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Dulce despertar (3)

en Interracial

Dulce despertar (3)

 

La fiesta continuó durante largo rato disfrutando los amantes del calor de sus cuerpos. La pasión y el deseo fueron poco a poco en aumento animándole el guapo moreno a probar nuevos caminos…

 

 

Ma chambre a la forme d’une cage

le soleil passe son bras par la fenêtre.

Les chasseurs à ma porte

comme les petits soldats

qui veulent me prendre.

 

Je ne veux pas travailler

je ne veux pas déjeuner

je veux seulement oublier

et puis je fume.

 

Déjà j’ai connu le parfum de l’amour

un million de roses

n’embaumeraient pas autant.

Maintenant une seule fleur

dans mes entourages

me rend malade.

 

Je ne veux pas travailler

je ne veux pas déjeuner

je veux seulement oublier

et puis je fume…

 

Je ne veux pas travailler, PINK MARTINI

 

 

Los jadeos continuos me imposibilitaban el poder hablar. Llevé la mano a mi pobre coñito tratando de encontrar alivio a la terrible quemazón en que se había convertido el mismo. Gemí de puro gusto mientras apartaba hacia atrás los pelos caídos sobre el rostro. Emmanuel me abrazaba, teniéndome bien cogida del hombro y de la espalda. Apoyé la mano en su brazo antes de volver a entregarle mi boca en un beso delicado y suave. Agarrándome la cara alargó aquel beso hasta el infinito. Cayendo las manos en mis nalgas, las acarició lentamente para dirigir luego uno de los dedos hacia la oscura entrada. Aguantando la respiración me estremecí entera al notar lo que el moreno parecía pretender de mí.

 

¡Eres perverso muchacho! –exclamé moviéndome nerviosa al sentir el dedo hurgar cerca de mi anillo.

 

¿Acaso no te gusta putilla? –dijo mientras me presionaba levemente.

 

Lancé un largo suspiro removiendo el culo de manera circular. Elevándome sobre él, cerré los ojos sintiendo el dedo empujar dentro de mí. Empecé a moverme una vez más alrededor del grueso eje. Aún no se había corrido así que podía gozarlo un rato más.

 

Aún no te has corrido… eso me gusta –murmuré en voz baja antes de continuar trotando sobre mi guapo compañero.

 

Nos acomodamos el uno al otro, acoplándonos al ritmo del otro con facilidad pasmosa. Mi coñito irritado tragaba y expulsaba la candente daga, resbalando entre las paredes de mi vagina hasta el final. Sentí los huevos golpear mi piel cada vez que caía encima de él. Mordiéndome el labio tras besarle, le descabalgué abandonando su boca para seguidamente descender por el pecho, acariciándoselo y besándole las tetillas. Resbalé todavía más hasta alcanzar el miembro excitado y erecto.

 

¡Oh, qué cosa tan encantadora que tienes. Me pone loca! –aseguré al llegar junto a ella.

 

Pasándole las tetas por encima podía ver la cara de felicidad del muchacho. Pasando después la lengua por encima del negro tronco, lo saboreé provocando que Emmanuel gimiera de emoción.

 

¡Dios, qué grande es. Es enorme!

 

Era tan grande que ni con las dos manos podía abarcarla. Menudo pedazo de rabo tenía el cabrón. Y lo tenía en esos momentos a mi merced para poder disfrutarlo por completo.

 

Vamos, tómala en la boquita. Es toda para ti preciosa –me invitó a probarla.

 

Sí, me encanta –la cogí con la mano para meterme en la boca más de la mitad.

 

Mirándome a los ojos, acarició suavemente mis cabellos llevándolos hacia atrás mientras se dejaba hacer por mi hambrienta boca. Le chupé con lentitud, atrapando el grueso champiñón entre mis labios y cubriéndolo de besos, antes de bajar hasta la base para de nuevo subir humedeciendo el tallo con mi saliva. Todo esto mirándole para poder apreciar cada una de sus reacciones. Se la comí con ganas. Como me había dicho antes, no había tenido bastante con lo de la noche anterior así que me entregué a gozar de aquel grueso músculo que tanto me atraía. La devoré con glotonería, escupiéndole encima para sacarla y meterla en la boca hasta ahogarme con ella, comiéndomela entera hasta humedecerla por completo. Tuve que sacarla para respirar unos segundos. Era tan formidable que me atontaba con su tamaño.

 

Volví a meterla, moviendo la mano arriba y abajo mientras chupaba con la misma energía y vigor. Le vi cerrar los ojos con la mano tras la cabeza y la otra sobre la mía acompañando los movimientos que yo hacía. Con los dedos tiraba de mis alborotados cabellos al gemir placenteramente.

 

Así nena así, chúpala despacio…

 

Paré en mi mamada, tomándomelo con calma para no acabar demasiado pronto con él. De vez en cuando paraba, lamiéndole el tronco unos segundos para luego retomar la masturbación lenta de mi mano y las caricias de mi boca. Me volvía loca el hacérselo. Enloquecía teniéndolo entregado a mis caricias, tenerlo así era más de lo que podía desear. Una vez estuvo bien lubricada busqué su boca para que cubriese mis labios con los suyos.

 

Ven aquí gatita –exclamó posando la mano en mi espalda para besarme una vez más de aquel modo amable que tanto me ponía.

 

Haciéndome tumbar despatarrada ante él, empezó a jugar con los dedos por encima de mi coñito. Moviéndolos con rapidez, el siguiente paso fue enterrar la lengua en el interior de mi empapada vulva. Así me chupó raspando la lengua a lo largo y ancho de la rajilla, hundiéndola y sacándola para mi mayor disfrute. Con los ojos, tan pronto entreabiertos como totalmente cerrados, doblé las piernas mientras me trabajaba ahora el clítoris golpeándolo con su lengua experta. Jadeé, sollocé llorando de placer con cada uno de sus golpes. Era el mejor de los amantes, al menos yo así lo sentía. Emmanuel siguió martirizando y chupando el diminuto botón y yo no sabía a qué agarrarme. Tomaba su cabeza, clavaba las uñas en las sábanas, atrapaba con fiereza la almohada al notar el clítoris responder a la caricia de su boca. Un estremecimiento me corrió todo el cuerpo, subiéndome por la espalda hasta acabar explotando en el interior de mi cerebro. Los gemidos y suspiros se transformaron en débiles grititos y en placenteros ayes.

 

¡Oh Emmanuel, eres maravilloso! Nadie me lo ha hecho como tú. Con… tinúa así, me harás correr otra vez.

 

La rosada lengua se movía con lentitud extrema alrededor de mi clítoris el cual se mostraba deseoso de una nueva caricia. Yo me retorcía inquieta, ronroneando como una gatita mimosa. Al fin me corrí, gritando como una loca al sentir toda la fuerza de mi ser escapar entre las piernas. La fascinante boca masculina saboreó mi sexo, embebido en el ardor de mi abundante flujo. Luego acercó la nariz para olerlo, acabando de ese modo con mis últimas fuerzas.

 

Eres bueno tío. Tienes una lengua prodigiosa… me dejas agotada cada vez que me lo haces.

 

Y tú eres una gatita muy caliente y juguetona. Me encanta comértelo y ver cómo te corres en mi boca –me dijo tras acabar de limpiar los jugos de mi corrida.

 

¡Gracias, oh gracias! –exclamé complacida por sus palabras.

 

Me dejó descansar poco rato, unos cinco minutos como mucho manteniéndome convenientemente excitada con sus besos y caricias. Gimoteando como una niñita pequeña, me dejaba acariciar notando las fuertes manos recorrerme el cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Me comió la oreja y el lóbulo de la misma, luego el cuello fue comido y chupado con igual intensidad recibiendo yo sus ataques con profundos suspiros de satisfacción. Aquel guapo negro era lo mejor que me había pasado nunca. ¡Dios, era fantástico! Arrodillado a mi lado me hizo levantar la pierna y así fue pasándole la lengua de arriba abajo. Muy poco a poco, entretenido en su tarea, fue llenándola con su saliva hasta alcanzar mi pequeño pie. Entonces mostrándose mucho más osado lo tomó empezando a besarlo. Lo lamió y chupó llenándolo de besos con lo que me hizo temblar al sentir los labios corriendo sobre el empeine. Reí divertida gracias a las cosquillas que aquello me producía.

 

¿Qué haces? ¡Estás loco, déjame! –grité al sentir mis dedillos metidos en el interior de su boca.

 

Fue chupando dedo a dedo para meter después dos o tres de ellos lamiéndolos con verdadera fruición. Apartando el pie le ofrecí el otro para que me comiera el dedo gordo, labor a la que se entregó sin hacerse de rogar. Me chupó la totalidad de los dedos para seguidamente apoyar la mano en mi pantorrilla subiendo hasta alcanzar la rodilla. Todo esto sin apartar un solo momento la mirada de la mía. Un gran placer se apoderó de mí.

 

Fóllame, por favor. Fó… llame, necesito que lo hagas –le pedí con voz apenas audible.

 

Estás empapada nena –advirtió bajando la mano entre mis piernas.

 

Culpa tuya… me pones tan perra –dije sonriéndole con picardía.

 

Poniéndome de lado y de espaldas a él, elevé la pierna esperando la tan necesaria copula. Emmanuel se situó detrás de mí y cogiéndose el miembro lo acercó a mi rajilla la cual se abrió permitiéndole el paso. Cuando lo sentí en mi interior, no pude evitar un gemido de placer. Los movimientos acompasados de ambos se sucedieron de forma amable. Pasándole la mano por detrás de la cabeza, nos besamos mientras la barra de carne empujaba dentro de mí. Respiré con evidente dificultad ante el avance lento pero preciso de aquella presencia perturbadora. Sin decir nada, sólo con las pupilas clavadas en las mías, Emmanuel me fue follando acelerando el ritmo a cada paso. La larga polla se enterraba, obligándome a seguir la cadencia que sus firmes acometidas imprimían. Los labios vaginales aparecían hinchados y mi rosada vagina abrazaba el grueso miembro que ya empezaba a producir líquido lubricante. De ese modo, el feliz encuentro resultó de lo más fácil.

 

Noté la presión del pene sobre mi raja y cómo se hundía en mi sexo. Con un golpe seco y sin avisar, entró de una sola vez. Sentí algo de dolor pero también un profundo placer. Grité ahogadamente, empezando el chico a moverse de forma lenta, empujando hasta que pude notar los huevos pegados a mí. Acariciándolos con los dedos, jugué con ellos encontrándolos duros y cargados. Me ahogaba en mi placer, me costaba respirar y todo mi cuerpo ardía de desesperado deseo.

 

Mmm, clávamela toda hasta el fondo… la quiero toda, dámela por favor –supliqué con la mirada perdida.

 

Así lo hizo dándome a sentir toda la fuerza de su ser. Volví a gritar cerrando esta vez los ojos. Estuvimos largo rato moviéndonos, empujando él y acoplándome yo a sus embates para ayudarle en la follada. El cabrón no paraba de darme, golpeando la polla mi pobre coñito como si quisiera abrirme en canal. Yo me acariciaba, pasando los dedos por encima de mi inflamado clítoris para procurarme un mayor desahogo. Luego, cogiéndome las tetas, las apreté con fiereza mientras los gritos y sollozos continuaban en el interior del dormitorio.

 

Entonces se detuvo saliendo de mí y aprovechando yo para lanzar un suspiro de alivio. Necesitaba un mínimo relajo.

 

¿Qué tal estás? –me preguntó con voz ronca.

 

Ufff, cansada… muy cansada. Eres un animal.

 

¿Puedes seguir? –le oí decirme con mirada interrogante.

 

Claro que sí… ¿en qué estás pensando?

 

Calla y déjame hacer a mí –respondió ayudándome a levantar.

 

A cuatro patas y con las manos apoyadas en el cabecero de la cama, quedé con el culo en pompa en espera de noticias por su parte. No se hizo esperar pues, colocándose detrás de mí, pronto sentí el regalo que me tenía guardado. Arrodillado entre mis piernas enseguida buscó el agujero de mi coño, quedando metido más de la mitad. Aguanté la respiración al verme de nuevo unida a él. Callados, sólo pude escuchar la respiración acelerada de ambos. Removí el culillo alrededor de aquel grueso coloso.

 

Muévete mi vida… me tienes agotada…

 

El joven moreno volvió a empujar con decisión haciéndome callar de golpe. El coño me escocía de tanta actividad como llevaba, había perdido la noción del tiempo y no sabía la hora que debía ser. En todo caso debíamos llevar ya largo rato. Me agarré con fuerza al cabecero de la cama al notar los movimientos de mi macho. Tomada de la cintura, se enterraba centímetro a centímetro para una vez en mi interior adoptar el ritmo pausado que le convenía. El tremendo badajo parecía querer romperme, traspasándome entera con su horrible humanidad.

 

¡Oh muchacho, qué bueno que es! Me llena entera, cómo la siento…

 

La polla entraba y salía haciéndome gritar y jadear cada vez que se clavaba en mi interior. Emmanuel se movía dentro y fuera, dándome sin descanso hasta conseguir que mis quejas y requerimientos aumentaran de grado. ¡Qué bien me follaba, golpeándome con toda su potencia!

 

Fóllame cabrón… fó… llame vamos… clávamela hasta el fondo.

 

Sí, muévete zorrita… qué coñito más estrecho que tienes. Me gusta.

 

Me corrí intensamente, derramándome sobre mi hombre y notando el placer correrme a chorros entre las piernas. Jadeando de manera intermitente y emitiendo sonidos sin significado alguno, entré en un estado de sopor al hundir las uñas en la suavidad de las sábanas.

 

Eres bueno muchacho –dije pasándome la lengua por encima de los resecos labios.

 

Tan ensimismada estaba tras mi último orgasmo que, sin darme cuenta, escapó de mí para dirigir la cabeza del glande a mi más oscuro agujero. Entonces tomé plena conciencia de lo que quería. Aquel muchacho pretendía sodomizarme y yo estaba tan cansada que no sabía si sería capaz de impedírselo.

 

¿Qué haces? ¿te has vuelto loco? –me quejé suplicante al tratar de pararlo.

 

¿Acaso no te gusta? ¿nunca te lo han hecho? –preguntó buscando presionar el anillo anal con dos de sus dedos.

 

Alguna vez con mi marido… pero me dolía horrores –respondí mirándole asustada por encima del hombro.

 

Me apetece probarlo, tienes un culito precioso. Anda relájate… iré con cuidado ya verás –dijo dándome una palmada en la nalga.

 

Con gesto compungido supe que no había nada que hacer. El enorme mandinga iba a follarme el culo y yo no podía más que dejarle hacer. Al menos tuvo la cortesía de humedecerlo con su saliva, lamiendo la entrada de mi ano con su lengua para luego meter y sacar uno de sus dedos. El dedo se convirtió en otro más haciéndome quejarme con la cabeza apoyada en la almohada.

 

Ya estás lista, abre bien las piernas –le escuché decirme mientras sentía mis caderas cogidas por sus manos.

 

Con cuidado mi amor… la tienes demasiado grande…

 

Apoyando el glande en el oscuro canal, lo noté apretar mínimamente tratando de entrar. Cerré los ojos al tiempo que apretaba con fuerza los labios. Con gran sorpresa por mi parte, aprecié la lenta entrada de la polla de chocolate en el interior de mi culo. No entendía cómo pero lo estaba haciendo. Mi culo se abría con facilidad pasmosa, dando paso al duro miembro de mi amante. Paso a paso y de forma lenta fue presionando hasta quedar metido buena parte de él. Levanté la cabeza con los ojos en blanco, estremecida al verme traspasada de aquel modo.

 

¿Ves que era fácil? Tienes un culo bien apetecible –comentó con voz suave y sugestiva.

 

Cariño, abre un poco más las piernas –me pidió del mismo modo tranquilo.

 

Lo hice, apoyada en los brazos y separando las piernas al tiempo que elevaba más el culo. Mientras, Emmanuel seguía empujando hasta quedar completamente alojado dentro de mí. Quedamos pegados y sin movernos unos segundos. Me costaba respirar y el culo parecía quemarme por dentro. ¡Dios, cómo me dolía pero al tiempo me gustaba sentir su polla hundida en mi interior! Volví a caer derrotada sobre las sábanas con la cara echada a un lado.

 

Él empezó a moverse muy despacio, permitiendo que las paredes se acomodaran a la presencia de aquel enorme músculo. Lo sentí palpitante y caliente de deseo. Empujando levemente me llenó entera y no pude hacer otra cosa que gimotear como una cría. Mucho más grande que yo, cayó sobre mí cubriéndome por completo con su cuerpo tan masculino y musculoso. Junto al oído pude oír su respiración acelerada y entrecortada. Me besó la mejilla y la boca para alcanzar finalmente el cuello el cual chupó y mordisqueó bajando por él. Me lo comió con desenfreno malsano, clavándome los dientes hasta hacerme gritar. Rodeándome la cintura con su brazo, tiró de mí hacia atrás hasta quedar ambos arrodillados en la cama y con mi espalda apoyada en su sudoroso pecho. Yo también me sentía sudorosa y sucia. La cabeza me daba vueltas pero no quería otra cosa más que seguir.

 

El chico acarició mis pechos pasando la mano por encima y apretándolos con sus dedos. Girándome hacia él dejé que me besara con sus gruesos y sensuales labios. Nos morreamos, besándonos largamente y dándonos las lenguas húmedas de nuestro deseo. Luego empezó a chupar el lóbulo de la oreja haciéndome excitar aún mucho más. La humedad de su lengua se adueñó del interior de mi oreja. Creí correrme de gusto con aquella encantadora sensación. Emmanuel me mordió la oreja para susurrarme después con voz ronca:

 

¡Quiero follarte el culo nena!

 

Yo solo me junté más a él, removiendo el culo contra su vientre para animarle a hacerlo. Empezamos a movernos, echándome hacia atrás para acompañar los lentos movimientos que él hacía. Todavía sentía dolor en mi interior, pero era ahora un dolor mezclado con un placer incipiente. Poco a poco las entradas y salidas fueron ganando en intensidad, haciéndose cada vez más profundas. Emmanuel empujaba, clavándose y desclavándose para provocar mis gritos pidiéndole que siguiera. Nuevamente el silencio de la mañana se vio desplazado por los gruñidos y lamentos que ambos producíamos. La polla continuaba allí, golpeando y sodomizándome incansable mientras yo me relamía gozando como loca. Follábamos como animales, entregados a aquella pasión malsana que se había apoderado de nosotros.

 

Fóllame… fóllame con fuerza maldito… clávamela hasta romperme –reclamé sin saber lo que decía.

 

El hombre respondió dándome con mayor vigor y sin dar en ningún momento sensación de flaqueza. Era realmente incansable y yo cuanto más me daba, más lo disfrutaba. Los sonidos guturales relevaron a las palabras; no podía hablar de tanto gusto como me hacía sentir.

 

¡Sí, sí… más, más, más. Dame con fuerza, ummmmmm!

 

¡Joder, me estás destrozando pero me gusta. No podía pensar que fuera tan bueno. Me quema por dentro pero sólo deseo más y más! –chillé completamente enloquecida.

 

Sí sí, tómala perra. Me vuelve loco ese culo que tienes…

 

Apretó de golpe provocando que gritara al notar todo su largo instrumento dentro de mí. Empecé a llorar al tiempo que removía el trasero de forma circular. Yo aullaba como loca sin prestar atención a que alguien pudiera oírme. Solo quería gozar de aquel pene dentro de mi culo, sodomizándolo y rompiéndolo. Mi joven amante jadeaba y bufaba moviéndose dentro y fuera, golpeando una y otra vez.

 

¡Voy a correrme pequeña… me viene, sí me viene! –anunció casi gritando al dar sus últimas embestidas.

 

¿Vas a correrte? Yo también… ¡Oh sí, corrámonos juntos vamos!

 

Y así fue. Apenas tres o cuatro embestidas más y la sacó, quitándose con prisas el preservativo para enseguida saltar la leche por los aires. Masturbándome con fiereza me corrí con él entre gemidos y gritos de puro placer. Tumbada boca arriba, de la polla negra y venosa con la cabeza apuntando hacia arriba, vi la leche caer con fuerza llenando mi vientre y mi barriga con su poder hipnótico. Me dejó perdida, completamente perdida de su lefa cálida y espesa que rápidamente esparcí con los dedillos por encima de mi piel. Un largo suspiro de satisfacción lancé al llevarlos a la boca y probarlos. ¡Ummm, me encantaba su sabor!

 

Al acabar de correrse, lo vi quedar inmóvil frente a mí. Mi vagina se contraía bajo mis dedos empapados de jugos. Toda yo parecía levitar sobre la cama, entregada a los postreros espasmos de placer. Los gemidos y gritos de antes se convirtieron en pequeños ayes y en palabras de deseo hacia él. Temblándome las piernas, me sentí cansada pero feliz como nunca. Lentamente fui recuperándome del salvaje polvo que habíamos tenido. Nunca había gozado de un orgasmo como aquel.

 

Emmanuel se echó junto a mí, rodeándome con el brazo para acercarme más a él. Nos besamos levemente, uniendo tan solo los labios. Estábamos tan hechos polvo que apenas éramos capaces de hablar.

 

¿Estás bien nena? ¿Cómo te encuentras? –pudo decir al fin.

 

Feliz… Estoy muerta pero feliz como nunca. Me encanta despertar de esta manera –contesté abrazándome a él y ronroneando mimosa.

 

Se dice que tras la tempestad viene la calma y en ese caso así ocurrió, quedando los dos dormidos hasta mediodía en que comimos frugalmente para después dirigirnos a la playa donde chapoteamos, bañándonos y riendo como dos enamorados…

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