerrando los ojos al reposar nuevamente la cara sobre él, escuché el sonido del suave oleaje nocturno a través de la ventana. Me sentía cansada y dichosa en compañía de aquel hombre que tanto me había hecho gozar. Hacía tiempo que no me sentía tan bien… Sonreí al notar la mano de Pedro acariciar mi cabello. A lo lejos pude oír cuchichear y reír a Juan y Silvia aunque no quise pensar en ellos, solo en disfrutar de tan mágico momento…

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Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo