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Navegando por el Cantábrico (4)

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Navegando por el Cantábrico (4)

 

Vamos con la cuarta parte de esta bonita historia. Cada vez la cosa se lía más y más, entregados al placer de los sentidos, para disfrute de los amantes…

 

 

You’re tellin lies, so don’t you criticize

yeah I got used, all messed up and abused.

You let me down, with all your runnin round

still you pretend and try to call me friend.

 

Don’t say a word, I know just what I heard

yeah you’ve been loose, you just go no excuse.

Just feel my rage, why can’t you come of age?

I felt it all, just like a cannonball.

 

Then you got mad, you said that I’m all bad

so what’s the use, you lied and that’s the truth.

You took the key and drove right out on me

I never knew put all my trust in you.

 

Ok that’s it, I’m leaving now, I quit

I was unwise, so don’t apologize.

I paid the price, for taking your advice

I felt it all, just like a cannonball…

 

Cannonball, SUPERTRAMP

 

 

CAPÍTULO IV

 

 

Descansamos una media hora atrapados entre las sábanas el uno en brazos del otro, reponiendo las fuerzas perdidas, hablando de mil cosas, conociéndonos más mientras nos acariciábamos de forma cómplice. Fuera la noche continuaba silenciosa y en calma. Desde donde estábamos se escuchaba aún el ruido nocturno de la ciudad, muchos seguramente ya de vuelta a casa, otros buscando alargar la fiesta hasta el final.

Me acurruqué ronroneando mimosa entre los brazos de mi joven amante. Apreté su brazo con fuerza como si no quisiera dejarlo escapar. Me sentía bien segura a su lado, completamente feliz y necesitada de su presencia. Sentí los labios de Pedro posarse en la parte alta de la sien, besándome suavemente mientras enredaba sus dedos en mis cabellos. Volví a ronronear gimiendo ante aquella muestra de cariño. Bajé la mano llevándola a su pecho reconociendo los latidos de su corazón en calma. Le acaricié el pecho bajando luego a su estómago para subir esta vez en busca de uno de sus pezones. Lo apreté entre mis dedos retorciéndoselo ligeramente hasta hacerle gemir tímidamente. Girándome hacia él, encaré su rostro ahora en reposo.

            ¿Qué tal te encuentras? ¿Estás cansada, cariño?

           

            Bueno, debo reconocer que un poco sí… no voy a decir que no. Aunque creo que todavía puedo aguantar un poco más –respondí mimosa acercando mi rostro al suyo.

           

            Estás preciosa –dijo pasándome el dorso de la mano por encima de la mejilla.

Cerré los ojos disfrutando el roce de aquella caricia. Era tan dulce y considerado…

            ¿Qué estarán haciendo esos dos?

           

            ¡Oh déjalos, ¿quieres? Como dijiste en la discoteca, seguro que estarán pasándolo bien –contesté ofreciéndole mis resecos labios para que me besara.

Lo hizo abrazándome con fuerza y haciéndome temblar de los pies a la cabeza. Respondí su beso abriendo la boca y sacando la lengua para introducirla en la suya. Cada vez me sentía más liberada y perversa en mis movimientos. Mi lengua buscó el interior de su boca, notándola carnosa y fresca al alcanzar el paladar. Pedro elevó la lengua uniéndola a la mía. Pude sentirla cálida y muy húmeda, haciéndome sentir con su presión lo mucho que me deseaba. Lo tomé de la nuca y la espalda pegándome a su pecho como una lapa. Nuevamente volvieron las respiraciones a acelerarse según nos íbamos calentando. Ahora sí noté su pecho palpitar con fuerza junto al mío. Evidentemente era apasionado y se animaba con facilidad. Me gustaba que fuera así…

            ¡Quiero que me hagas el amor! ¡Necesito que lo hagas! ¿Lo harás verdad? –le interrogué suplicante, mostrándome abiertamente y sin poder evitar revelar la fiebre que me corría por todo el cuerpo.

           

            Pues claro nena –dijo tranquilizándome mínimamente con un piquillo en los labios. Lo deseo tanto como tú y lo sabes, pero me gustaría alargarlo al máximo y gozar de esta noche todo lo posible.

Temblé de pura emoción al escuchar aquellas palabras. Para una mujer como yo, aquello me halagaba en lo más profundo de mi ser. Quedé sentada con las piernas entrelazadas. Manteniendo mi mirada de forma que me pareció eterna, me besó largamente en un beso tierno y suave, un beso sincero de esos que te hacen sentir en una nube. Seguramente mis temblorosos labios reclamaban aquel beso de manera urgente. Y él estaba allí para dármelo. Su mano atrapó mi pecho presionando sobre el mismo para luego sopesarlo en todo su volumen. Le gustaban mis pechos, su mirada clavada en ellos no engañaba. Con la mano en su cuello y la otra acariciándole el torso desnudo, bajé hasta su cintura masajeándola muy lentamente de lado a lado. Tirando la sábana hacia atrás divisé su completa desnudez, su sexo en reposo tras el combate vivido minutos antes. Se veía echado a un lado, entregado al descanso pero deseoso de nuevos placeres. Nuevamente sentí aquella locura irrefrenable en mi cabeza, volvía a desearlo con todas mis fuerzas, aquel hombre iba a ser mi total perdición pero no podía pasar sin él. Era tan hermoso y masculino…

Pedro observó mi cuerpo desnudo centrando primero la atención en mis grandes senos para ir bajando por mi ombligo, mi vientre hasta acabar finalmente sobre la pequeña y bien cuidada mata de vello. Me gustaba ser cuidadosa con mi intimidad y a mi marido le encantaba verlo así de recortadito. Sentí su mirada lasciva devorándome de arriba abajo, brillándole los ojos de un modo especial al empaparse con la imagen de mis muslos rollizos, de mis torneadas piernas aún apetecibles para un hombre como él. Tan cercano a mí como estaba, noté su olor a macho y eso me comenzó a atraer haciéndome temblar de pura pasión. Con disimulo volví a mirar su pene flácido y encogido, ese pene que pensaba hacer crecer una vez más con mis mimos y absoluta dedicación.

Entreabrí las piernas dejando que su mano se deslizara por la parte interna de mis muslos. Suavemente la fue pasando de arriba abajo alcanzando la rodilla. Con aquel delicado roce, empecé a notar humedad en mi sexo, una humedad creciente que me hacía dar vueltas la cabeza.

            ¿Dónde habías estado? ¿Dónde te habías escondido todo este tiempo? –le escuché decir con su característico tono de voz ronco.

Me estremecí con sus palabras. Denotaban una urgencia tan extrema, un deseo insano por su parte, sentí que me desnudaba por completo hasta llegar a lo más hondo de mí. Me besó tomada de la barbilla, un beso casi imperceptible pero que me hizo gemir sin remedio. Me agarré a él mientras Pedro me cogía por los brazos atrayéndome para hacer el beso más profundo.

            Hazme el amor, Pedro… por favor, házmelo –pronuncié en un susurro al separarme sin abrir aún los ojos.

           

            ¿Estás segura? ¿No te arrepentirás luego?

           

            Estoy completamente segura de ello. No deseo otra cosa más en el mundo ahora mismo.

           

            Bien cariño, si es así hagámoslo entonces…

Cogiéndome del pecho y de la cintura me ayudó a trepar haciéndome sentar sobre él. Sin decir nada más empezó a acariciarme los balanceantes senos en cuanto los tomó entre sus manos. Agarrada a su cuello, siguió moviendo las manos por encima de mis pechos, jugando con la punta de mis pezones y pellizcándolos y lamiéndolos al notarlos tan duros y excitados. Gemí sonoramente, sujeta al cabecero de la cama mientras disfrutaba su caricia. Rodeada luego por la cintura y con la mano en mi espalda, fue bajando por los costados hasta llegar a mis piernas. De ahí continuó subiendo poco a poco apoderándose de mi culo.

Volví a gemir dejándome hacer y deseando que continuara con aquel dulce tormento. Sin parar con sus cálidas palabras con las que me iba calentando más y más, Pedro me sobaba el culo de forma circular, hundiendo las yemas de los dedos entre mis montañas traseras. De pronto y sin esperarlo, sentí un primer manotazo seguido de un segundo aún más fuerte. Grité ante lo inesperado de su acción removiéndome inquieta pero sin poder evitar que siguiera, teniéndome bien atrapada como me tenía. Así estuvo golpeándome unos segundos, llenándome el trasero con sus cachetadas hasta hacerlo enrojecer. Yo gritaba y sollozaba diciéndole que parara y cayendo sobre el muchacho al sentir como finalmente terminaba aquel suplicio.

Abrazada a él y respirando con dificultad, me besó la oreja, mordisqueándome el lóbulo con lo que me estremecí creyendo enloquecer.

            Inés cariño, me encanta tu culo… me tiene loco desde que lo vi –musitó con dulzura junto a mi oído.

           

            ¡Eres un maldito cabrón… me tienes loca! –dije moviendo las caderas voluptuosamente.

Con los ojos fuertemente cerrados continué gozando las caricias del hombre en mi culo. Pedro me tenía fascinada, con mi entrepierna humedecida gracias al tratamiento que me daba. Rodeándome el cuello me besó muy dulcemente respondiéndole yo del mismo modo gozando cada segundo del mismo.

Descabalgando de mi montura, me eché a su lado abriendo las piernas y acariciándome entre ellas para que supiera lo que quería. Enseguida aceptó mi propuesta cogiéndome las piernas, descendiendo sin prisas por el vientre para envolver con su boca el triángulo de mi pubis besándolo con ternura infinita. De ahí pasó a mis ingles y glúteos mientras me acariciaba con los dedos el vello púbico sacándome pequeños grititos satisfechos. Sonriéndome y clavando sus ojos en los míos, me sentí follada por su penetrante mirada. Pedro pasó sus dedos por encima de mis labios vaginales pero sin llegar a más. Yo me acariciaba el clítoris con movimientos circulares, mordiéndome el labio inferior y despatarrada deseando que avanzara en lo que me hacía.

            ¡No me hagas esperar más! ¡Cómemelo vamos! –grité retorciéndome en mi locura.

Situando la cabeza entre mis piernas me quedé quieta esperando su siguiente paso. El chico repasó suavemente mi clítoris arrancándome un breve suspiro, sonriendo como una bendita. Sentí mi sexo mojarse y el ritmo de mi respiración crecer en intensidad. Sin esperar más, metió dos de sus dedos en el interior de mi vagina. El placer me llenó y casi a punto de chillar, su mano cubrió mi boca evitando que me oyeran. Así continuó rozándome, escarbando en mi intimidad de manera profunda. Estirándome hacia atrás, doblé una de mis piernas dejándola apoyada en su hombro. Poniendo los ojos en blanco y gimiendo sin cesar, advertí su lengua empezando a lamer mi vagina. Me hizo una tremenda limpieza de coño, reconociéndome la concha para luego hundir la lengua en mi vagina chupándola como un desesperado. Movía la lengua con rapidez haciéndola resbalar en mi interior. Yo me agarraba a su cabeza caliente perdida, sintiendo las entradas y salidas de aquella diabólica lengua explorando mi tierna flor.

Pedro abandonó su caricia, llevando ahora sus dedos entre mis piernas moviéndolos sin descanso. Quise hablar pero no pude al notar el roce sobre mis abultados labios. Me pellizcó el sensible botón poniéndose el mismo duro como un garbanzo. Esta vez sí que chillé a punto de alcanzar un nuevo orgasmo. No me dejó descansar.

            ¡Qué coño tan rico tienes, nena… está tan rico y mojado, me encanta! –dijo volviendo a meter la lengua saboreándolo sin parar de mover sus dedos.

Estuvo un buen rato masturbándome y haciendo que me retorciera agarrada a las sábanas. Hundiéndose en mi sexo lamió el clítoris chupándolo con fuerza hasta que no pude más y acabé corriéndome en su cara, teniendo que tapar mi boca con la almohada para acallar mi grito mientras le entregaba los jugos que aún me quedaban. Quedé gimiendo, tumbada y plenamente complacida por lo que Pedro me había hecho vivir. Un último orgasmo profundo y que me había dejado preparada para lo que ya mismo esperaba. Quería que me follara sin más demora.

Entre sus piernas vi el miembro a mitad de potencia. Me dispuse a jugar con él para ponerlo en forma. Meneándolo con la mano, me entretuve un rato comiéndole los repletos huevos, oyéndole gemir al atraparlos entre mis labios. El muchacho gemía cada vez que se lo hacía, lamiéndolos con enorme apetito.

            Cómetela, nena… hazme gozar preciosa.

Trabajándole con mi lengua y mis labios conseguí ponérsela bien dura. Luego escupí sobre ella lubricándola convenientemente para empezar a jugar con mi lengua por encima del grueso champiñón. Disfruté de aquel largo músculo surcado de venas, bien dispuesto y tieso como un palo. Orgullosa de mi tarea, me relamí los labios humedeciéndolos. Pese al aire que entraba de fuera, toda la habitación olía a sexo y al sudor de nuestros cuerpos.

            Dame tu polla, cariño –le pedí dejando reposar la cabeza en la mullida almohada.

           

            ¿Quieres que te la dé?

           

            Sí Pedro, fóllame por favor… no aguanto más.

Noté la cabeza de su pene rozar la entrada de mi sexo, tomando contacto con mis abultados labios. Dejándose caer, más de la mitad de su miembro entró absorbido por la humedad que lo envolvía. Un nuevo impulso por su parte y al fin lo tuve dentro. Un ligero gemido escapó de mis labios al sentir la cabeza de su polla hacer tope al final de mi coño.

En la posición del misionero, me la endilgó entera abriendo mis paredes con la fuerza de su empuje. Grité sordamente, cerrando los ojos al sentirme penetrada de aquel modo. Me dolía pero al mismo tiempo lo gozaba en toda su plenitud. Quedamos parados y abrazados unos largos segundos, dejando que mi coñito se acostumbrara al tamaño de su sexo. Reí como una tonta, al fin lo tenía dentro de mí.

            ¡Joder! –no pude menos que decir ante la invasión a la que me sometía.

           

            ¿Te duele cariño?

           

            No Pedro, tranquilo… -exclamé tomándole de los hombros para atraerlo más hacia mí.

Poco a poco se fue moviendo, hundiéndose en mi interior con un golpe seco de riñones. El muchacho dio inicio a un lento mete y saca al que respondí acoplándome con facilidad al ritmo que me imponía. Con las piernas levantadas y dobladas, el eje ardiente se incrustó rompiendo todas las barreras que encontraba a su paso, que por cierto no fueron muchas. Estaba tan mojada que no le resultó para nada difícil la copula.

            ¡Oh sí, continúa! –dije teniéndolo cogido del cuello mientras los dos gemíamos y jadeábamos de placer.

El miembro viril resbalaba una y otra vez con toda la fuerza de mi joven compañero. Cayó con la cabeza a mi lado, respirando furioso al mismo tiempo que su pene me martilleaba de un modo cada vez más salvaje. No pude menos que cruzar mis piernas tras él, ayudándole en la follada y tragando y expulsando su sexo sin dejar de articular palabras de lo más subidas de tono.

            ¡Vamos fóllame… fó… llame, no te pares… vamos cabrón, dame con fuerza!

           

            Sí muévete… muévete… qué coño más rico tienes…

La polla, dura como un palo, me golpeaba haciéndome gritar, sollozar, reír triunfante y llorar desconsolada gracias a aquella barra de carne que tan feliz me hacía sentir. Pedro se quedó quieto unos instantes, elevándose sobre mí al observar mi rostro desencajado por la pasión.

            ¡Así… así joder… me vas a matar… así!

           

            ¿Te gusta cariño?

           

            ¡Oh sí, es enorme… me llena entera! –grité mientras el inmenso músculo palpitaba en mi interior dándome un breve momento de tregua.

Haciéndole caer lo besé furiosamente, ahogando mis gemidos al darle mi lengua sedienta de la suya. Nuevamente empezamos a follar, clavándose contra mí en movimientos circulares que me hacían quejar de emoción. Los cargados huevos de mi joven amante se clavaban en mi piel cada vez que empujaba con toda la fuerza de su ser.

            ¡Te de… seo Pedro, te deseo! ¡Dame más fuerte!

Con mis manos tras él, acaricié su trasero amasándolo entre mis dedos mientras el rabo me daba sin descanso provocando en mí oleadas de placer. ¡Joder, qué bueno era el cabrón! Abrazado a mí, noté su cuerpo sudoroso por el esfuerzo. El pecho, los brazos y las manos apoyados en la cama transpiraban sudor bajo la fuerza de sus golpes, secos, profundos y algo rudos. Agarrándome a su cuello y a su brazo me corrí entre continuos jadeos, cayendo mis labios sobre su mejilla para luego besarle obscenamente en la comisura de los labios.

            ¡Caray muchacho, eres realmente tremendo. No te cansas nunca… ¿aún te quedan fuerzas?

           

            Sí cariño, todavía tengo algo más para ti. Ya te dije que quería alargarlo todo lo posible –me dijo sonriendo divertido.

Sabía que me tenía para su total disfrute y eso imagino le hacía sentirse más seguro. Con toda la fuerza de que fui capaz, lo empujé hasta quedar ambos de lado sin salirse en ningún momento de mi interior. Así seguimos lo nuestro, moviéndonos mínimamente y mirándonos con los ojos ardiendo en pasión. En la postura en la que estábamos, mi mano cayó sobre su nalga igual que la suya en la mía apretándola cada vez que me penetraba. Quedando quieta entre sus brazos dejé que siguiera con su martilleante tarea, sacándome grititos y lamentos que apagaba con sus besos. Yo mesaba mis alborotados cabellos, buscando el aire que me faltaba y aguantando sus embestidas.

Pedro se paró en seco dándome el dedo para que se lo chupara mientras me sacaba la polla. Eso produjo en mí un movimiento de protesta. Pese a lo cansada que estaba no quería que aquello se acabara. Me retorcí arqueándome como una perra al buscar su polla, queriendo llevarlo nuevamente al interior de mi sexo. Él no me dejó apartando mi mano de las proximidades de su entrepierna. Lo que sí hizo fue acariciar la entrada de mi culo con su dedo húmedo de mis babas. Rápidamente lo noté presionar el anillo tratando de abrirlo. Me aparté de él separándome de su lado y quejándome de su caricia.

            ¿Qué pasa cariño? ¿Es que no te gusta eso? –me preguntó mirándome nervioso.

           

            Me gusta sí… claro que me gusta. Pero aún no es el momento, ¿vale? –respondí removiéndome mientras evitaba su ataque.

Lo deseaba, claro que deseaba aquello y quizá más que él. Pensé que el dejar que me sodomizara sería la mejor forma de acabar aquella noche gloriosa. Pero como le había dicho, aún no era el momento para ello…

Mi joven acompañante abandonó la idea, cambiando su centro de interés para llevarlo a mis caderas y muslos manoseándolos mientras nos dábamos un instante de descanso. Agradecí su compresión entregándole mi boca reseca para que la besara con ternura. Fue cuando ahora sí tomé su miembro entre mis dedos, acariciando su dureza de forma lenta al jugar con nuestras lenguas golpeándolas sensualmente. Pedro respondió empezando a pasar los dedos por encima de mi irritado coñito, masturbándome del mismo modo lento que yo se lo hacía.

            ¿Cómo te encuentras nena? –me interrogó sin cesar en su caricia.

           

            ¡Fenomenal… eres un gran amante! ¡Realmente no pensaba que pudiera ser así!

           

            ¿Y cómo pensabas que sería?

           

            Realmente no lo sé. Tampoco me había hecho una idea pero sí puedo decirte que has superado todo lo que podía esperar.

Con estas palabras, poco a poco mi mano inició un movimiento más rápido a lo largo de su largo y venoso tallo. Era una presencia ciertamente atroz y aquel tío quería probar mi pobre culito con ella. Sólo esperaba que no fuera brusco conmigo.

            Quiero follarte otra vez –le oí decirme tras mordisquear levemente mi labio inferior.

Haciéndome tumbar boca abajo me hizo abrir las piernas para seguidamente ponerse detrás de mí envolviéndome con su cuerpo. Pensé que buscaría ya de primeras mi agujero posterior pero no fue así. Al parecer mis palabras habían surtido efecto en él sabiendo esperar su momento. Entró en mí de una vez provocándome un nuevo suspiro incontrolado que supo acallar con sus besos. Tomando una mejor posición comenzó a moverse, clavándose contra mí de manera profunda.

            Así fóllame cabrón… fó… llame sigue…

La polla entraba y salía haciéndome temblar de deseo, empujando y sin cejar en su empeño de golpearme hasta el final. Otra vez sentí los huevos pegados a mí.

            ¡No te pares maldito… no te pares! –grité removiendo mis caderas para acompañarle en su follada.

Yo no paraba de gritar y boquear, echando la cabeza arriba y abajo y soportando su empuje como podía. Cogiéndome del pelo apretó más fuerte, abriéndose paso y creyendo yo que me rompía por dentro. El coño me escocía de lo irritado que lo tenía así que tuve que meter la mano entre las piernas buscándome algo de alivio. También le cogí los testículos masajeándolos y apretándolos ligeramente al escucharle gemir inquieto. Aquel hombre me tenía loca, era tan formidable y viril. De pronto se los apreté con fuerza haciéndole gritar de dolor al caer encima de mí. Con el apretón se le bajó un tanto aunque no tardó en empingorotarse una vez más. Parecía un buen muchacho, siempre dispuesto a todo.

Saliendo de mí, Pedro llevó sus dedos a mi agujero posterior haciéndome sollozar de gusto. Agachándose entre mis nalgas empezó a chupar el oscuro agujerillo, reconociéndolo y lamiendo la entrada. Yo le animaba a hacerlo, removiéndome adelante y atrás y quedándome quieta al sentir el calor de su lengua. La lengua jugaba conmigo presionando el anillo anal mientras la mano se posaba sobre el trasero. Disfrutando lo que me hacía yo no paraba de gemir, suspirar y mover mis caderas buscando un mayor apremio por su parte. Cada vez me sentía más entregada y ponía menos dificultades a sus avances. Tras humedecerme convenientemente, metió la lengua empujando de forma decidida lo que me hizo arquear estremecida de placer. Después cambió la lengua por sus dedos metiendo uno, dos e incluso un tercero provocándome un lamento satisfecho.

            ¡Eres malo muchacho! –exclamé echando la mirada atrás.

           

            ¿En serio? ¿Acaso no te gusta nena? –respondió sonriéndome y sin dejar de hurgar en mi interior.

           

            Claro que sí… me tienes loca. ¡Eres tan bueno, vamos continúa!

Mi culito se abría cada vez más fácilmente, aceptando lo que me hacía con la mejor complacencia.

 

            ¡Clávamela vamos, ya tardas…! –le supliqué deseando que aquel aparato me horadara.

 

Pegado a mí me hizo sentir su polla unida a mis nalgas. Removí el culo mientras suspiraba como una putita, dejándome abrazar por él. Pasándome el brazo por la cintura para tenerme bien sujeta, me acercó a él quedando mi espalda apoyada en su pecho. Girándome le invité a besarme uniendo las bocas en un beso sincero y caliente. Sus manos me acariciaban ansiosas, bajando por mi pelvis y recorriéndome entera entre los gimoteos agradecidos que yo emitía. Los labios del muchacho me comieron la orejilla poniéndome mucho más cachonda si cabe. Tenía el coño encharcado de jugos de tan excitada como estaba. Ahora sí había llegado el momento de darle mi más preciado agujero. Se lo merecía por lo bien que me había sabido trabajar.

Apoyada en el cabecero de la cama separé las piernas mostrándome dispuesta a todo. Echando la vista atrás pude verle acariciándose su duro miembro moviendo los dedos por encima como si quisiera dejarlo preparado para lo que venía. Boqueé inquieta al sentir sus manos abriéndome las nalgas y entonces, dejando caer la cara sobre el almohadón, levanté mi culo ofreciéndoselo para su total disfrute. Cerré los ojos esperando la penetración la cual no tardó en llegar.

Tomando apoyo el glande en mi oscuro agujero poco a poco fue forzándolo, sintiendo yo cómo su cabeza y su polla estrenaban mi trasero. Cogido a mis caderas, Pedro fue empujando dilatando mis paredes y acomodándose a mi estrechez. Tensa como estaba imaginando un mayor dolor, me relajé al notar que la presión ejercida era mucho más soportable de lo inicialmente previsto. Además mi joven compañero ayudó entrando muy lentamente. Ciertamente me dolía pero, con los ojos en blanco y aguantando la respiración, acabé pidiéndole que prolongara aquel placer. Empujando con mayor osadía fue metiendo toda la polla abriéndome entera hasta acabar haciendo tope.

Quedando quieta, gocé el grosor de aquel instrumento en mi interior al entreabrir los ojos observando a Pedro caído sobre mí. Tras unos segundos sin moverse tampoco, la extrajo con suavidad para volver a entregármela, clavándose en mi interior centímetro a centímetro. Suspiré quejándome ahogadamente al sentirme empalada de aquel modo tan delicado. Entregada a mi hombre empecé a temblar de gusto deseando los primeros envites por su parte. Sin embargo, viendo que no se movía fui yo la que comencé a menearme buscando mi propio ritmo.

            Lléname entera… vamos muévete y dámela toda, nene.

Respondiendo a mi pedido, empezó a moverse adelante y atrás incrementando su actividad para acoplarse a la cadencia que le marcaba. Relamiéndome de gusto lancé un gemido de aprobación al notar el eje traspasarme. Sin miramiento alguno y de un golpe seco se hundió hasta chocar con mis nalgas, haciéndome gritar de emoción ante su fuerte avance.

            ¿Te duele cariño? –me preguntó sin dejar de darme.

           

            Métemela tranquilo… estoy bien, no te preocupes –dije removiendo ligeramente mi culillo.

Sentía la polla quemarme las entrañas pero esa quemazón aún me hacía disfrutarla más. Pedro siguió follándome cada vez de forma más profunda. Se dejaba caer enterrándose con fuerza, aumentando sus entradas al alcanzar el fondo. Los testículos chocaban contra mí con cada uno de sus golpes. La habitación se llenó de mis gritos y de sus palabras soeces tratando de excitarnos. Saliendo de una vez me dio un fuerte cachete en la nalga que me hizo temblar con su dureza. Un segundo y un tercero dieron paso a una serie de cachetes que me dejaron el pompis enrojecido y dolorido. Yo chillaba y lloraba entre sus manos, quejándome pero sin poder evitar lo que me hacía.

Cuando se cansó de aquello, puso el pene en la entrada y de un solo golpe me la envió entera, para enseguida sacarla y volverla a meter iniciando un amable mete y saca. Cachonda perdida al verme sodomizada de aquel modo, me tiré hacia atrás en busca de una mayor penetración. Follándome a cada paso más deprisa, me la clavaba y la sacaba entre mis apasionados lamentos deseando que persistiera en su empeño.

            Así muchacho, así… métemela con fuerza y rómpeme entera.

           

            Sí putita… me vuelve loco ese culito que tienes, te lo voy a romper hasta que digas basta.

Aquellas palabras nos encendieron hasta límites insospechados. Mi joven amante paró un instante provocando en mí sonidos de protesta al salir de mi interior. Solo fue un segundo pues llevando la polla a mi coñito lo penetró despacio y con mi total agrado. Aquello le dio un pequeño descanso a mi oscuro agujero relajándose al dejar de soportar aquella presión. El chico se movió lentamente, follándome y acompañando con sus jadeos los gemidos que yo producía. Volvió a salir metiéndose en mi culo irrumpiendo con violencia extrema.

            ¡Te siento sí… qué gusto me das! Así me gusta cabrón…

No me reconocía a mi misma y si mi marido me hubiera visto en ese momento seguramente tampoco lo hubiese hecho. Estaba tan loca que solo quería seguir y seguir. Así estuvo un lapso de tiempo, cambiando de uno a otro agujero mientras yo simplemente me dejaba hacer arrastrada por las embestidas que Pedro me daba. Tan pronto lo tenía en el coño como en el culo y aquel duro tratamiento me hizo sentir la llegada de un nuevo orgasmo, cayendo agarrada a las sábanas sin dejar de pronunciar sonidos deslavazados y sin el más mínimo sentido. El apuesto muchacho se abrazó a mí apoyado en mi espalda y, amable como siempre, me dio dos de sus dedos para que los chupara como la mejor de las rameras.

Levantándome al recuperar mínimamente el resuello, quedé descansando sobre mis brazos y con los pechos colgando. Con la mejilla junto a la mía, bajó la cabeza besando y mordiéndome levemente el hombro para luego decirme con voz cansada:

            Inés, eres una perrita encantadora… me tienes cachondo perdido.

           

            Eres un chico muy malo. Realmente malo, pero me encanta… -exclamé tragando saliva y tratando de mantener la compostura.

De nuevo buscó con su polla mi conducto anal. Tan solo el sonido del roce, enseguida me puso a mil escuchándole entrar en mi culito. Se desplazó despacio, acelerando poco a poco sus movimientos dentro de mi conducto que tenía ya bien abierto e insensible. Según yo gemía, Pedro se animaba más y más empujando con mayor vigor contra mí. Los gemidos se convirtieron en nuevos gritos y lamentos, derritiéndome entre sus brazos cada vez que me daba. Yo me movía más deprisa para hacer que se corriera. Sin embargo, Pedro aún aguantaba manteniendo el ritmo sin decaer en ningún instante. El muchacho respondía gruñendo y martilleándome sin descanso, teniéndome cogida de las caderas. Yo flipaba. Me ponía cachonda el tener tan cerca a mi esposo y que pudiera escuchar mis gritos, mis quejas y las palabras malsonantes que lanzaba a mi compañero de cama.

            Venga sigue… dame fuerte y no te pares, cabrón. Me vas a matar de gusto –le dije.

           

            Sí, tómala toda. Me vuelve loco tu hambriento culo, nena.

           

            ¡Fó… llame, fóllame con fuerza… así, así… vamos, dame caña y córrete!

El poderoso joven se movía dándome de lo lindo y sin la menor consideración. Supe que Pedro buscaba ahora su propio orgasmo clavándose sin desmayo, enchufándomela entre continuos bufidos. Durante unos segundos más estuvo sodomizándome del mismo modo frenético hasta que, jadeante y dando un grito, se corrió dentro de mí. Cayendo en mi placer me corrí yo también acompañándole en el final de tan tremendo polvo. Sin parar de mover el trasero de forma circular, llevé mi mano sobre el clítoris frotándolo intensamente al sentir mi pobre almeja llena de jugos. Gimiendo feliz sentí el calor de su semen correrme las entrañas, llenándome entera y dejándome agotada y ahíta de placer.

            ¡Córrete cabrón, me estás matando… vamos dámelo todo! –grité llorando mi nueva corrida, irrefrenable y repleta de vicio.

           

            Menuda gatita estás hecha… eres fabulosa –me dijo al oído una vez me fui calmando.

           

            Joder tío, me has dejado muerta. Menudo bestia –comenté humedeciéndome los labios con fruición.

Todo aquello había durado una media hora que, sin pecar de presuntuosa y sin deseo de resultar exagerada, puedo decir que fueron seguramente los mejores minutos de mi vida. Aquel hombre me había dejado baldada. Un polvo inolvidable, realmente inolvidable y agotador…

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Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo