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La vecina del cuarto es prostituta

en Hetero: Primera vez

Lo de que la vecina de veinte y pocos que vivía en el cuarto se dedicaba a la prostitución era un secreto a voces. Lo había escuchado de mi madre que alguna vez lo había soltado hablando con mi padre o alguna otra vecina. Con nueve años le pregunté a mi madre que era ser prostituta ya que no entendía por que aquella vecina tan guapa que siempre me trataba con tantísimo cariño cuando mi madre y yo nos la encontrábamos en el rellano con ella, parecía ser algo malo o poco habitual. Un coscorrón fue todo lo que respondí de mi madre dejándome bien claro que aquel tema era tabú y más para los niños, por lo que no volví a preguntar más.

Cuatro años más tarde ya no eran tan niños y por supuesto había descubierto el significado de la palabra prostituta aunque solo fuese de una forma un tanto difusa. Hacía más de un año que había comenzado a masturbarme, o masturbarme de verdad mejor dicho, y mi vecina había surgido en mi mente en unas cuantas de esas pajas. Sobre todo a lo primero. Por algo mas que el hecho de ser puta, mi vecina me atraía muchísimo incluso ya desde tan pronta edad. Mis deseos por encontrármela y que me hablase con dulzura, me regalase juguetes de un sobrino suyo y me dedicase una tierna sonrisa de cuando pequeño habían evolucionado y ahora me interesaba mas ver sus ojazos verdes, oler su perfume, contemplar como sus pechos se tambaleaban al caminar y lo mismo con su culo, etc…

Mi atracción por mi vecina se veía incrementado por el simple hecho de saber que era puta lo que me llevaba a un sin fin de fantasías que mi cabeza, hecha un caos de hormonas, acabó por querer hacer realidad. Tras la comida venía la telenovela y tras esta llegaba la siesta a la que mi santa madre dedicaba dos horas. Al escuchar de lejos el primer ronquido, agarré mi hucha y saqué todo el dinero que tenía ahorrado que no era más que cuarenta y tres euros. Cerrando silenciosamente la puerta de casa, me metí en el ascensor y baje hasta el cuarto piso. Cuando sonó la campanita y las puertas se abrieron sentí las piernas flaquear de nerviosismo.

Cruzando el rellano del cuarto piso, pulsé el timbre de la puerta de la vecina. Ya pensaba que no había nadie y una parte de mí, la que pensaba que aquello era una muy mala idea, ya comenzaba sentirse aliviada. Un ajetreo de pasos se escucharon al rato y finalmente se escuchó el ruido del cerrojo de la puerta siendo abierto. Asomando la cabeza por el borde, mi vecina me reconoció e incluso le hizo ilusión verme.

-¡Hombre Juanito! – Me saludo por el diminutivo de mi nombre haciéndome sentir como un mocoso de cinco años. Llevaba el pelo suelto como siempre y vestía una camiseta larga que le llegaba hasta la mitad de los muslos - Dime cariño ¿Qué quieres? – Para entonces había abierto del todo la puerta y yo ni corto ni perezoso saqué el dinero y se lo ofrecí sin más. Ella miró el dinero sin atreverse a cogerlo y dijo – Pero bueno ¿De que es ese dinero?

-Para… follar, contigo – Dije finalmente de aquella forma tan bruta mientras todavía alzaba el dinero con la esperanza de que fuese suficiente.

-Pero chico ¿Es una broma? Como se lo diga a tu madre te vas a enterar ¿Eh?

-Que no, que noooo – Le repetí insistente y ella, mirando a un lado y al otro del rellano, me cogió del hombro para llevarme adentro de su casa.

-Vamos a ver, Juanito – Comenzó a decir al cerrar la puerta quedándonos los dos en la misma entrada de su casa - ¿Tu sabes lo que me estas diciendo? Amor. Que te conozco desde que eras pequeñito – Al ver que me quedaba callado pero que seguía insistiendo con el dinero lo acabó por coger y lo soltó en un mueble sin contarlo ni nada - ¿Qué? Te has emperrado en venir a follar ¿Eh? ¿Tu estas seguro? ¿No prefieres esperar a hacerlo con alguna novieta? Que eres muy joven aún, Juanito mi amor – Aguantándole la mirada en silencio le hice consciente de mi determinación - ¡Ala! Que no hay remedio. Pues pasa adentro.

Entrando al salón, ella me ofreció una silla junto al sofá y ella se sentó en este. La tele estaba puesta y echaban un programa de cotilleos de la tarde en donde solo se escuchaba a gente insultar y chillar todos a la vez para variar. Durante minuto y medio hicimos como si estuviésemos interesado en el programa hasta que la mano de ella en mi pierna captó mi atención.

-Bueno, dime ¿Y ese empeño en querer hacerlo? – Me preguntó al ver que la atendía.

-Pues nada… que quiero follar y eso – Dije simple y llanamente como solo un chaval puede decir cuando solo piensa con lo de abajo.

-Ya… - Ella rió un poco con mi contestación – Imagino que tu madre no sabrá que estas aquí.

-No, no, mi madre esta echándose la siesta y hasta la seis no se levanta – Le expliqué como si aquello fuese el examen de mi vida.

-Y tu has aprovechado mientras y has bajado a mojarla – Sin llegar a entender en aquel momento lo de “mojarla” me quedé en silencio y ella hizo lo mismo también – Escúchame corazón. Si has venido a verme por que soy la única puta que conoces no pasa nada. Conozco a unas amigas que son mas guapas y jovencitas que y…

-No, contigo, quiero contigo – Le interrumpí de improvisto en aquel lapsos mental que ella no paso desapercibido en absoluto. Sus cejas se arquearon en asombro y luego se dibujó una sonrisita mezcla de vergüenza y halago.

-Ven, levántate – Me pidió tomándome de la mano y colocándome de pié frente a ella.

Sintiendo una oleada de nerviosismo, ella se puso a quitarme la camiseta y desabrochar los pantalones, bajándomelos y quitándomelos junto a los botines. Estando solo en unos slips azul oscuro con el dibujo de una pelota de rugby en el lateral que no me daban un aire muy adulto que dijésemos. Ella me comenzó a dar unos pequeños pellizcos en el paquete. Excitado desde que había salido del ascensor y algo morcillón desde que la había visto quitándome los pantalones, me empalme sin remedio entre el segundo y cuarto pellizco.

-¡Pero chiquillo! Que rápido te me has puesto palote – Dijo apretando mi pene, valorando su fuerza – Juanitooo, Juanitooo,… Tu ya te haces tus pajillas ¿Verdad?

-Si, dos al día – Le respondí como buscando presumir con aquella estupidez.

Estirando del elástico hacia abajo, hizo asomar mi polla y me la cogió deliciosamente o algo así pensé en el momento. Masturbándome por la punta, hacia subir y bajar la cobertura del capullo para comprobar disimuladamente que me fuese bien y no tuviese problema de frenillo o fimosis. Cuando se hubo asegurado, continúo masturbándome de forma impresionante. Su mano apretaba y recorría mi polla de lado a lado, aunque por ser todavía el intento de polla que llegaría a ser me la cogía mas con los dedos. A su vez, me masajeaba los huevos con la otra mano haciéndome sentir extraño pero igualmente agradecido de la paja que me hacía. Sin darme tiempo a disfrutar bien del momento y hacerlo consciente en mi mente me corrí de improviso. Ella supo ver mi orgasmo incluso mejor que yo mismo e hizo que cayese todo en su mano, aunque mi semen era tan líquido y salió tan fuerte que algo fue a salpicar su camiseta.

-Eres virgen ¿Verdad cariño? – Preguntó cogiendome la barbilla con dulzura al verme tan preocupado por aquella corrida espontánea, la primera que tenía frente a otra persona. Ella no estaba molesta y quedándose en bragas se quitó la camiseta, limpiándose con esta la mano. – No ha estado ni con una chica ni nada parecido ¿No?

Tras decir que no a sus preguntas, ella limpió mi polla con su camiseta y luego lanzó esta al suelo junto a sus bragas que también se hubo quitado. Echándose hacia atrás en el sofá, abrió sus piernas y subió un de ella al borde del sillón. Estaba completamente afeitada y su vulva quedó fácilmente a la vista, a la mía mas precisamente.

-Ponte de rodillas Juanito que te voy a enseñar algo muy útil – Obedeciendo, quedé frente por frente de su coño al que fulmine con la mirada – Dame la mano que te voy a decir como tienes que tocarla ¿Vale?

Ofreciéndole mi mano, ella agarró dos de mis dedos e hizo frotarlos por su raja. No sabía que quería que aprendiese exactamente pero el solo hecho de estar tocando allí y me provocaba una especie de cosquilleo morboso. Al poco comencé a sentir algo rugoso, como un piquito duro, que era su clítoris. Hacía círculos sobre este, enseñándome que aquella zona era importante y que debía tocarla de esa forma. Tras un rato con su clítoris, fue haciendo bajar mis dedos y pasándolos por su rajita. Al calor y cierta humedad en los dedos que indagaban su sexo, un olor penetrante y nuevo comenzó a surgir. Era el aroma de su coño. Apretó contra un pequeño orificio e hizo meter la punta de mis dedos y presionarlos contra los bordes. Su vagina me dio una impresión muy elástica y caliente, enormemente interesante. Imitando el mete saca, ella movía mis dedos en su vagina mientras miraba al techo y se concentraba en excitarse. Para entonces yo volvía estar bien empalmado (Aunque la verdad es que nunca había dejado de estarlo del todo) y me tiraba del calzoncillo buscando estimularme el rabo desesperadamente.

-Chet, chet, chet – Me recriminó al verme tocándome y bajando la pierna me cogió la mano pare que dejase de masturbarme – Ya te harás pajas cuando estés solo, cariño.

Tumbándose en el sofá, ella me cogio de la muñeca y me hizo subir sobre ella. Sus manos se posaron a los lados de mi cara y muy fugazmente sentí sus labios contra los míos. Sentía la boca seca y estaba mas inquieto que nunca ahora que se aproximaba el gran momento. Estirando el brazo a una pequeña mesita en donde reposaba el teléfono junto al sofá, abrió el cajón y trasteó en su interior hasta sacar una caja de condones grande, de las de veinte y cuatro, y sacando uno la volvió a dejar esta vez junto al teléfono. Indicándome que me apartarse un poco, saco el condón y lo llevo a mi polla para colocármelo. Le costó algo de trabajo ponérmelo ya que me quedaba algo grande y no conseguía que se me ajustase del todo. La sensación de tener el miembro forrado era extraña pero le aportaba un punto morboso al verlo ya listo para la acción. Ya si que sí. Iba a mojarla en caliente y no era un sueño o fantasía de las mías.

Agarrando mi polla, se la llevó a su vagina y note como la penetraba hasta la mitad. Al retirar sus manos hizo que volviese a tumbarme sobre ella a la vez que doblaba las rodillas para que tuviese mejor posición, haciendo con el zarandeo que la metiese del todo.

-Venga Juanito, que sabes de sobra lo que tienes que hacer ahora.

De forma desacompasada y muy torpe comencé a apretujar el culo para hacer entrar y salir mi polla de su coño. Además era tan bestia al meterla que ella ponía cara rara cuando la hacía sacudir en el sofá. En cambio, no me dijo nada al respecto y me dejó hacer durante un ratito. Luego, ella me sujetó con ambas manos por el culo y fue marcándome el ritmo hasta que vio que por fin lo había pillado. Echado sobre sus pechos movía la cadera como todo un follador, tal vez incluso demasiado para un chaval y primerizo como era yo. Había estado tan atacado por hacer sentir mi polla escudriñar el interior de su glorioso coño, apretando a conciencia cuando la metía y sacándola casi en su totalidad cuando la retiraba, todo esto con un movimiento pistón bastante loco, que al poco tiempo me encontraba sudando y jadeando de puro agotamiento. Al verme de aquella manera ella se volvió a reír y con toda la razón del mundo.

-Ya estas cansado ¿A que si? Anda, déjame a mi arriba ahora que lo has hecho muy bien, guapetón.

Llevándome a un lado para intercambiar posiciones, ella no quedó tumbada sobre mí si no que se puso arrodillada sobre mi polla, sujetándose al sofá con una mano y a mi pecho con la otra. En un rápido movimiento volvió a conducir mi polla a su vagina y su cuerpo caía y subía sobre ella. Al no tener que estar pendiente de moverme, ni tan siquiera de si lo hacía bien, pude disfrutar del placer de forma mucho mas intensa.

Al vaivén de su cuerpo sobre mí, sus tetas bamboleaban y con ellas mi vista que no quitaba ojo de sus grandes y preciosos pechos, de sus pezones rosados. No podía dejar de mirarlas.

-¿Te gustan mis tetas? – Se había dado cuenta, claro, y sin parar de follarme cogio mi mano y la dejó sobre uno de sus pechos – Tu tranquilo, cariño, cojéemelas todo lo que quieras.

Sintiendo el impacto de al botar de sus tetas, las acaricie e incluso estrujé suavemente con ambas manos. Nunca me había parado antes a pensar en lo maravilloso de aquellos dos bollos de carne, tan redondos y suaves, activando una fijación por los pechos de la chica que llegaría a calarme bien hondo de ese día en adelante. El estar entretenido con sus tetas debía haberme hecho tardar un poco más pero en cambio me puse doblemente cachondo y en silencio me corrí, sintiendo mi semen caliente agolpándose en la punta del condón. Tuve un gran orgasmo que ella no diferencio de mi cara de placer habitual. Aguanté como pude el dolorcillo de sobre estimulación y mi eyaculación paso desapercibida. El calentón que arrastraba hizo que mi polla continuase dura en todo momento y viendo ella lo que duraba acabo por hablar.

-Juanito, hijo mío, que aguanta tienes – Su voz sonó algo tartamuda por el zarandeo - ¿Vas bien? ¿Te está gustando? – La pobre, tras aquel trato especial tan tierno que me estaba dando, se preocupaba también por mi placer.

-Yo si, mucho – Le dije saliéndome un gallo que frente a la duda dejaba bien claro lo bien que me lo estaba pasando – Me dejas ponerme otra ven encima – La verdad es que ni se como me atreví a pedírselo. Supongo que como me moría de ganas de hacer lo de antes, que apenas pude disfrutar, mi mente me había engañado y mas ahora que por fin había descansado, encontrándome al tope de energía.

-¡Venga! A ver si ahora puedes meterla sin ayuda - Apretando mi polla contra su vulva, intenté repetidas veces meterla sin llegar a conseguirlo – Usa el dedo, Juanito. Tu busca donde es y luego ya la metes – Siguiendo su consejo, tanteé con el dedo hasta encontrar la entrada de su vagina. Apuntándola allí en donde tenía el dedo, la penetré triunfante, rebosante de felicidad.

Mucho mejor que antes, la penetraba todavía con torpeza. Me gustaba sentir como era yo el que controlaba la cosa, como la embestía, como llevaba mi polla por el interior de su coño y sentirla restregar contra sus paredes rugosas tal como yo quería. Era una entrega total de la que hacía gala y a medida que sentía aquel subidón de placer iba yendo mas y mas aprisa. Al momento de venir a correrme nuevamente, me quedé completamente quieto aunque empujando hacia adentro. Tenía la necesidad instintiva de eyacular lo mas adentro que pudiese de su coño sin tener en cuenta el condón que llevaba puesto aunque daba igual ya que ni yo mismo entendía aquella necesidad. Volviéndose pesado de golpe, mi cuerpo cayó reventado sobre ella. Cogiendome entre sus brazos, todo el sueño del mundo me vino de repente y me quedé cuajado en cuestión de segundos.

-Anda, si, descansa que te lo has merecido, cariño – Fue lo último que escuché que me decía.

Feliz, muy feliz y enormemente relajado me desperté entre los brazos de mi querida vecina que con tanto cariño me había tratado para ser una puta scort. Mi madre me surgió en la mente en un pestañeo y me quise incorporar de inmediato y ella, que parecía haber estado tranquila pensando en sus cosas, me vio mirándome la hora en el reloj de pulsera.

-Shhh… tranquilo que apenas has estado cinco minuto durmiendo – Al escuchar eso volví a dejarme sobre ella mas tranquilo – Pero no te vallas acomodando de nuevo que hay que ducharse. Que valla como nos hemos puesto.

Apartándome para comprenderla, vi el condón arrugado sobre su vientre y todo su acuoso contenido desparramado, estado los dos manchados de mi semen. Cogiendo el condón con cuidado de no mancharse más, me hizo apartar para ponerse en pié. Ofreciéndome la mano para que se la cogiese, se la di y fuimos pasillo adentro hasta el cuarto de baño. Curiosamente, tras todo lo que había pasado, me sentía ridículo y avergonzado por ir desnudo por la casa de ella como si nada. Dándole al agua, los dos nos metimos en la bañera a ducharnos. Ella se puso a lavarse con una manopla que tenía pero yo, al no ser mi casa, me puse un poco de gel de baño en la mano y me froté la barriga sin que apenas hiciese espuma por el agua que me caía.

-Pero bueno ¡Tú! No seas guarro y lávate mejor que eso luego se nota y como te vea tu madre ya la liaste – Me reprochó medio en broma.

Dejando de enjabonarse con la manopla, comenzó a enjabonarme por el cuerpo con energía, sobre todo por el vientre. Sus caricias, el olor a jabón, el agua calentita y sus tetas moviéndose con el frote, me la consiguieron poner dura, casi del todo. Viendo que estaba otra vez empalmado ella se rió en silencio y se mordió el labio inferior alucinando con migo. Ella continuó siendo buena con migo y bajando hasta mi polla, la agarro e hizo como si la frotase con la manopla. Alargando el brazo, metí mis dedos entre los labios de su vagina.

-No te cansas ¿Eh? Quieres mas – Dijo haciéndome reír.

Dándose la vuelta, tomó mi polla y la metió entre sus nalgas. En seguida me agarré a su espalda. Como un conejo me puse a frotar mi polla por su culito y también entre sus muslos. Esta vez su participación era nula y simplemente me dejaba hacer. Podía notar su coño cuanto mas se dejaba caer contra la pared y al sentir mi polla encontrar su agujerito no lo pensé y se la metí ciego por el calentón.

-¡Eso no! Eso no, Juanito – Ella se retiró y se dio la vuelta. Su tono era bastante severo y me impresiono bastante pero cambio a la habitual ternura con la que me hablaba – Sin condón no, mi amor.

Masturbándomela desde delante, estuvimos bajo la ducha hasta que cinco minutos después me viniese con apenas unas gotitas. Salimos y regresando al salón me vestí, haciendo ella lo mismo. Luego, me acompaño a la puerta y cogiendo el dinero del mueble de la entrada me lo metió en el pantalón.

-Anda, toma tu dinero. Aunque me quedo con cinco euros para tabaco – Mirando antes por la mirilla, abrió la puerta. Acariciándome la barbilla antes de dejarme salir me dijo – Espero no verte mas por aquí, que eres muy joven aún y muy guapete como para que estés yéndote de putas.

-Gracias – Le solté realmente tan agradecido que me lancé a abrazarla.

-¡Ains! Mi Juanito lo que le quiero. Que es todo un hombre ya al que se lo van a rifar las chicas – Y me devolvió el abrazo.

Saliendo a darle al botón del ascensor, nos dijimos adiós y al ir abrir la puerta del ascensor escuche su puerta cerrarse a mi espalda. FIN.