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Interesante compañía

en Interracial

Interesante compañía

 

Tras conseguir desembarazarse de la encargada de las tareas de la casa, la mañana resultó para ella de lo más agradable en compañía de aquel encantador y apuesto moreno…

 

 

Je suis le dauphin de la place Dauphine

et la place Blanche a mauvaise mine.

Les camions sont pleins de lait

les balayeurs sont pleins de balais.

 

Il est cinq heures

Paris s’éveille

Paris s’éveille.

 

Les travestis vont se raser

Les stripteaseuses sont rhabillées.

Les traversins sont écrasés

Les amoureux sont fatigués.

 

Il est cinq heures

Paris s’éveille

Paris s’éveille…

 

Il est cinq heures, Paris s’éveille, JACQUES DUTRONC

 

 

Pero señorita Tania, sus padres me dijeron que no la dejara sola mientras estuvieran fuera. Los dos me dejaron bien claro que quedaba a mi cargo y que no la perdiera de vista.

Lo sé Marcela, ya conoce a mis padres… se preocupan demasiado por mí –respondí a la pobre mujer a la que se veía la mar de apurada.

Tranquila que no va a pasar nada, soy mayorcita y corro con toda la responsabilidad.

Pero… pero señorita Tania. Sabe que me juego el puesto si llegara a ocurrirle algo. Sus padres…

Sí, sí… ya lo sé... Ya me lo dijo antes pero vuelvo a repetirle que no debe inquietarse. Aproveche el día y disfrute de la familia. Cualquier problema que pueda haber la llamo de inmediato –la corté sin dejar que continuara con lo que me decía.

Así fue como conseguí quitarme de encima a la pobre Marcela, la mujer que se encargaba de la casa y de otras muchas cosas desde hacía ya largos años. Marcela era para mí casi una segunda madre aunque evidentemente no lo era. Siendo yo bien joven había llegado a casa y desde entonces había sido como una hermana mayor para mí, confiando en ella como para contarle cosas que ni a mis padres les contaba.

Señorita Tania, no sé si hago bien dejándola sola –la escuché decirme junto a la puerta mientras la mujer no perdía de vista a Lucien el cual permanecía en el salón esperando que me desembarazara de aquella molesta presencia.

Basta de discusiones… hacemos una cosa. Esta noche la llamo para que se quede más tranquila –le dije casi echándola de casa y sabiendo las dos que no pensaba llamarla.

Al fin –pensé dando un suspiro de satisfacción una vez pude cerrar la puerta.

Había conocido a Lucien en una de las fiestas universitarias a las que solía asistir. Lucien no pertenecía al ambiente universitario pero, sin saber muy bien quién nos había presentado, el caso es que pronto caí atrapada por el atractivo más que evidente de aquel moreno. Cuatro años mayor que yo, Lucien aunque no especialmente guapo sí poseía un cierto atractivo que rápidamente me hizo sentir interesada por él. Bailamos breve rato, y pronto el chico me tomó de la mano para llevarme a un lugar mucho más apartado. Me dejé llevar por él deseando algo más, aquella noche me sentía especialmente animada y las dos copas que llevaba ya encima me hicieron desear la carnosidad de aquellos labios.

Sentada en el asiento de aquella Vespa y con el chico de pie frente a mí, pronto disfruté del calor de aquella boca olvidándome por completo de mis amigas. Lucien besaba bien, realmente bien y, con las manos entrelazadas tras su cabeza, enseguida me dejé llevar por la oscuridad circundante abriendo los labios para permitir que la húmeda lengua entrara en mi boca. Mezclamos las lenguas en un beso apasionado y largo que creí no acabaría nunca. Agarrada a su brazo y con las uñas de la otra mano clavadas en su espalda, respondí a sus besos con igual pasión, respirando con fuerza al separarnos para rápidamente volver a unirnos en un nuevo beso que me dejó sin aliento. Devoré los labios del muchacho como él devoró los míos, ajenos a la música de la fiesta. En esos momentos solo tenía ojos para mi acompañante, nada más importaba que el tenerlo a mi lado y disfrutar de su compañía. Las manos de Lucien bajaron a mis muslos apretándolos con fuerza por encima de la tela del tejano. Gemí débilmente ante la caricia con que me obsequiaba. Noté el deseo de mi acompañante en la fuerza que sus manos mostraban, apretando como si quisiera romper la tela del pantalón.

Bésame por favor, bésame –le pedí con voz implorante al cerrar los ojos y notar como el joven echaba mi larga cabellera castaña hacia atrás dejando a su merced la parte derecha de mi rostro.

Cerrando los ojos, la boca masculina cayó sobre mi cuello desnudo haciéndome gemir descontroladamente al sentir el chupetón que aquellos labios me daban. Entre las piernas un calor bien conocido se apoderó de mí. Me abracé a él dejando que los labios de mi amante siguieran chupándome y lamiendo el cuello del modo maravilloso en que lo hacían. Del cuello subió a mi rostro besándome y mordiéndome el labio superior con suavidad. Noté mis labios temblar de deseo y, una vez Lucien los abandonó, aproveché para humedecerlos con fruición. Bajo la tenue luz que apenas iluminaba la escena que formábamos, le miré a los ojos entretenida unos segundos en observar su rostro redondo, de mirada profunda y con la que parecía querer desnudarme. Los labios carnosos y tentadores que había podido probar instantes antes, parecían invitarme a nuevos besos. Las venas azuladas se marcaban en la piel oscura y brillante de sus manos. Mucho más alto que yo, me cubría por entero con su enorme humanidad de fornidos brazos y anchas espaldas. Su complexión corpulenta me hacía sentir segura en brazos de aquel macho robusto y viril por cuyas manos me sentía atrapada. Vestía un jersey fino de color beige y cuello cisne y encima un abrigo masculino de amplio cuello, que le daba un aspecto atractivo y no exento de elegancia.

Lucien se lanzó sobre mi oreja, haciéndome reír tontamente con aquella inesperada caricia. La chupó llenándola con su saliva y arrancándome un grito de emoción al sentirme amada de aquel modo tan obsceno. Me estremecí entera con la caricia que aquella lengua y aquellos labios me procuraban.

Sigue cariño, sigue… sigue haciéndome eso… me excita mucho –declaré de forma entrecortada mientras notaba la respiración desbocada de aquel hombre junto a mi oído.

De ese modo, estuvimos toda la noche besándonos y dedicándonos palabras tiernas sin separarnos un solo segundo el uno del otro. Aquella noche no llegamos a más y no por falta de ganas. Necesitaba encontrar el momento propicio para poder estar juntos y tranquilos. Y ese momento no tardó en llegar…

Tres días más tarde y aprovechando que mis padres estaban fuera, solo tenía que conseguir desembarazarme de la pobre Marcela cosa que al fin logré no sin vencer las muchas quejas de la mujer. Aquella mañana amaneció calurosa y soleada así que nada más quedarnos solos, invité a Lucien a darnos un baño en la piscina. Me dirigí a mi cuarto a cambiarme y revolviendo entre las ropas del cajón encontré el bikini amarillo que tanto me gustaba. Se le iban a ir los ojos tras de mí en cuanto me viera, estaba segura de ello. Salí al salón, encontrándolo sentado en el sofá. Como había imaginado, Lucien se me comía con los ojos recorriendo mi cuerpo de arriba abajo. Nada más caer junto a él empezamos a besarnos con desesperación…

Ya en la terraza al fin iniciamos lo que tanto tiempo llevaba deseando. Tenía tantas ganas de él, le deseaba tanto que enseguida empezamos a desnudarnos entre besos y caricias por parte de ambos. Tumbada sobre Lucien en la tumbona, saqué la lengua provocándole para que la tomara cosa que hizo entregándome la suya. Las enredamos en el interior de mi boca, besándonos mientras con las manos subíamos y bajábamos reconociéndonos los cuerpos. Metiendo la mano bajo la camisa acaricié su pecho velludo al tiempo que sentía la suya por encima de mi muslo, magreándolo para seguidamente subir a mi culo tomándolo entre sus dedos.

¡Mi amor, sigue… tenía tantas ganas de esto! –exclamé removiendo el culillo en forma circular al mismo tiempo que me estiraba hacia delante.

Le ofrecí mis pechos de forma perversa, poniéndoselos frente a su cara para que los desnudara al echar la telilla del sujetador hacia abajo. Mis pequeños pechitos fueron acariciados por su lengua y sus labios, lamiéndolos y chupándolos entre mis continuas muestras de agradecimiento. Me agarré a su cabeza al disfrutar los lametones que Lucien me daba, pasando la lengua por encima de mis oscuros pezones que pronto respondieron poniéndose duros como piedras. No paraba de gemir acariciando los encrespados cabellos de mi amante, del hombre que tanto me estaba empezando a excitar.

Chúpamelos cariño… chúpamelos sí –reclamé agarrándome más a él, ronroneando como una gatita en celo.

Él continuó haciéndolo, apretados por sus manos y llenándolos de besos y caricias ahora el uno ahora el otro, rozando la fina piel de mis pechos con la lengua hasta hacerme estremecer. Luego le entregué el cuello del que se apoderó del modo en que lo había hecho días antes. Echando la cabeza hacia atrás permití que me lo chupara entre grititos y risas nerviosas que el roce de sus carnosos labios me producían. Un largo suspiro escapó de mis labios al sentir la lengua subiendo y bajando por mi cuello, lamiéndolo y mordiéndolo de forma débil con los dientes. Volví a reír, enredando los dedos en sus cabellos. Todo aquello me estaba poniendo tan cachonda que no podía reprimir mis emociones.

¡Oh cariño, sí… sigue así, me estás poniendo muy cachonda!

¿Te gusta pequeña? –escuché su masculina voz preguntarme antes de volver a caer sobre mi cuello haciéndome temblar entera.

Me gus… ta, me gusta mi amor… me pones cardíaca con lo que me haces.

Descontrolada, me removía sobre él notándome cada vez más excitada. El sexo me ardía, necesitada de toda una serie de caricias que estaba segura que no tardarían en llegar. Deseaba a aquel guapo moreno, lo deseaba como a ninguna otra cosa del mundo en ese momento, solo gozar de su compañía y de sus caricias. Bajando las manos a la parte baja de su camisa conseguí al fin entrar en contacto con la dureza de su barriga, subiendo las manos hacia arriba hasta alcanzar uno de los pezones el cual atrapé entre mis dedos. Jugué con el mismo, apretándolo y pellizcándolo de forma aviesa. Lucien lanzó un grito de queja que enseguida acallé besándole con pasión contenida. Noté la humedad de su boca, el calor de su lengua junto a la mía, las respiraciones de ambos cada vez más agitadas.

Sacando las manos me entregué a la tarea de soltar los botones de la camisa. Uno a uno fueron abriéndose para quedar el torso del joven desnudo frente a mí. Me relamí como una puta imaginando el festín que me esperaba. Era realmente hermoso, un macho joven y en la plenitud de su vida. Cayendo sobre su pecho me entretuve lamiéndole ahora el otro pezón, haciendo circulillos sobre el mismo y escuchando como el muchacho gemía y aceptaba mis caricias. Al parecer le gustaba lo que le hacía. Me entregué con mayor vigor a mi labor. Bajé y subí por su velludo pecho, reconociendo uno a uno los bien cuidados músculos del cuerpo del joven. Bajando la mirada me encontré con el bulto más que considerable que su entrepierna mostraba. Volví a relamerme, humedeciendo mis labios con fruición. Lucien gemía dejándome hacer, dejando que fuera yo quien lo excitara.

Sonriendo aviesamente, llevé mi mano entre sus piernas notando la presencia dura que el pantalón que la cubría apenas parecía poder guardar. Moví la mano a un lado y otro y aquello se notaba cada vez más duro. Suspiré largamente sin dejar un momento de acariciarle por encima de la tela del tejano.

¡Qué dura se siente… no puedo aguantar más, déjame probarla Lucien! –reclamé con voz temblorosa, mostrando el estado de ansiedad que me dominaba.

Claro nena, es toda para ti –respondió sin apartar los ojos de los míos.

Haciéndole poner en pie, solté el cinturón para seguidamente hacer lo mismo con el botón del tejano. Poco a poco y de forma lenta, fui dejando caer el pantalón hasta sus rodillas. El bulto amenazante se veía cubierto solo por el slip que a duras penas podía mantenerlo oculto a mi vista. Arrodillada entre sus piernas, acerqué la cara empezando a jugar con aquello a través de la prenda masculina. Moviendo la cabeza lo chupé y lamí con descaro al ver cómo parecía palpitar con lo que le hacía. Sin esperar más, tomé el slip de los lados para bajarlo como antes había hecho con el pantalón.

Frente a mí apareció la enorme barra de chocolate, tan enorme que en mi corta experiencia jamás había visto algo semejante. Con un grito de sorpresa y los ojos como platos, no pude menos que llevarme las manos a la boca. Aquello era más de lo que podía haber imaginado. Era enorme, no era posible que algo así pudiera existir pero sin embargo allí lo tenía mostrándose palpitante y orgulloso frente a mí.

¡Qué grande que es… no sé si mi pobre coñito podrá con ella! –exclamé con tono temeroso.

Tranquila putita… ya verás como te gustará –me dijo Lucien tratando de tranquilizarme.

Pese a mis palabras, sólo buscaba con ellas excitarme y excitar al muchacho. Sabía que mostrándome de aquel modo, la excitación de Lucien aumentaría. No pude más y metí parte de aquel tronco en mi boca empezando a chuparlo con gran placer. En un primer intento conseguí meter casi la mitad de aquel grueso músculo. Lo noté palpitar en el interior de mi boquita, rodeando el tronco con mi lengua. Eso hizo gemir a mi acompañante temblándole las piernas de gusto. Tomándolo con la mano lo fui masturbando arriba y abajo al tiempo que lo chupaba y lamía viendo cómo aquella banana de chocolate crecía y crecía según mis caricias la estimulaban. Mi mano empezó a moverse con mayor rapidez animada por aquella presencia que con dificultad podía abarcar entre mis dedos. ¡Era tan grande y hermosa. Nunca había visto algo así!

Seguí trabajándola, lamiendo y chupando de forma golosa, metiéndola y sacándola con energía entre los gemidos que mi amigo daba. Sacándola observé el oscuro pene, viéndolo brillante y lleno de mis babas. Se veía enorme, con las venas marcándose a lo largo del tronco y la cabeza oscura mostrándose orgullosa y elevada hacia el cielo de la mañana. Con la lengua jugué golpeando el redondo glande hasta sentirlo enderezarse aún más. Sonreí viendo el efecto que mis caricias producían en el joven macho.

¿Te gusta Lucien? –pregunté levantando la vista al rostro congestionado por el placer que el hombre mostraba.

Sí cariño, sí… lo haces muy bien nena –respondió atrapando mis cabellos con su mano.

Así me fue empujando llevando él el ritmo de mi mamada. Yo no dejaba de devorar el miembro, saboreándolo con la lengua sin descanso, enterrándolo en mi garganta hasta conseguir meterlo en su totalidad en mi cavidad bucal. ¡Dios mío, tenía toda aquella polla dentro de mi boca! La saqué para poder respirar y entonces aproveché para comerme los huevos mientras masturbaba la horrible humanidad con los dedos. Chupé los testículos notándolos duros y cargados. Todo aquello que guardaba mi querido Lucien pronto sería mío. Pero tampoco quería correr demasiado. Había que tratarlo con cuidado si no quería que se fuese rápido, no le conocía lo suficiente como para saber su aguante.

Cogiéndolo de los muslos lo hice tumbar hacia atrás, quedando yo arrodillada entre sus piernas. Cerrando los ojos envolví el glande con mis labios, dedicada una vez más a mi tarea. La polla me llenaba la boca haciéndome atragantar de tanto ánimo como me daba. Enloquecida por el momento, no quería imaginar lo que sería cuando la tuviera entre las piernas. Quizá me destrozaría con aquel enorme pene. Me dediqué a mamarlo una y otra vez, sacándolo para pasarle la lengua de arriba abajo y volver a subir hasta el grueso champiñón.

¡Es enorme, mi amor… nunca había visto algo así!

Sigue Tania, sigue… lo haces muy bien! –me dijo con la mirada perdida por las miles de sensaciones que mi boca producían en el bello moreno.

Lucien me apartó el pelo hacia atrás, dejando que continuara con lo que le hacía. Con la punta de la lengua golpeé varias veces el glande provocando en el muchacho roncos gemidos de satisfacción. En esos momentos me sentía poderosa, disfrutando de aquel hermoso ejemplar al que tanto veía gozar. Las manos del chico tomaron mi cabeza al sacar mi traviesa lengüecilla antes de hundir el pene entre mis labios. Amablemente el muchacho acariciaba mi cabeza, acompañando el movimiento de la misma adelante y atrás y así una y otra vez. Como una putita no buscaba más que ofrecerle el mejor de los placeres. Y parece que le gustaba viendo los constantes gemidos y las palabras que me lanzaba. Clavados mis ojos en su rostro, con la mano lo pajeaba sin darle un instante de respiro. El joven negro me lo agradecía, jugando con mi pelo sin dejar de enredar los dedos en el mismo. De forma perversa, humedecí la totalidad del miembro con mi lengua dejándolo listo para lo que vendría. El glande se veía hinchado y brillante de mi saliva. Me humedecí los labios satisfecha de mi buen trabajo.

Eres una putita… ven aquí –su voz ronca me ordenó al llevarme hacia él besándome con desesperación.

Los gruesos labios del hombre se apoderaron de los míos en un beso largo y profundo que me dejó sin aliento. Se le notaba un tanto salvaje y rudo en sus modales. Eso me gustó dejándome atrapar por sus manos de dedos largos y nervudos. Agarrada a él, respondí a sus besos abriendo la boca y dándole la lengua que fue absorbida con rapidez por la suya. Me sentí morir con aquellos profundos besos llenos de pasión. Abrazados, la mano de Lucien subía y bajaba a través de mi espalda hasta alcanzar mis redondas posaderas las cuales acarició con suavidad pasmosa. Para ser tan tosco como era, también había en él momentos de extrema delicadeza como aquel en el que mi trasero fue masajeado por sus manos, alargando el instante como si en ello le fuera la vida.

Bésame Lucien, bésame –le pedí acalorada por el roce de aquellas manos que no dejaban resquicio de mi cuerpo por recorrer.

Volvimos a besarnos, quedando mis apetecibles y finos labios pegados a los carnosos del hombre. La sensualidad nos envolvió, mezclando las lenguas hasta perder la noción del tiempo.

¡Besas bien, maldito! –exclamé al separarnos, lamiendo profusamente mis labios como si no quisiera perder el calor de aquella boca.

Eres una gatita encantadora…

Las manos cayeron sobre mi figura menuda, acariciándome los muslos y las caderas para subir camino de mis pechos. Los agarró con fuerza provocando en mí un grito de júbilo al notar el pezón ligeramente mordisqueado.

Déjame… estás loco –grité sin parar de reír mientras le revolvía el cabello con las manos permitiendo que continuara.

Con un último lametón me empujó hacia atrás quedando ambos en pie. Cogida de la cintura me hizo darle la espalda y con las manos tomó mis pechitos masajeándolos con descaro. Llevé las manos atrás hasta tomarle la cabeza, acariciándole la nuca con mis dedos. Junto al oído noté la respiración desbocada de mi amante, se le notaba muy excitado y capaz de cualquier cosa. De espaldas a él, mi cuello desnudo quedaba a su vista. Acercando la boca lo besó y chupó haciéndome estremecer de la cabeza a los pies. Atrapándolo con los labios me dio un fuerte chupetón que dejó una inconfundible marca durante días. Gemí sonoramente, recibiendo aquella caricia como si del mejor regalo se tratase. Aquel maldito me tenía muy loca y se lo iba a hacer pagar.

¡Me tienes loco putita… me tienes loco! –las manos bajaron a mis muslos clavando los dedos con fuerza en los mismos.

Acaríciame cariño… tú también me estás poniendo loca perdida –aseguré removiéndome contra él.

Me dio sus dedos a probar, lamiéndolos y rozándolos con mis dientes como si de su polla se tratara. Abriendo los ojos, le vi sacarlos húmedos de mi saliva. Nuevamente los introdujo, chupándolos yo de forma sensual.

Deshaciéndome del diminuto tanga, me hizo sentar y colocó una de mis piernas en su hombro mientras me abría la otra. Había llegado mi momento. Metiendo la cabeza entre las piernas inició con su lengua un delicioso movimiento por encima de la raja. La calidez malsana de su lengua comenzó a torturarme con su movimiento lento pero continuo. Los primeros gemidos salieron de mi boca al sentir el roce áspero de aquel apéndice reconociendo mi sexo húmedo de jugos.

Así, así… cómemelo despacio amor… me pone cardíaca que me lo hagan –sollocé removiéndome inquieta en busca de la pérfida caricia.

Él siguió lamiéndome del mismo modo, metiendo y sacando la lengua de mi vagina, empapándose del néctar que mi sexo emanaba. Abriéndome el coñito con sus dedos, metió y sacó la lengua ahora de forma más rápida produciendo en mí una desconocida sensación de vértigo. Los gemidos poco a poco fueron convirtiéndose en tímidos grititos y lamentos según iba avanzando el ataque de Lucien. Empecé a temblar, sabiendo que no tardaría en alcanzar el primero de mis orgasmos. Soy fácilmente excitable y si el hombre sabe hacérmelo puedo enganchar varios orgasmos al tiempo.

Con los ojos entreabiertos pude ver el sol brillar sobre nuestras cabezas. Echando el cuerpo hacia atrás, levanté una de mis piernas buscando un mejor acomodo. El joven jugó conmigo, raspando con sus dedos los pelillos oscuros de mi pubis. Temblé de gusto gracias al roce de su aliento por encima de mi vientre.

Estás empapada –me dijo con el deseo clavado en su voz.

Tú me tienes así –contesté con voz temblorosa mientras esperaba que aquello continuara.

Abriendo su boca se hundió cubriendo mis labios con los suyos. Absorbió mi sexo succionándolo con total desenfreno. Cerré los ojos lanzando un largo suspiro. De nuevo la lengua se apoderó de mi rajilla lamiéndola arriba y abajo para después hacerse con mi órgano más preciado. Aquello ya acabó con mis últimas fuerzas. Mordiéndome los labios para no gritar, reconocí la llegada del primero de mis placeres. Un primer orgasmo que enseguida se unió a un segundo haciéndome echar la cabeza hacia atrás, cayendo derrotada y feliz. Gimoteé pataleando como si con ello fuera a encontrar alivio. Un alivio que no encontré pues, sin darme descanso, el muchacho cambió su boca por los dedos manteniendo la tensión en mí. Introdujo suavemente los dedos corazón e índice hasta llevarlos a lo más profundo de mi ser.

Sollocé pidiendo una tregua que evidentemente no llegó, empezando ahora a follarme aquellos dedos malvados, moviéndose una y otra vez. Con mis dedos acompañé su follada masturbándome yo misma el inflamado botoncillo. La rosada lengua inquietó una vez más mi sexo, chupándolo y llenándolo de sus babas igual que hizo con mi culillo. Aquella inesperada caricia me excitó mucho más haciendo que buscara el contacto con su boca. ¿Qué pretendía aquel cabrón con aquello? –pensé para mí misma en un breve momento de lucidez.

Sin embargo fue mi sexo el objeto de su interés, al atraparlo devorando y saboreando el manantial de jugos. Lucien no paraba, demostrando con ello que quería más de mí. Yo flipaba, aguantando sus ataques como mejor podía.

Fó… llame cariño, fóllame… me harás correr otra vez –reconocí sabiéndome aturdida pero muy dichosa.

El nuevo orgasmo se presentó de manera furibunda, haciéndome gritar mientras me meaba de gusto sin poder remediarlo. Nunca me había pasado aquello, no pude evitarlo saltando por los aires el cálido líquido hasta caer en el suelo.

¡Me corro maldito, dios me corro… qué bueno que eres! –grité sin poder contenerme al tiempo que notaba la cabeza darme vueltas.

Una vez acabé mi meada, Lucien lamió mi sexo apagando los postreros rescoldos de aquel ardor que me consumía.

Pasados unos segundos y al abandonar mi entrepierna, el chico se incorporó dirigiendo sus pasos a mis senos los cuales chupó mientras me recuperaba. Entre las manos los sopesó lamiendo ahora el pezón del otro pecho. Tomándolos entre las manos, fui yo quien los lamió humedeciendo suavemente mis oscuros pezones. Bajando hacia abajo, el muchacho acarició con su lengua la parte interna de mis muslos. Aquel muchacho era realmente bueno, me tenía completamente enamorada y entregada a él. Sólo esperaba que aquello continuara, pues evidentemente quería mucho más.

Metí los dedos en mi coñito tratando de calmar el fuego que aún no había disminuido en mí. Necesitaba que me follara, sentirme llena y unirme a él en uno solo.

Quiero que me folles… necesito que lo hagas…

¿Eso quieres pequeña? –me preguntó interrogante con un gesto divertido.

Sí, quiero que me folles chico malo… pero hazlo con cuidado, es demasiado grande para mi pobre coñito.

Tranquila putita, así lo haré –exclamó acariciándose el miembro con los dedos.

Aquella polla se veía grande como la había visto un rato antes, una presencia realmente colosal e inhumana. Deseaba tenerla dentro de mí pero al mismo tiempo me costaba admitir aquello. Con los dedos me follaba yo misma, emitiendo ayes placenteros cada vez que lo hacía. Me sentía preparada para el feliz encuentro.

Masturbándose lentamente y echando la piel adelante y atrás, el glande aparecía hermoso ante mí. Apoyando la cabeza en la entrada de mi sexo, poco a poco fue entrando hasta quedar quieto en mi interior.

Con cuidado mi amor, con cuidado… es tan grande…

Sin embargo mis caderas parecían no seguir el dictado de mis palabras, moviéndose hacia delante como si quisieran hacer la penetración más profunda. Sonreí triunfante al sentir el enorme miembro dentro de mí. Al mismo tiempo tuve que mantener la respiración al notarme llena de aquella presencia con la que la naturaleza había favorecido al muchacho. Era inmensa, realmente inmensa y tremenda. Pese a mis muchos temores, la sabia naturaleza llegó en mi ayuda haciendo que mi coño se dilatara convenientemente para conseguir adaptarse al grosor y longitud de aquel monstruo. Gruñí quejándome al sentirlo entrar abriéndose paso en el interior de mi pobre coñito. Centímetro a centímetro me fue llenando hasta acabar pegado a mí.

¡Me llena cabrón, me llena toda… dios, qué bueno… te siento hasta el final! –sollocé los dos quietos y tratando de hacerme al tamaño de aquel pene.

Con los huevos pegados a mí, los dos empezamos a movernos de forma lenta y acompasada. Tomándome la pierna y chupándome los dedillos del pie, el chico empezó a empujar con decisión, entrando una y otra vez, moviéndose sin descanso entre los gemidos que yo emitía. Con los dedos yo misma me masturbaba buscando un mayor placer si eso era posible.

Tómala gatita… toda para ti, pequeña putita… me encanta el coñito que tienes…

¡Oh sí, fóllame más fuerte… dámela toda vamos…!

Volví a correrme bajo los embates que Lucien me daba, tanta era su fuerza que creí que me rompía por dentro. ¡Menudo animal! Pero me encantaba que fuera así de brusco… Sacándola en uno de sus golpes, me removí quejándome para que volviera a meterla. El muchacho, obediente, así lo hizo volviendo los sollozos y lamentos a envolver la agradable mañana. Apoyado en mis muslos, la barra de carne me cubría hasta el final, haciéndome sentir los huevos pegados a mí. Yo no podía hacer otra cosa que masturbarme cada vez con mayor rapidez, tanto era el gusto que mi pobre coñito sentía. Cerraba los ojos por unos segundos y al abrirlos, siempre encontraba al hermoso negro dándome sin parar ofreciéndome un deleite extremo.

¡Eres bueno mu… chacho…! ¿dón… de aprendiste a hacerlo así? –pregunté con la voz entrecortada.

¿Te gusta, eh putita? Tienes un coñito cálido y jugoso que me vuelve loco, chiquilla.

Sí, sí… no te pares, por favor…

Tomando mejor posición, cayó sobre mí besándome de manera sucia mientras la polla me perforaba arrancándome ahora gritos ahogados de satisfacción. Aquello no parecía tener fin y yo lo agradecía con mis continuos pedidos inconexos. Lucien la sacaba para volver a hundirla sin compasión consiguiendo que mis gritos ganaran en volumen. Notaba la garganta y los labios resecos y tuve que humedecerlos antes de poder continuar con aquello. La boca de labios carnosos se apoderó de la mía acallando de ese modo el festival de aullidos que mi boca producía.

Salió de mi interior para entregarme el grueso mango el cual chupé con fiereza como si fuera lo último que hiciera en mi vida. Respiraba con dificultad con el miembro masculino llenándome la boca sin dejar un momento de empujar.

Chúpala muchachita, chúpala… buena mamona estás hecha –exclamó sonriendo con los ojos inyectados en sangre.

Una vez acabé se hizo con mi vagina, penetrándola con los dedos. Tres y cuatro de sus dedos me metió provocando en mí una sensación de profundo placer. Tenía el coñito tan abierto que creí que me metería el puño dentro. Las ideas procaces del muchacho parecían no tener fin.

Cogiéndome de las manos me incorporó junto a él, besándonos tímidamente al tiempo que se hacía con una de mis piernas haciéndomela doblar. De pie como estábamos, llevó la cabeza a mi sexo penetrándome una vez más.  De ese modo, me follaba lentamente tomadas mis nalgas entre los dedos. Cara a cara podía ver el rostro de mi apuesto amante. Se le veía cansado pero no por ello dejaba de empujar, abriéndose paso en mis entrañas hasta acabar haciendo tope. Yo me agarraba a su cuello acompañando las acometidas incansables de mi macho. No quería que aquello se acabara nunca…

Levantándome en brazos y tomada de las nalgas y del muslo, me folló con toda la fuerza de su ser aguantando mi poco peso y sin mostrar signo alguno de flaqueza. Yo flipaba, mezclando tan pronto palabras suaves con las que animarle como gritando y aullando cada vez que la daga ardiente se clavaba en mi irritado chochito.

Sigue Lucien, sigue… dios, eres maravilloso muchacho… ¡me matas de placer, maldito cabrón! Me llenas toda…

La cabeza me daba vueltas, ya no sabía donde estaba y en esas un nuevo orgasmo me llegó sin avisar. Me mordí el labio resistiendo el ataque del tremendo negro el cual parecía no cejar en su empeño de querer acabar conmigo. Tanta era la fuerza que se daba que la polla escapó, teniéndola que volver a dirigir a su funda. Así estuvimos un buen rato, perdí la cuenta de cuánto fue pero debió ser mucho.

Al fin descabalgué de mi montura, dejando que me chupara el pezoncillo para después besarme como si con ello quisiera agradecer el placer que le había dado. Bajando la mano, agarré el largo tallo para menearlo al tiempo que nos besábamos con infinita suavidad.

Tumbándome sobre el suelo encima de la toalla, mi joven amante volvió a las andadas follándome del mismo modo loco que había hecho un rato antes. Aquel cabrón parecía no cansarse nunca. Con la pierna en su hombro y bien abierta como estaba, los movimientos resultaban profundos y fáciles al igual que las entradas y salidas resultaban sonoras gracias a lo muy mojada que me encontraba.

Me vas a matar… eres tremendo Lucien… ¿es que no te cansas nunca? –pude decir sacando fuerzas de donde ya no las tenía.

Y él no paraba, moviéndose como un animal en celo dándome a probar su miembro brillante de mis jugos. En su experiencia de macho conocedor de los placeres del sexo, sabía cuándo continuar y cuándo parar para conseguir que el placer de ambos se alargara aún más. Poniéndose detrás mío, los dos tumbados en el suelo y con mi pierna levantada, entró en mi interior empezando a follar en esa otra posición. De esa manera, quedaban mis pechos a su alcance mientras le ofrecía la lengua para que la cogiera. La fuerza masculina volvió a apoderarse de mi femenina concha, traspasándome de forma lenta y delicada mientras nos morreábamos como dos enamorados. Igualmente pudo disfrutar de mi cuello y mi pequeña orejilla chupándolos y lamiéndolos con denuedo. Gemí largamente, acoplándome a los movimientos del hombre. Nuevamente me masturbé con movimientos circulares de mis dedos tratando de frenar mi inquietud.

Fóllame, fó… llame vamos… muévete despacio cariño… te siento entero dentro de mí –supliqué con su aliento pegado a mi oreja, aquel cálido aliento que tan loca me ponía.

Con los dedos me pellizcaba el pezón, agarrándome luego el muslo y el brazo bajo mi respiración jadeante. Me besó el brazo, pasándome la lengua por encima y, cogida del cuello, me acercó a él para besarme de forma apasionada. Temblé con aquel beso que, sin decir nada, tantas cosas indicaba. Nos besamos un corto instante y, separándome de su lado, dirigí uno de mis dedos a la boca para chuparlo con desesperación. Luego fueron dos con los que encontrar algo de tranquilidad en mi mente excitada.

En una nueva posición, quedé frente a él arrodillada en la tumbona y puesta en pompa. Al momento aceptó la invitación, acercándose para entrar en mí haciéndome lanzar un grito desgarrado. Agarrada de las caderas los empujones volvieron a mí, clavándose y desclavándose con aquel ritmo que tan bien conocía. Echando la vista atrás, pude ver todo el poderío de aquel chico entregado a la tarea de darme un nuevo placer.

Así mi vida, así… sigue dándome con esa polla tan maravillosa que tienes…

Sí putita… muévete, mueve ese culillo que tienes –respondió teniéndome bien cogida de las caderas.

Jadeé moviéndome a su ritmo, echándome hacia delante en busca del aire que me faltaba. Los huevos me golpeaban, martilleando mi tierna piel y dejándome sin respiración con cada nuevo golpe. Las entradas se hicieron más intensas haciendo que me quejara de dolor. Bien acomodado tras de mí, inició un mete y saca que paso a paso fue ganando en intensidad.

¡Te voy a romper, putilla… te voy a romper hasta hacerte gritar! –escuché que me decía pegado a mí.

Yo no me movía, sollozando y soportando el continuo entrar y salir de aquel enorme negro. Los movimientos resultaban secos y duros, abriéndome las paredes de la vagina con el empujar de su pelvis.

Córrete Lucien, córrete… no puedo más cariño –indiqué suplicándole con voz temblorosa.

Aún estuvo algo más percutiendo hasta que al fin lo noté salir de mi vagina. Me volví sentada frente a él en espera de aquel rico manantial que supuse abundante y viscoso. Con los ojos cerrados le devoré los testículos chupándolos con glotonería mientras Lucien se acariciaba moviendo los dedos por encima del grueso tronco.

Vamos cabrón, córrete… quiero tu leche, dá… mela toda –le dije mirándole a los ojos mientras se masturbaba con rapidez.

Sin esperarlo la lechada cayó sobre mí alcanzándome el ojo y la boca. Entregándome la lava ardiente de su masculinidad, un segundo trallazo fue a dar en el pómulo y la barbilla. Viéndolo gritar su orgasmo, noté el líquido espeso y blanquecino esparciéndolo sobre la boca y el rostro con mis dedos. La gota de leche cayó de mi barbilla para ir a parar a mis pechos. Se había portado realmente bien como el macho poderoso y joven que era. Me había dejado exhausta y agotada pero feliz gracias a los muchos orgasmos que me había hecho vivir.

¡Qué bueno… eres realmente bueno, muchacho!… me has dejado cansada pero ha sido fantástico. Ven bésame, mi amor –dije aproximándolo para acabar el encuentro con un beso lleno de delicadeza.

Quedaba mucho día por delante y, solos como estábamos, pensaba gozar del muchacho todo lo posible. Pese al mucho cansancio acumulado, mis ganas de hembra excitada y lozana no se habían terminado. Aún había mucho por conocer de ese atractivo hombre, estaba bien segura de ello.

Después de comer seguiremos. Ven cariño, vamos a la piscina. Necesito un baño –susurré alargándole la mano para que me acompañara…

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