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Violada, por descuidada... pero ¡¡¡qué gustazo!!!

en Zoofilia

Laura: Entonces, ¿me asegura que estas botitas encajarán bien en las patitas de mi León?

Dependienta: Por supuesto, no lo dudes ni un momento, seguro que podrá caminar sin que se le produzcan más llagas en sus delicadas almohadillas de las patas, tanto en verano, con el calor, como en invierno, con el frío.

Al mismo tiempo que le aclaraba sus dudas, pensaba para sí misma, “...y también para meterte la porrita sin que te arañe, cuando estés ardiendo, niña calentorra...”, y es que, por su experiencia en la tienda de animales, sabía ya de muchas mujeres y chiquillas, que ofrecían su sexo al macho perruno que tenía de mascota, sobre todo si las compradoras no eran del pueblo, en esa localidad se conocía todo el mundo, como suele suceder en municipios de menos de mil habitantes.

Laura: León, –era su mascota– estate quieto que te voy a poner esto en tus patitas, para que te vayas acostumbrando, mientras yo me voy rapando “lo que te voy a dar de comer”, para que estés más cómodo.

La chiquilla, que hacía poco tiempo estaba disfrutando de su entrada en la adolescencia, no quería dejar pasar ni una... y ahora se encontraba pasándose la maquinilla de afeitar del padre, por su propia vagina, quería que todo estuviera pulcro y limpio para que León pudiera divertirse y hacerla disfrutar al cien por cien.

Laura: Ufff, de vez en cuando me dan ganas de quitarme la virginidad con este mango de la maquinilla, y observar a ver qué hace mi padre, si la ve o la huele después de mi goce y disfrute...

Pero lo único que hacía era satisfacer su calentura acariciándose el clítoris con el pequeño mango, mientras al mismo tiempo dejaba sin pelos esa parte tan sensible de su propio cuerpo.

Laura: Mmmm, que rico gusto me da..., que placer más grande... cuando froto mi clítoris y me deja totalmente chorreante... para... ooohhh, ooohhh, que pronto me llega... –había conseguido su enésimo orgasmo con esa maquinilla que tanto placer le daba cada vez que se afeitaba.

Laura era una jovencita que había empezado a consultar relatos eróticos desde muy temprana edad y visualizar videos relacionados con la zoofilia, tenía muchísima curiosidad en lo que respecta a mantener todo tipo de relación sexual, ya hacía tiempo que disfrutaba de su íntima amiga, con la que había practicado de todo, con todo tipo de instrumentos fálicos, sin perder la virginidad, había pajeado a sus amigos en el colegio, a los que había concedido el derecho de dejar que le abrieran el culito, y también a algún que otro adulto y abuelete que tenía muy al alcance de sus manos... y de su boca, conocía de todo, lo que entraba dentro de lo normal en el sexo, lo único que no le gustaba era el olor a mierda y orines, pero sí que le encantaba ver salir chorros y chorros de semen en todas las direcciones, gracias a sus manos, su boca y sus pies... lo mismo que los flujos vaginales de su amiga.

Ahora le apetecía llegar mucho más lejos, desde que su mascota, León, había cumplido un año, ya había empezado a tontear con las perras, había dejado preñada al menos a tres de su propia raza, y en alguna ocasión se había quedado “enganchado”, en otras perras de distinta raza, pero el mismo tamaño y la misma calentura.

Ansiaba que llegara el fin de semana, puesto que su amiga pija (Piluca) iba a dejarla al cuidado de su perro, ya que tenía una cita en un lugar lejano y no podía llevarse a su amante (cosa que Laura desconocía, que el perro fuera su amante) con ella.

Le iba a dejar el perro y su casa, una imponente casa, de grandes habitaciones y techos altos, todo, al tamaño de ambos, ella, que al ser ex-jugadora de baloncesto alcanzaba los dos metros de altura, y su manso gran danés, al que llamaba Cipotón, que parecía un auténtico caballo, porque todo lo tenía grande, y alguna vez que otra ayudaba a los pequeñines de su barrio a subirse a su lomo como si realmente se tratara de un caballo y lo paseaba unos minutos cabalgándolo. Y llegó el fin de semana.

Piluca: ¿Laura? –le habla por teléfono–, cuando te parezca, te vienes que yo me marcho en cuestión de veinte minutos, y debo dejarte la llave.

Laura: En seguida voy, que me estoy vistiendo.

Realmente, estaba poniéndose una falda larga, para que no se notara que iba desnuda por debajo, no sea que algún viento levantara sus frecuentes minifaldas de colegio y dejara entrever la raja depilada y mojadísima que poseía en esos momentos.

En menos de diez minutos, llamaba a la puerta de Piluca, que como bien le había permitido, observó que entraban en su casa Laura y León, su pequeño pero ya experimentado perrito de raza yorkshire enano.

Piluca: Ya sabes que la casa es como si fuera tuya, lo único que te pido es que el horario de comidas de Cipotón es sagrado, ni se te ocurra saltártelo, que si no, le da una depresión.

La pija tenía a su perro más mimado que a un niño, y tenía más cuidados que un anciano. A la hora que era, ya había desayunado, Laura, solo ansiaba que Piluca se marchara para dar rienda suelta a su imaginación...

Laura: Por fin... a solas con mi León, sin ningún padre ni madre que me sorprenda... qué bien lo vamos a pasar... y tú, Cipotón, lo que vas a aprender –lo que desconocía era lo que ya sabía Cipotón–.

Así, comenzó a ponerle los cubrepezuñas a León, se arremangó la falda, se acercó al frigorífico y se sentó en el suelo del salón, donde más espacio había, previamente había abierto todas las ventanas, para que entrara toda la luz y poder observar bien a León y que su perro también observara, lo que se iba a comer...

Apoyada la espalda en la pared, abierta de piernas, ya se había untado en su vagina el paté que compraba Piluca para Cipotón, un rico paté que gustaba a todos los perros, y el suyo tampoco lo despreciaba, lo llamó y...

Laura: León, cómete este rico manjar, bonito, y déjame seca, que ya estoy supermojada.

Realmente estaba a mil por horas, venía pensando durante todo el camino lo que se iba a dejar hacer por su pequeño, inofensivo y experimentado follador perro, abierta de piernas como estaba, todo le chorreaba, se había untado hasta el clítoris de paté, le había puesto los cubrepezuñas a su querida mascota-amante y lo había acercado a que se lo comiera todo.

León, sabía perfectamente cual era la operación a realizar, en primer lugar, le daría placer con la boca, lamiendo con su lengüita todo lo que la amita le señalaba, en este caso y la mayoría de los mismos, el propio clítoris, que quedaba al descubierto tras separarse los labios con sus deditos.

Laura: Mmmm, que me gusta... qué me gustaaa... esa lengua me vuelve loca... sigue, sigue, que tu ímpetu me hace que me corra rápidamente... ufff, ufff, –se estaba empezando a correr, el orgasmo vino enseguida, sus labios se abrían y cerraban, casi atrapaba la nerviosa lengua del pequeño amante, pero su velocidad lo impedía, al contrario, recibía más de lo que daba, alguna vez, tuvo más de un orgasmo seguido por el trato que le daba dicha lengua–.

Estaba en pleno orgasmo, y Cipotón, lo observaba todo como otro espectador, tumbado a su lado, envidiando a León, su lengua abarcaba lo que era el yorkshire entero, que por su tamaño, cabía completamente en su boca si se lo quisiera comer, pero como estaba bien cuidado, era un perro muy manso y obediente, aunque, visto lo visto, empezaba a dejar asomar un poco la punta de su poderoso pene...

Laura: Oooohhh, que rica la lengua... ahora me vas a hacer lo que más te gusta a ti, y que me termina por enloquecer... –se acercó al perro a sus muslos, lo subió con sus patas delanteras a su pubis, y el perro, que ya sabía que le tocaba, comenzó a menearse como si se follara a otra perra más, lo llevaba haciendo meses con su dueña, y como el tamaño de su pene no alcanzaba lo suficiente, siempre se encontraba totalmente segura de que no iba a perder la virginidad por tan amistosa mascota–.

El perro, sólo introducía la puntita de su pene en el comienzo de ese sexo humano adolescente, rozando los labios de la chica y haciendo que se mojara y gozara y disfrutara de otro intenso orgasmo, ya tenía bastante experiencia y sabía como tenía que posicionarse para que no llegara más adentro, pues no quería ser desvirgada por ningún animal o frío elemento fálico.

Mientras León se trabajaba a su pequeña dueña, que cada día que lo hacía con el parecía que se dejaba introducir un poco más y más, pero sin llegar a ser totalmente traspasada, Cipotón, emitía de vez en cuando un penoso gemido, como esperando su turno, a lo que Laura reaccionaba dándole caricias en su cabeza, y Cipotón de vez en cuando se giraba casi completamente para lamerse la pequeña punta roja que le sobresalía de la funda que tenía en sus cuartos traseros.

Cuando alcanzó su tercer orgasmo, mientras León hacía todo lo posible por dejar su semilla allí dentro, observó que ya se le había salido hasta lo que es el nudo que le hacen a las perras, se incorporó casi extasiada de puro placer, y de rodillas, se puso a lamer a su perrito, para sacarle lo que siempre le regalaba en su boca, cuando le hacía una mamada a ese pequeño miembro que tanto placer le daba.

Y así estaba, exponiendo su culito, cubierto por su larga falda, segura de que no iba a pasarle nada, confiada en que Cipotón era un auténtico caballero que sólo se dedicaba a observar, y al que no se atrevía a hacer nada, no sea que su dueña lo notase, se puso a lamerle el pequeño pene, que entraba completamente en su boca, a León, pequeño pero grueso, lo lamía con fuición, esta vez estaba tardando más de la cuenta, se escuchó un ruido y Cipotón se incorporó a curiosear de qué se trataba.

Lo que desconocía Laura, era que Piluca, que era chica muy guapa y a la que no se le conocía novio todavía, también hacía exactamente lo mismo que ella, pero... Piluca hacía de perra con todas las consecuencias, y... estando en la postura en que se encontraba, Cipotón, se acercó tras comprobar que no era nada el ruido que había sonado, metió su hocico de gran danés entre las piernas de la pequeña Laura y, con destreza, pues no era su primera vez, levantó la falda que escondía lo que el conocía de otras veces por su dueña, dejó al descubierto el culito de Laura y, por lo tanto, también su mojado chochito.

Al principio se alertó la jovencita, que tuvo que dejar de mamar el pene de su mascota, para ver qué se cocía a sus espaldas, no tardó un segundo en montarse Cipotón con sus grandes patas sobre la espalda de la chica, y empezó a menear su trasero intentando meter su puntita, que se le veía brillante, pero no atinaba, pues la altura era distinta, la joven era... desgraciadamente, más bajita que su dueña... y por lo tanto no atinaba a su agujero... eso consoló un poco a Laura, que por fin, pudo hacer que terminara el pequeño León en su boca, que se llenó de semen perruno que no dudó en tragarse para no dejar restos ninguno, era la costumbre ya.

Cipotón seguía intentando, pero no lo conseguía, ya tenía medio pene fuera de su funda y no dejaba de expulsar líquidos, a intervalos, no sabía si se estaba corriendo o era lubricante, Laura pensaba que sería lubricante, se vio tan segura, que lo dejó continuar, tomó su teléfono móvil y llamó a su amiga Jessica...

Laura: ¿Jessica?

Jessica: Hola Laura, ¿qué tal en la casa? ¿Has “secado” a León? Jajaja –como conocía la historia de su íntima amiga y sus intenciones, no dudó en preguntarle–.

Laura: Me acabo de tragar la primera ración, pero no te imaginas lo que estoy sufriendo, jajaja, por llamarlo de alguna manera...

Jessica: ¿Qué te ha pasado? ¿Te ha desvirgado?

Laura: Nooo, se trata de Cipotón, lo tengo a mis espaldas, pero el pobre, no alcanza a meterme su pene, es demasiado alto, o yo demasiado baja, pero no alcanza, está supercachondo, es una imagen... impresionante, tu ya sabes como es este perrazo.

Y mientras hablaba con su amiga, el gran danés, que no cesaba de lanzar pequeños chorros que tenía mojada toda la falda de su pequeña cuidadora, había abierto un poco más las piernas, y empezó a rozar su pelambre por el culito de la joven, que sentía cosquillas que le hacían reír.

Laura: Jajaja, que me está rozando el culo con sus pelos, parece que se ha abierto de patas y alcanzó la parte que todos los jóvenes me han penetrado ya, bueno... no creo que pueda hacer más...

Se abrió de piernas ella también por lo que bajó su propio cuerpo, otra vez se lo puso complicado a Cipotón, que estaba cada vez más desesperado, y con destreza, volvió a abrir sus patas y como seguía con sus movimientos de atrás hacia delante, insistente como era, al final, consiguió empitonar el culito bien follado por todos los que querían follarse a la pequeña y curiosa nena, de un solo golpe, la llenó por completo, y así estuvo un rato.

Laura: ¡¡¡Aaaahhh!!! Puto perrazo, que me ha violentado el culo, este no tiene un pene como los chavales a los que dejo que me follen el culo, esto es enorme, menos mal que atinó al ano, ooohhh, ¡¡¡como duele!!!

Se quejaba, a sabiendas de que al otro lado estaba Jessica, que cada vez se estaba poniendo más cachonda, y con ganas de ver a su jovencita amiga siendo follada por un pene distinto al humano, que esa escena ya la había visto, en sus bacanales con su amiga.

Cipotón, continuaba follándose el culo, cada vez tenía la polla más y más grande, pero no terminaba de gustarle lo que estaba sucediendo, se movía con frenesí, subía sus patas, por lo tanto su cuerpo y el cuerpo de la adolescente experimentadora, que ya no podía hacer nada, porque estaba a merced del animal, y sólo ansiaba que aquello terminara, como siempre le pasaba con los penes humanos, aunque los humanos, al mismo tiempo que le penetraban el culo, le acariciaban el clítoris, pero en estos momentos, no cabía esa posibilidad, porque podría caerse, al estar apoyada sobre sus brazos.

No sabe como ocurrió, pero al final ocurrió, de un tremendo, brusco y fuerte movimiento, Cipotón, sacó su pene de su nueva cavidad, y rápidamente, lo metió en la más sabrosa y gustosa de las que jamás había probado, alcanzó la vagina de la virginal adolescente, de un tremendo pollazo, la penetró íntegramente, no llegó a introducirle la bola, pero si la tenía en volandas, Cipotón había vuelto a su postura normal, pero se movía como loco, la chica no podía hacer nada, estaba siendo follada por una enorme polla, que había recién reventado su chochito, sólo pudo dar un grito, antes de ponerse a llorar, por haber perdido lo que no quería hasta que no fuera un hombre de verdad el que lo hacía.

Lo inesperado del acto hizo que se desprendiera sin querer del móvil, que fue a parar unos metros más allá del salón, destrozándose por completo, saltando la batería por un lado y el resto por otro, por lo tanto, se cortó la comunicación con Jessica, que imaginaba que lo estaba pasando muy bien con ese culo relleno.

Laura se quedó sin palabras, sólo le salía un reguero de lágrimas de sus ojos, no sabe si del dolor o del placer que estaba comenzando a recibir, lo que sabía es que era la hembra de ese perro casi caballo, tenía las piernas flotando, su chocho penetrado, y ahora sí, enganchada por la bola, porque, después de un rato meneándose Cipotón en su interior, había logrado penetrar con su bola lo poco que quedaba libre dentro de la vagina de la joven.

Como pudo, Cipotón, se dio la vuelta, ahora estaban como se dice, culo con culo, y cuando pasó un rato, empezó a discurrir un líquido por los juveniles muslos femeninos, Cipotón se había corrido, la chica se sentía repleta de calor y de líquidos, y con un solo pensamiento... “eso había que repetirlo... pero bien”.

Pasaron así unos veinte minutos, pegados por la bola, Laura, ya sentía calambres por la postura, y cuando menos lo esperaba, Cipotón se alejó de la adolescente, haciéndole caer de bruces en el suelo, y como pudo... alcanzó el móvil reptando, lo montó... y llamó a Jessica, que hacía unos minutos había tenido también otro orgasmo.

Laura: Jessica, no te puedes imaginar lo que me ha pasado, pero... deberías venir a verlo, todavía nos queda gran parte del fin de semana para... que lo veas con tus ojos.

Jessica: Ufff, estoy que me salgo de mi misma, he tenido un orgasmo especial, esta tarde-noche me presento ahí, antes tendré que informar a mi familia que voy a pasar el fin de semana contigo.

Y ahí quedó lo que sería la primera parte de un fin de semana que se presentaba zoofílico absoluto.

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