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Con mi tío Roberto

en Amor filial

Con mi tío Roberto

 

Llevaba tiempo siendo el objeto de deseo de la muchacha, largas noches soñando con aquel hombre y al fin pudo disfrutar de él entregados ambos a los muchos placeres que sus cuerpos podían ofrecerles…

 

 

Intence devastation of nature

constructing a future for a man.

The world is sold dirt cheap

for promises no one can ever keep.

There is no hope, just decay

creation leads only to chaos.

The seas full of tears they’ve created

a new kind of pain that lasts forever.

 

The very first years of your life

mothers makes things right

but soon you just cannot deny

this is only a lie.

We live in a world

of hate and deceit

corruption and greed.

Wait my friend, you will see

misery’s coming your way

horror and pain reserved for you.

 

Some pain will last, last forever

Some pain will last…

 

Some pain will last, KREATOR

 

 

Bésame tiíto, bésame… deseo que lo hagas –le pedí sentada en la cama junto a él, entrelazadas las piernas en perfecta armonía.

Al fin me encontraba a solas con él, mi sueño no confesado desde hacía años, desde bien jovencita cuando junto a Marisa, mi tía, venían a casa de mis padres a alguna de las comidas o cenas familiares. Roberto era el hermano pequeño de mi padre así que el contacto entre nosotros era habitual aunque no tanto como hubiese deseado. Quince años mayor que yo, le deseaba desde mucho tiempo atrás, desde que empecé a tener noción de mi incipiente sexualidad y soñaba con él en mis primeras fantasías envuelta entre las frías sábanas del lecho. Lo imaginaba junto a mí desnudos los dos mirándonos a los ojos, devorándonos los cuerpos con las miradas, acariciándole el torso velludo que tan bien conocía de los días de playa en que podía disfrutar de su proximidad.

Muchas noches me había excitado, pensando en sus besos y en las caricias de sus manos recorriendo mi cuerpo de jóvenes aunque ya bien formados miembros. Me imaginaba besada por Roberto, uniendo los labios y las lenguas de manera atrevida mientras nos tocábamos los brazos y las piernas rozándonos con los dedos. Siempre acababa igual, masturbándome furiosamente pensando en él, tumbada en la cama con su sexo dentro del mío o montada yo encima cabalgándole hasta sentir su abundante corrida llenarme la vagina. Pero, para mi desgracia, solo eran fantasías de muchacha en plena ebullición y necesitada de un cuerpo masculino que me calmase.

El tiempo fue pasando y mis tíos acabaron separándose, quedando Roberto con el ánimo un tanto tocado. La cercanía entre nosotros se acentuó con las visitas a comer que nos hacía. Creía morir teniéndolo tan cerca y sin darle a conocer lo mucho que me excitaba como hombre. Seguramente estaba loca pero era el hombre al que más deseaba en aquellos momentos, ningún chico de mi edad me llenaba como Roberto lo hacía. Me parecía el hombre más atractivo que pudiese existir con sus cabellos largos y desordenados y la barba rala de varios días que le daba aquel aspecto canalla que tanto me gustaba.

Al fin había podido atraerlo a mí, mostrándole mi total deseo hasta conseguir acabar con sus últimas resistencias. La verdad, para una muchacha como yo joven y hermosa como lo era, no resultó demasiado complicado de seducir estando tan solo como estaba.

Habíamos acabado en su dormitorio, sentados sobre la colcha y enfrentados el uno al otro. Con mis artes femeninas supe cómo atraerlo, provocándole para darle a conocer mis deseos. No tardamos en besarnos, juntando los labios en un beso delicado que rápidamente fue ganando en intensidad y osadía. El beso se hizo mucho más grosero, obligándome a separar los labios para dejar pasar la lengua al interior de mi boca.

Bésame Roberto… llevaba tanto tiempo deseando esto…

Tomándole el rostro con la mano le besé de forma apasionada, sintiendo el calor de su boca junto al ritmo cada vez más rápido de su respirar. Cruzadas las piernas, nos abrazamos sin dejar un solo momento de besarnos. Era mío y no quería dejar pasar uno solo de aquellos segundos en compañía del hombre deseado. Las respiraciones aceleradas de ambos se mezclaron en mi boca. Separándome de su lado y tras observarle un mínimo instante, saqué mi lengua de manera perversa mientras le sonreía.

Eres mala muchacha… -le escuché decirme al tiempo que le tomaba de la nuca volviendo a fundirnos en un beso lleno de sensualidad.

La mano de Roberto bajó por mi brazo hasta quedar parada en mi codo, para volver a subir por encima de la fina lana del jersey. Echando los cabellos rubios hacia atrás, me besó con infinita suavidad envolviendo mis finos labios con los suyos. Gemí largamente dejándome llevar por aquella boca que tanto tiempo llevaba queriendo probar. Se notaba cálida y experta y me entregué a ella al mismo tiempo que le cruzaba los brazos por detrás de la cabeza atrayéndolo más a mí.

Dame tu lengua –me pidió antes de atraparla con sus labios y enredarla con la suya en un combate feroz y pleno de pasión.

Me sentía cada vez más excitada y unida a él. Sin dejar de buscar mis labios, bajó las manos por mi cuello para acariciar mis pechos a través del blanco del jersey. Suspiré al notar su avance, metiendo ahora las manos por debajo y subiéndolas hasta alcanzar mis redondeces. Continuamos besándonos entre miradas turbias y llenas de complicidad.

¡Te deseo, te deseo Roberto… me pones cardíaca cada vez que me besas! –confesé entre suspiros.

Tú también me excitas, pequeña brujilla –respondió antes de volver a hacerse con mis pequeños senos.

Finalmente acercó su cara atrapando mi pecho y empezando a lamerlo y chuparlo. Eso me puso más cachonda si cabe, gimiendo y jadeando con fuerza mientras me llenaba de besos, investigando con la lengua, zigzagueando húmeda al devorar después el oscuro pezón el cual pronto respondió endureciéndose bajo el roce de sus labios y su lengua. El mismo trato recibió el otro seno provocando en mí continuas muestras de placer, temblando de emoción cada vez que me acariciaba saboreándolo. Yo disfrutaba el succionar de su boca cerrando los ojos y sin parar de gemir. Mi querido tío bordeaba el pezoncillo, pellizcándolo con suavidad y poniéndome cada vez más loca y excitada.

Abandonando el pecho, elevó la mirada hacía mí para enseguida entregarnos a un beso cálido y sincero con el que mostrar todo el deseo del uno por el otro. Tomó el pezón chupándolo y llenándolo de sus babas mientras yo cerraba los ojos sin poder resistir aquel maligno contacto.

Chúpalo… me encanta que lo hagas –exclamé apretándole la cabeza contra mí.

Eres ardiente Vero y eso me gusta –dijo obedeciendo a mi mandato y elevando así el calor que me envolvía.

Haciéndome tumbar boca arriba, cayó sobre mí rodeando el ombligo con los labios y besándome muy lentamente la barriguilla. De ahí bajó a la entrepierna entre los ahogados suspiros que mi boca producía. Quería que lo hiciera, adivinar su boca apoderarse de mi intimidad haciéndome probar un placer nuevo y desconocido. Levantando el culo dejé que subiera la falda hasta quedar arrugada alrededor de la cintura.

Qué hermosa eres nena… me encanta verte así de entregada –susurró en voz baja observándome abierta de piernas y en espera de su siguiente movimiento.

Chúpame… chúpame vamos, no me hagas esperar…

No tanta prisa, aún debes sufrir un poco más –dijo sonriéndome aviesamente con los ojos clavados en los míos.

Cogiéndome las piernas me las hizo doblar al quedar la cabeza frente a mí. Todo mi cuerpo temblaba por sentir su boca sobre mi piel. Acercándose sin separar la vista de la mía, alcanzó el muslo empezando a lamerlo y besarlo de arriba abajo entre mis muestras de agradecimiento. Suspiraba y jadeaba entrecortadamente notando mi piel erizarse nada más su boca cayó en el muslo. Lentamente recorrió la parte interna del mismo, subiendo y humedeciéndolo con su saliva para volver a bajar hasta la rodilla. Seguidamente hizo lo mismo con el otro muslo, raspándolo esta vez con los dientes para acabar mordiéndolo ligeramente lo que me hizo lanzar un gritito emocionado. Con las manos atrapó mis pechos sin abandonar un instante lo que me hacía. Los estuvo manoseando a su antojo mientras la boca recorría la fina piel llenándola de besos.

Yo me encontraba en la gloria gozando del sensual tratamiento que me daba. Jamás me lo habían hecho así, mis ocasionales amantes solían ser rudos y bruscos en sus movimientos y sin una pizca de la delicadeza que Roberto mostraba. El macho experto sabía desenvolverse con calma y sin las prisas de mis jóvenes compañeros. De ese modo el placer experimentado resultaba mucho más agradable y duradero.

Al terminar de subir mi muslo me tomó de la cintura ayudando a que alcanzara un mejor acomodo. Sintiéndome perversa, retiré la tela del tanga a un lado quedando así mi sexo frente a él. Removiéndome inquieta le animé a que se hiciera con él, cosa a la que accedió finalmente hundiendo la cabeza entre mis piernas. El momento tanto tiempo deseado al fin había llegado. Elevando el vientre forcé el contacto con su boca.

Chúpame tiíto… anda chúpame, no seas malo…

Con la boca frente a mi coñito sopló suavemente sobre la rajilla. Grité con fuerza ante tan inesperada caricia. Me encantó, juro que me encantó lo que me hizo. Sentir el calor de su aliento me hizo caer hacia atrás con la cabeza sobre el almohadón y las manos arañando la colcha. Y entonces ocurrió. Sin esperar a más abrió la boca envolviendo los labios de mi sexo con los suyos. Gemí sonoramente al cerrar los ojos ante tan maravilloso ataque. Con la lengua recorrió la rajilla de arriba abajo, humedeciéndola con su saliva. Me arqueé gozando el rozar de su lengua.

Estás muy mojada… -escuché que me decía en voz baja.

Tú tienes la culpa maldito… vamos, continúa con lo que me haces… -reclamé mientras estiraba la pierna por encima de su espalda como si quisiera atraerlo más a mí.

La lengua continuó su labor, chupando y lamiendo la entrada de la vagina sin darme un momento de respiro. La vulva se veía húmeda de mis jugos al incorporarme sobre los codos para tener una visión perfecta de lo que me hacía. Curiosa por naturaleza como lo era, no quería perder detalle de los movimientos que aquella maravillosa boca ejercía en mí. Roberto siguió chupando y chupando, pasando la lengua una y otra vez provocando que empezara a gritar sin remedio. Luego se dedicó a saborear mis jugos, ahogándose en ellos, separando los abultados labios y hundiendo la lengua entre las paredes de mi vagina. Seguí gritando y sollozando al sentirme penetrada por su diabólica lengua. No tardaría en correrme si continuaba con aquello y, atrapando su cabeza con las manos, le apreté con desesperación contra mí. Él aceptó mi invitación y siguió devorando la irritada vagina raspándola una y otra vez al meter y sacar la lengua.

¡Dios, qué gusto me das… con… tinúa, vamos continúa Roberto… eres maravilloso!

Sí putita, sí… disfruta lo que te hago… estás empapada.

Abriendo la boca, apareció la lengua la cual se apoderó del diminuto botoncillo y ahí ya no pude más. Pataleando y estirándome alcancé el primero de mis orgasmos, un orgasmo escandaloso e intenso. El calor tan conocido me invadió bullendo dentro de mí, un estremecimiento me corrió de los pies a la cabeza hasta acabar explotando en el cerebro. Con la locura instalada en mí, tuve que morderme el labio lacerándolo hasta hacerlo sangrar mientras clavaba los dedos allá donde podía. Congestionada por el placer, apreté las nalgas al suspirar entrecortadamente entregada al más hermoso de los placeres.

Con los ojos vidriosos y ligeramente abiertos, poco a poco fui recuperando el control de mi cuerpo mientras clavaba la mirada perdida en el blanco del techo. Me sentía feliz tras el placer vivido junto a Roberto. Con la mano aparté los cabellos caídos sobre el sudoroso rostro. Respiré con fuerza, llenando mis pulmones del aire que les faltaba. Necesitaba descansar mínimamente pero al parecer mi compañero de cama no pensaba lo mismo.

Haciendo que levantara las piernas, me deshizo del diminuto tanga dejándolo resbalar con suavidad hasta acabar desapareciendo por los pies. Con el sexo desnudo frente a Roberto, volvió a dirigir sus pasos a mi tierna flor, llevando los dedos al clítoris para masturbarlo lentamente. Aguanté la respiración al verme atacada una vez más. Me estiré hacia delante sintiendo cada centímetro de mi cuerpo ponerse en guardia, esperando una nueva caricia por parte de mi amante. Con un dedo repasó mis labios y abriendo la boca lo atrapé rodeándolo. Lo chupé con total desvergüenza, demostrándole así lo puta que era.

¿Qué pretendes hacerme? –pregunté una vez sacó el dedo de mi boca.

Hacerte gozar, pequeña Vero… aún queda mucho más.

Ahora fue él quien llevó dos de los dedos a su boca, chupándolos y humedeciéndolos por completo. Ya bien lubricados me penetró hasta el final haciéndome gimotear por la sorpresa. Sin decir nada solo respondí moviéndome al ritmo acompasado que sus dedos me marcaban. Me follaba tan pronto rápido como de forma lenta poco después. La vulva se abría envolviendo el empuje de aquel par de soldados explorando los rincones más profundos y escondidos de mi ser. Tragué saliva notándome la garganta seca mientras los dedos continuaban su empuje arrancándome palabras sin sentido alguno.

Fóllame… fó…llame –le grité acompañando la caricia de sus dedos con las de los míos sobre el clítoris.

Apenas dos minutos más tarde, un segundo orgasmo me visitó con la misma violencia del primero. La habitación me daba vueltas, el aire parecía abandonarme, el día pareció oscurecer bajo mis párpados cansados.

¡Me corro… me corro cabrón… dios, qué bueno eres! –grité haciendo caer las manos sobre la colcha como había hecho momentos antes.

¡Sí córrete, córrete pequeña! –gritó también él animándome en mi deleite.

Tras este segundo orgasmo, ahora sí me dio una pequeña tregua subiendo para volver a besarme con infinita ternura. Me agarré a él como si en ello me fuera la vida. Le necesitaba en ese momento más que nunca, necesitaba sentirme amada y saciada por la calidez de sus labios. Y él lo hizo calmando mi cansancio, susurrándome al oído palabras dulces que me hacían vibrar de emoción. Echando la cabeza hacia atrás, le entregué el cuello que recorrió de abajo arriba lamiéndolo con extrema lentitud. Esa caricia me hizo estremecer, ronroneando de puro placer. Estuve al menos cinco minutos recuperándome del esfuerzo realizado, tan agotada me había dejado…

Sin embargo, pronto tomé conciencia de que era hora de devolver a mi hombre el placer con el que me había obsequiado. Era hora de demostrarle todo aquello de lo que mi mente calenturienta era capaz.

Ven cariño, es mi turno… ahora me toca a mí.

Soltando el cinturón y luego el botón del pantalón, le hice caer tumbado sobre la cama. Bajé la cremallera con mis traviesos dedillos y el siguiente paso fue ya deshacerme de la molesta prenda, haciéndola caer hacia abajo junto al slip. La polla apareció a medio empalmar, con un aspecto más que interesante. Tomándola entre mis manos, pasé la lengua por encima del tronco lamiéndolo con glotonería. Me tenía loca aquel pene tan grueso y largo. Jugando con la base del mismo, fui subiendo lentamente hasta ensalivarlo tímidamente con mis labios. Una vez llegué al glande lo agarré con la mano y lo envolví con los labios produciendo en Roberto un ronco gemido satisfecho.

Arrodillada entre sus piernas saboreé el miembro herido, lamiendo el grueso champiñón con la lengua y haciendo pequeños circulillos alrededor del mismo. Me encantaba ver el rostro descompuesto de mi querido tío, gozando el placer que su perversa sobrinita le hacía sentir. Aquella imagen me hacía sentir poderosa, tenerlo allí tan delicado y entregado.

Chúpala, vamos chúpala querida… hazme gozar…

Abriendo la boca, introduje más de la mitad de aquel pene que parecía responder creciendo más y más a cada caricia que le daba. Chupando sin descanso me di a la tarea de dar placer a mi hombre, a aquel maravilloso macho que tenía frente a mí. Roberto no paraba de gemir débilmente disfrutando la felatio que le ofrecía. Así estuve gozando el crecimiento imparable de aquel músculo. Tanto creció que acabó llenando mi pobre boquita con su tremendo tamaño. Sacándola de la boca para poder respirar, me dediqué a golpear el glande con la lengua viéndolo responder ufano. Seguidamente y masturbándola con los dedos, me apoderé de los colgantes que se notaban duros y cargados del líquido que pronto me daría.

Así muchachita, continúa así… eres una buena mamona.

Trepando por su cuerpo volvimos a besarnos de forma apasionada y salvaje, mezcladas las salivas y enredadas las lenguas. Me separé de él quedando arrodillada sobre la cama. Con dificultad logré deshacerme de la falda la cual dejé caer en el suelo con un gracioso movimiento de la mano.

Desnúdate Vero… sí quítatelo todo nena…

Entre besos y caricias, me quité también el jersey quedando completamente desnuda frente a su mirada brillante por el deseo.

Dámela… quiero que folles –supliqué tratando de atraparla con mis manos pero, cada vez que lo hacía, él se apartaba haciéndome rabiar aún más.

Se veía tan grande y hermosa, con el glande arrogante y apuntando hacia arriba que creí que la vista se me nublaba. No sé de dónde lo sacó pero vi entre sus dedos un preservativo con el que rápidamente cubrió el músculo erecto. Tumbado en la cama caí sobre él, deseosa de que me llenara con su gruesa daga.

Dámela, vamos dámela toda… -exclamé a horcajadas como estaba.

Atrapada entre mis dedos la llevé a mi coñito, quedando al fin traspasada por el miembro de Roberto. Cogida de la cintura enseguida empezamos a movernos, iniciando un lento movimiento de vaivén alrededor de aquel pene. Sentada sobre él me fui acomodando al ritmo que nos dábamos, aumentándolo según iba ganando en seguridad. Un grito de júbilo salió de mi boca, sonriendo al macho al que me entregaba como forma de mostrarle lo muy enamorada que me tenía. Tomándome de las nalgas acompañó los movimientos de mi pelvis, empujando con fuerza y decisión.

Caí rendida sobre él, abrazándome mientras le mordía el hombro para acallar mis sollozos. Con las manos golpeó mis nalgas haciéndome gritar mitad de placer mitad de dolor. Sin embargo no dejé de cabalgar en ningún momento mi montura, tratando de encontrar el deleite por el que tanto tiempo había suspirado.

¡Fóllame tiíto, fó…llame… métemela toda hasta el final!

Vamos putita, muévete… muévete deprisa.

El dormitorio se llenó de nuestros gemidos y lamentos. Sonreí de forma perversa al pensar que aquel era el dormitorio donde Roberto había follado con su mujer y que ahora era testigo mudo de nuestro encuentro. Cabalgué con mayor ímpetu, mostrándome enloquecida como él lo estaba. Roberto empujaba contra mí haciéndome perder el aliento, tan fuerte me daba que creía romperme por dentro. Me corrí cayendo sobre él y quedamos un rato quietos recuperando el resuello perdido. Tanto era mi placer que lloraba como una tonta, abrazada con desesperación a él. Mi sexo atrapaba el pene sin dejarlo escapar. Nos besamos de manera grosera, sintiendo los labios por encima de mi rostro perlado en sudor. Retiré el pelo a un lado mientras me cogía con fuerza a su brazo.

¿Qué tal estás pequeña? ¿te gusta esto?

Me encanta sí… me encanta que seas tan fuerte y salvaje.

Rodeándome por la cintura pronto volvieron las acometidas, moviéndonos de un modo incansable e inaudito. Nuevamente me golpeó las nalgas arrancándome gritos desconsolados de dolor. El culo me ardía enrojecido por la fuerza de sus manotazos. Me dolía pero me gustaba al mismo tiempo como si el contraste entre dolor y placer lo hiciera aún más lujurioso y perverso. Con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, disfruté cabalgando el grueso eje de Roberto.

Girando sobre mí misma pero sin perder mi montura, quedé esta vez de espaldas a él y con las manos apoyadas en su pecho. Con una mano me tenía sujeta del culo mientras la otra atrapaba mi pequeño pecho masajeándolo suavemente. Moviéndome de forma circular gocé las entradas y salidas cada vez que caía o me incorporaba. Los movimientos eran ahora lentos y débiles, saboreando cada aguijonazo que mi apuesto acompañante me daba. Con los dedos me masturbé acariciando el botón que se notaba durísimo e irritado.

Te sien… to, te siento entero dentro de mí…

Muévete vamos… me vuelve loco tu coñito tan jugoso y hambriento.

Poco después me hizo levantar para cambiar de postura. Quedamos de lado con la pierna levantada para facilitar así el movimiento de la copula. Además esa postura le permitía hablarme al oído, susurrándome palabras sucias cada vez que entraba en mí.

Eres una zorrita encantadora… te vuelves loca con mi polla, ¿a que sí?

Sí, sí… me vuelve loca tu polla… eres incansable.

El movimiento rápido de nuestros sexos volvió a imponerse. Los huevos golpeaban contra mí con el mete y saca que me brindaba. Ya casi no podía moverme, era él quien empujaba clavándose y desclavándose sin dar síntomas de cansancio. Había encontrado al mejor de los amantes, parecía no cansarse nunca. Girando la cabeza hacia él, le entregué mis labios que atrapó uniendo las lenguas de manera obscena dentro de su boca. La fuerza imparable del orgasmo me volvió una vez más avisándole esta vez para que se fuera conmigo.

¡Voy a correrme… me voy a correr otra vez tiíto!

¿Vas a correrte? –me preguntó con voz entrecortada.

No creo que aguante mucho más. Corrámonos juntos, por favor –respondí a su pregunta con la misma voz entrecortada de Roberto.

Haciéndole salir de mí, hundí la cabeza entre sus piernas comenzando la última mamada de aquel primer encuentro. Sin dejar de chupar, le miraba a los ojos viendo su gesto de enorme placer. Mientras, yo misma me masturbaba furiosamente en busca de un nuevo orgasmo. Roberto gemía con los ojos fuertemente cerrados y disfrutando de las rápidas chupadas que mi boca le daba. Estaba muy cachonda y no quería otra cosa que hacerle explotar para saborear la ardiente semilla de mi querido tío.

Quejándome al ver que me quitaba el juguete tan deseado, Roberto se desprendió del preservativo para empezar a masturbarse moviendo la mano adelante y atrás de manera violenta y así una y otra vez. Yo le miraba, sacando la lengua para provocarle con mis gestos aún más.

Frente a mi rostro la leche saltó por los aires yendo a parar sobre la barbilla y la nariz. El resto de la lechada cayó en mi pelo y la colcha de la cama. El haber aguantado su placer hizo que la corrida fuese abundante, realmente estaba bien cargado y eso me hizo gozarlo más.

¡Sí córrete mi amor… dámelo todo… dame toda tu leche querido tiíto! –grité observando los goterones de leche caer sobre mi rostro cansado al mismo tiempo que notaba los dedos humedecidos del flujo de mi corrida.

Él jadeaba, respirando con fuerza tras el orgasmo obtenido. Las piernas parecían querer doblársele, arrodillado sobre la cama como estaba. Apoyé una mano en su muslo mientras llevaba la otra a la nalga apretando los dedos en la misma. Luego con los dedos, esparcí el viscoso semen por la barbilla y el pómulo deleitándome al probar parte del líquido masculino con el que mi hombre me había favorecido. Roberto cayó a mi lado, los dos cansados y acariciándonos los cuerpos mientras poco a poco íbamos volviendo a la normalidad.

¿Y cómo te encuentras pequeña?

Rota pero feliz. Ha sido realmente maravilloso, nunca había gozado de este modo.

No ha estado nada mal… eres una muchachita con una gran imaginación.

Sonreí al escuchar las palabras del hombre al que tan unida me sentía.

Mira… menudo desastre hemos formado –exclamé señalando las manchas caídas sobre la colcha.

No te preocupes, la mujer de la limpieza se encargará de eso –respondió acercando su boca a la mía para fundirnos en un último beso.

Otro día te follaré el culito, ¿quieres?

Lo que tú quieras amor –contesté con ojos de cordero degollado y cerrándolos al lanzar un sonoro suspiro de satisfacción con el que dar la conversación por concluida.

Dos horas más tarde volvimos a las andadas, retozando en la cama para luego calmar el creciente deseo bajo el grifo de la ducha. Aquel día dormí junto a Roberto, quería gozar hasta quedar totalmente saciada de él...

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